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La violencia en Colombia, un fenómeno complejo e inquietante (página 3)



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Según el filósofo Blas Pascal, como la
razón no basta para comprender los temas trascendentes que
le dan el auténtico sentido a la existencia, porque no es
posible alcanzar claridad absoluta mediante la aplicación
de los procesos
intelectuales,
nos vemos obligados y forzados a optar por la apuesta, el azar.
Apostar por lo mejor, por aquello que me reporte mayores ventajas
y me rescate del desastre. "Apostando que Dios existe, si
ganáis lo ganáis todo; si perdéis no
perdéis nada", señala en sus
"Pensamientos". Nuestra razón tiene límites.
Más allá de nuestra razón pueden existir
otras razones, que no son explicables…

Si supuestamente la razón permite "actuar
adecuadamente", ¿por qué la sinrazón de las
dos guerras
mundiales del siglo XX? ¿Será que "el sueño
de la razón crea monstruos" como decía el pintor
español
Francisco Goya? Sus pinturas son una denuncia de la estupidez y
la maldad humanas y la brutalidad con que los hombres se tratan
entre sí. Es posible que el artista estuviera exagerando,
pero no conviene "caer en la trampa de la razón" porque en
una sociedad
demasiado racional, la razón se impone a la
fantasía, el orden a la imaginación, la autoridad a la
simbolización, los dogmas a la implicación, la
objetividad a la intersubjetividad, la imposición a la
capacidad de confrontación y la
comunicación manipuladora a la comunicación liberadora. "La razón
pura es una compañera de vida bastante difícil, es
casi una fatalidad, con la cual es difícil compartir. Los
deberes de la razón pura resultan casi autodestructivos.
Si alguien tratara de encarnarlos requeriría de una falta
de empecinamiento total y de una disponibilidad a cambiar
difícil de lograr en la vida práctica", (Kant y
la
educación,
de Estanislao Zuleta).

El filósofo Daniel Herrera Restrepo señala
que la utopía de la razón ilustrada, con su
poder
absoluto, no garantizó el sueño del triunfo de la
civilización sobre la barbarie. "El proyecto
emancipatorio proclamado por la modernidad ha
fracasado. Los hechos están ahí: negación de
la dignidad
humana de la persona y de sus
derechos,
intolerancia, desigualdad, violencia,
regímenes políticos represivos, destrucción
de la naturaleza,
dominio de la
técnica sobre el
hombre…" (Postmodernidad. ¿Ruptura con la
modernidad
?). Pareciere que la llamada postmodernidad, que expresa la desazón, el
malestar, el desengaño que el hombre actual
experimenta frente a las promesas falaces de la modernidad
fundada sobre la "diosa" razón, no fuere más que el
imperio de la arbitrariedad. "Ciertamente, tenemos que renunciar
como han renunciado los postmodernos a esa razón absoluta
de la modernidad de carácter rabiosamente matemático e
instrumental, que todo lo puede demostrar, justificar y validad y
que sólo busca la eficiencia… ¿No será posible
dejar de lado la concepción como razón demostrativa
e instrumental y en su lugar de una razón argumentativa,
de una razón que las más de las veces sólo
puede dar razones razonables? …¿no será
posible ampliar el concepto de
razón de tal manera que incluya todas aquellas otras
dimensiones mediante las cuales el hombre capta el sentido de la
realidad y que tradicionalmente se consideran irracionales?
(Postmodernidad. ¿Ruptura con la modernidad?).
¿Acaso no advirtió Pascal que el corazón
tiene razones que la razón no entiende? Herrera
señala que es preciso ampliar el concepto de razón
para que se incluya "lo emotivo, lo intuicional, lo
estético, lo subconsciente, en fin, todo ese mundo
interior, tradicionalmente considera como irracional que
constituye nuestro ser concreto"
(Postmodernidad. ¿Ruptura con la modernidad?).
Según Herrera, el gran pecado de la
modernidad fue la obsesión de la fundamentación
absoluta de las utopías, el pecado de la postmodernidad es
el fundamentalismo de un individualismo que desconoce nuestra
vocación hacia la universalidad. Fue por eso que
"guillotinaron" a tantas personas durante la Revolución
Francesa, que existe el fundamentalismo islámico, el
fundamentalismo israelí. "Más cerca de nosotros: el
fundamentalismo del paramilitarismo, el fundamentalismo de
nuestros cárteles de la droga, el
fundamentalismo de nuestros políticos corruptos, todos los
cuales han hecho de sus perspectivas individualistas la
negación de nuestra vocación de seres humanos que
aspiramos a que se nos reconozca con orgullo el llamarnos hombres
y colombianos" (Postmodernidad. ¿Ruptura con la
modernidad
?). La pretendida razón infinita, la
razón sin límites, "por su vocación de
universalidad fácilmente olvida el perspectivismo propio
del mundo de la vida, la pluralidad, la diferencia, la
heterogeneidad" (Postmodernidad. ¿Ruptura con la
modernidad
?).

No se puede desconocer la grandiosidad de la
razón, pero tampoco no podemos sobredimensionarla.
Según el psiquiatra Restrepo, no se puede pretender "negar
la importancia de la razón como instrumento de conocimiento,
instancia de predictibilidad y clave de la eficiencia. Pero
consideramos necesaria su redefinición, para que deje ser
el soporte ideológico y mito
constituyente de la comunidad
política
occidental y, tocada de finitud, asuma el lugar que le
corresponde en el concierto del conocimiento. Porque una cosa es
conocer su importancia y otra muy distinta convertirla en el
pilar del universo,
único rasero para medir lo que acontece, aval absoluto de
certidumbre y verdad". No podemos ser enemigos de la
razón.

La religión y el
capitalismo
(¡quién lo creyera!) son fuentes
sutiles y hasta evidentes de cierto tipo soterrado de violencia.
La religión impuesta desde nuestro nacimiento y
predominante en la cultura
occidental (el Cristianismo),
gracias a su doctrina, ciertamente dogmática en muchos de
sus planteamientos, implementada por la cristiandad de acuerdo a
múltiples conveniencias políticas,
económicas y sociales, ha afectado y afecta profundamente
a muchas personas, a pesar de que el ideal de la religión
debe ser la orientación del hombre hacia lo sagrado, a su
espiritualidad y a un mejor estilo de vida
ético y moral.

