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Tipos de ecosistemas (página 2)



Partes: 1, 2

Dinámica de los Ecosistemas:

Un ecosistema
mantiene estrechas relaciones de interdependencia con su entorno
mas inmediato y, en menor medida, con el medio global que se
encuentra.

El constante flujo de materia y
energía, es decir, su dinámica, se ha convertido en unos de los
puntales fundamentales de la ecología.

El estudio de los cambios y transformaciones que van
experimentando los elementos y compuestos químicos, desde
que forman parte del biotopo hasta que son un elemento activo de
la biocenosis, se hace por etapas sucesivas. Son escalones de
complejidad creciente.

El primero de ellos es lo que ha venido en llamarse la
producción primaria: convertir la materia
inorgánica, presente en forma de elementos simples, o de
compuestos más o menos complejos, en materia
orgánica, dotada de unas propiedades que son totalmente
diferentes y características de la vida.

Productividad de los
Ecosistemas:

Los organismos autótrofos, como las plantas, en
presencia de agua y con la
energía de la luz solar,
sintetizan su propia masa corporal a partir de los elementos
químicos y los compuestos inorgánicos que
encuentran en el medio. El resultado de esa reacción son
los tejidos
vegetales, y todo ello constituye la producción
primaria.

En el proceso de
producción secundaria, muchos animales se
alimentan de plantas y aprovechan esos compuestos
orgánicos para formar su propia estructura
corporal. Esta masa corporal servirá también para
alimentar a otros animales. Tanto en la producción
primaria como en la secundaria, la proporción entre los
elementos y nutrientes consumidos y la biomasa producida nos da
la productividad
de ese organismo concreto.

La productividad, pues, es un valor que mide
la eficacia con la
que un ser vivo es capaz de aprovechar sus recursos
tróficos.

Dado que un ecosistema comprende todos los organismos y
el medio en que viven, la productividad calculada para todos
ellos nos servirá para determinar el funcionamiento de
dicho ecosistema y también como fluye la energía a
través de los distintos niveles de su organización. Es uno de los
parámetros que se emplean con más frecuencia cuando
desea saberse lo eficaz que resulta un ecosistema.

Principales
ecosistemas

El concepto de
ecosistema ha demostrado su utilidad en
ecología. Se aplica, por ejemplo, para describir los
principales tipos de hábitat
del planeta.

La Tierra, un
gran Ecosistema:

El Planeta Tierra
es un gran ecosistema. Sus límites
los marca la propia
viabilidad de la vida en el planeta. Sin embargo, podría
decirse que nuestro planeta no permanece aislado de su entorno,
dado que a él llegan la influencia del sol y, en menor
medida, de los restantes planetas, de
otros astros y de la energía cósmica, pero son
factores de origen externo.

Además, en nuestro entorno más inmediato
no existen indicios de vida como la nuestra que pudieran ejercer
alguna influencia sobre los organismos terrestres. Por
consiguiente, la presencia de vida es el elemento clave que nos
permite limitar el gran ecosistema al planeta tierra.

Dada la imposibilidad de abarcar una unidad tan amplia,
a efectos prácticos podemos dividir, atendiendo a
distintos factores, el gran ecosistema que constituye el planeta
Tierra en otros ecosistemas de menores dimensiones. Y
éstos, a su vez pueden subdividirse en pequeños
ecosistemas, cada uno de los cuales es cada vez más
especializado, como un lago, un bosque o incluso una
pequeña gota de lluvia posada en una hoja.

Ecosistema Urbano:

Las características del medio urbano son
distintas al entorno natural, pero configuran también un
ecosistema, si bien de rasgos muy particulares. A pesar de la
escasez de
oportunidades que en general brinda a la vida, son numerosos los
organismos vegetales que colonizan este nuevo medio, y
también determinados animales, que encuentran en él
unas condiciones óptimas para su desarrollo.

Es posible establecer un cierto paralelismo entre lo que
llamamos calidad de
vida y el valor cualitativo del ecosistema urbano. La
sensación de bienestar que el ciudadano experimenta va
ligada a la presencia de determinados elementos que son propios
de la naturaleza.

Factores como el aire limpio o la
existencia de espacios verdes son indicativos a este respecto, y
constituyen elementos favorables para el resto de los seres
vivos.

