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La violencia en Colombia, un fenómeno complejo e inquietante (página 4)



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Cientos de obras se han escrito para demostrar, con
fehacientes pruebas, que
el cristianismo
ha sido un fenómeno esencialmente criminal; pero la
inmensa mayoría de la humanidad no lee, otra gran parte no
cree lo que se escribe y se demuestra en contra de sus creencias
y, el resto, los que leen, lo hacen para sostener la
dominación, el fraude y el
delito dentro de
sus campos económicos y religiosos. Por eso es que quienes
nos aventuramos a denunciar la verdadera esencia del
fenómeno religioso somos como extraños personajes
de otros mundos que arriesgamos, en este trabajo, hasta
la propia vida. Sin embargo, lo hacemos porque esa es nuestra
naturaleza de
seres humanos que hemos mutado el carácter tradicional de la especie humana
en su particularidad, individualidad y
excepcionalidad.

El fanatismo islámico condenó a muerte a un
escritor que reveló lo ridículo del "profeta" y los
ayatollahs islámicos viven el lujo que la
explotación del petróleo les permite, porque en algunos
países ellos son los gobernantes; la sumisión de
toda esa multitud de gentes ignorantes y fanáticas a sus
prédicas absurdas, es su elemento existencial. Un cantante
norteamericano programa un
concierto que los jerarcas islámicos condenan, pero ante
una "donación" dineraria de altas cifras para el culto, le
conceden el permiso para el evento y la música se ejecuta
ante millares de creyentes. Entonces, ¿qué es lo
que domina?

Que siga dominando la religión, cuando
la ciencia ha
alcanzado niveles nunca antes conocidos, cuando en el planeta hay
suficientes medios para
que el hombre sea
libre, cuando es posible la libre expresión, al menos en
los países más avanzados, significa que todo ello
no es suficiente para liberar al hombre de una
herencia que
no es solamente material sino profundamente ideológica y
que por ello es la ideología el elemento de mayor peso en el
sostenimiento de las creencias. Ya las jerarquías
religiosas no necesitan delinquir para obtener, sino que
delinquen para conservar; pero siguen delinquiendo, aunque
mediante otros medios, con el poder
político y cultural que poseen; todo ello gracias al
producto de
sus primeros delitos y
crímenes que siguen dando sus frutos.

Es fácil dominar sobre los que no poseen poder
económico, sobre los pobres, y también es
fácil dominar sobre quienes piensan que es posible
liquidar la injusticia mediante buenas obras. Por ello es que
sigue dominando el imperio de las religiones y
por lo mismo es que aún les queda mucho tiempo para
seguir haciéndolo.

Nuestro propósito consiste en desvelar la esencia
de las religiones
para que aquellos que poseen una inteligencia
de elevado nivel, conozcan algunos elementos que les permitan
adquirir una mediana claridad sobre la verdadera esencia de ese
fenómeno de la humanidad; muchos historiadores,
pensadores, escritores, hombres de inteligencia esclarecida, han
escrito sobre la religión y sobre cada una de las que
existen en el planeta en que vivimos; sin embargo, muchos de esos
escritos se encuentran ocultos o en sitios inaccesibles a los
lectores comunes; consideramos necesario renovar criterios en
forma permanente a efecto de hacer llegar a las inteligencias de
muchos, el
conocimiento y que se conozca que hay personas que nos
interesamos en sostener el hilo conductor que hombres de todas
las etapas históricas de la humanidad han venido tejiendo
para impedir el engaño, el fraude, la mentira, en lo
que se refiere a las creencias y la misma esencia del ser humano.
Nos encontramos entre los seres humanos que pretendemos impedir
el imperio de la mentira en el terreno de las ideologías y
denunciamos con todo el vigor intelectual posible toda esa
historia de
defraudación mediante lo más infame que el hombre
puede utilizar que es el engaño y el crimen. Y
también nos dirigimos a personas que en forma ingenua, por
ser personas sanas y honestas, consideran que mediante la
religión se puede obtener el mejoramiento de la humanidad
y en particular de los pobres que sufren tanto la
explotación material como la explotación cultural
de su existencia vital".

El capitalismo,
en donde impera el todopoderoso dinero, "Don
Dinero", violenta a las personas de una manera tan arrolladora
que, en muchas ocasiones genera y alimenta las más bajas y
ruines pasiones, propicia corrupción, intriga, deslealtad, odio y
muerte. Inexorablemente, cueste lo que cueste, se necesita dinero
para nacer, vivir y morir. Quien no lo tiene lo busca sin
importar lo que tenga que hacer, quien lo tiene lo cuida hasta
con su propia vida. Para los pobres y los ricos el fin justifica
los medios. "El dinero
–también llamado el mercado o el
capitalismo, tres conceptos indisociables- se impone así
como un modo de gestión
de la violencia
radicalmente nuevo, eficaz y universal, opuesto a los de lo
sagrado y de la fuerza"
(Mileno, de J. Attali). Ya Aristóteles (en su obra La
política
) lo advertía en su tiempo que el
exceso de dinero y la extrema pobreza era
motivo de conflictos y
enfrentamientos, ya que una desmedida riqueza hacía
propenso al hombre al desenfreno, a la insolencia, a la
opresión y al desprecio de toda ley; y la pobreza era
apta para engendrar ánimo de esclavo, madre del
descontento, de la corrupción
y de las contiendas civiles. "Excesiva riqueza y demasiada
pobreza son extremos que no conducen a nada bueno" (Historia
de la filosofía,
de Johannes Hirschberger).
La ambición de riquezas materiales
también genera violencia porque, según
Aristóteles, la avidez de los hombres es insaciable, y "la
naturaleza de la codicia consiste precisamente en no tener
límites, los más de los hombres
sólo viven para saciarla" (La política), y
para saciarle se puede llegar hasta el crimen. Aristóteles
pensaba que los hombres se ven arrastrados al crimen por carecer
de lo necesario y por la necesidad de dar amplitud a su deseo de
gozar en todos los sentidos. "Lo
superfluo y no lo necesario es lo que hace que se comentan los
grandes crímenes" (La
política
).

El desmedido y desaforado afán por conseguir y
conservar el dinero (el Dios terrenal), es una de las causas que,
directa o indirectamente, generan violencia. Muchas personas, en
su dura y complicada lucha por obtener recursos
económicos, acuden a todo tipo de habilidades, argucias e
ingeniedades, con la máxima de que "el fin justifica los
medios" y el oprobioso lema "el que tranza, avanza". Quien es
despojado de su dinero mediante la violencia, la estafa o el
descuido, lo agobian emociones como la
frustración, la rabia, el resentimiento, el deseo de
venganza, la sensación de incapacidad, la angustia, entre
otros sentimientos negativos, que le propician actitudes y
conductas violentas o agresivas.

