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La prevención en la lucha contra la droga, una tarea de todos (página 2)



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Por otro lado hay que resaltar una idea que muchas veces
se olvida: el problema de la droga no se da
solo en personas calificadas previamente como conflictivas o
problemáticas. Desgraciadamente, la problemática de
las drogas
llega a todos los rincones. Un niño, un adolescente, un
joven perfectamente normal en su personalidad y
en su comportamiento, también puede ser
susceptible de iniciarse en el tema, si se dan un conjunto de
circunstancias. Por ello hay que estar muy atentos.

Hemos de pensar que todos los problemas
tienen solución. El problema de las drogodependencias
también. La prevención es la mejor arma para luchar
contra el problema de las drogas y
la familia
tiene un papel privilegiado en la prevención.

Con "La prevención en la familia" tratare
de ser el punto de partida para una reflexión y la toma de
una actitud activa
y participativa por parte de los padres en el tema de la droga y
además ofrecer un instrumento de apoyo a la familia en
general en las tareas de prevención.

El problema de las drogodependencias es complejo, ya que
afecta a las personas que lo sufren, a los familiares y a toda la
sociedad. Es
un problema que nos afecta a todos.

La situación actual del consumo de
drogas es muy distinta a la de hace algunos años, tanto en
el mundo como en nuestro país, ya que se han producido
cambios en la sociedad, cambios en el tipo de drogas consumidas y
en los modos de consumo.

En todas las sociedades han
existido y existen drogas, estas drogas se han utilizado de
diferentes maneras y con distintos fines (terapéuticos,
desinhibidores, sociales, estimulantes del rendimiento
intelectual y físico, tranquilizantes, etc.) además
existen drogas asociadas a la cultura de
determinados pueblos (el alcohol en la
cultura mediterránea, el Hachís en el norte de
África, la
coca en los países andinos etc.), por eso es importante
conocer el contexto, es decir el medio social en que se da el
consumo de drogas.

En estos tiempos las relaciones sociales parecen haberse
flexibilizado, dando formas de relación más
libertarias y una mayor permisividad social. Si pensamos en las
relaciones que tenían nuestros padres con nuestros
abuelos, la que tenemos nosotros mismos con nuestros padres y las
que ciertamente tendremos con nuestros hijos, probablemente
encontraremos grandes diferencias.

En lo económico nos encontramos con una
situación de estrechez, profundos cambios se han llevado a
cabo en nuestra sociedad. El temor de los jóvenes de no
poder obtener
lo que desean a partir de un empleo modesto
influye en su perspectiva del futuro y los hacen tomar, a veces,
caminos equivocados.

Pero, paradójicamente, a la vez ha habido un
crecimiento
económico, y nuestra sociedad es más rica en
conjunto. Se ha pasado del predominio de valores
basados en el esfuerzo personal y el
valor del
trabajo a la
valoración de los resultados materiales de
ese trabajo; el éxito
social y el dinero.
Existe un predominio de los valores
materiales sobre los espirituales, tenemos un poco más de
lo que tenían nuestros padres, queremos que los hijos
tengan lo mejor, se trabaja para ganar dinero y
conseguir bienestar material, y se tiene menos tiempo para
estar con los hijos.

Además de los cambios sociales y
económicos han tenido lugar cambios en la familia. Se ha
hablado de una crisis en la
familia, sin embargo creemos que lo que se ha producido en los
últimos años es una evolución del concepto de
familia. Se ha pasado de la familia extensa, formada por abuelos,
padres, hijos, tíos y primos a la familia nuclear, que
está compuesta por la pareja y sus hijos. Existen hoy en
día nuevas formes en la familia: las familias
monoparentales, compuestas sólo por un progenitor y los
hijos y las familias reconstituidas, compuestas por dos familias
monoparentales.

Los miembros de la familia extensa están muy
relacionados unos con otros, están en contacto permanente,
pueden vivir varias generaciones en la misma casa, se ven a
diario, comparten las tareas domésticas.

La familia extensa actúa como una "red social" de apoyo, los
miembros de la familia se ayudan unos a otros. Estas familias
tienen un importante papel en la transmisión de valores y
tradiciones. Pero cada vez son menos frecuentes.

