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Las lecciones de la crisis: ¿Y ahora, qué hacemos con Wall Street? (página 5)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

– Hacer madoffadas. A simple vista está claro que no es
algo bueno a nada que uno se acuerde de que Bernard L. Madoff
está condenado a 150 años de cárcel por ser
el autor de un fraude de
más de 50.000 millones de dólares. Los inversores
le han dado, sin embargo, algo la vuelta a esta idea y han
decidido que hacer madoffadas es simplemente montar estructuras
piramidales, es decir, crear sociedades en
las que las ganancias se pagan con el dinero de
los nuevos socios. Cuando no hay más de estos
últimos, el castillo de naipes se derrumba.

– De un tiempo a esta
parte, las entidades financieras emiten híbridos y ni por
asomo se trata, tal y como señala la Real Academia
Española (RAE) de "un animal o de un vegetal procreado por
dos individuos de distinta especie o de un individuo
cuyos padres son genéticamente distintos con respecto a un
mismo carácter", ni tan siquiera de un coche en
el que se combinan los motores
térmico o eléctrico, sino más bien de un
producto
financiero que mezcla renta variable y renta fija. Los productos
híbridos -entre ellos las participaciones preferentes-
suelen ser emisiones de títulos perpetuas cuya rentabilidad
está ligada a la obtención de beneficios por parte
de la empresa o
compañía que los lanza al mercado.

– Si a alguien le dijeran que switcheara, lo más
probable es que se quedara parado, sin saber qué hacer. En
el mercado financiero, sin embargo, lo tendrían claro:
obviamente cambiarían unos bonos por otros.
Y a ser posible se harían con títulos de renta fija
grandfather, no precisamente porque se trate de bonos u obligaciones
con mucha antigüedad o sabiduría, sino porque se
trata de activos
financieros emitidos por entidades que, a su vez, están
avaladas por el Estado y
este último es precisamente el solvente.

– Bear market significa literalmente mercado del oso; bull
market, mercado del toro. Que se sepa ninguno de estos dos bravos
animales se
negocian en Bolsa y, sin embargo, ambos se utilizan para definir
el estado de la
misma, su tendencia. El toro es el bueno de esta historia: reina el optimismo
y se espera que las cotizaciones de suban; el oso, el malo: fluye
el pesimismo en el mercado y el precio de las
acciones
baja.

– Flotante es para la mayoría simplemente un adjetivo
que equivale a señalar que algo se sostiene en la
superficie de un líquido. Deuda flotante para la RAE es
algo bastante complicado de entender: "Deuda
pública que no está consolidada, y que, como se
compone de vencimientos a término fijo y de otros documentos
aún no definitivamente arreglados, puede aumentar o
disminuir todos los días". Bonos o títulos de renta
fija flotante, algo mucho más sencillo en el mercado: sin
interés
fijo; rentabilidad en función de
una referencia externa.

– Lavados en la vida normal hay de muchos tipos: de cara, de
dinero, de
cerebro, de coco,
de estómago…, pero ¿de cupón?: de eso va a
ser que no. Y en Bolsa ésta es, pese a lo que pueda
pensarse, un tipo de operación habitual.
Básicamente consiste en vender un valor, una
acción,
a un no residente antes de que ésta perciba el dividendo
correspondiente y comprarlo al día siguiente. Simplemente
se evita así el pago a Hacienda de la correspondiente
retención fiscal sobre
dividendos.

– Que se sepa, el mercado bursátil no suele estar
cerrado durante las horas diurnas y, sin embargo, se habla de
"operaciones en
mercado abierto" como si así fuera. La realidad es que se
trata llanamente de un sistema de
operaciones de compraventa de acciones o valores por
parte del banco central
correspondiente para aumentar o disminuir el dinero en
circulación, tratando, a la vez, de evitar movimientos
fuertes en los precios de
estos títulos. Si el banco central compra, retira
títulos y da liquidez; si vende, mete acciones en el
mercado bursátil y retira dinero.

– Un whisper es un rumor, una estimación sobre
cuál será el diferencial que sobre el
Euríbor o cualquier otra referencia, como puede ser el
tipo de interés de la deuda pública, está
dispuesta a pagar una entidad que va a emitir bonos y, en
general, títulos de deuda pública.

