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Fundamentos ideológicos de la emancipación latinoamericana (página 4)



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Nueva Granada (Colombia y
Ecuador)

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De manera similar al resto de la América
española, Nueva Granada constituía
básicamente "… una sociedad
señorial que guardaba como algo precioso los valores de
la madre patria
"[165]. Sin embargo, los
intereses rurales no eran aquí tan dominantes co-mo en
Chile, Perú o Venezuela, ya
que subsistía una aristocracia de funcionarios,
co-merciantes y profesionales. La tierra se
trabajaba fundamentalmente a base de una mano de obra asalariada,
acompañada de un cierto número de esclavos que, sin
embargo, no eran tan numerosos como en otras regiones ; la
población, por otro lado, había sido
so-metida con el paso de los siglos a un extenso proceso de
mestizización, dando lugar a la aparición de una
amplia "clase media"
de agricultores y campesinos. El malestar creciente, por otro
lado, a que daba lugar la inflexible economía de España,
empeñada en extraer de la colonia cada vez mayores
excedentes, trajo consigo inevitablemente la insurrección,
bajo la égida de Juan Francisco Berbeo
(1731-1795)[166]:

"En marzo de 1781 los rebeldes se negaron a pagar
impuestos,
atacaron al-macenes del gobierno,
expulsaron a las autoridades españolas y eligieron
líderes. Fue un movimiento
popular y predominantemente mestizo. Contó con el apoyo de
una minoría de indios animados por el ejemplo de
Túpac Amaru y enfureci-dos por la invasión de los
resguardos. Pero poca solidaridad
podía haber entre las comunidades indias y los mestizos
hambrientos de tierra.
Formaba el núcleo de los comuneros una multitud de
pequeños agricultores, la "clase media" que
describió el virrey Guirior, que habían visto
cómo se frustraban sus expectativas y cuya prosperidad se
encontraba amenazada por el monopolio y
los impuestos del gobierno. Eran las personas que marcharon a
miles sobre Bogotá y que a du-ras penas pudieron contener
al líder,
Juan Francisco Berbeo, y sus asociados criollos, hombres de
pretensiones sociales más elevadas que preferían
negociar y llegar a un acuerdo con el gobierno".

Los comuneros eran, sin embargo, más reformistas
que revolucionarios, y cuan-do Camilo Torres
(1766-1816)[167] en su famoso "Memorial de los
Agravios", publicado el año 1809, reclamaba la igualdad, no
se refería a ellos, ya que lo que él realmente
quería era igualdad con los españoles, y no con los
mestizos. La élite criolla de la que éste formaba
parte (Pedro Fermín de Vargas, Antonio Nariño,
etc.), políticamente más avanzada que los
comuneros, constituía, como núcleo de la
oposición radical, un peligro mucho mayor para las
autoridades coloniales españolas que la protesta social de
aquéllos, aunque momentáneamente careciese de
fuerza para
rebelarse[168]

"En un momento en que Nueva Granada experimentaba un
estímulo intelectual sin precedentes –la influencia
de la Expedición Botánica, un proyecto oficial
mente patrocinado para la clasificación de la fauna y la
flora-, el aumento del ni-vel de la enseñanza, los libros y los
periódicos, el desarrollo del
debato político, muchos criollo empezaron a criticar cada
vez más el papel de España en América.
¿Cómo podría esa débil, empobrecida
metrópoli emprender reforma alguna o invertir en el
desarrollo? Los Borbones expresaban una paternal
preocupación por sus súbditos americanos. La
realidad era un sistema de
excepcional dureza e injustas restricciones, un comercio
sofocado por el monopolio, y la colonia gobernada por "los
establecimientos más impolíticos y anticomerciales
que ha podido establecer y perpetuar la ignorancia del gobierno
de
América"- En las víspera de la independencia
eran éstas las críticas más
comunes".

La economía del Ecuador, por otra parte, tampoco
era muy boyante, y las importaciones
superaban con mucho a las exportaciones.
Por ello no es de extrañar, como re-fleja John
Lynch[169]que los intelectuales
ecuatorianos de la época (v.gr., Juan García de
José, José Rafael Revenga, etc.) no se decantasen
demasiado por el libre comercio y
tendiesen a defender la protección y la
intervención estatales. De todas formas, no hay que
olvidar que este país formaba parte, a raíz de la
independencia, de una formación estatal más amplia
que incluía, además, a las actuales Colombia,
Venezuela y Panamá
y que se denominó en realidad República de
Colombia, pero que los historiadores prefieren llamar "Gran
Colombia" para distinguirla de la Colombia
actual[170]Esa nación,
que comprendía los mismos territorios que la Nueva Granada
colonial, fue creada, entre otras razones, por la influencia
personal de
Simón Bolívar,
quien estuvo al frente de su Gobierno hasta que dejó el
poder en manos
de su vicepresidente, el liberal Francisco de Paula Santander
(1782-1840)[171]:

"A Bolívar puede considerársele como un
conservador moderado, y no por una convicción política abstracta
–despreciaba a los teóricos doctrinarios-, sino por
su innato realismo, que
le hacía sentirse escéptico de la posibilidad de
llevar a la práctica una rápida
transformación de la sociedad hispanoamericana. El punto
de vista de Santander era más típicamente liberal:
deseaba una amplia gama de cambios en lo político, lo
económico y lo religioso, y para conseguirlo es-taba
dispuesto a experimentar con nuevas leyes e instituciones.
Pero Santander, que procedía de la alta burguesía
provincial terrateniente, era un liberal con una fuerte carga de
pragmatismo.
Por consiguiente, la diferencia entre ambos personajes era
solamente de matices".

México

En general, y como hemos recordado repetidamente a lo
largo de este trabajo, la
independencia hispanoamericana tuvo que contender con dos
enemigos y un aliado po-tencial ; los dos adversarios eran: en
primer lugar, los ejércitos realistas españoles, y
en segundo la oposición abierta o la inercia de los
criollos, mientras que el aliado potencial eran las fuerzas
populares, cuyas exigencias resultaban embarazosas en más
de una oca-sión. Este esquema se vuelve a cumplir en el
caso de México,
aunque, por supuesto, con características
propias[172]

"México era diferente y constituía un
desafío más a la revolución
america-na. Dividido en sus objetivos,
presa de sus conflictos
internos, México era propi-cio a una intervención
exterior. Pero no podía recibirla. Lejos de los grandes
centros de la revolución en el sur, más allá
del alcance de los libertadores continentales, México
luchó solo y su lucha nació de sí mismo. La
revolución
mexicana se diferencia de las de América del Sur en
dos aspectos vitales ; empe-zó como una violenta protesta
social desde abajo y España tenía más que
perder en México que en cualquier otro lugar de
América".