La religión ha sido descarada o subrepticiamente
manipulada, en muchas circunstancias, para alienar y someter a
los ingenuos "fieles", quienes por falta de una conciencia
crítica
no la han cuestionado, revisado y sometido a criterios de verdad.
Sus velados elementos alienadores y masificadotes han acabado con
una considerable muchedumbre cristiana. "Una religión que
acaba con el individuo, se
acaba", se dice popularmente. ¿Cómo es posible que
en estos tiempos en que la ciencia y
la filosofía han contestado muchas preguntas
que antes eran del dominio de los mitos y la
magia, se siga alienado a la gente con absurdas ideas de otra
vida en el "Reino de los Cielos"? ¿Cuál cielo si ya
sabemos que no existe el cielo ni el infierno? Vida sólo
hay una y hay que vivirla intensamente aquí y ahora, sin
pensar en ilusiones ultraterrenales. Para una mejor claridad
sobre esta problemática, léase a Nietzsche. La
religión debe abrir "los ojos" a sus fieles para que no
sean sometidos por los sistemas
imperantes y no alienarnos con falsas esperanzas de "vida
eterna". Según Martín Luther King, "cualquier
religión cuya doctrina se preocupe por las almas de los
hombres y no por las condiciones económicas y sociales que
hieren el alma, es una
religión espiritualmente agonizante que sólo
aguarda el día de su entierro". Richard Bach, en su
novela
Uno sostiene que un "reto que nos plantea nuestra
aventura en la tierra es
el de elevarnos por encima de los sistemas muertos
–guerras, religiones,
naciones, destrucciones-, negarnos a formar parte de ellos y dar
expresión al ser más elevado que sabemos
cómo llegar a ser".

A juzgar por algunos pasajes de los Evangelios,
Jesucristo, en ciertas ocasiones, se comportó con acciones y
expresiones ofensivas, en actitud
agresiva y beligerante. En el evangelio de San Lucas
(por citar sólo a uno), capítulo 12, se puede leer
a manera de título: "Jesús, causa división".
Y desde el versículo 49 al 53 se relata que Jesús
vino a la tierra a
prender fuego ("Fuego vine a echar a la tierra; ¿y
qué quiero, si ya se ha incendiado
?"), sin
ánimo pacificador ("¿Pensáis que he
venido para dar paz a la tierra? Os digo: No, sino
disensión
") y a generar división
("Estará dividido en padre contra el hijo, y el hijo
contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la
madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su
suegra
"). ¿Y qué decir, cuando, furioso,
expulsó, con látigo en mano, a unos mercaderes del
templo, luego de agraviarlos con improperios y de tumbar las
mesas de los cambistas y regarles el dinero? No
contento con este vejamen, ordenó destruir el templo para
reconstruirlo en tres días. Si bien es cierto que los
Evangelios también relatan actos buenos, milagros
y enseñanzas de Jesús, ese comportamiento
antisocial contradice la misión de
quien supuestamente estaba destinado a "salvarnos" y conducirnos
al "Reino de los Cielos". ¿Acaso su labor no fue la de
predicar el mensaje de la justicia,
el amor y el
perdón?

En la "sagrada" Biblia, texto con el que han
dogmatizado y "educado" a muchas personas, se relatan hechos
violentos (algunos supuestamente dispuestos por Dios) y casos de
esclavitud,
incesto, poligamia e intolerancia, entre otros vejámenes y
tropelías. Como una pequeña muestra de casos
de intolerancia, cito los siguientes. "Los que adoren a otros
dioses o al sol, la luna o todo ejército del cielo,
morirán lapidados" (Deuteronomio 17). "Todo hombre o
mujer que llame a
los espíritus o practique la adivinación
morirá apedreado" (Levítico 20). "Saca al blasfemo
del campamento y que muera apedreado" (Levítico 24). "A
los hechiceros no los dejaréis con vida" (Éxodo
22). "Si alguien tiene un hijo rebelde que no obedece y escucha
cuando lo corrigen, lo sacarán de la ciudad y todo el
pueblo apedreará hasta que muera" (Deuteronomio 21). "Si
un hombre yace con otro, los dos morirán" (Levítico
20). "Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada,
ambos morirán" (Deuteronomio 22). "Si un hombre yace con
su nuera, los dos morirán" (Levítico 20). "Si la
hija de un sacerdote se prostituye, será quemada viva"
(Levítico 21).

La religión ha sido utilizada por muchos
gobernantes como una ideología de gobierno, como un
instrumento de sometimiento y dominio. Su profunda influencia ha
facilitado la intimidación de súbditos por parte de
tiranos y déspotas, especialmente en tiempos remotos. Con
los supuestos castigos de los dioses por no obedecer a los
gobernantes, se ha mantenido al pueblo en la ignorancia y en la
sumisión. Los poderosos se han inventado todo tipo de
tretas y mentiras para atemorizar con "castigos divinos" a
quienes se rebelen en contra de su poder. El pensador ruso Mijail
Bakunin, en su libro Dios
y el
Estado, nos advierte que "todas las religiones son crueles,
todas están fundadas en la sangre, porque
todas reposan principalmente sobre la idea del sacrificio, es
decir, sobre la inmolación perpetua de la humanidad a la
insaciable venganza de la divinidad. En ese sangriento misterio,
el hombre es siempre la víctima, y el sacerdote, hombre
también, pero hombre privilegiado por la gracia, es el
divino verdugo".

La lucha entre las religiones ha generado algunas
guerras, muchas veces "justificadas" con la excusa o pretexto de
"perseguir" infieles, herejes, opositores, ateos, brujos,
cismáticos… Son tan absurdos estos conflictos que
se ha llegado al extremo de llamarlos "guerras santas".
¿Qué es una guerra santa?
Guerra por motivos religiosos. Según el Diccionario de
las religiones
, "en torno a la idea
de la guerra encontramos en las religiones posturas extremas e
irreconciliables, incluso dentro de escuelas o sectas de una
misma religión". En el islamismo la guerra santa es un
mandato y un concepto básico. Las Cruzadas,
efectuadas por el cristianismo, fueron consideradas como "guerra
santa". La causa de la Guerra de los Treinta
Años
, que se desarrolló en Europa entre 1618
y 1648, y que afectó sobre todo al Imperio
Germánico entre Francia y
España,
fue el conflicto
existente en Alemania entre
católicos y protestantes. Las denominadas Guerras de
la Religión
, que se desarrollaron en Francia entre
1562 y 1598, tuvieron su origen en las rivalidades de
protestantes (hugonotes) y católicos. Así ha habido
otras guerras por motivos religiosos y disputas de poder entre
emperadores y papas.

Desde niños
nos han "enseñado" y nos han hecho "creer" que la Santa
Madre Iglesia
Católitica, Apostólica y Romana es la portadora del
mensaje de Cristo, para que nos salvemos y seamos mejores seres
humanos; pero, a juzgar por el libro La Puta de
Babilonia
, escrito por Fernando Vallejo, parece que la
misión no ha sido tan "santa", puesto que la
pequeña, muestra que resalto a continuación, nos
dice que "la puta de Babilonia"(como llamaban los albigenses a la
Iglesia Católica) creó tribunales tan ignominiosos
como la Inquisición y la Caza de Brujas, organizó
las Cruzadas; ha perpetrado múltiples fechorías,
vejámenes y tropelías; ha observado una doble moral
y ha tenido unos "papas" (supuestos representantes de Dios en la
tierra) que han cometido crímenes, asesinatos y "pecados":
lujuria, incesto, homosexualismo, pedofilia, simonía,
desear y poseer la mujer del
prójimo… ¡Qué bandidos esos papas!
¿Acaso ellos mismos, con sus bulas, sus encíclicas,
sus doctrinas y sus dogmas no condenaban este tipo de
prácticas por "impúdicas", "inmorales" y que
atentan contra Dios? Con la represión que impusieron (los
"papas" y la Iglesia Católica) a los instintos naturales
del ser humano, convirtieron la genitalidad (el acto más
sublime del universo) en algo sucio, indebido, despreciable,
indecente, inmoral, prohibido, generando un desprecio por el
cuerpo, por el disfrute del cuerpo, haciendo que las personas
sientan vergüenza de su cuerpo.

