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Proyecto de guerra del 69 (página 2)



Partes: 1, 2

El problema de los hondureños es que
deben prepararse no sólo para frustrar los intentos
extranjeros para vulnerar por la fuerza la
soberanía patria, sino también para
desbaratar esos mismos intentos en el campo de la diplomacia y,
lo que es más importante aún, en el terreno de la
lucha por sacar al país del estado de
postración en que se encuentra. Mientras Honduras siga
siendo el país más débil de
Centroamérica, continuará siendo también la
prensa de sus
codiciosos vecinos.

Capítulo I

Las verdaderas
causas del conflicto

  • La situación del El
    Salvador.

  • 1. El problema agrario como
    trasfondo.

El día 9 marzo 1882, siendo
presidente del Salvador el doctor Rafael Saldívar, se
decretó la ley de
extinción de ejidos. Esa ley era la expresión de la
ideología liberal predominante en esa
época sobre todo, de los intereses de los terratenientes
que comenzaban a enfrentarse a la escasez de
tierras para el cultivo del café y
otros cultivos comerciales de exportación.

De esa manera se iniciaba un gran movimiento de
despojo de las comunidades indígenas y del campesinado,
que a la vuelta de los años daría como resultado
una enorme concentración de la tierra en
manos de grandes propietarios. Correlativamente se fue formando
un numeroso campesinado minifundista, en su mayoría sin
tierra, a la
vez que se creaba una nueva fuerza social puntos de proletariado
agrícola.

Las condiciones de vida y de trabajo de los
minifundistas y de los trabajadores sin tierra son miserables,
pues la pequeñez de las explotaciones y la mala calidad de las
tierras no permiten obtener un ingreso adecuado, menos aún
hay que pagar alquileres altos de 64 lempiras por manzana, y
competir por la tierra con agricultores capitalistas que se
dedica cultivos altamente remunerativos y que, por lo tanto,
pueden pagar rentas más altas hasta 120 lempiras, quedando
disponibles para el campesinado únicamente las tierras
marginales.

La gran oferta de mano
de obra, constituida por los minifundistas y los trabajadores sin
tierra, ejerce una fuerte presión
sobre los salarios el campo
salvadoreño son en promedio de 1.80 lempiras.
Además de los bajos salarios, el campesinado
salvadoreño tiene que enfrentarse a una aguda desocupación estacional: trabaja solamente
180 de los 280 días laborales del año.

La situación anterior se refleja en
los ingresos anuales
por familia que se
estiman entre 324 y 583 lempiras, cantidad considerada
insuficiente para satisfacer las necesidades más
elementales en forma apropiada. Es entre estos minifundistas que
se encuentran los índices más altos de analfabetismo,
enfermedades
endémicas y todas las características de los
grupos de
bajos ingresos.

El significado social de las condiciones de
vida del minifundista y que suman 1, 432,175 personas (1961) que
viven en la miseria y representan el 93% de la población rural, constituyendo el problema
social y político más grave del El
Salvador.

De 1950 a 1966 la economía salvadoreña ha crecido a
una tasa de 5.3% anual, siendo los sector agrícola los
más dinámicos, 6.9%, mientras que el
agrícola crecía apenas en un2.4% anual, es decir, a
un ritmo inferior a la de la población.

Durante los primeros siete años del
período de 1950-66, se experimentó lo que
podría llamarse una breve en la economía, como
resultado de las condiciones favorables del mercado
internacional para los productos de
exportación de El Salvador.
De esta manera, la tasa de crecimiento fue de 6% para la
economía en su conjunto, de 5% para el sector
agrícola y del 7% para el agrícola.

Pero al desaparecer las condiciones
favorables del mercado internacional, a saber, la baja del
precio del
café, y los vaivenes del algodón
sujeto a la política
norteamericana, dada la importancia que tienen estos productos en
economía salvadoreña, ésta se ve seriamente
afectada creciendo ya solamente una tasa del 4.6% durante el
período de 1957-66; el sector agrícola que es el
que directamente afectado apenas crece a una tasa de 0.3%,
mientras que los sectores no agrícolas mantienen su alta
tasa de crecimiento del 7%.

Como puede apreciarse, los altibajos del
sector externo son decisivos para la economía
salvadoreña, como lo son para todos los países
subdesarrollados. Los períodos de gran demanda y de
precios altos
significa: ingresos fiscales altos y, por lo tanto, fuertes
inversiones
del sector
público, aumento de la capacidad para importar
bienes de
consumo y de
capital,
incorporación de nuevas áreas para el cultivo,
cambios de un cultivos por otros, incorporación de
plantaciones semiabandonados, aprobación del límite
marginal, tecnificación, etc.

El resultado de todo lo anterior es el
aumento de la ocupación, lo que es de una gran importancia
para la tranquilidad social de un país como El Salvador,
es donde el equilibrio
social se mantiene sobre un hilo muy débil.

La caída de los precios y las
limitaciones del mercado, tales como la fijación de
cuotas, dan lugar una tendencia inversa, cuyo resultado final es
una menor ocupación. Una situación de este tipo que
se agudizó en extremo dio lugar en El Salvador, en el
año de 1932, a un levantamiento popular de grandes
dimensiones que fue ahogado en sangre por la
oligarquía salvadoreña.

Si la caída de los precios y los
otros problemas que
aquejan a los productos agrícolas de exportación
han tenido la repercusión de antaño, es debido,
fundamentalmente, a la existencia de un poderoso y efectivo
aparato represivo.

El rápido desarrollo de
la industria y el
comercio
salvadoreños sólo pueden ubicarse dentro del
contexto del Mercado Común centroamericano, pues el
número de habitantes y, principalmente, el bajo ingreso de
la población salvadoreña, no constituyen un mercado
suficiente para estimular el desarrollo industrial.

Tan importante ha sido el Mercado
Común para la economía salvadoreña que su
sector externo ha cambiado rápidamente orientación
y, lo que también es fundamental, los productos no
agrícolas han ido adquiriendo una mayor importancia dentro
del comercio
exterior.

De lo anterior puede deducirse la
importancia que el Mercado Común ha tenido para el
desarrollo de la industria salvadoreña que, junto con el
comercio, como se ha señalado, han sido los sectores
más dinámicos de la economía durante los
últimos años.

  • 3. La presión
    demográfica sobre el marco económico, social,
    político y físico.

A la estructura
agraria como factor fundamental del problema económico,
social y político salvadoreño, hay que negar la
alta tasa de crecimiento de la población que, bajo las
actuales condiciones de tenencia de la tierra, de subdesarrollo
y dependencia con respecto al exterior, da lugar a una
situación de crisis
demográfica.

Lo anterior da una idea del alto grado de
desocupación es el país, ya que de los 180
días hábiles al año, el trabajador promedio
sólo trabajan 122. Desde un punto de vista
económico y social, esto significa un alto desperdicio de
uno de los factores más importantes para el desarrollo y,
consecuentemente, ingresos bajos y una baja capacidad de compra,
esto es, el mercado nacional raquítico.

La alta tasa de crecimiento de la
población que choca con la rigidez del marco institucional
y el insuficiente desarrollo
económico, determinan que los problemas de
ocupación y sus secuelas económicas, sociales y
políticas, tiendan a agravarse.

En el campo, las posibilidades de aumentar
la superficie en fincas, mediante la incorporación de
nuevas áreas de cultivo, son muy limitadas y, cuando se
han realizado, como el caso del litoral, han sido absorbidas casi
en su totalidad por las grandes propiedades.