El mundo capitalista, con sus "avances"
tecnológicos y su desaforado consumismo, crea algunas
seudonecesidades que, el hombre en su afán de
satisfacerlas, hace lo que sea, así tenga que acudir al
crimen. El capitalismo aprovecha la ansiedad de la sociedad por
hacer realidad los sueños de alcanzar un mejor
nivel de vida y crea de esa necesidad los bienes y
servicios para
venderle, utilizando para ello la publicidad
alienadora. Una de las tareas autoimpuestas del sistema de
mercado (propio de la estructura
social capitalista) es convertir las satisfacciones que no
cuestan en satisfacciones que cuestan dinero, encontrar nuevas
formas de comercializar la amistad, la familia, el
ocio, el descanso.

Según el antropólogo Jean Baudrillard, el
mundo contemporáneo se caracteriza por un proceso de
desmaterialización de la realidad: la mirada del hombre ya
no se dirige hacia la naturaleza, sino hacia las pantallas de
televisión; la
comunicación se ha convertido en un fin en sí
misma y en un valor
absoluto. Los mitos han sido
desplazados y el exceso de información dificulta la búsqueda
del sentido. El drama de la alienación, que bajo el
impulso de movimientos de tipo marxista había animado la
sociedad a principios del
siglo XX, ha sido sustituido por una ideología centrada en
el éxtasis de la comunicación. Después de la ebriedad
del progreso y del crecimiento la sociedad intenta dotarse de una
nueva imagen de
sí misma.

Frei Betto, en el libro
¿Qué es el neoliberalismo?, precisa que
"bajo la avalancha electrónica, que reduce la felicidad al
consumo,
entramos en dos callejones sin salida": el mimetismo y la
exacerbación étnica, el fanatismo religioso, el
chauvinismo vociferante y la intolerancia. "Perdemos la capacidad
de soñar –sostiene- sin ganar a cambio sino el
vacío, la perplejidad, la pérdida de identidad. En
dosis químicas la felicidad nos parece más viable
que recorrer el instigante camino de la educación de la
subjetividad. Se mercantilizan las relaciones conyugales y de
parentesco y amistad".

Según la común creencia liberal de que el
éxito o
el fracaso dependen totalmente de la voluntad del individuo por
esforzarse y trabajar, los pobres están socialmente
aislados, separados de la corriente cultural. En el sistema
capitalista, a pesar del argumento de poder de la mayoría,
para el pobre es imposible competir con el rico, que siempre lo
mantiene sometido a la necesidad del trabajo en la lucha por
sobrevivir, por la subsistencia y le hace creer que es incapaz de
superarse, para eso el capitalismo le inventa más
necesidades al pobre, para que cada vez que intente conseguirlo,
encuentre algo nuevo.

La sociedad de consumo, según el escritor
uruguayo Eduardo Galeano, es otra clave del que él llama
"el mundo al revés", que es un mundo injusto, en donde se
les repite a los jóvenes que sin automóvil propio y
zapatos de marca no merecen
existir. El imperativo que en ésta la publicidad impone se
traduce en invitación al delito. "La dictadura del
consumo es un tipo de injusticia que se suma a la injusticia
más obvia, la que determina que los pobres se multipliquen
al mismo tiempo que la riqueza se concentra en pocas manos",
precisa en una entrevista
publicada en Intenet, y agrega que la
televisión difunde mensajes de violencia y
constriñe al consumismo. "¿Cuántas escenas
de consumismo ven? ¿A cuántos ejemplos de
despilfarro y ostentación asisten cada día?
¿Cuántas órdenes de comprar reciben los que
poco o nada pueden comprar? ¿Cuántas veces por
día se les taladra la cabeza para convencerlos de que
quien no compra no existe, y quien no tiene, no es?
Paradójicamente, la televisión
suele trasmitir discursos que
denuncian la plaga de la violencia urbana y exigen mano dura,
mientras la misma televisión imparte educación a las
nuevas generaciones derramando en cada casa océanos de
sangre y de
publicidad compulsiva: en este sentido, bien podría
decirse que sus propios mensajes están confirmando su
eficacia
mediante el auge de la delincuencia".

Luz Stella Porras Villamizar (comunicadora social)
señala que los comerciales de televisión
usan imágenes
de niños y
de mujeres que no tienen nada que ver con el producto y a la vez
generan un imaginario de consumismo que va en contra de los valores de
la cultura
nacional y de la realidad económica de la familia
colombiana; es decir, que éstos venden sus productos
presentando imágenes estereotipadas de los jóvenes
y generan entre ellos identificaciones basadas en prejuicios de
clase, raza y
sexo.

Por su parte, el comunicador social Sergio Raúl
Parada Rico precisa que el capitalismo ejerce su control sobre los
medios de información, que, junto con el sistema
educativo, le permiten establecer un sentimiento de
legitimidad y apoyo de sus instituciones.
La publicidad, lógicamente en la actualidad, cumple un
papel principal en este proceso. Los negocios en
gran escala no
participan frecuentemente en la exposición
abierta de ideologías e ideas políticas;
sin embargo, se manejan disfrazadas desde los medios que,
generalmente o por lo menos los más importantes, son
propiedad de
los emporios capitalistas gigantescos, que a su vez mueven la
política
de las naciones (dirigentes de todo tipo, congresistas,
presidentes, alcaldes, gobernadores, etc.)

La vida de los anuncios es de ocio, donde el trabajo, si
es que aparece representado, "es un mal necesario" un incidente
en el auténtico sistema de vida. Claro, a la gente le
gusta saborear las cosas que le agradan, y esas cosas
están en las vacaciones, en los paseos, los viajes, las
buenas comidas, las buenas bebidas, los carros lujosos y
cómodos y en fin de todas las comodidades que lo alejan de
las dificultades del trabajo, que desde el sólo hecho de
buscarlo es una carga, que es un castigo y que para nada es un
goce, es una obligación.

En la actualidad la publicidad tiene una influencia
moral tan
poderosa como la iglesia
medieval, que le ha creado al hombre valores de
vida, donde lo material lo estratifica y lo clasifica dentro del
entorno social; para ello crea el sistema de consumo productos
exclusivos a los cuales sólo pueden acceder los más
pudientes; para eso la misma sociedad consumista en cabeza de los
capitalistas se inventan los restaurantes, cafés y
discotecas exclusivas, en las cuales se imponen tarifas elevadas,
para separarse de los pobres, que además se ubican en los
sectores comerciales, donde la sola imagen del pobre salta a la
vista ante tanta opulencia.

La expresión de la democracia
liberal juega el doble papel de libertad,
donde no hay mucho para escoger, donde unas políticas de
mercadeo y
publicidad bombardean todo el tiempo, y en todas partes al
individuo, para convencerlo que está lleno de necesidades,
que debe suplir para mantener su rol de ser social. El consumo y
la democracia liberal, juegan su papel en la retórica del
libre mercado que da la impresión de que todo lo que se
anuncia está dispuesto para todo el mundo; cuando en
realidad esta libertad de elección existe sólo para
los que pueden pagarlo.

Igualmente sucede con el mercado de la política,
donde el individuo tiene tantas posibilidades para escoger y
seleccionar, que finalmente termina apoyando las políticas
que logran salir al mercado, porque aquellos individuos que no
poseen el capital para
promover sus estrategias
publicitarias en aras de dar a conocer sus propuestas, y no poder
mostrar sus mejores perfiles, sencillamente pasa
inadvertido.