– Ahora que estamos en plena canícula veraniega, nada
mejor que tomarse una buena cerveza en un
puesto de bebidas al aire libre. Un
chiringuito financiero en nada se le parece: se trata de algunas
seudoentidades financieras cuyo funcionamiento es irregular y, en
la mayor parte de los casos, directamente ilegal.

– Quedarse colgado en Bolsa no es encaramarse al edificio de
la plaza de la Lealtad, sede del mercado madrileño. Se
trata de quedarse pillado con acciones al haber comprado
éstas a precios tan altos que, al menos durante un tiempo,
no se puede esperar de ellas más que pérdidas.

– Que stop significa pararse está claro. Si se le
añade loss, que en inglés
es pérdida, parece claro que un stop loss es una orden de
compra o de venta de unas
determinadas acciones en la que se establece un precio al que es
obligatorio comprar o vender. En el primer caso, para no dejar
pasar la oportunidad de una teórica subida mayor de los
precios; en el segundo, para limitar las pérdidas.
¿Y qué es un stop dinámico? Se trata
igualmente de un tipo de limitación, esta vez en
porcentaje de caída de precios, que el inversor
está dispuesto a asumir en sus operaciones
bursátiles.

– Para nombres curiosos ahí están los CFD o
contratos por
diferencias. En ellos ni el inversor ni la entidad con la que
operan compran o venden nada. Únicamente juegan con la
diferencia entre el precio de compra del activo y su precio de
venta. De hecho, cada día, al cierre de la sesión,
se liquidan las posiciones: se le abonan al inversor sus
beneficios o se le cargan en su cuenta sus pérdidas.

– En el mercado hipotecario hay un término que se lleva
la palma. "Enervarse" significa, según la RAE, "debilitar,
quitar las fuerzas". ¿Se imaginan enervar un
préstamo, es decir, debilitarlo? Pues no lo hagan porque
en este mundillo de las hipotecas enervarse es otra cosa bien
distinta. Un hipotecado descontento con las condiciones de su
crédito
busca una mejor oferta y la
encuentra. Su banco original puede perderle como cliente. O no,
porque tiene el llamado derecho a enervarse, es decir, a
igualarle o incluso mejorarle las condiciones presentadas y
evitar así su fuga. Eso sí, a partir de ahora, por
escrito. Cuando un particular decida cambiar su hipoteca de
entidad y la antigua le asegure que "se enervará", es
decir, que le igualará la oferta o incluso la
mejorará, tendrá no sólo, como hasta ahora,
que manifestar sus buenas intenciones sino que deberá
dejar constancia de ello por escrito remitiéndole a su
cliente una oferta vinculante en el plazo de 10 días.

Del "hombro" a "la sopera"

Si tiene oportunidad, observe el gráfico de la evolución del índice Ibex 35 en los
últimos meses. Probablemente su dibujo tenga
poco o nada que ver con la archiconocida y nombrada figura del
hombro-cabeza-hombro o H-C-H, que consiste en que un
índice o una acción concreta, logre tres
máximos de precio consecutivos, siendo el central el
más alto (cabeza) y los laterales (hombros) de una medida
muy similar entre ellos. Eso sí, si aparece, malo porque,
dicen los expertos en análisis bursátil técnico,
que esta figura tan peculiar marca el cambio desde
una tendencia alcista a una situación bajista.

Es probable que el gráfico del índice selectivo
español
tampoco se asemeje a otra de las figuras chartistas más
populares. La sopera, por ejemplo, marca un cambio de tendencia
desde bajista a alcista, aunque de una manera poco violenta. Tras
un tiempo en que las cotizaciones son muy similares, éstas
empiezan a subir, primero de una manera sosegada y luego de un
modo más violento.

– Up! la peligrosa aventura de despegar a base de… burbujas
(El Economista – 24/8/09)

(Por Pedro Calvo)

Se llaman Carl Fredricksen y Russell. Tienen ojos, brazos,
piernas. Pero no son de carne y hueso. Son dos dibujos
animados, y juntos protagonizan la película Up. En ella
viven una apasionante aventura. Vuelan, aunque no en
avión, sino en una casa. Y no con motor, sino
aupados por miles de globos de colores.