La
Inquisición

Este ignominioso tribunal fue fundado en el siglo XII
por el papa Gregorio IX para combatir y castigar (torturar y
quemar) la herejía, la brujería o cualquier otra
manifestación, pública o privada, contraria a la fe
católica. Acabó cruel y brutalmente con las
herejías cátara y albigense. Luego pasó a
quemar brujas, judíos,
mahometanos, protestantes y cuantos se negaran a prestarle
obediencia al papa. La suprema razón de ser no era el
enriquecimiento de unos monjes, sino asegurar el dominio absoluto
del papa sobre príncipes y vasallos, lo visible e
invisible, los actos y las conciencias. Para la
Inquisición nunca hubo inocentes; la presunción de
inocencia atentaba contra su razón de ser. Lo que
tenían que decidir los inquisidores no era la cupabilidad
o la inculpabilidad del sindicado, sino el grado de culpabilidad.
Y no sólo tenía que confesar el indiciado sino que
tenía que denunciar a su mujer, a sus hijos y a sus amigos
como enemigos de Dios. El inquisidor actuaba como acusador y
juez. Juzgaban y condenaban hasta los muertos: los desenterraban,
los trituraban y quemaban sus huesos. Los
inquisidores se enriquecían como los obispos:
recibían sobornos, se apoderaban de las riquezas de los
que condenaban, y los ricos les pagaban contribuciones anuales
para que no los acusaran. El eclesiástico español
Tomás de Torquemada (1420-1498), en sus once años
como inquisidor, entre herejes, apóstatas, brujas,
bígamos, usureros, judíos, moros y cristianos,
condenó a ciento catorce mil a variadas penas y
quemó a diez mil. Torturado por su represión sexual
que a sí mismo se imponía, fue un abominable e
infeliz torturador y asesino. Se caracterizó por su
dureza, crueldad e intolerancia. Otros inquisidores, como Robert
le Bourge, Bernardo Gui y Conrado de Marburgo enviaron a la
hoguera a unos doscientos. En su clima de evidente
intolerancia disponía la muerte para
los impenitentes, excomunión y tortura para los relpasos,
cadena perpetua a los dogmatizantes, y adjuración,
penitencia y prisión a los reconciliados. A las
víctimas desmembradas las tiraban en pozos llenos de
serpientes, las entregaban desnudas y atadas a ratas hambrientas
y las enterraban vivas. Dentro de la dinámica "procesal" de la oprobiosa
Inquisición cualquier persona podía ser perseguida
por una simple denuncia y lo esencial para los jueces era obtener
la confesión de los acusados, acudiendo a la tortura para
conseguirla. "Quemar víctimas en estado de
indefensión ha sido en todo caso la gran especialidad de
la Puta desde que se montó al poder en el 313 y lo que
había sido hasta entonces una religión de necios se
convirtió en una empresa de
asesinos" (La puta de Babilonia).

El citado Manual del perfecto ateo precisa que
la creencia en lo que dice la Biblia fue impuesta a sangre y
fuego en casi todo el mundo: recuérdese la
inquisición, la conquista de
América, la colonización de Asia y África,
las cruzadas, la toma de China y
Japón
por los misioneros, las cruzadas jesuitas, las
guerras contra los infieles… y pare usted de contar. En toda la
historia de la
humanidad, los dioses del pueblo conquistado han pasado a la
categoría de dioses falsos y su religión, sus
libros
sagrados, sus ritos, prohibidos y destruidos… (La historia la
escriben los vencedores dicen por ahí).

Desde sus inicios –prosigue dicho texto-, el
papado se constituyo en un feroz perseguidor de los "herejes,
infieles y ateos", que ponían en duda a Jesucristo como
hijo de dios y a la iglesia como su representante. Por siglos y
siglos, la iglesia obligó a la gente a creer en sus
doctrinas, bajo pena de muerte
(y de pilón, infierno en la otra vida). Quien se
atrevía a dudar de las enseñanzas del papa, se las
tenía que ver con la santísima inquisición
(cristiana of course). No pensar, era garantía de seguir
con vida (y lleno de fe). De 1481 a 1808, solo en España,
la santa inquisición quemó vivos a 32,472 por
cuestiones de religión (sin contar las victimas de
Holanda, Francia, Italia o las
indias), todo en nombre de Jesucristo En Alemania solo, de 1450 a
1550, mas de 100,000 mujeres fueron muertas por la iglesia por
herejes y brujas. ¿Cuántos millones de seres
humanos murieron durante la conquista de América al
defenderse del cristianismo invasor?, ¿Cuántos
otros millones de infieles cayeron bajo la implacable y cristiana
espada de las cruzadas? Y no olvidar que la iglesia
católica fue la madre inventora de antisemitismo,
siendo Hitler
sólo un modesto discípulo seguidor de las
enseñanzas de Roma.
¿Quién mató más judíos: la
iglesia católica o Hitler? Hijos predilectos de dios
(según la Biblia), los judíos cayeron de la gracia
de su hijo (dijo la iglesia) y durante 19 siglos fueron
perseguidos y asesinados por los católicos y demás
cristianos (por no creer en Jesús como dios); y por lo
mismo murieron miles de africanos, asiáticos,
australianos, árabes, latinos y demás infieles: por
falta de fe en el nuevo dios de los blancos.

La Caza de
Brujas

Persecusión desatada por Inocencio VIII (mediante
la bula Summis desidrantes affectibus) contra personas
acusadas de canibalismo, de bestialidad, de volar en escobas, de
arruinar las cosechas, de hacer abortar a las mujeres, de causar
impotencia a los hombres, de beber sangre de niños, de
participar en orgías, de besarle el trasero a
satanás y de copular con él en los aquelarres y de
darle hijos, de covertirse en ranas y gatos. Les pinchaban los
ojos con agujas, las empalaban por la vagina o el recto hasta
desemembrarlas en castigo por haberse ayuntado con el diablo, las
arrastraban tiradas por caballos hasta despedazarlas, las
asfixiaban… Durante tan brutal cacería, el obispo
de Tréveris quemó a 368, el de Ginebra a 500, el de
Bamberg a 600 y el de Wurzburgo a 900. Entre dominicos y obispos
arrasaron con pueblos y regiones enteras. En Oppenau, entre 1631
y 1632, quemaron cerca del 2% de la población. Para detener la tortura, las
supuestas brujas denunciaban a otras, y éstas a otras en
una reacción en cadena que podía arrastrarse por
décadas. La cifra total de los quemados por
brujería nunca se sabrá. Lo que sí se sabe
era que la mayoría eran mujeres. La familia de
la víctima debía correr con los gastos derivados
del proceso, en el
cual no podían defenderse, en los que se incluían
desde los honorarios de los jueces, torturadores y verdugos hasta
el coste de la madera
utilizada en la quema y el baquete que seguía a
ésta. La caza de brujas sirvió a ls fuerzas
políticas para contrarrestar el creciente descontento de
las clases populares, y para imponer la cultura oficial
persiguiendo las manifestaciones culturales heterodoxas o
simplemente paganizantes de raíz precristiana.

