"Engordar y sacar la cabeza del
retrete fue
el acto más político que
he realizado en mi vida"
Abra Fortune Chernik
"Pasar hambre es lo femenino de la
actualidad,
como sucedía con los desmayos
en la era victoriana"
Marya Hornbacher
Para los parametros actuales de la belleza, la Maja
desnuda de Goya está barrigona y ni siquiera la Maja
vestida logra ocultar la gordura bajo su traje apretado. La Venus
del espejo de Velázquez está culona y las Tres
Gracias de Rubens son tres pobres gordas, no sólo
sobrepasadas de peso, sino necesitadas de una liposucción
que las libre del exceso de celulitis. Para los actuales modelos
estéticos, la expulsión de Adan y Eva de Miguel
Ángel mueve más al terror de la opulencia carnal
que a la reflexión teológica por la culpa
cometida.
Y si se nos antojara un peregrinaje a través de
la historia del
arte y cruzar las diversas épocas pintóricas,
nos ofendería tanta carnosidad en virgenes con niños,
en asuntas al cielo sorprendentemente voluminosas, angelitos e
infantas regordetas, ninfas atléticas y dianas curvosas.
Incluso las Meninas resultan pesadas y de grandes proporciones.
Ni que decir de los ex libris y postales
eróticas de la Belle-Epoque, de las
fotografías prohíbidas de la época
victoriana, o de las lujuriosas tarjetas de la
París de fin-de-siecle, de las incisiones y
acuarelas eróticas de Modigliani y los dibujos
neoclásicos de Picasso donde
el oscuro objeto del deseo se encarna en una mezcla de
corpulencia y manteca. Se trata de mujeres más veces
propensas a las curvas que a la exigüidad de la
grasa.
En el mundo del arte, la anemia es
prerrogativa de la muerte que,
con su inseparable guadaña, es representada en forma
desnutrida, igual que las modelos raquíticas que
anualmente desfilan en la Plaza Cibeles de Madrid o en la
Piazza Spagna de Roma.
Seres humanos como Marilyn Monroe, Zsa Zsa Gabor y Jane
Mainsfield que para el inconsciente masculino de los años
50 fueron el hada madrina de sus sueños eróticos,
para los gustos de hoy nadie las bajaría del calificativo
de obesas.
Definitivamente, la "Wonder Woman" de comienzos del
tercer milenio es un ser hambriento, con cintura de avispa, que
recuerda más a un palillo de dientes que a una existencia
curvilínea.
Si damos un paso más en el tema, encontraremos
que las muñecas rechonchas con que jugaron las mujeres que
hoy oscilan en los 50 años de edad, se han vuelto
anoréxicas como las Barbies con que la generación
siguiente comenzó a jugar a partir de la fecha de su
invención, en 1959. Desde entonces hay una Barbie
imposible en el interior de las cincuentonas de todo el
mundo.
Las estadísticas norteamericanas refieren el
progreso famélico de nuestra cultura: de
1996 a 1998 en Estados Unidos
más de 17 millones de personas usaron productos para
perder peso. Pero no se trata de mujeres obesas: el 8% de las
mujeres de peso normal han recurrido a más de un producto para
calar de peso. Y hace 28 años, para cuando apareció
por primera vez en una revista
femenina el término "celulitis", el peso de las modelos
era un 8% inferior a las otras mujeres, mientras en la actualidad
es de un 25% menos. Cada año más de 500.000 muertes
son atribuibles a malos hábitos alimenticios.Todo esto
revela que comer se ha vuelto un problema y que la epidemia
internacional de la llamada "Thin Culture" no tolera bombonas ni
rellenitas. Una vez más: los cetáceos están
condenados a muerte.
En el mundo actual todo ha sido tocado por la dieta.
Obsesionada por el peso, hasta la misma filosofía de la vida se ha vuelto
light. La cultura canturrea dietas tras
dietas para bajar de peso y hasta se pudiera pensar que el eje de
gravedad de la vida moderna son las calorias.
La báscula de baño se ha vuelto el amante
de muchas mujeres y algunos filososos han señalado que
nuestro principal tabú cultural no es el sexo, como en
tiempos de Freud, sino la
comida. Ahora pasar hambre es lo refinado. Las conversaciones
sociales, en efecto, giran alrededor de preguntas del tipo:
"¿Me ves gorda?" y el status social
y económico se expresa con los signos de la
flacura o de la barriga. Díme cuanto comes y te
diré quien eres. Lucir mejor es la ocupación de
mucha gente.
Para desilusión de Marx, la batalla
entre pobres y ricos rebota ahora en la epidermis: los actuales
poderosos, la gente exitosa y en boga, las personas famosas,
salvo excepciones como el difunto Pavorotti, los triunfadores y
personas de prestigio, tienden a ser enjutos y demacrados al
estilo de Hugh Grant, Julia Roberts, Penélope Cruz, Nicole
Kidman y Leonardo di Caprio. Sólo la población pobre, tronada y necesitada es
gordinflona.
La influencia sociocultural juega un papel importante.
Los mensajes encubiertos o subliminales de los medios
sociales, es decir, los triviales anuncios que vemos en las
calles mientras vamos a nuestras labores diarias, la publicidad con
que los bancos
acompañan nuestras cuentas, o
simplemente las telenovelas que día a día enclavan
a millones de personas frente a la tele, descalifican nuestro
cuerpo real y nos comunican un profundo deseo de ocupar menos
espacio físico o el placer de estar delgados. Por otra
parte, la campaña de las firmas cosméticas
sobredimensionan la estética corporal. Ser o no ser esbeltos:
éste es el problema. Pareciera que las gordas no van al
cielo o que el sebo es un engendro del demonio.
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