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René Descartes, hijo póstumo del fideísmo medieval (página 3)



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1638: -Trabaja en medicina
intentando encontrar la manera de prolongar la vida humana hasta
los cien años y manifiesta su intención de dedicar
toda su vida a estos estudios[49]Durante este
tiempo se
dedica también a la Biología: Disecciona
animales
(peces,
conejos…) y refiriéndose a ellos dice: "Ésa
es mi biblioteca", lo
cual tiene el interés de
mostrar que, al menos durante cierto tiempo, Descartes
concedió bastante importancia a la experiencia, a pesar de
que en su método y
en su sistema estuviera
tan ausente.

-Ambiciona abarcar todo en sus estudios, pero tal
pretensión es sólo una muestra de la
megalomanía que muestra en muchas de sus aspiraciones,
pues en su tiempo la amplitud de los conocimientos era ya tan
extensa que era realmente absurdo pretender abarcarlos –y
mucho más si, como pretendía el pensador
francés, se intentaba llegar al conocimiento
de todo lo conocido y de todo lo que estaba por conocer, objetivo que
en los Principio de la Filosofía Descartes afirmó
haber culminado-.

-A pesar de estar tan entusiasmado con los estudios de
medicina, en una carta a Mersenne
Descartes le habla de la Geometría
aplicada a todos los fenómenos de la naturaleza:
"Sólo he resuelto dejar la geometría abstracta […] para tener
más tiempo libre para cultivar otra clase de
geometría, que se propone la explicación de todos
los fenómenos de la naturaleza […] toda mi física no es sino
geometría"[50]. Tiene interés
recordar en este sentido que ya anteriormente Galileo
había escrito: "El universo
está escrito en caracteres matemáticos", comprendiendo que sin un
conocimiento de esta ciencia era
imposible avanzar en el
conocimiento de las leyes del
Universo. La
diferencia esencial entre ambos pensadores consistía en
que, mientras Descartes pretendía explicarlo todo mediante
la razón y las Matemáticas, Galileo comprendió que
la experiencia era tan importante o más que la
razón y las Matemáticas para el avance en las
ciencias
experimentales, de manera que, sin su ayuda, era imposible
avanzar un solo paso en la comprensión de la realidad
física. Posteriormente Kant, desde una
perspectiva similar a la de Galileo, en la Crítica de
la Razón Pura
, escribió que las intuiciones
sin los conceptos eran ciegas y que los conceptos sin las
intuiciones eran vacíos o, lo que es lo mismo, que la
experiencia sin la razón no puede explicar nada sino
sólo ofrecer un simple torrente de sensaciones inconexas,
mientras que la razón sin un material al que aplicarse no
puede avanzar un solo paso en el conocimiento de la realidad
empírica.

1640: -Termina las Meditaciones
Metafísicas
, aunque las publica en 1641.
Señala Rodis-Lewis que "Mersenne, sin preguntarle a
Descartes, hizo llegar su manuscrito a dos filósofos originales: Hobbes y
Gassendi, cuyo sistema era incompatible con el nuevo
espiritualismo dualista. Hobbes presentó algunas
objeciones sobre los Ensayos. Pocos días
después Descartes dijo que prefería no relacionarse
con el "inglés":

"No podríamos [conversar] sin convertirnos en
enemigos […] No creo tener que responder nunca más
a lo que pudiera enviarme este hombre, que
creo tener que despreciar al
máximo"[51].

-Se produce una fuerte polémica entre Descartes y
Voetius, rector de la universidad de
Utrecht, en torno a
cuestiones teológicas y en especial en torno al problema
del libre albedrío. Voetius defendía la
posición de Calvino, mientras que Descartes adoptó
una postura similar a la de Arminio (1560-1609), que había
sido profesor en
Leiden y había defendido el libre albedrío. Regius
colaboró con Descartes en su enfrentamiento con Voetius.
El Sínodo de Dort rechazó las opiniones de
Descartes, reafirmando la ortodoxia calvinista. Finalmente el
senado de la universidad de Utrecht prohibió la enseñanza de la filosofía
cartesiana. En una carta al jesuita Dinet, Descartes atacó
duramente a Voetius, llamándole pendenciero, envidioso,
loco, pedante, estúpido, hipócrita y enemigo de la
verdad, y acusándole de haberle calumniado.

-En ese mismo año fallecen Francine, y
también el padre y la hermana de Descartes.

-Por lo que se refiere a Helena Jans los
biógrafos como Baillet, Rodis-Lewis o R. Watson dejan de
mencionarla, como si no hubiese más datos de su vida
y como si Descartes se hubiera despreocupado de ella por
completo. Sin embargo Desmond M. Clarke cuenta que Helena se
casó después, que el propio Descartes actuó
como testigo de su boda en el año 1644 y que posiblemente
regaló a Helena una parte de los 1.000 florines
estipulados en el contrato
matrimonial[52]

-Según Watson, Descartes rectificó "los
convenios que su hermano Pierre había hecho con las
propiedades que Descartes había heredado de su padre en
1640. Y exigió otra parte de las ciento veintiséis
mil ochocientas cuarenta libras que su padre había dejado
[…] Así que tenemos a un holgazán, autor de
varios libros
controvertidos, que aparece tras quince años de ausencia y
cuatro años después de la muerte del
padre para reclamar parte de la herencia
[…] Quizá le dieran veinte mil
libras".[53] Y, aunque Watson exagera al
considerar a Descartes un "holgazán", lo que sí
resulta bastante llamativo es que sólo se acordase de su
padre a la hora de ir a buscar su herencia, pues, desde que se
fue a Holanda en 1628 ya no volvió a ver a su padre ni una
sola vez. Por eso, aunque se habla de una carta escrita por
Descartes a su padre en una fecha posterior a la de su muerte
la carta es del
28 de octubre de 1640, mientras que su padre había sido
enterrado el día 20-, comunicándole que pensaba ir
a verle, podría ser que esa carta hubiera sido escrita
a posteriori, una vez que Descartes se hubo enterado de
que su padre había fallecido. En relación con esta
cuestión Rodis-Lewis escribe que hacia aquellas fechas
Descartes tenía la intención de ir a ver a su
padre[54]¡Qué casualidad! Escribe
Watson que, en esa carta del 28 de octubre de 1640, Descartes
explicaba a su padre y a su hermano, que vivía en Holanda
para evitar que los aristotélicos lo persiguieran por sus
ideas[55]La carta, al parecer, se perdió,
pero tal explicación de su exilio se parecía a una
petición de perdón por su despego de la familia y
pudo ser una explicación veraz, aunque algo tardía,
de lo que le sucedió el año en que marchó a
Holanda, en 1628, aunque no exactamente respecto a los
aristotélicos sino respecto a la
jerarquía católica francesa, como ya se ha
comentado antes.