El alto crecimiento de la población
dentro de un marco institucional rígido que no permite el
acceso a la tierra al campesinado, tiene como sus principales
efectos: la creciente atomización de los minifundios de la
pequeña propiedad el
aumento a los trabajadores en tierras, la ocupación
disfrazada y de migración
hacia las ciudades y otros países.

Las posibilidades de trabajo para los que
miran hacia las ciudades son escasas, pues se ha estimado que el
número de empleos nuevos en la industria y los servicios es
de 8000 por año, mientras que la población
económicamente activa ha aumentado en 14,000
personas.

En cuanto a la inmigración hacia otros países, el
Instituto de estudios económicos de la facultad de
economía de El Salvador, señala que "no tiene
ninguna influencia fuerte sobre el crecimiento total de la
población".

Como conclusión puede decirse que,
el efecto de la presión demográfica es que agrava
una situación dada, pero no la determina. En otras
palabras, con otro régimen agrario, El Salvador no
tendría problema demográfico y un agudo conflicto
social.

  • 4. La respuesta de la
    oligarquía.

La oligarquía salvadoreña
basa su poder
económico y político en la posesión de la
tierra, la que destina principalmente a la producción para la
exportación.

El despojo del campesinado por la
oligarquía salvadoreña, que ha sido el más
completo en Centroamérica, y el alto grado de
explotación que esta situación permite, no
podía más que provocar una reacción
permanente del campesinado, que se ha manifestado el
levantamiento que datan desde 1833.

La respuesta de la oligarquía ha
sido la violencia,
perfeccionando para tal fin, desde finales del siglo pasado, el
ejército profesional y creando a principios de
este la guardia nacional que es el cuerpo represivo por
excelencia, organizado y entrenados especialmente para
aterrorizar controlar a los campesinos, obreros, estudiantes y a
la población creciente de las ciudades. De esta manera, El
Salvador cuenta con el ejército profesional y el cuerpo
represivo ha desarrollado en Centroamérica.

La alta dependencia de la oligarquía
respecto su propio aparato represivo y el creciente
poderío de este, no podía más que repercutir
en el desarrollo político de El Salvador, dando lugar al
militarismo que se ha manifestado por su injerencia predominante
en los asuntos del estado, teniéndose así que,
desde 1931 han prevalecido los gobiernos castrenses y en los
últimos años no ha habido presidentes civiles. El
militarismo también ha tenido sus manifestaciones
expansionistas, especialmente a finales del siglo pasado y en las
primeras cuatro décadas del actual.

Siendo la estabilidad social muy precaria,
la crisis mundial que se inició en 1929 se
transmitió a la economía salvadoreña
través de su sector de exportación, haciendo
tambalearse al inestable sistema. Al
acercarse los principales productos de exportación, en
especial el café, con lo que a su vez produjo la
desocupación en el campo y las ciudades, se agudizó
la situación a tal extremo que, en 1932, se subleva el
pueblo salvadoreño con el fin de hacer o su propia cuenta
el reparto de tierras.

La reacción de la oligarquía
través de sus instrumentos represivos, el ejército
y la guardia nacional, fue terrible. Durante un par de semanas la
persecución de obreros y campesinos fue grande y los
pelotones de fusilamiento funcionaron incansablemente,
estimándose las víctimas entre 18 y 40,000
personas. Además, dicha persecución
incrementó en forma apreciable la emigración hacia
Honduras.

Esta experiencia sangrienta, que
debía asustar a la oligarquía y servirle de
lección para adoptar otros métodos
que los violentos, fue hecha a un lado, y no tuvo más
efecto que reforzar la senda militarista y perfeccionar los
métodos y técnicas
de represión.

La oligarquía ha encontrado la mejor
solución del problema social en expansión
demográfica y económica, partiendo de una
concepción maltusiana. De esta manera se quiere hacer
aparecer que el problema salvadoreño no es la injusta
distribución de la tierra, la
explotación y la concentración de la riqueza, sino
la presión demográfica que se agudiza día a
día, debido a la alta tasa de natalidad. Consecuente con
esta manera de pensar, la política salvadoreña
tiene como uno de sus principales objetivos,
encontrarle salida a lo que considera excedente de
población a través de la emigración, algunas
veces espontánea y otras planificadas, amparada por
tratados
migratorios favorables a El Salvador.

La solución a los problemas
económicos originados en la fuerte dependencia del sector
externo, en los erráticos mercados y el
precio del café y otros productos agropecuarios, se ha
encontrado en la política
económica encaminada a convertir a El Salvador en el
país industrial de Centroamérica, tomando como base
el Mercado Común. Al convertirse la industria del sector
predominante de la economía, la agricultura y
la población rural perderían su importancia, lo que
haría más factible el control del
problema agrario.

Esta política, muy cómoda
para la oligarquía salvadoreña, ya que a
través de ella pretende garantizar su sobrevivencia sin
realizar ningún sacrificio su parte, tiene su talón
de Aquiles en que tal solución depende en gran medida de
factores externos, pues está basada en el supuesto de que
los otros países del área aceptaran su
expansión económica y poblacional, sin tomar en
cuenta que las otras oligarquías centroamericanas se
enfrentaran a los mismos problemas y que, por lo tanto a medida
que se agudizan las contradicciones sociales internas en cada
país y que chocan sus intereses económicos y se
agrava la lucha por la sobrevivencia, surgen obstáculos
que reducen las posibilidades de la oligarquía
salvadoreña.

Pero de todas maneras, para fines de
nuestro estudio, es importante tener presente lo siguiente: El
Salvador sigue siendo fundamentalmente un país agrario y
de todos los países centroamericanos es en el que
más se han agudizado los problemas
sociales; la oligarquía salvadoreña está
renuente a aceptar cualquier cambio
significativo que implique un desmedro para su poderío
económico y político, y en su lucha por sobrevivir,
su política de expansión demográfica y
económica en el ámbito centroamericano, ocupa un
lugar decisivo y por lo tanto intentará romper cualquier
obstáculo que se oponga a ello.

En lo anterior estas son las raíces
del conflicto entre Honduras y El Salvador.

  • La situación de
    Honduras.

  • 1. Generalidades sobre la
    economía hondureña.

Honduras es el país menos
desarrollado de Centroamérica y uno de los más
atrasados de Latinoamérica dado el grado de desarrollo
económico-social que imperaba a mediados del siglo pasado,
el interior del país no fue capaz de vencer los
obstáculos físicos y demográficos que
actuaban como un valladar al desarrollo de la economía
como siendo imposible aprovechar el auge del café,
producto que
sirvió de base a la economía de los otros
países del istmo, perdurando la hacienda ganadera
semi-feudal.

En cambio, en el litoral norte se
inició en 1860 el desarrollo de la producción del
banano, por pequeños y medianos productores nacionales y
extranjeros. Se habrían de esta manera las puertas para un
desarrollo capitalista nacional de la agricultura, tanto que para
los primeros años del siglo XX, el banano constituye ya el
principal producto de exportación.

Sin embargo, este núcleo incipiente
de la burguesía nacional fue destruido o sometido, al
irrumpir las grandes empresas
bananeras que, apropiándose de la tierra más
fértil es el mejor localizadas, quitaron a los empresarios
nacionales la fuente del excedente económico, truncando
así el desarrollo de todo el país.