Sobre este particular, el escritor francés Dan
Brown, en su libro El Código
Davinci,
nos dice que la "Inquisición publicó
el libro que algunos consideran como la publicación
más manchada de sangre de todos los tiempos: El
martillo de las brujas
, mediante el que se adoctrinaba al
mundo de «los peligros de las mujeres
librepensadoras» e instruía al clero sobre
cómo localizarlas, torturarlas y destruirlas. Entre las
mujeres a las que la Iglesia consideraba «brujas»
estaban las que tenían estudios, las sacerdotisas, las
gitanas, las místicas, las amantes de la naturaleza, las
que recogían hierbas medicinales, y «cualquier mujer
sospechosamente interesada por el mundo natural». A las
comadronas también las mataban por su práctica
herética de aplicar conocimientos médicos para
aliviar los dolores del parto
—un sufrimiento que, para la Iglesia, era el justo castigo
divino por haber comido Eva del fruto del Árbol de la
Ciencia,
originando así el pecado original. Durante trescientos
años de caza de brujas, la Iglesia quemó en la
hoguera nada menos que a cinco millones de mujeres".

Las
cruzadas

Se trata de ocho expediciones militares (impulsadas por
el papa Urbano II para la supuesta defensa de la fe
católica) realizadas por los cruzados (el brazo armado del
papado), con el "santo" propósito de arrebatarles
Jerusalén y Palestina ("la tierra santa") a los musulmanes.
Estas oprobiosas expediciones belicosas dejaron miles de muertos
entre cristianos, judíos y musulmanes (su blanco
declarado). "La oculta y verdadera razón era el ansia
insaciable de poder y riquezas que nunca han dejado en paz a la
Iglesia Católica, que se ha valido de maquinaciones e
intrigas, ha coronado y derrocado príncipes, reyes,
emperadores, prendido hogueras y quemado herejes, vendido
indulgencias y reliquias, mentido y calumniado" (La puta de
Babilonia
).

Algunos papas involucrados en hechos y conductas
repudiables para la iglesia y la sociedad:

Anastasio I (399-401). Engendró al papa Inocencio
I.

Hormisdas (514-523). Engendró al papa
Silverio.

Pelagio I (556-561). Mató al papa Virgilio por
corrupto. Fue impuesto por el
emperador Justiniano.

Juan VIII (872-882). Adulador y servil, coronó a
Carlos el Calvo como emperador, afirmando que Dios había
decretado su elección como emperador desde antes de la
creación del mundo. A cambio obtuvo
amplios dominios papales. Fue pródigo en excomuniones y
mató a muchos sarracenos (árabes, musulmanes y
moros, especialmente piratas que actuaron en el
Mediterráneo occidental durante la Edad Media)
como "animales
salvajes".

Adriano III (884-885). Mandó azotar desnuda a una
dama noble por las calles de Roma, la cual le había sacado
los ojos a un alto oficial del palacio Laterano.

Sergio III (904-911). Asesinó a su antecesor
León V y al antipapa Cristóbal.

Esteban VII (928-931). Hijo de sacerdote. Lo
encarcelaron y estrangularon. Hizo exhumar el cadáver de
Formoso, su antecesor, nueve meses después de su muerte, para
juzgarlo en el famoso Sínodo del Cadáver,
y lo condenó por "ambición desmedida al papado": le
arrancaron las vestiduras papales, lo vistieron con harapos, le
cortaron tres dedos de la mano derecha para que se curara del
vicio de bendecir, lo arrastraron por las calles entre risotadas
y burlas, lo volvieron a enterrar en una cueva, lo volvieron a
desenterrar, lo desnudaron, y, mutilado, vejado y putrefacto fue
arrojado al Tíber.

Juan XI (931-936). Hijo ilegítimo de Marozia y
del Papa Sergio III. Su hermano Alberico II lo puso en
prisión.

Esteban VIII (939-942). Murió desorejado y
desnarigado por conspirar contra el todopoderoso señor de
Roma Alberico II.

Juan XII (955-964). Octaviano (937-964). Nieto y
biznieto de prostituta. Era gran cazador y jugador de dado,
tenía pacto con el diablo, ordenó obispo a un
niño de diez años en un establo, hizo castrar a un
cardenal causándole la muerte, le sacó los ojos a
su director espiritual y en una fuga apurada de Roma
desvalijó a San Pedro y huyó con lo que pudo cargar
con su tesoro. Cohabitó con la viuda de su vasallo Rainer
a la que le regaló cálices de oro y
ciudades, y con la concubina de su padre Stefana y con la hermana
de Stefana y hasta con sus propias hermanas. Violó
peregrinas, casadas, viudas, doncellas, y convirtió el
palacio Laterano en un burdel. Un marido celoso lo
sorprendió en la cama con su mujer y lo mató de un
martillazo en la cabeza.

Benedicto V (964-966). Deshonró a una doncella y
huyó a Constantinopla con parte del tesoro de San Pedro. A
su regreso a Roma, León VIII le desgarró las
vestiduras, le arrancó las insignias papales y el
báculo; tras hacerlo arrodillar, le rompió la
cabeza a baculazos. Murió de más de cien
puñaladas propinadas por un marido vejado, quien luego lo
arrastró y arrojó a un pozo.

Juan XIII (965-972). Solía sacarles los ojos a
sus enemigos y pasó por la espada a la mitad de la
población de Roma.

Benedicto VII (974-983). Murió en pleno adulterio a
manos de un marido burlado.

Bonifacio VII (974-984-985). Francon. Consierado
ilegítimo. Estranguló a Benedicto VI y
envenenó a Juan XIV, luego de apalearlo. Murió
asesinado.

Gregorio V (996-999). Bruno de Corintia (972-999).
Cegó, desorejó, desnarigó y le cortó
la lengua, los
labios y las manos del antipapa Juan XVI; lo coronó con
una ubre de vaca, lo paseó por Roma montado en un asno y
lo encerró en un monasterio donde murió
desconectado del mundo.

Sergio IV 1009-1012). Pietro. Murió asesinado
durante una revuelta en Roma.

Adriano IV (1154-1159). Nicolás Breakspear
(1100-1159). Hizo condenar y ejecutar por herejía a
Arnaldo de Brescia.
¿Qué hizo? Denunciar la riqueza y la corrupción de los clérigos y
oponerse al poder temporal del papado. Luego de ahorcado, su
cadáver fue quemado y sus cenizas arrojadas al
Tíber.

Inocencio III (antipapa 1179-1180). Landi de Sezze. Fue
el más asesino. Con sus tres cruzadas (contra los
albigencias, contra los infieles y la de los niños) fue
quien más mató y empujó a la
muerte.