Seguramente la mayoría de nuestras familias son
familias nucleares, tenemos menos contactos con el resto de la
familia, nos vemos con motivo de alguna celebración y
tenemos pocas actividades en común. Si tenemos que dejar a
los niños
con alguien pedimos ayuda a los vecinos o amigos.

Estos cambios en la forma de la familia dan lugar a
cambios en las funciones. La
función
tradicional de educación y
transmisión de valores se ha visto afectada
por:

Los cambios y la crisis de los valores tradicionales han
producido una desorientación y confusión en los
padres que ya no saben que valores transmitir a los hijos. No
saben si inculcar disciplina o
ser afectuosos, tienen miedo de ser demasiado severos o demasiado
tolerantes, en fin, a veces no saben qué es lo mejor para
los hijos.

La falta de experiencia y conocimiento
en pautas de crianza y educación de los hijos. Muchos
padres tienen el primer hijo sin ninguna práctica previa
en el cuidado de niños, no han tenido hermanos menores o
sobrinos, a su cuidado. Y se encuentra que no saben si lo que le
ocurre a su hijo es normal o no, si tienen que hacer esto o
aquello.

La disminución del número de miembros de
la familia. Antes la familia extensa contribuía al cuidado
y educación de los hijos. Ahora son menos para educar:
están el padre y la madre, y a veces solo uno de los dos,
y además están poco tiempo porque trabajan, el poco
tiempo que le dedican están cansados por el exceso de
trabajo. La educación de los
hijos implica, en las condiciones actuales, un esfuerzo
mayor.

La incorporación de la mujer al
trabajo, también ha supuesto un cambio
importante en el papel de los padres como educadores y en el rol
de cada uno.

Todo esto ha contribuido a que la función de la
educación en la familia se ha delegado en parte a la
escuela y a los
profesionales.

El papel tradicional de la familia como transmisor de
valores, de la historia familiar y la
tradición, ha sido sustituido también, en parte,
por la
televisión, los medios de
comunicación y los grupos
sociales. Ya no están tan cerca los abuelos o los
tíos para contar historias. Las madres tienen que ir a
trabajar y tienen menos tiempo para contar cuentos. Las
historias se ven en la televisión, y las modas o los gustos de
nuestros hijos vienen marcados por los medios de
comunicación.

Estos son algunos de los elementos de la sociedad en que
vivimos, algunos de los cambios que se has producido en los
últimos tiempos. No son mejores ni peores; es la sociedad
que tenemos.

La aparición del consumo de drogas está
asociada a la presencia de algunos factores- factores de riesgo– que son
condiciones que facilitan el consumo de drogas. También
existen otros factores que protegen frente al consumo de drogas,
que hacen que sea más difícil que aparezca el
consumo. Estos factores hay que tenerlos en cuenta a la hora de
hacer prevención.

Cuando se introduce el concepto de factor de riesgo
suelen realizarse una serie de aclaraciones. En primer lugar, se
dice que el concepto de factor de riesgo es
"probabilística", no determinista. El que un individuo
muestre factores de riesgo no implica que necesariamente vaya a
desarrollar conductas problemáticas; significa
únicamente que si lo comparamos con un individuo sin esos
factores, tendrá una mayor probabilidad
de llegar a implicarse en esas conductas.

En relación con esta idea es necesario matizar
que los factores de riesgo no llegan a tener el "status" de
causas. Son elementos predictores, pero no implican una
acusación directa y lineal. Por otra parte, es necesario
también tener en cuente que hoy por hoy, ningún
factor de riesgo por sí solo permite predecir
adecuadamente la conducta
problema. Se tiende a admitir que estos factores actúan en
interrelación.

Factores de riesgo son los elementos o las condiciones
que aumentan la posibilidad de que surja un problema.

Los factores de riesgo pueden ser características
individuales, como la falta de seguridad, la
inmadurez, la no-valoración de uno mismo, el tener
actitudes y
creencias favorables a las drogas, el fracaso escolar, el
comportamiento antisocial, el hecho de consumir drogas a una edad
temprana.

Pueden ser familiares, como el que haya una
historia de alcoholismo en
la familia o de consumo de drogas o la falta de habilidades o
capacidad o estrategias
educativas de los padres.