Por esta manera como en Honduras
abortó el desarrollo de una agricultura capitalista
nacional, perdurando la hacienda semi-feudal y la agricultura de
casi subsistencia, en el interior del país, y la gran
plantación bananera extranjera en la costa
norte.

La naciente burguesía se
dedicará en su mayor parte al comercio de importación y exportación; la
industria será predominantemente de tipo artesanal y
solamente en la costa norte surgirá una industria basada
en pequeñas fábricas que dependerán del
mercado constituido por los obreros de las plantaciones
bananeras. Las más importantes de estas industrias
pertenecerán las compañías agrícolas
norteamericanas, así como también el principal
banco del
país, a través del cual realizarán sus
operaciones
bancarias los industriales y comerciantes. Un sector importante
de profesionales y oficinistas, pequeña burguesía,
se liga íntimamente a los intereses de las bananeras que
pagan los salarios más altos en el país y que
promueven la carrera política de sus más fieles y
capaz de colaboradores, hasta los puestos más elevados de
la administración
pública. Los mismos terratenientes de la región
se liguen a las compañías que son las que pagan las
rentas más altas y más seguras.

Después de la finalización de
la Segunda Guerra
Mundial, la economía hondureña, lenta y
dificultosamente, adquiere nuevas características, pues se
desarrolla una agricultura comercial no bananera industria fabril
toma impulso. Sin embargo, la comercialización de los principales
productos de exportación y la agroindustria quedan
siempre, en gran parte, en manos extranjeras, aunque ya no
exclusivamente de las compañías
bananeras.

Otro hecho importante de la post-guerra es la
gran huelga de 1954
y los campos bananeros, en la cual participaron 35,000
trabajadores y que tuvo como resultado la legalización de
la
organización sindical. Casi en forma simultánea
al desarrollo del trabajo organizado, surge que ese el
ejército profesional ocupa el lugar de los civiles armados
que formaban los ejércitos de partido.

Posteriormente, como resultado de la
mecanización y de la reducción del área
sembrada, las empresas bananeras llevaron a cabo despidos
masivos, dejando cesantes de 18 a 20,000 trabajadores, de los
cuales algunos volvieron a sus lugares de origen en el interior
del país. La mayoría de estos desocupados se
asentaron en tierras ociosas pertenecientes al estado, las
compañías bananeras y a terratenientes nacionales,
creándose esta manera un numeroso sector de campesinos sin
tierras, que ha venido creciendo con la inmigración es
procedente del interior del país y del El Salvador, en
donde grandes núcleos de campesinos ejercen una fuerte
presión sobre los recursos,
provocada por la estructura imperante en el agro.

En los momentos actuales, se puede decir
que la economía hondureña se caracteriza por lo
siguiente:

  • Predomina en el país, tanto por
    el área geográfica que abarca, como por el
    monto de la población que debía depende, una
    agricultura semi-feudal compuesta por la gran hacienda
    ganadera de un vasto sector de agricultura de casi
    subsistencia.

  • En algunos departamentos de iniciado la
    transformación de la hacienda semi-feudal en una de
    agricultura capitalista, basada principalmente las
    plantaciones de algodón, tabaco café,
    caña de azúcar para ingenios, y la cría
    moderna de ganado vacuno.

  • El alto grado de penetración que
    sufre por parte del capitalista extranjero, principalmente
    norteamericano. Puede decirse que el desarrollo capitalista
    en la agricultura, el comercio e industria, es extranjero o
    está ligado y sometido a intereses foráneos.
    Así se tiene: el comercio de exportación
    está en un 80% en manos extranjeras ; el banano que
    representa el 50% de las exportaciones, es producido y
    exportado por la United Fruit Company y la Estándar
    Fruit Company; el 50% de las tierras agrícolas de la
    costa norte, las mejores del país por su fertilidad y
    localización, son detentadas por la mencionada
    compañías; la explotación de los
    bosques, es el tercer producto de exportación, es
    llevada a cabo en 90% por empresas extranjeras;
    exportación de café, y el segundo
    renglón exportación, está en manos
    extranjeras, explotación de minerales es de un 100% en
    manos de la Rosario Mining Company y otras empresas
    norteamericanas; los recursos marítimos explotados con
    fines de exportación están en manos
    extranjeras. Las empresas industriales y comerciales
    importantes, supuestamente hondureños, y la banca, a
    excepción del ahorro hondureño, están
    fuertemente ligadas a intereses extranjeros, principalmente
    norteamericanos, por medio de la inversión mixta,
    préstamos, mercados, etcétera.

  • Geográficamente, el mayor
    desarrollo capitalista y la mayor penetración
    extranjera en agricultura, comercio e industria, se localizan
    en los centros urbanos importantes y en los departamentos de
    Cortés, Atlántida y Yoro. En el resto del
    país predomina la hacienda ganadera semifeudal y la
    agricultura de subsistencia, existiendo focos de desarrollo
    capitalista en la agricultura, principalmente en Copan, El
    Paraíso, Choluteca, Valle, Santa Bárbara y
    Francisco Morazán.

  • 2. El problema
    agrario.

Las primeras leyes
relacionadas con agricultura, después de la independencia,
tenían por objeto vender tierras para proporcionar fondos
a las raquíticas finanzas del
estado posteriormente, a este fin, se agrega el de promover el
desarrollo de la agricultura.

Pero al comenzar a construirse las
vías de comunicación y al crecer rápidamente
la población, la tierra adquirió un carácter más económico. En
esta nueva situación se hace palpable es los defectos de
la ley, pues para adquirir la tierra un mayor valor
económico, se volvió más apetecida y, en
esta carrera, el poder económico y político
serían los determinantes principales en la
distribución de la tierra. Si bien la ley de campo a la
gran empresa
agrícola, a los ejidos y a la finca familiar, son las
grandes compañías extranjeras y los terratenientes
nacionales, con buena posición económica y
política, los que denuncian y logran concesiones de
grandes extensiones de tierra. En segundo lugar, son los
municipios los que logran renegociar tierra para ejidos las
tierras reservadas para los lotes de familia quedaron sin
utilizarse o cayeron en manos de grandes propietarios.

Las tierras trabajadas por los campesinos
producen el 71% de los alimentos, el 63%
del café, el 85% de las aves y el 53%
del ganado vacuno, representando así el 70% de la
producción agropecuaria nacional, excluyendo el banano.
Casi todo está producción (el 90%) es consumida por
los propios campesinos. La economía campesina es, pues, de
casi subsistencia: produce apenas para sobrevivir.

El ingreso que obtiene una familia
campesina de su esfuerzo productivo es muy bajo, el más
bajo de la población de Honduras: L. 460 al año: L.
77 para cada miembro de la
familia.

Es evidente que este ingreso no es
suficiente ni siquiera para satisfacer las más elementales
necesidades diarias, mucho menos para ahorrar formar un capital
que pudiera aplicarse al mejoramiento de la técnica
productiva y al aumento de la producción con fines
comerciales. El ingreso obtenido por el campesinos apenas
suficiente para perpetuar su vida miserable, año con
año, para renovar cada año el ciclo de
producción de las viejas tierras ya agotadas, con los
mismos anticuados instrumentos de trabajo, y dentro de la misma
rutina primitiva. El debido estas condiciones de miseria que el
campesino se
ve obligado a vender su producción, al comerciante local
antes de haberla cosechado, que es el primer eslabón de
una cadena formada por camioneros, mayoristas, minoristas, etc.
quienes pagan los precios que quieren, aprovechándose de
su miseria. Es el comerciante local quien a su vez vende el
campesino las cosas que este su familia necesitan para el
sustento diario: en este caso los precios son altos y a menudo al
crédito. El campesino vende barato tratar
estableciéndose así, el círculo
explotación en que vive sumido durante toda su
existencia.