Ben Bernanke y Jean-Claude Trichet también tienen ojos,
brazos y piernas. Y se enfrentan igualmente a una aventura
tremenda. Pero con dos diferencias. Son de carne y hueso. Y la
empresa que
tienen entre manos consiste, ni más ni menos, en sacar a
la economía
mundial de la histórica crisis en la
que está sumida desde 2007. El primero lo hace al frente
de la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, y
el segundo al timón del Banco Central Europeo (BCE). Como
Carl y Russell, no están solos, puesto que otros banqueros
centrales les acompañan, aunque son ellos los
protagonistas.

Comparten otro aspecto. Los globos, que en el caso de Bernanke
y Trichet tienen aspecto de burbujas. ¿Cómo?
¿Cuál es la similitud? Que los globos elevan a Carl
y Russell y las burbujas financieras pueden ser un aliado para
que Bernanke y Trichet hagan despegar de nuevo a la economía… ¿Descabellado? No lo
parece si se asume que no son sólo los ingresos, sino
sobre todo las expectativas y la sensación de riqueza las
que motivan el consumo.

Tampoco parece una excentricidad si se recuerda lo que Thomas
Jenkins, presidente de The Jenkins Financial Group,
declaró ante el Congreso norteamericano en julio de 2008.
"En EEUU hace falta un camino concreto para
crear más riqueza imaginaria en el futuro más
inmediato. Estamos en crisis, y la crisis demanda una
inevitable solución a corto plazo", argumentó. Lo
que pedía, en definitiva, es que las autoridades crearan
una burbuja… Es decir, Jenkins hizo suyo el refrán
español de que una mancha de mora con otra verde se
quita.

No sería la primera vez

Por raro que suene, hay quien afirma que no sería la
primera vez que crear o fomentar una ilusión es el medio
empleado para salir del atolladero. ¿Cuándo hubo un
precedente? Hace bien poco. En concreto, cuando el predecesor de
Bernanke en la presidencia de la Fed, Alan Greenspan, mantuvo los
tipos de interés en el 1% entre junio de 2003 y el mismo
mes de 2004 y luego sólo los subió a un ritmo
mesurado. "Los cínicos dijeron que Greenspan debía
su éxito a
que había cambiado la burbuja bursátil por una
inmobiliaria, y estaban en lo cierto. (…) La Fed apenas
había sido capaz de sacar a la economía de la
depresión en la que había
caído tras la burbuja bursátil y, de hecho, lo
logró porque tuvo la suerte de que otra burbuja se
cruzó en su camino en el momento adecuado", sostiene el
Premio Nobel de 2008, Paul Krugman, en su libro El
retorno de la economía de la depresión y la crisis
actual.

Es más, a propósito de la crisis vigente,
agrega: "Es muy difícil asistir a una rápida
recuperación económica, a menos que una nueva
burbuja sustituya a la inmobiliaria". Y yendo más
allá, se pregunta: "¿Sería acaso capaz la
Reserva Federal de repetir semejante proeza?", en referencia a la
posibilidad de que el banco central estadounidense fomente otro
boom para salir de la problemática actual.

– ¿Por qué cometemos errores de inversión? (The Wall Street Journal –
31/8/09)

Las emociones se
interponen a menudo en la toma de
decisiones racionales

(Por Meir Statman)

¿En qué estaba pensando? Si hay un pregunta que
los inversionistas se han hecho a sí mismos durante el
último año y medio es esa.

Sin embargo, este es el problema: aunque sabemos que cometimos
errores de inversión y juramos no repetirlos, la
mayoría de las personas tiene sólo una idea muy
vaga de cuáles fueron los errores, o, peor aún, por
qué los cometieron. ¿Por qué pensamos,
sentimos y nos comportamos de la forma que lo hicimos?
¿Por qué actuamos de una forma que hoy, en
retrospectiva, parece tan obviamente estúpida? Sólo
al comprender la respuesta a estas preguntas podremos comenzar a
mejorar nuestro futuro financiero.

Aquí es donde entran en escena las finanzas
conductuales o del comportamiento. La mayoría de los
inversionistas somos personas inteligentes y ni irracionales, ni
locas. Pero las finanzas conductuales nos dicen que
también somos normales, con un cerebro que suele estar
lleno de emociones que algunas veces abruman. Y eso significa que
a veces somos normalmente inteligentes y otras veces normalmente
estúpidos.

