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La violencia en Colombia, un fenómeno complejo e inquietante (página 2)



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¿La violencia es
un estado de
ánimo, una enfermedad mental, una conducta
aprendida, una estrategia
evolutiva de supervivencia, el resultado de una disfunción
neuroquímica o un proceso
hereditario impuesto por los
genes? Es posible que sí o que no. Los científicos
investigan, pero hasta el momento no tienen la respuesta concreta
a tan compleja pregunta. Lo que sí es evidente es que la
violencia es el fenómeno más preocupante para la
mayoría de personas, no sólo colombianas sino de
otras naciones del mundo, ya que experimenta encarnaciones
inusitadas demasiado virulentas que inquietan a los expertos. El
término agresión o violencia es un "concepto muy
amplio que incluye desde los motes ofensivos y los insultos hasta
el ataque físico", aclara Jorge Alcalde, en un
artículo del a revista
"Muy Interesante".

El sustantivo "violencia" tiene muchas acepciones, es
decir, es una palabra polisémica. El "Diccionario
Larousse
", en el campo semántico, la define como la
"Acción injusta con que se ofende o perjudica a
alguien. Manera de actuar contra el natural modo de proceder,
haciendo uso excesivo de la fuerza.
Acción
o efecto de violentarse
". En el ámbito
jurídico señala que es "la coacción
física
ejercida sobre una persona para
viciar su voluntad y obligarla a ejecutar un acto
determinado
". Por su parte, el Diccionario del a Real
Academia del a Lengua
Española
dice que es la acción y efecto de
violentar o violentarse. La acción violenta o contra el
natural modo de proceder. La psiquiatría afirma que
"es una expresión patológica de la
agresión
". La psicología general se
refiera a ella también como agresión y la define
como un "comportamiento tendiente a causar daño a
los demás
". La describe como una
"característica del psiquismo humano manifestada por una
actitud hostil
y ofensiva que responde a un desgarramiento del sujeto contra
sí mismo o contra los demás". La psicología
social considera la violencia como agresión, o sea una
"conducta física o verbal que tiene la
intención de herir a alguien
". Desde el vasto
horizonte del derecho, que es fuente de salud moral, se
caracteriza como una acción ofensiva que comporta la
violación de la esfera jurídica de una persona. En
el apasionante universo de la
filosofía encontramos que la violencia
"es la utilización irracional de la fuerza de los
actos, en las palabras o en la expresión del
pensamiento
". Gandhi la define como la negación de
esa gran fuerza espiritual, que sólo pueden cultivara y
esgrimir quienes detestan completamente la violencia. Todas estas
definiciones (al igual que muchas otras) se complementan, por
cuanto ninguna encierra en todas sus grandes dimensiones la
denotación y la connotación de tan degradante y
despreciable vocablo.

En concepto de Jorge Alcalde, la agresión es una
de las manifestaciones de desigualdad más severa, porque
"utiliza las relaciones de poder
existentes por edad, jerarquía, posición
económica y sociolaboral. El impacto producido en la salud
física y mental, así como en el comportamiento
del individuo
afectado, perdura por largo tiempo e
incluso durante toda la vida. Los más afectados han sido,
en forma recurrente, los menores de edad".

En concepción de Michaud Berkowtiz, la violencia
es un proceso interactivo, más que un fenómeno en
sí mi mismo y es definida como conjunto de interacciones
antagónicas donde al menos uno de los autores busca
lesionar la integridad física o sicológica de
otros.

La cólera
o ira genera violencia. La ira, esa pasión del alma que,
según la Real Academia de la Lengua Española, mueve
a indignación y enojo, es un sentimiento profundamente
anclado en la naturaleza
humana. En opinión de la psicóloga
española Elena García de Guinea, la cólera
es consustancial a la persona. "Está ampliamente aceptado
que el niño, ya desde el nacimiento, es potencialmente
agresivo y manifiesta sentimientos de enojo: los bebés
berreando con rostro congestionado por recibir impacientes su
biberón; el tierno infante al forcejear picajoso con un
compañero de guardería lucha por arrebatarle el
juguete objeto de sus deseos", sostiene en un artículo
publicado en la revista Muy Interesante (No. 43). Sin
embargo, la ira moderada y razonable, a veces es
necesaria para demarcar y defender la territorialidad y
sobrevivir. "La ira permite a las personas luchar por
necesidades, defender causas y obtener energía para
alcanzar metas. Pero también tiene su lado oscuro: cuando
se sale de control, se
intoxica con su propia intensidad y hace daño ya a otros;
cuando se reprime, hace daño a quien la siente porque
paraliza y desata frustraciones e insatisfacciones; cuando es
intelectual su intención no es hacer daño,
pero por lo general choca con las aspiraciones de otros", aclara
un escrito de la Revista Cambio
(No. 420).

TIPOS DE
VIOLENCIA

Sin adentrarnos mucho en este campo (propio de
científicos y pensadores), consideramos que existe la
violencia física, psíquica, moral, muchas veces
infligida de manera sutil, aparentemente imperceptible. Como la
violencia física es la más conocida, porque la
palpamos, percibimos y experimentamos a diario, trataremos de
profundizar más en las restantes manifestaciones de
violencia, a veces más degradantes, graves y peligrosas
que la física.

El fenómeno violento colombiano no sólo es
evidente en los asesinatos, en los vejámenes, en las
tropelías y en cualquier otro tipo de hechos por fuera de
los marcos de legalidad.
Sutilmente infligimos o somos víctimas de diversas formas
de violencia psíquica y moral, empezando por el Estado que,
a través de actos irresponsables y falta de compromiso, no
satisface las necesidades de algunos ciudadanos,
negándoles derechos fundamentales e
inalienables como la educación,
el trabajo, la
justicia y la
salud; impide la generación de reales espacios de
participación y conculca otros derechos.

El engaño institucionalizado, como una forma
sutil de violencia, se evidencia en las autoridades, en el
Gobierno, en el
Congreso, en los partidos
políticos, en la educación, en la
religión,
en el sistema
capitalista, en la cultura y en
la economía al no cumplir con los fines
propios de su auténtica naturaleza.

Se inflige violencia sutil cuando se oculta la verdad al
pueblo; cuando la justicia se convierte en espectáculo;
cuando los comandantes de las Fuerzas Militares y los directores
de los organismos de seguridad
sólo buscan protagonismo; cuando se buscan "chivos
expiatorios", en perjuicio, desde luego, de los más
débiles y beneficio de los poderosos.

Gracias a la irresponsabilidad del sistema imperante
germinan fenómenos de desigualdad, injusticia, pauperismo,
desempleo,
violencia, marginamiento, prostitución, niños de la
calle, entre otras lacras sociales; se permite que los
monopolios manipulen los medios de
información, y que la educación se
convierta en un negocio. Su irresponsabilidad facilita y
contribuye a la violación de los Derechos Humanos.
"Lloro de rabia, de impotencia, de coraje… y no lloro por
mí… Lloro por este pueblo infeliz, analfabeto y muerto
de hambre, que lo han explotado y engañado sin
lástima toda la vida", se lamenta uno de los personajes de
la novela
Al Pueblo Nunca le Toca, de Álvaro Salom
Becerra.

