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Emociones y salud (página 2)



Partes: 1, 2

El término "afectividad ", se entiende
según Moles (2000:48) como "aquella reacción
emotiva generalizada que produce efectos definidos tanto a nivel
somático como cognoscitivo". La afectividad está
por tanto constituida por las emociones y los
sentimientos. Al hablar de emoción, base de todo comportamiento
afectivo, entendemos esta como "reacción somática
que acompaña conductas muy determinadas, producidas ambas,
ante la satisfacción o insatisfacción de
necesidades debido esto a cambios ambientales repentinos" (Moles,
2000:48).El ser humano está dotado de la capacidad de
disponer de un cúmulo de emociones y sentimientos, mucho
de ellos producto de su
condicionamiento social, considerándose al aparato
emocional constituido fundamentalmente por cuatro emociones
básicas de las que se derivan y condicionan otras muchas,
estas emociones específicamente son: la alegría, la
rabia, el miedo, la tristeza.

En el proceso de
formación y expresión de emociones la
alegría surge ante la percepción
por parte del sujeto que la experimenta de situaciones
relacionadas con obtención del placer, es decir
satisfacción de estados de privación de origen
biológico o psicosocial. En términos más
conductual, estaríamos refiriéndonos a las
reacciones somáticas y aparición de operantes
características a la obtención o presencia
ambiental de un reforzador positivo.Por su parte, el miedo
implica una percepción de peligro; la rabia tiene que ver
con la percepción de injusticia; la tristeza se asocia a
la percepción de pérdida. (Moles, 2000).

De acuerdo a la vía neurológica que se
siga desde que un receptor sensorial capta un estimulo hasta la
aparición de la respuesta emocional, se puede hacer
referencia a dos mecanismos emocionales:

1-Emoción precognitiva: El Tálamo recibe
la información de un receptor sensorial y la
envía directamente a la región septum-amigdalar
para la ejecución de la respuesta, sin intervención
de la corteza cerebral.

2-Emociones con actividad cognitiva: Aquí
interviene la acción
de la corteza cerebral, esto da la posibilidad de un mecanismo de
valorización en el área prefrontal con una
respuesta mediadora de la zona septum-amigdalar.La
implementación de conexiones nerviosas entre la zona pre-
frontal y la zona lìmbica son esenciales en las decisiones
que fundamentan nuestra vida de relaciones.

Las emociones implican la actividad orquestada de todos
los circuitos
cerebrales, en especial los lóbulos frontales (que alberga
la estructuras
ejecutivas del cerebro y se
ocupa de la planificación), la amígdala (que
permanece especialmente activa durante la experiencia de
emociones negativas como el miedo) Y el hipocampo (que se encarga
de adaptar las emociones a su contexto). En este sentido, la
amígdala desempeña un papel fundamental en los
circuitos activadores de la emoción, mientras que la
corteza prefrontal, por su parte se ocupa de la
regulación. (Goleman, 2003).

Las evidencias
recogidas por diferentes investigadores, dentro del campo de la
neurociencia
Goleman (2003:251), indica "que el lóbulo frontal
izquierdo cumple con una función
decisiva en las emociones positivas, mientras que el
lóbulo derecho está más ligado a ciertas
emociones negativas"

La relación entre las emociones y los trastornos
de salud es un hecho
constatado en la actualidad. A pesar que desde ciertos foros de
la medicina
ortodoxa, se ha venido cuestionando el hipotético papel de
las emociones para desencadenar y agravar un trastorno,
así como para perturbar el proceso de recuperación
tras una enfermedad. La evidencia empírica es testaruda, y
una vez más se pone de relieve como
los factores clásicos de riesgo (aquellos
que tradicionalmente se han esgrimido como únicos factores
de riesgos) no
pueden explicar todos los casos de cualquier trastorno, en
algunos casos, como en las alteraciones cardiovasculares, no
llegan a explicar ni la mitad de los sucesos. (Palmero,
1999).

Desde que Lacey (citado por Palmero1999) criticó
el concepto de
activación como sinónimo de proceso unitario,
planteando la existencia de tres sistemas de
respuesta (electro cortical, fisiológico y motor), se ha
venido planteando que cada vez que un organismo se enfrenta a una
situación de estrés o
de intensa emocionalidad,
entran en juego esos
tres sistemas de respuesta.