Es más que evidente el problema
agrario existe en nuestro país, siendo su
manifestación principal, la injusta distribución de
la tierra y la explotación de la miseria del
campesinado.

Esta desigualdad crece día a
día y en los últimos años ha adquirido una
gran ímpetu con el desarrollo capitalista, el
rápido crecimiento de la población y el traslado de
parte del problema agrario salvadoreño hacia
Honduras.

El desarrollo capitalista de la agricultura
ha tenido efectos adversos sobre el campesinado, en el sentido de
que, la tierra antes ocupada por el, ya fuere ilegalmente o
pagando una renta, en los últimos 15 años ha sido
reclamada por los terratenientes para el cultivo de productos de
exportación, especialmente café y algodón, y
la cría mejora de ganado vacuno. Desplazando al campesino
ocupante o arrendatario.

Mediante este proceso un
gran número de campesinos hondureños han quedado
sin forma de ganarse la vida, sin más alternativas que ir
a engrosar el grupo en las
ciudades, emigrar hacia otras regiones o invadir las tierras
antes trabajaba por ellos, las tierras ociosas y aun las que
están cultivadas.

Los conflictos
agrarios se originan al tratar, los terratenientes, de expulsar a
los campesinos de tierras que ocupan ilegalmente o de tirar
reservaba para los de familiares nacionales, de las que el
terrateniente sea apropiado arbitrariamente, o al realizar
despojos por diferentes medios,
algunos de ellos ilegales, pero más frecuentemente
mediante la persecución, por parte de autoridades
militares o de gavillas armadas exprofeso, destruyendo las
siembras, quemando las viviendas, asesinando dirigentes
campesinos, sobornando a jueces, etc.

De la agudización del conflicto
agrario da idea el hecho de que cuando ha existido libertad para
ellos, más de 35,000 campesinos han formado parte de
asociaciones campesinas con el fin de luchar por la
tierra.

Este número es alto si se toma en
cuenta los problemas que implican para la organización, la gran dispersión de
la tierra y en los últimos años se han producido
Honduras alrededor de 96 conflictos agrarios, siendo los
más importantes los registrados en las Guanchias, Oropoli,
Jamastran, que son las zonas en donde en los últimos 15
años se han operado con mayor rapidez e intensidad el
desarrollo capitalista de la agricultura.

  • 3. Efectos de la
    inmigración salvadoreña.

Las características del inmigrante
salvadoreño, en su gran mayoría analfabeta y con
una técnica agrícola tradicional, no le permiten
contribuir en forma importante el desarrollo del país; por
el contrario, vienen a grabar muchos de los problemas existentes.
Como campesino usar las técnicas tradicionales de roza y
quema de la agricultura migratoria, con lo que el área
cultivada y los rendimientos per cápita son bajos, aumenta
el proceso de erosión y
de destrucción de bosques; casi no contribuye o no
contribuye al fisco, pero se sirve de los escasos servicios
públicos tales como escuelas, hospitales,
etcétera., recargándolos. Como obrero
agrícola acostumbrado a salarios más bajos y a
peores condiciones de trabajo que el campesino hondureño,
compite con este desplazando, pues siendo indocumentado, el
terrateniente se aprovecha de esa condición para explotar
lo más, en el mismo grado que se hace en El Salvador,
haciendo trabajar bajo condiciones que no acepta la generalidad
del campesino asalariado hondureño.

El inmigrante salvadoreño y se
dirige a las ciudades va a competir propuestos en industria, el
comercio y otras actividades que tienen una tasa menor que los
equivalentes de su país y, por tanto, una menor capacidad
para ofrecer empleos. De ahí que un gran número
engrosar las filas de la desocupación disfrazada, como
zapatero remendones, vendedores de baratijas, de lotería,
etc., Y un alto porcentaje viene engrosar las filas de la
delincuencia.

En El Salvador, la oligarquía, para
reducir la presión social, ha creado tu mecanismo legal la
actitud
"nacionalista" entre los campesinos, obreros, comerciantes, etc.
Que casi hace imposible obtener trabajo a los nacionales de otros
países centroamericanos. Mientras tanto, esa misma
oligarquía, consecuente con sus intereses, pretende
abrirles el campo a sus excedentes de población,
forzándolos a emigrar al país vecino que sufren los
mismos problemas.

  • La situación política
    y su incidencia en el conflicto.

Habiéndose originado el gobierno de
Oswaldo López Arellano un golpe militar sangriento y
basando su estabilidad únicamente la fuerza del aparato
armado en el apoyo de un sector minoritario del partido nacional,
desde sus comienzos ha tenido que enfrentarse a una
oposición política que, sin embargo, se ha
caracterizado por su desorganización, por lo que el
gobierno le ha sido fácil mantener la raya.

No obstante, desde hace más o menos
un año, la oposición ha ido creciendo en fuerza y
cohesión. El gobierno ha perdido gran parte de su
influencia en los colegios profesionales y en la Universidad, y,
lo que es muy importante, el sector empresarial obrero de la
costa norte se han colocado en un plano de
oposición.

Una de las pruebas
más difíciles para el gobierno fue la huelga de la
costa norte (septiembre de 1968), en contra de los nuevos
impuestos al
consumo en la cual participaron obreros, comerciantes e
industriales de la costa norte y los estudiantes universitarios
de Tegucigalpa. Para sofocar esta huelga el gobierno se vio en la
necesidad de decretar el estado de
sitio y de ampliar en su totalidad la fuerza armada que
convergió hacia San Pedro Sula y las plantaciones
bananeras. Sólo después de una brutal
represión volvió la calma al
país.

Meses más tarde, se iniciaba la
huelga de los maestros, a la cual se unieron los estudiantes
universitarios, gozando de la simpatía de la
población.

Esta huelga duró varias semanas y
terminó al iniciarse los incidentes con El Salvador, los
cuales fueron aprovechados por el gobierno para desviar la
atención del pueblo hondureño
respecto de la huelga magisterial y otros problemas internos,
para lograr cual no tuvo más que dejar que siguieran su
curso las pasiones desatadas por los vejámenes sufridos
por los 8500 hondureños que asistieron al partido de
fútbol
en El Salvador.

La reacción del pueblo
hondureño era natural. Los que asistieron al partido en
San Salvador y que presenciaron el acta que hecho a la selección
nacional, las ofensas al himno y banderas nacionales, y que
sufrieron los ultrajes, golpes y violaciones de mujeres y
niñas, etc. no podía menos que abrigar un gran
resentimiento por un trato tan inhumano como injusto.
Después de un día de desahogo cesan casi por
completo los ataques a los salvadoreños, pero una
minoría, constituida principalmente por ladrones y pagos,
inicia el saqueo de negocios
salvadoreños y hondureños que venden productos
hechos en El Salvador. Estas pequeñas bandas pudieron ser
desbaratada fácilmente desde el principio, como se hizo
día más tarde, pero al gobierno le convenía
desviar la atención pública de los maestros
huelguistas a quienes en estos días golpeó,
encarceló y ultrajó en toda forma, sin fijarse en
edad ni sexo, en las
calles y los propios centros de enseñanza, lo que había causado una
indignación general que ya se estaba convirtiendo una
amenaza para la estabilidad del régimen.