Por otra parte y como explicación de la actitud
distante del pensador francés respecto a su padre conviene
recordar que durante su infancia hasta
los diez años Descartes no recibió un cariño
especial por parte de su padre, pues se había criado en
casa de un tío abuelo, y desde los diez hasta los
dieciocho años estuvo internado en el colegio de jesuitas de La
Flèche.

-La herencia de su padre[56]le
sirvió para continuar con su ritmo de vida y con sus
viajes durante
casi toda esta última década hasta que, arruinado,
marchó a la corte de la reina Cristina de
Suecia.

-Durante estos años, Descartes estuvo ilusionado
con la idea de que los jesuitas pusieran su propia
filosofía como libro de
texto en sus
colegios[57]

1641: -Se publican sus Meditaciones
Metafísicas.

-El jesuita Bourdin escribió una crítica
contra la filosofía de Descartes. Descartes se
enfadó y en una carta a Mersenne amenazó con atacar
a toda la orden de los jesuitas y con que, si seguían
oponiéndose a su filosofía, haría un examen
crítico de "algunas de sus clases, y […] de tal
modo que les supondría una vergüenza para
siempre"[58]. Sin embargo, parece que, con la
esperanza de que los jesuitas pusieran como texto en sus colegios
un libro de su propia filosofía, procuró
reconciliarse con Bourdin y con sus antiguos
maestros[59]Esta reconciliación –a la
vez que su interés por conseguir que adoptasen su
filosofía como texto- la demuestran las cartas que
confió Descartes al propio Bourdin, junto con el encargo
de que llevase una docena de ejemplares de su filosofía
para que los distribuyera en el colegio de La
Flèche[60]

1642: -Descartes conoce a la princesa Elisabeth
de Bohemia e inicia su correspondencia con ella. Rodis-Levis
presenta este hecho de un modo un tanto peculiar. Escribe que
"fue a través de Pollot, en 1642, como la princesa
Elisabeth conoció a Descartes y lo incitó a
desarrollar su pensamiento
moral"[61], poniendo a Descartes en
primer plano y a la princesa en segundo, como si Descartes fuera
una especie de Dios a quien la princesa hubiera tenido el honor
de llegar a conocer en lugar de decir simplemente que "se
conocieron", aunque luego atribuyó a la princesa el
mérito de haber incitado a Descartes a desarrollar su
"pensamiento moral". Esta amistad que en
este momento se iniciaba desembocaría muy pronto en un
enamoramiento apasionado –aunque contenido- de Descartes
hacia la princesa.

-Muere Richelieu. Parece que este hecho –al igual
que la anterior muerte del cardenal Bérulle en 1.629- tuvo
una influencia positiva en los posteriores viajes de Descartes a
Francia,
viajes realizados ya con un sentimiento de mayor seguridad y sin
el temor que le había llevado a huir a Holanda en
1628.

-Muere Galileo.

1643: -Voetius, rector de la universidad de
Utrecht, acusa a Descartes de ateísmo, y Descartes le
responde de modo muy agresivo. Las autoridades de Utrecht
consideran que Descartes ha difamado a Voetius y llevan el caso a
juicio. El pensador francés recurre al príncipe de
Orange y al final se consigue paralizar la disputa y las
tensiones entre ellos.

-Torricelli inventa el barómetro.

1644: -Se publica la obra de Descartes Los
Principios de
la Filosofía
, dedicada a la princesa Elisabeth de
Bohemia. Leon Petit considera que estuvieron enamorados.
G. Rodis-Lewis se muestra de acuerdo, aunque considera que se
trataría de un "amor
platónico". La lectura de
su correspondencia demuestra que el enamoramiento se
habría producido por parte de Descartes y que la princesa
correspondía al afecto de Descartes con un sentimiento de
amistad, pero estando muy lejos de sentir por él una
pasión similar. Señala Watson que la princesa
Elisabeth le agradeció la dedicatoria de Los
principios de la Filosofía
, pero "no se detuvo en las
frases de adoración que, según Petit,
constituían una declaración pública de amor
por parte del filósofo"[62]. Desde luego,
el enamoramiento de Descartes resulta evidente leyendo
determinados párrafos de la dedicatoria de la dedicatoria
de esta obra y también de sus cartas, en los que le
manifiesta su amor con una claridad inequívoca.
Así, en su dedicatoria le dice:

"nunca encontré a nadie que haya entendido tan
perfectamente los escritos que he publicado […] pero me
resulta imposible no dejarme arrebatar por un sentimiento de
enorme admiración cuando considero que un conocimiento tan
vario y tan perfecto de todas las cosas no se halle en un viejo
sabio que ha empleado muchos años en instruirse, sino en
una princesa, joven aún, cuya belleza y edad se parece
más a la que los poetas atribuyen a las Gracias que a la
de las Musas o de la sabia Minerva […] Y esta
sabiduría tan perfecta que advierto en Vuestra Alteza me
ha subyugado tanto […] que no tengo más deseo de
filosofar que el de ser el devoto servidor de su
Alteza Serenísima"[63].

Posteriormente, en su carta del 31 de enero de 1648,
cuando su amor se ha convertido en una pasión más
intensa, le escribe:

"Nada podría impedirme preferir la dicha de vivir
donde vive vuestra alteza, si la ocasión se presentara, en
mi propio país u otro lugar, fuera donde
fuese".

Y, del mismo modo, el 22 de febrero de 1649, cuando se
aproximaba ya el momento de tomar una decisión acerca de
su viaje a la corte de la reina Cristina, insiste de manera
más claramente expresiva en lo que no parece que pueda
interpretarse de otro modo que como una abierta
declaración de amor:

"No hay lugar en el mundo tan tosco o incómodo
como para que no me sintiera feliz de pasar el resto de mis
días, si vuestra alteza estuviera allí".

Sin embargo y a pesar de estas pruebas,
Watson manifiesta sus dudas acerca de esta pasión con el
argumento de que Descartes era admirador del Amadís de
Gaula
y que conocía –y sabía utilizar-
las convenciones galantes sin que ello tuviera un significado
especialmente trascendente[64]Pero esa
objeción no resulta nada convincente teniendo en cuenta la
serie de ocasiones en que Descartes siente el impulso
irreprimible de manifestar su amor a la princesa, lo cual, al no
poderlo hacer en términos directos y evidentes, pudo
intentar disfrazarlo como simples "expresiones galantes",
según escribe Watson, aunque reflejasen lo que Descartes
sentía realmente por la princesa. Por otra parte, ese
sentimiento no parece haber surgido en el momento en que la
conoció sino que fue creciendo paulatinamente hasta que se
hizo tan fuerte que le fue imposible evitar aludir a él en
diversos párrafos de sus últimas cartas antes de su
marcha a la corte sueca. En relación con este sentimiento
tiene interés la carta a Chanut en la que, con
ocasión de hablarle del tema del amor a Dios, le comenta
la dificultad que siente para manifestar a una persona de mayor
rango el amor que
pueda provocar en uno en cuanto se considere que el amor iguala a
las personas, por lo que declarar tal amor implica considerar que
la distancia entre ambas ha dejado de existir, lo cual
podría dar lugar a que la persona amada de mayor valor pudiera
considerar que "la ofendemos al considerarnos su igual". Y, en
consecuencia, habría ocasiones en que se
disfrazaría el sentimiento de amor mediante otras
expresiones que sólo de manera indirecta
declararían ese sentimiento que subyace en ellas y cuyo
significado es el de tratarse de "una pasión que nos mueve
a unirnos de voluntad con algún objeto sin parar mientes
en que ese objeto sea igual, mayor o menor que
nosotros"[65]. Escribe Descartes en este
sentido:

"Cierto es también que ni los usos del habla ni
la urbanidad permiten que digamos, a quienes son de
condición mucho más alta que la nuestra, que nos
inspiran amor, sino únicamente que los respetamos, los
honramos, los estimamos y sentimos celosa devoción por
servirlos. Y creo que ello se debe a que, cuando la amistad une a
los hombres, puede considerarse que, hasta cierto punto, iguala a
aquéllos que la profesan de forma recíproca. Y, en
consecuencia, si, al intentar ganarnos el amor de algún
grande, le dijéramos que lo amamos, podría pensar
que le ofendemos al considerarnos su igual […] Y si
preguntase a vuestra merced si no ama acaso a esa gran Reina en
cuya corte se halla ahora, por mucho que me dijera que no siente
por ella sino respeto,
veneración y pasmo, no por ello dejaría de opinar
que le inspira también muy ardiente
afecto"[66].

Precisamente esas expresiones relacionadas con el
respeto, la honra, la estima y la celosa devoción son
especialmente frecuentes en la correspondencia de Descartes con
la princesa Elisabeth, expresiones que no utiliza de manera
simplemente formal, para cumplir con los rituales epistolares de
la época, sino precisamente como una manera de decir lo
que siente, disfrazándolo con expresiones que
podían ser interpretadas en ese sentido formulario en
lugar de entenderse en su significado literal, relacionado con el
amor que Descartes sentía hacia la princesa.

Por ello, cuando Watson escribe que "lo más
increíble de la relación de Descartes con Elisabeth
[…] es que él le dedicara sus
Principios"[67], el hecho de que tal
dedicatoria le parezca increíble obedece precisamente a
que no comparte la idea de que Descartes estuviera realmente
enamorado de la princesa, pero, si hubiera contado con esa
hipótesis, habría comprendido
perfectamente que Descartes hubiera escrito tal dedicatoria y que
no le importase en absoluto que la princesa fuera protestante ni
que los jesuitas rechazasen su texto por estar dedicado a una
persona de religión
protestante.

-En ese mismo año Descartes viajó de nuevo
a Francia para seguir negociando sobre la herencia de su padre,
pues estaba descontento con las gestiones de su hermano
Pierre.

-También por ese tiempo Descartes conoció
a Clerselier, admirador y traductor de una parte de su obra, y
éste le presentó a su cuñado Pierre Chanut.
Según escribe Rodis-Lewis, "su simpatía mutua fue
inmediata"[68], pero la realidad es que esa
simpatía no parece que fuera tan inmediata sino que
apareció dos años más tarde, justo cuando
Chanut fue nombrado embajador en la corte de la reina Cristina de
Suecia. Fue en ese momento del año 1646 cuando Descartes
le escribió:

"El trato prolongado no es necesario para forjar
amistades estrechas, cuando se basan en la virtud. En cuanto tuve
la ocasión de veros, fui completamente
vuestro"[69].

No parece especialmente difícil apreciar hasta
qué punto su simpatía hacia Chanut era
desinteresada o en qué medida pudo estar condicionada por
el conocimiento de los favores que a través de él
podía conseguir, tanto en Francia como especialmente en la
corte sueca[70]Chanut no era una persona
interesada en la filosofía pero era una persona
especialmente religiosa. Estando ya en Suecia como
diplomático, Descartes le escribió una carta
llamativamente extensa, que trataba de asuntos teológicos
y morales desde una perspectiva bastante mística, nada
habitual en sus escritos, pretendiendo impresionar a Chanut al
aparentar tener unas preocupaciones religiosas afines a las
suyas, y, por su mediación, impresionar también a
la reina Cristina.

-Gassendi escribe contra Descartes.

1645: -En una carta a E. Charlet, profesor en La
Flèche y familiar de Descartes, a quien llega a considerar
como su "segundo padre", le reconoce –justo en este
momento- todo lo que ha recibido de él en su juventud, e
insiste en lo beneficioso que sería sustituir la
filosofía de Aristóteles por la suya, de la que no duda
que, "con el tiempo será generalmente aceptada y aprobada"
y que el apoyo de los jesuitas puede ser muy útil para
este cambio[71]

-Descartes solicita a Chanut –con su manera
especial de solicitar, esto es, aparentando que hace un favor a
quien él lo solicita- su influencia ante la reina
hablándole de él a fin de que ésta demande
su presencia en la corte de Suecia y así obtener un cargo
en dicha corte.

Descartes comenzaba a tener problemas
económicos como consecuencia de que se le iba agotando la
herencia de su padre. Por ello además a partir de estos
momentos se preocupó por conseguir alguna fuente de
ingresos que
le siguiera proporcionando una seguridad económica, como
la obtención de una pensión o un cargo en la corte
del rey Luis XIV o, posteriormente, en la de la reina Cristina,
pues sus gastos eran
considerables. A todo esto se añadía que se estaba
sintiendo a disgusto en Holanda como consecuencia de los ataques
a su filosofía y de sus problemas personales con diversos
teólogos protestantes.

1646: -Descartes intensifica su relación
con Chanut con la finalidad, más o menos consciente, de
que éste le consiga un cargo en París o le ponga en
contacto con la reina Cristina. Resulta muy significativa a este
respecto una carta de noviembre de este mismo año en la
que le dice:

"Desde el primer momento en que tuve el honor de conocer
a vuestra merced, le entregué toda mi confianza, y como he
tenido después el atrevimiento de granjearme su
benevolencia, le ruego que crea que no podría serle
más devoto si toda mi vida hubiera transcurrido a su
lado"[72].

En esa misma carta le dice igualmente:

"Nunca he tenido tanta ambición como para desear
que gentes tan encumbradas conocieran mi nombre […] Pero
como […] ya soy conocido por un sinfín de eruditos
que interpretan mal mis escritos y buscan maneras de perjudicarme
a toda costa, siento gran afán de ser conocido
también por gentes del mayor rango, que tengan el poder y la
virtud de ser capaces de
protegerme"[73].

