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¿Noviazgo con no cristianos? (página 2)




Enviado por Kenluis Kenton



Partes: 1, 2

Quisiera finalizar esta introducción volviendo a reafirmar el
carácter pastoral de este artículo.
No pretendo animar a nadie a salir con una persona no
cristiana, es una opción peligrosa como después
veremos. Tampoco pretendo justificar a aquellos que han decidido
hacerlo. Deseo dar una perspectiva pastoral sobre una realidad
que está ahí y no es posible obviar

Los inconvenientes de las relaciones
con personas no cristianas

Mi
dilatada experiencia pastoral entre jóvenes me ha
permitido
poder observar
y, también verme involucrado pastoralmente, en muchas
relaciones entre muchachos y muchachas creyentes y sus parejas no
creyentes. Si he de ser honesto y no faltar a la verdad, he de
afirmar que por una de estas relaciones que ha acabado bien, han
habido una gran cantidad que han acabado con el total alejamiento
de la persona creyente del círculo de la fe y la
comunión con los hermanos. También he de afirmar
que todos aquellos que acabaron tan tristemente estaban seguros y
convencidos de que a ellos no les iba a suceder, de ninguna de
las maneras, una situación de ese tipo. Sin embargo, son
muchos los factores involucrados en una relación entre
creyentes y no creyentes y, en muchas ocasiones, tienen un efecto
sobre la vida del cristiano que éste, no puede predecir ni
controlar. Veamos algunos de ellos

A.Una perspectiva de la vida
diferente

En el pasaje antes mencionado Pablo afirma
"¿tienen algo en común la luz con las
tinieblas?" Los creyentes somos repetidamente llamados en la
Biblia hijos de la luz, del mismo modo, los no creyentes son
denominados como hijos de las tinieblas, personas, que ellas
mismas, viven en tinieblas. El contraste no puede ser más
evidente, y esa evidencia se pone de manifiesto de una manera
más clara en formas diferentes, cuando no contradictorias
de ver y entender la vida.Hace unos años, la cultura
judeocristiana era la base que proporcionaba la perspectiva
básica de la vida de nuestros países. Por tanto,
muchos de nuestros conciudadanos, a pesar de no ser personas
nacidas de nuevo, estaban de acuerdo con muchos de nuestros
valores y
nuestra cosmovisión. Sin embargo, esto está
cambiando de forma drástica y alarmante.

Cada vez más, el consenso cultural
que proveía el cristianismo
está siendo puesto en duda y, en muchas ocasiones,
abiertamente atacado, cuestionado y rechazado. Como consecuencia,
cada vez hay una distancia mayor entre la forma de ver y entender
la vida de cristianos y no cristianos. De esta manera, salir con
una persona no cristiana significa salir con alguien, que con un
alto grado de probabilidad,
ve la vida de forma diferente de tal y como nosotros la vemos.
Los antropólogos afirman que nuestras conductas, la parte
más visible de nuestro ser, están directamente
marcadas por nuestros valores, y estos, por nuestra perspectiva
de la vida o cosmovisión. Creyentes y no creyentes vemos
la vida de una forma muy diferente y no hemos de
engañarnos respecto a este punto. Nosotros tenemos una
perspectiva eterna de la vida. Creemos que todo no acaba con los
pocos o muchos años de existencia que Dios nos conceda.
Por eso, vivimos, o deberíamos vivir, el presente a la luz
de la eternidad. Creemos en un Dios personal que por
medio de su Palabra nos ha revelado su voluntad y nos pide y, por
tanto, espera, que ordenemos nuestra vida personal y,
naturalmente, familiar a la luz de su
revelación.