A través de la publicidad la mujer es
cosificada e instrumentalizada. Las mujeres son representadas,
como poco inteligentes, incluso estúpidas, necesitando que
un hombre asesore la mayoría de actividades que requieren
la utilización de equipos sofisticados. Está
representada; como objeto sexual que puede ser, y anhela se
"poseída" por el hombre, si consume los productos que
anuncia. Los anuncios se apoyan en la venta sexual,
intentando atraer la atención del público con
estímulos eróticos, a veces con poca o ninguna
relación con el producto.

Los publicistas utilizan los mensajes provocativos y
situaciones sexualmente sugestivas incluso, dirigidos a las
mujeres para vender los productos. Davi Reisman sostiene que "sin
la voluntad de la mujer para
quedarse en casa y administrar el consumo, el orden
económico actual quedaría severamente dañado
en su capacidad de expandirse".

En esta dinámica, la mujer en este doble papel de
subordinada–objeto, está estereotipada, pero por las
posibilidades actuales de participación medianamente en la
vida social y en su gran mayoría con capacidades
económicas propias y más preparadas que en otras
épocas, se espera que actúen como compradoras y
consumidoras inteligentes. La estructura del
capitalismo ve en la mujer un objetivo de la
preocupación del consumo, como elemento de medio
publicitario y también como consumidora, a mayor escala,
por la diversidad de roles que cumple en la sociedad.

La publicidad, en consecuencia, juega un papel vital en
la conformación de la ideología del nuevo
capitalismo. Al fomentar sus objetivos,
rechaza cualquier arenga estridente de una audiencia cautiva.
Más aún, su mensaje se tiende discreta pero
persistentemente como parte del entretenimiento social y de la
actividad ociosa. "Productores de toda clase de artículos
que, amparados por un sistema proteccionista aberrante, no gastan
en una mejor elaboración de sus productos lo que sí
malgastan en habilidosas propagandas con el exclusivo fin de
manipular y lograr que consuman sus pésimos
artículos", aclara Jesús Jaramillo Posada en su
libro "Personalización, liberación y relaciones
humanas
".

En el capitalismo, eso que llamamos libertad se
convierte, por la ausencia de valores o debido a la misma
situación humana y social, en una condena, en fuente de
angustia vital. La historia es el testimonio de la decadencia del
hombre, de un desertor de la vida que vive de sucedáneos
(poseer, poder, progreso científico), sustitutos de los
verdaderos valores y de las auténticas funciones y
actividades vitales. Con el llamado progreso, el hombre ha
perdido más de lo que ha ganado. Se ha convertido en un
ser fracasado, en una pasión inútil. El hombre
capitalista es un ser monstruoso, una plaga del mundo.

El ser humano y sus relaciones están devaluados
en nuestra sociedad. El hombre se halla perdido en un mundo que
él mismo ha creado; parecería que tuviera
vocación de suicida. Los hombres solamente existen como
objetos, no como sujetos que poseen sentimientos y pasiones, pues
la sociedad ha enfocado su acción
hacia los medios, olvidando los fines. Mientras más
objetos crea y consume, es menos él mismo. Pasamos por una
crisis de
identidad humana.

Erich Fromm, en su libro El Arte de
Amar,
plantea que el hombre actual tiene muchos líos
producto de una sociedad donde lo que prevalece y domina todo es
el dinero, la productividad y
el pragmático interés.
Es por eso que la persona se ha
transformado en un artículo y experimenta que sus fuerzas
vitales son algo que vale dinero y que por lo tanto hay que
invertir para ganar más beneficios posibles en las
condiciones imperantes en el mercado. Así, muchos estamos
enajenados de nosotros mismos, de nuestros semejantes y de la
naturaleza. Nos destruimos a nosotros mismos porque no buscamos
crecer por dentro, en los valores del espíritu, sino ganar
y llenarnos de cosas. El hombre moderno está enajenado de
sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza; en efecto,
se destruye a sí mismo porque no busca crecer por dentro,
en los valores del espíritu, sino ganar y llenarse de
cosas; los demás no son para él personas para amar
sino competidores a los que hay que ganarles y que hay que
tumbar; al mismo tiempo está destruyendo la naturaleza, es
decir la propia casa, el propio ambiente que
le da vida. Las relaciones
humanas son esencialmente las de autómatas enajenados,
en las que cada uno basa su seguridad en
mantenerse cerca del rebaño y en no diferir en el pensamiento,
el sentimiento o la acción. Al mismo tiempo que todos
tratan de estar tan cerca de los demás como sea posible,
todos permanecen tremendamente solos, invadidos por el profundo
sentimiento de inseguridad,
de angustia y de culpa que surge siempre que es imposible superar
la separatidad humana.

El filósofo Hebert Marcuse es contundente en su
crítica
y cuestionamiento al modelo
capitalista de la sociedad industrial avanzada. En su obra El
hombre unidimensional
sostiene que "más allá
de las apariencias y
los prejuicios, la sociedad opulenta conquistada por el
capitalismo industrial contemporáneo, se ha constituido en
la
organización más cerrada y autoritaria de que
se tenga memoria. Porque
en el lugar donde, en otros tiempos históricos, campeaban
el terror, la intimidación y el despotismo como fuente de
autoridad y
poder, la sociedad industrializada ha entronizado la conformidad,
la abulia, el control y la
administración de todas las pulsiones instintivas y
contradictorias". Este estilo de vida
impide al hombre percatarse de su triste condición humana,
de su falta de libertad. No puede desarrollar y fortalecer su
conciencia
crítica. "Negocios y política. Beneficios,
utilidades, publicidad, prestigio, máquinas
y, sobre todo, necesidades, vienen a convertirse en una avanzada
radical que impone en todas partes una idea de libertad falsa y
su represión connatural. El erotismo, llamado por
definición a convertirse en potencia
básica de la vida, en instinto vital infatigable, se
reduce a la más ruda manipulación genital; la
capacidad creativa del hombre a partir de la cual se hacen
posibles la crítica y la poetización, vale decir,
la construcción de otra dimensión, se
liquida a sí misma en la lógica
de la integración", señala el
filósofo e historiador Rafael Méndez comentando la
obra de Marcuse.

Según el filósofo Nicolás Berdiaev,
la mano fuerte del poder del dinero es una forma de violencia muy
arraigada, porque es la dictadura oculta de la sociedad
capitalista. "No es directamente, por medio de la violencia
física,
como se despoja a un hombre de su libertad de conciencia, de la
libertad de pensamiento, y de la libertad de opinión, sino
que se le coloca materialmente en posición de dependencia,
y así se ve abocado a la amenaza de muerte por
inanición, y ulteriormente a la privación de su
libertad. El dinero da independencia;
la falta de dinero pone a un hombre en situación de
dependencia", señala en un ensayo
publicado en el libro "La Ciudadanía Mundial".