De esta manera, los incidentes se
prolongaron, estimulados como ya se dijo por la pasividad del
gobierno y, al mismo tiempo,
echó raíces entre el pueblo un sentimiento
colectivo anti salvadoreño, inexistente antes de los
acontecimientos en San Salvador y que lo expresa muy bien en el
eslogan popular surgido el momento "los salvadoreños han
ganado un partido pero han perdido la patria". Este sentimiento
anti salvadoreño tenía tierra abonada en los
intereses económicos amenazados por la competencia
comercial e industrial salvadoreña y las invasiones de
tierra. Lo anterior se plasma en la propaganda y
contra los grupos salvadoreños y en expulsión, ya
en mayor escala, de
campesinos salvadoreños indocumentados.

En este caso comentó los incidentes
del conflicto, que puede decirse que se venía incubando
desde el cambio en la política migratoria
hondureña, la iniciativa siempre la llevo el país
más fuerte económica y militarmente y con los
problemas sociales más agudos, es decir el Salvador
tocándole Honduras responderá todas las
provocaciones.

  • La causa de la
    guerra.

El conflicto entre Honduras y El Salvador,
que culmina con la guerra desatada por este último
país, tiene su Sarajevo en las represalias tomadas por los
hondureños en contra de los salvadoreños residentes
en nuestro país, a causa de los atropellos inhumanos
recibidos en El Salvador.

En forma apresurada y malintencionada, con
el fin evidente de encubrir los verdaderos orígenes del
conflicto y evitar cualquier sospecha sobre la
participación de los Estados Unidos,
la prensa norteamericana y sus agencias por el mundo han llamado
al referido conflicto la "guerra del fútbol".

El verdadero trasfondo de la guerra se ha
hecho cada día más evidente a través de los
objetivos buscados por medio de la guerra y la diplomacia, tanto
por Honduras y El Salvador, como por los Estados Unidos. Estos
últimos, a través de sus instrumentos obedientes en
la OEA, siempre
han pretendido encubrir las verdaderas causas de la guerra,
atribuyendo la a la "explosión de la población" o a
las campañas de los periódicos escritos y
hablados.

Pero es en los mismos corrillos de la OEA
en donde se propaga la identidad del
problema: "no se condena a El Salvador como agresor porque
entonces estallaría en ese país una revolución
comunista".

Es el temor a esa revolución lo que
impulsa a El Salvador a buscar el camino de la guerra y son las
implicaciones políticas continentales de esa
hipotética revolución, lo que determina que los
Estados Unidos aprueben y estimule la agresión en nuestro
país. Todavía está fresco el recuerdo de la
República
Dominicana, como para olvidarse de la falta de
escrúpulos y de la agresividad de la política
exterior norteamericana en América
Latina.

Si el problema que todo el tiempo se ha
tenido en mente resolver este del peligro de una
revolución comunista en El Salvador, la causa de la guerra
se encuentra en la agudización del problema social
salvadoreño, y en la incapacidad y negativa de Honduras a
seguir siendo una válvula de escape a la presión de
aquel pueblo sobre la oligarquía
salvadoreña.

Es así como las raíces del
conflicto se extienden al cambio de la política
hondureña tradicional respeto a El
Salvador, con lo que se entrechoque con los intereses más
caros de la oligarquía: su sobrevivencia.

La expulsión masiva de
salvadoreños por un incidente que precipitó una
guerra inevitable y que se estaba preparando
sistemáticamente, pues Honduras, sin la provocación
salvadoreña, nunca hubiera realizado esa expulsión
en gran escala; pero con sólo pretender limitar la
expansión demográfica y económica del
país vecino, estaba poniendo en peligro el sistema, de
acuerdo a las ideas de la clase
dominante salvadoreña, y para ésta era preferible
una guerra a una revolución.

La nueva política hondureña,
reflejo de una nueva realidad interna, la agudización de
sus problemas económicos y sociales, puede concretarse en
los puntos siguientes:

  • a) Fijación definitiva de
    la frontera con El Salvador, a fin de impedir el empuje de
    los asentamientos de población salvadoreña
    dentro de los límites reconocidos como
    hondureños y contener las depredaciones de civiles
    armados y tropas salvadoreñas.

  • b) Limitar la afluencia de nuevos
    excedentes de población salvadoreña que
    agudizan los ya de por sí grave problema de la tierra
    que pone en peligro la estabilidad social en
    Honduras.

  • c) Dejar de ser un país
    tributario de la economía salvadoreña y de
    otros países.

Los intereses de la oligarquía se
concretan en una política con los objetivos chocan con los
hondureños:

  • a) mantener la frontera con
    Honduras indefinida para qué en base a la
    presión demográfica y el poderío militar
    salvadoreño, hacerla retroceder en forma
    "pacíficas".

  • b) Lograr tratados migratorios
    favorables a la salida incontrolada excedente de
    población.

  • c) Mantener una integración
    económica centroamericana favorable al desarrollo
    industrial de El Salvador.

El mayor poderío económico y
militar de El Salvador le permite desarrollar una política
más realista y ya se ha visto cómo fue
implementada. Pero la inesperada resistencia
hondureña va llevando la situación a un
callejón sin salida pacífica.

La ventaja de Honduras recibe y que no
tiene necesidad de El Salvador ni en el mismo grado de que otros
países centroamericanos, de la integración. De allí que su
política se limite a resistir. En cambio, la
oligarquía salvadoreña necesita de Honduras, de
ahí su política agresiva. De esta manera, sino el
movimiento de población integración
económica, el país que sufre las consecuencias
en alto grado y es El Salvador y éstas son las cartas de la
política hondureña para defender sus
intereses.

Al no ceder Honduras, El Salvador entonces
busqué el camino de la guerra y se prepara para ella.
Honduras, debido a su excesiva confianza en organismos
interamericanos y a la falta de un estado mayor capaz, no se
prepara para ella.

Debe tenerse en mente que de hecho
existía, sin la guerra, una situación explosiva en
El Salvador que era una amenaza y que esta crecía con la
negativa de Honduras a seguir colaborando, a sus propias
expensas, y en la solución de los problemas de la
oligarquía salvadoreña.

Dominada ideológicamente la
política norteamericana por un anticomunismo obsesivo, no
fue difícil a ese país convencerse de que la
"explosión demográfica" salvadoreña, al no
tener salida para Honduras, diera lugar a una revolución
comunista que no sólo afectaría sus intereses
económicos y políticos en El Salvador y en
Centroamérica, sino en todo el continente: "Estados Unidos
no puede permitir otra Cuba".

Los temores de la oligarquía
salvadoreña transmitidos a sus respectivos socios, los
hombres de negocios norteamericanos, que son considerados como
los "expertos" más confiables sobre asuntos
salvadoreños por el Departamento de Estado del
pentágono, probablemente encontraron comprensión en
esos organismos norteamericanos.

La guerra no ofrecía mayores
peligros, pues de acuerdo al conocimiento
que se tenía sobre el poderío y cualidad de los
ejércitos y de la capacidad de los gobiernos de ambos
países, Honduras sería fácilmente derrotada:
en 72 horas, y, lo importante, no implicaba ninguna
participación directa de los Estados Unidos. Lo
único que tenía que hacer ese país era darle
su consentimiento a la oligarquía salvadoreña para
que la desatara.