Es evidente que el sentido de esa necesidad de
"protección" se relaciona con su temor a la
jerarquía católica francesa y con los ataques su
filosofía estaba recibiendo por parte de las autoridades
académicas holandesas. Además, sus disputas con los
protestantes, podían reproducirse igualmente con los
católicos, pues la filosofía cartesiana implicaba
el rechazo de las famosas "vías" de Tomás de Aquino
y, además, la postura del "doctor angélico" estaba
más en consonancia con las tesis de
Roma que las del
jesuita Luís de Molina y las de J. Arminio, a las que
Descartes parecía estar más
próximo.

Tiene interés señalar cómo, en
estas cartas a Chanut, Descartes trata de suscitar la
compasión hacia él, cosa que su orgullo
nunca antes le había permitido hacer, refiriéndose
confidencialmente a "un sinfín de eruditos que interpretan
mal mis escritos y buscan maneras de perjudicarme a toda costa" y
a su deseo de "ser conocido también por gentes […]
capaces de protegerme". Pero su franqueza con el
embajador no parece ser consecuencia de la necesidad de
expansionarse con él contándole sus penas, sino con
la de suscitar en una compasión que por la éste
ponga mayor empeño en ayudarle.

En París Chanut hace que Descartes conozca al
canciller Séguier a fin de que pueda "solicitar una
pensión para facilitar sus experimentos"[74], y en Suecia
habla a la reina Cristina de Suecia de la filosofía del
pensador francés. Descartes, al enterarse, intuye una
posible solución en la corte sueca para sus problemas
económicos y para superar el malestar que está
sintiendo en Holanda por los ataques a su persona y a su
filosofía y posiblemente también para aumentar su
prestigio personal.

-En aquel año disputa con Trigland en la
universidad de Leiden. Trigland ataca el principio cartesiano de
que "la duda es el principio de la filosofía", pues
considera que dicho principio conduce a los alumnos al
escepticismo y al ateísmo.

-La universidad de Leiden, como ya lo había hecho
la de Utrecht en 1640, prohíbe la filosofía
cartesiana, imponiendo el aristotelismo, y Revius, rector de la
Escuela de
Teología de la Universidad de Leiden, declara que
Descartes es un blasfemo por sugerir que Dios puede
engañar.

-En este año se produjo el último
encuentro personal de Descartes con la princesa Elisabeth, aunque
su correspondencia continuó.

1647: -Aunque Descartes pretendía
permanecer en Holanda para encontrarse cerca de la princesa
Elisabeth, se mostraba muy preocupado por la actitud y "las
injurias" de una "tropa de teólogos" contraria a su
filosofía y que le atacaba con "calumnias". Por ello
pensó en regresar definitivamente a Francia en el caso de
que la princesa no permaneciera también en Holanda. El 10
de mayo le escribe:

"Pero puedo afirmar que ésa [el posible regreso
de la princesa a Holanda] es la principal razón por la que
prefiero residir en este país antes que en cualquier otro,
ya que soy de la opinión de que nunca podré ya
gozar tan por entero como desearía del reposo que vine a
buscar en el, pues sin haber obtenido aún toda la
satisfacción que sería menester de las injurias que
se me hicieron en Utrecht, veo que van dando lugar a otras y que
hay un hatajo de teólogos, gentes de la Escuela, que
parecen haberse coaligado en contra de mi persona para intentar
agobiarme a calumnias[75]

En esa misma carta, le dice más
adelante:

"y pienso también, si no consigo que se me haga
justicia (y
preveo que será harto difícil obtenerla), en
alejarme por completo de estas
Provincias"[76].

-En julio Descartes escribe a la princesa Elisabeth
desde París, cuando ésta acababa de estar enferma y
la esperanza de volver a verla curada le "provoca extremas
pasiones por volver a Holanda"[77].

-Al problema con los teólogos holandeses se
añade que el dinero de
la herencia de su padre se le estaba agotando y que se estaba
cargando de deudas. Por estos motivos buscaba otras fuentes de
ingresos, como el de una pensión, concedida ya,
según Baillet, por el cardenal Mazarino en este año
de 1647 y ampliada –aunque luego anulada- para 1648.
Descartes intentó igualmente conseguir un cargo en la
corte francesa que le permitiese disponer de suficiente tiempo
libre o, alternativamente, conseguir que la reina Cristina de
Suecia le invitase a su corte para explicarle su propia
filosofía. Esta última solución a sus
problemas fue la que finalmente pudo adoptar, ayudado por su
amigo Chanut.

Respecto a la pensión mencionada llama la
atención que Descartes comunicase a la
princesa Elisabeth que el rey de Francia se la había
concedido sin él haberlo
solicitado
[78]Sin embargo, aunque Descartes
hace referencia a la pensión de 1648, que no llegó
a cobrar como consecuencia de la sublevación de La
Fronda
, no menciona la pensión que, según
Baillet, habría cobrado ya en septiembre de 1647. Por otra
parte, parece que Descartes no dice la verdad cuando cuenta a la
princesa que él no la había solicitado, pues las
circunstancias económicas en que se encontraba eran ya
bastante precarias y su amigo Jean Silhon era secretario del
cardenal Mazarino, que era el encargado de concederlas.
Igualmente también Watson afirma que Descartes "buscaba
una pensión de la corte de
París"[79].

En una carta a Chanut del 31 de marzo de 1649, Descartes
le comentó que había estado en
París en 1648, pero que no había cobrado la
pensión que le habían ofrecido. Watson tiene sus
dudas acerca de esta cuestión y escribe que "Descartes se
benefició al menos de una
pensión"[80].

-Escribe a Chanut una carta llamativamente extensa, de
carácter más religioso y
teológico que filosófico, con la intención
aparente de que la hiciera llegar a la reina Cristina para que
ésta se interesase por su obra y así preparar el
terreno por si se le presentase la ocasión de solicitar o
aceptar de la reina la invitación para ir a la corte. De
hecho la reina leyó la carta dirigida a Chanut, y, a
continuación, éste escribió a Descartes
comunicándole que la reina Cristina estaba interesada en
conocer sus ideas acerca de la naturaleza del bien. Descartes
escribió una carta a la reina, enviándole un
tratado sobre ese tema e incluyéndole además unas
copias de las cartas que había enviado a Elisabeth de
Bohemia relacionadas con el tema de las pasiones.

A su vez, la reina Cristina de Suecia, transcurrido casi
un año desde que Descartes le había enviado su
anterior carta junto con otros escritos, le escribe para decirle
que ha leído sus Principios de la
Filosofía
.

-Se produce un encuentro en París con Gassendi,
Hobbes y Pascal. Descartes
se muestra disgustado por las Objeciones de Gassendi y
de Hobbes a sus Meditaciones Metafísicas,
objeciones a las que, en sus Respuestas, él
había replicado de un modo bastante.

1648: -El
príncipe de Orange manda que cesen las discusiones en
la universidad de Leiden. Se reiteran las prohibiciones de
cualquier debate
alrededor de la nueva filosofía. Se decide suspender toda
enseñanza de Metafísica, sin que cesen las
discusiones[81]

-Descartes redacta, para la princesa Elisabeth, un breve
tratado sobre Las pasiones del alma.