La corrupción, como forma sutil de violencia,
es uno de los fenómenos que más afecta el desarrollo, la
convivencia y la paz en Colombia. La
guerrilla, a pesar de su accionar violento, no le causa tanto
daño al país como la corrupción. Una bomba colocada a una torre
de energía no ocasiona tantas pérdidas como las
generadas por el robo en una empresa de
energía por parte de sus directivos o contratistas, dado
que se retrasa por años el progreso de una región.
En este sentido llama nuestra atención el reconocido periodista y
estadista Carlos Lemos Simmonds (recientemente fallecido), en su
libro El
Estado Ladrón
, cuando afirma que la delincuencia
organizada causa muertes, pero que "el número de las que
ocasiona el funcionario o el contratista corrompidos que, por sus
malos manejos, deja sin agua potable
una ciudad o una población, es muchísimo mayor.
Cuando el empleado venal roba o deja robar en una empresa de
acueducto… está provocando la muerte de
millares de niños
que, de consumir agua bien
tratada y en un ambiente sano,
habrían podido gozar de una vida normal". Los funcionarios
corruptos e ímprobos, con sus despreciables procedimientos,
son potenciales asesinos. Cada funcionario corrupto o contratista
corruptor es un potencial homicida tan despreciable y letal como
el que activa una bomba en un sitio concurrido. "El
burócrata deshonesto -puntualiza- es un sicario de cuello
blanco y un terrorista incrustado en la
Administración". El brillante periodista y reconocido
intelectual Antonio Caballero, quien afirma ser de izquierda "no
por necesidad como los pobres, sino por libertad y
ansias de libertad", considera que en Colombia el saqueo
está democráticamente distribuido. "El Estado
protege el saqueo de los saqueadores de arriba, y es a su vez
saqueado por esos saqueadores de arriba y también de los
de abajo. Es saqueado por los ministros y por los más
insignificantes obreros de Ecopetrol o de Colpuertos", precisa en
su libro Patadas de ahorcado.

El mismo Caballero piensa que el Estado colombiano es
ilegítimo y generador de violencia porque muchas de las
elecciones han sido tramposas, tergiversadas y fraudulentas, y
que los sucesivos gobiernos han recurrido casi sin cesar a la
violencia para imponerse o mantenerse. Aclara que "en sus
orígenes el Estado colombiano no es legítimo"; pero
sostiene que "a la hora de la práctica política, ha sabido
actuar de manera completamente ilegítima". Afirma que el
gobierno ha mantenido prácticas violentas en la dinámica de conservar el poder. "En los
últimos 50 años –señala-, por lo
menos, ningún gobierno colombiano ha renunciado a la
utilización de la violencia para reprimir, no digamos
algún tipo de sublevación, sino de oposición
a su capricho: contra los médicos en huelga, contra
los campesinos que hacen marchas de protesta, contra los
disidentes, contra los discrepantes, contra los críticos.
Contra la gente en general". Caballero sostiene que muchos
gobiernos han utilizado el instrumento del Estado para hacer de
Colombia este país invivible en el cual vivimos. Considera
que el sistema colombiano: capitalismo
sometido, dependiente y corrupto, de farsa democrática y
violencia desenfrenada, no ha sido benéfico par la
sociedad.

El reconocido intelectual colombiano Alfredo Molano
Bravo, en el prólogo del libro "Conflicto Social y
Violencia: notas para una discusión
", de
Fernán González, sobre el particular sostiene que
son tan delincuentes los narcotraficantes como los banqueros; los
ladrones de "cuello blanco" como los boleteadores; tan asesino
como el violador y homicida de una niña en una
Estación de Policía en Bogotá como los de un
líder
sindical, los del crimen cualquiera como los de la matanza de
Tacueyó (Cauca). "La delincuencia común parece ser
la delincuencia individual, la que no se hace socialmente que es
la política. Pero en el fondo es la misma, la que
desconoce lo público, llámese derecho fuerza,
porque ésta debe ser un monopolio de
lo público", puntualiza Molano. El impacto de la
corrupción trasciende las fronteras patrias y en el
exterior perciben el fenómeno como se demuestra en un
artículo del filósofo español
Fernando Savater (publicado en Lecturas Dominicales del
periódico El Tiempo el 19 de diciembre de
1999), quien al preguntarse por los gobernantes colombianos,
responde que "arrastrando la mala fama de pasadas pero aún
muy presentes corrupciones, se ven atrapados entre las exigencias
de Estados
Unidos… y la presión de
las guerrillas…"

Lo que el filósofo Louis Althusser denomina
"aparatos ideológicos del Estado" (medios de
información, religión, escuela, aparato
jurídico, etc., que sólo buscan la
adaptación de los inconformes al sistema imperante) y las
que el filósofo Michel Foucault llama
"instituciones
de clausura" (cárceles, hospitales, clínicas, etc.)
también ejercen violencia subrepticia. El capitalismo
ejerce su control sobre los medios de información, que,
junto con el sistema
educativo, le permiten establecer un sentimiento de
legitimidad y apoyo de sus instituciones. En fin, son muchas las
fuentes
generadoras de violencia psíquica y moral, encabezadas por
el sistema social, político y económico que aliena,
oprime, masifica e instrumentaliza.

El filósofo Fernando Estrada Gallego sostiene en
el "Dominical", del diario santandereano Vanguardia
Liberal, correspondiente al 4 de febrero de 2001, que "hablamos
de múltiples violencias, porque experimentamos expresiones
de agresividad muy poco visibles, tales como el maltrato
psicológico, el boleteo, la vacuna, la amenaza, el
machismo, la marginalidad, el
desplazamiento, la desescolaridad, la iniciación de
menores en la prostitución, el acoso sexual,
etcétera".

Sobre la violencia moral o la coacción, el
brillante jurisconsulto Horacio Gómez Aristizábal,
en su "Diccionario Jurídico Penal", nos advierte
que ésta "representa la construcción que un mal grave e inminente
ejerce sobre el espíritu humano, violentando sus
determinaciones".