Las ventajas de este camino eran: para la
oligarquía salvadoreña, una mejor alternativa que
la revolución, su fortalecimiento y aumento de su
prestigio y del de su ejército y Guardia Nacional,
después de una guerra victoriosa con anexiones
territoriales oro imponiendo
un tratado ventajoso a Honduras y el debilitamiento, por lo
tanto, de las fuerzas propulsoras del cambio para los intereses
norteamericanos, la guerra resolví el problema de tener
otra Cuba o Dominicana, garantizando sus intereses
económicos en el área centroamericana y desviando
el creciente nacionalismo
antinorteamericano hacia un chauvinismo exacerbado entre los dos
países, cuyos destinos no son realmente antagónicos
y cuyo verdadero problemas son la injusta distribución de
la tierra, de la riqueza y la dependencia en que se halla los
explotadores norteamericanos.

Fue, pues, el terror a una
revolución inminente, superior en magnitud y consecuencia
la fracasada de 1932, y a la certeza de enfrentarse un
país militar y económicamente débil,
dirigido por un gobierno desorganizado y corrompido, que asegura
un triunfo rápido, lo que lanzó a la
oligarquía salvadoreña, con la anuencia y respaldo
político y propagandístico de los Estados Unidos a
la aventura del 14 julio, en la cual cifró todas sus
posibilidades de sobrevivencia.

La confianza en su propia fuerza y su
desprecio por el pueblo hondureño, al que ni siquiera
tomó en cuenta en su cálculo,
impidió la oligarquía salvadoreña y a los
Estados Unidos, prever las consecuencias de un posible fracaso
que nunca pasó por su mente.

Capítulo II

El
confrontamiento

  • Correlación de
    fuerzas.

El Salvador.

Con el desarrollo de la oligarquía
corre parejo el despojo del campesinado y por lo tanto la
necesidad de un aparato represivo. De esta manera, la
institución armada salvadoreña nace desde finales
del siglo pasado y, con ella, se va desarrollando la maquinaria
represiva a medida de que se agudizaban los problemas sociales.
Con base en su excedente económico proveniente de su
sector de exportación: café, azúcar,
algodón y, en los últimos años, de la
industria y el comercio basados en el Mercado Común
centroamericano, El Salvador llega disponer de un ejército
relativamente grande. Sus oficiales se forman en la escuela militar
llena de estado mayor, para luego realizar estudios superiores en
Alemania,
Italia, Francia y
otros países con tradición militar. En los
últimos años, el ejército salvadoreño
motor de
Latinoamérica, cae bajo la influencia del
pentágono, creando los cuerpos y oficiales especializados
en la guerra de contrainsurgencia entrenados en Panamá
y los Estados Unidos.

En el presupuesto del
ejército salvadoreño llega a los L. 24, 400,000 y
el número de hombre bajo
armas en
tiempo de paz es de 11,000, entre el ejército regular y la
Guardia Nacional. Además, el año pasado 60,000
campesinos se integraron a la organización anticomunista
ORDEN, recibiendo entrenamiento
militar bajo los auspicios de la CIA. Desde el año pasado,
también se hacen inversiones adicionales en la compra de
armas modernas y de aviones de guerra.

Debido a que la finalidad de las Fuerzas
Armadas es la represión interna y aquel territorio
salvadoreño es pequeño y está bien
comunicado por un buen sistema de vías terrestres, las
fuerzas de tierra son las que han tenido un mayor desarrollo. En
cambio, la atención prestada la fuerza aérea ha
sido escasa, a pesar de disponer de medios económicos para
ello.

La tradición que pesa sobre la
organización y práctica de un ejército, la
soberbia y la falta de pilotos capaces, probarían ser
fatales para el ejército salvadoreño en su
enfrentamiento con Honduras.

Honduras.

La falta misma del desarrollo
económico y, por lo tanto, la constante penuria del
estado, no permitió la formación de un
ejército profesional sino hasta después de la
Segunda Guerra
Mundial cuando tomó impulso sector agrícola
comercial nacional paralelamente, surge el movimiento obrero
organizado.

De este modo los intentos de establecer las
escuelas militares fueron de corta duración, como
consecuencia de la falta de recursos, y sobre todo porque no
habían una clase social interesada en un aparato armado
poderoso. Lo que se daba en llamar ejército no era
más que civiles armados, especialmente campesinos, adeptos
al partido político en el poder.

Hasta hace unos pocos años
después de la Segunda Guerra Mundial,
el llamado ejército hondureño dirigido por
generales y coroneles formados en las guerras
civiles que asolaron el país hasta 1932. Las únicas
escuelas militares existentes son la de formación de cabos
y sargentos, que son las que se educaron los actuales altos jefes
de las fuerzas armadas. Posteriormente, en la década de
1950 se establece la llamada escuela básica de armas
dirigida por la misión
militar norteamericana, en la que se forman otro grupo de los
actuales jefes militares siempre un nivel de preparación
que no rebasa el de un sargento.

De esta manera el ejército
profesional nace en Honduras bajo los auspicios de los Estados
Unidos, encajando su preparación y finalidad dentro de la
estrategia de la
contrainsurgencia, elaborada para América
Latina por el pentágono, es decir, es un ejército
creado para reprimir un movimiento de reivindicación
popular.

Probablemente el ejército
hondureño es, de todos los latinoamericanos, el más
influenciable controlado por los Estados Unidos. La
preparación equipo militar de los mejores batallones
están concebidos para contrainsurgencia. La tropa y sus
oficiales posee una gran capacidad táctica, cuya
superioridad sobre el ejército salvadoreño se
demostró en el campo de batalla, mientras estuvo a la
defensiva, llevándola a cabo con todo éxito,
al contener a un agresor superior en número, en equipo, y
preparado para una guerra regular. El ejército de Honduras
no pasa de 6000 hombres, pero su debilidad principal consiste en
no estar preparado técnicamente ni en equipo, guerra
regular. Esto explica por qué nos tuvo en capacidad de
lanzar una contraofensiva para recobrar el territorio perdido, lo
que hubiera implicado no solamente mayores recursos, sino una
estrategia para cuya elaboración no estaban capacitados
los altos mandos.

Es precisamente en la jerarquía
superior del ejército hondureño en donde reside su
debilidad, por su preparación no va más allá
de la de un oficial inferior. Ninguno de sus miembros ha pasado
por una escuela militar y mucho menos por un estado mayor. Lo
anterior explica la falta de previsión y de planeamiento
anticipado, en fin, la incapacidad para emplear todos los
recursos de la nación,
a fin de lograr los objetivos en la guerra y la paz.

En realidad, la función de
los altos jefes es más política que militar, ya que
constituye la base de sustentación del actual
régimen al que sostiene a sangre y fuego. La corrupción corroe la alta jerarquía
del ejército mediante el enriquecimiento ilícito a
través de negocios que realizan aprovechando su
posición privilegiada de la imposición de gabelas y
multas arbitrarias que en su mayor parte van a sus bolsillos, de
la explotación de los propios soldados, etc. Todo esto es
especialmente válido para los jefes de zona.

Las consecuencias para la nación
derivadas de la
corrupción
y de la falta de capacidad de los altos jefes militares, se puso
de manifiesto durante los días de mayor peligro para el
país. Después de siete años, durante los
cuales manejaron un total de aproximadamente 100 millones de
lempiras, las tropas en el frente se encontraban peleando con
armas viejas y mucho antes de la Primera Guerra
Mundial; sin municiones suficientes, lo que determinó
que algunos pelotones se retiraban de la lucha, así como
la muerte de
muchos soldados porque las balas eran tan viejas que no
hacían fuego y, varios de los batallones llegaban
incompletos o completados con civiles reclutados el día
anterior, porque los jefes se robaban las plazas que, el estado
mayor se olvidó que los soldados en el frente,
comen.

