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Una aproximación teórica al estudio de las competencias comunicativas en el contexto de la direccción (página 2)



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Lo que mueve a plantearse este proceso
investigativo es justamente la necesidad de intervenir en un
mundo tan complejo como de hecho lo son las competencias,
dentro del marco más complejo aún que es la
competencia
comunicativa, en términos no solo de demostrar habilidades
superiores; sino en términos de potencialidades, de ser
competente para la actividad que se desarrolla.

Siendo este un trabajo
relativamente nuevo dentro del marco de la dirección, convoca a plantearse como
problema el siguiente:

¿Qué elementos definen el término de
competencias comunicativas en el contexto de la
dirección?

Para ello nos apoyaremos del siguiente objetivo
general

Definir el término competencia comunicativa en el
contexto de la dirección

Objetivo específico

Analizar los referentes teóricos sobre competencias
comunicativas de directivos del sector empresarial.

DESARROLLO

Tendencias
fundamentales en el estudio del
concepto de
competencia

La Psicología
tiene un rol importante en el estudio de las competencias, en
tanto expresión del comportamiento
humano.  Al ser una cualidad inherente al hombre, es
importante su comprensión desde lo psicológico y su
distinción de otras categorías, ya que en ocasiones
encontramos bajo el nombre de competencias y tratadas
indistintamente como tales habilidades, capacidades, actitudes y
otras formas de actuación humana. Artidiello y Conrado
(2005) plantean que de no distinguirlas con claridad, corremos el
riesgo de
utilizarlas bajo el enfoque tradicional del conjunto de rasgos
subyacentes que debe tener una persona para
ocupar un puesto de trabajo, desconociendo que el enfoque de
competencia se ha desarrollado precisamente como una alternativa
al mismo.

La palabra competencia proviene del griego "agón", que
da origen a "agonía" y "agonistes" que era la persona que
competía en los juegos
olímpicos con el fin de ganar. Aunque cercano a otros
términos manejados por la Psicología el concepto de
competencia aparece en los años 70, especialmente a partir
de los trabajos de McClelland en la Universidad de
Harvard. A continuación se expondrán algunas
definiciones según distintos autores.

Boyatzis (1972) plantea que se entiende por competencia el
conjunto de características de una persona que
están relacionadas directamente con una buena
ejecución en una determinada tarea o puesto de
trabajo.

Competencia puede ser concebida también según
Spencer y Spencer (1993) como una característica
subyacente de un individuo que
está casualmente relacionada con un rendimiento efectivo
superior en una situación o trabajo definido en
términos de criterios.

Wordruffe (1993) entiende la noción de competencia como
una dimensión de conductas abiertas y manifiestas que le
permite a una persona rendir eficientemente.

Mientras que el análisis de Tremblay (1994) parte de
considerar que una competencia, es un sistema de
conocimientos conceptuales y de procedimientos,
organizados en esquemas operacionales que permiten, dentro de un
grupo de
situaciones, la identificación de tareas-problemas y su
resolución por una acción
eficaz.

El elemento de enlace que se percibe entre estas definiciones
es precisamente que la competencia bien sean entendidas como
características, dimensiones de conducta,
sistemas de
conocimientos conceptuales o procedimientos organizados en
esquemas operacionales, tienen como aspecto común el
rendimiento eficaz.

La noción de competencia, tal como es usada en
relación al mundo del trabajo se sitúa a mitad de
camino entre los saberes y las habilidades concretas, la
competencia es inseparable de la acción, pero exige a la
vez conocimiento.
Ya en 1930 el diccionario
Larousse la define que: "en los asuntos comerciales e
industriales, la competencia es el conjunto de los conocimientos,
cualidades, capacidades y aptitudes que permiten discutir,
consultar y decidir sobre lo que concierne al trabajo. Supone
conocimientos razonados, ya que se considera que no hay
competencia completa si los conocimientos teóricos no son
acompañados por las cualidades y la capacidad que permita
ejecutar las decisiones que dicha competencia sugiere". Son
entonces a decir de Gallard y Jacinto (1995), un conjunto de
propiedades en permanente modificación, que deben ser
sometidas a la prueba de la resolución de problemas
concretos en situaciones de trabajo que entrañan ciertos
márgenes de incertidumbre y complejidad
técnica.

El término competencia también es entendido como
una habilidad o atributo personal de la
conducta de un sujeto que puede definirse como
característica de su comportamiento
orientado a la tarea que realiza y que puede clasificarse de
forma lógica
y fiable. Ansorena, A., (1996).

El Ministerio de Seguridad
Social de Cuba en la
Resolución Ministerial No 21/99 del CETSS establece como
competencia el conjunto de conocimientos teóricos,
habilidades, destrezas y actitudes que son aplicados por el
trabajador en el desempeño de su ocupación o cargo en
correspondencia con el principio de idoneidad demostrada y los
requerimientos técnicos, productivos y de servicios,
así como los de calidad, que se
le exigen para el adecuado desenvolvimiento de sus funciones.

Este segundo grupo de definiciones agrega a la noción
de competencia sin perder de vista su carácter de conjunto de cualidades,
conocimientos, habilidades, destrezas, etc; aspectos como: la
ejecución de decisiones, la orientación a la tarea
y la resolución de problemas sobre la base de la idoneidad
demostrada.

Competencia también puede ser entendida según
Tejada (1999) como el conjunto de saberes (saber, saber hacer,
saber estar y saber ser – conocimientos, procedimientos y
actitudes) combinados, coordinados e integrados en el ejercicio
profesional. El dominio de estos
saberes le "hace capaz" de actuar a un individuo con eficacia en una
situación profesional.

Globalmente considerada para cualquier tipo de profesional
incluiría las capacidades para transferir destrezas y
conocimientos a nuevas situaciones dentro de un área de
ocupación laboral, abarca
la
organización y la planificación del trabajo, la innovación y la capacidad para abordar
actividades no rutinarias; incluye las cualidades de eficacia
personal que se necesita en el puesto de trabajo para
relacionarse con los compañeros, los directivos y los
clientes.