El brillante psicoanalista alemán Erich Fromm
(conocido como el "Psicoanalista de la Sociedad Moderna"), en su
obra "El Corazón
del Hombre
" afirma que hay cinco formas de violencia:
juguetona o lúdica, reactiva, vengativa, compensadora y de
sangre o
arcaica. La violencia juguetona o lúdica no es
patológica. Se ejerce para ostentar destreza, no para
destruir. No está motivada por el impulso destructor. Se
encuentra en los juegos de
guerreros y en la esgrima. Su finalidad no es matar. Su motivación principal es "el despliegue de
destreza, no la destructividad". La violencia reactiva es "la que
se emplea en la defensa de la vida, de la libertad, de la
dignidad, de
la propiedad".
Tiene sus raíces en el miedo y es una de las formas
más frecuentes de violencia. Está al servicio de la
vida, de la muerte. Busca
la conservación, no la destrucción. Su finalidad es
evitar el daño que amenaza; por eso sirve a la
supervivencia. La violencia vengativa no tiene función
defensiva. La persona productiva no la siente. "Aun cuando haya
sido dañada, insultada o lastimada, el proceso mismo de
vivir productivamente le hace alejar el daño del pasado.
La capacidad de producir resulta más fuerte que el deseo
de venganza". La persona madura y productiva es menos propensa al
deseo de venganza que la persona neurótica. La violencia
compensadora es el resultado de una vida no vivida y mutilada.
Puede suprimirla el miedo al castigo, y desviada por
espectáculos y diversiones de todo género.
Cuando el hombre no
puede explotar sus potencialidades, recurre a la violencia
compensadora. Como remedio el hombre debe
desarrollar su potencial creador, su capacidad para hacer uso
productivo de sus facultades. La violencia compensadora no
está al servicio de la vida; "es el sustituto
patológico de la vida; indica la invalidez y la vaciedad
de la vida". La violencia arcaica "no es la violencia del
impotente; es la sed de sangre del hombre que aún no
está completamente envuelto en su vínculo con la
naturaleza". Su pasión de matar es una forma de trascender
la vida.

Según Sigmund Freud, el
instinto de conservación en todo ser viviente se halla en
curiosa contradicción con la hipótesis de que la total vida instintiva
sirve para llevar al ser viviente hacia la muerte. La importancia
teórica de los instintos de conservación y poder se
hace más pequeña, vista a esta luz; son
instintos parciales destinados a asegurar al organismo su
peculiar camino hacia la muerte y mantener alejadas todas las
posibilidades no inmanentes del retorno a lo
inorgánico.

Para sobrevivir se requiere de cierta "agresividad",
pero ignoramos cuáles son los límites
entre la agresividad "necesaria" y la agresividad
contraproducente. El médico Jaime Luis Gutiérrez
Giraldo considera que la agresividad, además de
protegernos contra los ataques externos, es la base de la
realización intelectual, "de la necesaria independencia
personal y de
la propia estimulación". El historiador Edwar Gibbon,
citado por Gutiérrez Giraldo, distingue dos inclinaciones:
el amor al
placer y el amor a la
acción. "El amor al placer es depurado por el arte y por el
estudio, mejorado por los correctivos del trato social y
corregido por la justa consideración que exigen la
templanza… El amor a la acción es un principio de
naturaleza mucho más fuerte y dudosa. Con frecuencia
conduce a la ira, a la ambición y a la venganza, pero
cuando es dirigido por un sentimiento de circunspección y
de benevolencia, se convierte en el padre de todas las
virtudes… Podemos atribuir al amor al placer la mayoría
de las cualidades agradables y al amor a la acción la
mayoría de las cualidades útiles y respetables". En
las partes más valiosas y esenciales del esfuerzo humano
propician las más deplorables manifestaciones de
agresividad humana. Para Gutiérrez Giraldo, sin su aspecto
agresivo de su naturaleza, "el hombre sería incapaz de
dirigir el curso de su vida, o de influir sobre el mundo que lo
rodea. De no ser por ese componente de agresividad, el hombre no
habría logrado su estado actual de desarrollo y de
tecnología, y lo más probable
hubiera sido que no habría sobrevivido como especie". Sin
embargo, el filósofo Maquiavelo
sostiene en su obra El Príncipe que "el amor, la
fuerza que todo anima y vivifica, poco o nada representa para el
populacho. Por el contrario, en medio de la torpeza y la malicia,
aquellos hombres y mujeres apenas reconocen las instrucciones
imperativas de su bajo vientre. En cambio, el dolor y el miedo
sí los conmocionan y transforman; bajo su influjo se
vuelven manejables, disciplinados y obedientes… El miedo
es saludable…"

En nombre del supuesto amor que dicen sentir algunas
personas se han cometido vejámenes y tropelías. El
psicólogo Walter Riso en su libro Deshojando
Margaritas
sostiene que "matamos por amor, nos suicidamos
por amor, peleamos por amor, nos anulamos por amor, robamos por
amor y sobornamos por amor. El reino del amor es posiblemente el
que más sangre ha derramado en la historia de la
humanidad…" Por amor se siente envidia y se desea el mal a
los demás. Amar a otra persona es muy complejo porque
interviene el placer y el dolor con sus concomitantes
consecuencias.

Los padres de familia y los
educadores que maltratan física, psíquica, moral o
verbalmente a los niños engendran violencia, porque
están matando al hombre del mañana. Sobre esta
irrefutable realidad existen muchos tratados
científicos. El sicólogo social E. Aroson, en su
libro "La Sociedad Animal", asegura que "a los
niños a quienes se castiga con dureza se convierten al
crecer en adultos dados a la violencia". El sicólogo Heinz
Dirks, en su obra "La Sicología Descubre al
Hombre
", señala que aparecen rasgos agresivos cuando,
"a causa de un régimen excesivamente severo o de un
castigo muy duro, se acumulan durante mucho tiempo los impulsos
sensitivos". Jorge Alcalde sostiene que "los niños y las
niñas maltratados tienen muchas probabilidades de
convertirse en maltratadores adultos o de terminar
relacionándose con parejas violentas". Incluso la contaminación ambiental produce violencia
en el niño. Según investigadores, los niños
que viven en ciudades contaminadas con plomo son más
violentos. Muchos de esos tratados nos han dejado claro, entre
otros saberes sobre el particular, que el niño a quien
nadie ama tampoco ama a nadie. Si nadie se identifica con los
problemas de
un niño, tampoco él se identificará con los
problemas ajenos. El comportamiento incoherente de los padres
explica algunas veces muchos trastornos de la
personalidad antisocial. Algunas veces los padres de esos
individuos los castigaron por ser malos, otras veces no lo
hicieron. Algunas veces se preocuparon por ellos y les dedicaron
mucha atención, otras veces los ignoraron,
obligándolos a ser independientes
prematuramente.

Como quiera que uno de los fenómenos más
evidentes es la violencia
intrafamiliar, destacamos que ésta se manifiesta como
maltrato físico y moral entre cónyuges, castigos
drásticos a los hijos y abuso sexual.
"Los golpes, las palabras agresivas, los chantajes,
humillaciones, burlas, son dolorosamente el pan de cada
día en la vida cotidiana de innumerables familias
colombianas", sostiene la sicóloga Isabel Ortiz
Pérez, en un ensayo
publicado en el "Dominical", el 24 de noviembre de 2002.
Esta problemática muestra a los
miembros de la familia
maltratados con actitudes y
comportamientos violentos, y como personas cargadas de dolor y
rabia por las agresiones recibidas. "Este panorama de
agresión y violencia al interior de las familias -precisa-
ha generado en Colombia una mentalidad proclive a la
solución violenta de las diferencias, con consecuencias en
los espacios públicos donde se manifiesta como violencia
social y con gran incidencia en la violencia armada que vive
el país". Muchos de los jóvenes que se vinculan a
la guerrilla arguyen que la violencia que se vive al interior de
sus familias es una de las causas que motivaron esa
decisión. "Manifiestan con mucho dolor la tragedia de su
infancia,
donde los golpes, las carencias afectivas, las humillaciones…
fueron un factor fundamental para aceptar insertarse en grupos alzados en
armas que les
prometieron una mejor vida y futuro", agrega. La violencia sexual
es un factor degradante que ocasiona graves y permanentes
consecuencias a la víctima. "La vergüenza, el estigma
social y el rechazo por parte de la familia, hacen que la
víctima sea culpabilizada, generándose sentimientos
de ambivalencia que propician el agravamiento de la violencia
intrafamiliar, con secuelas emocionales y sociales muy
difíciles de reparar", advierte la psicóloga Ortiz
Pérez.

