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¿Qué es una persona? (página 2)




Enviado por Juan Balbi



Partes: 1, 2

En otras palabras: ¿Cuál es
la experiencia que debo tener para afirmar que aquello que
distingo en mi experiencia como observador es considerado por
mí como una persona? Dice Maturana (1990 a, 1993b)
que lo que otorga identidad de
clase a una
unidad compuesta es su organización. En las unidades compuestas
podemos distinguir organización y estructura,
siendo la
organización –la relación
específica entre los componentes- la que determina la
identidad de clase de la unidad compuesta que distinguimos en
nuestra observación. Mi paso inmediato será,
pues, precisar cuál es esa organización
específica que debo distinguir en mi observación
para decir que tengo la experiencia de observar una
persona. George Herbert Mead (1934) propuso una
distinción adecuada cuando señaló que lo que
caracteriza a la persona es ser objeto para sí misma.
Explicó acertadamente el surgimiento y la construcción de la persona como una
consecuencia del uso del lenguaje. El mismo Maturana, mucho
más recientemente, llega a conclusiones similares, aunque
partiendo de otras premisas. "…considero que con el fin de
poder atribuir
conciencia o
autoconciencia a la operación de un organismo, un
observador debe ser capaz de sostener que el organismo al cual
él hace atribución opera en distinciones recursivas
de segundo y tercer orden en el lenguaje. O, aún en otras
palabras, sostengo que la conciencia es una atribución que
un observador hace a un sistema vivo si
él piensa que su comportamiento
solamente puede ser entendido como la autodistinción de
una autodistinción". (Maturana, 1993 b, pág.
4) Maturana sostiene que la experiencia de autoconciencia es
una experiencia de autodistición recursiva y que el
mecanismo generativo para que ésta ocurra es la
operación en el lenguaje, es decir, la dinámica de coordinaciones consensuales de
coordinaciones conductuales consensuales entre los
individuos.Afirma que los humanos, como seres que existimos en el
lenguaje, vivimos en un mundo de objetos, objetos que no son
preexistentes al lenguaje sino que surgen como señales
en las coordinaciones conductuales consensuales del
lenguajear. Durante el lenguajear los individuos operamos en
una serie de distinciones de complejidad creciente, que Maturana
(1993 b) llama recursiones

-Recursión de primer
orden: 
en el fluir de las coordinaciones consensuales de
coordinaciones conductuales consensuales del lenguajear surgen
los objetos.Por ejemplo, un padre dice a su hijo de un año
y medio mientras juega con él: "La pelota, pateá la
pelota".

-Recursión de segundo
orden: 
los objetos que surgen en la continuidad de las
coordinaciones del lenguaje son
distinguidos por el observador.

Siguiendo con el ejemplo
anterior: 
el niño distingue el objeto "pelota" e
intenta reproducir el sonido con que su
padre lo señala. 

-Recursión de tercer
orden: 
cuando los objetos que han surgido han sido
distinguidos por el observador, una tercera recursión
distingue relaciones entre los objetos. Más adelante,
cuando el niño también ha hecho la
distinción del acto de patear como un objeto diferenciado
del conjunto de movimientos posibles en las coordinaciones del
jugar con su padre, vincula ambas distinciones y señala:
"Patea pelota". 

-Recursión de cuarto
orden: 
en la distinción del observar aparece el
observador mismo y, de este modo, en una recursión de
cuarto orden, surge la autoconciencia, en la que le observador se
distingue a sí mismo. Por último, el
niño de nuestro ejemplo se distingue a sí mismo en
las coordinaciones del jugar con su padre y
distinguiéndose de éste y de los objetos dice:
"Nene patea pelota". En resumen, puede decirse que un
observador es un ser viviente que al operar con otros en la
dinámica del lenguaje hace distinciones y
especifica aquello que distingue como unidades y entidades
diferentes a él mismo; y utiliza esas distinciones y
especificaciones en sus interacciones con otros observadores de
tal modo que, al hacerlo, puede operar cada vez en la
distinción de sí mismo como observador diferenciado
de aquello que distingue en sus observaciones.  En
concordancia con lo dicho estoy en condiciones de proponer que
llamemos "persona",
"sistema personal" u
"organización cognitiva personal" (Guidano,
1987) indistintamente a toda organización cognitiva que
opera en la cuarta recursión, es decir, a toda
organización que, al distinguirse en su observación como observadora, establece una
relación cognocitiva consigo misma. La persona, entonces,
es una organización que se muestra ante
nosotros como una organización
autoconciente. 