Mertens (2000) la describe como la aptitud de un individuo
para desempeñar una misma función
productiva en diferentes contextos y con base en los
requerimientos de calidad esperados por el sector productivo.
Esta aptitud se logra con la adquisición y desarrollo de
conocimientos, habilidades y capacidades que son expresadas en el
saber, el hacer y saber hacer.

Sladogna (2000) entenderá por competencia un conjunto
identificable y evaluable de conocimientos, actitudes, valores y
habilidades relacionados entre sí que permiten
desempeños satisfactorios en situaciones reales de
trabajo, según estándares utilizados en el
área ocupacional.

Desde la perspectiva de estos autores, el concepto de
competencia evoluciona al comenzar a comprender la
combinación de todos estos elementos no solo como
requerimientos, sino como un conjunto de requerimientos
identificables y evaluables.

Para los autores V.J.Brum, y M.R. Samarcos (Jr), (2001) la
competencia implica operaciones
mentales, cognitivas, socioafectivas y psicomotoras que necesitan
ser aprendidas para la generación de habilidades
específicas para el ejercicio profesional.

Mientras Pssinati (2002) la entiende como la capacidad de
movilizar, articular y poner en acción valores,
conocimientos y habilidades necesarios para el desempeño
eficiente y eficaz de actividades requeridas por la naturaleza del
trabajo.

Ravitsky (2002) la define como un conjunto de conocimientos,
de saber hacer y de comportamientos puestos en práctica de
modo oportuno en una situación de trabajo.

Con las definiciones de estos autores se incorpora el
necesario proceso de aprendizaje para
generar habilidades específicas, considerando el
carácter de pertinencia de estas habilidades a la
situación de trabajo.

Como se refleja en los conceptos anteriores hay tantas
definiciones como autores: es entendida como una capacidad, una
habilidad, un conjunto de atributos y un sistema. Considerar la
competencia como un sistema de componentes establece la
complejidad de este concepto y, a su vez, destaca el resultado y
el carácter holístico de la misma aunque
aquí holístico no se maneja como integración de cualidades sino como suma de
todos los requerimientos. Sin embargo, aparece una dificultad y
está dada en que en muchos casos no se reconoce la
importancia de las cualidades de la
personalidad, ni lo motivacional, ni lo metacognitivo, solo
se queda en la esfera cognitivo instrumental.

Para González (2002) competencia implica una
configuración psicológica compleja que integra en
su estructura y
funcionamiento elementos motivacionales, cognitivos y recursos
personológicos que se manifiestan en la calidad de la
actuación profesional del sujeto, y que garantizan un
desempeño profesional responsable y eficiente. Capacidades
complejas que poseen distintos grados de integración y se
ponen de manifiesto en una gran variedad de situaciones
correspondientes a los diversos ámbitos de la vida humana
profesional y social. Compleja integración de atributos
que imprimen énfasis a la capacidad humana para innovar,
para enfrentar el cambio y
gestionarlo anticipándose y preparándose para
él. Es más que la suma de todos esos atributos es
un sistema que resulta de la combinación, interacción y puesta en práctica de
dichos atributos en una situación laboral real.

Este autor enfatiza los grados de complejidad que implica la
noción de competencia, la entiende ya no como suma de
características; sino como configuración
psicológica que implica también diferentes grados
de integración.

Un concepto que responde a las condiciones de Cuba es el de
Fernández (2003).quien plantea que la competencia es una
configuración psicológica que integra diversos
componentes cognitivos, metacognitivos, motivacionales y
cualidades de la personalidad
en estrecha unidad funcional, autorregulando el desempeño
real y eficiente en una esfera específica de la actividad,
atendiendo al modelo de
desempeño deseable socialmente construido en un contexto
histórico completo.

Este concepto tiene como aspecto importante que define la
estructura de la competencia a partir de sus cuatro componentes
(mencionados en la definición) y reconoce el aspecto
externo: el desempeño eficiente a partir de un modelo
social.

De forma general se reconoce que la competencia es una
categoría psicológica que integra determinados
componentes figurativos, procedimentales, actitudinales y
personológicos en función de lograr un
desempeño eficiente en un contexto concreto de
actuación, tal como se destacó previamente.
(Castellanos, B. y otros, 2003)

D'Angelo (2005) plantea que las competencias expresan las
potencialidades del desarrollo
humano y profesional que se logran a través de
desempeños efectivos de las personas en condiciones de
interacción interpersonal y sociocultural. Son, por tanto,
unidades psicológicas complejas con posibilidad de
desarrollo constante a partir de matrices
socioculturales interactivas.

Estos autores destacan el valor del
aprendizaje pero desde un enfoque que implica el desarrollo de la
potencialidad, ya no se trata pues de aprender algo prefijado
desde el entorno, sino de una potencialidad que puede ser
desarrollada constantemente.

Estas definiciones reconocen la competencia laboral como parte
del sujeto por lo que a ese nivel se llega después que el
trabajador se considere adiestrado en su puesto de trabajo, lo
que puede ser dos o más años en dependencia del
sujeto, o sea, toman en cuenta cualidades de la personalidad,
motivos, intereses, valores y la complejidad del puesto de
trabajo.

La evolución de los modelos con
que se ha ido estudiando la cognición humana fue
también contribuyendo a hacer emerger la noción de
competencia. Dentro de ello se puede destacar el enfoque
histórico-cultural y en especial la obra de L.S. Vigotsky quien
identificó  como  "herramientas
psicológicas" aquellos instrumentos, signos,
operaciones, que nos permiten conocer y trabajar intelectualmente
y como estas "herramientas" tienen un origen cultural. Así
conforme plantea Fernández (2006) las diferencias en la
cognición están más situadas en las
herramientas psicológicas que utiliza el hombre,
formadas en el escenario de la experiencia sociocultural, lo
que  resalta la importancia del aprendizaje y de la
apropiación de la experiencia acumuladas por otros en el
desarrollo de todo nuestro arsenal de  habilidades y
capacidades.