Sin embargo, también puede llegar a
engaño, si ese tipo de aire o esos espacios se consigue
mediante el procedimiento
hostil a la naturaleza, como pueden ser el empleo de
acondicionadores y depuradores de aire en recintos cerrados, o el
uso de plaguicidas y fertilizantes para mantener el
césped.

Calidad del ecosistema urbano: la calidad del
ecosistema urbano depende en gran medida del grado de
relación con el entorno natural que lo rodea y la calidad
de éste último. Las dimensiones son también
decisivas, pues las grandes aglomeraciones urbanas potencian los
factores negativos para el desarrollo de la vida.

En las poblaciones pequeñas, existe una intensa
relación entre ambos ecosistemas, que conlleva incluso una
colonización por parte de la flora y fauna
circundante.

Cuando la urbe crece y, sobre todo, cuando los materiales
tradicionales de construcción, como la piedra o la madera, son
sustituidos por el acero y el
vidrio, se
produce un descenso considerable en la diversidad
orgánica. Las plantas no encuentran espacio necesario
donde arraigar ni tampoco nutrientes; las aves carecen
de huecos para anidar; y el incremento de la temperatura,
lo mismo que la contaminación
atmosférica y acústica, provocan la
desaparición de muchas de las especies.

La consecuencia es una pérdida irremediable de
calidad del ecosistema urbano, que los parques y otras zonas
verdes pueden compensar en parte. Si esas áreas disponen
de una superficie suficiente, y sobre todo se mantienen
comunicadas entre sí y con el medio exterior de la urbe,
puede actuar de puente y llegar a convertirse en
microhábitats enriquecedores de la biodiversidad.

Ecosistemas terrestres:

árticos y alpinos, propios de regiones
frías y sin árboles; bosques, que pueden subdividirse
en un amplio abanico de tipos, como selva lluviosa tropical o
pluvisilva, bosque mediterráneo perennifolio, bosques
templados, boreales y bosques templados caducifolios; praderas y
sabanas; y desiertos y ecosistemas semiáridos. Ecosistemas
de agua dulce: lagos, ríos y pantanos. También hay
ecosistemas híbridos, terrestres y de agua dulce, como las
llanuras de inundación estacionales. La gama de
ecosistemas marinos es amplísima: arrecifes de
coral, manglares, lechos de algas y otros ecosistemas
acuáticos litorales y de aguas someras, ecosistemas de mar
abierto o los misteriosos y poco conocidos sistemas de las
llanuras y fosas abisales del fondo oceánico.

El término ecosistema puede también
utilizarse para describir áreas geográficas que
contienen un espectro amplio de tipos de hábitats
mutuamente vinculados por fenómenos ecológicos.
Así, la región del Serengeti-Seronera, en África
oriental, una de las regiones salvajes más espectaculares
del mundo, suele considerarse como un único ecosistema
formado por distintos hábitats: llanuras herbáceas,
sabana arbórea, espesuras, manchas de bosque,
afloramientos rocosos (localmente denominados koppies o kopjes),
ríos, arroyos y charcas estacionales. Asimismo, las zonas
más productivas de los océanos se han dividido en
una serie de grandes ecosistemas marinos que contienen
hábitats muy variados. Son ejemplos de grandes ecosistemas
marinos de características muy distintas: el mar Negro, el
sistema formado
por la corriente de Benguela, frente a la costa suroccidental de
África, o el golfo de México.

Cambios naturales de los
ecosistemas

El mundo natural está en perpetuo estado de
transformación. El cambio opera a
todas las escalas de tiempo, desde
las más cortas a las más largas. Los cambios a
corto plazo, observables por las personas, suelen ser
cíclicos y predecibles: noche y día, ciclo mensual
de las mareas, cambio anual de las estaciones, crecimiento,
reproducción y muerte de los
individuos. A esta escala, muchos
ecosistemas no expuestos a la acción
humana parecen estables e invariables, en un estado de "equilibrio
natural".

Cada vez es más evidente que esto no es
así. Pero los cambios a largo plazo, los que actúan
durante décadas, siglos, milenios y hasta decenas de
millones de años, son más difíciles de
seguir. La propia ecología es una ciencia con
menos de un siglo de antigüedad, un simple guiño en
la historia de la
mayor parte de los ecosistemas naturales. Además, es
evidente que casi todos estos cambios a largo plazo no son ni
regulares ni predecibles.