Las respuestas que el organismo ofrece ante estas
situaciones, tienen funciones
claramente adaptativas, pues representa la preparación de
organismo para enfrentarse a un evento que extraña un
peligro para su integridad, asumiéndose que la respuesta
aunque sea intensa, no es perniciosa para el organismo, es su
frecuencia, lo que va ha determinar la probabilidad
de riesgo de un trastorno, ya que el organismo se encuentra
sometido a unos niveles de activación y reactividad
superiores a los habituales. Por otra parte, cuando el organismo
tarda más tiempo en
recuperarse, puede producirse una situación
anómala, caracterizada por la presencia excesiva de las
sustancias que se liberaron en su momento: para hacer frente a la
situación de estrés o emocional.

Una de las claves a la hora de entender la
repercusión de las emociones en la salud es la
conceptualización del proceso emocional. En él
aparecen dos filtros entre la situación interna o externa
que desencadena el proceso y la manifestación de las
emociones en el sujeto protagonista (Fernández-Abascal y
Palmero, 1999).

El primero de ellos, la evaluación
valorativa, modulará la activación emocional en sus
componentes de experiencia subjetiva o sentimiento,
expresión corporal, tendencia a la acción y
respuestas fisiológicas y será el responsable del
reajuste de las emociones a las demandas del entorno; pero,
también, puede ser el responsable de que las emociones
pierdan su valor
adaptativo y sean, entonces, perjudiciales para la salud
(Fernández-Abascal y Palmero, 1999).

El segundo filtro, que actúa entre la
activación y la expresión emocional, se refiere a
los mecanismos socioculturales de control emocional
que determinan en gran medida los estilos de afrontamiento, es
decir, las estrategias que
cada persona pone en
juego para responder ante las emociones (Fernández-Abascal
y Palmero, 1999).

En resumen, la función adaptativa de las
emociones va a depender de la evaluación que la persona
haga del estímulo, es decir, del significado que le
dé a este, y de la respuesta de afrontamiento que
genere.

La salud humana es un complejo proceso sustentado sobre
el equilibrio de
factores biopsicosociales, es decir, una persona sana tiene en
equilibrio tanto su cuerpo como su mente en adaptación con
su entorno.

De lo anterior se desprende, que existe una
relación entre mente y cuerpo y que la falta de equilibrio
en uno de ellos, afecta el equilibrio y el buen funcionamiento
del otro. La enfermedad afecta tanto al cuerpo como a la
mente.

De esta relación mente/cuerpo nace la medicina
psicosomática, que se centra en el estudio de las
interacciones entre los procesos
psicológicos (mente) y la ocurrencia de ciertas enfermedades
(cuerpo).

Establecida la relación, el psicólogo
Robert Ader (citado en Goleman. 1996) se dedicó a
investigar como influyen ciertos procesos psicológicos,
las emociones, en la salud (USA, 1974). Es así como nace
un nuevo campo de investigación, la
Psiconeuroinmunología (PNI), que estudia los
vínculos que existen entre el sistema
inmunológico y el sistema nervioso
central. Su mismo nombre reconoce las relaciones: psico o
"mente"; neuro, que se refiere al sistema neuroendocrino (que
incluye el sistema nervioso
y los sistemas hormonales); e inmunología, que se refiere al sistema
inmunológico. Ha sido utilizada para establecer posibles
relaciones entre los factores de comportamiento y la
progresión de enfermedades.

Según Ader, (en Goleman, 1996) hay una infinidad
de modos en que el sistema nervioso central y sistema
inmunológico se comunican: sendas biológicas que
hacen que la mente, las emociones y el cuerpo no están
separados sino íntimamente interrelacionados.