Las teorías
cognitivas tienen como concepto nuclear el de
representación, entendido como un conocimiento
organizado que se actualiza en la actividad mental, en la
actuación. Esto da origen al modelo de competencia,
introducido inicialmente por N. Chomsky (1965) al estudiar la
competencia lingüística,   comprendida
por el autor como un conocimiento de reglas. De la misma forma,
las estructuras
lógicas propuestas por la teoría del
desarrollo cognitivo de J. Piaget fueron
consideradas un modelo de competencia.

Aunque según Fernández (2006) a estos primeros
modelos de competencia mencionados se les adjudicó un
carácter innato, concebidos como dotación de la
especie, este enfoque más orientado a lo funcional
constituyó sin dudas otro acercamiento al estudio del
desempeño. La actuación 
(lingüística o cognitiva, en cada caso de los
señalados por estos primeros autores) fue estudiada como
el uso real que hace el sujeto de ese conocimiento organizado o
competencia y ella puede verse afectada por situaciones
contextuales, factores del sujeto, etc.  

Pueden señalarse otros referentes como elementos que
intervinieron en la concepción de competencias que se
maneja hoy día, entre los más importantes
encontramos el reconocimiento general dentro de la ciencia
psicológica de la importancia que tiene  la unidad de
los aspectos intelectuales,
cognitivos, con los afectivos, emocionales para explicar el
comportamiento del ser humano. Es esta la razón por la
cual es preciso un enfoque más integrador de la psiquis
humana para explicar el comportamiento exitoso.

Fernández (2006) plantea que aunque es posible que no
siempre sean definidas exactamente igual en todas las fuentes,
existe consenso hoy día en considerar a las competencias
como formaciones psicológicas complejas, que integran
recursos de diferentes áreas de la personalidad
(habilidades, capacidades, actitudes, motivaciones, entre otros)
que   permiten un comportamiento autorregulado
(independiente, flexible, creativo, reflexivo). Como
formación compleja, produce un efecto sinérgico que
se manifiesta en desempeños de alta calidad. Otra idea
generalmente aceptada es su posibilidad de formación y
desarrollo a través del aprendizaje.

Las competencias profesionales vienen a definir el ejercicio
eficaz de las capacidades que permiten el desempeño de una
ocupación respecto a los niveles requeridos en el empleo. Por lo
que competencia engloba algo más que el
conocimiento técnico el que hace alusión al
"saber y al saber-hacer", comprende un conjunto de
comportamientos, facultad de análisis, toma de
decisiones, transmisión de información, etc., considerados necesarios
para el pleno desempeño de la ocupación.

La persona competente plantea Fernández (2006) es
aquella que posee capacidades y tiene condiciones para ponerlas
al servicio de un
desempeño de excelencia, que moviliza todos sus recursos
para ello. Reflexiona acerca de su propia ejecución. Tiene
una visión ajustada de sus posibilidades y límites en
ella, así como de los mecanismos que emplea, lo que le
permite hacer transferencias a situaciones nuevas y tener un
comportamiento más autónomo. Reúne el
saber, el saber hacer, el querer hacer
y también el saber ser, pues lleva
implícito el tener asumido algunas cualidades y valores
necesarios para ese desempeño. Algunos autores
señalan que las condiciones situacionales también
determinan el que se despliegue o no un comportamiento
competente, por lo que agregan a esto el poder
hacer.

Las competencias
y el desempeño en el ámbito
empresarial

El término competencia engloba en si mismo
multiplicidad de factores como ya se ha visto desde el
tránsito por sus principales referentes teóricos;
sin embargo la noción de competencia no puede ser
trabajada desde una perspectiva general sino del contexto
específico que resulte de interés,
pues ello le imprime un carácter particular a su
tratamiento tanto teórico, metodológico como
empírico. A los fines de la presente investigación, el espacio que resulta de
interés es precisamente el ámbito empresarial pues
es allí donde se hace visible nuestro objeto de estudio,
por ello a la autora de este trabajo le parece oportuno dedicar
un espacio al tratamiento de las competencias desde ese
espacio.

Donna (s/a) plantea que el concepto de competencia busca
definir y evaluar las capacidades del trabajador, según su
desempeño en situación de trabajo. La competencia
laboral entonces no es una probabilidad
de éxito
en la ejecución del trabajo, sino una capacidad real
demostrada.

Es importante destacar las reflexiones de Corral (2006) quien
plantea que competencias son simultáneamente exigencias de
una actividad profesional comprendida como sistema de tareas
básicas generalizadas y cualidades de las personas que se
realizan y concretan en esta actividad o en sus productos.
Esto no significa que sean realidades definitivamente separadas:
solo son formas diferentes de nombrar y describir un
tránsito entre lo que aparece en un polo u otro de acuerdo
con la posición o las intenciones de un observador. Este
planteamiento evoca el necesario encuentro entre las demandas de
la actividad a desarrollar y las características del
sujeto pero entendido como un continuum y no dos instantes
separados donde tendría que producirse una respuesta por
parte del segundo a las expectativas del primero. Siendo
así que el sentido último del término
competencia intenta captar esta realidad cambiante y
dialéctica de una relación entre el hombre y su
mundo, un emergente que nace de un encuentro y que no esta
prefijado de manera absoluta ni en un sujeto ni en un rol o
puesto de trabajo profesional.

Para Vargas (2001) la competencia es la construcción social de aprendizajes
significativos y útiles para el desempeño en una
situación real de trabajo que se obtiene no solo a
través de la instrucción sino también- y en
gran medida- mediante el aprendizaje
por experiencia en situaciones concretas de trabajo.