Por lo tanto, la clave radica en aprender a aumentar nuestra
proporción de comportamiento inteligente en
relación al estúpido. Y ya que no podemos (menos
mal) convertirnos en personas automatizadas, necesitamos
encontrar herramientas
que nos ayuden a actuar de forma inteligente incluso cuando
nuestra razón y nuestros sentimientos nos tientan a
comportarnos como estúpidos.

Déjeme darle un ejemplo. Los inversionistas tienden a
pensar en cada acción que compran de forma aislada, sin
relación con otras acciones; en su portafolio. Se ponen
contentos al comprobar ganancias "en papel" en cada acción
de forma rápida, pero no actúan de forma oportuna
cuando llega el momento de asumir pérdidas. ¿Por
qué? Debido a que aunque el arrepentimiento por una
pérdida en papel duele, podemos consolarnos en la
esperanza de que, con el tiempo, la acción volverá
a subir y arrojará una ganancia. Por otro lado, todas las
esperanzas desaparecían si vendemos la acción y
asumimos nuestra pérdida.

¿De qué otras formas nuestros pensamientos y
sentimientos equivocados se interponen en el camino hacia
inversiones
exitosas? ¿Y cuáles son las lecciones que
deberíamos aprender, una vez que reconocemos esos Ú
cognitivos y emocionales? Aquí hay ocho de ellas.

Nº 1

Goldman Sachs es más rápido que usted

Un popular cuento habla
de dos excursionistas que se topan con un tigre. Uno dice: "no
tiene sentido correr porque el tigre es más rápido
que cualquiera de los dos". El otro responde que no se trata de
si el tigre es más rápido que cualquiera de los
dos. "Se trata de si yo soy más rápido que usted".
Y con eso, salió corriendo. La velocidad de
los Goldman Sachs de hoy ha sido impulsada por transacciones de
alta frecuencia computarizadas. ¿Cree que puede
ganarles?

En términos prácticos, la lección
más obvia es que los inversionistas individuales nunca
deberían ingresar a una carrera contra corredores
más rápidos negociando acciones con frecuencia
basándose en cada noticia (o rumor) que sale.

En cambio, sólo compre y tenga un portafolio
diversificado. ¿Banal? Sí. ¿Obvio?
Sí. ¿Consejo seguido habitualmente? Tristemente,
no. A menudo, errores cognitivos y emocionales se interponen en
nuestro camino.

Nº 2

El futuro no es el pasado y retrospectiva no es
previsión

¿No fue obvio en 2007 que las instituciones
y los mercados
financieros estaban a punto de colapsar? Bueno, no era obvio
para mí, y probablemente tampoco para usted. Los errores
en retrospectiva nos hacen pensar que podríamos haber
previsto lo que sólo vemos en retrospectiva. Y nos vuelve
demasiado confiados en nuestra certeza sobre lo que va a
ocurrir.

Algunos analistas que realizan pronósticos ahora dicen que estamos en un
mercado alcista y otros dicen que este es sólo un repunte
alcista en un mercado bajista. Sabremos en retrospectiva
qué pronóstico era el correcto. Por ahora, trate de
"cancelar el ruido" que los
analistas hacen.

Nº 3

Soporte el dolor del arrepentimiento hoy y disfrute del
orgullo mañana

Deje de concentrarse en culpas y reproches y en lo que
pasó ayer y comience a pensar en hoy y mañana. No
deje que los lamentos lo lleven a conservar acciones que
debería haber vendido. En cambio, considere deshacerse de
las acciones que arrojaron pérdidas en 2007 y usar el
dinero inmediatamente para comprar acciones similares.
Sentirá el dolor del arrepentimiento hoy. Pero
sentirá la alegría del orgullo más adelante
cuando las pérdidas admitidas se conviertan en deducciones
de impuestos.

Nº 4

Las historias de éxito de inversión son tan
engañosas como las historias de éxito en la
lotería

Los promotores de la lotería inclinan la balanza al
promocionar al puñado de ganadores y dejar en las
penumbras a los millones de perdedores. Lo que es verdad sobre la
lotería es verdad sobre las inversiones. Las empresas de
inversión inclinan la balanza al promocionar lo bien que
les ha ido durante un período preseleccionado. Entonces,
nos enfocamos en las inversiones que han tenido un buen desempeño en 2008.