En conjunto, el clima es, sin
duda, el factor más influyente a corto y medio plazo. En
tierra, la temperatura, la precipitación y la
estacionalidad son los tres factores que más afectan a la
distribución de ecosistemas. Los cambios de
cualquiera de ellos pueden tener consecuencias duraderas. En
tiempos geológicos recientes, el ejemplo más
visible de esto es, sin duda, la serie de glaciaciones que han
caracterizado a gran parte del pleistoceno. Estos prolongados
periodos de enfriamiento global han afectado profundamente a los
ecosistemas de todo el mundo, han provocado la invasión
por los casquetes de hielo polares de regiones templadas y la
contracción de los hábitats forestales
húmedos en partes del trópico.

A escalas temporales más cortas pueden
también producirse alteraciones climáticas de
influencia geográfica amplia. Uno de los ejemplos
más espectaculares es la corriente de El Niño, una
corriente de agua cálida que recorre periódicamente
el Pacífico. Ejerce una influencia enorme sobre los
ecosistemas marinos y provoca, por ejemplo, la muerte de
arrecifes de coral en muchos lugares del Pacífico o la
pérdida de productividad de las pesquerías del
ecosistema de la corriente de Humboldt, frente a las costas de
Perú y Chile. La corriente de El Niño sigue un
ciclo irregular y varía en cuanto a intensidad e impacto;
raramente pasan más de veinte años sin que se
produzca, pero en ocasiones el fenómeno se ha repetido con
un intervalo de sólo uno o dos años. Afecta
también a los ecosistemas terrestres, pues altera las
pautas de precipitación, sobre todo en América.

Ciertos episodios locales también afectan con
fuerza a los
ecosistemas: incendios,
inundaciones y corrimientos de tierras son fenómenos
naturales que pueden tener repercusiones catastróficas a
escala local. Este impacto no es necesariamente negativo: de
hecho, muchos ecosistemas necesitan estas perturbaciones
periódicas para mantenerse. Ciertos ecosistemas, una vez
alcanzado el estado
óptimo o clímax, son dependientes del fuego, ya que
los incendios periódicos forman parte esencial del ciclo
de crecimiento; estos ecosistemas son muy comunes en áreas
semiáridas, como gran parte de Australia.

A escalas de tiempo más prolongadas, los
fenómenos geológicos y la evolución desempeñan una función
crucial en el cambio de funcionamiento de los ecosistemas. La
deriva continental altera, literalmente, la faz de la Tierra,
destruye paisajes y crea otros nuevos, mientras que la
evolución da lugar a nuevas formas de vida que, a su vez,
pueden crear ecosistemas nuevos al tiempo que inducen la
extinción de otras especies y la pérdida o
transformación de los ecosistemas de los que formaban
parte.

Pero esto no significa que los ecosistemas naturales
carezcan de continuidad. Muchos han demostrado una elasticidad y una
persistencia enormes durante millones de años. Son
ejemplos de ecosistemas que se han mantenido aparentemente
estables durante mucho tiempo: las extensas llanuras del fondo
oceánico, los ecosistemas de tipo mediterráneo del
sur de África y el oeste de Australia y algunas
áreas de selva tropical lluviosa o pluvisilva, como las
del Sureste asiático continental o las montañas del
este de África.

Influencia humana sobre
los ecosistemas

Todos los medios y
ecosistemas naturales se enfrentan ahora a una dificultad sin
precedentes: la humanidad. El ser humano ha comprimido en unos
pocos siglos cambios que en su ausencia hubiesen exigido miles o
millones de años. Las consecuencias de estos cambios
están todavía por ver. A continuación se
describen los impactos más importantes de la actividad de
los seres humanos sobre los ecosistemas.

Destrucción y fragmentación
de hábitat

La influencia más directa del hombre sobre
los ecosistemas es su destrucción o transformación.
La tala a matarrasa (el corte de todos los árboles de una
extensión de bosque) destruye, como es lógico, el
ecosistema forestal. También la explotación
selectiva de madera altera el ecosistema. Lo mismo ocurre con la
desecación de humedales que se ha llevado a cabo de forma
sistemática (para ganar tierras de cultivo o eliminar la
fuente de enfermedades) y cuyo mayor
exponente es la desecación del mar de Aral por el
aprovechamiento de las aguas de sus tributarios. La
fragmentación o división en pequeñas manchas
de lo que era un ecosistema continuo puede alterar
fenómenos ecológicos e impedir que las parcelas
supervivientes continúen funcionando como antes de la
fragmentación.