Como consigna Lynch[173]las crisis
agrarias del siglo XVIII trajeron a la super-ficie algunas de las
contradicciones de la estructura
colonial, que podríamos caracterizar en los siguientes
puntos[174]

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  • a) La explotación de los indios: Aunque
    miles de ellos murieron en el transcurso de la Conquista,
    continuaron constituyendo la gran mayoría de la
    población de Nueva España, hablando sus propias
    lenguas y conservando gran parte de su cultura.
    Inevitablemente se convirtieron en la clase trabajadora.
    Aunque en teoría España los declaró
    libres y con derecho a percibir salarios, realmente sufrieron
    un tratamiento no mucho mejor que el de los esclavos. Su
    suerte era el resultado del sistema de encomiendas,
    en virtud del cual a to-dos los nobles, eclesiásticos
    y soldados españoles no sólo se les
    garantizaban grandes concesiones de tierra, sino
    también la jurisdicción sobre los indios que
    residiesen en las mismas. El Gobierno español
    intentó en varias ocasiones regular esa
    explotación del trabajo nativo en granjas y minas. Las
    reformas decretadas por la metrópoli, sin embargo,
    solían ser inefectivas por lo general.

  • b) La posición que ocupaba y el poder
    que llegó a adquirir la Iglesia Católica:
    Misioneros franciscanos, agustinos, dominicos y jesuitas
    entraron en el país junto con los
    conquistadores. Juan de Zumárraga fue
    nombrado primer obispo de México en 1528, y el
    país se constituyó en arzobispado en 1548. La
    Iglesia mexicana llegó a hacerse enormemente rica a
    través de las donaciones de los fieles y las promesas,
    que podían mantenerse a perpetuidad. Antes de 1859,
    cuando las posesiones eclesiásticas fueron
    nacionalizadas, la Iglesia era dueña de un tercio de
    todas las propiedades del país.

  • c) La existencia de una rígida
    jerarquía social: Los indios, los mestizos (un grupo
    en ascenso durante el período colonial), los esclavos
    negros, los negros libres y los mexicanos blancos. Estos
    últimos estaban a su vez divididos en dos bandos: en
    la cúspide social se encontraban los
    peninsulares, es decir, los nacidos en
    España, y debajo de ellos los criollos, gente
    de ascendencia europea pura, pero nacidos y criados en Nueva
    España. Los peninsulares eran enviados desde
    España para ocupar los puestos más altos de la
    administración colonial, tanto civil como
    eclesiástica. Se les mantenía separados del
    grupo de los criollos, a los que casi nunca se les
    confiaba un alto cargo.

La rigidez de la estructura
social mexicana producía en la población una
gran desigualdad en cuanto a riqueza ; así decía
Manuel Abad y Queipo, obispo electo de Michoacán, que en
Nueva España no había más que dos grupos: "…
los que nada tienen y los que lo tienen todo […]
no hay graduaciones o medianías ; son todos ricos o
miserables, nobles o infames
", y Alexander von
Humboldt observó igualmente "… aquella
monstruosa desigualdad de derechos y fortunas
".
Los españoles y los criollos compartían las
riquezas, pero no los derechos, y, como dice
Lynch[175]a partir de la década de 1790 el
resentimiento criollo se expresó mediante la
agitación política, y la situación se
agravó en 1808, al llegar la noticia del colapso de la
Monarquía española ante Napoleón ; entonces se desencadenó
una intensa lucha por el poder entre criollos (Ayuntamiento) y
peninsulares (Audiencia y Consulado). Pero el verdadero inicio
del movimiento in-dependentista mexicano no fue éste, sino
que se originó en las revueltas populares lideradas por el
sacerdote Miguel Hidalgo
y Costilla (1753-1811) y más tarde por el también
eclesiástico José María Morelos (1765-1815).
Miguel Hidalgo, vástago de una acomodada familia criolla y
de formación ilustrada, se dedicó a fomentar desde
su cura-to, influido por los philosophes franceses, la
agricultura y
otras labores con el fin de elevar el nivel de vida de los indios
; Lynch dice de él lo
siguiente[176]

"Su religión personal era
muy superficial, falto quizás de una verdadera
vo-cación, y fue padre de dos hijos. Pero era accesible e
igualitario, y podía hablar los dialectos indios. Hizo de
su parroquia un centro de discusiones de los asuntos
económicos y sociales contemporáneos, al que
acudían tanto los indios y las cas-tas como los criollos.
Organizó un pequeño programa
industrial para estimular la manufactura
nativa en un mercado local
cerámica, seda, curtidos, telares y
vini-cultura-,
signo de su preocupación por los pobres y de su ansiedad
por mejorar sus condiciones".

Todas estas actividades de Hidalgo hicieron que en 1810
fuese reclutado por la Conspiración de Querétaro,
de la que acabó convirtiéndose en líder,
encabezando diversas revueltas populares. Los criollos
participaron en este movimiento, como decimos, sólo de
manera periférica ; Hidalgo, en cambio, se
apoyaba decididamente en las masas y se mantuvo fiel a sus
seguidores, ampliando constantemente el contenido social de su
programa: por ejemplo, abolió el tributo indio y la
esclavitud, y
llegó incluso más
le-jos[177]

"En México, donde la esclavitud era una
institución en declive, la abolición tenía
implicaciones más sociales que económicas. Los
terratenientes tenían for-mas más económicas
y eficientes de trabajar la tierra, y preferían una fuerza
de trabajo de peones vinculada, no por la esclavitud, sino
mediante los arriendos y el endeudamiento. De este modo la prueba
real de las intenciones de Hidalgo se-ría la reforma
agraria. Este problema también lo enfrentó con
los terratenientes, ordenando la devolución de las tierras
que en derecho pertenecían a las comunidades
indias".

El sucesor de Hidalgo tras ser éste fusilado fue,
como hemos avanzado, José Ma Morelos, un cura rural
mestizo de opiniones más radicales que las de
aquél[178]aunque sin su formación
cultural, quien, como consigna Lynch, "… intentó
liberar a la revolución de la embarazosa imagen creada por
el movimiento de Hidalgo, cuya anarquía y violencia
había servido a la propaganda
realista
" ; las intenciones políticas
de Morelos, por otro lado, eran de más altos vuelos que
las de su predecesor[179]

"Morelos fue el más nacionalista de todos los
primeros revolucionarios, y su nacionalismo
parece que se basaba, no en un cuidadoso cálculo
sobre el grado de madurez alcanzado por México, sino en
una instintiva creencia en la independencia del país. Al
contrario que su principal rival, Rayón, eliminó el
uso del nombre de Fernando como máscara o como lo que
fuera, y habló francamente de independencia. La
revolución estaba justificada, según Morelos,
porque los odia-dos españoles eran enemigos de la
humanidad, durante siglos habían esclavizado a su
población nativa, sofocado el desarrollo nacional de
México y malgastado sus riquezas y sus recursos, y uno
de sus objetivos básicos era que ningún español
pudiera permanecer en el gobierno de México".