Veamos algunos ejemplos y ciertas
consecuencias de esta definición. 

• Si observo un bebé de dos
meses que mira el movimiento de
su mano y al hacerlo no realiza ninguna distinción entre
su propia corporalidad y el mundo externo a ella, diré que
no estoy teniendo la experiencia de observar una persona sino que
estoy observando un sistema que, si bien potencialmente puede
alcanzar la condición de persona, aún no opera como
tal. 

• Si un neurólogo atiende a un
paciente que padece Alzheimer en
una etapa avanzada del mal en la que se da ese proceso que
llamamos dementización y en la que el paciente, al ser
interrogado acerca de su nombre, ya no puede responder, se puede
decir que la experiencia que está teniendo el
neurólogo es la de observar un sistema cognitivo que
está perdiendo las características propias y
específicas de un sistema personal.

Es obvio que en los dos casos enunciados no
me estoy refiriendo a la condición de persona humana de
ese niño y de ese paciente desde el punto de vista
jurídico ni a sus derechos como tales. Lo que
quiero señalar, en particular, es que consideraré a
la persona como el resultado de un proceso constructivo que se da
a través de la socialización, es decir, el vivir de un
individuo de
la especie homo sapiens sapiens desde su nacimiento en la
dinámica de la interacción en el lenguaje.
Como señala George Herbert Mead (1934), la persona posee
un carácter distinto del organismo propiamente
dicho, ya que la misma no está presente desde el
nacimiento sino que surge y se construye en el proceso de la
experiencia y en las actividades sociales. Estimo suficiente
la evidencia que brindan los numerosos casos, desde Víctor
del Aveyron hasta nuestros días, de individuos de la
especie que, habiendo sido criados en estado salvaje
(fuera de un contexto de lenguaje) por animales, no
alcanzaron la condición de un sistema cognitivo personal.
(Montanari, 1978; Maturana & Varela, 1984; Cole & Cole.
1989, Balbi & Bergamasco, 1990).

Veamos otro ejemplo:

• Si observo a un individuo que padece
una discapacidad
mental, por ejemplo, un síndrome de
Down, y que no puede ser alfabetizado y en el encuentro con
él me dice que está contento porque mañana
es su cumpleaños y me cuenta que lleva ese nombre porque
así se llamaba su abuelo, estaré totalmente
convencido de que estoy teniendo la experiencia de observar una
organización cognitiva personal. Con este ejemplo
quiero señalar que la noción de persona no
está relacionada en forma directa con el pensamiento
abstracto ni con ninguna otra función
específica que no sea la característica peculiar
que la distingue como clase, es
decir, la autorreferencialidad cognoscitiva.

Por lo tanto, la persona se caracteriza por
ser un sistema cognitivo complejo autoconocido, y no por ser un
sistema inteligente. De hecho, en el desarrollo
ontogenético humano la posibilidad de autoobservarse como
uno en sí mismo, diferenciado de los otros, parece ser la
condición cognitiva previa necesaria para que, de darse
otras condiciones biológicas y de contexto, se desarrolle
el resto de las funciones
cognitivas.

Así, consideraré que un
niño de cuatro años que funciona en el pensamiento
preoperatorio es una persona, mientras que a las grandes computadoras
modernas que con seguridad son
más inteligentes que la mayoría de las personas
adultas, no por ello las consideraré personas.