La perspectiva de una persona no cristiana
no está basada en la Palabra de Dios, por lo tanto,
tampoco lo estarán sus valores y, finalmente, sus
conductas.Esto es algo mucho más serio de lo que a simple
vista pueda parecer. De la misma manera que no es posible mezclar
el aceite y
el agua, es
muy complicado el formar un proyecto de vida
en común entre dos personas que tienen perspectivas de la
vida diferentes y, en el caso de los no cristianos, abiertamente
contrarias a las enseñanzas del Señor. Un proyecto
de vida en común tan sólo podrá llevarse a
cabo si uno de los dos renuncia a sus valores y prioridades en
beneficio del otro. Desgraciadamente, la experiencia nos
demuestra que en la inmensa mayoría de los casos, el
cristiano renuncia a los suyos en beneficio de la persona no
cristiana.Durante el noviazgo puede producirse la falsa
impresión de que todo marcha bien y de que es posible
sobrellevar la situación. En ocasiones, la única
discrepancia parece ser la negativa de la persona no cristiana en
asistir a la iglesia, pero
al margen de este "pequeño detalle" el resto de la
relación parece soportable y llevadera. Pero hemos de ver
las cosas con más perspectiva de futuro, ¿sobre la
base de qué valores se tomarán las decisiones
acerca de qué metas plantearse como matrimonio?
¿Qué valores determinarán la educación de los
hijos que la pareja pueda tener? ¿Cómo se
decidirán o solucionarán los dilemas éticos
que se plantean a lo largo del matrimonio? ¿Cuáles
son los valores
con los que nuestro futuro cónyuge afronta la vida
matrimonial? ¿Qué concepto tiene de
la fidelidad, del matrimonio para toda la vida y un largo
etcétera de serias preguntas que uno, debe plantearse,
antes de casarse, no cuando ya no existe la posibilidad de una
vuelta atrás?En el libro de
profeta Amos, en el capítulo 3 versículo 3 se nos
plantea una interesante pregunta: "¿Andarán dos
juntos, si no estuvieran de acuerdo?" Es imposible el seguir un
mismo camino cuando no existe un claro y mutuo acuerdo acerca de
lo esencial. Del mismo modo, es muy difícil, por no
afirmar de manera rotunda que imposible, el desarrollar un
proyecto matrimonial sin haber un claro acuerdo entre los dos
cónyuges. Ahora bien ¿Cuál será la
base sobre la que se establecerá este acuerdo? La
respuesta no es difícil, o se hace sobre la base de la
Palabra de Dios, o por el contrario, sobre la de los valores de
esta sociedad

B.Los límites de
la relación

Una relación entre una persona
cristiana y otra no cristiana nunca puede ser completa.
¿Es mi afirmación temeraria? Honestamente, creo que
no. Será del todo imposible el poder compartir toda
nuestra dimensión espiritual con una persona, que en el
mejor de los casos no la quiere experimentar y, en el peor de los
escenarios, niega la realidad misma de su posible existencia o
esta opuesta a ella.Seamos realistas, no podremos compartir
aquello que Dios nos está enseñando. Tampoco
nuestras dudas, preguntas, inquietudes o necesidades. Todas
nuestras experiencias con relación a nuestra amistad con Dios
tendrán que ser mantenidas en la intimidad personal, ya
que, nuestro posible cónyuge, si es positivo,
únicamente nos podrá escuchar paciente y
amablemente y, si es negativo, se burlará o
considerará totalmente ridícula toda nuestra
vivencia espiritual.Habrá toda una dimensión de
nuestra vida que nunca podrá ser compartida y si lo es, no
podrá ser entendida y correspondida por la persona con la
que estemos viviendo. Además, si nuestra relación
personal con el Señor va creciendo y
desarrollándose, el abismo irá ensanchándose
de forma imparable y la soledad que experimentaremos en esta
área lo hará al mismo ritmo.

Otro de los límites que
experimentaremos estará relacionado con la imposibilidad
de utilizar los recursos de Dios
para nuestra vida matrimonial. Nuestra fe cristiana nos
proporciona una cantidad de recursos de tremendo valor que
facilitan y ayudan a construir una relación matrimonial
sana. Pensemos, por ejemplo, en el perdón. Cuando existe
una relación saludable con el Señor es muy
difícil el mantener una actitud de
enfado, amargura o resentimiento hacia nuestra pareja. El
Señor apela de forma repetida a nuestra conciencia acerca
de la necesidad de arreglar la situación y hacer algo al
respecto. El creyente experimenta que incluso la propia comunicación con el Señor se vuelve
difícil e, incluso imposible, cuando no arreglamos
nuestros asuntos pendientes. El Espíritu Santo pone
convicción de pecado y de la
necesidad de dar los pasos necesarios para restaurar la
relación rota con nuestra pareja. Pero todas estas
dinámicas espirituales que Dios produce en nuestra vida,
no se dan en la vida de la persona no cristiana. Aquella persona
que por orgullo se niegue a reconocer ante el Señor su
pecado, tendrá serios problemas en
la vida matrimonial para reconocer las faltas y dar
los pasos para una reconciliación efectiva.

Es posible que algún lector pueda
pensar que su novio, o novia, todo y no ser cristianos son
personas abiertas a pedir perdón. Naturalmente, esto es
posible, pero no olvide el lector que he usado el perdón
tan sólo como una ilustración. Existen muchos otros recursos
tales como la humildad, el amor
incondicional, el servicio, la
paz, la paciencia, la fidelidad, etc., que Dios produce en
nuestras vidas y pone a nuestro alcance y, que un no cristiano,
no podrá experimentar. Mi propia experiencia, tras 22
años de matrimonio, me ha enseñado que toda
relación matrimonial, sea uno cristiano, o no, es
difícil y complicada. Sin embargo, los recursos que el
Señor pone a la disposición de la pareja cristiana
son de una increíble ayuda en esa preciosa tarea de
construir una relación matrimonial significativa. Uno debe
ser consciente de que los mismos, tan sólo podrán
ser experimentados y disponibles para uno de los miembros de una
unión entre un cristiano y un no creyente