Cambio climático

Ahora se acepta de forma generalizada que las
actividades de la humanidad están contribuyendo al
calentamiento
global del planeta, sobre todo por acumulación en la
atmósfera de gases de
efecto
invernadero. Las repercusiones de este fenómeno
probablemente se acentuarán en el futuro. Como ya se ha
señalado, el cambio climático es una
característica natural de la Tierra. Pero antes sus
efectos se podían asimilar, porque los ecosistemas
"emigraban" desplazándose en latitud o altitud a medida
que cambiaba el clima. Como ahora el ser humano se ha apropiado
de gran parte del suelo, en muchos
casos los ecosistemas naturales o seminaturales no tienen
ningún sitio al que emigrar.

Contaminación

La contaminación del medio ambiente
por herbicidas, plaguicidas, fertilizantes, vertidos industriales
y residuos de la actividad humana es uno de los fenómenos
más perniciosos para el medio ambiente. Los
contaminantes son en muchos casos invisibles, y los efectos de
la
contaminación atmosférica y del agua pueden no
ser inmediatamente evidentes, aunque resultan devastadores a
largo plazo. Las consecuencias de la lluvia
ácida para los ecosistemas de agua dulce y forestal de
gran parte de Europa
septentrional y central es un fenómeno que ilustra este
apartado.

Especies Introducidas

El hombre ha sido responsable deliberado o accidental de
la alteración de las áreas de distribución
de un enorme número de especies animales y vegetales. Esto
no sólo incluye los animales domésticos y las
plantas cultivadas, sino también parásitos como
ratas, ratones y numerosos insectos y hongos. Las
especies naturalizadas pueden ejercer una influencia devastadora
sobre los ecosistemas naturales por medio de sus actividades de
depredación y competencia,
sobre todo en islas en las que hay especies naturales que han
evolucionado aisladas. Así, la introducción de zorros, conejos, sapos,
gatos monteses y hasta búfalos han devastado muchos
ecosistemas de Australia. Plantas, como el arbusto sudamericano
del género
Lantana, han invadido el bosque natural en muchas islas
tropicales y subtropicales y han provocado alteraciones graves en
estos ecosistemas; el jacinto acuático africano,
género Eichhornia, también ha perturbado de forma
similar los ecosistemas de agua dulce de muchos lugares
cálidos del mundo. En el litoral mediterráneo, la
introducción accidental del alga marina Caulerpa taxifolia
está provocando la desaparición de las ricas y
productivas comunidades de fanerógamas marinas, las
praderas de Posidonia.

Sobreexplotación

La captura de un número excesivo de animales o
plantas de un ecosistema puede inducir cambios ecológicos
sustanciales. El ejemplo más importante en la actualidad
es la sobre pesca en los
mares de todo el mundo. El agotamiento de la mayor parte de las
poblaciones de peces es, sin
duda, causa de cambios importantes, aunque sus repercusiones a
largo plazo son difíciles de evaluar.

Control de la influencia
humana sobre los ecosistemas

Controlar el cambio de los ecosistemas puede ser para la
humanidad el reto más importante durante el presente
milenio. Será necesario encontrar soluciones a
todas las escalas, desde la local hasta la mundial, incidiendo en
todos los estratos sociales, desde la clase política, hasta los
niños y
estudiantes, promoviendo programas de
educación
ambiental en escuelas y centros educativos.

La protección de los ecosistemas naturales que
quedan en parques nacionales y otras áreas protegidas es
decisiva. Pero esto no evitará la influencia de factores
como el cambio climático o la contaminación
arrastrada por el aire y el agua.
Además, la continua pérdida de terreno que
experimentan las áreas naturales significa que
probablemente exigirán una gestión
más activa para mantener sus funciones
ecológicas: control de
especies exóticas, manipulación de los niveles de
agua en los humedales, incendios periódicos controlados en
hábitats forestales, entre otros. Esta clase de
intervenciones son siempre peligrosas, pues todavía
desconocemos el funcionamiento de la mayor parte de los
ecosistemas.

El control de la contaminación y de la
emisión de gases de invernadero exigirá adoptar
medidas a escala mundial; también requiere medidas
coordinadas de este tipo la interrupción del deterioro de
las pesquerías marinas por sobrepesca. En última
instancia, la solución estriba en controlar el crecimiento
de la población humana y en adoptar una postura
mucho más restrictiva en cuanto al uso de recursos
naturales y energía.