De esta relación entre posibilidad
de autodistinción y funciones psicológicas
abstractas podemos inferir una importante consecuencia en lo que
respecta al dominio de la
psicología: Todos los fenómenos que
interesan a la psicología se dan únicamente como
funciones del sistema personal y siempre son relativos a alguna
instancia de su proceso de construcción y/o mantenimiento.Hace ya más de cien
años William James (1890) propuso el término "mente
personal" y señaló que los únicos estados de
conciencia que
conocemos se hallan en las conciencias personales, en las mentes,
en los yo y tú concretos y particulares. Es hasta tal
punto evidente esta identidad
entre funciones psíquicas y sistema personal que, creo,
nuestra disciplina
bien podría llamarse "personología". Henry Murray y
otros han utilizado este término con anterioridad, pero lo
empleo
aquí para enfatizar este rasgo fundamental que define el
dominio de la psicología. 

Veamos un ejemplo más y algunas
otras conclusiones.

• Si los científicos que
indagan la posibilidad de la existencia de vida inteligente en
otros lugares del universo y que
envían sondas con mensajes a esa supuestas vidas
recibieran una respuesta anunciando: "nosotros que estamos
aquí y que nos llamamos tal y cual los contestamos a
ustedes que nos han enviado un mensaje" dirían,
según el criterio establecido, que están teniendo
la experiencia de distinguir un mensaje que ha sido enviado por
algo que puede calificarse como un sistema personal.  El
hecho de poder imaginar
distintos tipos de personas me permite ver que esta
noción, tal como la he planteado, es amplia y abarcadora y
contiene una subclase, la de a persona humana, que de hecho es,
además, la única que, por el momento, concretamente
conocemos.De acuerdo con este punto de vista, la persona humana
es un fenómeno observable desde el punto de vista
científico. Es decir, la persona humana es un proceso que
puede explicarse de acuerdo con los paradigmas y
métodos de
la ciencia
natural. También se puede decir que la disciplina
científica que se ocupa de estudiar y explicar este
fenómeno –el de la persona humana- en todos los
aspectos, variables y
funciones que involucran su construcción y mantenimiento
como sistema, en la psicología.En base a lo hasta
aquí expuesto es posible acotar los términos del
problema planteado y reformular la pregunta inicial de la
siguiente manera: ¿Qué es una persona
humana? 

La perspectiva
epistemológica evolucionista

En la búsqueda de una respuesta a la
pregunta: ¿Qué es una persona? el problema del
conocimiento
ocupa, como quedó evidenciado en las anteriores
reflexiones, el foco de nuestra atención. A tal punto es así que
concluimos en la propuesta de denominar "persona"" a toda
organización que se muestre ante nosotros como un sistema
cognitivo autoconciente. La misma perspectiva será
aplicable, entonces, a nuestras reflexiones acerca de la persona
humana, a la que hemos definido como una subclase de aquel tipo
de sistemas.Conviene
recordar la siguiente advertencia de Weimer, no sólo como
respuesta a las seguras objeciones que mi propuesta
despertará en algunos lectores sino, además, porque
es una excelente punto de partida para las consideraciones que
haré a continuación: "La mismidad es una
consecuencia necesaria de sistemas estructuralmente complejos,
que satisfacen ciertas condiciones impuestas. El que conozcamos
sí mismos encarnados por primates superiores se debe, en
efecto, a factores locales de esta región del universo;
los sí mismos podrían encarnarse de un modo
totalmente distinto". (Weimer, 1982, citado por Guidano, 1991.
Pp. 21-22) El hecho de que los humanos somos, en primer
término, organismos y que, como tales, pertenecemos al
orden de los primates, sumado al ya señalado importante
papel que juega en nuestras discusiones el problema del
conocimiento conduce inevitablemente a la aceptación de
una perspectiva epistemológica evolucionista (Popper &
Eccles, 1977; Guidano 1987,1990,1991,1993; Miro, 1994; Balbi,
1994) por el cual el
conocimiento es reputado una propiedad de
la vida misma antes que una propiedad exclusiva de os seres
humanos. Así, siendo el conocimiento una función de
los organismos, evoluciona con éstos y, por lo tanto,
puede ser estudiado y explicado por una disciplina
científica que estudie la evolución del conocimiento en los
múltiples sistemas de conocimiento. De este modo,
también el conocimiento es llevado del dominio de la
filosofía al dominio de la ciencia