El Marxismo
sostiene que el Estado,
dentro del sistema capitalista, genera violencia, y por tanto hay
que abolirlo, porque éste "encarna en sí los
intereses de una clase social que oprime y defiende sus propios
intereses frente a los otros sectores en pugna"
(Filosofía Contemporánea, de Roberto
José Salazar Ramos). El Estado, que es
efecto de la división de la sociedad en clases, debe
desaparecer debido a que encarna toda violencia
sistemática y organizada. "Una sociedad que se mueve entre
antagonismos de clase necesita del Estado, es decir de una
organización de clase explotadora para
mantener las condiciones existentes de producción y para mantener por la fuerza a
la clase explotada en las condiciones de opresión,
determinados por el modo de producción existente"
(Sistemas Sociopolíticos, de Birte Krabbe de
Suárez). Por eso planteaba Lenín que el Estado
burgués (componente de la superestructura de una sociedad,
y la superestructura es la expresión de los intereses de
la clase dominante) había que destruirlo a través
de la revolución socialista, que es una revolución
violenta. "La destrucción del Estado burgués es
asimismo la destrucción de la democracia, puesto que
según Lenin la democracia es el Estado que reconoce la
subordinación de la mayoría a la minoría, es
decir, una organización llamada a ejercer la violencia
sistemática de una clase contra otra" (Sistemas
Sociopolíticos,
de Birte Krabbe de Suárez).
Pero el Marxismo también genera violencia, pues su
implantación, tal como lo sostiene el mismo Marx, tiene que
realizarse a través de una revolución violenta
porque la burguesía no quiere dejar el poder por las
buenas. "La revolución es una fase del Materialismo
Histórico, que se desprende de la lucha de clases, y
por lo cual tiene necesariamente un carácter violento,
encaminado lógicamente, a la transformación radical
de los fundamentos de la sociedad" (Filosofía
Contemporánea,
de Roberto José Salazar Ramos).
Parodiando a Eduardo Galeano, para "colombianizar" a Colombia hay que
empezar por colombianizar al marxismo, que no es catecismo ni
copia al calco sino llave para entrar en el país profundo.
Y las claves del país profundo están en las
comunidades indígenas, en los campesinos, en los tugurios,
en la miseria, en la marginación, en el analfabetismo,
en la injusticia social, invictas en sus socialistas tradiciones
de trabajo y vida.

Los seguidores del marxismo propusieron abolir el
sistema de producción capitalista para imponer una
economía comunista a través de la
vida revolucionaria de la guerra civil.
En donde se puso en práctica el marxismo los resultados
fueron fatales. "Marx fue el último intento para realizar
los ideales de la modernidad:
libertad, igualdad y
fraternidad. El socialismo real
oculto detrás de la muralla de Berlín se nos
reveló como el mayor chantaje de la historia, como una de
las mayores expresiones de cierta interpretación de la historia: aquella que
nos predica que todo vale en la medida en que yo de manera
egoísta pueda gozar al máximo al costo de la
mayoría que luchado por el reconocimiento de la dignidad de la
persona humana" (Postmodernidad. ¿Ruptura con la
modernidad?
Daniel Herrera Restrepo).

Es tan poderoso el impacto del capitalismo (no porque el
socialismo o comunismo sea
mejor) y sus nefastas consecuencias que, a pesar de toda la
inconmensurable y demoledora crítica, cuestionamiento y
denuncia de muchos intelectuales:
escritores, filósofos, políticos, sacerdotes y
científicos, no ha disminuido el evidente proceso de
deshumanización.

El imperio capitalista aliena y violenta frecuentemente
con la tecnología, en lugar
de liberar al individuo y romper las barreras en el mundo.
¿Cómo? ¿Acaso la tecnología no es
para mejorar la calidad de
vida? Ese es el ideal, pero en la práctica no siempre
es así. El desarrollo
tecnológico actual invade la vida familiar, social,
laboral y el
ocio. La guerra y la paz dependen del él. La publicidad y
la propaganda nos
manipulan, alienan e instrumentalizan. Según G. Friedmann,
"el individuo, insatisfecho como productor, trata de hallar
satisfacción como consumidor". El
brillante filósofo ingles Oswald Spengler, en su libro
"El hombre y la Técnica", sostiene que "la
técnica nace como la táctica vital del depredador
que hay dentro de cada ser humano; pero, no podríamos
decir que es el propio desarrollo de la técnica, cada vez
más acelerado, lo que fomenta nuestro lado insaciablemente
depredador".

La proliferación asombrosa de la técnica
ha producido un entusiasmo desbordante porque se afirma que los
avances técnicos resolverán las enfermedades, la muerte, la
pobreza, la ignorancia… Pero, igualmente, nos genera temor
y hostilidad, debido a que somos capaces de "exterminar"
industrialmente a los demás, asesinar a multitudes de
manera simultánea y atentar contra nuestro planeta.
"Gracias a la técnica se han multiplicado enormemente los
recursos
humanos y el número mismo de los individuos de nuestra
especie, pero también se han destruido los puestos de
trabajo de poblaciones enteras, ha aumentado el abismo que separa
a los pueblos desarrollados industrialmente de aquellos que se
aferran o no conocen sino técnicas
más primitivas, ha aumentado exponencialmente la
contaminación del medio ambiente
e incluso algunos creen que nos amenaza el agotamiento de ciertos
elementos naturales básicos", sostiene Savater. En este
contexto, a pesar del confort y del disfrute de algunos, sus
vidas se supeditan al mero consumo de novedades que les nublan el
conocimiento
de sí mismos y el de los demás. "El capitalismo
está avanzando hacia la derrota final tanto en
términos materiales como en el plano ideal. Cuanto mayor
se torna la brutalidad con la que esta forma de reproducción convertida en modelo social
universal devasta al mundo, más se va infligiendo golpes a
sí misma y más va minando su propia existencia"
(Razón Sangrienta, de Robert Kurz)

El advenimiento de la sociedad tecnológica
científica ofrece a la humanidad un nuevo sentido de
orientación "despertando la conciencia de que el verdadero
camino de la existencia no se consigue en buscar la guerra sino
en promover la paz, no el precipitar el conflicto sino
en promover la cooperación", sostiene Young Seek Choue en
su libro La Ciudadanía Mundial. Por su parte, Matilde
Niel, en un ensayo (La
fenomenología de la tecnología.
¿La liberación o la enajenación del hombre
?) publicado en
ese libro, afirma que "la tecnología sería
inofensiva, o inclusive benéfica, si la usaran los hombres
liberados de sus pasiones; pero empleada por el hombre enajenado,
amenaza la existencia del individuo, de la civilización y
la propia especie humana". Ese hombre enajenado o alienado
jamás logra ser él mismo, no vive el presente, no
piensa ni actúa por sí mismo, ignora cómo
vivir, necesita siempre a alguien a quien adorar, o servir, u
odiar o combatir. "El hombre enajenado –señala Niel-
se halla tenso, en trance de batalla, violento; es estrecho,
intolerante, autoritario, pusilánime ante la autoridad,
receloso de pensar o actuar como los demás, desconfiado y
conformista".