El hombre es tan paradójico y complejo que es un
tirano no sólo en el odio sino en el amor. "Un hombre
enamorado se convierte en un horrible tirano. Los celos son una
manifestación de tiranía en forma pasiva. Una
persona celosa es un tiranizador que vive en un mundo de
ficción y de alucinación", precisa el
filósofo Nicolás Berdiaev, en el libro La Ciudadanía Mundial, de Antonio Cardona
Londoño y Young Seek Choue, y sentencia que "un amor
enfermizo es la forma más horrible de tiranía". Es
tan parodójico que las mismas razones que nos aproximan a
los demás pueden hacer que éstos se conviertan en
nuestros enemigos. Los intereses que nos unen nos enfrentan. "Lo
mismo que nos une –nuestros intereses-, es también
lo que nos separa, nos personaliza y quizá antes o
después nos enfrente", precisa el filósofo
español Fernando Savater en su libro "Las preguntas
del a vida
".

Los mal llamados "medios de
comunicación", que en realidad son medios de
información, generan discreta violencia al difundir las
noticias que
le convienen a los monopolios o al sistema dominante. Es
universalmente admitido el poder de los medios de
información de masas para crear estados de opinión.
De hecho, hay muchas personas que, en la práctica, son
manipuladas en contra de su voluntad. Los "actores" de los medios
de información, especialmente periodistas, desconocen que
"el periodismo
debe ser una antorcha que ilumine y no una tea que incendie", tal
como lo aconsejaba el expresidente Eduardo Santos.

Uno de los graves problemas de nuestra sociedad obedece
a un deterioro de los lenguajes colectivos, y cómo los
medios de información están contribuyendo a
degenerar la representación colectiva de vida social y de
vida ética. Hay
comunicadores que alimentan el acto violento a través de
la palabra. Mientras no reconozcamos los vínculos que hay
entre la palabra y lo que ella implica para los oyentes, existe
una forma irresponsable de asumir el decir.

Los medios de "comunicación", como agentes socializadores,
en determinadas circunstancias tienen demasiada responsabilidad en la generación de
esquemas violentos, debido al lenguaje que
manejan, muchas veces de manera inadecuada, atendiendo las
demandas del mundo consumista. En donde más se evidencia
este aserto es en algunas transmisiones deportivas. En el
fútbol,
por ejemplo, se utilizan vehemente términos bélicos
(que tienen demasiada carga semántica) como "riflazo", "balazo",
"mortero", "bombardero", "tiro", "disparo", "cañonazo",
"puñetazo", "ataque", "contraataque", "contragolpe",
"retaguardia", etc. Algunos "comentaristas" llaman a sus programas "La
Polémica", tal vez ignorando que su mismo nombre invita a
la disputa, porque el térmico "polémico" (de donde
viene "polémica") se define como el carácter de todo aquello que suscita
discusión o controversia. En su origen griego, la
polémica era el arte de tomar y defender, como estrategia
militar; posteriormente se hizo extensivo al arte de argumentar y
refutar. En el ciclismo con
expresiones como: "Lanzó un feroz ataque". "Los
mató a todos". "Pulverizó el reloj". "Se
armó una leñera en el pelotón". No podemos
desconocer que cosas y palabras se desangran por la misma herida.
Así lo ha visto con lucidez Octavio Paz:
"No sabemos en dónde empieza el mal, si en las palabras o
en las cosas, pero cuando las palabras se corrompen y los
significados se vuelven inciertos, el sentido de nuestros actos y
de nuestras obras también es inseguro".

Muchos de los términos utilizados en el deporte provienen de lenguaje
propio de la guerra. Estas
emisiones radiales o televisivas son percibidas por sectores
populares, en su gran mayoría, segmentos de la sociedad
fáciles de masificar, influenciar y alienar.
Términos que, según expertos, forman parte de su
acervo léxico y se arraigan en el inconsciente colectivo.
Muchos de los deportes que se practican en
nuestro entorno se convierten, en reiteradas ocasiones, en
escenarios para las manifestaciones de violencia: fútbol,
boxeo, baloncesto,
etc. El fútbol (el deporte más popular en nuestro
medio), considerado como el rey del deporte, a veces es el
"deporte rey de la agresión". Jorge Alcalde sostiene que
"aunque la violencia puede brotar en cualquier competición
deportiva, el fútbol es la modalidad de mayor riesgo en la
actualidad". Sus causas podrían ser la tendencia de los
fanáticos (mal llamados "hinchas") a sentirse integrantes
de un clan, el aumento del contacto físico agresivo entre
jugadores, la desinhibición en un entorno masivo y el
consumo de
alcohol,
drogas y
sustancias dopantes. ¿Qué decir de la violencia de
otros seudodeportes como el toreo, las riñas de gallos, el
coleo y la "despescuezada" de gallos?

Los equívocamente llamados "hinchas" (que
deberían llamarse "fanáticos" o "seguidores", ya
que la palabra "hincha" significa odio, aversión, encono,
y no fanático o seguidor), con su característica e
intrínseca mentalidad de "borregos", de personas "del
rebaño", propician violencia antes, durantes y
después de los partidos de fútbol, debido a que su
fanatismo radical no les permite entender que las "causas" que
ellos defienden hasta con su propia vida o la de los
demás, no es más que alienación y
cosificación orquestada por las personas que realmente se
benefician y se lucran económicamente del
espectáculo futbolero; mientras que éstas se
enriquecen, aquéllos sólo incrementan su miseria y
se involucran en actos de violencia y alteración del orden
público, incurriendo en conductas punibles, que para
afrontarlas ninguno de los que se lucran acuden en su ayuda.
Sería procedente reflexionar sobre lo que nos dice Eduardo
Galeano, escritor uruguayo, en su libro Memorias del
fuego:

El fanático es el hincha en el manicomio. La
manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique
a la razón y a cuanta cosa se le parezca, y a la deriva
navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes,
siempre alborotadas por la furia sin tregua.

El fanático llega al estadio envuelto en la
bandera del club, la cara pintada con los colores de la
adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes,
y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho
lío. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso
ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el
miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente
del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin
vocación o el ningún empleo: liberado por un
día, el fanático tiene mucho que
vengar.

En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo
ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de
batalla. La sola existencia del hincha del otro club constituye
una provocación inadmisible. El Bien no es violento, pero
el Mal lo obliga. El enemigo, siempre culpable, merece que le
retuerzan el pescuezo. El fanático no puede distraerse,
porque el enemigo acecha por todas partes. También
está dentro del espectador callado, que en cualquier
momento puede llegar a opinar que el rival está jugando
correctamente, y entonces tendrá su
merecido.