Ecosistemas naturales y
artificiales

La palabra ecología proviene del prefijo griego
oikos que significa "casa". Así pues nos encontramos ante
la "ciencia de la casa". El concepto básico de la
ecología es el de ecosistema. Un ecosistema es un conjunto
espacialmente limitado de seres (vivos e inertes) que se
relacionan entre sí y con el exterior de forma que puede
definirse una organización característica de la
actividad de los seres vivos dentro de él. Como todas las
definiciones, la anterior es incompleta y el concepto de
ecosistema sólo acaba definiéndose por la
práctica de su uso.

1.- ECOSISTEMAS NATURALES.

Los ecosistemas, como todos los sistemas, pueden
clasificarse en abiertos (intercambian materia y energía
con el exterior) y cerrados (no lo hacen). Como veremos todo
ecosistema necesita intercambiar energía con el exterior.
Sin embargo, los intercambios de materia, aunque siempre
están presentes en casi todos los ecosistemas reales,
pueden en principio ser tan reducidos como se quiera. La Biosfera, el
ecosistema formado por todos los seres vivos sobre la Tierra
más la materia inerte con la que interactúan, es un
caso claro de ecosistema prácticamente cerrado en lo que
respecta a los intercambios de materia con el
exterior.

A una escala más modesta, un ejemplo
típico de ecosistema natural es un lago en un paisaje de
clima templado. De hecho la limnología o "ciencia de los
lagos" es una parte muy importan de la ecología, y una de
las primeras históricamente. Es fácil de comprender
por qué: los lagos suelen estar muy bien delimitados (una
característica esencial de cualquier ecosistema) y
además intercambian pocos materiales con el exterior, lo
que hace más fácil su estudio. Los describiremos
brevemente como ejemplo.

Los lagos en un clima templado tienen un funcionamiento
cíclico. Durante la primavera y el verano reciben
más energía (solar) del exterior que la que ceden,
mientras que durante el otoño y el invierno sucede a la
inversa (el lago está en promedio más caliente que
el aire y, por tanto, cede energía a éste). Durante
la primavera y el verano el agua este estratificada de modo
estable, más caliente en la superficie que en el fondo, ya
que el agua caliente pesa menos que la fría. En la
superficie las algas realizan la fotosíntesis y crean materia
orgánica a partir del CO2 y del oxígeno
disuelto en el agua, más los nutrientes minerales que
llegan de los ríos. Los desechos orgánicas de las
algas muertas, más los seres vivos que se alimentan de
ellas, caen al fondo del lago donde son descompuestos por otros
microorganismos que extraen la energía para sobrevivir de
la descomposición de la materia orgánica muerta.
Durante el otoño y el invierno, el agua de la superficie
se enfría, se hace más densa que la del fondo y
"cae", mezclándose con esta y provocando el ascenso de los
nutrientes que han ido cayendo al fondo durante el verano,
así el ciclo puede volver a comenzar.

Los lagos se clasifican en oligotróficos
(oligo=poco) y eutróficos, según que la
descomposición de los materiales en el fondo sea aerobia
(en presencia de oxígeno) o anaerobia. El primer caso se
produce cuando hay pocos nutrientes (de ahí el nombre de
oligotrófico) y el segundo cuando hay demasiados
nutrientes y no hay oxígeno suficiente en el fondo para
efectuar la descomposición aerobia (u oxidación),
con lo que la anaerobia toma su lugar, produciéndose gases
malolientes como el metano,
sulfhídrico, etc. y lodos negros en el fondo del
lago.

Entenderemos mejor la diferencia entre un lago
oligotrófico y uno eutrófico planteando la
ecuación general de la vida aerobia (que es la dominante
en la Tierra):

CO2+agua+minerales+energía (solar) materia
orgánica+oxígeno

Cuando la reacción discurre hacia la derecha se
está realizando la fotosíntesis, mediante la cual los
vegetales verdes sintetizan la materia orgánica a partir
de la energía
solar, y cuando discurre hacia la derecha se está
realizando la respiración o descomposición aerobia
de la materia orgánica, de la que la mayoría de los
seres vivos extraen la energía para vivir. Ponemos "solar"
entre paréntesis en la ecuación, para enfatizar que
cuando la reacción discurre hacia la derecha, la
energía que se toma del ambiente es la energía
solar. En cambio, cuando la reacción discurre hacia la
izquierda, la energía que aparece en la ecuación es
la que los seres vivos necesitan para mantener su actividad
vital. La eutrofización ocurre cuando hay demasiada
materia orgánica (o demasiado poco oxígeno) en el
fondo del lago, de modo que los organismos anaerobios (más
primitivos y menos eficientes) toman el relevo en la
descomposición de la materia orgánica, extrayendo
energía por medios menos eficientes y provocando desechos
desagradables o incluso venenosos para los seres aerobios (como
nosotros).