Sin que se pretenda desconocer que la tecnología
ha mejorado la calidad de vida
con el alivio y curación de enfermedades, la facilidad
para ejecutar algunas actividades y la prolongación de la
vida, entre muchos otros beneficios, ésta ha contribuido a
la enajenación del hombre y no a su liberación. La
civilización materialista está arrojando al
individuo fuera de la sociedad, es un ser alienado, enajenado.
Alienado por el poder tecnológico y consumista, el sujeto
desea, espera, desespera, adora y menosprecia. La
alienación humana es menos un estado objetivo de vida que
un sentimiento de disociación del mundo en conjunto: la
idea de que el hombre ha perdido su identidad o autoconciencia es
importante para la definición de alienación. Este
desencanto aumenta con la evidencia de que gran parte del
trabajo, hoy en día no tiene una gran importancia social
más allá de la extensión del consumismo. La
primera ley del capitalismo es crear consumidores.

Seek Choue considera que el avance científico,
además del ateísmo y la rebeldía sin causa
de la juventud, ha
traído como consecuencia que muchos jóvenes se
entreguen desesperadamente a la
drogadicción y al placer sensorial como forma de
escapismo, "revelando de tal modo otro aspecto trágico de
la moderna civilización materialista". Por eso propone
enseñar a los jóvenes "que una sola parte no
constituye el todo, y que la destrucción por sí
misma no puede crear automáticamente nada nuevo…
deberíamos esforzarnos por medio de la educación
por inculcarles una filosofía sana de la vida, una
sólida conciencia histórica, patrones elevados de
valoración, y también un sentido de la misión que
tienen de mejorar la sociedad humana".

Pero ¿son buenos o malos los avances
tecnológicos? Ambos juicios están justificados.
Ante su desmedido avance ¿qué hacemos? Pienso,
junto con grandes intelectuales, como Fernando Savater, que buena
o mala es muy poco lo que se puede hacer para remediar la
deshumanización, "porque parece que la técnica se
despliega y multiplica a pesar de nosotros, aunque impulsada por
nuestros anhelos y codicias. Se diría que cabalgamos sobre
un tigre del que ya no podremos bajarnos sin ser inmediatamente
devorados por él". Oswald Spengler sostiene, en este
sentido, que una vez emprendido el camino de la técnica no
podremos detenernos porque, alimentándonos con
máquinas, se nos despierta el apetito de otras nuevas y
debemos resignarnos a que "cada invención contenga la
posibilidad y necesidad de nuevas invenciones, de cada deseo
cumplido despierte otros mil deseos y cada triunfo logrado sobre
la naturaleza estimule a nuevos y mayores éxitos",
sostiene en su libro "El Hombre y la Técnica". Y
esta especie de resignación parece hacerse más
aceptable tras la afirmación de Martín Heidegger,
quien piensa que no hay grandeza ninguna en el destino que nos
espera, sino más bien la desesperación de olvidar
en la sociedad masificada y consumista las preguntas esenciales
de la vida.

Las ideologías, mal interpretadas, comprendidas y
asumidas, generan violencia tal como lo ha demostrado la
historia. ¿Qué es ideología?
Ideología es un conjunto de ideas que forman un todo; este
todo puede ser un sistema, una teoría.
La ideología, entendida como un sistema de
representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos),
dotado de una existencia y de un papel histórico en el
seno de una sociedad dada, adolece de defectos y cumple funciones
negativas: complejos de superioridad (sentirse los mejores,
menospreciando a los demás), ortodoxia (espíritu
estrecho de intolerancia) y mesianismo (sentirse con una
misión especial que cumplir). Las ideas despiertan
simpatías o antipatías, esperanzas o temores. Quien
pretende imponer una ideología busca todos los medios a su
alcance, valiéndose inclusive del misticismo, el
fanatismo, la violencia, como ocurre en nuestro país por
las ideologías de izquierda o de derecha, y en este
momento ya no es ciencia ni
filosofía. La ideología tiene efectos alienadores,
masificadores y cosificadores. La alienación, o
pérdida del dominio del
hombre sobre su ser y pensar, impide que el hombre controle las
cosas, porque éstas tratan de controlarlo. La
masificación desfigura la realidad, y presenta sus
verdades como absolutas. La cosificación tiende a
convertir a la persona en una cosa. La ideología se mueve
en los planos anticientífico, seudocientífico y
precientífico. Desde el momento en que la ideología
aliena al hombre, lo ciega respecto al verdadero contenido de la
ciencia, y de la filosofía y así lo esclaviza; la
habilidad intelectual dialéctica del ideólogo es el
arma fundamental para imponer las ideologías, los
fanatismos políticos, religiosos e idealistas con los que
más funestas consecuencias han traído a la
humanidad, como está ocurriendo actualmente en el medio
oriente, mundo de guerra por fanatismos religiosos. La
ideología, como todo lo humano, es ambivalente: buena o
mala según la medida de las cosas, viciada de
nulidad.

De las ideas y la pluma de grandes intelectuales como
Marx, Lennin, Trotsku y otros han surgido "mares de sangre",
aunque ellos, por naturaleza, no fueron personas malvadas o
violentas. Muchos hombres, de mediana inteligencia, que gracias a
algunas ideologías han conseguido el poder
político, se han convertido en intolerantes, tiranos,
totalitaristas e intransigentes, como Mussolini, Stalin, Hitler, Mao
Tse-Tung, Franco, Ayatola Khomeini, Pol Pot, Sadam Hussein y
Amín Dada, entre otros. Así, se concluye que el
poder es otra fuente de violencia, y como vivos y conocidos
ejemplos podemos citar a los tiranos antiguos, algunos
emperadores romanos, reyes y reyezuelos antiguos, medievales y
modernos, y dictadores contemporáneos.

APROXIMACIÓN A LA EXPLICACIÓN
SOBRE LAS ACTITUDES VIOLENTAS O AGRESIVAS

Son múltiples y variadas las posibles causas de
la agresividad y de la violencia. Según el informe
"Forensis" (1999), del Instituto de Medicina Legal
y Ciencias
Forenses, de Colombia, citado por Jorge Alcalde, se puede
asegurar que "hay muchas clases de violencia y muchas causas o
móviles". El homicidio, las
lesiones personales, la violencia
intrafamiliar y el delito sexual aparecen como las
principales causas de violencia. El homicidio, la forma
más conocida de violencia, lo define el informe como "la
acción intencional provocada por otros, que causa la
muerte de una persona". A pesar del surgimiento de nuevos
escenarios de violencia por parte de la disputa
ejército-guerrilla-autodefensas-narcotráfico-delincuencia organizada, "el
enfrentamiento armado sólo corresponde al 10% de los
casos, mientras que el ajuste de cuentas, las
riñas y los atracos agrupan el mayor porcentaje", precisa
el informe. Las lesiones personales, consideradas como "los
daños en el cuerpo o en la salud, de
características no fatales", se generan en la migración
masiva y las relaciones sociales inestables. "El temor frente a
la inestabilidad y la ruptura de los vínculos -sostiene el
informe-, hacen que se rechacen cualquier conflicto y
expresión de hostilidad acumulada con relación al
otro, llegando al uso de la fuerza para negar este conflicto". La
violencia intrafamiliar, que es un fenómeno de
raíces culturales, Forensis la define como "toda
acción u omisión cometida por algún miembro
de la familia, con relación de poder, que perjudique el
bienestar, la integridad física, psicológica o la
libertad o el derecho al pleno desarrollo de un miembro de la
familia, sin importar el espacio físico donde ocurra". El
delito sexual "está constituido por actos o amenazas que
atenten contra la dignidad y la libertad sexual de una persona,
ejercidos mediante el uso de la fuerza física o
engaño con el propósito de imponer una conducta sexual
en contra de la propia voluntad", precisa Forensis. El
informe señala que este tipo de violencia se presenta como
violación, abuso sexual,
pornografía, prostitución infantil, prostitución forzada, trata de personas,
proxenitismo, la oposición a la anticoncepción, al
embarazo o
el aborto
forzado.