El enfoque
posracionalista

Si los organismos somos, como señala
Maturana, sistemas cerrados (Maturana & Varela, 1984;
Maturana, 1993 b), es decir, sistemas determinados en nuestra
estructura, es
ésta la que determina –y no el medio- tanto las
interacciones posibles con éste último como los
cambios internos que nos ocurren. De modo que cada cual conoce
según sus propias determinaciones estructurales. En
consecuencia, debo aceptar como válida la
afirmación de que no tenemos acceso al conocimiento de una
realidad objetiva y de que el conocimiento, antes que una
representación correspondiente a un supuesto orden
unívoco de la realidad, es un orden interno que cada
organismo da, según su propia estructura, al cúmulo
de perturbaciones internas que se disparan en su interior no como
resultado de sus interacciones con el ambiente. En
decir que el conocimiento es autoorganización de la propia
experiencia y es, por lo tanto, indicativo de la estructura del
organismo que conoce y no de la realidad supuestamente
conocida.De este hecho se deriva el no menos significativo para
los fines del problema que nos ocupa de que: siendo el
conocimiento humano autoorganización de la propia
experiencia podemos considerarlo, como a ésta, no
solamente cognitivo (en sentido intelectivo) sino compuesto
también por aspectos emocionales que son conocimientos en
el más estricto sentido del término. Como
señala Guidano (1993, pág. 90): "En los seres
humanos, como en todos los organismos vivientes, el sistema
afectivo – emocional corresponde a una aprehensión
inmediata e irrefutable del mundo". Estos dos aspectos
–que el conocimiento es autoorganización de la
propia experiencia y que, en nuestro caso, ésta es
predominantemente afectiva-emocional – constituyen el
núcleo conceptual posracionalista de mi
aproximación posracionalista al problema de la persona
humana

La perspectiva
ontológica

Si el conocimiento es
autoorganización de la propia experiencia y si los humanos
pertenecemos al orden de los primates, tenemos que hacernos
ciertas preguntas que hasta nuestros días la
psicología no se había planteado, desde una
perspectiva ontológica, es decir, considerando al
conocimiento desde el punto de vista de aquel a quien le ocurre
ese conocimiento:

-¿Cuál es la estructura de la
experiencia de un primate?

-¿Cómo autoorganiza esa
experiencia un primate homo sapiens sapiens que al operar en el
lenguaje alcanza el conocimiento reflexivo?

La estructura de la
experiencia de los primates. El surgimiento de la
subjetividad

Veamos las variables cognitivas que surgen
con los primates y que crean las condiciones para el desarrollo
de la experiencia humana: -La capacidad de distinguir los
propios estados internos emocionales y la posibilidad de atribuir
esos estados a los otros a partir de sus gestos alcanza tal
magnitud en los primates que ya el chimpancé, que es desde
el punto de vista evolutivo el más cercano a nosotros
(Maturana, 1993 b), es capaz de simular, mostrándose ante
los otros con una actitud
diferente a aquella que puede distinguir en su interior, y que
resulta más adecuada a la dinámica interaccional en
la que se encuentra (Guidano 1994 a; Balbi, 1994).Teniendo en
cuenta que la capacidad de ocultar el propio estado emocional
simulando tener otro implica no sólo la compleja
operación reflexiva de verse desde un punto de vista
objetivo, es
decir, desde el punto de vista del otro, sino que significa,
además, la distinción y reconocimiento de un mundo
interno, un mundo subjetivo al cual el otro no tiene acceso,
podemos decir que en el chimpancé encontramos el germen
evolutivo de la conciencia y de la mismidad (Guidano, 1994 a;
Balbi, 1994) -La relación entre individuos de estas
características crea las condiciones para la
estructuración de un mundo intersubjetivo, es decir, un
mundo en el cual lo que cada individuo puede conocer sobre
sí y sobre la realidad estará siempre relacionado
con cómo conoce a los otros y, fundamentalmente, con
cómo experimenta que es visto por los otros (Guidano,
1987, 1991, 1993; Balbi, 1994). Así, la tendencia a la
diferenciación, la autonomía y la
especialización que se observa en los sistemas complejos
autoorganizados (Maturana & Varela, 1973, 1984) se torna, en
los primates, necesidad experimentada subjetivamente por cada
sujeto. 