El deporte, que se dice sirve "para hermanar a los
pueblos y estrechar la integración entre países", ha
generado, gracias a su evidente influencia alienadora y
masificadora, muchos eventos de
violencia en diversas ocasiones. En 1964 en un solo episodio hubo
320 muertos y unos 800 heridos. ¿Qué causó
semejante acontecimiento tan violento? ¡Un partido de
fútbol en la ciudad de Lima! ¿Quiénes se
"enfrentaron"? Perú y Argentina. ¿Cómo
sucedió tan irracional acto? Según la Gran
Enciclopedia Ilustrada del Siglo XX, "un gol marcado por los
peruanos y anulado por el árbitro provocó la
invasión del terreno por parte de los cincuenta mil
espectadores… La policía, incapaz de retener la
avalancha humana, realizó varios disparos al aire. Miles de
espectadores asustados intentaron abandonar el estadio y cientos
de ellos perecieron en las estrechas bocas de la salida".
¿Toda esta tragedia por un gol? ¡Qué
"borregos", hombres del "rebaño", son muchos de los
fanáticos del fútbol!

Sobre la cultura del fútbol, la Biblioteca de
Consulta Microsoft
Encarta, dice lo siguiente:

"Durante la segunda mitad del siglo XX, el juego ha
aumentado su comercialización. Se ha convertido en un
gran negocio y en una rama de los negocios del
entretenimiento. Inevitablemente ha habido corrupción y
sobornos (en sí mismo nada nuevo en fútbol u otros
deportes), e intentos de arreglar partidos, fraudes y pagos
ilegales o irregulares. Los mejores jugadores cobran salarios enormes
y millones de dólares cambian de manos con los traspasos
de los jugadores entre clubes. Los medios de información
han jugado un papel incluso más importante, especialmente
la
televisión. De hecho, el fútbol no
podría sobrevivir sin sus enormes inversiones.

Durante las décadas de 1970 y 1980, el vandalismo
y la violencia entre los seguidores de los clubes (especialmente
los británicos) redujo su popularidad y alejó a los
espectadores. Los desórdenes antes, durante y
después de los partidos y las batallas campales en las
calles entre los hinchas se convirtieron en algo común.
Hubo incluso algunos desastres graves: en 1971 en el Ibrox Park
de Glasgow, en 1982 en el Estadio Lenin de Moscú, en 1985
en el Estadio Heysel de Bruselas y en el Estadio de Bradford en
Inglaterra, en
1989 en Hillsborough (Inglaterra) y en 1992 en Bastia
(Córcega)".

En las telenovelas y los dramatizados, igualmente, se
manejan acentuados lenguajes cargados de violencia, ya que son
pronunciados con expresiones de agresividad, acompañados
de miradas, ademanes violentos y evidentes demostraciones de
hostilidad y agresividad: "¡Estúpido!".
"¡Cretino!" "¡Idiota!". "¡Muérase!"
"¡Lárguese!". "¡Maldito!". "¡Marica!".
"¡Traidor!", "¡Perro!" o "¡Perra!",
"¡Zorra!", etc. Estas reiteradas y contundentes
expresiones, que riñen con la cortesía y conforman
un lenguaje soez, y esta evidente realidad son campo nutricio
para la germinación de comportamientos
violentos.

¿Cómo es posible que en un programa
"farandulero", que quebranta de manera flagrante el derecho a la
intimidad divulgando informaciones y escenas de ciertos actos
humanos propios de la vida privada e íntima, se "escoja"
como la "mejor escena de la semana" un hecho criminal y violento
en el cual se incendia deliberadamente con gasolina una humilde
vivienda dentro de la cual hay una dama indefensa que muere
calcinada? ¿Una tropelía tan execrable merece
destacarse como "la mejor escena"?

En esos géneros televisivos se generan
estereotipos y se acentúa el trato degradante e indigno,
no sólo a través de la agresión sino de la
acción. Es así como el "machismo" se fortalece,
pues desde su trinchera y de su "yo" opta por la
dialéctica del atropello físico y del "yo mando",
"yo decido", "yo celo", "yo soy hombre", "yo someto", "yo
agredo"… Sin la intención de emitir prejuicios o
estigmatizar, en las novelas y
películas mexicanas es donde más se exteriorizan
este tipo de conductas inadecuadas. Se dice popularmente que las
telenovelas mexicanas han hecho mucho daño a las mujeres
latinoamericanas, por cuanto éstas están saturadas
de historias y de escenas "machistas". En este tipo de programación se actúa con la
dialéctica y la lógica
de la agresión, de la intolerancia, del insulto, del
irrespeto y del chantaje. Ésta es una evidente muestra de
la falta de ética de los que manejan utilitariamente los
hilos de la televisión, a quienes les interesan
más las ganancias que el fortalecimiento de los valores
necesarios para la convivencia racional entre seres humanos. Para
ellos primero están las leyes del
mercado, que
imperan sobre las leyes de la convivencia y el respeto por la
vida. Y lo más grave de esta preocupante realidad cuenta
con la "alcahuetería" del Estado; al menos eso se aprecia
en Colombia a través de las instituciones creadas para
controlar y regular el servicio de televisión. Éstas son muy
draconianas cuando se trata de censurar escenas, lenguaje o
imágenes de algo tan sublime y grandioso
como es el cuerpo humano
desnudo o la práctica libre y autónoma del
ejercicio de la genitalidad, porque supuestamente son "muy
fuertes" para los menores de edad. ¿Acaso las escenas de
violencia, odio, homicidios o
cualquier otra tropelía, no son "agresivas" para los
menores? ¿No será que esto es una típica
muestra de la doble moral?

Las emisiones televisivas de este tipo de programas son
características porque en ellas no se utiliza la
comunicación biunívoca, empática y
asertiva, en donde los integrantes del acto comunicativo sean
interlocutores validados, reconocidos y valorados. Este estilo de
comunicación se convierte en un canje de agravios y no en
un intercambio armónico de mensajes. Además, los
conflictos,
propios de la convivencia, que se generan por el hecho de ser
diferentes, percibir, sentir y pensar distinto, no se solucionan
por la vía del diálogo
argumentado sino mediante las vías de hecho. Una mujer, por
ejemplo, le reclama a otra dizque porque "le quitó" el
novio o el esposo, y en lugar de buscar una salida racional al
fenómeno, acude a la tradicional "cachetada" o "bofetada",
acompañada de inmundas imprecaciones, dicterios e
invectivas, y de ademanes desafiantes y cargados de odio
(¡Qué despropósito! ¡Cómo si las
personas fueran objetos que pudiésemos
"quitárselos" a los demás!). Y así toda la
dinámica de las relaciones
interpersonales que no se conducen por los causes del
diálogo, de la concertación, del consenso o del
acuerdo razonable. Pareciere que a los realizadores de
televisión les interesara más la manera inadecuada
de solucionar los conflictos mediante la práctica
reiterada de la agresión, el maltrato, las
tropelías y los vejámenes, y no a través de
la salida inteligente que comporta diálogo, negociación, acuerdos y tolerancia. Se
evidencia que estos espacios televisivos en lugar de trasmitir
valores que
propendan por el respeto a la vida, más bien propician
contravalores que atentan contra la integridad física y
moral de los demás.

