Exigir la apropiación de conocimientos y habilidades no es marginar
Introducción
En los últimos años se ha desarrollado una
tendencia a culpar la evaluación
de la deserción
escolar y por consiguiente de propiciar el desarrollo de
marginalidad
en aquellos jóvenes que abandonan las aulas por no
poder pasar
determinadas evaluaciones.
Por otra parte resulta utópico suprimir el control en el
proceso de
dirección, cualquiera que sea el proceso
dirigido, pues resulta imprescindible buscar información que permita juzgar la marcha
del proceso y reorientarlo si fuese necesario hacia el logro de
los objetivos.
También es cierto que los jóvenes que abandonan
las aulas sin llegar a concluir una formación
técnica o profesional son caldos de cultivo para el
desarrollo de la marginalidad.
En el presente trabajo se
propone una alternativa que si no llega a ser una
solución, sí resulta un atenuante del problema
planteado.
Desarrollo:
La
Evaluación
Se puede decir que la evaluación es la oveja negra del
proceso docente educativo, ya que en general, para los
estudiantes, el momento propicio para hacer una evaluación
nunca existe. Muchos autores como es el caso en Pérez et
al (1998) donde se plantean interrogantes como la siguiente al
analizar la evaluación: "¿Por qué los
profesores, personas comprometidas afectivamente con los niños y
jóvenes, son actores de una situación que deriva en
la marginación de sus estudiantes?". No obstante que
sucedería en una ciudad A si en la misma se decide
suprimir las multas de tránsito por considerarlas
injustas, ya que el policía de tránsito como ser
humano a fin de cuentas puede
equivocarse y además las multas son clasistas porque
penalizan de manera desigual a las personas en dependencia del
nivel económico de las mismas; Consideramos que el lector
coincide con los autores en que los accidentes de
tránsito se incrementarían independientemente de la
propaganda que
se haga para que los conductores fueran más
cuidadosos.
En el presente trabajo por evaluación entenderemos
cualquiera de las formas utilizadas para poder apreciar el grado
de cumplimiento de un objetivo, meta
o tarea, ya que no es un nombre lo que queremos analizar, sino la
acción
en sí misma de cómo apreciar el grado de
cumplimiento de algo, es claro que ese algo, que se quiere
apreciar, no se limita necesariamente a habilidades y
conocimientos, incluye también los aspectos
axiológicos que completan la formación de competencias, por
lo tanto la evaluación en cualquiera de sus formas
tendrá que contemplar los aspectos señalados.
El ejemplo del primer párrafo, aunque evidentemente
hipotético, ilustra el hecho de que el control es en el
peor de los casos, un mal necesario, y en la institución
docente el control se realiza a través de alguna de las
diferentes formas de la evaluación y es la vía que
existe para juzgar el logro de las metas propuestas, lo cual por
supuesto no la exime de las muchas dificultades
intrínsecas que se manifiestan en su
aplicación.
Tampoco es posible negar que el mal uso de la
evaluación u otro tipo de control puede haber provocado el
rechazo a la escuela en
algunos jóvenes y por consiguiente la posibilidad de
convertirse en personas marginales, pero es una situación
equivalente a cuando se usa un medicamento con fuertes efectos
secundarios pero que es imprescindible para curar una determinada
afección.
Por supuesto que nadie propone eliminar la evaluación,
pero sí se proponen, ya con demasiada frecuencia, formas
benévolas de evaluación que aunque no tengan la
intención de reducir la exigencia, propician que los que
aplican dichas formas así lo hagan. Sobre todo estas
formas benévolas agudizan una de las principales
dificultades que se manifiestan en la acción de evaluar en
el proceso enseñanza aprendizaje, que
consiste en la posición de juez y parte en que queda el
docente cuando realiza el acto de evaluación, pues aunque
se mide de alguna manera el desarrollo de los estudiantes en
diferentes aspectos, siempre se considera que el maestro o
profesor de
una forma u otra tiene determinado grado de responsabilidad en lo que respecta a lo logrado
por los estudiantes, por lo cual la calificación de los
estudiantes repercute en el profesor e inevitablemente sesga la
objetividad del proceso evaluativo, haciendo en alguna forma,
puede que no intencionada, que los resultados se acerquen a los
esperados; si es una institución donde se supone que el
buen profesor debe reprobar muchos estudiantes el sesgo
tendrá esa tendencia, pero si es en una institución
donde se supone que el buen profesor debe tener muchos aprobados,
será en sentido opuesto, esta influencia será mayor
o menor en dependencia de cuanto necesite el profesor del
reconocimiento de la institución; en ocasiones esta
influencia puede ser más o menos intencionada, pero es muy
eventual que no se manifieste consciente o inconscientemente,
cuando los resultados se salen de los márgenes esperados.
Por lo cual González A. (2001) en su trabajo sobre el tema
al referirse a funcionarios que supervisan la actividad docente
plantea: "el funcionario parece suponer que todos los alumnos que
aprueban han aprendido porque tienen un buen maestro. En segundo
lugar subyace la idea de que si el alumno reprueba es por culpa
del maestro".Por supuesto que no negamos aquí la parte de
responsabilidad del maestro en los resultados docentes y
educativos de sus alumnos, pero precisamente esa responsabilidad
produce o tiende a producir un sesgo en el proceso evaluativo,
cuando este es ejecutado por el propio docente.
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