Centroamérica

En esta zona, la decadencia española durante el
siglo XVII permitió a la élite co-lonial ir
adquiriendo cada vez más autonomía y, como la
cooperación de la Iglesia y del
Estado,
dominar sin problemas a
una clase trabajadora compuesta mayoritariamente por indios y
mestizos. Durante el siglo XVIII, los Borbones intentaron
regenerar el Imperio instituyendo reformas que promocionasen una
nueva actividad económica, pero el resul-tado de las
mismas no fue muy halagüeño, ya que tales
innovaciones ponían en cuestión el tradicional
acuerdo tácito que había existido desde siempre
entre la élite terrateniente centroamericana y el aparato
burocrático colonial[180]

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"Centroamérica se vio perjudicada, además
de beneficiada, por la atención de los Borbones. En las
postrimerías del período colonial
experimentó una aflu-encia de artículos extranjeros
a través del comercio libre y el contrabando,
lo cual tendía a destruir la industria
local y a mermar las reservas de capital.
Tam-bién se hallaba sujeta a un exceso de impuestos a
partir de 1793 … Si bien las re-formas borbónicas no
alcanzaron sus principales objetivos, sobre todo en el te-rreno
fiscal,
sí incrementaron el poder del estado a costa de las
élites locales y trastornaron el tradicional orden de
cosas. Los criollos mostraban ahora sin disi-mulo el malestar que
en ellos despertaban los españoles de la península
y la opi-nión local insistía en que "parece que
hay una rivalidad enemiga entre estas dos clases de habitantes,
cada una de las cuales ambiciona la

preponderancia"".

Las posturas se hicieron más encontradas a partir
de 1812, pero los criollos de la región seguían sin
estar de acuerdo[181]"Si bien la élite
criolla quería reformas econó-micas y fiscales, se
mostraba dividida ante la cuestión del cambio
político. Algunos de sus miembros acogieron con agrado la
política liberal de las cortes españolas de 1812 y
la creación de una diputación provincial elegida.
Los representantes centroamerica-nos en Cádiz defendieron
la reforma constitucional y el comercio libre, a la vez que un
programa de esta clase resultaba atractivo para la élite
local porque era una alternati-va no revolucionaria al
régimen colonial
". La élite criolla del Reino
de Guatemala
si-guió el ejemplo dado por México y se
separó de España en 1821, uniéndose al
Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide. A la caída
del Gobierno conservador de este último en 1823, los
liberales se hicieron con el control,
declararon la independencia de
México y fundaron Provincias Unidas de América
Central. Chiapas, no
obstante, siguió forman-do parte de México, y
Panamá
se unió a la Gran Colombia de Simón Bolívar.
Lynch ter-mina
preguntándose[182]

"Pero, ¿qué era Centroamérica? La
mayoría de la gente tenía sólo un vago
sentido de la identidad
nacional y hasta la élite se encontraba dividida por
regio-nes e intereses. No existía una nación.
¿Habría siquiera un estado? Sin la unidad impuesta
por España no había cohesión alguna, y sin
el absolutismo
español no había ninguna autoridad
central. Los cabildos se declaraban independientes, no
sólo de España, sino también unos de otros.
La tendencia a alejarse del centralismo de
los Borbones se convirtió en una estampida cuando una
región tras otra declaró su propia
independencia".

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Conclusiones

En este trabajo, dedicado, como indica su título,
a analizar las bases ideológicas de la emancipación
latinoamericana, hemos enfocado el término "ideología" desde las tres acepciones que le
otorga Manuel de Puelles
Benítez[183]

  • a) Concepción del mundo propia de un
    determinado grupo histórico concreto

  • b) Deformación de la realidad, falsa
    representación que, emanada de un grupo social,
    enmascara una situación de intereses ligada a una
    estructura social de-terminada

  • c) Algo irrealizable, no acorde con la
    realidad.

Según Ramón
Vargas-Machuca[184]una "concepción del
mundo" se distingue por tener una vertiente teórica y una
práctica. El horizonte teórico
epistemológico se re-fiere a que "… las concepciones
del mundo encierran presupuestos,
postulados, cierta-mente no contrastables, pero que juegan un
papel en el conocimiento
científico, en su progresión o retardo
" ;
en lo que respecta al horizonte práctico, hay que tener en
cuenta que "… toda concepción del mundo exige una
adhesión voluntaria o involuntaria a un conjunto de
representaciones y creencias que empujan a un comportamiento
definido
". Para Wilhelm Dilthey (1833-1911), acuñador
del término, por otra parte, las "concep-ciones del mundo"
(Weltanschauungen) pueden estar definidas, en efecto,
por numero-sos factores, combinando elementos intelectuales con
elementos emotivos[185]Piensa, en consecuencia,
que cualquier punto de vista filosófico se puede
interpretar como una "intuición del mundo", y como tal
sólo puede ser una metafísica
; no se amolda, por tan-to –ni lo pretende-, a las reglas
del método
científico experimental[186]Este
trabajo, por tanto, no pretende, ni mucho menos, llegar a
conclusiones de carácter científico, puesto que
tenemos claro, con Dilthey, que la Historia de las ideas (y la
Historia en ge-neral) pertenece al campo de las ciencias del
espíritu
y como tal reviste las siguientes
características[187]

  • ? El mundo histórico está
    constituido por individuos ("unidades psicofísicas
    vi-vientes
    "), elementos fundamentales de la
    sociedad.

  • ? El objeto de las "ciencias del
    espíritu" no es exterior al hombre, sino interior,
    captado a través de la experiencia interna
    (Erlebnis).

  • ? Comprender (la individualidad se
    presenta en forma de tipo, definiéndose las siguientes
    "categorías de la razón
    histórica":

  • a) VIDA: Existencia del individuo singular en
    sus relaciones con los de-más individuos (ESPIRITU
    OBJETIVO)

  • b) CONEXION DINAMICA (instituciones,
    comunidades, épocas históricas,
    etc.).