Y pueden ser sociales, como la disponibilidad de
la droga, la existencia de normas sociales
favorables o permisivas con el consumo de drogas, condiciones de
escasez
económica, de desarraigo y la escasez de vínculos
sociales, formar parte de un grupo donde se
consumen drogas…

Con respecto a los factores sociales cabe señalar
que en nuestro país no se hacen sentir de una forma tan
marcada, es decir, no hay una amplia disponibilidad de la droga y
las normas sociales son poco permisivas al respecto. No obstante,
cualquier cuidado que se tenga es poco y por eso lo incluimos en
nuestro trabajo para dar una panorámica completa de los
factores de riesgo que inciden en el consumo de
drogas.

Frente a los factores de riesgo, los factores de
protección son la madurez, la responsabilidad, la seguridad, la capacidad de ser
autónomos e independientes, el tener actitudes favorables
hacia la salud y de
rechazo hacia las drogas, el tener modelos de
hábitos de vida sanos y sin consumo de drogas en los
padres o personas importantes, el tener unos valores y normas de
conducta, la integración social de la familia, el tener
un grupo de amigos que no consuman drogas, el establecimiento de
vínculos y relaciones sociales.

Aunque ya definimos lo que es prevención, que es
evitar un daño
antes de que aparezca, ahora podemos agregar que la
prevención de las drogodependencias va dirigida a evitar
que los hijos consuman drogas o si surge un problema de esta
índole se pueda frenar su avance y evitar que se haga
mayor. La prevención se centra en evitar los factores de
riesgo y desarrollar los factores de
protección.

La prevención en la familia está dirigida
a crear las condiciones que ayuden a que los hijos no consuman
drogas. Por ello hay que hablar con los hijos de droga, cuando
sea necesario y para eso los padres necesitan estar informados.
Pero la prevención no es solo información, no basta con que les digan a
los hijos que las drogas son peligrosas.

Hay que educarlos desde pequeños en actitudes
sanas, ser ejemplo para ellos con nuestra conducta, crear un
clima familiar
de comprensión y comunicación que haga que la familia sea un
lugar donde el hijo pueda estar a gusto y pueda desarrollar una
personalidad madura.

En la familia no existe un único modo de educar,
cada una debe encontrar su propio estilo educativo. Pero
sí podemos decir que en cada familia se puede hacer algo
para llevar a cabo esta tarea con mayor eficacia.

Como hemos venido afirmando la familia es un factor
clave en la prevención de las drogodependencias, veamos
porqué:

Una de las funciones principales de la familia es la
educación y la transmisión de valores de a los
hijos. los padres se encargan de enseñar a los hijos lo
que ellos saben, lo que creen que está bien y mal, el modo
en que deben comportarse. Muchos padres pueden pensar que ellos
no lo saben todo con respecto a como educar a los hijos, y que
para eso sus hijos van a la escuela. Efectivamente la escuela y
la sociedad también educan, pero el papel de la familia es
determinante en la educación de los hijos, es un papel muy
valioso el que tienen los padres, porque la relación que
se establece entre padres e hijos es única y porque,
probablemente lo más importante que van a aprender lo
hacen con ellos.

Desde esta relación privilegiada que tienen los
padres con los hijos, pueden ejercer la función de educar,
y para ejercerla bien no hace falta grandes conocimientos ni
técnicas especiales, ni ser especialistas
en educación infantil. Educar significa enseñarles
a desenvolverse adecuadamente en la vida, esto incluye el que
sepan afrontar el consumo de drogas. Implica inculcarles valores
de autonomía y responsabilidad, que les lleven por
sí al rechazo de las drogas.

En la familia se adquieren y desarrollan las actitudes,
creencias, valores, hábitos, estilos de vida y, por tanto,
el modo de relacionarse con las drogas.

Los valores son aspectos concretos a los que les
damos una importancia especial, de modo que pasan a orientar lo
que hacemos. Por ejemplo, la salud puede ser un valor dominante
para una persona, mientras
que otros pueden valorar el dinero por encima de otras cosas, el
éxito, la inteligencia,
la unión de la familia, etc. Las personas definimos lo que
está bien y lo que está mal de acuerdo a los
valores que tenemos.

Las creencias son ideas o convicciones que las
personas tenemos acerca de las cosas que consideramos como
verdades indudables. Podemos tener creencias más o menos
racionales o irracionales. Por ejemplo, si la salud es un valor
importante para nosotros, podemos tener creencias irracionales
con respecto a nuestra propia salud "seguro que voy a
enfermar, estoy predestinado para ello" o creencias más
ajustadas a la realidad "la enfermedad le puede tocar a
cualquiera".