La búsqueda activa de la propia
diferenciación y del reconocimiento por parte de los otros
individuos del grupo es
evidente en los primates cuando se estudian en éstos los
comportamientos relacionados con el rango social. De este modo,
también en lo otros primates, no parlantes, encontramos el
rudimento de aquellas funciones que en la persona humana
distinguimos como identidad y autoestima
(Guidano, 1991; Balbi, 1994). -La tercera variable que,
sumada a las dos anteriores, funda las bases para que con los
primates surja un "nuevo mundo" es el incremento y la
conservación de la afectividad –que ya se
insinúa en otros mamíferos– durante todo el ciclo vital.La
tendencia a establecer lazos emocionales íntimos y
prolongados en el tiempo con
individuos determinados no es sólo un componente
básico de la naturaleza de
los primates que hace a la conservación de la vida misma,
como ya ha señalado Bowlby (Bowlby, 1969, 1973, 1980,
1988) sino que, además, en un mundo subjetivo e
intersubjetivo como el que éstos experimentan, el
vínculo se convierte en un sistema regulador de la
posibilidad y la calidad de la
propia diferenciación y de la autopercepción
(Guidano, 1987, 1991; Balbi, 1994). De esta manera, el mundo
subjetivo que surge en los primates tiene la calidad y la
intensidad de las emociones
–miedo, desamparo, ira, culpa, duelo- que se disparan en
relación a los procesos de
acercamiento y alejamiento vincular.A modo de síntesis,
podemos decir, desde un punto de vista epistemológico
evolutivo, que con los primates surge la subjetividad, es decir,
la distinción de un mundo interno de sensaciones y
emociones que se percibe como propio y diferenciado, y que ese
mundo interno subjetivo predominantemente afectivo se regula en
base a las coordinaciones que el individuo percibe que es capaz
de llevar a cabo con los otros en la dinámica de la
intersubjetividad grupal y el vínculo.

El uso del lenguaje
y la ampliación y complejización de la
subjetividad

El uso del lenguaje representa, sin duda,
el más significativo cambio en la
evolución epistemológica de los primates. En
palabras de H. Maturana (1993, pp. 27-28) "La humanidad del
ser humano se realiza en el dominio de relaciones del organismo
homo sapiens sapiens cuando éste realiza su forma de vivir
como un ser en el lenguaje".El lenguaje crea las condiciones para
la ampliación y complejización de las variables
cognitivas a las que me he referido en el apartado anterior en
una dimensión y magnitud que hace comprensible la
deslumbrante creación y desarrollo de lo que conocemos
como humanidad, el mundo de la personas humanas. Pero debe
señalarse que sin la existencia previa de las mencionadas
variables no hubiera sido posible el aumento en la complejidad de
las coordinaciones conductuales consensuales que fueron
necesarias para disparar ciertos cambios en las estructuras
neurológicas, los que hacen posible, a su vez, un lenguaje
estructurado en niveles abstractos de
complejidad. 