Este autor destaca que las competencias son
características permanentes de las personas que se ponen
de manifiesto cuando se ejecuta una tarea o un trabajo.
Están relacionadas con la ejecución exitosa de una
actividad y tienen una relación causal con el rendimiento
laboral, es decir, no están asociadas con el éxito,
sino que se asume que realmente lo causan. Pueden ser
generalizadas a más de una actividad y combinan lo
cognitivo, lo afectivo, lo conductual.

No obstante el enfoque de las competencias debe tener
también en cuenta cuatro niveles importantes a saber: la
creatividad
del sujeto en su desempeño laboral como aspecto de la
competencia laboral. Lo social de la competencia a partir de las
relaciones
interpersonales en el marco del trabajo. El nivel de independencia
en el desempeño eficiente del trabajador. El
análisis de manera dialéctica de los tres elementos
esenciales: el saber, el hacer y el ser.

Competencia entonces debe ser entendida como algo más
que el mero desempeño. De todos estos conceptos
presentados se puede inferir que una competencia se encuentra a
un mayor nivel con respecto a una habilidad, ya que la primera
integra un conjunto de habilidades, conocimientos y
comportamientos del individuo para desempeñar con
éxito una actividad dada.

Algunos autores de los que han trabajado el tema de las
competencias consideran que cualquier definición que se
asuma de competencias
laborales debe en síntesis,
plantear la relación en forma de sistema que existe entre
los conocimientos, hábitos, valores, habilidades,
actitudes, aptitudes y motivaciones que debe poseer el individuo
en la realización de su trabajo y que se materializa a
modo de resultado evidente, en un desempeño eficiente.

A pesar de las ideas presentadas por los diferentes autores
queda aún la insatisfacción de que existe una
contradicción básica, la evaluación
depende, de la comparación entre los resultados del sujeto
y el patrón de excelencia que ha sido definido
socialmente.

Compartimos entonces el enfoque de Corral, R., (2006) para el
que la competencia existe como potencialidad, que se realiza,
concreta y actualiza en un desempeño real; sin embargo la
competencia no puede reducirse solo al desempeño, sino a
una cualidad más amplia y generalizadora de la experiencia
que existe potencialmente en el individuo y que se puede
manifestar en variedad de ejecuciones. La competencia supone una
implicación personal, no es solo la acción que se
ejecuta, sino el significado que la persona le atribuye a su
desempeño de acuerdo a sus motivaciones. La competencia se
completa con una cualidad definitoria que es precisamente la
posibilidad de derivar recursos individuales y soluciones a
los problemas del desempeño de la fortaleza y fecundidad
de las relaciones con otras personas.

Algunas
consideraciones en
torno al término competencia
comunicativa

Antes de la década de los años 60 el
término competencia se asociaba a la concepción
conductista desarrollada por la psicología behaviorista; a
partir de la crítica
que Noam Chomsky hace a Skinner;
quién explicaba el aprendizaje de la lengua a
partir de la relación emisor – receptor, no
considerando la naturaleza creativa del hombre, Chomsky desde su
crítica propone construir una nueva teoría
sobre la adquisición de la lengua. Esta es la razón
por la cual en 1957, acuña el término competencia,
que define como capacidades y disposiciones para la interpretación y la actuación,
más la teoría propuesta por este destacado autor,
no logra resolver el problema de la relación entre la
lengua y la actuación. Su concepto de competencia percibe
solo la competencia lingüística, con la cual, por si
sola no se garantiza una comunicación eficiente.

El paradigma
chomskyano ha sido refutado por considerar la lengua como un
sistema axiomático, que niega su carácter de
producto de la
actividad práctica y cognoscitiva y contradice su
carácter social, lo que lo lleva a admitir que la
influencia de los factores externos solo afecta la
actuación pero no la competencia.

Según señala Romeú (2004), Hymes (1967)
opone al concepto de competencia propuesta por Chomsky el
concepto de competencia comunicativa que viene a comprender para
él la competencia lingüística, la
sociolingüística, la discursiva y la
estratégica. Desde un enfoque lingüístico su
definición apunta hacia el aspecto verbal y
pragmático, no obstante deja de lado el proceso de
producción de significados.

Según Oliva (1998) la expresión "Communicative
competence" fue introducida por vez primera en la literatura en 1972,
refiriéndose a la habilidad de los hablantes nativos para
usar los recursos de su lengua de forma que no fueran sólo
lingüísticamente correctos, sino también,
socialmente apropiados. Hymes (1972) la define como la habilidad
para usar la lengua, de ahí que indague acerca de como el
conocimiento se convierte en uso. El considerar la competencia
lingüística vinculada a la actuación, lo lleva
a acuñar el término de competencia
comunicativa.

Canale y Swain (1980) hacen referencia al uso de la estructura
lingüística y asumen la competencia
lingüística, sociolingüística,
discursiva, didáctica y estratégica como
dimensiones de la competencia comunicativa. Al identificar las
dimensiones de la competencia comunicativa los autores apuntan
hacia el aspecto verbal y pragmático, pues tienen en
cuenta el conocimiento de las estructuras
lingüísticas, y saber adecuar su uso a las exigencias
del contexto, el saber estructurar coherentemente el discurso y el
emplear estrategias
efectivas para iniciar, desarrollar y finalizar la
comunicación. Estos autores integran en el concepto de
competencia comunicativa "los conocimientos y habilidades
necesarias para lograr una comunicación eficiente" de modo
que integra dos componentes que en Chomsky y en Hymes
habían aparecido desligados.

Por su parte Maingueneau (1984) no comparte en su totalidad el
concepto propuesto por Chomsky de competencia
lingüística, y formula su concepto de competencia
interdiscursiva, la cual define, desde la teoría de la
enunciación, como el dominio que poseen los enunciadores
de un discurso que les permite producir y entender enunciados de
conformidad con una formación discursiva y reconocer los
enunciados compatibles e incompatibles con ella.