Se está descubriendo que los mensajeros
químicos que operan más ampliamente en el cerebro y
en el sistema inmunológico son aquellos que son más
densos en las zonas nerviosas que regulan la emoción. A
cargo de estas investigaciones
está el psicólogo David Felten. Él
comenzó notando que las emociones ejercen un efecto
poderoso en el sistema nervioso autónomo (SNA), que es el
que regula diversas funciones del organismo. Detectó un
punto de reunión en donde el SNA se comunica directamente
con los linfocitos y los macrófagos, células
del sistema inmunológico. Se descubrieron contactos
semejantes a sinapsis, en los que los terminales nerviosas del
SNA tienen terminaciones que se apoyan directamente en estas
células inmunológicas. Este contacto físico
permite que las células nerviosas liberen
neurotransmisores para regular estas células (Goleman,
1996).

Luego de diversos estudios, David Felten concluyó
que sin esas terminaciones nerviosas el sistema
inmunológico no responde como debería al
desafío de las bacterias y
los virus invasores.
En resumen, el sistema nervioso no sólo se conecta con el
sistema inmunológico, sino que es esencial para la
función inmunológica adecuada.

Otra vía clave que relaciona las emociones y el
sistema inmunológico es la influencia de las hormonas que
se liberan con el estrés. Las catecolamina (adrenalina y
noradrenalina) y el cortisol, entre otras, obstaculizan la
función de las células inmunológicas: el
estrés anula la resistencia
inmunológica, supuestamente en una conservación de energía que da
prioridad a la emergencia más inmediata, que es una mayor
presión
para la supervivencia (Goleman, 1996).

Basándose en lo anterior, se ha establecido la
hipótesis de que el estrés y las
emociones negativas, como la ira, la ansiedad y la depresión,
podían ser la causa de ciertas enfermedades. Las
investigaciones no han arrojado datos
clínicos suficientes como para establecer una
relación causal, pero sí, se reconoce que, estas
emociones, afectan la vulnerabilidad de las personas a contraer
enfermedades. Asimismo, se investiga si las emociones positivas
son beneficiosas a la hora de la recuperación de la
enfermedad.

También, las emociones y la salud se relacionan
cuando ya se está enfermo, podemos ser emocionalmente
frágiles mientras estamos enfermos porque nuestro
bienestar mental se basa, en parte, en la ilusión de
invulnerabilidad. La enfermedad hace estallar esa ilusión,
atacando la premisa de que nuestro mundo privado está a
salvo y seguro. De pronto
nos sentimos débiles, impotentes y vulnerables. La
emoción más típica cuando estamos enfermos
es el miedo. Se ha descubierto que las emociones negativas, como
la ira, la ansiedad o la depresión, y también el
estrés, debilitan la eficacia de
ciertas células inmunológicas.

Estudios confirman que las emociones perturbadoras son
malas para la salud. Se descubrió que las personas que
experimentan ansiedad crónica, prolongados períodos
de tristeza y pesimismo, tensión continua u hostilidad,
cinismo o suspicacias implacables, tenían el doble de
riesgo de contraer una enfermedad, incluidas asma, artritis,
dolores de cabeza, úlceras pépticas y problemas
cardíacos. Esta magnitud hace que las emociones
perturbadoras sean un factor de riesgo tan dañino como lo
son, por ejemplo, el hábito de fumar o el colesterol
elevado para los problemas cardíacos, es decir, una
importante amenaza a la salud (Goleman, 1996). Lo anterior no
indica, en modo alguno, que todos aquellos que tengan estos
sentimientos serán más vulnerables a una
enfermedad.

Se conoce desde hace años, que la homeostasis
normal, el correcto nivel de las hormonas, neurotransmisores y
demás elementos que conforman nuestro medio ambiente
interno, el adecuado funcionamiento del sistema nervioso central
y la adecuada respuesta del sistema inmunitario son factores
implicados en el correcto desempeño de las funciones habituales y/o
vitales, impidiendo que el organismo enferme, favoreciendo su
resistencia en las situaciones de máxima demanda, y
posibilitando una correcta y relativamente rápida
recuperación tras las respuestas intensas que se haya
producido en situación de estrés o de intensa
emocionalidad. A continuación, se revisaran algunos
aspectos en los que se aprecia la influencia de los procesos
emocionales en diversos trastornos.