El ejemplo del lago sirve para ilustrar algunos
conceptos elementales en el estudio de los
ecosistemas:

La biomasa es el conjunto de la materia viva de un
ecosistema (medible en toneladas, kg., etc… de carbono o
también de "peso en seco"). En los ecosistemas terrestres
casi toda la biomasa es vegetal (autótrofa), siendo la
biomasa animal (heterótrofa) menos de una milésima
de aquella. Esto es lógico si tenemos en cuenta que la
biomasa vegetal es la única que posee la propiedad de
producir más biomasa a partir de la materia
inorgánica.

Los ciclos son muy importantes en ecología. Ya
hemos visto como el comportamiento
de los lagos templados es cíclico en el tiempo,
reciclándose los productos de
la descomposición de la materia orgánica en el
fondo del lago de un año para otro. Una parte importante
de la ecología es el estudio de los ciclos de los
distintos materiales elementales (carbono, oxígeno,
nitrógeno, fósforo, etc…) en cada ecosistema en
particular y en toda la Biosfera.

La sucesión de estados en un ecosistema es
también muy importante. En los lagos templados hay una
sucesión de estados diferentes de verano a verano, en los
cuales el comportamiento y la composición del ecosistema
difieren mucho de un estado a otro. Este es un tipo de
sucesión cíclica que aparece en todos los climas
con estaciones. Existe otro tipo de sucesión, que no es
cíclica, que es el que aparece cuando un ecosistema es
devastado (por ejemplo por un incendio), mediante la cual el
ecosistema vuelve a su estado inicial.

Un ejemplo de esta sucesión aparece cuando un
bosque se quema. Aparecen entonces una serie de plantas que
colonizan la zona quemada (jaras, etc.) y que preparan el terreno
para la regeneración del bosque. Al estado final de esta
sucesión se le denomina clímax (y a la
sucesión climácica). Durante la sucesión
climácica aparece una serie temporal de estados
diferentes, que se caracterizan en casi todos los casos por la
siguiente regla: a medida que avanza la sucesión, la
productividad de biomasa permanece constante (ya que es
básicamente proporcional a la superficie y a la irradiación solar), la biomasa total
aumenta, la destrucción de biomasa por el metabolismo y
la respiración de animales y plantas aumenta al mismo
ritmo y, finalmente, se llega a un estado de equilibrio
dinámico en el que la destrucción y la
producción de biomasa se igualan. Este estado es el climax
(en climas con estaciones, el climax hay que entenderlo como un
estado de equilibrio dinámico con oscilaciones anuales).
El ejemplo típico de clímax es el ecosistema de la
selva húmeda tropical, un ecosistema con gran
producción de biomasa, que es inmediatamente destruida por
el metabolismo de los seres vivos y con ciclos casi perfectos de
todos los nutrientes. Como ocurre en la selva tropical, una
característica de las sucesiones
climácicas es que la biodiversidad (el número de
especies presentes en el ecosistema) crece a medida que nos
acercamos al climax.

No todos los ecosistemas pueden recuperarse tras una
catástrofe e iniciar la sucesión climácica.
Esta incapacidad la describimos con la palabra fragilidad (del
ecosistema). La selva húmeda tropical, a diferencia de los
bosques templados, es un ecosistema muy frágil, por lo que
la actual destrucción de grandes zonas de selva es, en
muchos casos, irreversible.

