La hembra y el pene: Freud y Darwin revisitados
Cuando Darwin
escribió acerca de la Selección
Sexual, lo que tenía en su mente era algo muy
específico que apuntalaba su teoría
aún en ciernes.
Paradigma de la selección
sexual
El sabio biólogo intuyó algo que
las ciencias del
comportamiento
y los estudios antropológicos han demostrado
satisfactoriamente: El poder de la
selección sexual, limitándola erróneamente a
la hegemonía del macho.
Para Darwin, la selección sexual
incluía fundamentalmente dos fenómenos:
La preferencia de las hembras por ciertos
machos y, en las especies polígamas,La batalla de los machos por el harén
más grande
A diferencia de lo que sucede con la
selección natural, el término "selección" no
se utiliza en este respecto como metáfora para designar la
eliminación no azarosa de los menos aptos, sino que
designa un proceso
literal por el éxito
reproductivo.
Los argumentos a favor de la selección
sexual aparecen en el capítulo IV del Origen de las
Especies (1859), y más adelante en The Descent of
Man, and Selection in Relation to Sex (1871).
Veamos:
"La [selección sexual] no depende de
una lucha por la existencia sino de una lucha entre los machos
por la posesión de las hembras; el resultado no es
la muerte del
competidor que no ha tenido éxito, sino el tener poca o
ninguna descendencia. La selección sexual es, por lo
tanto, menos rigurosa que la selección natural.
"Generalmente, los machos más
vigorosos, aquellos que están mejor adaptados a los
lugares que ocupan en la naturaleza,
dejarán mayor progenie. Pero en muchos casos la victoria
no dependerá del vigor sino de las armas especiales
exclusivas del sexo masculino
[…]
Símbolo fálico
"Entre las aves, la pugna
es habitualmente de carácter más
pacífico.
"Todos los que se han ocupado del asunto
creen que existe una profunda rivalidad entre los machos de
muchas especies para atraer por medio del canto a las hembras. El
tordo rupestre de Guayana, las aves del paraíso y algunas
otras se congregan, y los machos, sucesivamente, despliegan sus
magníficos plumajes y realizan extraños movimientos
ante las hembras que, colocadas como espectadoras, eligen
finalmente el compañero más atractivo". (Darwin
1859:136-137)
Es de importancia para esta tesis, que no
olvidemos lo pujante y poderoso de la intuición de Darwin,
cuando nos dice que las hembras de muchas especies, eligen
finalmente el compañero más atractivo".
Para la hembra del género
humano, puede ser el tamaño del pene, la condición
física de
la prospectiva pareja, o el tamaño de sus cuentas
bancarias.
Darwin no era mojigato, aunque temiera,
instintivamente, antagonizar la sociedad ultra
puritana en que viviera, aunque a prudente distancia.
En mi blog, publiqué una entrada el 25 de
agosto, titulado El tamaño del pene: ¿A
quién le importa?, del que extraigo lo siguiente
Cuando se visitan las ruinas de Pompeya y la
Casa de Vettii, se confirma la impresión marchita que
predica que el ser humano ha sentido una atracción innata
e irresistible hacia su anatomía y su
fisiología, tanto en sus aspectos
funcionales, como sibaritas y amatorios.
El pene figura entre los órganos
más apreciados que el hombre
atesora y defiende.
Freud, así lo expresó, aunque
no lo descubrió.
La evidencia del paleolítico es que
los seres humanos cuantificaban eventos,
basándolos en observaciones anatómicas, en el
comportamiento de otros animales y en los
ciclos astrales, calculando de cómo, los propios, se
ajustaban a los últimos.
Símbolo, pero no
fálico
Las unidades de medida son reflexiones de
esta tendencia, como lo demuestra el pulgar y la pulgada, la
medida del pie, y las palabras verga y envergadura.
Freud, incautamente, se convertiría en
pararrayos filosófico. Por su relación de
ambivalencia ostensible hacia el sexo femenino, a quien exhortara
a aceptar su "castrado" destino cuando le imputara la envidia,
improbable, del pene.
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