El uso del lenguaje nos provee un mundo. Al
coordinarnos recursivamente con los otros en las distinciones del
lenguaje, en un acuerdo tácito con ellos, surge un mundo
de objetos, palabras y significados, un mundo lógico y
semántico, experimentado como objetivo y real, del cual,
luego, nos diferenciamos cada vez más claramente como
sujetos. Al crear un mundo objetivo diferente y separado de
nosotros, el lenguaje crea las condiciones para el incremento de
un sentido de mismidad que aumenta a niveles inimaginables
nuestras posibilidades de simulación. Al mismo tiempo, facilita una
ampliación y complejización crecientes de nuestra
necesidad de reconocimiento y vinculación afectiva
(Guidano, 1994 a; Balbi, 1994). Como ha señalado
Maturana (1990 a, 1990 b) el lenguaje da una nueva
dimensión de experiencia al primate humano; a la
dimensión de la experiencia inmediata, sensitiva – emotiva
– afectiva, se agrega, en una relación funcional
continua con ésta, la explicación de esa
experiencia, una nueva dimensión experiencial que los
humanos no podemos evitar. Como puede verse, el vivir en el
lenguaje, además de darnos la posibilidad de
autoobservarnos y de alcanzar el conocimiento reflejo, genera un
incremento del sentido de diferenciación de los otros y
del mundo, que nosotros experimentamos como objetivo, y produce
una ampliación y complejización de la subjetividad.
Por lo tanto, así como ordenamos el mundo externo, debemos
ordenar también ese mundo interno subjetivo de un modo tal
que nos de un sentido de estabilidad y continuidad y nos haga
viable la experiencia de ser uno diferenciado entre los otros.
Como indica Maturana: "La distinción del self es una
experiencia abrumadora (…) una vez que ésta ocurre, esa
distinción deviene el punto de referencia para todas las
posteriores distinciones"

Un enfoque
ontológico para la explicación de la persona
humana

Si queremos elaborar descripciones y
explicaciones adecuadas del sistema personal humano estamos
obligados, dadas sus características específicas
–conciencia y subjetividad-, a adoptar siempre un punto de
vista ontológico (Guidano, 1987, 1990, 1991). Lo
peculiar y único de la observación de un
fenómeno personal es que mientras lo observamos ocurren
siempre, y simultáneamente, dos experiencias: 1) la
nuestra como observadores que somos del fenómeno, y 2) la
experiencia que acontece a la persona observada. En otras
palabras, una persona no es sólo algo que ocurre ante
nosotros en tanto observadores que intentamos dar una
explicación de algo, sino que una persona es, en primer
lugar, una experiencia para alguien.

La
organización narrativa de la experiencia
personal

Examinar la noción de persona desde
una perspectiva ontológica implica observar la experiencia
misma de ser persona tal como le ocurre al que tiene esa
experiencia, como diría W. James (1890), a los yo y
tú concretos y particulares. Desde esta perspectiva
entiendo, con Guidano (1991, 1993) que en cada momento de su vida
cada persona tiene la experiencia inmediata de ser ella misma (un
"yo" que experimenta) y, simultáneamente, una
explicación de esa experiencia (un "mi" que ordena y
explica la experiencia), que le da un sentido de sí misma
en términos biográficos procesados a nivel del
pensamiento narrativo. Como ha señalado J. Bruner (1986)
los humanos operamos en dos modalidades de pensamiento, dos
formas, siempre complementarias e irreductibles entre sí,
de ordenar la experiencia y construir la realidad: 1) el
pensamiento lógico, sistemático, que utilizamos
para la resolución de problemas y
mediante el cual planteamos hipótesis y hacemos comprobaciones, y 2) el
pensamiento narrativo, por el cual ordenamos y damos significado
al los actos de la vida humana de modo tal de otorgar sentido a
la experiencia de vivirla.  Los contenidos y relaciones
estructurales de cada narrativa personal deberán permitir
el mantenimiento de una coherencia sistémica interna que
sea experimentada por el individuo como la continuidad de una
identidad viable.