Todo esto que acabamos de decir o significa, ni mucho
menos, que nuestros pun-tos de vista con respecto a los
fenómenos históricos se ciñan fielmente a la
postura historicista, ya que también aceptamos en lo que
vale la afirmación marxista de que, pues-tos a estudiar la
esencia del hombre, no
basta con considerar su "conciencia" o
interioridad, como propugna Dilthey, sino que hay que tener en
cuenta, además y sobre todo, sus relaciones externas
con los demás hombres
, y éstas son,
básicamente, relaciones de trabajo, pues es en nuestra
opinión la actividad laboral la que
define en última instancia el carácter social del
hombre[189]Tampoco aceptamos a rajatabla, por otro
lado, la tesis del
"materialismo
histórico" según la cual las ideas que dominan
en una época histórica determinada son las ideas de
la clase dominante[190]Nuestra posición se
acercaría más, en todo caso, a la de otro pensador
historicista: Max Weber
(1864-1920), el cual, en su tratamiento de la temática
económica, adopta una posición crítica
tanto frente a la "eco-nomía clásica" como en
relación con el marxismo
dogmático. En opinión de este autor, el "materialismo
histórico" endurece en forma excesiva la relación
entre las formas de producción y de trabajo y las demás
manifestaciones de la sociedad, equivocándose de pleno al
otorgar una importancia primordial a la estructura
económica de la sociedad, relegando la "superestructura
ideológica" a ser un simple reflejo de la
misma[191]como hemos visto (algo parecido
dirían, ya en la segunda mitad del siglo XX, los
componen-tes de la Escuela de
Frankfurt[192]

Nuestro punto de vista ha sido aceptar, con
prácticamente todos los autores que se han enfrentado a
esta temática, que al encontrarse los movimientos de
emancipación de las colonias españolas en
América inmersos en la serie de fenómenos de tipo
más o menos revolucionario que ocurrieron por todo el
planeta a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, y al
encontrarse dichos territorios en el áreas de influencia
europea, la principal fuente ideológica de los
revolucionarios hispanoamericanos no fue otra que la
Ilus-tración, sobre todo en relación con las
Revoluciones de Francia y
Norteamérica (especialmente esta última, que les
caía más cerca). En ese enfoque coinciden,
repetimos, la totalidad de los autores que hemos consultado para
el trabajo ;
John Lynch, por ejemplo, dice[193]

"¿Cuáles eran las fuentes
intelectuales del nuevo americanismo? Las ideas de los
philosophes franceses, su crítica de las
instituciones sociales, políticas y religiosas
contemporáneas, eran conocidas por los americanos, aunque
no fueran aceptadas indiscriminadamente. La literatura de la
Ilustración circulaba en Hispanoamérica con
relativa libertad. En
México tenían un público Newton, Locke,
Adam Smith,
Descartes,
Montesquieu,
Voltaire,
Diderot, Rousseau,
Condillac y D"Alembert. Entre los lectores se podían
encontrar virreyes y otros funcionarios, miembros de las clases
profesional y de negocios,
personal universitario y eclesiástico … Pero el nuevo
movimiento intelectual no era un asunto que dividiese a los
criollos de los españoles, ni era ingrediente esencial de
la independencia. Po-seer un libro no
significaba necesariamente aceptar sus ideas. A los lectores
americanos a menudo los movía la curiosidad intelectual ;
querían saber lo que pasaba en el mundo entero ; se
resentían por los intentos oficiales de mantener-los en la
ignorancia, y daban la bienvenida a las ideas
contemporáneas como instrumento de reforma, no de
destrucción".

Este acceso a las ideas ilustradas, por otra parte, hizo
ver a los latinoamericanos su propia tierra con otros ojos, como
se refleja en los escritos autóctonos de esa época,
y muy especialmente en la obra de algunos de los jesuitas que
fueron expulsados de España y las Indias en 1767, como es
el caso de Francisco Xavier Clavijero, Andrés Cavo y otros
que oportunamente se han tratado. A estos autores se les puede
considerar como predecesores de la emancipación, puesto
que sus escritos ayudaron, bien que modesta-mente, a definir la
identidad
latinoamericana, diferenciándola de la española.
También hubo en esas fechas, lo mismo que en Europa, un gran
auge del periodismo, y
muchas publicaciones adoptaron puntos de vista críticos
con respecto a la realidad socio-económico-política
que les rodeaba y aceleraron de esta forma la eclosión de
la mentalidad emancipadora. Sin embargo, no todas las ideas que
condujeron a la emancipación latinoamericana vinieron del
exterior. De hecho, y como era de esperar, ya desde el mismo
momento de la Conquista se
fueron fraguando opiniones favorables a los indios y a su
dignidad como
seres humanos, que estaba siendo mancillada
sistemáticamente por patronos y encomenderos de todo tipo.
Según los grupos dominantes, los indios eran unos seres
inferiores que únicamente tenían derecho a trabajar
hasta reventar para enriquecer a sus amos blancos ;
paralelamente, sin embargo, surgieron opiniones (como, por
ejemplo, la teoría
del "buen salvaje", defendida siglos más tarde por
Rousseau) que defendían la posición del indio y
procuraban mantenerlo lo menos contaminado posible de los ma-les
de la "civilización". Incluso hubo entre los misioneros
algunos intentos de llevar a la práctica diversos proyectos
utópicos en ese sentido.

Todos estos puntos de vista contribuyeron, por supuesto,
en no pequeña medida a conformar la identidad
hispanoamericana. Sin embargo, justo es reconocer –y el
traba-jo termina precisamente con esa constatación tras
hacer un recorrido por los distintos países que surgieron
de los susodichos movimientos emancipadores e independentistas-
que las revoluciones en cuestión no redundaron a la larga
en absoluto a favor de los antiguos y únicos
legítimos pobladores de América, es decir, de los
indios, que continua-ron más o menos marginados, sino que
únicamente beneficiaron a las clases dirigentes de las
diferentes regiones. John Lynch resume esta situación en
los siguientes puntos, que nos servirán para finalizar el
presente trabajo[194]

  • a) Al Estado borbónico en
    Hispanoamérica no le sucedió inmediatamente una
    serie de nuevos Estados nacionales. Hubo una etapa intermedia
    en la cual los ejércitos libertadores o las bandas de
    los caudillos desafiaron primero, y lue-go destruyeron, el
    poder político y militar de España. En algunos
    casos fue un proceso largo y llevó aparejada la
    creación de Estados rudimentarios du-rante la guerra,
    los cuales podían recaudar impuestos y reclutar
    tropas. Pero tales Estados no eran necesariamente naciones.
    Incluso después de obtener la independencia, la
    creación de Estados nuevos precedió a la
    formación de na-ciones.

  • b) La independencia puso fin al monopolio
    español, eliminó al antiguo interme-diario y
    dio a Hispanoamérica acceso directo a la
    economía mundial. Comer-ciantes e industriales
    británicos, o sus agentes, se apresuraron a
    introducirse en los nuevos mercados, buscando ventas
    rápidas a bajo precio y vendiendo a los sectores
    populares además de a la élite. Inglaterra no
    era solamente la principal exportadora a Latinoamérica
    –seguida a cierta distancia por los Es-tados Unidos,
    Francia y Alemania-, sino que era también el principal
    merca-do para las exportaciones latinoamericanas.