Ante la abrumadora, patética y evidente realidad,
surge la pregunta de ¿por qué algunas personas son
violentas? Es posible que nunca se sepa, dada su intrincada
complejidad, o que sea más sencillo de lo que se supone.
Pero muchos colombianos, de aquellos que no les gusta profundizar
en el porqué de las cosas, están convencidos que la
problemática violenta es causada principalmente por el
desempleo, la
falta de participación, la carencia de oportunidades, la
embriaguez, la drogadicción, el maltrato familiar y otras
vivencias cotidianas.

Es probable que muchos ignoren que el comportamiento
violento hunde sus profundas raíces en componentes
insondables de la
personalidad humana, estudiados por la sociología, la psicología, la
psiquiatría, la antropología, la medicina
forense, la neurología, la fisiología, la criminología, la filosofía y el
derecho, entre otras ciencias.

Algunos desconocen que la persona, además de ser
un ser social, es un ser biológico. El filósofo
Luis José González Álvarez, en su libro
"Ética Latinoamericana", nos dice que "en la
conducta humana
también influyen la estructura superior de la personalidad
(inteligencia y voluntad), el fondo endotímico (estados de
ánimo, vivencias emocionales, instintos y tendencias) y el
fondo vital (sistema
óseo, muscular, endocrino, nervioso, sensorial,
digestivo, excretor, reproductor, respiratorio y circulatorio).
Todo esto tiene que ver con la estructura biopsíquica de
la persona, es decir, con lo afectivo (emociones: pasiones y
sentimientos), intelictivo y volitivo. El obrar humano no es
sólo inteligencia y voluntad: también es
sentimiento, y muchas veces predomina el sentimiento sobre el
entendimiento".

González Álvarez sostiene que "en la
conducta del hombre también influyen las bases
biológicas del comportamiento, porque nuestra
comprensión del comportamiento
humano no puede ser completa si no conocemos los fundamentos
del cerebro y del
resto del sistema nervioso.
Nuestro comportamiento (conductas, estados de ánimo,
motivaciones, percepciones, sentimientos, pensamientos, memoria y
actividades biológicas) está muy relacionado con
nuestra conformación biológica".

Según Freud, la persona
también es un ser biopsicosocial, por lo cual su estilo de
vida depende, además de la voluntad, de las circunstancias
del entorno. Es por eso que las condiciones hacen a los hombres.
"Nunca la humanidad alcanzó las condiciones humanas que la
protejan del miedo, del odio, la cólera,
el aburrimiento que genera lo que hoy se ha llamado angustia
vital
. De allí que se hace imperiosa la necesidad de
tener siempre presente que el ser humano posee una
trilogía indestructible e invalorable, la que va a darnos
la manera de vivir: es un ser biopsicosocial. Es decir, que su
estilo de vida o manera de vivir no depende únicamente de
su voluntad, sino también de las circunstancias que
moldean al individuo, que lo acogen en un momento dado y de las
que lo recibirán en el futuro", aclara Beatriz Díaz
de Narváez en el prólogo de un texto sobre
conferencias de Freud en los Estados Unidos
publicado bajo el título de Los Sueños y el
Psicoanálisis
.

En el comportamiento humano o en los actos humanos
también influyen los trastornos de la personalidad:
Esquizoide, Paranoide, Narcisista y Antisocial. El
sicólogo Charles G. Morris, en su libro
"Psicología, un Nuevo Enfoque", al respecto
sostiene lo siguiente:

"El Esquizoide consiste en un patrón de conducta
en que el sujeto se muestra aislado y
sin consideración por los demás. Se caracteriza por
una conducta excéntrica. La persona no tiene capacidad o
deseo de formar relaciones sociales ni sentimientos de afecto o
ternura. Es solitaria e incapaz de expresar sus sentimientos y
los demás la juzgan fría, distante y carente de
sentimientos… El Paranoide consiste en un patrón de
conducta en que una persona es demasiado suspicaz y
desconfía de los demás. Es cautelosa, reservada,
intrigante, discutidora e insincera, aunque a menudo se considere
persona objetiva y flexible… El Narcisista consiste en un
patrón de conducta en que el individuo tiene un exagerado
sentido de su importancia personal y
necesita una admiración constante. Se caracteriza por una
conducta exagerada, emocional o errática… El Antisocial
consiste en un patrón de conducta violenta, criminal,
inmoral o explosiva y en la incapacidad de sentir afecto por los
demás. Anteriormente se les llamaba sociópatas o
psicópatas. Mienten, roban, engañan y muestran poco
o ningún sentido de responsabilidad, aunque suelen ser inteligentes y
agradables a primera vista. Algunos son estafadores, criminales,
impostores, fementidos, espurios, socaliñeros, locuaces,
etcétera. La personalidad antisocial rara vez muestra el
menor vestigio de ansiedad o sentimiento de culpabilidad
por sus actos. Acusan a la sociedad o a sus víctimas por
las acciones
antisociales que cometen. Se cree que se origina por una
privación emocional en la niñez".

La locura también influye en el
comportamiento humano, y a veces se expresa en forma violenta. Es
importante aclarar que aquí se trata de la locura como
aquel estado en que una persona pierde la prueba de realidad, se
aleja de los patrones del aquí y del ahora, no puede
distinguir lo interno de lo externo y, en forma irreversible, se
aleja del principio consensual de realidad.

En el comportamiento también influyen el
carácter y el temperamento. El carácter
–explican los expertos- es el conjunto o trama de
cualidades psíquicas que dan especificidad al modo de ser
de un individuo; el conjunto de disposiciones reflejado en las
cualidades que determinan el modo de adaptación a la vida
de un individuo, su conducta responsable y sus valores. Es la
marca o sello de un hombre, su conjunto o configuración de
características, su estilo de vida. Alfred Adler da mucha
importancia a la niñez temprana en la formación del
carácter. Destaca la existencia universal de sentimientos
de inferioridad. En virtud de su pequeñez e impotencia, el
niño inevitablemente se considera inferior a las figuras
adultas.

El temperamento, en concepto de los
sicólogos, se refiere a los fenómenos
característicos de la naturaleza emocional de un
individuo, incluyendo su susceptibilidad a la estimulación
emocional, la fuerza y la velocidad con
que acostumbran a producirse las respuestas, su estado de humor
preponderante y todas las peculiaridades de fluctuación e
intensidad de el estado de humor, considerándose estos
fenómenos como dependientes, en gran parte, de la
estructura constitucional y predominantemente
hereditario.