En este aspecto, hay algo que el creyente
debe de tener muy claro, es lo siguiente, ¿Hasta
qué punto, el tener una relación personal con Dios
es un aspecto no negociable a la hora de plantearme un proyecto
de vida en común con otra persona? Si para el creyente,
este punto no es un no negociable, entonces carece de todo
sentido toda la argumentación que podamos hacer al
respecto. Volveremos más adelante sobre este aspecto
clave, por el momento, vamos a dar por sentado que se trata de
algo que ningún creyente está dispuesto a
negociar.Cuando le expresemos a nuestro novio/a no creyente la
importancia de nuestra relación personal con Dios es
natural que le cueste o no pueda entenderlo en
absoluto.

Pablo lo explica del siguiente modo:
"el hombre
mundano [aquí tiene el sentido de no cristiano] es incapaz
de captar lo que procede del Espíritu de Dios; lo
considera un absurdo y no alcanza a comprenderlo, porque
sólo a la luz del Espíritu pueden ser valoradas
estas cosas" (1 Corintios 2:14). Para una persona que carece de
una dimensión espiritual, las cosas del Espíritu
carecen de sentido y no puede entender que para nosotros pueda
ser algo tan importante. Lo más probable es que esa
persona no vea más allá de nuestra asistencia a la
iglesia y ciertos hábitos piadosos que tenemos, tales como
leer la Biblia y orar. De ningún modo puede entender el
significado de tener una relación de amor con Dios
y de que Él se involucre en cada aspecto de nuestra
vida.Consecuentemente, no podrá entender el porqué
su incredulidad puede ser una razón de tanto peso como
para hacer inviable la relación de pareja e incluso
llevarnos a una ruptura de la misma. Tal vez hemos de ayudarlo a
ver las cosas desde su punto de vista o, dicho de otro modo, en
categorías que él o ella puedan entender."Te
quiero, estoy dispuesta a pasar el resto de mi vida contigo. Eres
lo más importante de mi vida y no pueda imaginarla sin ti
(que romántico ¿Verdad?). Quiero compartirlo todo
contigo, caminar, pasear, salir juntos, fijarnos metas, en fin,
todo, todo, menos una pequeña área de mi vida.
Cuando era pequeña fui abusada sexualmente, como
consecuencia he desarrollado una auténtica aversión
hacia todo tipo de relación sexual. Cariño, no
tendremos relaciones sexuales, pero eso sí, podremos
disfrutar del resto de las áreas de nuestra
relación. Estoy segura que no te
importará"¿Cómo reaccionaría nuestra
pareja? ¿Estaría dispuesta a una vida de matrimonio
sin ningún tipo de contacto sexual?
¿Seguiría pensando que vale la pena una
relación de este tipo? Seamos sinceros al respecto, lo
más probable es que nos dijera que en esas condiciones no
está dispuesto a seguir adelante. ¿Por qué?
Sin duda, porque en sus categorías, como también en
las nuestras, la relación sexual dentro del matrimonio es
una fuente de placer y unión para la pareja.
¿Cómo sería posible vivir con una persona
que no quiere o está incapacitada para dicho tipo de
relación? Con toda probabilidad ninguno de nosotros,
tampoco una persona no cristiana, consideraría completa
una relación a la que faltara dicho ingrediente. Una
persona no cristiana puede entender a la perfección lo
anteriormente dicho ya que entra dentro de aquellas
categorías que puede entender y bajo las cuales funciona.
Del mismo modo, hemos de explicarle que para nosotros, como
cristianos, la relación con el Señor es tan
importante como la sexualidad,
la
comunicación intelectual o el intercambio afectivo.
Esto naturalmente, si es que realmente nuestra relación
personal con Dios tiene ese grado de importancia. Tal vez muchos
creyentes pueden pensar que renunciar a Dios es más
aceptable que renunciar a una buena relación sexual.
Cuestión de prioridades.Lo que he pretendido por medio de
este ejemplo es que ayudemos a la persona no cristiana a entender
cuán importante es para nosotros el que nuestro futuro
cónyuge tenga una relación personal con el
Señor, y la única manera de hacerlo es
expresándolo en categorías comprensibles para un no
cristiano.