La actitud es la disposición que tenemos a
pensar y comportarnos de un modo determinado. Las actitudes
pueden ser más positivas o negativas, optimistas o
pesimistas. Siguiendo con el ejemplo de la salud, una actitud
positiva sería pensar "puedo hacer cosas para mejorar mi
salud", mientras que una actitud negativa podría ser "es
mejor no hacerse pruebas,
porque si estás enfermo no puedes hacer nada para
remediarlo y cuanto más tarde te enteres
mejor".

Los hábitos son las costumbres, la
capacidad y habilidad que tenemos para hacer algo por haberlo
hecho en repetidas ocasiones. El estilo de vida es el modo
de vida característico de una persona. Y los
comportamientos son nuestras conductas, la manera de
actuar que tenemos ante cada situación. Una persona que
tenga, por ejemplo, creencias racionales y una actitud abierta y
optimista hacia la salud desarrollará con más
facilidades hábitos de vida sanos (higiene,
ejercicio, alimentación adecuada, etc.), un estilo de vida
basado en el orden, tranquilidad, etc. Y comportamientos sanos
(práctica de deportes, salidas al campo,
controles médicos periódicos, etc.).

Cada familia enseña a sus hijos de acuerdo a un
estilo educativo, según las características de los
propios padres y el modelo de
educación que ellos mismos han recibido.

El estilo autoritario: los padres que adopten
este estilo pretenderán que sus hijos hagan las cosas
"porque ellos lo dicen", sin discutirlas, y es posible que
utilicen el castigo cuando los hijos no
obedezcan.

El castigo puede ser eficaz para mantener a los hijos a
raya durante un tiempo, pero es probable que los hijos acaben
rebelándose contra el castigo y sintiendo resentimiento
hacia el padre que castigó. No cometerán la
conducta prohibida por temor al castigo, pero cuando este
desaparezca la conducta volverá, porque el hijo no ha
interiorizado los motivos que le daban los padres.

El estilo basado en el premio: junto al estilo
autoritario basado en el castigo, existe otro estilo basado en la
autoridad de
los padres, pero se basa en el premio. El premio puede ser
un halago- "qué bien lo has hecho", "que bueno eres"- una
expresión de satisfacción- "que contento estoy con
lo que has hecho"- o cualquier otro tipo de reconocimiento. Si
obedece y no le decimos nada, no sabrá que nos gusta que
obedezca, por eso es importante decirle a los hijos lo
complacidos que nos sentimos cuando hacen algo
correcto.

Es más importante alabar lo que el
hijo hace bien que castigar lo que hace mal.

No significa que no haya que castigarlos, cuando sea
necesario, saber si el castigo es oportuno, y si lo es ponerlo
sin temor, explicándole al hijo porqué se le
castiga y que es lo que se espera de él.

Ahora bien si la educación de los hijos se
realiza basada solamente en premiarlos cuando hacen algo que
consideramos está bien tampoco les estamos dejando
interiorizar las normas.

Si se quiere que los hijos sean disciplinados hay que
saber que la única disciplina eficaz es la autodisciplina,
y ésta responde al deseo interno de actuar bien para
sentirse satisfecho con uno mismo.

El estilo positivo: un estilo positivo de
educación prioriza el premio frente al castigo pero busca
además que el niño interiorice las normas de los
padres.

El niño no se convence de que algo que él
desea está mal sólo porque los padres digan que
está mal a esto es a lo que hay que llegar, a que el hijo
vea que los padres le proponen que hagan lo mejor, pero no porque
así evita un castigo o consigue un premio, sino porque se
han tenido en cuenta sus razones y necesidades. Para eso los
padres tienen que aprender a "negociar" con los hijos, a entender
sus razones, sus motivos, sus deseos y buscar soluciones
aceptables para ambos.

Para realizar la tarea de educar es importante, en
primer lugar implicarse, sentirse responsables, tener el
compromiso y la vocación de educar, y para ello es
necesario dedicarle tiempo.

También es importante realizar esta tarea con
gusto
, encontrando placer en educar a los hijos, disfrutando
de enseñarles y aprendiendo a la vez de este proceso.

Por último es preciso mantener una
coherencia
entre la educación dada en la familia, la
escuela y la comunidad, y
entre lo que los padres les enseñan a loa hijos y lo que
hacen ellos.