Para un sistema de conocimiento
autónomo, autoorganizado y autorreferente como el sistema
personal humano, el mantenimiento de un sentido de identidad es
la invariante autoorganizativa fundamental. Perder el sentido de
la propia identidad significa la desintegración, la
pérdida de la realidad, la más devastadora de las
experiencias humanas (Guidano, 1987). Otra
característica de esta narrativa es su carácter
histórico y, por lo tanto, peculiar y único. Un
sistema conciente como el nuestro se ve expuesto al conocimiento
de la propia muerte y a la
experiencia del quiebre en la simetría del tiempo, lo cual
nos transforma en un sistema conciente de su irreversibilidad,
obligado a experimentar una progresión ortogenética
(Prigogine, 1988; Guidano, 1987, 1991). En otras palabras,
conocer nuestra propia finitud nos obliga a conseguir niveles
cada vez más integrados y complejos de orden estructural
autorreferente que nos permitan en cada instancia transformar en
un orden temporal interno, subjetivo, narrativamente consistente,
el cúmulo de perturbaciones a las que estamos expuestos en
forma permanente. Así, la percepción
de la direccionalidad irreversible del propio tiempo vivido es
inherente a la condición de la experiencia humana y
está siempre presente como variable fundamental de la
estructuración de la identidad personal. El self
surge al diferenciarme de los otros y del mundo, en el acto de
observar mi propia subjetividad, en la distinción que hago
de ella; y este self, como todo objeto que distingo, cobra un
significado para mí. Este, mi propio significado, no es
una entidad estática
ni un conjunto de elementos agrupados sino un proceso abierto que
acompaña con la reestructuración y
complejización creciente de sus múltiples niveles
el permanente fluir de mi experiencia.Este proceso ocurre de una
manera tal que cada persona experimenta la vida como una
secuencia de eventos que
constituyen una historia, la suya, donde, si
bien el personaje principal está en permanente cambio,
debe experimentarse siempre como esencialmente el mismo. Con
todo lo dicho, podemos intentar distinguir a la persona humana
como la unidad compuesta que consiste en el sistema cognitivo
complejo, autoorganizado y autorreferido de la experiencia de la
subjetividad, significada narrativamente, de un individuo homo
sapiens sapiens en el lenguaje.

Reflexiones
finales

Es esta forma de entender el problema de la
persona humana la que me impide aceptar como válida la
respuesta de H. Maturana a la pregunta acerca del dominio de la
psicología: "Este dominio es el estudio de la
conducta como
la dinámica de las relaciones e interacciones de los
animales entre sí y con su medio, en el cual cada animal
opera como una totalidad." (Maturana, 1993, pág.
215) A mi criterio, esta afirmación –que puede
ser compartida por todos los que enfocan el estudio del psiquismo
desde la perspectiva de "la caja negra" –prescinde de la
cuestión que he enfatizado en las páginas
anteriores: el surgimiento en el primate humano de un mundo
subjetivo, una subjetividad organizada. Considero que esta
última es, de por sí, el dominio más
específico de la ciencia psicológica.En cuanto a
las advertencias de Gergen (1991) respecto de "la
saturación" y "la colonización" del self por el
ambiente en el contexto de la sociedad
posmoderna, puedo aceptarlas como una metáfora de la forma
en que algunas personas pueden experimentar su relación
con un mundo saturado de información y ambigüedad o, incluso,
como descripciones de la forma en que las personas se explican
esa experiencia. En cambio, no puedo aceptarlas como
explicaciones válidas de un proceso sistémico que
implique un cambio estructural que conduzca a la
disolución del self como organización ya que,
según lo que hemos visto, el self surge, se construye y se
mantiene en la dinámica de una permanente
diferenciación de los otros y del mundo. De acuerdo con
esto, podemos afirmar que el sistema personal y el medio, del
cual aquel se distingue en un proceso constante de
autorreferencialidad epistemológica, son dos sistemas en
permanente relación funcional compleja que se
caracterizan, justamente, por ser irreductibles el uno al
otro.