Si decides salir con él o
ella

Si has
tomado la decisión de salir (vuelvo a insistir, no de
comprometerte o casar Te, lo cual, creo que es contrario a
aquello que nos enseña la Biblia) o ya estás
saliendo con una persona no cristiana, es muy importante que
tengas en cuenta algunos aspectos básicos que me
gustaría comentar contigo de forma más
extensa

A.La importancia de contrapesos que
equilibren tu relación sentimental

Durante la etapa del enamoramiento se
produce, con demasiada frecuencia, una pérdida de la
objetividad por parte de la persona enamorada. El enamoramiento
ha sido definido como una respuesta emocional a la imagen que nos
hemos creado de la otra persona. El enamorado, por decirlo de
otra manera, no ve la realidad, ve más bien aquello que
desea ver. El enamorado proyecta sobre su pareja una imagen
irreal, mezcla de sus deseos, ilusiones y esperanzas y,
consecuentemente, se relaciona con la misma y no siempre con la
realidad. El enamorado no ve, o más bien, no desea ver, la
realidad.

Los defectos, las primeras y claras
evidencias de
que el amado o la amada no son como ellos creían son
reprimidos, justificadas y sublimadas. Con una ilusión, en
ocasiones rayana en lo infantil, la persona enamorada desea
creerse que todos los posibles problemas se arreglarán
como en un mágico cuento de
hadas. De nuevo, es preciso afirmar que el enamorado no ve la
realidad, tan sólo, en muchas ocasiones ve aquello que su
ilusión, su esperanza, sus sentimientos desean ver. No es
una barbaridad afirmar que durante el enamoramiento se produce
una pérdida notable de la capacidad de ser objetivo. Se
da el caso, de que en una determinada relación, todas las
personas que la rodean, pero no están involucradas
emocionalmente, son capaces de ver y valorar cosas, situaciones,
conductas, actitudes, que
los novios no son capaces de ver, o no desean ver. Rara vez los
consejos, advertencias, avisos y valoraciones externas sirven
para algo, especialmente si uno de los enamorados cierra sus ojos
ante la realidad y se empeña en ver aquello que desea
ver.

Otro de los aspectos que hacen necesario el
tener unos buenos contrapesos que equilibren nuestra
relación sentimental es la vinculación emocional
que se produce con aquella persona que estamos saliendo. Mi
experiencia pastoral me ha permitido observar que, con gran
frecuencia, la persona cristiana es consciente de su
auténtica situación. No es extraño que se
llegue a un punto en la relación en que el creyente
reconozca que las cosas no van bien, que la persona con la que
está saliendo no manifiesta ningún interés
por el evangelio, o incluso, es abiertamente contraria. El
cristiano puede llegar al punto de ser consciente que aquella
relación, de continuar, tendrá serias implicaciones
para su relación personal con el Señor, sin
embargo, la vinculación emocional se ha hecho tan grande,
que hace doloroso el mero hecho de pensar en romper la
misma.Llegados a este punto, el creyente puede entrar en una
auténtica batalla emocional. Por un lado, será
consciente de aquello que Dios espera de Él, una
conciencia, que con frecuencia va en aumento. Por otra parte, su
vinculación emocional y afectiva le producirá un
gran dolor al pensar y plantearse la posibilidad o necesidad de
una ruptura. Situaciones de este tipo se resuelven de maneras muy
variadas. En ocasiones, el cristiano romperá su
relación con Dios, de esa manera, pretenderá
acallar la voz del Espíritu
Santo que redarguye su corazón.
Otras veces, el creyente romperá la relación
emocional, no sin un profundo dolor y sentimiento de
pérdida.

Creo que la vinculación más
peligrosa que se puede establecer entre una persona cristiana y
una que no lo es, es aquella vinculación que está
basada en el sexo. Si la
pareja tiene relaciones sexuales, sea con coito incluido, o sin
él, la fuerza de la
atracción sexual hará mucho más
difícil, si no imposible, el romper dicha relación.
Acostumbra a pasar que las parejas que han incluido el sexo en su
relación previa al matrimonio, vean como éste
desplaza el resto de las áreas que deben desarrollar como
futuro matrimonio. La comunicación emocional, intelectual
y espiritual, mucho más costosas y laboriosas en su
desarrollo y
construcción, quedan totalmente desplazadas
por el vínculo sexual, mucho más gratificante,
fácil de practicar y fácil de enmascarar como un
intercambio emocional

Aquellos creyentes que estén
saliendo con una persona no cristiana y tengan relaciones
sexuales, bien sea por propia iniciativa, o por ceder a las
presiones de la otra persona, entran en una dinámica peligrosa. Esta, no solamente les
causará dolor y efectos emocionales, sino que,
además, hará mucho más difícil la
ruptura de la relación, incluso, aunque el cristiano haya
llegado a una clara comprensión de la necesidad de
hacerlo. El sexo es una trampa que atrapa en sus redes.