Entre otros conceptos acerca del término y en
consecuencia con la orientación lingüística
aparecen definiciones como la realizada por Cancio (1998) quien
la define como aquella que comprende lo gramatical, pero
también actitudes, valores y motivaciones referentes a la
lengua, a sus rasgos y usos e integra actitudes para
interrelación de la lengua con otros códigos de la
conducta comunicativa o la elaborada por el Centro de Estudios de
Educación
avanzada citada por Arcia (1999) quienes afirman que es la
capacidad de un individuo de usar adecuadamente su lengua sonora
natural y describen como componentes esenciales de la competencia
comunicativa las siguientes habilidades: observación, empatía, escucha activa
y expresión oral.

Cot (2000), siguiendo los criterios de Canale y Swain y a
partir del concepto de interacción, define el concepto de
competencia pragmática como aquella que destaca el
componente de interinfluencia en la comunicación como
estrategia.

Castillo (2000), focaliza su interés en el desarrollo
de la competencia comunicativa entendida como la capacidad de
comprender un amplio y rico repertorio lingüístico
dentro de la actividad comunicativa en un contexto determinado.
Implica el conocimiento del sistema lingüístico y de
los códigos no verbales y de sus condiciones de uso en
función de contextos y situaciones de
comunicación.

El Consejo de Europa (2001)
analiza la competencia comunicativa desde tres componentes:
sociolingüístico (aspectos socioculturales o
convenciones sociales del uso del lenguaje),
lingüístico (abarca los sistemas
léxico, fonológico, sintáctico y las
destrezas y otras dimensiones del lenguaje como sistema) y
pragmático (la interacción por medio del
lenguaje, así como todos los aspectos extra y
paralingüísticos que apoyan la comunicación);
cada uno de los cuales consta de tres elementos: conocimientos
declarativos ("Conceptos": un Saber), habilidades y destrezas
("Procedimientos": un Saber Hacer) y competencia existencial
("Actitudes": un Saber Ser).

Para el año (2001) Charadeau propone retomar aspectos
tratados por la
pragmática, la enunciación y la
sociolingüística dentro de una teoría del
sujeto. Según Roméu (2003), Charadeau (2001)
considera, que la construcción de sentido procede de un
sujeto que se dirige a otro sujeto, dentro de una
situación de intercambio específica, que
sobredetermina la elección de los recursos del lenguaje
que puede usar. Este autor elabora un modelo que consta de tres
niveles con tres tipos de competencias correspondientes para el
sujeto: competencia situacional, competencia discursiva y
competencia semiolinguística. La competencia situacional
exige que todo sujeto que se comunica sea apto para construir su
discurso en función de la identidad de
los protagonistas del intercambio, de su finalidad, su
propósito y las circunstancias materiales que
lo rodean. La competencia discursiva exige de cada sujeto que se
comunica e interpreta, esté en capacidad de manipular las
estrategias de puesta en escena que se desprenden de las
necesidades inherentes al marco situacional. La competencia
semiolinguística postula que todo sujeto que se comunica e
interpreta pueda manipular-reconocer la forma de los signos, sus
reglas combinatorias y su sentido, a sabiendas de que se usan
para expresar una intención de comunicación, de
acuerdo con los elementos del marco situacional y las exigencias
de la organización del discurso. Este tipo de
competencia comprende tres niveles que implica cada uno un
saber-hacer en términos de composición del texto, un
saber-hacer en términos de construcción gramatical
y un saber-hacer relativo al uso adecuado de las palabras y el
léxico, a lo que incorporamos un saber hacer desde el
aspecto relacional, considerar los tres primeros saberes para
relacionarnos de manera efectiva con un otro.

El término competencia comunicativa ha sido estudiado
por autores de diversas áreas de la ciencia como
son las ciencias
psicológicas, pedagógicas, y sociales que destacan
la necesidad del uso adecuado de la lengua y además, otros
elementos que intervienen en la comunicación eficiente y
en el entendimiento mutuo. Desde la perspectiva
pedagógica, entre los principales autores se destaca Ortiz
(1997), quien hace referencia al desarrollo de la misma en el rol
del educador. Este autor la concibe como la capacidad del maestro
para establecer una comunicación efectiva y eficientemente
óptima (con sus alumnos) al desarrollar en su personalidad
un estilo de comunicación flexible y lograr resultados
educativos deseados siendo tratada la competencia como habilidades
comunicativas, tales como: la lectura, la
expresión oral y escrita y la observación. Dicho
autor elabora un conjunto de exigencias a la personalidad del
maestro para ser competente comunicativamente e influenciar de
manera positiva en el desarrollo de las competencias
comunicativas en los educandos. Fernández (2002) aborda la
competencia comunicativa como, "factor de la eficiencia
profesional del educador", y señala que la misma viene a
ser un componente de su profesionalidad.

Parra (2004), considera que la competencia comunicativa
pedagógica incluye los procesos
lingüísticos, psicolingüísticos, es por
eso que plantea, que la competencia comunicativa trasciende el
sentido del propio, del conocimiento, del código
lingüístico, para entenderse como una capacidad de
saber qué decir, a quién, cuándo,
cómo decirlo y cuándo callar que implica aceptar
que la competencia comunicativa no es reductible al aspecto
lingüístico, que tienen que considerarse,
además los aspectos sociológicos y
psicológicos implicados.

Así mismo, dicho autor hace referencia a definiciones
que resaltan la psicologización de las competencias,
reconoce el componente subjetivo de las competencias y aunque no
discrepa de este elemento, si alerta sobre la importancia de
considerar otras áreas de la ciencia, pues se
caería en el riesgo de ser tan reduccionísta como
la lingüística.