No existe un patrón específico para la
educación en cada familia pues cada una es diferente, pero
lo que sí se puede hacer es prevenir el consumo de drogas
actuando desde la educación que se les da a los hijos en
cada núcleo familiar.

Existen diferentes etapas a ser enfrentadas en cada
familia, todas nuevas y con sus peculiaridades. Una de ellas es
contar entre sus miembros con uno o más adolescentes.

La adolescencia
siempre ha tenido un mal cartel. La literatura la ha descrito en
novelas y
relatos como "edad difícil", "tormentosa", "critica", sin
reparar en que hay otras etapas en la vida que son mucho
más difíciles, tormentosas y criticas que ella. La
crisis Del adolescente está, simplemente, en que se le
trata como a un niño y se le exige como a un adulto. Ya no
es niño, pero tampoco adulto. Esté en tierra de
nadie y ahí reside su dolor.

La raíz de esta situación real que todos
los padres conocen, reside en que olvidan que la adolescencia es
una etapa de tránsito, en la que hay que trabajar
conjuntamente con el hijo para ver que es lo que permanece de
cuanto se hizo, se conquistó y se tuvo de infancia y que
es lo que hay que cambiar, pues lo pasado ya no vale en su
totalidad.

La etapa adolescente es una encrucijada, un momento de
toma de
decisiones de cara a las nuevas etapas evolutivas. Por eso
tiene la doble vertiente de ser una "síntesis"
de todo lo anterior, una "revisión" de cuanto hay que
mantener y lo que conviene cambiar, así como una
"plataforma", desde la que lanzarse hacia el futuro, no quedar
infantilizado en el pasado sino para seguir creciendo con miras
hacia el futuro.

Ante esta realidad, hay que plantearse como ayudar a los
hijos en esa encrucijada. Facilitarle los medios para
conocerse, no imponerle un camino para el que no está
dotado, hacerle ver su propia realidad sin idealizarse ni
idealizar lo que desea hacer.

Acertar en este terreno, saber que hacer en la vida, son
requisitos para evitar que caiga en sentimientos de
inadaptación, tedio o
fracaso que lo lleven a buscar evasiones destructivas como puede
ser, entre otras, el consumo de drogas.

Después de haber analizado diversos factores que
pueden influir en la conducta de los hijos ante el problema de
las drogodependencias se hace necesario concretar lo que pueden
hacer los padres para ayudarles frente al riesgo. A
continuación una serie de conclusiones que responden a lo
anterior:

Fomentar la seguridad en sí mismos:
para esto los padres deben:

Aceptar a los hijos como son: Aceptar no significa
dejarle hacer lo que quiera "porqué es así",
significa reconocer sus características particulares, las
que son propias de él y valorarlas.

Valorar sus avances y logros: es importante fijarse en
lo que el hijo hace bien y decírselo.

Los padres deben manifestarles su aceptación y
cariño: que el hijo se sienta amado aumentará su
seguridad.

Crear expectativas ajustadas a sus capacidades: no se
debe esperar que un hijo de más de lo que él pueda,
pero tampoco menos.

Ayudarles a madurar:

Dejarles la oportunidad de tomar decisiones: hay muchas
cosa que los hijos pueden decidir, sobre todo las que
atañen a ellos directamente.

Darles tareas: es importante que el hijo tenga la
responsabilidad de realizar una serie de tareas concretas. Son
sus obligaciones
familiares.

No hacer las cosas en lugar de ellos: hay que correr el
riesgo de que los hijos se equivoquen, y dejarles hacer las cosas
por sí solos.

Darles autonomía: se les puede dar
autonomía dándoles responsabilidades.

Enseñar autocontrol a los hijos: el
autocontrol es la capacidad para dirigir adecuadamente las
emociones
(pena, ansiedad, rabia, frustración).

Estableciendo límites y
normas: los límites y normas de cada familia, no importa
cuáles sean deben ser claros y precisos. Los hijos
necesitan saber cuáles son los límites y que
pasará si se los saltan.

Establecer lazos sociales y familiares: estos
constituyen un factor de protección. Las personas que se
sienten vinculadas a la sociedad o la comunidad, sienten que
forman parte de un proyecto en
común y quieren vivir de acuerdo a las normas de ese
proyecto.