Inocencio VIII (1198-1216). Giovanni Lotario, conde de
Segni (1160-1216). Promulgó la bula Summis
desiderantes
affectibusque desató la más feroz
persecusión contra las brujas. A su hijo Franceschetto lo
casó con una Médicis y nombró cardenal a un
hijo de Lorenzo el Magnífico.

Gregorio IX (1227-1241). Ugolino, conde de Segni
(1170-1241). Decretó la pena de muerte para los
herejes.

Inocencio IV (1243-1254). Sinibaldo Fieschi (1195-1254).
Azuzó a la Inquisición, con su bula Ad
extirpanda
, a usar la tortura para sacarles a sus
víctimas la confesión de herejía.

Inocencio IV (1243-1254). Sinibaldo Fieschi (1195-1254).
Autorizó la tortura, y las cámaras de la
Inquisición se convirtieron en las masmorras del terror y
el sufrimiento.

Juan XXII (1316-1334) Jacques Duese (1245-1334).
Declaró herejes a los fraticelli (de la orden
franciscana), al año siguiente quemó a cuatro en
Marsella, y en los años siguientes entregó
más de un centenar a la Inquisición por insistir en
la pobreza de
cristo y de los apóstoles. Condenó
póstumamente al filósofo alemán Meister
(Maestro) Eckhart (1258-1327) por ideas religiosas, entre ellas
su concepción panteísta, y excomulgó al
filósofo inglés
Guillermo de Occam (1290-1249) por estar de acuerdo con la
tesis sobre la
pobreza de
Cristo y considerar como hereje a Juan XXII, quien no
compartía y se oponía a dicha tesis.

Urbano VI (1378-1389). Bartolomeo Prignamo (1318-1289).
Murió envenenado.

Alejandro VI (1492-1503). Rodrigo Borgia y Borgia
(1421-1503). Tuvo amantes, engendró hijos, cometió
incesto con su hija Lucrecia, sobornó cardenales,
vendió indulgencias, quemó a Girolamo Savonarola
(1452-1498) porque convocó a un concilio desde Florencia
con el propósito de deponer a ese papa por pecados de la
carne y por corrupto. Fue precursor de la Reforma. Adolfo Valle
Berrío, en su libro Atando cabos, con respecto a
este papa, nos dice lo siguiente: "Rodrigo quería hacerse
Papa como fuese, y se dice que el día en que fue coronado
todos sus coterráneos respiraron tranquilos, pues par
lograr tal distinción había hecho envenenar o
asesinar a 220 de sus oponentes, en sólo 17
días…"

León X (1513-1521). Juan de Médicis
(1475-1521). Era homosexual y los burdeles de Roma le pagaban
diezmos. Mató al pérfido cardenal Alfonso Petrucci
de Siena, quien pretendió envenenarlo. Practicó la
simonía (negociar con objetos sagrados, bienes
espirituales o cargos eclesiásticos).

Julio III (1550-1555). Giovanni María del Monte
(1487-1555). Tuvo relaciones homosexuales con un joven de 15
años. Fue a la cárcel por criminal.

Pío V (1566-1572). Antonio Ghislleri (1504-1572).
Expulsó a todos los judíos de los Estados
Pontificios, dejando tan solo a los de Roma y Ancona.
Expulsó a todas las prostitutas de Roma. Promulgó
la bula que prohibía las corridas de toros en Europa,
menos en España.

Gregorio XIII (1572-1585). Ugo Boncompagni (1502-1585).
Celebró con júbilo la matanza de la noche de San
Bartolomé, donde la iglesia católica asesinó
a varios protestantes franceses o hugonotes, sindicados de
herejía. En una carta a Carlos
IX, dijo: "Os acompañamos en vuestra alegría porque
por la gracia de Dios habéis librado al mundo de esos
desgraciados herejes".

Sixto V (1585-1590). Felice Peretti (1520-1590).
Asesino, inquisidor y simoniaco.

Pío XI (1922-1939). Achile Ratti (1857-1939).
Alcahueta del nazismo.

Pío XII (1939-1958). Eugenio Pacelli (1876-1958).
Alcahueta del nazismo y del fascismo. Tuvo
relaciones íntimas con la monja Pascalina. Combatió
el comunismo.

Pablo VI (1963-1978). Giovanni Batista Montini
(1897-1978). Revivió el viejo tema de que los
judíos no habían querido reconocer en Jesús
al Mesías que llevaban siglos esperando, al cual
habían calumniado y matado.

¿Todo eso hicieron los llamados "representantes
de Dios en la tierra? La iglesia le debe muchas explicaciones a
sus feligreses y creyentes, debido a que, de una u otra forma,
los ha guiado y les ha impuesto formas y estilo de vida.
¡La iglesia también es responsable de la
violencia!

El libro Manual del perfecto ateo, de autor
anónimo, señala que ante las abrumadoras verdades
que han salido a la luz, la iglesia
ha tenido que reconocer (en 1969) que la mayoría de los
llamados "santos" venerados durante siglos, no fueron más
que leyenda o dioses romanos rebautizados con nombre cristiano.
Así como que la inmensa mayoría de papas "sucesores
de San Pedro" no fueron más que ambiciosos obispos
ansiosos de poder, asesinos muchos de ellos, corruptos
principitos llenos de hijos bastardos, interesados solo en el
trono de los enormes territorios controlados por la "iglesia de
Cristo". Y que la historia del cristianismo es una historia
fraudulenta llena de mentiras, cuentos,
falsedades y mitos, utilizados sabiamente para hacer aparecer a
la religión cristiana como la única inspirada por
dios y a su iglesia como la iglesia de Jesucristo.

Por cuenta de la religión ha corrido mucha
sangre… Por supuesta herejía o estar en desacuerdo
con la iglesia católica no fueron pocos los asesinados. He
aquí una pequeña muestra:

Marsilio de Padua (1280-1343), filósofo italiano
(teórico del estado), fue excomulgado y condenado como
hereje por sus ideas de avanzada y tesis filosóficas en
las que defendía el estado
fundado en la soberanía popular (el rey libremente
elegido por el pueblo, debía ser independiente de la
jerarquía eclesiástica; los obispos respecto al
papa, la comunidad eclesial respecto al
párroco).

Fray Dulcino de Novara. El Papa Clemente V (1305-1314)
ordenó que lo condenaran a muerte. ¿Por qué?
Este monje tenía su propia interpretación de los
Evangelios.

John Wyclif o Wycliffe (1320-1384), teólogo
inglés, que cuestionó la autoridad espiritual del
papa, las indulgencias, la confesión obligatoria y
predicó un retorno a las prácticas religiosas
fundadas en la meditación de las Sagradas Escrituras, fue
condenado en el Concilio de Constanza (1415) e incinerado su
cadáver.

Juan Hus (1369-1415), reformador religioso checo, que
denunció los vicios del clero y de los defectos de la
Iglesia, fue condenado por herejía, encarcelado y quemado
vivo. El principal discípulo de Hus, Girolamo de Praga,
que había indo a Constanza a defenderlo, lo detuvieron y
encarcelaron, lo juzgaron y lo quemaron vivo por hereje el 26 de
mayo de 1416.