Para este autor es razonable afirmar que no es posible lograr
una verdadera competencia comunicativa al margen del desarrollo
de las habilidades comunicativas y el empleo de un apropiado
estilo de comunicación, define las competencias
comunicativas como una síntesis singular de habilidades y
estilos que se emplean acertadamente por el sujeto en consonancia
con las características y exigencias de los participantes
y contextos donde tiene lugar la comunicación.
Señala que entender la competencia comunicativa como un
estado de
preparación general del sujeto implica asumirla como un
proceso susceptible de ser moldeado, formado y desarrollado a
partir de la intervención pedagógica pertinente que
se expresa en diferentes niveles, presupone concordar con la idea
de que la preparación general hace alusión tanto a
la teórica, como a la afectiva y la práctica, es
decir, incluye la preparación psicológica,
lingüística y la social cultural. Por ello, cuando se
afirma que "se está considerando un estado de
preparación general se hace referencia tanto a la
posesión de los recursos y conocimientos que son
necesarios, como a la disposición para realizar
eficientemente la comunicación".

Forgas (2003), por su parte, considera que existe
relación entre la competencia comunicativa con la
profesional al tiempo que
plantea que el talento comunicativo requiere de un determinado
nivel de desarrollo de la inteligencia
para saber, saber hacer y saber actuar, que no es bajo, ni
necesariamente excepcional. Es por ello que plantea que en la
actualidad las competencias comunicativas forman parte de las
competencias profesionales.

Habermás (1987), desde su propuesta hace referencia a
la racionalidad comunicativa. El autor según, acota
Rodríguez (2000) conceptúa la competencia
comunicativa como la capacidad de actuar comunicativamente,
ajustando recíprocamente sus acciones en la
búsqueda de un entendimiento mutuo intersubjetivo como
principio generador de conocimiento y de su socialización.

Al revisar los criterios expresados por estos autores y el
argumento de sus diferencias, se evidencia la clara necesidad de
considerar en el análisis de las competencias
comunicativas los factores sociales, psicológicos,
culturales, así como el contexto en que tendrá
lugar la situación comunicativa sin negar su estrecha
relación con la necesidad de un dominio adecuado de la
lengua.

Algunas
reflexiones necesarias para la conceptualización del
término competencia comunicativa desde la perspectiva de
la dirección

A continuación se presentan las principales ideas que
sirven de sustento teórico a la definición de
competencia comunicativa, desde los aspectos que a la presente
investigación son los más relevantes para el
análisis del objeto de estudio.

Al realizar un análisis de los principales referentes
teóricos desde el devenir histórico de la
noción de competencia comunicativa no es difícil
advertir que se han manejado aspectos relacionados con lo
lingüístico y lo pragmático pero el componente
social, lo interactivo unido a la concepción
holística de la competencia ha sido insuficientemente
tratado. Desde nuestra mirada esos aspectos se rescatan en los
trabajos de algunos autores que serán manejados a
continuación.

Cuesta (2002) plantea que para hacer una gestión
de las competencias es necesario partir de la elaboración
de un perfil de competencias. El diseño
de los puestos de trabajo debe hacerse, entonces a partir de la
integración de aquellos elementos de diversa naturaleza,
como hemos explicado (conocimientos, habilidades, actitudes,
valores, etc.) conforman las llamadas competencias secundarias o
complejas, que se expresan en el desempeño del puesto y
son las que definen su contenido. El  perfil de competencias
resulta algo diferente a los acostumbrados perfiles de cargo o
profesiogramas, centrados más en el plano cognitivo y en
las funciones. El  perfil de competencias dependerá
fundamentalmente de la función que se desarrolle en el
puesto de trabajo en cuestión, pero también de la
estrategia y la cultura de
cada empresa en
particular. Dicho perfil funciona como "modelo" y se desarrolla a
partir de un núcleo de competencias que se desagregan en
subcompetencias más específicas y estas a su vez se
expresan en indicadores
que señalan diferentes niveles que sirven para
caracterizar el desempeño de cada individuo.

Para el autor la competencia comunicativa entra también
dentro de ese proceso de desagregación, situando dentro de
las competencias de un perfil para directivos, habilidades de
comunicación como la defensa oral, comunicación
escrita y el liderazgo
comunicativo. Aparentemente, el autor retoma la importancia de
considerar el aspecto de la integración; sin embargo,
¿A qué enfoque integrador se está haciendo
alusión cuando el análisis de las competencias que
poseen o no las personas, se determinan sobre la base de un
perfil que descompone la competencia para el desempeño en
un conjunto de subcompetencias? Consideramos que la competencia
comunicativa no es en momento alguno una subcompetencia
más específica. La competencia comunicativa
atraviesa las funciones y las cualidades personales descritas
como habilidades que se requieren para el ejercicio de
determinado cargo.

Una concepción realmente holística de la
competencia debe ser trabajada, de acuerdo con la perspectiva de
autores como Fernández (2006), quien plantea que la
valoración del éxito profesional debe incorporar
esta noción holística de competencia. Las
consecuentes dificultades que conlleva el evaluar el
comportamiento humano, a tenor de la óptica
de la misma autora, por su carácter multifactorial y su
naturaleza subjetiva, no debe orientarnos a soluciones
facilistas, mecanicistas y rígidas, propias de culturas de
trabajo ya caducas. Se debe buscar soluciones viables que den
cabida a la valoración integral y a la flexibilidad, en
los que se contemplen las competencias entre sus indicadores.

Otro enfoque holístico del término competencia
comunicativa es el de Romeú (2004) quien ha trabajado las
dimensiones socioculturales de la competencia comunicativa y la
define como "una configuración psicológica que
integra las capacidades para interactuar en diversos contextos
socioculturales, con diferentes fines y propósitos. Se
articulan así los procesos cognitivos y metacognitivos, el
dominio de las estructuras discursivas y la actuación
sociocultural del individuo, lo que implica su desarrollo
personológico (cognitivo, afectivo-emocional, motivacional
axiológico y creativo)".

La competencia cognitiva, comunicativa y sociocultural de
Romeú, constituyen un todo divisible solo desde el punto
de vista metodológico. La unidad y cohesión de sus
dimensiones están dadas por que quien aprende y se
comunica es la personalidad, de acuerdo con la herencia
histórico cultural adquirida socialmente, y que implica
sus saberes culturales así como la cultura de las personas
con las que interactúan sus conocimientos, necesidades,
intereses, motivaciones, sentimientos, emociones y
valores.