Existen determinadas actitudes educativas con respecto a
las drogas que los padres deben conocer para una mejor labor
preventiva, y en su caso, la búsqueda de la mejor
solución posible ante un caso de
drogodependencias.

Educar o hablar de drogas con los hijos puede presentar
a los padres algunas dificultades añadidas a la tarea
general de educar. Estas dificultades vienen dadas por la falta
de información, confusión o ignorancia sobre el
tema, por tener temor o indignación frente al
fenómeno, por la negación del problema, por no
querer ver que el problema existe.

A continuación exponemos lo que a nuestro modo de
ver deben hacer y evitar los padres:

Actitudes educativas a evitar:

La negación del problema. Las drogas existen y
cualquier familia puede verse afectada por ellas, esconder la
cabeza a este hecho no sirve de nada. Al contrario, ser
conscientes de ello y saber que hay elementos para prevenir el
consumo de drogas nos hace más fuertes, eficaces y capaces
de enfrentar las drogas.

Tampoco es adecuado infundir miedo a los hijos, pues hay
en los jóvenes una tendencia a creerse omnipotentes e
indestructibles.

No son útiles las advertencias del tipo "si
consumes drogas te vas a sentir mal". Al contrario el joven
percibirá en principio solo los efectos placenteros de la
droga.

Actitudes educativas a fomentar:

Anticiparse e informarse, aprender antes que sus hijos
sobre temas relacionados con las drogas, para enseñarles a
ellos.

Tener ideas claras, válidas y realistas con
respecto al consumo de drogas.

Tener y mostrar una actitud firme de oposición al
consumo de drogas.

Hablar con los hijos sobre drogas, conocer que es lo que
ellos piensan y ayudarles a evaluar los riesgos que
correrían si decidieran experimentar con
drogas.

Dar mensajes que exalten la capacidad de los hijos de
tomar sus propias decisiones y desataquen su sentido de
responsabilidad. Por ejemplo decirles "ahora que puedes decidir
lo que vas a hacer, también tienes que aprender todo lo
que te puede pasar si consumes drogas".

Estar alerta ante la posible aparición de un
problema de drogas en un hijo, pero no ajustarse ni preocuparse
anticipadamente y en exceso.

En el caso de que el hijo haya probado o experimentado
con las drogas debe actuar con firmeza e
inmediatamente.

En resumen, podemos decir que conviene dar a los hijos
la información sobre drogas que ellos pidan. No es
necesario dar más información que la que soliciten,
para no despertar curiosidad, pero siempre que hagan preguntas al
respecto hay que contestarlas.

Es conveniente tratar los temas de drogas con los hijos
en familia, con naturalidad, sin moralizar, aclarando dudas y
dejando abierto el diálogo.

No podíamos dejar de tratar en esta parte de
nuestro capítulo lo referente a la
comunicación en la familia, ya que resulta un
ingrediente de vital importancia a la hora de la
prevención.

Realmente para los padres es muy difícil en
muchos casos intentar acercarse a sus hijos, que pueden mirarle
de un modo despreciativo ("eres un anticuado", "lo que tú
sabes no me puede servir para nada"). Intentar no solo que
escuche, sino que hable de cómo se siente, cómo
vive la vida, cuáles son sus valores; que realmente los
padres puedan estar en contacto con lo que es la experiencia
vital de los hijos, especialmente de los hijos
adolescentes.

Esa es la base para poder hablar de drogas con ellos. El
poder relacionarse con los hijos, en principio hablando de otros
temas, de sus diversiones, sus aficiones, sus amistades. No en
plan de
escudriñar que aspectos problemáticos puede haber,
no queriendo dictaminar si sus amistades son convenientes o no,
porque inmediatamente se van a cerrar, se van a cerrar en sus
amistades, se van a aislar de los padres y van a perder la
oportunidad de tener información sobre los hijos, de
poderles orientar y ayudar.

He querido ofrecer la mayor información que desde
el punto de vista de la familia se puede dar ante el problema de
las drogodependencias, aunque también se puede realizar
prevención en otros lugares como pueden ser, la escuela,
la salud, y la comunidad. No obstante considero que la familia es
donde se forjan las primeras experiencias que motivarán
nuestra conducta a lo largo de toda la vida.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Lic. Delbys A. Nazco
Hernández

Partes: 1, 2
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