  • c) Sin embargo, las economías
    latinoamericanas no respondieron inmediata-mente a la
    emancipación. Las guerras de independencia destruyeron
    vidas y propiedades ; por otro lado, el terror y la
    inseguridad provocaron fugas de mano de obra y de capital, a
    causa de lo cual resultaba difícil organizar la
    recuperación y aún más difícil
    diversificar la economía. La falta de
    acumulación interna y -todavía- de inversiones
    extranjeras contribuyó a obstaculizar el crecimiento
    económico.

  • d) La política la hacían los
    nuevos líderes y los grupos económicos
    nacionales. Estos intentaban edificar sus particulares
    intereses dentro de una nueva metrópoli y reducir a
    las otras regiones o provincias a una especie de dependencia
    colonial. Capitales o puertos como el de Buenos Aires
    intentaron de este modo monopolizar los frutos de la
    independencia, interponiéndose como una fuerza
    controladora entre el comercio nacional y el de
    ultramar.

  • e) En último término las
    posibilidades del desarrollo de las economías
    nacionales fracasaron ante la estructura social de los nuevos
    Estados. La polarización de la sociedad
    latinoamericana en dos sectores, una privilegiada
    minoría que monopolizaba las tierras y los cargos
    públicos, y una masa de campesinos y obreros,
    continuó después de la independencia y
    cobró mayor ímpetu.

  • f) El nuevo nacionalismo estaba casi
    desprovisto de contenido social. Cierto es que la
    independencia fue inspirada por ideas liberales e incluso
    igualitarias que rechazaban la rígida
    estratificación del período colonial ; cierto
    también que dictó leyes contra la
    división de la sociedad en castas y que procuró
    integrar a los grupos étnicos en la nación.
    Pero en la práctica, las masas populares mostraban
    poca lealtad por sus respectivas naciones ; durante la guerra
    era necesario reclutarlas por la fuerza y después
    había que controlarlas estrechamente. La falta de
    cohesión social hacía que idealistas como
    Bolívar desesperaran de crear naciones viables. Los
    esclavos negros, y los peones vinculados que les sucedieron,
    recibieron muy pocos de los beneficios de la in-dependencia,
    y tenían escasas razones para albergar un sentido de
    la identi-dad nacional.

  • g) Los indios permanecieron como un pueblo
    aparte, ignorados por los conservadores y hostilizados por
    los liberales. Estos últimos consideraban a los
    in-dios como un impedimento para el desarrollo nacional, y
    creían que su autonomía e identidad corporativa
    debía ser destruida para obligarlos a entrar en la
    nación a través de la dependencia
    política y la participación económica.
    El liberalismo doctrinario fue el responsable de muchos de
    los irreparables daños sufridos por la sociedad india
    en el siglo XIX.

  • h) El sistema político de los nuevos
    Estados representaba la determinación crio-lla de
    controlar a indios y negros, la fuerza rural de trabajo, y
    contener a las castas, la más ambiciosa de las clases
    bajas. Esto también se reflejó inevitablemente
    en las divisiones económicas y en los intereses
    regionales.

  • i) La independencia debilitó algunas de
    las estructuras básicas de la iglesia. Muchos obispos
    abandonaron sus diócesis y volvieron a España.
    Otros fue-ron expulsados. Otros murieron y nadie ocupó
    su lugar. La responsabilidad de que hubiera diócesis
    desocupadas la compartían Roma, que tardaba en
    re-conocer la independencia, y los Gobiernos liberales, que
    sólo estaban dispuestos a aceptar a su propio
    candidato al puesto. La escasez de obispos iba
    acompañada inevitablemente de la escasez de sacerdotes
    y religiosos, y mu-chas parroquias quedaron
    desatendidas.

  • j) El tamaño y el costo de los
    ejércitos no guardaban ninguna relación con su
    función, en especial después de que se
    desmantelaran las últimas bases espa-ñolas ;
    porque no hacía falta ser muy perspicaz para ver que
    unos invasores europeos tendrían pocas posibilidades
    de sobrevivir en una América Latina independiente. De
    este modo, en los nuevos Estados había lo que en la
    práctica podían considerarse como
    ejércitos de ocupación, cuya función
    principal era el bienestar de sus miembros.

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Autor:

Juan Puelles López

[1] OTAS VARIOS, 1988, Atlas Histórico
LAROUSSE, Barcelona, Planeta, pp. 214-15

[2] Microsoft
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[3] ibid.

[4] FERRATER MORA, José, 1979,
Diccionario
de Filosofía (III), Madrid, Alianza, pg. 1.623

[5] CASSIRER, Ernst, 1984, la
filosofía de la Ilustración, México, FCE,
pg. 12

[6] FERRATER MORA, op. cit., pg. 1.624

[7] ibid., IV, pp. 2.882-84

[8] Para Kant, conocer
no es otra cosa que conjugar ˜lo dado™ con
˜lo puesto™, es decir, colocar los datos de
los sentidos en
el espacio y en el tiempo
mediante unas categorías a las cuales se llega en virtud
de una ˜deducción trascendental™ en tres
pasos (unidad sintética de la
apercepción=™yo pienso™): (a) Síntesis
de la ˜aprehensión™ en la
˜intuición™ ; (b) Síntesis de la
˜reproducción™ en la
˜imaginación™ ; (c) Síntesis del
˜reconocimiento™ en el ˜concepto€™. Al verificarse este
proceso (esquematismo trascendental) se opera, se-gún
este filósofo, una revolución copernicana: es el
sujeto el que gira en torno al objeto
para determinar sus posibilidades de conocimiento
y no al revés, y este último ya no es un simple
dato de los sentidos €˜fe nómeno™-,
sino que queda convertido en cosa en
sí˜noúmeno™-, haciéndose
así accesible a nuestra facul-tad cognoscitiva.
[ABBAGNANO, N., 1973, Historia de la
Filosofía (III), Barcelona, Montaner &
Si-món, pp. 443 ss.]

[9] PAZ SANCHEZ, Manuel de, Cultura y
mentalidades durante la Ilustración en Canarias, La
laguna, Instituto de Estudios Hispánicos, pg.72

[10] COPLESTON, Frederick, 1979, Historia de
la Filosofía (IV), Barcelona, Ariel, pp. 15-16

[11] JEREZ MIR, Rafael, 1975,
Filosofía y Sociedad, Madrid, Ayuso, pg. 185

[12] ibid., pp. 229-30

[13] RUDÉ, op. cit., pg. 207

[14] PAZ SANCHEZ, op. cit., pg. 71

[15] VIERA Y CLAVIJO, Joseph de, "Memoriales
de €˜EL PERSONERO€™", en PAZ SANCHEZ, op.
cit., pg. 62

[16] LEDESMA, Manuel, "Ilustración y
educación en Canarias", ponencia en las I JORNADAS DE
HIS-TORIA DE LA EDUCACION, Universidad de La Laguna,
fotocopia

[17] CAMPOMANES, Pedro R. de, 1978, Discurso
sobre la educación popular de los artesanos y su
fo-mento, Madrid, Editora Nacional, pp. 21 ss.