Es típico en esos programas el desconocimiento de
los derechos humanos y en especial el derecho a la diferencia,
que es la síntesis
de los demás derechos. Sin la práctica y el
reconocimiento de este postulado democrático, no puede
generarse convivencia armónica, y sin ésta no es
posible la concreción de escenarios de paz.

El lenguaje es poderoso como lo demostraron los
hitlerianos. Palabras como "explotadores", "imperialistas",
"bandidos", "subversivos", "desechables" y otras, que son
ofensivas, tienen su evidente carga de agresividad. Según
Gutiérrez Giraldo, "vale la pena observar cómo las
palabras con que acostumbramos a expresar el esfuerzo intelectual
son todas palabras agresivas. Decimos que "atacamos un problema",
que "le metimos el diente", que "dominamos" una ciencia o una
técnica porque hemos "luchado con ella" y hemos "vencido"
sus dificultades. Se habla de "agudizar" el ingenio y
"diseccionar" los problemas en sus partes
componentes".

Algunos programas infantiles que se emiten por
televisión contienen una considerable y sutil carga de
violencia. Los llamados comics como Bugs Bunny, el
Correcaminos, los Simpson y el Pato Donald son un ejemplo de
estos programas televisivos. El psicólogo clínico
Walter Riso en su libro Deshojando Margaritas sostiene
que "una de las formas socialmente más aceptadas de
promocionar la violencia psicológica y el irrespeto a los
demás es por medio de las tiernas e
inofensivas tiras cómicas, impresas o filmadas.
Si uno se detiene a observar minuciosamente el contenido de Bugs
Bunny, el Correcaminos, los Simpson y el Pato Donald,
experimentará la misma sensación de ver una
película policial donde ganan los malos".

Desde la perspectiva de la psicología social, la
televisión exhibe violencia considerable, fundamentalmente
la televisión estadounidense. "Los estudios de laboratorio
revelan que la observación de modelos
violentos incrementa la conducta agresiva. De modo que no es
sorprendente que los investigadores estén estudiando ahora
el impacto de la televisión. Los estudios correlacionados
y experimentos
convergen en la conclusión de que observar la violencia
fomenta un incremento moderado en la conducta agresiva y
desensibiliza a los espectadores ante la agresión y altera
sus percepciones de la realidad", precisa David G. Myers en su
libro Psicología Social. Los investigadores
afirman que ver representaciones antisociales por
televisión está asociado con la conducta
antisocial. Precisa el texto que
algunos criminales norteamericanos aceptaron que viendo programas
de televisión habían aprendido nuevos trucos
criminales. "Siete de cada programas contienen violencia:
acción físicamente apremiante que amenaza con herir
o matar, o heridas y muertes reales", cita el libro. Según
el autor de este tratado, "observar un modelo
agresivo puede desatar los impulsos agresivos de los niños
y enseñarles nuevas formas de agredir". El trabajo
científico de un grupo de
sicólogos, encabezados po L. D. Eron, señala que
"cuanto más violento es el contenido de los programas que
el niño ve en la televisión, más agresivo es
el niño".

Los medios de información no cumplen una
función social; muchas veces están al servicio de
los monopolios, del Gobierno y de los políticos, quienes
hábilmente los aprovechan para fortalecer el poder,
incrementar el consumismo, alienar y masificar al pueblo,
adoctrinar y emitir publicidad
política falaz y demagógica. En nuestra sociedad
biclasista, según la psicóloga Leonor Noguera
Sayer, en su libro "En Busca de una Vida Propia", los
medios de información "se rinden y se pliegan ante los
enamorados del poder, quienes con su ayuda configuran hoy el
monopolio más recio, más incisivo y más
sutil". Con su publicidad alienadora y con su falsa
información manipulan y crean un mercado artificial de
necesidades y productos sin
fin.

Dentro de la dinámica arrolladora de los medios
de información, "los objetivos
vitales y los valores –agrega Noguera Sayer- pierden su
orientadora claridad, para convertirse en esquemas, en
fórmulas transaccionales que conducen a flojos y
cómodos acuerdos. El análisis de las ideas, la búsqueda
del conocimiento
profundo, la construcción de las interpretaciones y de los
conceptos, se reemplaza frecuentemente por códigos y
mecanismos comunes, que eximen de la temida tarea de pensar". En
concepto del psiquiatra Paulino Castells, citado por Jorge
Alcalde, "debido a los numerosos episodios de agresión que
se exponen en la televisión, los niños sobreestiman
la violencia real y eso aumenta sus relaciones de miedo y
soledad". El contundente y revelador punto de vista del connotado
intelectual Estanislao Zuleta llama la atención cuando, en
el libro "Educación y Democracia, un
Campo de Combate
", aclara que los medios de
información "han fomentado la violencia mucho más
en una forma indirecta que directa; no tanto porque presenten
escenas violentas o héroes que obtienen siempre la
victoria por medios violentos sino sobre todo porque presentan el
éxito y
el consumo como el último fin de la vida". Un televidente
colombiano observa noticieros y películas sobre tiroteos,
violencia infantil, violencia entre adultos, matanzas,
secuestros, tomas guerrilleras y otras escenas violentas.
¿Qué hacer? "La responsabilidad es compartida entre
los padres, los educadores y las autoridades encargadas de velar
por los contenidos. Pero recae en los primeros la decisión
final de optar por encauzar el tiempo de ocio de los
pequeños", señala Jorge Alcalde.

En fin, el debate sobre
la influencia violenta de los medios de información es
amplio y muchos sus defensores y sus detractores. No existe
consenso sobre los posibles efectos violentos en escenas de
televisión. "El sentir popular parece dar por sentado que
una de las causas del aumento de la agresividad entre los
jóvenes es la profusión de imágenes
truculentas en la pantalla", agrega Jorge Alcalde, pero aclara
que, según el psicólogo Jonathan Freedman, "se ha
demostrado que no existe ningún tipo de evidencias que
permitan unir la violencia en la televisión con el aumento
de la criminalidad". Ese psicólogo concluye que "en
realidad, lo que sucede es que las personas violentas tienden a
disfrutar más con este tipo de escenas que las no
violentas". El violento ve escenas duras, pero éstas no
fabrican violentos. No obstante este planteamiento, es evidente
que en la televisión se presentan imágenes
violentas.

El uso inapropiado de los lenguajes ha sido objeto de
varios análisis por parte de intelectuales,
pues consideran que los eufemismos y las metáforas guardan
relación con la guerra, con la violencia en todas sus
manifestaciones. Los altos mandos militares, posiblemente ante la
evidencia de que su ego se disminuye por la impotencia e
inoperancia ante las tropelías de los violentos, se
refieren peyorativamente a los presuntos criminales como
"bandoleros", "narcobandoleros", "bandidos", "facinerosos",
"crápulas", "desechables", "escorias de la sociedad" y
otros adjetivos que poco bien le hacen a los televidentes u
oyentes, puesto que exacerban los ánimos, tanto de los
combatientes como de los no combatientes.