La Ansiedad

El funcionamiento sexual se ve claramente influenciado
por efectos del estrés y de la emocionalidad intensa, ya
que se produce una restricción del nivel de testosterona
en el organismo. Esta hormona es fundamental en la
motivación y conducta sexual
de hombres y mujeres. (Palmero, 1999). También se ha
observado que la intensidad emocional tiene relación con
los trastornos del sueño. Así, los procesos de
ansiedad y depresión producen un incremento en la temperatura
basal corporal y en la resistencia de la piel,
constriñen los vasos sanguíneos y generan inquietud
motora general. Todos estos factores dificultan la
conciliación y/o mantenimiento
del sueño. Palmero (1999) refiere que el insomnio no solo
se refiere a la imposibilidad de iniciar el sueño, sino
también a la dificultad de mantenerlo.

Durante momentos de gran ansiedad, el cerebro secreta
grandes niveles de cortisol y norepinefrina que interfieren con
las operaciones
normales de los mecanismos neurológicos para el aprendizaje y
la memoria.
Cuando estas hormonas de estrés llegan a un nivel
crítico, mejoran la función de la amígdala
pero debilitan las áreas prefrontales, las cuales pierden
la capacidad de contener los impulsos de la amígdala.
Goleman (2006).

Por otra parte, se ha evidenciado una alta
relación entre estrés y diabetes,
hablándose en la actualidad de una personalidad
diabética. (Palmero, 1999), que vendría definida
por una disminuida capacidad de alerta, apatía y
depresión.

La Ira y La Hostilidad

La emoción de ira y la actitud de
hostilidad producen una excesiva activación de las
glándulas suprarrenales, cuya consecuencia es la producción excesiva de cortisol,
norepinefrina y epinefrina. Estas sustancias tienen efectos
generales sobre el sistema
cardiovascular, pues aceleran el proceso ateorogènico
y reducen la luz de los vasos.
Si se mantiene constante el volumen de
sangre
bombeada desde el corazón,
la presión sanguínea va incrementándose
paulatinamente a medida que se estrecha el diámetro
útil y despejado del vaso. Pero además, la
epinefrina en particular tiene efectos que empeoran la
situación. Esta catecolamina acelera el ritmo cardiaco y
produce vasoconstricción. Los resultados son evidentes se
incrementa la presión cardiaca. (Palmero, 1999).
También se ha visto relación con las ulceras
estomacales, ya que se produce un incremento en la
secreción de ácidos en
el estomago, que contribuyen a la formación de
ulceras.

La Tristeza

Existe una clara relación entre la tristeza y
el
cáncer, ya que aspectos emocionales de
depresión han provocado disminución en la capacidad
funcional del sistema inmunológico, produciéndose
un crecimiento exponencial de estas células y se
desencadena la enfermedad. Por lo que respecta a otros trastornos
importantes, el asma, se conoce en la actualidad que las
situaciones que producen sentimientos de tristeza,
frustración y conflictos
representan factores importantes para que ocurran ataques de
asma. Igualmente se ha visto su implicación los problemas
capilares. (Palmero, 1999).

El Estrés

El hipocampo es particularmente vulnerable al continuo
estrés emocional, por los dañinos efectos del
cortisol, Bajo estrés prolongado, el cortisol ataca las
neuronas del hipocampo, reduciendo el ritmo en el que se agregan
las neuronas, o incluso reduciendo el numero total, con un
impacto negativo en el aprendizaje.
La muerte de
las neuronas del hipocampo ocurre durante un sostenido aumento
del cortisol, por ejemplo, durante una depresión severa o
un trauma intenso. Incluso en bajas dosis, los periodos de
estrés extensos producen altos niveles de cortisol que
pueden impedir el crecimiento de esas neuronas.Goleman (2006) Con
esto, se concluye que el estrés tiene influencia en el
aprendizaje.

En los vínculos del estrés con la salud,
los sistemas biológicos claves son el sistema nervioso
simpático (SNS), y el eje
hipófisis-hipòtalamo-suprarrenal (HHS). Cuando
estamos atemorizados, tanto el SNC como el eje HHS asumen el
desafio, secretando hormonas que nos preparan para enfrentarnos a
una emergencia o amenaza. Pero lo hacen tomando recursos del
sistema inmuno y endocrinológico, entre otros. Esto
debilita a dicho sistema clave para la salud, por un momento o
durante años.Se considera un estudio Británico
sobre trabajadores de la salud que tuvieron dos supervisores en
días alternados, uno al que temían y otro que le
gustaba. Wager, Feldman y Hussey (2001) En los días en que
trabajaba el jefe atemorizador, el promedio de la presión
arterial subió 13 puntos para la sistólica y 6 para
la diastolita (de 113/75 a 126/81).