B.Tres contrapesos
básicos

Quisiera en este apartado poder compartir
con el lector los que considero deberían ser tres
contrapesos básicos a desarrollar cuando se tiene una
relación con una persona no cristiana. El primero de ellos
sería tener los límites claros. Al decir los
límites me refiero a tener decidido si el matrimonio con
una persona no cristiana es una opción válida o no
para el creyente. Ya hemos hablado lo que la Biblia enseña
al respecto, ahora bien, cada persona ha de decidir si va a vivir
bajo el consejo de la Palabra de Dios. Todo creyente ha de tener
claramente establecido si la fe cristiana es una cualidad no
negociable a la hora de plantearse la relación con una
persona de cara a un posible matrimonio.

Además, los límites han de
establecerse en frío, es una decisión que debe
tomarse antes de comenzar ningún tipo de relación.
Es una decisión que debe estar establecida antes de que el
enamoramiento empañe nuestra capacidad para tomar
decisiones sabias y equilibradas. Si para nosotros es un aspecto
no negociable que nuestro futuro cónyuge sea creyente,
debemos verbalizar claramente nuestros límites y
expectativas a la persona con la que pretendemos establecer una
relación. Esta, tiene el derecho y la necesidad de
entender cuál es nuestra perspectiva de la vida y
cuáles son las exigencias que esperamos de alguien con
quien deseamos plantearnos un proyecto de vida en común.
No debemos engañarnos al respecto, también la
persona no creyente tiene sus expectativas, sean estas
conscientes o no conscientes, las verbalice o no las verbalice.
Sus expectativas están ahí, y serán las que
decidan y determinen que nos acepte o no como la persona con la
que construir un futuro común.

Desgraciadamente, para muchos creyentes la
fe no forma parte de sus no negociables. Su relación
personal con Dios es moneda de cambio y puede
ser sacrificada por un muchacho inteligente, una muchacha hermosa
o una persona que realmente satisfaga sus necesidades
emocionales. Existen jóvenes que nunca se
plantearían un proyecto de vida en común con alguno
de distinto color de piel, alguien
que estuviera imposibilitado físicamente, o alguien que no
tuviera su nivel social. De entrada, son opciones descartadas que
ni siquiera se plantean.

Ahora bien, están abiertos a un
proyecto de vida en común con alguien no cristiano, la fe
no es para ellos un requisito sine qua non, dicho en castellano llano
y claro, no es una cláusula indispensable del contrato. El
lugar que la fe ocupe en el perfil del tipo de persona que
busquemos dice mucho de la importancia que ocupa en nuestras
propia vida y experiencia. Si el creyente tiene claramente
establecidos sus límites antes de comenzar una
relación y los ha anunciado con claridad a la persona no
cristiana, puede ahorrarse muchos problemas futuros y hacer
más fácil la ruptura si esta fuera necesaria. El
segundo contrapeso es tener una estructura de
dependencia mutua. En el idioma inglés
existe una palabra que expresa esta idea con más claridad,
se trata de la palabra accountability. La idea que quiero
expresar es que toda persona que se arriesgue a comenzar a salir
con un no creyente necesita tener cerca una persona o personas
que puedan actuar de contrapeso en su vida. Se trata de alguien a
quien nosotros, libremente, damos autoridad para
supervisar nuestra vida.

Esta autoridad llevará a dicha
persona a hacernos las preguntas difíciles, darnos la
perspectiva correcta en los momentos en que hemos perdido la
objetividad, indicarnos cómo ve las cosas desde el
exterior y sin la vinculación emocional que nosotros
podemos llegar a tener al salir con alguien no cristiano.
Necesitamos alguien que tenga el valor y la autoridad delegada
por nuestra parte para confrontarnos con la verdad y la realidad.
Sin duda, no es una tarea fácil para aquella persona que
debe hacerlo, tampoco lo será para nosotros el vernos
confrontados con una realidad que, en muchas ocasiones, no nos
gustará ni nos hará sentir cómodos. Sin
embargo, esta persona puede ser de una ayuda increíble
para nosotros. Será el contrapeso que nuestra
relación necesitará. En muchas ocasiones,
será la única vinculación con el mundo real,
la única luz que nos marque la dirección correcta en el marasmo y la
niebla que producen las emociones
descontroladas. Creo honestamente que la persona que ya se
encuentra en medio de una relación con otra persona no
cristiana, o aquella que está pensando entablarla y
carecen de este tipo de ayuda, se encuentran en un serio
peligro.Finalmente, el último de los contrapesos
sería tener una fuerte relación personal con el
Señor. Siempre, en todo momento de nuestras vidas es
preciso mantener este tipo de relación con el Padre. La
relación con el Dios nos permite discernir su voluntad,
analizar nuestra vida a la luz de su Palabra y sus mandamientos,
entender la manera en que debemos orientar nuestra vida
cotidiana.