Julio César Carrión C., licenciado en
ciencias
sociales, mediante un ensayo
titulado Pedagogía de la Crueldad (publicado en
la revista Educación y Cultura) sostiene que "hoy se nos
habla por todos los medios de información de los
bandoleros comunistas, de los criminales
subversivos
y de los promotores de las ideas
foráneas
, infames enemigos de la democracia que
cumplen con el desleal encargo del comunismo
internacional
de destruir la paz y disolver la
mística unidad nacional. En rigor, gracias a esta propaganda
negra y al común de una opinión
pública manipulada y sometida a la más oscura
ceguera valorativa, pareciere que fuese imprescindible y urgente
eliminar a tales individuos, tan nocivos al cuerpo social, para
que prevalezca el bienestar colectivo".

Para Estrada Gallego, en otro ensayo publicado en el
"Dominical", el 26 de marzo de 2000, "la guerra ha
fomentado unos inconscientes de palabras, frases,
metáforas, proverbios, titulares y expresiones de sentido
común… Su uso en el conflicto
armado ha penetrado en la conciencia
cotidiana del ciudadano corriente". Esos lenguajes tan cargados
de violencia son un detonante para los ánimos exacerbados
de las personas propensas a la agresividad. Los discursos
políticos, algunas veces, a través de sus
retóricas metáforas, veladamente instan a la
guerra. Como ejemplo cita Estrada Gallego el virulento y
enardecedor lenguaje utilizado por el exgeneral Bedoya en una de
sus campañas presidenciales: "Si ser paramilitar es
alzar una fusta, yo también soy paramilitar por la
libertad, y no nos van a amedrentar desde Palacio, Tirofijo ni el
mequetrefe de Pastrana
".

Consideramos que quienes tienen acceso a los medios de
información, ya sea como entrevistados o como
entrevistadores, como periodistas, comentaristas, presentadores,
narradores, expositores o analistas, deben actuar y hablar con
prudencia, inteligencia y
naturalidad, siendo coherentes con su sentir, su pensar y su
actuar, para evitar incurrir en el uso indebido del lenguaje que
pueda enardecer, exaltar, alienar, desinformar o causar efectos
distintos a las naturales intenciones que deben animar y encauzar
a la auténtica comunicación.

En opinión de analistas, el poder de la imagen televisiva
tiene que ver con la guerra. En un ensayo anónimo,
titulado "La Guerra de los Medios", publicado en el
"Dominical", el 19 de noviembre de 2000, se afirma que
"la forma en que los medios de información presentan la
noticia, los énfasis, el tiempo dedicado a la entrevista
y a las preguntas formuladas, es la manera como la sociedad
comprende las razones de la violencia, de los miedos y de los
temores, de las expectativas y esperanzas sobre la posibilidad de
una paz negociada". La competencia por
la sintonía hace que se presenten entrevistas
con reconocidos criminales, quienes públicamente confiesan
sus tropelías y tratan de justificarlas. En algunas
ocasiones, muchos televidentes, por falta de sentido
crítico, de conciencia reflexiva, terminan pensando como
esas personas violentas y hasta convirtiéndolas como en
especies de referentes dignos de imitar, de héroes, de
paradigmas y
hasta de ídolos. Muchas personas en lugar de vivir como
piensan, terminan pensando como viven.

La televisión, con su frecuente emisión de
noticias, escenas, programas y películas violentas,
acompañadas de patéticas y evidentes
imágenes aterradoras; con sus "transmisiones" en vivo de
episodios bélicos de las guerras
modernas, eufemísticamente llamadas "guerras
inteligentes", y con la reiteración de imágenes
saturadas de violencia, como la impactante y aterradora
destrucción de las "Torres Gemelas", han ido minando la
sensibilidad de los colombianos, y es por eso que para muchos la
violencia pareciere formar parte de la dinámica cotidiana,
sin que esto nos mueva ni siquiera a reflexionar sobre tan
compleja problemática; nos hemos insensibilizado de tal
manera que muchos sólo se contentan con ser espectadores
pasivos de tan compleja realidad sin participar en la
comprometida praxis que
implica la erradicación de tan degradante fenómeno.
Sin embargo, la televisión, a pesar de lo anterior, es una
herramienta demasiado útil en nuestra sociedad actual
porque informa, culturiza, divierte, recrea y… hasta "educa".
No se le pueden "achacar" todos los males a la televisión
y, en general, a los medios de información.

El llamado cine de
"acción", gracias a sus impactantes, artificiosas y
truculentas imágenes y a la agresividad de sus lenguajes,
también se constituye en fuente propicia para el
comportamiento violento. Es por ello que las personas
fácilmente influenciables y manipulables optan por actuar
de manera análoga a la de sus personajes favoritos o
llamarse como ellos, evidencia palpable en los motes de
reconocidos criminales: "Rambo", "Caracortada", "El
Exterminador", "El Vengador", etc. Las autoridades han detectado
que el "modus operandi" de los delincuentes, ya sea en forma
individual o grupal, están profundamente influenciados por
los paradigmas criminales de los "Rambo" o los
"Magníficos", por citar tan solo esos dos ejemplos. El
filósofo Fernando Savater, en su "Diccionario
Filosófico
", dice que "lo alarmante no es la
violencia, la desmesura sexual, el racismo o la
rapacidad criminal que aparecen en las películas, sino la
perversamente ingenua suposición de que tales males no se
desencadenan en la realidad más que porque se los
representa en la ficción". Las armas que se exhiben en
esas películas fascinan a varias personas, y éstas
hacen todo lo posible por obtenerlas, ya que las consideran como
símbolo de poder. Es difícil que un desadaptado
social, teniendo un arma en sus manos, no incurra en actuaciones
por fuera de marcos de legalidad, es decir, cometa actos
violentos; máxime cuando el dinero
escasea y urge la necesidad de conseguirlo, cueste lo que cueste,
para subsistir en esta sociedad capitalista, donde muchos piensan
que uno vale por la plata que tenga. ¿Acaso esto, en
apariencia, no es así?