Aunque las lecturas estaban dentro del margen saludable,
tanta elevación si se mantenía mucho tiempo,
podría tener un impacto clínico significativo, esto
es, aumentar el riesgo de hipertensión. Los estudios de Suecia de
trabajadores a diferentes niveles y en el Reino Unido entre
empleados estatales, demostraron que la gente en posiciones
inferiores dentro de las organizaciones y
sometidas a mayores niveles de estrés por un jefe
autoritario, eran cuatro veces mas propensos a desarrollar
enfermedades
cardiovasculares, a los que no tenían tales presiones.
Wamala (2000).

Emociones Positivas

Bárbara Fredrickson ha abierto una línea
de investigación centrada específicamente en las
emociones positivas y en su valor adaptativo (Fredrickson, 1998,
2000b, 2001, 2003; Fredrickson y Branigan, 2000). Recientemente
ha planteado la Teoría
abierta y construida de las emociones positivas (Fredrickson,
1998, 2001), que sostiene que emociones como la alegría,
el entusiasmo, la satisfacción, el orgullo, la
complacencia, que aunque fenomenológicamente son distintas
entre sí, comparten la propiedad de
ampliar los repertorios de pensamiento y
de acción de las personas y de construir reservas de
recursos físicos, intelectuales,
psicológicos y sociales disponibles para momentos futuros
de crisis.

Experimentar emociones positivas es siempre algo
agradable y placentero a corto plazo y para esta autora,
además, tendría otros efectos beneficiosos
más duraderos, en la medida en la que ello prepara a los
individuos para tiempos futuros más duros (Fredrickson,
1998, 2001). La alegría, por ejemplo, anima a jugar en el
sentido amplio de la palabra, a empujar los límites, a
ser creativo (Frijda, 1986) y ello permite el desarrollo y
el entrenamiento de
habilidades físicas (fuerza,
resistencia, precisión), de habilidades
psicológicas e intelectuales (comprensión de
normas,
memoria,
autocontrol) y de habilidades sociales necesarias para el
establecimiento de relaciones de amistad y de
apoyo. Todas estas habilidades, conceptualizadas como recursos,
pueden llegar a ser muy valiosas en momentos de escasez y de
conflicto, en
los que disponer de velocidad, de
resistencia, de amigos, de capacidad de innovación, etc. puede ser la diferencia
entre vivir y morir.

  • Las funciones de las emociones positivas vendrían a
    complementar las funciones de las emociones negativas
    (Fredrickson, 2001) y ambas serían igualmente
    importantes en un contexto evolutivo. Si las emociones
    negativas solucionan problemas de supervivencia inmediata,
    porque tienen asociadas tendencias de respuesta
    específicas (la ira, por ejemplo, prepara para el
    ataque; el asco provoca rechazo, vómito; el miedo
    prepara para la huida), las emociones positivas solucionan
    cuestiones relativas al desarrollo y crecimiento personal y a
    la conexión social. Las primeras propician formas de
    pensar que reducen el rango de respuestas posibles y las
    segundas propician formas de pensar que lo amplían. En
    este sentido, las emociones positivas habrían
    contribuido a generar las condiciones adecuadas para que
    nuestros ancestros desarrollaran las habilidades
    físicas necesarias para superar la estrategia de los
    depredadores, las habilidades psicológicas que
    permiten descubrir e inventar posibilidades y las habilidades
    sociales adecuadas para generar Emociones positivas

Optimismo: Este término procedente del
latín optimum, (lo mejor), hace referencia a la capacidad
de las personas para enfocarse en los aspectos mejores de una
situación dada. Es una disposición a esperar
encontrarse con cosas positivas y buenas. La relación
entre optimismo y bienestar han hecho que ésta sea una de
las emociones más importantes.