-Igualmente y como ya se ha dicho, Descartes intenta
conseguir una pensión del gobierno
francés, pero sus gestiones, al coincidir con momentos
políticos de revueltas populares en París ("La
Fronda") quedan sin efecto, al suprimirse las pensiones, y
regresa a Holanda.

-Muere su fiel amigo el sacerdote M. Mersenne. Descartes
no le visitó en sus últimos días ni
asistió a su entierro.

1649: -Escribe el Tratado de las pasiones del
alma
, ampliando la obra anterior que había escrito
para la princesa Elisabeth, y dedica ésta a la reina
Cristina.

-Descartes responde a la reina Cristina
expresándole una admiración extrema y
ofreciéndole su presencia en la corte, diciéndole
de manera muy servil que no podría ordenarle nada a lo que
pudiera negarse si estuviera un su mano realizarlo, lo cual era
una manera de manifestarle su deseo –y casi su necesidad-
de que le invitase a ir a la corte. El servilismo de Descartes se
pone de manifiesto en esta carta tan llena de desorbitadas
alabanzas y de rastrera sumisión:

"Si sucediera que me enviaran una carta desde los
cielos, y si la viera bajar de las nubes, no podría sentir
sorpresa mayor ni recibirla con mayor respeto y veneración
que los que he sentido al recibir la que Vuestra Majestad se ha
dignado escribirme […] me atrevo a asegurar con vehemencia
a Vuestra Majestad que haré siempre cuanto esté en
mi mano por cumplir cualquier cosa que quiera mandarme y ninguna
me parecerá excesivamente
dificultosa."[82].

Finalmente, enviado este contrato de esclavitud
–sin que nadie se lo hubiera exigido-, la reina lo
aceptó y le invitó a acudir a la corte
sueca.

Rodis-Lewis considera que "las decepciones sufridas en
los Países Bajos y en Francia le ayudaron a intentar esta
nueva experiencia"[83], reconociendo de este modo
que evidentemente era Descartes quien estaba más
interesado en ir a la corte sueca que la reina Cristina en que
Descartes acudiera. El francés hizo lo posible para que la
reina le invitase, aunque luego presentó su viaje como si
se tratase de una especie de favor que él hacía a
la reina, accediendo a una invitación suya, que
habría surgido de su admiración espontánea
por su gran genio
filosófico y científico, pero la verdad era que
Descartes lo estaba pasando mal en Holanda por las tensiones
generadas por su filosofía –y por su propio
carácter-, y empezaba a pasar por graves dificultades
económicas[84]Además, en Francia no
había conseguido que le hicieran el caso que había
pretendido y, por eso, hizo lo posible, aunque disimuladamente,
para que Chanut intentase que la reina le invitase a acudir a la
corte sueca[85]Y así, cuando en esa carta
de febrero de 1649 asegura a la reina Cristina que "no
podría ordenarle nada tan difícil" que no estuviera
"siempre dispuesto a hacer lo posible por ejecutarlo", le
está rogando que le invite a la corte. Se trataba de un
viaje deseado por los motivos señalados, y también
porque aparecer en la corte sueca resultaba muy tentador para su
prestigio como filósofo y científico en cuanto le
servía de escaparate para aparecer ante los demás
como un gran sabio, invitado por la reina de Suecia por el gran
valor de su filosofía. Este viaje, pues, no sólo
podía significar la solución para sus tensiones con
los teólogos holandeses sino también una
pequeña venganza contra ellos: ¡Ellos le
habían rechazado, calumniado y humillado, pero una gran
reina había sido capaz de valorar adecuadamente sus
méritos como científico y como
filósofo!

Después de recibir por fin la invitación,
Descartes dirige a Chanut dos cartas, la primera para
enseñársela a la reina y la segunda personal. La
reina le proponía una estancia de sólo unos meses,
desde abril hasta el fin del verano, sugiriéndole un
regreso a Francia antes del invierno para evitarle tener que
soportar el clima tan
frío del país en invierno –o simplemente para
cumplir con el deseo del pensador francés, pero sin
desearle una estancia prolongada por no ser la Filosofía
un asunto que le interesara e manera especial-. Descartes le
respondió que la voluntad de la reina era para él
una orden, pero también que regresar ese mismo verano le
dejaría poco tiempo para explicarle los aspectos
más esenciales de su pensamiento, y, por ello, fue el
propio Descartes quien pensó en partir en verano a Suecia
para pasar allí el invierno, encargando a Chanut de que
trasmitiese a la reina su punto de vista acerca del momento y
duración del viaje[86]

Sin embargo, en la carta personal a Chanut y
posiblemente con la intención de que Chanut pudiera
garantizarle de algún modo que estaría bien
atendido durante su estancia en la corte sueca, le confiesa
su dificultad para resolverse a ese viaje. Le dice temer
que la reina esté demasiado ocupada para dedicarse
suficientemente a la Filosofía. Recordando las decepciones
del viaje a Francia en el año anterior, llega incluso a
temer que los ladrones lo desvalijen por el camino, "o un
naufragio que me quite la vida". Le comenta a Chanut que
desearía que la reina "sólo hubiera tenido alguna
curiosidad que ya se le hubiera pasado" para "sin disgustarla"
poder "ser dispensado de este viaje"[87]. Tales
palabras, aunque puedan ser una muestra auténtica de la
desazón que Descartes sentía ante la inminencia de
su aventura en Suecia, parecen representar igualmente una muestra
del carácter calculador de Descartes, pues, si en realidad
no deseaba ir a Suecia, ¿por qué no aceptó
la propuesta de la reina de ir a la corte sólo durante el
verano?, ¿por qué le propuso la idea de ir ya algo
más tarde para que su estancia en la corte durase al menos
un año? Seguramente porque así su viaje no se
vería como la satisfacción de un simple capricho de
la reina sino como el favor que Descartes le hacía de
asistir a su corte para explicarle "su filosofía" respecto
a la cual la reina parecía tan interesada. Por otra parte,
a Chanut le comunica que teme hacer ese viaje a fin de que le
consiga garantías de que recibirá un trato especial
por ese gran sacrificio. Esta diferencia entre los planteamientos
de ambas cartas, la escrita a la reina y la escrita a Chanut,
implica por parte de Descartes una actitud calculadora y
manipuladora respecto a Chanut, en cuanto de algún modo
pretende chantajearle psicológicamente, haciéndole
responsable de su decisión de ir, en lugar de escribirle
con claridad a la reina Cristina, manifestándole sus
preocupaciones al respecto. Además, no habla con
sinceridad ni con la reina ni con su "amigo" Chanut: A la reina
le habla del viaje "como un paseo", mientras que a Chanut le
manifiesta su dificultad para decidirse a realizar ese viaje. Al
parecer, su amigo cayó en la trampa de animarle a
realizarlo, comprometiéndose de ese modo a tratar de
conseguir que Descartes se sintiera cómodo a lo largo de
su estancia en la corte. Poco después le escribió a
la princesa Elisabeth diciéndole que persistía
en el designio de ir
por lo bien que le había hablado
Chanut "de esta maravillosa reina"[88]. Y,
calculando, tal vez, que la princesa Elisabeth pudiera ponerse en
contacto epistolar con la reina, escribe a la princesa Elisabeth
hablándole de la reina Cristina en términos
especialmente elogiosos, hasta el punto de que llega a expresarle
a la princesa que confía que tales alabanzas no
provocarán en ella ninguna clase de celos. Sin embargo, no
parece que en aquellos momentos a Descartes le importase mucho
que la princesa sintiera celos o no por sus alabanzas a la reina
utilizando expresiones que antes le había dirigido a ella
como si fuera un ser absolutamente excepcional, pues en estos
momentos se siente despechado respecto a la princesa, que no se
da por enterada de la última declaración de amor
del pensador francés. Por ello, el interés de
éste, después de su fracaso sentimental,
está puesto ahora en la corte sueca.