Los agentes socializadores: la familia, la escuela, las
personas de su edad, los medios de información y la
religión también influyen profundamente en la
configuración de nuestro comportamiento.

El respeto a los
demás es el fundamento del código
social moderno; pero si no podemos ver las cosas desde el punto
de vista del otro, las reglas sobre lo que es lícito y lo
que está prohibido parecerán una mera
afirmación del poder de los adultos; por tanto, pueden
transgredirse en cuanto sea posible. Lemos Simmonds sostiene que
por la dinámica violenta, "el prójimo no nos
interesa ni para mal ni para bien, así que nos hemos
acostumbrado a interiorizar nuestros conflictos y a guerrear con
el hermano. Vivimos en un pequeño limbo sangriento
entregados a la violencia intertribal, porque nunca conocimos
otra distinta". Hacemos énfasis en el respeto, ya que
éste es un pilar fundamental para la convivencia, debido a
que "el respeto por la vida –señala Fromm-, tanto la
de otros como la propia, es el concomitante del proceso de la
vida y condición para la salud
psíquica".

Los valores también influyen profundamente en el
comportamiento, por cuanto quien interioriza el respeto, la vida
y la libertad como valores supremos, es muy posible que
difícilmente se involucre en la práctica de
conductas violentas o agresivas que pueden dañar a las
personas, porque, antes de proceder de esta manera, sus
principios o sus ideales le permitirán reflexionar sobre
la responsabilidad de sus actos.

La concepción judeocristiana, que impera en
Occidente, precisa que el hombre es violento porque no teme, ni
respeta y vive alejado de Dios. En consecuencia, muchos aseguran
que la violencia se debe a que ya no "respetamos" o "tememos" a
Dios, a que nos olvidados de Dios. Por más que respetemos,
temamos y recordemos a Dios, ningún esfuerzo, por
más ético y moral que sea, nos librará
definitivamente de la violencia, posibilidad siempre abierta a la
libertad humana y favorecida por estructuras
socioeconómicas aberrantes. Antes, cuando todavía
no "nos habíamos olvidado de Dios", ¿no
existía violencia? ¿Acaso épocas
profundamente influenciadas por la creencia en Dios, no fueran
afectadas por la violencia? Con Dios o sin Dios siempre ha habido
y habrá violencia.

Según Pascal, el
"pecado
original", aquella falta originaria, producto de libre
determinación, provocó la expulsión y
abocó al hombrea al castigo de la muerte ye el error, es
el responsable de que la humanidad sea infeliz, torpe, limitada,
miserable, falsa, frágil, vana, viciosa, imperfecta,
mediocre, vacía y se equivoque. Como hemos sido expulsados
del a perfección, el pecado original es condición
deplorable que nos compete a todos y nos hunde en la miseria. La
corrupción original, el primer pecado que nos aleja del
estado de perfección, determina nuestros esfuerzos por ser
felices. Aunque se trata de un planteamiento muy respetable,
éste no podría ser una respuesta a la
explicación sobre la actitud
violenta. El filósofo británico Bertrand Russel, al
contrario de Pascal, sostiene que es la concepción del
pecado original lo que nos hace infelices.

Los seguidores del hinduismo, que impera en la India y gran
parte de Oriente, sostienen que los apegos materiales son
causantes de nuestras frustraciones; por lo tanto, permanecemos
en conflicto interno, lo que se manifiesta en guerras,
terrorismo,
angustia, ansiedad y toda clase de enfermedades
mentales.

La filosofía y la ciencia han intentado indagar y
explicar las causas de la violencia y, en general, de la actitud
beligerante y agresiva.

A. Explicaciones
desde el punto de vista filosófico

Para muchos filósofos, la razón, la
inteligencia, el espíritu, es el principio regulador de la
conducta humana; otros, por el contrario, sostienen que el ese
regulador es el instinto, lo inconsciente, lo irracional. Entre
los primeros encontramos a Sócrates
(uno de los primeros pensadores que se interesó por
estudiar racionalmente la conducta del hombre), Platón,
Aristóteles, San
Agustín y Santo Tomás de
Aquino; entre los segundos se pueden citar a Maquiavelo,
Hobbes,
Rousseau,
Schopenhauer,
Feurbach, Marx, Nietzsche,
Freud, Lorente y Skiner. Más adelante desarrollaré,
sucitamente, algunos de sus teorías
al respecto.

Según algunos pensadores, los pueblos antiguos
vivían en permanente estado de guerra como
condición vital, como una actividad "natural", por cuando
su vida, libertad, pertenencias y territorios dependían de
la valentía con que los defendían. Su vida
tenía "sentido" si estaban preparados para "guerrear", ya
fuera para defenderse o para atacar en procura de riqueza
material y poder total sobre los lugares
"conquistados".

Los antiguos griegos, forjadores de las bases que
apuntalan gran parte de nuestra tradición occidental,
trataban de seguir las "orientaciones" de sus dioses
tradicionales, que jugaban con el destino de los hombres. Los
dioses decidían el destino de los hombres, y éstos
no eran más que simples juguetes para
satisfacer los caprichos de los dioses. Los dioses
intervenían en el destino del hombre, pues eran
éstos quienes decidían quién combatía
y quién moría en éste. Estos dioses los
enfrentaban en absurdas disputas, en donde morían o
padecían sólo por capricho de éstos. El
determinismo de los dioses tradicionales condicionaba la percepción
de un mundo caótico e irracional y no la de un cosmos
ordenado y racional. Los dioses griegos, recreados por los poetas
Hesíodo y Homero, fueron
duramente cuestionados por algunos filósofos antiguos.
Jenófones criticó de manera virulenta a la
religión tradicional y a sus dioses, afirmando que estos
poetas atribuyeron a los dioses todo lo que es reprensible y sin
decoro, y contaron sus malvados y detestables procedimientos:
robar, adulterar y engañar. Según Platón,
Hesíodo y Homero engañan al espíritu con la
relación de hechos vergonzosos y mezquinos. Séneca
criticaba a los sabios que culpaban a los dioses como
responsables de los desastres y fenómenos naturales.
Afirmaba que en los tiempos griegos, como en los del Imperio Romano,
el gran vulgo no respetaba otra razón que la del miedo y
la aparente arbitrariedad y torpeza de Júpiter. Los sabios
"consideraron que el miedo era necesario para poner un freno a la
ignorancia, y quisieron que el hombre temiera a un se superior a
él… Y para aterrar a aquellos que sólo por
temor se abstienen del mal, hicieron cernerse sobre nosotros un
Dios vengador y armado constantemente", aclara en su libro
"Cuestiones Naturales".