Sentido del humor: Las investigaciones que se han
realizado acerca de la risa proporcionan un gran sustento
teórico. Hay suficiente evidencia para poder afirmar
que la risa reduce el estrés y la ansiedad y, en
consecuencia, mejora la salud física de las
personas.

Adaptabilidad: También llamada resiliencia. Es la
capacidad que tienen algunas personas para adaptarse a las
situaciones adversas de la vida. Los terribles atentados
terroristas de Nueva York y Madrid han
proporcionado numerosos casos de estudio de personas enfrentadas
a estrés postraumático.

Creatividad: Es la capacidad de crear cosas nuevas, de
buscar nuevas posibilidades, de encontrar soluciones
diferentes. Los resultados de las últimas investigaciones
parecen no coincidir con la idea que hasta ahora se tenía
sobre la creatividad:
no parece ser un rasgo estable de la
personalidad, sino más bien un conjunto de habilidades
cognitivas y conocimientos técnicos. Por tanto, la
creatividad se puede entrenar y desarrollar.

Conclusiones

Las evidencias indican que las emociones, como
reacciones propias del organismo, no son ni buenas ni malas, todo
depende de la evaluación perceptual que la persona haga de
las mismas. Las emociones cumplen un papel adaptativo, que
permiten la supervivencia del individuo
dentro del ambiente.
Existen estímulos emocionales objetivamente perturbadores
que pueden no producir ninguna secuela sobre una persona, y
existen otros estímulos emocionales objetivamente no
perturbadores que pueden llegar a ocasionar un daño
más o menos importante. La diferencia básica entre
las dos posibilidades se localiza en la percepción que
cada persona tiene de esos estímulos.

Es decir, cuando una persona posee estrategias y
habilidades suficientes para hacer frente a esas situaciones, es
poco probable que los estímulos derivados de la misma
causen algún daños sin embargo, en otras ocasiones,
aunque la situación y los estímulos en ella
indicados sean sumamente asequibles para cualquier persona, puede
ocurrir que alguien no posea esas habilidades y destrezas
esenciales, y que se vea desbordado por una situación que
probablemente, sólo es insuperable desde su propia
percepción. En este caso, comenzamos a hablar de una
cierta probabilidad de riesgo a la enfermedad.

Hoy día, con el
conocimiento que se tiene de la neurociencia y en especial,
de una rama de ella "neuroafectividad", se ha puesto en evidencia
la conexión que existe entre el sistema limbico y la
corteza cerebral, para la regulación y control de las
emociones, de allí han surgido nuevos enfoques y
estrategias que permiten el control de la excesiva demanda y
presión que imponen las condiciones ambientales y
laborales de nuestros tiempos, que están dando origen a
altos niveles de depresión, brotes de violencia,
enfermedades psicosomáticas y en especial todas aquellas
enfermedades derivadas del
sistema cardiovascular e inmunitario.

Entre esos nuevos enfoques, esta el surgimiento de la
Psicología
Positiva, que busca básicamente el estudio de las
emociones positivas y las cualidades que manifiestan las personas
con actitudes
positivas, al igual que el estudio de las manifestaciones
neurofisiológicas que se derivan con la
implementación de un enfoque de vida mucho más
positivo. La Psicología Positiva toma en cuenta la
plasticidad del cerebro, es decir la capacidad que tiene el mismo
para establecer nuevas conexiones sinápticas, que permitan
la adquisición de nuevos hábitos y aprendizajes,
que propician una mejor evaluación de los acontecimientos,
para de esta forma cambiar la percepción y en consecuencia
la emoción asociada a ello.

En cierto sentido la psicología positiva es una
forma de hacer prevención. Hasta ahora el psicólogo
sólo era necesario cuando ya había aparecido el
problema y su trabajo
consistía principalmente en diagnosticar y tratar. Con el
enfoque positivo se busca analizar las emociones positivas que
ayudan a las personas a tener mayor calidad de
vida, a desarrollarse y a ser más felices. En
definitiva a tener mayor bienestar.

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Autor:

Estrella R. Orozco Castro

Psicóloga

Mgs Orientación en Sexología

Mgs Orientación de la conducta

Dra. en Ciencias
Gerenciales

Profesora Titular de la Universidad
Experimental Rafael Maria Baralt

Profesor adscrita al Programa
administración

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