Esta autora aborda la competencia comunicativa desde tres
dimensiones, la cognitiva, la comunicativa y la sociocultural.
Analizando al hombre como sujeto del conocimiento y al lenguaje
como medio cognición y comunicación. Al sujeto lo
observa en su contexto, en las relaciones con los otros, desde
sus valores, costumbres, sentimientos, posición y rol
social. Por lo que se considera este enfoque como uno de los
más integradores, sin embargo la competencia comunicativa
no comprende solo el enfoque holístico sino que implica la
comprensión de la dimensión social cuando
intentamos aproximarnos a su conceptualización.

La competencia comunicativa la define Pérez (2006) como
el conocimiento que nos permite utilizar el lenguaje
como instrumento de comunicación en un contexto social
determinado. Es un concepto dinámico basado en la negociación de significado entre los
interlocutores, aplicable tanto a la comunicación oral como a la escrita, que se
actualiza en un contexto o una situación particular.

Este autor recupera el papel del componente
lingüístico pero desde el contexto de las relaciones
sociales, la competencia comunicativa y su relación con el
aspecto social.

Desde un enfoque comunicativo, la competencia comunicativa ha
sido abordada por algunos autores como Beltrán (2001)
quien la entiende como el conjunto de habilidades que posibilita
la participación apropiada en situaciones comunicativas
específicas. Este autor afirma que participar
apropiadamente en una interacción comunicativa consiste en
cumplir con los propósitos de la comunicación
interpersonal, esto es, lograr lo que se quiere o necesita y
hacerlo dentro de lo socialmente aceptable (sentido y
coherencia). El desarrollo de estos conocimientos se inicia desde
el nacimiento y continúa durante toda la vida. En sus
trabajos este autor aborda las competencias comunicativas desde
dos enfoques, que en su opinión permiten orientar la
comprensión del proceso comunicativo.

El primero se ubica en el nivel intraindividual y da cuenta de
la facultad humana de adquirir y usar el lenguaje, lo que se
denomina competencia lingüística. Este primer enfoque
es coherente con la idea de la comunicación intrapersonal
que es entendida como el modo en que somos coherentes con
nosotros mismos; es la manera de llevar una ilación
adecuada entre lo que pensamos, sentimos y hacemos; es, en otras
palabras, ser congruente, tener el privilegio de expresarnos con
palabras que se adecuen justamente a lo que queremos decir sin
dar oportunidad a interpretaciones ambiguas.

El segundo, corresponde al nivel interindividual, donde se
resalta el papel que tiene la interacción social en la
construcción de la competencia comunicativa y hace
referencia al aprendizaje de la lengua, es decir, se pretende que
el sujeto sea competente para comunicarse en la lengua estudiada
tanto en la forma oral como escrita en las diferentes situaciones
de la vida cotidiana.

La competencia comunicativa desde este enfoque también
ha sido tratada como capacidades comunicativas que regulan la
comunicación interpersonal entre los sujetos entre ellos
se destacan: la autenticidad, la expresividad afectiva, la
comprensión empática y la tolerancia.

Van Dijk (2000) valora en relación con los criterios
expresados anteriormente que los que han tratado de ofrecer una
definición más completa acerca de este concepto,
mantienen la dimensión lingüística, y
añaden a esta la dimensión pragmática.
Generalmente, estas definiciones no se refieren a una
dimensión cognitiva pero incluyen los componentes de la
competencia comunicativa y los procesos comunicativos en los que
el lenguaje está implicado así como su
relación con la actividad sociocultural que el hombre
despliega. Básicamente, coinciden en los aspectos
lingüísticos y estratégicos pero dejan de lado
el proceso de producción de significados, que antecede al
acto comunicativo al decir de Vigotsky, por lo que, más
recientemente, se ha reconceptuado el término al
incorporarle el componente cognitivo o de producción de
significados, además de hacer explícita la
competencia sociocultural.

Siendo entonces que el análisis de lo social nos lleva
al tercer aspecto de interés desde nuestro enfoque para
conceptualizar la competencia comunicativa, el interactivo. Este
elemento se rescata desde la perspectiva psicológica con
los trabajos de Zaldívar(1998) quien define las
competencias comunicativas como el conjunto de conocimientos,
habilidades, actitudes, valores y comportamientos que nos
capacitan para la producción, recepción e
interpretación de mensajes de diferentes tipos y a
través de diferentes canales, que facilitan y promueven el
inicio, mantenimiento
y fin de relaciones interpersonales positivas; y de la
psicóloga y pedagoga Fernández (2002) quien la
define como la presencia de una orientación
psicológica favorable a la relación humana y el
dominio de un saber profesional de habilidades, procedimientos y
técnicas que facilitan la eficiencia en el
proceso de comunicación interpersonal.

En este sentido, esta autora sostiene que la competencia
comunicativa va más allá de la eficacia de los
conocimientos, hábitos y habilidades que intervienen en la
actuación personal. Sugiere que el tema debe ser visto
desde lo personológico, al considerar que el hombre
interviene y se expresa en la relación interpersonal como
personalidad y, por tanto, en su actuación en contextos
comunicativos, entran en juego tanto
los elementos que permiten la ejecución pertinente desde
el punto de vista cognitivo instrumental (conocimientos,
habilidades, etc.), como aquellos que se refieren a la esfera
motivacional afectiva y que son sus necesidades y motivos, sus
propósitos, expectativas y vivencias. Resalta
además, que en el intercambio comunicativo intervienen
como elemento esencial la subjetividad de aquellos que
participan, es decir, los elementos afectivos que resultan en su
opinión insoslayables y decisivos en la eficiencia.