[18] VARELA, Julia, 1985, "La
Educación Ilustrada, o cómo fabricar sujetos
dóciles y útiles", en Revista de
Educación, no extraordinario, pp. 250-53

[19] WEBER, Max,
1987, La ética protestante y el espíritu del
capitalismo,
Barcelona, Península, pp. 42-45

[20] SOMBART, Werner, 1972, El
burgués, Madrid, Alianza, pp. 127-33

[21] ABBAGNANO, 1973, Historia de la
Filosofía (II), Barcelona, Montaner & Simón,
pp. 347-48

[22] SELDON, Arthur, y PENNANCE, F.G., 1975,
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357-59

[23] GOODWIN, Barbara, 1993, El uso de las
ideas políticas, Barcelona, Península, pp. 64
ss.

[24] BELMONTE, José, 1971, Historia
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[25] CHEVALIER, François, 1979,
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[26] VICENS-VIVES, J., e.a., 1972, Historia
social y económica de España y América
(V), Barcelona, Vi-cens-Vives, pp. 446 ss.

[27] ibid., pp. 455-56

[28] ibid., pg. 449

[29] MADARIAGA, Salvador de, 1959, El ocaso
del imperio español en América, Buenos Aires,
Sudame-ricana, pp. 243-44

[30] JOHNSON, John L., 1970, The Military and
Society in Latin America, Stanford (California), Univer-sity
Press, pg. 15

[31] VELAZQUEZ, Ma del Carmen, 1965,
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pp. 108-115

[32] RAMA, Carlos M., 1982, Historia de las
relaciones culturales entre España y la América
Latina, Madrid, Siglo XXI, pg. 67

[33] Vid. supra

[34] CHEVALIER, op. cit., pp. 277-89

[35] VELAZQUEZ, op. cit., pp. 98 ss.

[36] CARNOY, Martin, 1977, La
educación como imperialismo cultural, México,
Siglo XXI, pp. 151-54

[37] RAMA, op. cit., pg. 289

[38] BELMONTE, op. cit., pg. 370

[39] RAMA, op. cit., pg. 290

[40] IBARRA, Ana C., 1989, "La
contribución de Sarmiento al liberalismo argentino", en
Cuadernos Ame-ricanos, no 13, pp. 155 ss.

[41] CHEVALIER, op. cit., pg. 271

[42] RAMA, op. cit., pg. 293

[43] ibid., pg. 289

[44] CHEVALIER, op. cit., pg. 280

[45] CARNOY, op. cit., pg. 155

[46] ibid., pp. 170-71

[47] ibid., pg. 199

[48] PEREZ-MALLAINA BUENO, Pablo E., 1980,
"Profesiones y oficios en la Lima de 1850", en Anua-rio de
Estudios Americanos, no 37, Sevilla, CSIC, pp. 225-26

[49] FAGG, John Edwin, 1970, Historia General
de Latinoamérica, Madrid, Taurus, pg.
670

[50] ibid., pg. 713

[51] VILA SELMA, José,
"Introducción", en BELLO, Andrés,
Antología de Discursos y Escritos, Madrid, Editora
Nacional, pg. 25

[52] ABAD NEBOT, Francisco, 1977,
"Andrés Bello en la historia social del pensamiento", en
Revista de Indias, año XXVII, no 147-48, pg. 239

[53] FERRATER MORA, op. cit., IV, pp.
2.882-84

[54] ABBAGNANO, op. cit., III. pg. 26

[55] COPLESTON, op. cit., VII, pp. 23-24

[56] Vid. supra, (nota)

[57] ABAD NEBOT, op. cit., pp. 244 ss.

[58] Según Kant, la experiencia se nos
hace posible desde el momento en que podemos
˜hablar™ (o pensar) acerca de ella, mediante
juicios, ya sean analíticos (˜a priori™) o
sintéticos (˜a posteriori™).
Analizándolos llega Kant a la conclusión de que
ni unos ni otros son capaces de decir algo acerca de lo real
con carácter universal y necesario ; no resultan, por
tanto, útiles a la ciencia.
Propone entonces sus juicios sintéticos ˜a
priori™, que cumplen la condición de ser ciertos y
de estar dotados de contenido. Sin embargo, estos nue-vos
juicios, al ser aplicados a temas metafísicos (Dios,
Libertad e Inmortalidad), producen contradiccio-nes en forma de
antinomias y paralogismos de la razón pura, concluyendo
Kant que la metafísica es im-posible como ciencia y
quedando Dios, la Libertad y la Inmortalidad definidos como
˜postulados de la razón
práctica€™. [FERRATER MORA, op. cit., III,
pp. 1.839-48]

[59] GARCIA HOZ, Víctor, 1974,
Diccionario de pedagogía (II), Barcelona, Labor, pg.
820

[60] ABBAGNANO, N. y VISALBERGHI, A., 1976,
Historia de la Pedagogía, Madrid, FCE, pg. 449

[61] BOWEN, James, 1985, Historia de la
Educación Occidental (III), Barcelona, Herder, pg.
397

[62] ibid., pg. 372

[63] ibid., pg. 374

[64] Lancaster, efectivamente, llegó a
tener a su cargo a 800 niños
y 200 niñas al mismo tiempo.

[65] CARNOY, op. cit. Vid supra (nota 26)

[66] Vid supra

[67] CARNOY, op. cit., pp. 198-99

[68]˜LA NACION™, op. cit., pg. 436

[69] ibid.

[70] ibid.

[71] CHEVALIER, op. cit., pp. 290 ss.

[72] RAMA, Carlos M., 1978, Historia de
América Latina, Barcelona, Bruguera, pg. 13

[73] ibid., pg. 15

[74] GRIFFIN, Charles C., 1962, Los temas
sociales y económicos en la época de la
Independencia, Cara-cas, Fundación John Boulton y
Fundación Eugenio Mendoza, pg. 11

[75] GANDIA, Enrique de, 1957, "Los
orígenes de la Independencia americana según el
general Daniel Florencio O€™Leary", en Revista de
Indias, año XVII, no 67

[76] EYZAGUIRRE, Jaime, 1973, Ideario y ruta
de la emancipación chilena, Santiago de Chile,
Edición Universitaria, pp. 96 ss.

[77] Vid. supra

[78] EYZAGUIRRE, op. cit., pp. 104 ss.