De la misma manera, cuando estamos
expuestos a la presencia del Señor, el Espíritu
Santo nos muestra el pecado
en nuestra vida y nos lleva al arrepentimiento y el cambio.Cuando
pretendemos una relación con alguien no cristiano o ya
estamos inmersos en la misma, la relación con el
Señor se hace mucho más vital y necesaria si cabe.
Si mantenemos una fuerte y constante comunión con
Él tendremos acceso a comprender la dirección de
nuestra relación y los pasos que debemos de dar. El
Señor nos dará claridad acerca de qué pasos
y decisiones debemos tomar.Desgraciadamente, la realidad pastoral
me enseña que en muchas ocasiones, los jóvenes que
están saliendo con personas no cristianas tienden a romper
su relación personal con Dios y alejarse de Él. Con
frecuencia, esto sucede cuando el creyente recibe de parte del
Señor impresiones con respecto a la necesidad de romper
dicha relación. Entonces, tal y como anteriormente
mencionamos, se produce una lucha emocional entre el amor hacia
la persona y el sentido de culpa y de desobediencia hacia el
Señor. Muchos creyentes, desgraciadamente, resuelven el
problema apartándose de Dios, de esta manera reducen su
sentido de culpa y su malestar ante la desobediencia. Esto ocurre
especialmente cuando el creyente consciente o inconscientemente
ha decidido que no romperá dicha relación y la
continuará adelante.

Cuando es necesario
romper

Romper
una relación sentimental siempre es duro, difícil
y, en muchas ocasiones, muy doloroso. Ahora bien, todo el dolor
que una ruptura pueda llegar a producir es preferible a las
consecuencias que puede tener en el futuro una relación
matrimonial con una persona no cristiana, consecuencias, que en
el mejor de los casos tan sólo nos afectarán a
nosotros, y en el peor, también a nuestros posibles hijos.
Sin duda, la ruptura será más difícil y
costosa cuanto más grande sea la involucración
emocional entre ambas personas. Ya hemos mencionado que la
relación personal con Dios no está al mismo nivel
que un pasatiempo, un gusto determinado o una opción
musical. No se trata de que a una persona le gusta el

fútbol
y a la otra no.

No es una cuestión de que a
mí me gusta el rock y a ti la
ópera alemana, especialmente, Wagner. No estamos hablando
de diferencias y disparidades con las que se puede convivir
perfectamente, al fin y al cabo, los cónyuges no han de
ser clones, han de tener su propia personalidad.Estamos hablando de la
relación personal con el Señor. Algo que es vital y
esencial en la vida de un creyente. Estamos hablando de nuestra
columna vertebral ideológica y vital. La columna alrededor
de la cual se articulan nuestras creencias, valores, prioridades,
expectativas y se conforma todo nuestro estilo de
vida. No nos engañemos, no nos dejemos engañar,
no es una cuestión de simples preferencias personales o
diferentes puntos de vista.A menudo el cristiano se ilusiona y
mantiene viva la esperanza de que tarde o temprano la otra
persona cambiará. Incluso, puede llegar a espiritualizar
su ilusión y afirmar que se ha de tener fe en Dios, su
poder y su intervención sobrenatural en la vida de las
personas. Naturalmente, todo lo anterior es cierto, muy cierto,
ahora bien, no debe confundirse la confianza en Dios con la
ilusión y la sublimación de nuestras
expectativas.

¿Puede Dios cambiar la vida de la
persona no cristiana? Naturalmente, Dios puede cambiar la vida de
cualquier persona que… desee ser cambiada y no tenga un
corazón endurecido y rebelde. Nadie puede ser salvado
contra su voluntad. Dios invita, no fuerza. Dios llama, no
empuja. Entonces ¿Cuándo debemos tener esperanzas
fundadas?Cuando llevo a cabo mi trabajo
pastoral con creyentes que han establecido relaciones
sentimentales con no creyentes, siempre les doy el mismo consejo.
Cuanto antes, deben invitar a la persona con la que están
saliendo a estudiar la Palabra de Dios. Esto puede hacerse ellos
mismos juntos, con otra gente, en un pequeño grupo, o como
sea. La forma no es el punto clave. El punto clave es la
disponibilidad de la persona no creyente a exponerse a la Palabra
de Dios. La respuesta a esta invitación es un indicador
muy claro de lo que el creyente puede esperar de la otra persona.
No podemos forzar al no cristiano a la conversión. Si Dios
no lo hace, no somos nosotros nadie para hacerlo.