En su tesis doctoral
Aguirre (2005) define la competencia comunicativa como la
potencialidad que tienen los sujetos implicados de lograr una
adecuada interacción comunicativa a partir del dominio e
integración en su ejercicio profesional de los
conocimientos acerca del proceso de comunicación humana,
habilidades comunicativas, principios,
valores, actitudes, emociones y de la voluntad para
desempeñarse eficientemente y tomar decisiones oportunas
ante situaciones complejas y nuevas, de tal modo que facilite el
logro de los objetivos
trazados por ambos en diferentes situaciones comunicativas en el
ejercicio de su trabajo en los diferentes entornos
socioculturales.

Esta autora puntualiza que las habilidades comunicativas que
se asumen y se proponen como necesarias para desarrollar las
competencias comunicativas son definidas como aquellas
capacidades o propiedades psicológicas de la persona que
le permiten establecer relaciones interpersonales y le permiten
realizar con éxito las funciones básicas de la
comunicación y al mismo tiempo sus funciones
profesionales.

A criterio de la autora del presente trabajo la
conceptualización del término competencia
comunicativa en el análisis del desempeño del
directivo, solo es posible desde la integración de
aspectos que aunque también se relacionan con la
lingüística han de hacer énfasis en la
dimensión social y en el necesario enfoque
holístico e integrador de la competencia que nos lleva a
lo interactivo, pragmático y efectivo.

Competencias
comunicativas. Una aproximación desde los requerimientos
de la actividad de dirección

Las competencias son repertorios de comportamientos y
características individuales que algunas personas dominan
mejor que otras y que las hacen eficaces en una situación
determinada. Las competencias representan la unión entre
las características individuales y las cualidades
requeridas y aprendidas para llevar a cabo cargos profesionales
precisos claves para el éxito. Desde este enfoque entonces
podríamos distinguir entre las competencias comunicativas
generales, por así llamarles, que se ajustan a la idea de
competencia comunicativa que aplican para diferentes actividades
y aquellas que desde la literatura, se relacionan con la
actividad de dirección.

El Dr. Manuel Calviño al referirse a las 13
competencias del directivo excelente, menciona dentro de la
competencia comunicativa: la comunicación clara y
argumentada, poder de
síntesis, saber hablar en público, saber presentar
informes,
saber discutir y buscar acuerdos y consensos, comunicación
verbal organizada, comunicación escrita, buena
impresión, actitud
receptiva y lograr comprensión.

Al tiempo que Hernández y otros, (2007) destacan que
las competencias comunicativas que debe desarrollar un directivo
son: la capacidad de escucha, empatía-rapport, retroalimentación, centrarse en el problema
y el autocontrol siempre sobre la base del dominio de la
contradicción básica del proceso comunicativo
descrita por González, (1996) que supone la
orientación a la situación total y que implica la
orientación en el otro, en si mismo y en la tarea. Esta
autora desde su investigación plantea que el desarrollo de
la competencia comunicativa se manifiesta en la capacidad de
entender y aceptar el punto de vista de la otra persona
(legitimización de las percepciones), la búsqueda
de información objetiva y necesaria para el desarrollo del
proceso comunicativo en la actividad cooperada de los
trabajadores, una fuerte orientación a resolver problemas
y no aspectos subjetivos de la relación, el desarrollo del
autocontrol emocional y una percepción
adecuada de si mismo.

A partir del análisis realizado de las que han sido
declaradas como competencias comunicativas del directivo, la
presente investigación enfatiza entre las de mayor
importancia la escucha eficaz, mantener un buen estado de las
relaciones interpersonales del grupo, la transmisión clara
y agrega la habilidad inquisitiva; para lograr el fin
último de toda situación de comunicación que
como bien plantea Caballo (1997) implica tres aspectos: mejorar o
al menos no empobrecer la relación con el otro, mantener
la autoestima y
cumplir con la tarea que se ha de realizar.

Proponemos entonces una reflexión final el gran
problema de la comunicación está dado en que las
situaciones de comunicación y lo que las determina
implican un conjunto de variables que
tienden a ser realmente muy cambiantes. La comunicación
desde las acciones técnicas es muy poco repetitiva y las
variables que en ella participan son muchas para ser controladas;
por ello la competencia se demuestra en el desempeño. La
ejecución de las funciones de dirección no
representan para el directivo el mayor grado de complejidad, la
verdadera competencia estará dada en el modo en que el
directivo puede jerarquizar las circunstancias para definir
cuales recursos o habilidades han de entrar a jugar en la
situación a fin de hacer eficiente el proceso de la
comunicación. El verdadero nivel de desarrollo de las
competencias comunicativas estará dado entonces en tres
condiciones: que el sujeto entienda la competencia, la ejecute y
la promueva en el contexto de su organización y
especialmente en su Comité de Dirección.

Conclusiones

  • El análisis de las competencias comunicativas
    implica considerar los factores sociales,
    psicológicos, culturales, así como el contexto
    en que tendrá lugar la situación comunicativa
    sin negar su estrecha relación con la necesidad de un
    dominio adecuado de la lengua.

  • La conceptualización del término competencia
    comunicativa en el análisis del desempeño del
    directivo, solo es posible desde la integración de
    aspectos que aunque también se relacionan con la
    lingüística han de hacer énfasis en la
    dimensión social y en el necesario enfoque
    holístico e integrador de la competencia que nos lleva
    a lo interactivo, pragmático y efectivo.

  • El desarrollo de la competencia comunicativa se manifiesta
    en la capacidad de entender y aceptar el punto de vista de la
    otra persona (legitimización de las percepciones), la
    búsqueda de información objetiva y necesaria
    para el desarrollo del proceso comunicativo en la actividad
    cooperada de los trabajadores, una fuerte orientación
    a resolver problemas y no aspectos subjetivos de la
    relación, el desarrollo del autocontrol emocional y
    una percepción adecuada de si mismo.

 

 

 

 

Autor:

MsC Greter Vallejera Romero.

MsC Mercedes Zenea Montejo.

MsC Enrique Pin González

Universidad Agraria de la Habana.

Facultad de Ciencias Económicas.

Partes: 1, 2
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