Girolamo Savonarola (1452-1498) Precursor de la Reforma.
Fue condenado a la hoguera por Alejandro VI. ¿Por
qué? Haber convocado a un concilio desde Florencia con el
propósito de deponer a ese papa por pecados de la carne y
por corrupto.

Éttiene Dolet (1509-1546). Humanista
francés. ¿Por qué? Fue acusado de
brujería. Por usar la sátira contra el catolicismo
romano. La iglesia católica ordenó la tortura y la
quema vivo, luego de que hubiera sido condenado por la facultad
de teología de la Sorbona por ateísmo y por
publicar un diálogo de
Platón
que negaba la inmortalidad del alma. Fue el "primer mártir
del Renacimiento".

Miguel Servet (1511-1553), médico y
teólogo español. ¿Por qué? Mantener
una concepción personal sobre el
dogma de la Santísima Trinidad. Las opiniones religiosas
de Servet fueron combatidas por los católicos y por los
protestantes de la época. Este español rebelde, que
descubrió el intercambio de sangre entre el corazón
y los pulmones, contradiciendo a católicos y protestantes,
negó la doctrina del pecado original y la doctrina de la
Santísima Trinidad. En Del error de la Trinidad
(1531) repudió la
personalidad tripartita de Dios y el ritual del bautismo. Sus
contribuciones científicas también fueron notables:
La restauración del cristianismo, publicado poco
antes de su muerte, contiene la primera descripción rigurosa del sistema
circulatorio pulmonar. Acusado de herejía y blasfemia
contra la cristiandad, murió quemado en la
hoguera.

Giordano Bruno (1548-1600), filósofo y poeta
renacentista italiano, pagó con vida en la hoguera por sus
"desviaciones doctrinales, herejías y blasfemias".
¿Pero cuál fue su osadía para merecer tan
absurdo castigo? Haber planteado que el universo es
infinito, que Dios es el alma del universo y que las cosas
materiales no
son más que manifestaciones de un único principio
infinito; afirmar que las estrellas no parecen cambiar de
situación por las enormes distancias que las separaban de
la tierra; sostener la infinitud el universo físico, y
sugerir que podían existir numerosos sistemas planetarios
como el nuestro y multitud de planetas
habitables. Defendió, al igual que Galileo, la tesis
copernicana de que la tierra gira en torno al sol. Sostuvo que
las estrellas son soles distantes con sus propios planetas, que
el universo es infinito, que se puede convocar a las almas de los
muertos por la necromancia y la magia, y que es mentira el dogma
de la Santísima Trinidad. ¿Mereció morir
así uno de los precursores de la filosofía y la
astronomía moderna? La ciencia fue menos
perseguida en los países protestantes porque allí
la dominación eclesiástica no era tan fuerte. La
vida y obra de Bruno son clara manifestación del
dramático enfrentamiento que se vivía en la
época. En el mundo medieval, teocrático,
inmovilista, con pretensiones de conocimiento absoluto frente al
cual no tenían los hombres otra opción que la recta
interpretación y recta opinión, la ortodoxia
resistía el advenimiento de una nueva e inquietante
postura intelectual.

El escritor Stefan Zweig nos dice en su libro Erasmo
de Rótterdam, triunfo y tragedia,
señala que
"…Hus se asfixia entre las llamas ardientes; Savonarola es
amarrado al poste de la hoguera en Florencia; Servet, arrojado al
fuego por el fanático Calvino. Cada cual tiene su hora
trágica: Thomas Münzer es tenaceado con tenazas de
fuego; John Knox, clavado en su propia galera… A Thomas
Moro y a John Fisher les ponen la cabeza sobre el tajo de los
criminales; Zwingli, acogotado por la maza de armas, yace en la
llanura de Cappel: todos ellos figuras inolvidables,
intrépidos en su creyente furor, extáticos en sus
cuitas, grandes en su destino. Mas detrás de ellos
prosigue ardiendo la llama fatal del delirio religioso; los
destruidos castillos de la Guerra de los Aldeanos son testigos
infamadores de aquel Cristo, mal comprendido, cada cual
según su modo, por aquellos fanáticos; las ciudades
arruinadas, las granjas saqueadas de la Guerra de los Treinta
Años y de la de los Cien Años, estos panoramas
apocalípticos claman a los cielos la sinrazón
terrena del "no querer ceder"… Durante siglos
quedará partido el orbe cristiano y europeo en
católicos contra protestantes, gentes del norte contra
gentes del sur, germanos contra romanos: en este momento
sólo hay una elección, una decisión posible
para los alemanes, para los hombres de Occidente: o papistas o
luteranos, o el poder de las llaves de San Pedro o el Evangelio.
…la Roma del esplendor papal rechazaba cualquier protesta,
hasta las mejor intencionadas; en la hoguera, con una mordaza en
la boca, expiaban su culpa todos los que hablaban demasiado alto,
con demasiada pasión; sólo en agrias coplas
populares o en picantes anécdotas podía descargarse
secretamente la irritación por el abuso del comercio de
reliquias y de indulgencias; subterráneamente, iban de
mano en mano ciertas hojas sueltas con la imagen del papa
como una gran araña chupadora de sangre". Sobre el
reformador de la Iglesia Católica, el monje alemán
Martín Lutero, señala que éste "prorrumpe en
clamores de alegría cuando Thomas Münzer y diez mil
aldeanos son degollados vilmente, y se alaba y glorifica, en voz
bien alta, "de que su sangre la lleva él sobre su cabeza";
se regocija de que el "marrano" de Zwingli, Karlstadt y todos los
otros que alguna vez se le han opuesto mueran miserablemente:
jamás este hombre, ardiente y violento en sus odios, tuvo
una palabra justa para un enemigo ya muerto. En el pulpito, una
voz humana que arrebata; en su casa, un amable padre de familia; artista
y poeta capaz de expresar la más alta cultura, Lutero, en
cuanto comienza una contienda, se convierte en un lobo, en un
endemoniado, presa de gigantescos furores, al cual no detiene
ninguna obligación o justicia. Esta salvaje necesidad de
su naturaleza le lleva siempre, durante toda su vida, a buscar la
guerra, pues el combatir no sólo le parece la forma de
vida más llena de goces, sino también la moralmente
más justa. "Un ser humano, y especialmente un cristiano,
tiene que ser hombre de guerra", dice con orgullo
mirándose al espejo, y en una carta posterior (1541) alza
esta declaración hasta los cielos al afirmar
misteriosamente "que es seguro que Dios
también combate
"… "Dios me ha ordenado que
enseñe y juzgue en tierra alemana, como uno de los
apóstoles y evangelistas
". Por el propio Dios siente
el extático que le ha sido atribuida la misión de
purificar la Iglesia, de libertar al pueblo alemán de las
manos del "Anticristo", del papa, ese "enmascarado y
auténtico diablo", de libertarlo con la palabra, y, si no
queda otro remedio, con la espada y a sangre y fuego…
"Quien perece en defensa de los príncipes
—predica—, será bienaventurado mártir;
quien cae frente a ellos, se va con el diablo; por eso, el que
pueda hacerlo debe combatir, estrangular y apuñalar,
secreta o públicamente, pensando que no puede haber nada
más venenoso, más pernicioso y diabólico que
un hombre rebelde
". Sin consideración alguna, se
coloca para siempre del lado de la autoridad contra el pueblo.
"El asno quiere palos y el populacho ser regido por la
fuerza
"… Cierto que muchos partidarios de Lutero se
apoyan en la frase evangélica que dice: No he venido a
traeros la paz sino la espada
No pienses que la
cuestión podrá quedar arreglada sin tumulto,
escándalo y revueltas. De una espada no puedes hacer una
pluma ni de una guerra una paz. La palabra de Dios es guerra, es
escándalo, es ruina, es veneno… Esta es la guerra
de Nuestro Señor, el cual la ha suscitado y no
cesará hasta que hayan perecido todos los enemigos de su
palabra
… Este hombre lleno de furia combativa no
tolera ningún otro final a una discusión, sino el
pleno e incondicional aniquilamiento de su contradictor…
Lutero, propiamente, con su acción
resuelta, no hace más que poner fuego a la cargada mina".
Esta exaltación a la violencia, en nombre de la
religión, fue aprovechada por los poderosos de su
época, que, al igual que los actuales, son hombres
pragmáticos, oportunitas, logreros, violentos y
manipuladores. Fue así que Lutero, "sin desearlo, y acaso
también sin comprenderlo del todo, con sus exigencias
sólo pensadas para el orden espiritual, ha llegado a ser
el exponente de los más diversos intereses terrenos, el
ariete de los asuntos nacionales alemanes, una importante figura
en el ajedrez
político que se juega entre el papa, el emperador y los
príncipes alemanes". Como se colige, Martín Lutero,
que oportunamente le "puso su tatequieto" a los desmanes y
corrupción
de la Iglesia Católica, también, con su
"apostolado", propició la violencia. El mismo Lutero lo
reconoce en lo siguientes términos: "Yo, Martín
Lutero, he matado en la sublevación a todos los
campesinos, pues les he dicho que pegaran hasta la muerte; toda
su sangre está sobre mi conciencia
" (Erasmo de
Rótterdam, triunfo y tragedia
).