Ahora bien, creo que tenemos el derecho a
esperar del no creyente un interés genuino y un deseo de
entender y conocer algo que es de tremenda importancia para
nosotros.Por amor, la persona no cristiana debería de
estar dispuesta a hacer el esfuerzo de tratar de entender y
tratar de valorar una dimensión de nuestras vidas vital,
clave y sobre la que se articula todo nuestro proyecto vital.
Negarse a hacerlo es una clara evidencia de varias cosas. Un
desinterés cierto por aquello vital e importante para
nosotros. Una actitud cerrada hacia Dios, que no necesariamente
cambiará en el futuro ¿Por qué habría
de cambiar?. Una evidencia del lugar que las cosas espirituales
ocupan en su vida. Una insensibilidad por querer conocernos tal y
como somos. Una cerrazón a una comunión integral en
ese posible proyecto común

Sería como si nuestro novio/a nos
dijera: Mira, no me hables de tu familia, me tiene
totalmente sin cuidado. No quiero saber nada ni de tus padres, ni
tus hermanos. Para mí, es como si no existieran. Tú
puedes relacionarte con ellos. Visítalos tantas veces como
desees. Ahora bien, a mí no me inmiscuyas.
¿Cómo te suena? Violento ¿Verdad?
Naturalmente, porque semejante rechazo implica un rechazo de
quién tú eres. Es cierto que la familia
debe ocupar su lugar y no inmiscuirse en la relación de la
pareja, pero aquí estamos hablando de un rechazo hacia
nosotros mismos. Nosotros no podemos ser entendidos sin una
valoración de nuestros orígenes, especialmente si
nuestras familias son positivas, edificantes y de apoyo para
nosotros.

Resumiendo, si la persona no cristiana
rechaza el estudio de la Palabra, está enviando una
señal muy clara que debería llevar al creyente a
una seria reflexión sobre la conveniencia de continuar
adelante una relación con dicha persona. El hacerlo,
traerá como consecuencia una mayor vinculación
emocional. Esto, implicará o más dolor si la
ruptura se ve necesaria en el futuro, o bien, una incapacidad de
tomar las decisiones necesarias debido a la fuerte dependencia
emocional establecida con la otra persona. Muchos cristianos se
cierran a la interpretación de esta señal clave.
La ilusión les hace apartar la vista e imaginar un futuro
sobre el cual no tienen ningún tipo de evidencia, eso
sí, negando todas las evidencias que señalan en la
dirección contraria. Es posible argumentar que algunas
personas han cambado, de una actitud negativa al principio han
pasado, incluso, al conocimiento
personal del Señor. Naturalmente, eso es posible y cierto.
Pero eso no debe empañar la realidad de que hablamos de
casos minoritarios y que continuar adelante implica unos serios
riesgos que el
creyente debe de considerar y sobre los cuales no debe
engañarse. Me parece bien mirar los ejemplos positivos,
ahora bien, no debe hacerse a costa de taparse los ojos ante los
negativos y dañinos. A pesar de todo puede llegar un
momento en que la ruptura sea vista por el creyente como algo
necesario. Si esto sucede, hay dos puntos que deberían ser
considerados.

A.La disponibilidad a pagar el
precio

La vida cristiana tiene un precio. No
debemos confundir una salvación gratuita con una vida
cristiana fácil. La historia bíblica y la
de la iglesia está llena de ejemplos de personas que
tuvieron que pagar un amplio precio por su fe en el Señor.
Incluso hoy en día, en muchos países, la
conversión implica un desarraigo social que incluye el
rechazo del nuevo creyente por parte de su familia y amigos.El
discipulado tiene un costo, y
éste, es diferente para cada persona. Para algunos
creyentes puede ser la ruptura de una relación que no es
correcta a los ojos del Señor. El hacerlo implicará
dolor, pero también crecimiento y maduración. Dios
irá formando el carácter de su Hijo en nuestras
vidas (Romanos 8:28-29). Lo contrario, indefectiblemente
minará nuestra relación con Dios y puede traer
consecuencias negativas en el futuro.

B.Una cuestión de fe y
confianza

Una de las razones que impide a muchas
personas cristianas romper una determinada relación,
incluso cuando lo ven necesario y se dan cuenta de los peligros y
consecuencias, es el miedo a la soledad, un miedo que se
acrecienta con la edad. Se trata del temor a que no seamos
capaces de encontrar otra persona. Este miedo hace que colocadas
en la balanza las ventajas y las desventajas, ésta se
incline hacia las desventajas, que quedarían compensadas
por la compañía del alguien en nuestras vidas.
Hemos de reconocer, desde el punto de vista pastoral, que se
trata de un argumento de peso y comprensible
humanamente.

Es aquí precisamente donde
entraría el aspecto de la fe, es decir, de la confianza en
el Señor. Creemos que Dios tiene un plan para la vida
de cada persona y que su plan siempre es el mejor. Evidentemente,
nunca tenemos una total comprensión del mismo, y pocas
veces de rasgos significativos del mismo. Lo cierto es que Dios
nos da cada día lo suficiente para dar un paso más
y seguir confiando en Él. Es por eso que la vida cotidiana
es una ejercicio de fe y, tal y como afirmaba Pablo, "por fe
andamos, no por vista" Si la ruptura se ve como necesaria es
preciso confiar en que es la mejor opción del Señor
para nuestras vidas. Que por medio de la misma nos está
protegiendo de posibles males mayores y una probable infelicidad
futura y que Él, conforme a su voluntad puede, si
así lo desea, proveernos de la persona más adecuada
para nuestras vidas. Pero como todo en esta vida es una
cuestión de decisiones y la vida cristiana no puede ser
comprendida sin la confianza en Dios y ésta,
necesariamente, implica tomar riesgos que nos colocan en
posiciones de vulnerabilidad.