No persiga las inversiones que tuvieron éxito el
año pasado. Su capacidad de predecir las inversiones que
van a ganar el próximo año no es mejor que su
capacidad de predecir el ganador de la lotería de la
semana próxima. Un portafolio diversificado podría
causarle pérdidas durante un año o incluso una
década, pero un portafolio concentrado en pocas
inversiones podría arruinarlo para siempre.

Nº 5

Ni el temor ni la abundancia son buenas guías para la
inversión

Una encuesta de
Gallup preguntó: "¿Cree que ahora es un buen
momento para invertir en los mercados
financieros?" Febrero de 2000 era una época de exuberancia
y el 78% de los inversionistas dijo que era un buen momento.
Resultó ser un mal momento. En marzo de 2003 el temor
reinaba y sólo el 41% estuvo de acuerdo con que era un
buen momento para invertir. Resultó que sí lo era.
Es bueno aprender la lección del miedo y la exuberancia y
usar la razón para resistir su influencia.

Nº 6

La riqueza nos hace felices, pero los aumentos de la riqueza
nos hacen aún más felices

Juan se enteró hoy que su riqueza cayó de US$ 5
millones a US$ 3 millones. Juanita supo que su patrimonio
aumentó de US$ 1 millón a US$2 millones. Juan tiene
más dinero que Juanita, pero seguro que ella
es más feliz. Según la teoría
de las perspectivas, de Daniel Kahneman y Amos Tversky, la
felicidad por la riqueza proviene más de ganancias
obtenidas que de los niveles de riqueza.

Tendremos que esperar antes de recuperar nuestras
pérdidas recientes, pero podemos recuperar nuestra
felicidad mucho más rápido, al ver las cosas de
otro modo. No hace mal recordar que todo es relativo: compararse
con personas que han perdido más que usted y sentirse
afortunado no le sumará un centavo a su portafolio, pero
le recordaría que no es un perdedor.

Nº 7

Sólo perdí la herencia de mis
hijos

Supongamos que su portafolio bajó un 30% desde su pico
de 2007, incluso después del reciente repunte. Usted
aún se siente como un perdedor. Pero el dinero no vale
nada si no lo enlaza a una meta.

Supongamos que divida su portafolio en cuentas mentales:
una para su jubilación, otra para enviar a la universidad a sus
nietos y otra para la herencia de sus hijos. Ahora ve que el
terrible traspié arruinó las cuentas para herencia
y educación,
pero la de la jubilación está intacta.
Quizás quiera pegar en su auto una nueva
calcomanía: "Sólo perdí la herencia de mis
hijos".

Nº 8

Promediar el costo en efectivo
no es racional, pero es bastante inteligente

Promediar un precio mediante una compra constante de acciones
es una buena forma de reducir el nivel de arrepentimiento y
despejar su cabeza para invertir de forma inteligente. Suponga
que tiene US$ 100.000 que quiere invertir en acciones.
Divídalo en 10 partes de US$ 10.000 cada una e invierta
cada una el primer lunes de cada uno de los próximos 10
meses. Así minimizará los lamentos. Si el mercado
bursátil baja apenas invirtió los primeros US$
10.000, se regocijará en los US$ 90.000 que aún
tiene seguros. Si le
mercado sube, se sentirá satisfecho por los US$ 10.000 que
invirtió. Además, la regla estricta de los lunes le
quita responsabilidad si algo sale mal. Usted no
tomó la decisión, simplemente siguió una
regla. Puede que pierda dinero, pero su mente está
intacta. La situación podría ser mucho peor.

(Statman es profesor de
finanzas en la Universidad de Santa Clara, en California)

– Las burbujas económicas que nos quedan por pasar (El
Economista – 11/9/09)

(Por José Luis de Haro / Nueva York)

Desde el ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan,
hasta gurús financieros como Jim Rogers. Todos parecen
coincidir en que las burbujas económicas seguirán
desbaratando cada cierto tiempo las carteras de todo el mundo, ya
que como bien dijo Greenspan en una entrevista a
la BBC "los seres humanos asumimos que los periodos de
prosperidad continuarán para siempre".