Las imágenes violentas siempre han llamado la
atención del hombre. Nos encanta presenciar accidentes,
riñas, discusiones con intercambio de vocablos procaces y
cualquier evento con evidentes componentes de violencia. El
boxeo, típica vivencia violenta, así se manifieste
con la sutil máscara de deporte, nos llama poderosamente
la atención y muchos ven en éste la posibilidad de
surgir, ganar dinero
"fácil" y lograr "éxito". La cruz cristiana,
presente en muchos lugares (templos, oficinas, colegios, casas,
calles, etc.), sin que muchos tengan la capacidad de percibirlo,
es nada más y nada menos que un símbolo violento:
el elemento en donde fue vejado, maltratado y murió
Jesucristo. En el contexto cristiano es un objeto de martirio,
sacrificio y muerte. Los juguetes
bélicos, con los que tanto se divierten los niños,
no son más que instrumentos que incitan a la violencia. El
cine, el teatro, la
literatura, la
pintura y
otras manifestaciones del arte, en su gran mayoría,
contienen una enorme carga sutil de violencia. Las
imágenes tienen demasiado impacto en el accionar violento.
Si hacemos hermenéutica a la cultura en que vivimos,
encontraremos que en nuestro entorno hay infinitas
manifestaciones evidentes o sutiles de violencia. "La
representación cruda y sanguinaria de la violencia siempre
ha gozado de enorme aceptación popular: en el circo
romano, en los chorreantes y torturados Cristos, Vírgenes
y mártires de la imaginería cristiana, en obras
teatrales…, en los romances y cuentos
anónimos que narran crímenes pasionales o
hazañas de bandidos", precisa Savater, y agrega que "la
fascinación alarmada o vengativa por la violencia
sanguinaria es una constante cultural".

El irrespeto, el atropello psicológico, la
punzante ironía y el sarcasmo han cobrado muchas
víctimas. "La subestimación, el engaño, la
dominación, la explotación, la burla, la
desatención, la mentira,
sólo por citar algunas, reflejan la gran batería
que disponemos los humanos para lastimar la autoestima de
nuestro prójimo", señala el psicólogo
clínico Walter Riso en su libro Deshojando
Margaritas.

En este entorno de circunstancias donde se endiosa la
cruda razón, sometida al imperio de la férula
positivista, que trata de reducir al hombre a un simple objeto y
se le margina de su ámbito
lúdico-fantástico, la "persona no interesa como
conciencia sino como operación, no interesa como goce sino
como eficiencia, no
interesa como objeto susceptible de ser controlado y planificado
hasta en sus más mínimos movimientos", cuestiona el
psiquiatra Luis Carlos Restrepo en su libro "La Trampa de la
Razón
". Noguera Sayer sostiene que la
educación racional nos impele a rechazar la ambivalencia,
que nos lleva a reconocer la rabia, la modestia, el miedo, la
desesperación y la tristeza, entre otras emociones, e
intenta desaparecerla de nuestra conciencia. Bajo el pretendido
domino de la razón, "la ambivalencia no es propicia y en
el afán de disolverla se despliegan enormes esfuerzos
conscientes o inconscientes que tienden a negar a uno de sus
polos, dando como resultado una versión de la realidad
alterada, fragmentada e incompleta, a partir de la cual toda
apreciación o decisión que allí se base,
estará afectada por el mismo vicio". Si aceptamos la
ambigüedad y las contradicciones, propias de la
ambivalencia, nuestra conducta será concordante con
promedios de evaluación
más veraces que facilitan un trabajo en su enriquecimiento
y en su mejoría, siempre y cuando éstos no se tomen
como absolutos.

Aunque la razón es esa facultad intelectual que
nos permite pensar, discurrir, juzgar, actuar adecuadamente y
distinguir lo bueno y lo malo y lo verdadero y lo falso, para
muchos intelectuales (especialmente vanguardistas) la
razón es enemiga declarada de la vida. La
problemática humana no se puede reducir a meras relaciones
lógicas; "no se puede estrechar en un abstracto orden
lógico el medio vital del hombre que es de contradicciones
y de problemas para encarcelarlo en un marco preestablecido por
la razón", precisa el filósofo Miguel de Unamuno, y
agrega que es la vida y no la razón ni la lógica el
criterio último de verdad. "Es la voluntad, y no la
inteligencia, la que nos hace el mundo", concluye. Además,
pregunta que ¿para qué se nos dio la razón?,
y responde que tal vez para luchar contra ella y así
merecer la vida. Según él, la razón no sirve
para conocer la vida, pues al intentar aprehenderla en conceptos
fijos y rígidos, la despoja de su fluidez temporal, la
mata; por esto, se desentiende de la razón y se vuelve
hacia la imaginación que considera la facultad más
sustancial. "La razón, cuyos principios son
tan rígidos, tiene necesariamente que hacer concesiones a
la vida, a la dificultad de vivir con ella" (Kant y la
educación,
de Estanislao Zuleta). Según, A.
Palacio Valdés, la vida está hecha para obrar, y es
tan corta, que si nos obstinamos en razonar cada uno de nuestros
pasos, corremos el peligro de quedar inmóviles. R. de
Bourmont piensa que la lógica es buena para razonar, pero
mala para vivir. Antonio Marina, en su libro Ética
para náufragos,
sostiene que a la racionalidad se le
atribuye estar movida por el cálculo,
ser ciega para los valores, recluirse en la ciencia,
interesarse sólo por lo general, amar lo objetivo,
despreciar las locuras del corazón; que para cumplir bien
su cometido la razón había de ser fría,
lejana, implacable. Así mismo, que la razón es
instrumental, impersonal, inhumana, insensible, imparcial…
La razón nos priva de todo lo que nos pertenece. Marina
también precisa que la irracionalidad, por el contrario,
está movida por el sentimiento, animada por la
pasión, es perspicaz para los valores, ama el arte, lo
individual, lo subjetivo, y se deja convencer por los argumentos
del corazón. La irracionalidad adora lo sorprendente, se
disloca por lo divertido, valora todo lo que desborda el
cálculo: lo desinteresado, generoso y gratuito. Frente a
la razón sacacuentas, propicia el despilfarro
lúdico.

El pensador colombiano Manuel María Madeido
sostenía que la razón (fundamentalmente la
razón ilustrada) se había extraviado, había
abandonado su armonía en la búsqueda de la verdad.
"Preguntad a la historia cubierta de duelo lo que ha hecho la
filosofía inspirada por su madre la razón cuando ha
puesto el pié en las fronteras de la fe infantil en las
naciones… ¡Lo que ha hecho! Campos de batalla, luchas a
muerte, combates, asesinatos, hecatombes humanas", reflexiona el
aludido Madeido en su obra "Una gran Revolución
o la Razón del Hombre Juzgada por sí misma
".
El filósofo Gottfried Wilhelm Leibniz afirmaba que el
problema del mal y de la libertad humana son los grandes
laberintos de la razón. El filósofo Blas Pascal afirma que
"nuestra razón está siempre combatida por la
inconsistencia de las apariencias, y
nada puede fijar lo infinito entre los infinitos que lo encierran
y lo huyen". Según Nietzsche, la
razón es fútil. Leopoldo Alas ("Clarín")
sostenía que el que todo lo prueba, aturde y cansa. "El
que demuestra toda la vida, la deja hueca. Saber el porqué
de todo es quedarse con la geometría
de las cosas y sin la sustancia de nada. Reducir el mundo a una
ecuación es dejarlo sin pies ni cabeza". La cultura
occidental moderna, entregada a las magias ilusas de la
racionalidad y el método,
vive una de las más grandes crisis. El
principio ordenador, que se ha impuesto abusivamente sobre el
principio de vida, ha terminado por construir el mundo
burgués moderno, abandonado a su mediocridad, a su
insatisfacción y a sus seguridades.

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