Un territorio relativamente grande y
sumamente montañoso, sin suficientes vías de
comunicación terrestres, Honduras desarrolla desde 1936,
por necesidad, su aviación militar y civil: la primera,
como auxiliar de las guerras civiles de esa época y, la
segunda, para atenuar el problema de transporte de
personas, animales y carga
de las poblaciones carentes de carreteras.

La pericia y valor de los aviadores
hondureños, relativa alta capacidad de transporte
aéreo y la existencia de un sinnúmero de campo de
aterrizaje, fueron decisivos en la contienda pasada. Todo ello
permitió el rápido desplazamiento de tropas y
pertrechos, conseguidos a última hora, a los distintos
frentes y a la eliminación de la fuerza aérea
enemiga. Con todos estos éxitos, la aviación
hondureña estuvo en capacidad de auxiliar a la
infantería, que carecía de artillería,
así como destruir la fuente de combustible del enemigo y
de obstaculizar sus movimientos de abastecimiento.

El pueblo, un factor
imprevisto.

La defensa de Honduras descansó
sobre los dos pilares fundamentales: el ejército, en el
frente, y la población civil, es decir, el
pueblo.

El ejército salvadoreño al
haber consultado sus posibilidades de victoria, avocados por esta
misma mentalidad de desprecio, y sus concepciones del papel
determinante del "liderazgo", lo
llevó a basar sus cálculos de posibilidades de
éxito en la valoración que hicieron de los altos
jefes militares y del gobierno hondureño, lo que por su
incapacidad y corrupción parecía la presa ideal
para una victoria fácil en 72 horas.

Al producirse el ataque salvadoreño
por cuatro lugares diferentes, el ejército
hondureño, en vista de la gran superioridad
numérica del enemigo, tuvo que desplazarse en su totalidad
hacia el frente, dejando de esta manera a un gobierno impopular a
merced del pueblo.

En todos los caseríos, aldeas y
ciudades del país surgieron espontáneamente los
Comités de defensa. El pueblo se armó con machetes,
escopetas y rifles viejos y se organizó en patrulla para
proteger puentes, fuentes de
abastecimiento de agua y de
energía
eléctrica, hospitales, etc. Protegiéndolos de
la acción
posible de los salvadoreños que vivían en nuestro
país y a los que su gobierno, en forma irresponsable,
llamaba para que se levantarán en armas.

Tan decisiva fue la participación
civil que, sin ella, no hubiera sido posible la defensa del
país y para el futuro, que se presenta cargada de
amenazas, esta participación debe tomarse muy en cuenta
para organizarla con anticipación y así lograr el
provecho máximo de ella.

En un discurso
pronunciado por el coronel Juan Alberto Melgar, en el día
del soldado declaró lo siguiente: "si, reconozco que
la victoria pertenece al pueblo que nos ha respaldado, nobleza
obliga, y vengo en esta ocasión a rendir mis más
expresivas gracias a nombre de todos mis compañeros de
armas al pueblo que supo alentarlos y apoyarnos".

"Con el devenir de los años,
cuando la historia haya hecho
desaparecer en nombre de estos héroes refrendaron su vida
por la patria, sólo se recordará que la victoria
fue del pueblo hondureño que supo respaldar a sus
soldados".

Nuevamente, en la guerra de Honduras con El
Salvador, la historia volví a demostrar que las fuerzas
morales se imponen a los medios materiales,
que un pueblo no puede ser derrotado mientras tenga la voluntad
de luchar.

Capítulo III

Las consecuencias
después de la guerra

  • 1. Las zonas
    afectadas.

De acuerdo con el Consejo superior de
planificación económica "las zonas
que resultaron afectadas comprenden varios municipios, aldeas y
caseríos, principalmente los departamentos de Valle,
Lempira y Ocotepeque, adyacentes a la frontera con
El Salvador, abarcando una extensión de 3144 km², y
afectando en forma directa e indirecta aproximadamente 97,739
hondureños que residen en dicha zona. En base al
número de habitantes que residían en las zonas
afectadas en los departamentos anteriormente aludidos,
considerando las cifras de población desplazada hacia los
centros de refugio, y los habitantes de Lempira guarecidos en las
montañas, se ha llegado a establecer que el número
de personas afectadas directamente asciende a 39,095, o sea, el
40% de la población total de la región".

Las pérdidas en vidas de civiles,
que fueron muy superiores a las militares, si han llegado a
estimar hasta las 2000 personas. Centenares de familias han
quedado desmembradas. El desplazamiento de pobladores, hacia
otras regiones del país, es grande, debido a la inseguridad
que resulta de las frecuentes invasiones de bandoleros
salvadoreños, ante los que se encuentran desarmados. La
destrucción de viviendas y edificios públicos y
alguna parte de la economía: cultivos, ganado vacuno,
porcino, regular, habían, etcétera, fue grande. Las
poblaciones fueron sometidas a un saqueo sistemático y
muchos de sus habitantes fueron masacrados, las mujeres violadas,
con el fin de establecer el terror en toda la región
fronteriza y obligar de esta manera el desplazamiento de gran
Escala, lo que fue logrado con bastante éxito.

El rompimiento de los lazos
económico con El Salvador, de donde las poblaciones
fronterizas tenían bienes de uso diario y hacia
dónde exportaban sus excedentes, las coloca en una
situación harto difícil, pues económicamente
no están integradas al resto del país. De
ahí que sus productos, al no tener salida, han bajado de
precio y, por otro lado, al ser él abastecimiento bastante
difícil, los precios de lo que compra han subido hasta
cinco veces.

La lentitud con que se tuvo al organismo
del estado, para resolver esta situación aflictiva, tiende
a agudizar la con cada día que pasa, corriéndose el
riesgo de que
muchas poblaciones quieren abandonar del todo, con el
consiguiente peligro de que con el tiempo sea absorbida por El
Salvador.

  • 2. Sobre las economías
    de Honduras y El Salvador.

El 27 junio El Salvador cerraba la frontera
de Honduras clausurando así el intercambio que se
tenía con ese país y con Guatemala.
Espero la medida simplemente política, un anticipo de la
era armada que el gobierno salvadoreño había
decidido ya desencadenar, pensando en un triunfo rápido.
Al no producirse tal resultado, El Salvador no pudo evitar que
Honduras en represalia y volviendo del golpe, mantenga cerrada la
frontera, creando así un problema económico que
había de producirle dividendos
políticos.

Esta situación nacida de la
agresión salvadoreña afecte diferentes formas y
grados a los dos países. El más afectado por ella
es El Salvador, cuya posibilidad de expansión
económica se cifran en el Mercado Común
centroamericano, a donde exporta 50% de su producción
manufacturera y que al perder el mercado hondureño
valorado en L. 39, 996,800 que absorbía el 25% de sus
exportaciones, y
al no poder enviar sus productos en Nicaragua y Costa Rica, en
total pierde L. 92, 718,400, es decir, el 59% de su mercado
centroamericano.

La llamada "explosión
demográfica" tiende a agudizarse por la imposibilidad de
seguir enviando excedente de población hace Honduras y
sobre todo por el reflujo de miles de salvadoreños pobres
hacia su país, después del conflicto.