[79] ibid., pg. 91

[80] PORRAS BARRENECHEA, Raúl, 1974,
Los ideólogos de la emancipación, Lima, Milla
Batres, pp. 65 ss.

[81] Resulta cuando menos curioso que todos
los políticos independentistas peruanos que aquí
se citan tu-viesen apellidos de origen vasco.

[82] NAVARRO FLORIA, Pedro, 1989,
"Ilustración y radicalización ideológica
en el Consulado de Bue-nos Aires (1755-1810)", en Revista de
Indias, año XLIX, no 186, pp. 411 ss.

[83] RESTREPO CANAL, Carlos, 1963,
"Pensamiento político de los hombres de Estado
neo-granadinos en 1810", en Revista de Indias, año
XXIII, no 91-92, pp. 99 ss.

[84] " " , " , 1968, "Causas de la
independencia de los países hispanoamericanos e ideas de
sus libertadores", en Revista de Indias, año XXVIII, no
111-112, pp. 143 ss.

[85] ALVAREZ RUBIANO, Pablo, 1951, "El
espíritu de reforma en las colonias españolas en
el siglo XIX. Proposición de Tabasco a las Cortes de
Cádiz", en Revista de Indias, año XI, no 45, pp.
433 ss.

[86] LUHMANN VILLENA, Guillermo, 1984, "La
biblioteca de un peruano de la Ilustración: el contador
Miguel Feijo de Sosa", en Revista de Indias, año XLIV,
no 174, pg. 367

[87] CHECA GODOY, Antonio, 1993, Historia de
la prensa en Iberoamérica, Sevilla, Alfar, pg. 15

[88] José Clavijo y Fajardo
radicó normalmente en Madrid. Mientras tanto, en las
Islas Canarias se iba desarrollando paulatinamente una prensa
autóctona, que, por supuesto, reunía similares
características en cuanto a contenido a la que se
hacía en la Península o en el resto de la Europa
Ilustrada. La primera im-prenta de Canarias se
estableció en Tenerife en 1751 ; sin embargo, el primer
periodismo insular tenía un carácter manuscrito ;
se trataba de tres publicaciones debidas a Joseph de Viera y
Clavijo, a saber, ˜El Pa-pel Hebdomadario™
(1758-59), ˜El Personero™ (1764) y ˜La Gaceta
de Daute™ (1765). Simultáneamente
círculó, en 1768, un ˜Correo de
Canarias™ de autor anónimo. El primer periódico impreso en las Islas fue el
˜Seminario
Misceláneo Enciclopédico Elemental™,
publicado en La Laguna en 1781.

[89] MADARIAGA, op. cit., pg. 291

[90] COLLIER, Simon, 1967, Ideas and Politics
of Chilean Independence, 1808-1833, Cambridge, Univer-sity
Press, pp. 130 ss.

[91] MARTINEZ RIAZA, Asunción, 1985,
"Función de la prensa en los orígenes del
liberalismo peruano. La opinión pública ante la
independencia", en Revista de Indias, año XLV, no 175,
pp. 97 ss.

[92] SALA VILA, Nuria, 1993, "La
Constitución de Cádiz y su impacto en el Gobierno
de las comuni-dades indígenas en el Virreinato del
Perú", en Boletín Americanista, no 42-43,
Universidad de Barcelona, pg. 51

[93] ibid., pg. 60

[94] EYZAGUIRRE, op. cit., pp. 119 ss.

[95] ibid., pp. 126 ss.

[96] Thomas Payne /1737-1809), publicista y
político norteamericano de origen británico, de
familia cuáquera emigrada a América en 1774,
tomó partido a favor de los colonos insurgentes. Fue un
entusiasta de la Revolución
Francesa ; perseguido por el Gobierno británico, se
refugió en Francia (1792), donde recibió la
ciudadanía francesa y un escaño en
la Convención. Mal visto por los jacobinos y enemistado
con la mayoría de los políticos, regresó a
los Estados Unidos
en 1802. Es autor, entre otras obras, de un tratado de
filosofía deísta. [Nueva Enciclopedia
Larousse]

[97] EYZAGUIRRE, op. cit., pp. 135 ss.

[98] RAMA, Historia de América Latina,
op. cit., pp. 46-52

[99] MADARIAGA, op. cit., pp. 228-29

[100] RAMA, op. cit., pp. 103 ss.

[101] MADARIAGA, op. cit., pp. 230 ss.

[102] HOYO SOLORZANO, Cristóbal del,
1983, Madrid por dentro, Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultu
ra, pg. 411

[103] ibid., pg. 414

[104] MADARIAGA, op. cit., pp. 279 ss.

[105] ibid., pp. 108 ss.

[106] ibid., pg. 289

[107] ibid., pp. 422-23

[108] LYNCH, John, 1989, Las revoluciones
hispanoamericanas, 1808-1826, Barcelona, Ariel, pg. 9

[109] SALAZAR BONDY, Augusto, 1968,
¿Existe una filosofía de nuestra América?,
México, Siglo XXI, pg. 11

[110] ibid., pp. 14 ss

[111] ibid., pp. 17-18

[112] CASTILLA, Ramón, 1954,
"Raíces del Americanismo filosófico", en Revista
de Indias, año XIV, no 57-58, pg. 438

[113] ibid., pp. 439 ss.

[114] PICON-SALAS, Mariano, 1985, De la
conquista a la independencia (Tres siglos de historia cultural
hispanoamericana), México, FCE, pg. 152

[115] ibid., pg. 154

[116] CASTILLA, op. cit., pg. 442

[117] Vid. supra

[118] COPLESTON, op. cit., VI, pp. 65 ss.

[119] PICON-SALAS, op. cit., pp. 92 ss.

[120] ibid., pp. 175 ss.

[121] IBARGÃœENGOITIA, Antonio,
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textos, México, Porrúa, pp. 80-87

[122] ibid., pp. 88-95

[123] PICON-SALAS, op. cit., pg. 105

[124] ibid., pp. 188-89

[125] ibid., pg. 187

[126] MADARIAGA, op. cit., pp. 329-30

[127] PICON-SALAS, op. cit., pg. 198

[128] ibid., pp. 202-203

[129] Según este autor, adscribible al
€˜empirismo
inglés€™, no existen las ideas
innatas ; el
conocimiento hu-mano consta únicamente de tres
partes: sensación (representación de algo
exterior), reflexión (experiencia que tenemos de
nuestros propios estados, incluidas las
€˜sensaciones€™) y combinación por
el espíritu de las ideas simples. Así dice (en
€˜Ensayo sobre
el entendimiento humano€™, 1690): "Supongamos que la
mente es, como nosotros decimos, un papel en blanco,
vacío de caracteres, sin ideas. ¿Cómo se
llena? ¿De dón-de procede el vasto acopio que la
ilimitada y activa imaginación del hombre ha grabado en
ella con una variedad casi infinita? A esto respondo con una
palabra: de la experiencia. En ella está fundado todo
nuestro conocimiento, y de ella deriva todo en último
término. Nuestra observación, ocupándose ya so-bre
objetos sensibles externos o ya sobre las operaciones
internas de nuestras mentes, percibidas y refle-jadas por
nosotros mismos, es la que abastece a nuestro entendimiento con
todos los materiales
del pen-sar. Estas son las fuentes del conocimiento ; de ellas
proceden todas las ideas que tenemos o podemos te-ner".
[ABBAGNANO, op. cit, II, pp. 294-97]

[130] LOCKE, John, 1982, Pensamientos acerca
de la educación, Barcelona, Humanitas, pp. 387 ss.