2.- ECOSISTEMAS ARTIFICIALES

La influencia cada vez mayor que las actividades humanas
realizan sobre los ecosistemas naturales, hasta transformarlos
radicalmente como hemos visto en los ejemplos anteriores, pone de
manifiesto la necesidad de tener en cuenta estas actividades en
el análisis de los ecosistemas. Al mismo
tiempo, el hombre ha
ido creando una serie de espacios tan humanizados que ya no cabe
describirlos ni siquiera como ecosistemas naturales modificados.
Estos espacios son las ciudades, las zonas industriales y sus
interconexiones (que ocupan más del 3% de la superficie
seca del Planeta). De hecho, como hemos visto y vamos a ver
enseguida, a buena parte de las explotaciones agrícolas
modernas habría que calificarlas también de
ecosistemas totalmente artificiales, pues comparten con estos su
principal característica (su carácter insostenible a largo plazo). Todas
estas creaciones de la humanidad, desde el punto de vista de la
ecología, forman parte del metabolismo exosomático
(por oposición al metabolismo endosomático que hace
referencia a los intercambios de materia y energía
estrictamente necesarios para mantenernos vivos como individuos)
de la especie humana, del mismo modo que los panales forman parte
del metabolismo exosomático de las abejas. No obstante, en
el caso de la especie humana, el metabolismo exosomático
supone intercambios de energía que multiplican por 14 la
energía de los intercambios
endosomáticos.

Al aplicar los métodos de
la ecología al análisis de estos sistemas creados
por el metabolismo exosomático de la humanidad, observamos
notables diferencias con los ecosistemas naturales. La primera y
la más llamativa de todas es la fuente de energía.
Todos los ecosistemas naturales sin excepción funcionan a
base de energía solar: la energía solar es captada
por las plantas verdes y transformada en materia orgánica
mediante la fotosíntesis. Esta materia orgánica es
luego oxidada por las propias plantas o por los animales que la
comen para obtener así la energía con la que
desarrollarse, moverse, mantener su temperatura, vivir en suma.
Los sistemas artificiales, en cambio, utilizan la energía
proveniente de combustibles no renovables (fósiles y
nucleares), extraídos de la corteza terrestre. La otra
gran diferencia está en el carácter no reversible y
abierto de los ciclos de los materiales en los ecosistemas
artificiales. La ecuación, transitable en los dos
sentidos, de los ecosistemas naturales que vimos más
arriba, queda reducida a una ecuación transitable en un
sólo sentido:

Recursos naturales+ energía no renovable =
productos+residuos

Las reacciones que sólo pueden discurrir en un
sentido son insostenibles a la larga. Muchos opinamos que
ésta es la causa profunda de la insostenibilidad de los
ecosistemas artificiales. Sin embargo, si analizamos
cuidadosamente la cuestión, vemos que ello no es
así necesariamente y que, al menos en teoría,
es posible "imitar" a la naturaleza en los ecosistemas
artificiales, haciendo discurrir la ecuación anterior en
ambos sentidos, mediante un simple cambio:

Recursos+residuos+energía solar =
productos+residuos

Donde hemos puesto "solar" para indicar que, cuando la
reacción discurre hacia la derecha, la energía debe
ser solar o sus derivadas
(eólica, hidráulica, etc…), lo que asegura su
renovación. Mientras que los residuos obtenidos en la
producción, aparecen de nuevo a la izquierda de la
ecuación, como consecuencia de la reutilización o
el reciclaje.
Obtendríamos así un ecosistema artificial renovable
y sostenible (al menos mientras durase la energía del
Sol).

En resumen, cuando aplicamos el análisis
ecológico a los sistemas producto del
metabolismo exosomático de la humanidad, encontramos que
estos sistemas son, en la actualidad, esencialmente
insostenibles. Robert U. Ayres, en un artículo famoso, ha
comparado tales ecosistemas artificiales con los ecosistemas
primitivos que existían sobre la faz de la Tierra en los
primeros tiempos de la vida sobre ella y ha propuesto la
solución que se describe más arriba.

Ecosistemas
artificiales

Creación de ríos,
Bosques,Troncos, Raíces, árboles, Cataratas, lagos,
naturaleza muerta, animales, montes, cavernas, rocas,
etc.

Monografias.com

ESPEJO DE AGUA

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MANTOS DE AGUA

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RIOS Y SELVA

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CATARATAS
BIOCOSTRUIDAS

Bibliografía

  • 1. ENCICLOPIA TEMATICA ILUSTRADA
    GRIJALBO. 2003. Ecología. Lima Perú.

  • 2. BIBLIOTECA DE CONSULTA ENCARTA.
    2003.

  • 3. REVISTA DE DIVULGACION
    CIENTIFICA Y TECNICA DE ECOLOGIA Y MEDIO AMBIENTE.
    2002.

  • 4. CENTRO DE INVESTIGACIONES
    BIOLOGICAS DEL NORESTE. 2003. México.

 

 

 

 

 

 

Autor:

William

Partes: 1, 2
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