Respecto al momento del inicio del viaje llama
especialmente la atención la ridícula
idolatría de Rodis-Lewis por Descartes al escribir:
"¿Cómo no admirar, con un matiz de sorpresa, la
firmeza de resolución del filósofo, a pesar de
sus funestos presentimientos?"[89], como
si el pensador francés hubiera decidido ir a Suecia
teniendo el "presentimiento" (?) de que allí
moriría a los pocos meses. Por otra parte, con estas
palabras Rodis-Lewis lo único que hace es dejarse llevar
por las ideas que expresó Baillet de modo patético
en relación con la supuesta actitud de sus amigos al
despedirse: "Varios de sus amigos de Holanda no pudieron
despedirse sin demostrar la aflicción que les
producía el presentimiento de su
destino
"[90].

Escribe a continuación Rodis-Lewis que Descartes
"se embarcó a principios de septiembre […] "con
peinado de bucles, zapatos acabados en cuarto creciente, y
guantes adornados de nieve"[91], es decir, con un
atuendo ridículo, propio de "la nobleza", pensado para
impresionar a la reina y muy posiblemente para conseguir de ella
que le admitiese en la corte, lo cual no
sucedió.

Descartes llegó a la corte sueca en octubre de
1649. Una vez en ella, además de pocas clases de
Filosofía que pudo impartir a la reina Cristina en ese
horario bastante sádico y despótico de las cinco de
la mañana, Descartes se encargó, según los
biógrafos, de algún otro asunto que nada
tenía que ver con la Filosofía, como la redacción de unos estatutos para una
academia sueca. Durante ese tiempo escribió para la reina
Cristina una versión ampliada de Las pasiones del
alma
, solicitando el permiso de la princesa Elisabeth, a
quien había dedicado la primera, más
breve.

Indica Rodis-Lewis que la reina le concedió
dispensa "de toda ceremonia de la corte", y "no ir nunca al
palacio sino a "las horas" en que ella quería "conversar
con él"[92]. Sin embargo, R.
Watson explica este asunto de un modo totalmente contrario, pero,
sin duda, más verosímil: La reina lo mantuvo a
distancia; no podía ir a la corte libremente sino
sólo en las ocasiones en que ella le citase. De ahí
la rápida decepción de Descartes por el poco
interés de la reina por "su filosofía" y su
correspondiente enfado por su interés por el griego, que
anteponía a los estudios de
Filosofía[93]

-Algún biógrafo de Descartes como Baillet
–y Rodis-Lewis[94]que le sigue en esta
opinión-, afirma que, por encargo de la reina Cristina,
Descartes escribió el libreto El nacimiento de la
Paz
para un ballet, pero R. Watson no comparte esa teoría
y afirma que visitó personalmente la biblioteca
universitaria Carolina Rediviva de Uppsala, en la que
encontró un ejemplar de El nacimiento de la paz,
catalogado como perteneciente a Hélie Poirier, el cual se
encontraba en Suecia cuando se escribió esa
opera[95]Este hecho hace sumamente improbable que
dicha obra la hubiera escrito Descartes, a pesar de la
opinión de Baillet, tan dado a exagerar los valores de
Descartes.

Poco después Chanut, nombrado embajador oficial
ese mismo año, le encargó que escribiera los
estatutos para una Academia Sueca. Pero, desde ese momento,
desengañado al comprender que en la corte se le
menosprecia y que la reina no tiene interés por su
filosofía, comienza a sentirse a disgusto y manifiesta su
deseo de abandonar Suecia.

1650: -En una de sus últimas cartas,
escrita en la corte sueca en el mes de enero, dice:

"Aquí no estoy en mi elemento, y no deseo
más que la tranquilidad y el reposo, que son unos bienes que los
reyes más poderosos de la tierra no
pueden dar a los que no saben tomarlos ellos
mismos"[96].

-El día 3 de febrero se le manifiesta una
pulmonía que había contraído como
consecuencia del clima tan frío de Suecia y de sus paseos
matinales a la corte para cumplir su compromiso con la reina.
Pocos días después, el 11 de febrero, muere en
Estocolmo.

En relación con la descripción ridículamente beata de
la muerte de Descartes, tanto Rodis-Lewis como Baillet dan
muestras de una gazmoñería extrema, Baillet por
escribirla y Rodis-Lewis por tomársela en serio:
"[Descartes] esperaba al capellán, que le pidió que
hiciera una señal solicitando la última
bendición: inmediatamente "alzó la vista al cielo",
indicando "una perfecta resignación a la voluntad
divina"[97]. Según Chanut, en varias
ocasiones "dio señales
[…] de que se retiraba contento de la vida y de los
hombres, y confiado en la bondad de
Dios"[98].

Respecto a esta descripción de una muerte tan
fervorosa, Watson escribe que Baillet presentó la muerte
de Descartes como "la muerte que convenía a un
católico piadoso"[99], añadiendo
poco después que "el problema es que su criado Henry
Schulter consignó que Descartes murió sin
pronunciar una sola palabra"[100].

1663: -La Jerarquía de la Iglesia
Católica incluye las obras de Descartes en su
"Índice de libros prohibidos".

Aspectos
personales y sociales que condicionaron la obra de
Descartes

Para profundizar en la obra de Descartes tiene especial
interés investigar los diversos aspectos que condicionaron
el desarrollo de
su personalidad
en cuanto ésta tuvo importantes repercusiones en su obra,
teniendo en cuenta además que la obra de cualquier
pensador no deriva exclusivamente de una razón pura sino
siempre condicionada por los diversos factores relacionados con
su personalidad global. Es fácil comprobar el nivel de
integridad intelectual de un pensador dedicado a la Lógica
o a las Matemáticas, en las que el principio de
contradicción es un criterio suficiente para verificar la
verdad o la falsedad de los resultados a los que haya podido
llegar; pero es mucho más difícil comprobarla en el
terreno de la Filosofía, en cuanto en ella no existe un
procedimiento
intersubjetivo suficientemente claro para la verificación
de las teorías
defendidas por los diversos pensadores y en cuanto la complejidad
de los matices conceptuales y lingüísticos utilizados
por cada pensador determina que en muchas ocasiones resulte muy
difícil alcanzar resultados verdaderos compartidos por
todos. Una simple mirada a la Historia de la
Filosofía, con una diversidad de puntos de vista tan
variada e incluso contradictoria, parece suficiente para
constatar la verdad de esta consideración.