Quiera el Señor que estas palabras
puedan servir para echar un poco de luz sobre la situación
de muchos muchachos y muchachas de nuestras iglesias que
están inmersos en relaciones con personas no cristianas.
Quiera así mismo el Señor que de esta manera puedan
tomar las decisiones más sabias, correctas y acordes con
la Palabra y la voluntad de Dios, las cuales, serán sin
duda las que les proporcionarán mayor felicidad.

Una nota final

Escribo este último punto cuando mi
artículo ya estaba terminado. Lo hago animado y motivado
por los consejos de buenos amigos y compañeros de
ministerio, los cuales, con sus comentarios me han hecho ver la
necesidad de tratar un tema muy importante.Si recomendamos que es
mejor no entablar relaciones con vistas a un futuro proyecto
vital con personas no cristianas ¿Qué alternativa
queda? Especialmente, para aquellas o aquellos que tienen un
número limitado de opciones dentro de su

comunidad o
iglesia local. Buena pregunta y serio problema.Desde una
perspectiva pastoral debemos de dar respuesta a esa necesidad.
Creo que no es honrado el cerrar puertas a las personas y no
preocuparnos por dar alternativas creativas. Sin embargo, estas
alternativas son muy limitadas, tan limitadas, que tal vez
sólo existe una opción, fomentar de manera
premeditada el compañerismo cristiano más
allá de los límites de nuestra iglesia local. Los
pastores hemos de tener la suficiente visión y
sabiduría para darnos cuenta que fomentar el
compañerismo intereclesial e interdenominacional se
vuelve, en estos casos, una tremenda necesidad y, tal vez, la
única opción que impida que muchos chicos y chicas
busquen una salida a sus necesidades emocionales fuera del
contexto de la comunidad de la fe.

Desde tiempo
inmemorial, los campamentos han sido una oportunidad para que
muchachas y muchachos cristianos de diferentes trasfondos y
contextos pudieran ponerse en contacto y cultivar amistades
genuinas. Los campamentos y otras actividades de este tipo
cumplen una importante función
social que no hemos de menospreciar y, contrariamente, si
haríamos bien en fomentar. Por medio de ellos,
jóvenes de ambos sexos que tienen la necesidad
legítima de encontrar una pareja, pueden contactar, llegar
a conocerse y, eventualmente, si Dios prospera, salir juntos.Yo
conocí a la que hoy es mi esposa en un campamento
interdenominacional. Nacido y educado en una pequeña
iglesia local, mis posibilidades de encontrar pareja eran
más que limitadas. De no haberme involucrado, desde bien
joven, en actividades que superaban los límites de mi
iglesia y denominación habría tenido que buscar una
salida para mis necesidades emocionales fuera de la iglesia. Dios
proveyó por medio de este tipo de actividades.

En ocasiones, los líderes cerramos
la posibilidad de que los jóvenes de nuestras iglesias se
relacionen con jóvenes de otras iglesias, incluso, aunque
sean de nuestra propia denominación. El miedo a que puedan
abandonar nuestra congregación e irse a otra nos lleva a
este tipo de actitudes. Sin embargo, tal vez no somos conscientes
del peligro que esto puede implicar en algunos casos, ya que al
cerrar las puertas al compañerismo sano y genuino con
otros creyentes, podemos empujar a muchachos y muchachas a buscar
en la sociedad no
cristiana la respuesta a sus necesidades.Mi propuesta es que los
pastores seamos conscientes de esta necesidad y fomentemos que
nuestros jóvenes tengan la oportunidad de estar expuestos
a otros jóvenes, aunque no sean de nuestro contexto o
denominación. Animarlos a hacerlo, sabiendo y siendo
conscientes de que de esta manera estaremos favoreciendo y
previniendo la posibilidad de que se vean forzados a relaciones
fuera de la iglesia.Del mismo modo, hemos de ver como total y
absolutamente genuino el que muchachos y muchachas asistan a
campamentos y actividades motivados, no únicamente por un
mayor conocimiento de la Biblia, sino también por un mayor
conocimiento de personas del sexo contrario. Al fin y al cabo,
¿no fue Dios quien afirmó que no era bueno que el
hombre
estuviera solo?

 

 

 

 

 

Autor:

Kenluis Kenton

Partes: 1, 2
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