La filosofía nos muestra cómo la
orientación ética y
moral de cada persona o grupo social
determinan algunos comportamientos. Calicles sostenía que
los poderosos se imponen y que la benevolencia y la rectitud no
son virtudes naturales, porque la naturaleza se guía por
la ley del más fuerte. Planteaba que las reglas morales no
son sino el refugio de los débiles ante el temor que estos
tienen de los hombres decididos y valientes. Los valientes son
los que no se dejan impresionar por el dictado de la
mayoría y los que, cuando toman conciencia de su propio
poder, son capaces de acciones grandes. Este pensador griego, que
resulta audazmente moderno, sostiene que las reglas morales no
son sino el refugio de los débiles ante el temor que estos
tienen de los hombres decididos y valientes. Los valientes son
los que no se dejan impresionar por el dictado de la
mayoría y los que, cuando toman conciencia de su propio
poder, son capaces de acciones grandes. Afirmaciones como la de
que todos somos iguales y la que la moderación sea una
virtud no tienen asidero en la realidad. Los débiles
están hechos para ser mandados por los fuertes. Los
más fuertes e inteligentes tienen derecho a dominar al
resto de los hombres y a poseer las mayores riquezas.
Están mejor quienes hacen el mal que quienes lo sufren.
"El mejor, el poderoso, debe mandar en política, haciendo
lo que quiera en todos los campos, sin escrúpulos;
mientras tenga el poder debe darse la gran vida ayudando a sus
amigos y molestando a sus enemigos, dando rienda suelta a sus
apetitos y no parándose en nada que se oponga a su
satisfacción", señala Reynaldo Suárez Diaz
en su libro "El Mundo de la Filosofía". La
felicidad se consigue con la lujuria, la intemperancia y la
licencia; quien predique y practique lo contrario vive de
convencionalismos en contra de la naturaleza, es un débil
y un resentido.

En concepto de Fernando Savater, "la santísima
trinidad (los ideales de excelencia) platónica está
conformada por el Bien, la Verdad y la Belleza y pertenece a un
orden ideal más allá de este mundo; pero la
tríada infernal que parece en cambio presidir nuestros
conflictos terrenales está constituida por el mal, lo
falso y lo feo".

Aristóteles concebía al hombre como un ser
racional, es decir, con dos tendencias: instintos, aspiraciones y
motivaciones animales y
naturales. Pensaba que es la unidad de dos fuerzas
antagónicas: sujeto al impulso animal, al instinto, y
sujeto a la razón, al espíritu. Le asignaba la
primacía al factor racional, "al alma sobre el
cuerpo, e indica que la dignidad humana radica en su
racionalidad, acentuando en esta forma la desvalorización
del impulso animal y del cuerpo", precisa el antropólogo
colombiano Ángel María Sopó en el libro
"Antropología". Según Aristóteles,
el hombre es un ser con pasiones irracionales, pero su alma las
regula. "Las inclinaciones naturales, los deseos y pasiones, como
la avaricia y el orgullo conducen a la destrucción de la
ciudad, mientras que la acción regida por la
decisión libre y racional, permite la existencia de la
ciudad y señorear sobre las cosas de acuerdo al orden
natural", agrega Sopó. El hombre aristotélico, como
compuesto de cuerpo y alma, está dotado de apetito y
razón. "Siendo el animal más acabado y perfecto de
la naturaleza, es, sin embargo, el animal más peligroso y
el peor de todos, cuando se aparta de la ley y de la justicia",
precisa Sopó. El escritor ruso Fiódor
Mijáilovich Dostoievski, en su profunda búsqueda
dentro del alma humana, nos dice que "se habla a veces de la
fiera crueldad del hombre, pero esto es terriblemente injusto y
ofensivo para las fieras; una fiera no puede ser nunca tan cruel
como el hombre, tan artística y refinadamente cruel"
(Los hermanos Karamázov). El filósofo
francés Montaigne se preguntaba si habría algo
más ridículo que esa miserable criatura (el
hombre), "quien lejos de ser dueña de sí misma, se
halla sometida a la injuria de todas las cosas, se llame a
sí misma dueña y emperatriz del mundo, cuando
carece de poder para conocer la parte más íntima, y
no digamos para gobernar el conjunto". El catedrático
Jaime Luis Gutiérrez Giraldo, en su libro
Cavilaciones, sostiene que "somos la especie más
cruel y despiadada que jamás haya existido sobre la
tierra".

Los estoicos recomiendan vivir de acuerdo con la
naturaleza, controlando sus pasiones y respetando al
prójimo.

San Agustín sostiene que en el mundo existe el
mal. Trapicerías, mentiras, trampas, violencia y
engaños prueban la existencia del mal. "En el hombre hay
algo podrido, su voluntad es impotente por naturaleza". En su
obra Confesiones afirma que el dolor, enfermedad,
catástrofes, corrupción hablan de la presencia
permanente y avasalladora de la maldad el universo
conocido. Así, aquella disposición anómala
de carácter que empuja a un individuo particular a la
incontinencia, el vicio y el crimen, no lo involucra sólo
a él, ni en él se genera o puede controlarse. Es un
principio universal, autónomo, poderoso.

Nicolás Maquiavelo sostiene en El
Príncipe
que la unidad del Estado no proviene de la
Iglesia, sino del poder secular y en especial de un
príncipe poderoso y absoluto, que sabe hacerse temer sin
hacerse odiar y sabe que por cualquier medio se puede afianzar y
mantenerse en el poder. "Zorro y león al mismo tiempo,
el
príncipe no puede ser débil; lo único
que debe importarle es afianzarse en el poder sin reparar en lo
justo o injusto, bondadoso o cruel, alabable o vituperable",
explica Suárez Díaz. "El fin justifica los medios",
es la divisa maquiavélica.

El citado Rafael Méndez, analizando la obra de
Maquiavelo, sostiene que el príncipe deberá ser
extremadamente riguroso y cruel. "Todos los tribunos, sus mujeres
y sus familias deben morir, y el resto de la población ha de ser obligada a la
disposición y abocada a la pugna intestina y al mutuo
resentimiento. Cualquier extremo es válido, pues la
situación es de una claridad meridiana: o sobrevive el
príncipe usurpador, o sobrevive la
república; la vida de uno es la muerte del
otro".

Según Nicolás Maquiavelo, el hombre es
malo por naturaleza. La concepción antropológica de
este pensador florentino parte de que "la naturaleza
humana no responde a los altos ideales propuestos por
la moral,
porque los hombres se revelan en su cotidianidad malvados,
desagradecidos, veleidosos, propensos a la simulación
y al disimulo, temerosos del peligro, ansiosos de ganancias que
olvidan más rápido la muerte de su padre que la
pérdida de su herencia", sostiene Sopó. El pensador
florentino plantea que el hombre es mediocre, perezoso, cobarde,
tonto, falso, torpe, avaro y egoísta. Maquiavelo afirma
que el hombre nace y muere de acuerdo con su orden invariable. Su
naturaleza siempre está impulsada por los mismos intereses
y las mismas pasiones, el amor al
poder o ambición y el amor a las
cosas o codicia. De acuerdo con el pensamiento
maquiavélico, el hombre es un ser naturalmente malo,
sujeto a las pasiones y dispuesto a satisfacer sus apetitos
insaciables. Como los hombres desean poseerlo todo y sólo
pueden obtener poca cosa, se origina así un estado natural
de violencia.

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