Descartes tuvo cualidades intelectuales
muy brillantes que le hicieron destacar de forma especial en
Matemáticas. Sin embargo, cuando se dedicó a la
Filosofía y a las ciencias empíricas,
cometió errores tan graves que inducen a tratar de
investigar las diversas causas que pudieron propiciar una
diferencia tan abismal entre los resultados que obtuvo como
matemático y los que obtuvo como filósofo y como
investigador empírico. Por ello, en este apartado no se va
a hablar de las virtudes que propiciaron los éxitos del
pensador francés en las diversas áreas del
pensamiento, incluida la filosófica, sino de los aspectos
más negativos de su personalidad que pudieron propiciar de
algún modo una parte considerable de sus errores y
fracasos en estos terrenos.

A continuación se hará referencia a estos
aspectos de su personalidad y se tratará de investigar si
existe algún nexo entre ellos. Por lo que se refiere a los
factores antecedentes –y sólo como una
hipótesis muy incompleta- quizá habría que
hacer referencia a su infancia enfermiza pero, además, a
una considerable privación afectiva, como factor
biográfico que pudo haber propiciado la formación
de tales aspectos de su personalidad, en cuanto su madre
falleció cuando él tenía sólo un
año, en cuanto su padre estuvo a su lado en escasas
ocasiones durante ese periodo fundamental de su vida, en cuanto
además fue el tercero y último de los hermanos que
sobrevivieron del primer matrimonio de su
padre y en cuanto a los diez años se le envió al
internado del colegio de La Flèche, donde pudo haber
sentido su estancia como un abandono que debió de
contribuir a crear en él un sentimiento de
soledad.

Este sentimiento de soledad, paralelo al de sus
carencias afectivas, pudo repercutir en el desarrollo de una
inseguridad
inconsciente respecto a su propio valor y capacidad para
despertar afecto y, como consecuencia, en un endurecimiento de su
carácter que pudo conducirle a encerrarse en sí
mismo por lo que se refiere al desarrollo natural de su
afectividad y a ser incapaz de mantener auténticas
relaciones de amistad.

Muchas peculiaridades de su personalidad podrían
entenderse como una consecuencia de ese sentimiento inicial de
abandono y de su lucha inconsciente por demostrar a la sociedad su
propia valía a fin de recibir de ella, si no el afecto que
había necesitado durante la infancia, sí el
reconocimiento de su valor. Aquella necesidad afectiva no
satisfecha pudo haber sido un motor que le
impulsó a luchar por triunfar en todo lo que hacía,
sirviéndose para ello tanto del uso adecuado de su
capacidad intelectual para la búsqueda del conocimiento
–como sucedió en sus progresos en el terreno de las
Matemáticas-, como del uso inadecuado de dicha capacidad
en cuanto otros fines y otros medios menos
ligados a la búsqueda de la verdad y más ligados a
la búsqueda del triunfo social pudieron cegarle hasta el
punto de conducirle a defender doctrinas absurdas a las que no
habría llegado si se hubiese guiado exclusivamente por la
búsqueda sincera del conocimiento.

Parece que las únicas excepciones por lo que se
refiere a esta frialdad afectiva fueron básicamente la del
matemático Beeckman, a quien profesó en los
primeros tiempos una mezcla de admiración y de amor
–lo cual no le impidió posteriormente insultarle y
tratarle con el mayor desprecio-, la de su hija Francine, durante
el escaso tiempo en que pudo dedicarle su cariño, y la
princesa Elisabeth de Bohemia, de quien se enamoró
apasionadamente. El resto de sus amistades, incluso la del padre
Mersenne, fueron en general simplemente interesadas. El padre
Mersenne, que fue su confidente durante muchos años y, en
apariencia, su mejor amigo, ni siquiera obtuvo de él que
lo visitase cuando estuvo gravemente enfermo ni que asistiese a
su entierro al morir.

Conviene hacer referencia igualmente a otras
peculiaridades de su personalidad que en parte pudieron
desarrollarse como consecuencia de esa inicial carencia afectiva
y en parte pudieron ser consecuencia de otra serie de causas,
tanto genéticas como ambientales, pero que, en cualquier
caso, fueron rasgos de su personalidad que en muchos casos
repercutieron de forma negativa en su producción filosófica.

La investigación de estas causas podría
ser objeto de un estudio particular, y, por ello, aunque el
presente trabajo se
centra de manera especial en el análisis y en la exposición
crítica de las sorprendentes incoherencias y
contradicciones en que incurrió el pensador
francés, a lo largo de esta segunda parte se
hablará de algunos aspectos de su personalidad que de
alguna manera parecen haber sido mecanismos de
compensación que se manifestaron como una intensa
egolatría, que a su vez se expresó
especialmente como megalomanía.

A continuación se hablará de estos
aspectos de su personalidad, pero es conveniente indicar, en
primer lugar, que este análisis tiene más
carácter de hipótesis que de tesis absolutamente
segura, y, en segundo lugar, que casi todos los aspectos de
la
personalidad que se van a analizar parecen tener en
común el estar originados en la egolatría
de que ya se ha hablado, como mecanismo de compensación
frente a la frustración provocada por la acusada carencia
afectiva que, al parecer, rodeó su infancia y su juventud.
El conocimiento de tales aspectos de su personalidad, al margen
de su importancia biográfica, tiene especial
interés en cuanto ayuda a comprender la mayor parte de los
errores de su obra, derivados de la dificultad del pensador
francés para servirse adecuadamente de su capacidad
intelectual, especialmente cuando la aplicaba a cuestiones de
carácter filosófico o teológico.

2.1. Megalomanía

Como ya se ha dicho, el egocentrismo de
Descartes puede haber sido consecuencia de una intensa carencia
afectiva a lo largo de su infancia y de su juventud, y parece
haber sido igualmente la raíz de la que surgieron el
tronco de su megalomanía y las ramas de diversos
aspectos de su personalidad de que se hablará
después. Su megalomanía, como característica
general que subyace en diversos aspectos de su carácter,
puede advertirse haciendo referencia a hechos como los
siguientes:

a) Según escribe R. Watson, ya a sus veinticuatro
años presumía de haber llegado en el terreno de la
Geometría "todo lo lejos que podía ir la mente
humana"[101]. Igualmente, mucho más
adelante en una carta a Mersenne se jactaba de manera innecesaria
y vanidosa respecto a la importancia de su Geometría
diciendo:

"Mi geometría es a la geometría
común lo que la Retórica de Cicerón
es al abecé del
niño"[102].