De esta manera el problema de la
revolución, que la oligarquía salvadoreña y
el imperialismo
norteamericano pretendieron solucionar por medio de la guerra,
más bien se ha empeorado.

Esto explica la testarudez de la
oligarquía salvadoreña en las negociaciones de paz,
envueltas en un manto de "orgullo nacional" y la
intervención norteamericana a su favor en la OEA y
presionando icono económicamente nuestro
país.

De esta manera, el pueblo hondureño
al tener ante sí una fuerza tan poderosa como el
imperialismo norteamericano, se encuentra ante la disyuntiva de
ceder o luchar. Esto último significa, a través de
grandes sacrificios, convertirse de un sub-país a un
país.

El cierre del mercado hondureño a
las importaciones de
origen salvadoreño, significa que esos productos
tendrán ahora que traerse de otros países
centroamericanos a precios más altos, pues de hecho se
estará limitando la oferta, con lo que el consumidor y el
país en general tendrán que realizar sacrificios
adicionales pareciera pues una necesidad, romper con la
integración para qué, con la misma disponibilidad
de divisas y de
poder adquisitivo, la población adquiera una mayor
cantidad de bienes y fuera del área
centroamericana.

Internamente, el hecho de que la cuota
hondureña de café estuvieran parte cubierta por
café salvadoreño, a través de las
manipulaciones de los exportadores de ese país que operaba
en el nuestro, abre posibilidades para aumentar las exportaciones
en ese campo, surgiendo simultáneamente la necesidad de
sustituir los antiguos aparatos de exportación
salvadoreña, como también a los transportistas que,
aproximadamente un 60%, realizaba el comercio y transporte de
granos y maderas.

  • 3. La carrera
    armamentista.

El conflicto bélico reciente y las
grandes posibilidades de un nuevo enfrentamiento o de la
imposición de convenios Honduras que lesionen su
soberanía, nos ha obligado a prepararnos para la guerra y
entrar en una carrera armamentista con El Salvador.

Las implicaciones que lo anterior
tendrá en la tasa de desarrollo económico y social
son fáciles de prever: recursos estatales y privados que
antes se empleaban para el desarrollo serán destinados a
la defensa del país. La divisas que se utilizaba para la
importación de bienes de consumo de inversión, tales como televisores, radios,
tractores, equipo industrial, etc., no estarán disponibles
para fines en la medida en que se emplee para la
importación de armas.

Una menor disponibilidad de su equipo
industrial y agrícola, sobra decir, afectará la
producción, y la menor cantidad de bienes de consumo
importados tenderá a una elevación de los precios
de los mismos y, por lo tanto, afectará el nivel de
vida.

  • 4. El Mercado Común
    centroamericano.

El efecto de la guerra sobre el Mercado
Común centroamericano ha sido rompimiento total de
relaciones económicas entre Honduras y El Salvador. La
desarticulación geográficas de El Salvador, al no
poder realizar ese país un exportaciones hacia Nicaragua y
Costa Rica y sólo recibir los productos de estos, agudizar
las tensiones ya existentes entre los intereses y países
favorecidos, y los perjudicados.

En Honduras, y probablemente en los otros
países centroamericanos, el pueblo ha adquirido una
conciencia
más clara sobre los perjuicios y peligros de una
integración diseñada para favorecer
fundamentalmente los intereses económicos y
políticos de los Estados Unidos, y, en segundo lugar, lo
de la oligarquía salvadoreña.

El gobierno hondureño se ve
presionado internamente fuertemente por el pueblo para que no se
ante las presiones externas. De la fuerza de estas dos tendencias
saldrá una nueva política sobre la
integración. Esta se avoca a una crisis, creando las
condiciones para su revisión total o su eventual
liquidación.

Fruto de la guerra ha sido el nacimiento de
un vigoroso nacionalismo cuya manifestación positiva en la
conciencia adquirida del grado de penetración
económica, política y cultural de que es objeto el
país por parte de los Estados Unidos y de la naturaleza del
imperialismo, al quedar descubierta su maquinación, todo
lo con lo cual ha llevado al desarrollo de una voluntad de lucha.
El aspecto negativo este nacionalismo es el odio, explicable al
menos por ahora, hacia el pueblo salvadoreño en su
totalidad.

Conclusiones

  • La guerra entre Honduras y El Salvador
    es en el fondo consecuencia de una lucha entre las clases
    dominantes de los dos países. Una oligarquía
    salvadoreña agresiva y más fuerte que,
    presionada internamente por la clase explotada, trata de
    resolver en parte este problema trasladándolo a
    Honduras, donde una oligarquía, más
    débil, se enfrenta los mismos conflictos y, por lo
    tanto, se niega gravarlos aún más
    haciéndose cargo de un problema que suyo.

  • Para ese año en El Salvador, las
    clases explotadas, campesinos y obreros, fueron desviados por
    un momento por el conflicto, de su lucha fundamental contra
    la oligarquía de la época.

  • En Honduras una vez que se
    terminó la guerra, el sector más consciente del
    campesinado en su tiempo reinició su lucha por la
    tierra.

  • Para la clase dominante
    salvadoreña, la integración y la
    inmigración de excedente de población son
    instrumentos para restarle presión a la lucha de
    clases comprimidas que se dio en esa época.

  • Para las clases dominantes
    hondureñas, de integración y la
    inmigración salvadoreña agravaron su problema
    interno de lucha de clases.

Deseo en esta investigación agregar algunas conclusiones
más sobre el conflicto armado y su proceso:

  • El Salvador estaba preparado para la
    guerra, mientras que Honduras no pensar en la posibilidad de
    un conflicto armado.

  • La superioridad del ejército
    salvadoreño reside en su número, equipo, altos
    mandos militares y en estar preparado para una guerra
    regular.

  • El factor decisivo que inclinó
    la balanza en favor de la defensa exitosa de Honduras, fue la
    participación del pueblo que suplió las fallas
    de logística del ejército y controló a
    los salvadoreños residentes en Honduras, quienes
    actuaron en un gran número como agentes de quinta
    columnistas.

  • La corrupción y falta de
    capacidad de la mayoría de los altos oficiales del
    ejército hondureño, hubiera significado la
    derrota en una guerra más prolongada.

Siendo fiel al propósito de la
investigación deseó dar mi última
conclusión:

  • El fútbol solamente fue una
    excusa barata para justificar el costo de la guerra la cual
    como hondureños no perdimos pero tampoco
    ganamos.

Bibliografía

  • Fuentes Rivera, Luis. El conflicto
    Honduras-El Salvador. Publicaciones de la sociedad de
    estudiantes de medicina "Emilio Álvarez" San Salvador,
    El Salvador, C.A. 1969.

  • Carías Virgilio, Marco.
    Análisis sobre el conflicto entre Honduras y El
    Salvador. Colección documentos número uno,
    Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Instituto
    de investigaciones económicas y sociales, preparado
    por la dirección de extensión universitaria,
    Tegucigalpa, D.C., Honduras, octubre 31 de 1969.

  • Fúnez, Matías. Los
    deliberantes, el poder militar en Honduras. Editorial
    Guaymuras, Tegucigalpa, D.C., mayo de 1995, 2000
    ejemplares.

  • Salomón, Leticia. Relaciones
    civiles y militares en Honduras. Editorial
    Litográficos, diciembre de 1999, Tegucigalpa,
    Honduras.

 

 

 

 

 

Autor:

Eliut Daniel Navarro
Rivera

Partes: 1, 2
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