[131] Vid. supra

[132] Vid. supra

[133] Vid. supra

[134] FEIJOO, B.J., 1985, "Cartas
eruditas", en VARIOS, Historia de la Educación en
España (I), Ma-drid, MEC, pp. 27-28

[135] PICON-SALAS, op. cit., pg. 218

[136] Economista peruano, partidario de la
doctrina mercantilista

[137] Patriota venezolano. Uno de los
fundadores del Colegio de Abogados de Caracas.

[138] Geógrafo y naturalista
colombiano, conocido de Humboldt y precursor de la Geografía moderna

[139] Patriota, distinguido jurista, literato
y amante de las ciencias.
Fundó el Colegio de Abogados de su país y la
Cátedra de Derecho Civil.
Fue redactor de Semanario, primer periódico que
defendió la causa de la emancipación
hispanoamericana.

[140] PICON-SALAS, op. cit., pg. 219

[141] ibid., pp. 225 ss.

[142] ibid., pg. 228

[143] Vid. supra

[144] PICON-SALAS, op. cit., pg. 229

[145] Vid. supra

[146] ibid., pp. 231-32

[147] ibid., pg. 233

[148] LYNCH, op. cit., pg. 46

[149] ibid., pg. 50

[150] ibid., pg. 96

[151] ibid., pg. 107

[152] BUSHNELL, David, y MACAULAY, Neill,
1989, El nacimiento de los países hispanoamericanos,
Madrid, Nerea, pp. 128 ss.

[153] ibid.

[154] ibid., pg. 131

[155] BUSHNELL & MACAULAY, op. cit., pp.
117-18

[156] LYNCH, op. cit., pp. 158-59

[157] ibid., pg. 164

[158] ibid, pp. 165 ss. Los tributos
excesivos, la €˜mita€™ y los abusos de
los corregidores fueron las principa-les causas de una
rebelión india que,
en Noviembre de 1780, estalló en el valle del Tinta.
Durante ésta, el corregidor Arriaga fue apresado y
ejecutado por orden del cacique José Gabriel
Condorcanqui, hijo del cacique Miguel Condercanqui y
descendiente por línea materna de Túpac Amaru, el
último soberano inca, de quien adoptó el nombre.
Túpac Amaru había sido educado en el colegio
jesuita de San Francisco de Borja y se dedicó a la
arriería hasta que acaudilló la gran
rebelión india que, en seguida, se propagó por
toda la sierra. Aunque su objetivo
inicial fue luchar contra los excesos y el mal gobierno de los
espa-ñoles, no pudo evitar que la guerra se
convirtiera en racial. Los rebeldes fueron vencidos el 8 de
Enero de 1781, en Tinta, por las tropas del mariscal del Valle.
Perseguido por el general Ventura Landa en Tanani-co,
Túpac Amaru fue hecho prisionero, juzgado severamente y
decapitado al fin, después de ser obligado a presenciar
el asesinato de toda su familia, el 18 de Mayo de 1781. Las
posteriores rebeliones criollas invocaron el nombre de
Túpac Amaru para obtener el apoyo de los indios.
[Enciclopedia Planeta Multi-media]

[159] LYNCH, op. cit., pp. 170 ss.

[160] Este término (del quechua mitis=
semana de trabajo) se utilizaba en la América colonial
para referirse al repartimiento forzado de indios para todos
los trabajos públicos, y especialmente la minería.
Se inició en torno a 1570 en las minas de plata de
Potosí. En el imperio incaico significaba el servicio
personal que los súbditos habían de realizar en
las tierras del Inca y de los sacerdotes para satisfacer los
impuestos. Al-gunos días del año, y por sorteo,
el trabajo se realizaba también en servicios
públicos, como minas y cons-trucciones.
[Enciclopedia Interactiva Santillana]

[161] BUSHNELL & MACAULAY, op. cit., pg.
121

[162] LYNCH, op. cit., pg. 193

[163] ibid., pp. 193-94

[164] Negros libres

[165] BUSHNELL & MACAULAY, op. cit., pg.
112

[166] LYNCH, op. cit., pg. 226

[167] ibid., pp. 229-30

[168] No confundir con el famoso cura
guerrillero del mismo nombre, nacido en 1929 y muerto en 1966,
también colombiano, fundador en 1956 del Frente Unido
del Pueblo Colombiano.

[169] LYNCH, op. cit., pg. 231

[170] ibid., pg. 254

[171] BUSHNELL & MACAULAY, op. cit., pp.
93-95

[172] ibid., pg. 95

[173] LYNCH, op. cit., pg. 293

[174] ibid., pg. 295

[175] Encarta-97

[176] LYNCH, op. cit., pp. 296-97

[177] ibid., pp. 302 ss.

[178] ibid., pg. 306

[179] En realidad, Hidalgo lo que
pretendía era hacer de Nueva Granada un estado
independiente bajo la corona de Fernando VII.

[180] LYNCH, op. cit., pp. 308-309

[181] ibid., pg. 326

[182] ibid., pg. 327

[183] ibid., pp. 329-30

[184] PUELLES BENITEZ, Manuel de, 1986,
Educación e ideología en la España
Contemporánea, Bar-celona, Labor, pg. 10

[185] VARGAS-MACHUCA, Ramón, 1976,
Artículo "Concepción del mundo", en QUINTANILLA,
Mi-guel A. (dir.), Diccionario de Filosofía
Contemporánea, Salamanca, Sígueme, pp.
93-94

[186] FERRATER MORA, op. cit., III, pg.
2.292

[187] ABBAGNANO, op. cit., III, pp. 492
ss.

[188] ibid., pg. 489

[189] ibid., pp. 491-92

[190] FERRATER MORA, op. cit., III, pp. 2.121
ss.

[191] ibid., pp. 2.148 ss

[192] ABBAGNANO, op. cit., III, pp. 502
ss.

[193] FERRATER MORA, op. cit., III, pp. 1.126
ss.

[194] LYNCH, op. cit, pg. 32

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