- Muchos
abogados - Pocas
exigencias para ser abogado - La
reforma que no llega - Bolonia:
entre el rechazo y la indiferencia - Colegio
de Abogados: el sol que más calienta - Criterios
de Minutación: por las nubes - Falta
de transparencia en la elaboración de los
baremos - Falta
de coherencia de los baremos con la oferta y la
demanda - Falta
de coherencia de los propios baremos - Abuso
de posición dominante - Conclusiones
Introducción
La mayoría de las universidades españolas piden
un 5.0 en Selectividad para ingresar en Derecho y muchos alumnos
aprueban sin ir ni siquiera a clase.
Cualquiera licenciado en Derecho puede ser abogado. Pero el 1 de
marzo de 2009 – en plena crisis
económica – los Colegios de Abogados de Castilla y
León volvieron a incrementar en 10 por ciento casi todos
los criterios de minutación a pesar de haber actualizado
estos precios tan
sólo seis meses antes. Dichos Colegios, que actúan
de juez y parte en las disputas sobre honorarios entre abogados y
clientes,
pretenden que los colegiados cobren entre 70 á,¬ y 200
á,¬ por hora de trabajo
efectivo – más un porcentaje de la cosa juzgada –
aunque el abogado sea novato. Para ello, editan unos baremos de
honorarios que no sólo carecen de rigor
metodológico, sino que parecen pensados para distorsionar
los precios de mercado. Los
Juicios de Separación Matrimonial y Divorcio
constituyen un buen ejemplo de cómo funciona esta
distorsión. Tanto las universidades como los Colegios de
Abogados se oponen a una reforma del sistema.
Muchos
abogados
España cuenta con un número muy elevado de
abogados, aunque el número de Tribunales se ha reducido en
los últimos años, según un informe
comparativo de 43 países publicado el año pasado
por la Comisión Europea por la Eficacia de la
Justicia
(CEPEI) del Consejo de Europa con
datos de 2006.
[1]Con casi 120.000 abogados ejercientes, nuestro
país ocupa el cuarto puesto de la clasificación,
con 266 letrados por cada 100.000 habitantes, frente a los 76 de
Francia, los
168 de Alemania o los
145 de Bélgica. Los únicos países que
superan a España son
Grecia,
Italia y
Luxemburgo. [2][3]
Cerca del 40% de los licenciados en Derecho se dedican al
ejercicio libre de la profesión, mientras que el resto se
divide, casi a partes iguales, entre la Administración
Pública, a la que puede accederse a través de
distintas oposiciones, y la empresa
privada.[4] Dado el abanico muy amplio de salidas
profesionales que ofrece la carrera de Derecho, muchos
estudiantes que no tienen una clara vocación, hacen un
planteamiento pragmático y optan por ella. Cada año
se licencian en las facultades de Derecho españolas unos
13.000 alumnos, aunque sólo 6.000 se colegian y buena
parte de ellos abandona la profesión en pocos
años.[5]
Pocas exigencias
para ser abogado
Aunque el nivel académico que se exige en Derecho es
bastante alto, la mayoría de las asignaturas se pueden
aprobar memorizando y sin ir a clase. En un arrebato de
sinceridad poco común entre los docentes,
Demetrio Loperena Rota, Catedrático de Derecho
Administrativo de la Universidad del
País Vasco, cuenta el caso de un alumno que aprobó
las veinticinco asignaturas con apuntes adquiridos en la
fotocopiadora de la Facultad, sin jamás comprar un
libro o
código.
En sus propias palabras:
"Hace unos cinco años me encontré a la salida de
la Facultad con un antiguo alumno que solía conversar
conmigo durante su época de estudiante. Me dijo que
trabajaba en un bufete, pero que había tenido que estudiar
Derecho después de tener el título de licenciado:
en la Facultad no había aprendido demasiado. Le
contesté que no me lo creía ya que había
sido un estudiante no brillante pero regular y participativo.
Sentenció finalmente: he aprobado las veinticinco
asignaturas con apuntes comprados en la fotocopiadora de la
Facultad, nunca he necesitado comprar un libro o código
para aprobar los exámenes. Esto es, los
servicios de
la Facultad proveen de apuntes a los alumnos. Es parte del
sistema, no es una actividad clandestina sino favorecida por
algunos de nosotros mismos. Tengo que repetir que me
dejó el corazón
partido. Sin darme cuenta llevaba quince años dando clases
absurdas, sin ninguna utilidad, ya que
cualquier persona con
estudiar durante cuatro días en junio podía aprobar
holgadamente mi asignatura. Incluso me percaté de que los
alumnos que asistían a clase no solían sacar mejor
nota que los que gastaban apenas un mes en sacar las seis
asignaturas de cuarto. (Énfasis añadido)
[6]
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