El Papa Juan XXII (1316-1334) dispuso enviar a la
hoguera a supuestos herejes de la orden franciscana conocidos
como "franciscanos espirituales" porque sostenían que
Cristo había sido pobre. En la novela El
nombre de la rosa,
de Humberto Eco, encontramos que Arnaldo
Amalrico, abad de Citeaux, cuando le preguntaron qué
había de hacer con los ciudadanos de Béziers,
ciudad sospechosa de herejía, respondió:
Matadlos a todos; Dios reconocerá a los
suyos
!". Dice el libro que "la ciudad de Beziers fue tomada,
y los nuestros no hicieron diferencias de dignidad ni de sexo ni de
edad, y pasaron por las armas a casi veinte mil hombres.
Después de la matanza, la ciudad fue saqueada y quemada".
Luego se tomo a Carcasona donde dejó ciego a todos sus
habitantes.

Sobre este oprobioso episodio "religioso", el escritor
colombiano Fernando Vallejo, en su libro "La puta de
Babilonia
", precisa:

"A mediados de 1209 y al mando de un ejército
de asesinos, el legado papal Arnoldo Amalrico le puso sitio a
Beziers, baluarte de los albigenses occitanos, con la exigencia
de que le entregaran a doscientos de los más conocidos de
esos herejes que allí se refugiaban, a cambio de perdonar
la ciudad. Almarico era un monje cistenciense al servicio de
Inocencio III; su ejército era una turba de mercenarios,
duques, condes, criados, burgueses, campesinos, obispos feudales
y caballeros desocupados; y los albigenses eran los más
devotos continuadores de Cristo… Los ciudadanos de Beziers
decidieron resistir y no entregar a sus protegidos… pero
cayó en manos de los sitiadores y éstos, con
católico celo, se entregaron a la rapiña y al
exterminio… Y así, sin distingos, herejes y
católicos por igual iban cayendo todos degollados…
En la sola iglesia de Santa María Magdalena masacraron a
siete mil sin perdonar mujeres, niños ni viejos…
Albigenses o n o, los veinte mil eran todos
cristianos".

A éste y otros exabruptos han tenido la
desfachatez histórica de llamarlos eufemísticamente
guerras santas. "Una guerra santa sigue siendo una
guerra. Quizá por eso no deberían existir guerras
santas", señala Umberto Eco. Dizque guerra santa con la
promesa del cielo para los que mueran en ella. ¡Qué
desfachatez!

En muchas ocasiones la religión se ha convertido
en "el opio del pueblo" porque ha sido utilizada para dominar y
adormecer las masas y embrutecerlas, y hacerlas pensar en cosas
distintas de sus intereses inmediatos. Según Marx, la
religión es un engaño, una ilusión
utópica, con que se pretende acallar la miseria del
hombre; la expresión de un orden social vituperable, el
arma con que los ricos pretenden mantener su opresión
sobre los desheredados; el opio del pueblo; la enemiga de la
ciencia; y, en manos de la iglesia, la aliada incondicional del
capitalismo. El opio del pueblo significa que la
religión, al señalar la existencia de una vida
futura, le impide al hombre reaccionar contra las miserias de la
vida presente. La religión le inculca al hombre amor y
compasión para con sus semejantes, en vez de infundirle
odio y venganza; así lo incapacita para la violencia y la
revolución
sangrienta. "A lo largo de la historia las religiones han sido
manipuladas por sus sacerdotes y por los dirigentes de las
sociedades",
precisa Antonio Caballero.

Caballero sostiene que "si la Iglesia Católica ha
sido un lastre retardatario en el mundo entero, la Iglesia
colombiana ha sido una de las más reaccionarias del orbe
cristiano. Las jerarquías de la Iglesia colombiana han
estado siempre al servicio de los intereses de las estructuras
sociales existentes, del injusto orden político y social
tradicional, y han puesto siempre el prestigio que les da la
doctrina cristiana del amor, por una parte, y, por la otra, el
poder que les da la riqueza al servicio de lo más
reaccionario que ha habido en Colombia y, en
consecuencia, al servicio de que hoy estemos sumidos en un mar de
sangre".

Un intelectual de la categoría de José
Saramago, premio nobel de literatura, publicó
recientemente un artículo (El factor Dios) por
Internet, que
vale leer, analizar y reflexionar:

"Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha
perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores
maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de
ellas, la más criminal, la más absurda, la que
más ofende a la simple razón, es aquella que, desde
el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar
en nombre de Dios.

Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin
excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a
los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo
causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas
violencias físicas y espirituales que constituyen uno de
los más tenebrosos capítulos de la miserable
historia humana. Al menos en señal de respeto por la
vida, deberíamos tener el valor de
proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y
demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier
religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se
yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes
Dios no es más que un nombre, nada más que un
nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un
día y que vendría a dificultar nuestro paso a una
humanización real. A cambio nos prometía
paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los
unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y
aun sentido común que tanto trabajo nos
costó conseguir.

Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios
no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en
nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo,
principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y
cruel.

Durante siglos, la Inquisición fue,
también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a
interpretar perversamente textos sagrados que deberían
merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un
monstruoso connubio pactado entre la religión y el Estado
contra la libertad de
conciencia y contra el más humano de los derechos: el
derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a
escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra
herejía significa.

Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no
existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de
haber creado un universo entero para colocar en él seres
capaces de cometer los mayores crímenes para luego
justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su
gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las
torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en
nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la
acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir
de terror y sangre las páginas de la Historia.

Los dioses, pienso yo, sólo existen en el
cerebro
humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que
los ha inventado, pero el "factor Dios", ese, está
presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y
señor de ella. No es un dios, sino el "factor Dios" el que
se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los
carteles que piden para América (la de Estados Unidos,
no la otra…) la bendición divina. Y fue en el "factor
Dios" en lo que se transformó el dios islámico que
lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones
de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las
humillaciones.

Se dirá que un dios se dedicó a sembrar
vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es
posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos,
pobres dioses sin culpa, ha sido el "factor Dios", ese que es
terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que
estén y sea cual sea la religión que profesen, ese
que ha intoxicado el pensamiento y
abierto las puertas a las intolerancias más
sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda
creer, el que después de presumir de haber hecho de la
bestia un hombre acabó por hacer del hombre una
bestia.

Al lector creyente (de cualquier creencia…) que haya
conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren
estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien
las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el
sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay
Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con
él, lo que menos importa es el nombre que le han
enseñado a darle. Y que desconfíe del "factor
Dios". No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese
es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado
demostrado y desgraciadamente seguirá
demostrándose".

Como quiera que el fenómeno religioso es tan
influyente en la sociedad colombiana y se encuentra en la base
nuestra principal cosmovisión, es importante conocer el
punto de vista de personas que tienen diferentes maneras de
percibir, interpretar y sistematizar la realidad con
relación al problema de la religión. En
consecuencia, extracto algunos apartes de un juicioso ensayo
(titulado La religión: instrumento del delito y consuelo
de los ingenuos, los ignorantes y los pobres
) aparecido en
Internet a principios del
año 2003:

"El fenómeno religioso ha generado en la
humanidad y en el planeta tierra
catástrofes de inmensa gravedad, catástrofes,
incluso, de mayor gravedad que las catástrofes naturales
del planeta tierra en que vivimos; sin embargo, el
fenómeno religioso no es más que otro de los que
caracterizan al ser humano y, como fenómeno humano, ha
tenido su nacimiento, su desarrollo, y
se dirige hacia su muerte, hacia su desaparición, lenta
pero inexorable. El culto a los fenómenos naturales, que
es el comienzo de lo que llega a ser posteriormente la
religión, sigue teniendo vigencia aunque el humano no lo
perciba, como tal, en su conciencia…

Las religiones predominantes en el mundo de hoy
representan un inmenso poder económico, social,
político, cultural e incluso militar. De acuerdo con
estimaciones de entidades e instituciones
dedicadas a la investigación
social, las principales religiones están representadas
en el Cristianismo, el Islam, el
Hinduismo, el Budismo y algunas
otras religiones chinas; cada una de estas religiones posee
diversas corrientes o expresiones que representan la existencia
de sectores o grupos humanos de
menor significación cuantitativa y cualitativa dentro del
conjunto de la humanidad. El cristianismo se encuentra dividido
entre católicos romanos, protestantes, cristianos
ortodoxos, anglicanos y otros; a la vez, el Islam se encuentra
dividido en las corrientes sunnitas, shiitas y otras de menor
importancia, el hinduismo es un verdadero mosaico de
manifestaciones rituales y de creencias innumerables en variedad.
Otras manifestaciones religiosas son las tribales de regiones en
donde aún no se han consolidado sus pueblos como naciones
modernas; entre ellas encontramos el sikhismo, el shamanismo, el
confucianismo, el bahanismo, el jainismo, el shintoismo y otras;
hay una población, en el planeta, que no se manifiesta
como religiosa y que alcanza unos novecientos millones de
personas; se calcula en unos doscientos cuarenta millones las
personas que se manifiestan como ateos, es decir, de personas que
no creen en dioses; sin embargo, es fundamental precisar,
aquí, que ateo no es todo aquel que en un momento
determinado de su existencia afirma que no hay dios o que no cree
en dioses…

Quienes han llegado a la cima del poder religioso
pertenecen a los grandes poderes económicos de sus
respectivos pueblos y para ello han tenido que acudir a la
intriga, al fraude, al
engaño, al crimen
organizado, a toda una serie de conductas que no son,
precisamente, las que propagan y anuncian en sus inumerables
textos religiosos y en sus permanentes discursos y
sermones. Nada más significativo, en ese sentido, que los
acontecimientos de finales del siglo XX en los que el
Pontífice romano, el más alto jerarca del
catolicismo, se convirtió en cómplice y
usufructuario de los más escandalosos fraudes financieros
de que tengan noticia la historia moderna: La quiebra del
Banco
Ambrosiano dentro de la cual se cometieron no solamente
defraudaciones financieras, que toda la banca mundial
comete, sino asesinatos, torturas, represiones políticas
en países bajo regímenes militares, etc. Los miles
de millones, en dinero, que el
Vaticano ha acumulado, han sido producto del
crimen, del asesinato, del envenenamiento, de la
defraudación, de todo acto criminoso y de lesa humanidad;
y si volvemos la vista hacia otras religiones como el Islam, los
jeques y sus correligionarios no han sido muy diferentes a los
jerarcas del cristianismo católico y el cristianismo
protestante; se diferencian en las formas: unos son más
sofisticados que otros, de acuerdo al desarrollo de sus propios
medios de
enriquecimiento criminal. El delito de las jerarquías
religiosas comienza en las mismas bases de sus dogmas. Porque en
lo que se refiere a los "principios", ellos no han cambiado:
todas las religiones siguen agitando como doctrina los textos
más antiguos de que se tenga conocimiento en la historia
de la humanidad. Y todos esos textos son falsificaciones de todo
tipo mediante los cuales se va transmitiendo, como si fuese una
verdad revelada y dicha por personajes de teatro que van
por el mundo sembrando la mentira, arropada con el vestido
brillante del culto y el rito. En este sentido, la
tradición ejerce un completo dominio sobre todos los seres
humanos creyentes…

En esta perspectiva y retrospectiva es que hoy podemos
afirmar que las religiones han sido instrumento del delito, el
crimen atroz, el fraude, el engaño por parte de quienes
asumieron su liderazgo y,
al mismo tiempo, son el
refugio de los pobres, el espacio de los ignorantes y el campo de
acción de personajes cuyo carácter de ingenuidad y
naturaleza idealista les hace creer que mediante la
religión van a lograr el mejoramiento material y cultural
de la humanidad que ellos desean
humanistamente…

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