Afirmaciones como ésta se correspondían
ciertamente con un genio matemático muy brillante, pero
parece que también con un endiosamiento francamente
exagerado.

b) En las Meditaciones Metafísicas se
jactó de manera absurda de haber demostrado la existencia
de Dios y la inmaterialidad e inmortalidad del alma, considerando
que, con la ayuda de los doctores de la Sagrada Facultad de
Teología de París,

"después que las razones por las que pruebo que
hay un Dios y que el alma humana difiere del cuerpo hayan sido
llevadas hasta ese punto de claridad y de evidencia, a que estoy
seguro que se
las puede conducir, de modo que deban ser tenidas por muy exactas
demostraciones, no dudo que queráis declarar esto y
testimoniarlo públicamente; no me cabe duda, digo, que, si
se hace esto, todos los errores y falsas opiniones que han
existido siempre respecto de estas dos cuestiones se
borrarán pronto del espíritu de los
hombres
"[103];

c) En relación con la medicina, a pesar del breve
tiempo en que se dedicó a ella, pretendió estar
ocupado en una investigación crucial para la
curación de todas las enfermedades, para la
preservación de la vida y de la raza humana o
para lograr que la longevidad de la vida humana alcanzase hasta
los cien años. Estas pretensiones eran producto a un
tiempo de su megalomanía y de su frivolidad, que le
llevaron a creerse capaz de comprender ingenuamente la enorme
complejidad del cuerpo humano,
las causas y remedios de las enfermedades y las causas y
remedios del progresivo y programado deterioro físico de
todos los seres vivos, incluido el ser humano.

d) Al dirigirse a la princesa Elisabeth, le
manifestó su admiración
diciéndole:

"nunca encontré a nadie que haya entendido tan
perfectamente los escritos que he
publicado"[104],

para añadir poco después:

"me resulta imposible no dejarme arrebatar por un
sentimiento de enorme admiración cuando considero que
un conocimiento tan variado y tan perfecto de todas las
cosas
[…] se halle en una
princesa"[105].

Evidentemente, con la referencia a ese "conocimiento tan
variado y tan perfecto de todas las cosas", Descartes se
refería al conocimiento de sus propias ideas,
adquirido por la princesa.

e) En sus Principios de la Filosofía, a
pesar de que incomprensiblemente los críticos no suelen
hacer referencia a este hecho, Descartes se atrevió a
escribir, con la mayor osadía del mundo:

"no hay ningún fenómeno en la Naturaleza
cuya explicación haya sido omitida en este
Tratado"

y además

"he probado que no hay nada en todo este mundo visible o
sensible sino lo que he
explicado"[106].

Afirmaciones como ésta resultan tan sorprendentes
que al leerlas uno puede llegar a pensar que ha leído mal
o que el autor ha querido decir algo distinto de lo que dice,
pero la verdad es que, por absurdo que pueda ser, eso es lo que
dice, como puede confirmarse teniendo en cuenta que estas
pretensiones, expresión inequívoca de su
megalomanía, aparecen de nuevo y con la misma naturalidad
en una carta a Mersenne, en la que en relación con su obra
Los meteoros, le dice que no estará terminado en
más de un año, porque, al hacer el plan,

"resolví –dice- explicar todos los
fenómenos de la naturaleza
, es decir, toda la
física
"[107].

En relación con la Astronomía, según escribe
Rodis-Levis, el 10 de mayo de 1632 "se aventura ahora a buscar la
causa de la situación de cada estrella
fija"[108], y, como si esta pretensión
fuera lo más natural del mundo, indica más adelante
que "siempre seguro de sus principios, Descartes trabajó
sin cesar, para intentar comprender mejor toda la
naturaleza"[109], de manera que resulta casi tan
absurda e ilusa la pretensión cartesiana como la
naturalidad con que su biógrafa, desde un chovinismo
especialmente devoto hacia la figura de su paisano, habla de
la empresa de
abarcar el estudio de "toda la naturaleza" como de un objetivo
perfectamente asequible, al menos para su admirado
compatriota.

f) Con una enorme ingenuidad, derivada de esta
megalomanía, que le conducía a confiar
excesivamente en sus posibilidades, Descartes creyó que
convencería a los jesuitas para que utilizasen su propia
filosofía, plasmada finalmente en sus Principios de la
Filosofía
, como libro de texto que sustituyese a la
filosofía escolática. En este sentido,
agradeció a Picot su traducción de la tercera parte de los
Principios, y le habló de las cartas de Charlet,
Dinet, Bourdin y otros dos jesuitas, "que me dejan creer
–decía- que la Sociedad [jesuita] quiere estar de mi
parte"[110]. El mismo día, en una larga
carta al padre Charlet le agradece todo lo que ha recibido de
él en su juventud en el colegio de La Flèche, y le
insiste en el interés que tendría sustituir la
filosofía de Aristóteles por la suya. Descartes no
duda que "con el tiempo será generalmente aceptada y
aprobada" pudiéndose acortar mucho este tiempo con el
apoyo de los jesuitas[111]

g) Finalmente y por no alargar la serie de aspectos
biográficos que muestran este núcleo esencial de la
personalidad de Descartes, hay que hacer referencia a sus
Principios de la Filosofía, de los que escribe
que

"podrán pasar varios siglos antes de que se hayan
deducido de estos principios todas las verdades que de ellos se
pueden deducir"[112].

Resulta ridícula, por cierto, la forma mediante
la cual Rodis-Lewis se refiere a este texto cuando dice que
Descartes "reconoce" que "podrán pasar varios siglos",
dando como un hecho que la afirmación cartesiana
respondía a la realidad. Una vez más Rodis-Lewis se
muestra como digna sucesora de A. Baillet, primer
"hagiógrafo" devoto de Descartes.

2.2. A continuación se analizan con mayor
detalle esos otros aspectos de su personalidad que se
muestran como ramas que brotan del tronco de su
megalomanía, surgida a su vez de la raíz
de su egolatría.

2.2.1. Arrogancia

La megalomanía del pensador francés se
manifestó, como se ha podido ver, en afirmaciones y en
planes absurdos para alcanzar objetivos
científicos y filosóficos realmente imposibles;
pero igualmente tuvo repercusiones en otras
características de su personalidad, como la de su
arrogancia frente a los filósofos y
científicos que manifestaban su desacuerdo con alguna de
sus doctrinas, o como la de su irascibilidad, que en
muchas ocasiones le llevó a enfrentarse con diversos
matemáticos como Roberval y Beaugrand, con
científicos y filósofos como Gassendi y Hobbes, y
con teólogos protestantes como Voetius y Trigland, de un
modo muy alejado de la racionalidad y frialdad que hubiera debido
presidir su actividad como filósofo y como
científico.

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