Resumen
final

La psicología es la disciplina que
se ocupa de estudiar y explicar la persona humana, considerada no
como abstracción filosófica sino como
fenómeno observable desde el punto de vista
científico. Para responder a la pregunta:
¿Qué es una persona? he tenido en cuenta los
aportes de William James, Geoge Herbert Mead, Humberto Maturana y
Vittorio Guidano. Mead (1934) señaló que lo
que caracteriza a la persona es ser objeto para sí misma.
Maturana (1993 b) llega a conclusiones similares; sostiene que la
experiencia de autoconciencia que se da en las personas es una
experiencia de autodistinción recursiva y que el mecanismo
generativo que posibilita que ésta ocurra es la
operación en el lenguaje. Así, la
característica peculiar que distingue a la persona como
clase es la autorreferencialidad congnoscitiva.Las personas
humanas somos, en primer término, organismos; pertenecemos
al orden de los primates. Desde esta perspectiva
epistemológica evolucionista se considera al conocimiento
como una propiedad de la vida misma, no exclusiva de los seres
humanos; y esto nos permite tener en cuenta los procesos
cognitivos que aparecen en los primates – subjetividad,
intersubjetividad y vínculo – que constituyen las
condiciones para el desarrollo de la experiencia
humana. 

Por otra parte, la persona no está
presente desde el nacimiento sino que resulta de un proceso
constructivo que se da a través de la
socialización, el vivir de un individuo de la especie homo
sapiens sapiens en la dinámica de la interacción,
en el lenguaje. El vivir en el lenguaje permite que se
amplíe y complejice el conocimiento,
acrecentándose, asimismo, el sentido de
diferenciación de los otros y del mundo, y la
subjetividad. Así como ordenamos el mundo externo,
ordenamos también nuestro mundo interno subjetivo a fin de
dar sentido, estabilidad y continuidad a nuestra experiencia de
ser uno diferenciado entre los otros. En tanto que
organismos, y de acuerdo al enfoque posracionalista (Maturana
& Varela, 1984; Maturana, 1993 b), somos sistemas
determinados en nuestra estructura: conocemos de acuerdo a
nuestras propias determinaciones estructurales.El conocimiento
humano, entonces, en tanto que autoorganización de la
propia experiencia, no es sólo cognitivo sino
también emocional. Por último, es importante
reconocer la perspectiva ontológica que implica observar
la experiencia misma de ser persona tal como le ocurre a quien
tiene esa experiencia, a "los yo y tú concretos y
particulares" (James, 1890). En este sentido, Guidano (1991,
1993) observa que en cada momento de su vida la persona tiene,
simultáneamente, la experiencia inmediata de ser ella
misma y una explicación de tal experiencia.

Maturana también ha hecho grandes
aportes a las ciencias
humanistas, por medio del enfoque terapéutico
matríztico de aceptación del ser humano
descientizado, principalmente a la psicología
constructivista, tanto procesal sistémica como
posracionalista, citándolo en sus planteos principales
señala "la terapia permite, en un espacio protegido volver
a reencontrar los pilares de las relaciones
humanas, aprender a comunicarse positivamente, desarrollar
habilidades de empatía hacia la fanilia y los hijos,
aprender a escuchar desde el otro y traer nuevamente a la
relación los espacios de respeto,
aceptación y reconocimiento del otro como una persona
distinta a nosotros. esto es la terapia conversacional, es decir,
disolver el sufrimiento en conversaciones de reformulación
y aceptación de las experiencias y contenidos negados. Por
tanto, las distintas coordinaciones conductuales consensuales que
se dan como contradicciones emocionales dentro de un sistema,
pueden ser resueltas en el lenguajear (Maturana, H, (1996), y en
el fluir de un tipo de conversación reconstructiva.
constituye un sentido de sí misma.Sin embargo concluyo mi
artículo diferenciando mi postura de la de Maturana, quien
considera que el dominio de la psicología es el estudio de
la conducta como "la dinámica de las relaciones e
interacciones de los animales entre sí y con su medio"
(Maturana, 1993, pág. 215). La propuesta que he
desarrollado en este artículo es que la subjetividad
organizada es el dominio específico de la ciencia
psicológica.

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Este artículo es traducción de su original publicado en
idioma inglés
en: Journal of Constructivism Psychology, Volume 9, Number 4;
October November 1997; pp. 249-261

 

 

 

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