Mientras todo parece indicar que la peor recesión
económica desde la Gran Depresión de los
años 30 ha llegado a su fin, al menos en eso coinciden el
presidente de EEUU, Barack Obama y varios miembros de su administración como Tim Geithner y Ben
Bernanke, parece que varios globos comienzan a inflarse en el
horizonte. Aún así, esta misma semana, el
vicepresidente de Bank of China, Zhu
Min, ha alertado del "riesgo potencial
de que una ingente liquidez vaya a los mercados". La pregunta
ahora es ¿seremos lo suficientemente listos para
desinflarlos?

1. Crisis del dólar

En primer lugar, se aprecia una profunda crisis del
dólar. Como bien indicó ya Jim Rogers en
elEconomista, "el dólar ha perdido su reinado y EE.UU es
un país endeudado que no ha conseguido mantener su
estatus". De hecho, esta semana veíamos como la ONU en un
informe
titulado Comercio y
Desarrollo
2009, propuso la creación de una nueva divisa que proteja
a los países emergentes de la especulación
financiera.

El documento sostiene que "el predominio del dólar como
principal medio de pago internacional tuvo también un
papel importante en la formación de los desequilibrios
mundiales que desembocaron en la crisis financiera".

2. Burbuja alimenticia

Por su parte, la debilidad del dólar está
fomentando una posible burbuja en las materias primas,
especialmente los alimentos. Al fin
y al cabo, los inventarios de
alimentos están registrando sus niveles más bajos
de las últimas décadas y en el momento en que se
produzca un parón en la producción, bien sea por condiciones
económicas o factores externos como la
climatología, se registrará una falta seria de
comida que provocará una grave crisis. Existe una falta de
recursos para
seguir desarrollando campos agrícolas y de ganado. En
algunas áreas no pueden encontrar granjeros. Con este
panorama en que los inventarios son bajos y existe una falta de
desarrollo, algo tiene que pasar.

3. El oro por las
nubes

El oro también se ha convertido en el centro de todas
las miradas. Esta semana, la onza superaba los 1.000
dólares, algo que también ha comenzado a despertar
las alarmas sobre un posible clima
especulativo alrededor del preciado metal. En declaraciones a
Reuters, Jeffrey Christian, director gerente de la
firma consultora de materias primas CPM Group, explicó que
"una de las razones por las cuales el alza del oro ha sido tan
fuerte es porque no se trata sólo de la inflación o
del dólar", dijo "Son una variedad de cuestiones
económicas, financieras y políticas
que están causando incomodidad en todo el mundo".

4. ¿Brotes verdes o burbuja ecológica?

Mientras sobrevivimos al destartalado azote de la crisis
subprime y de crédito, ahora muchos apuntan que la
fiebre
ecológica también conducirá a una bomba en
el precio de las inversiones en energías
alternativas. Los expertos apuntan que para que el cambio de
acciones sobre emisiones de CO2 tenga futuro, los acuerdos de
Kioto, que vencen en 2012, deben sucederse por un acuerdo global
todavía mucho más riguroso. Algo que, de momento,
no está seguro.

5. Educación, subprime 2.0

Muchos apuntan que las crisis que nos quedan por afrontar son
infinitas. De momento, parece que los bancos han
decidido coger las hipotecas tóxicas y reempaquetarlas de
nuevo con una calificación elevada. Algo muy similar a lo
que dinamitó la crisis subprime. Por otro lado parece que
el endeudamiento de los estudiantes el año pasado
subió un 25 por ciento, hasta los 75.100 millones de
dólares, en un momento en que la tasa de paro a este
lado del Atlántico alcanza el 9.7 por ciento.

– Tribuna: Primer plano Paul Krugman – ¿Cómo
pudieron equivocarse tanto los economistas? (El País –
13/9/09)

I. CONFUNDIENDO LA BELLEZA CON LA VERDAD

Es difícil creerlo ahora, pero no hace tanto tiempo los
economistas se felicitaban mutuamente por el éxito de su
especialidad. Estos éxitos -o al menos así lo
creían ellos- eran tanto teóricos como
prácticos y conducían a la profesión a su
edad dorada.

En el aspecto teórico, creían que habían
resuelto sus disputas internas. Así, en un trabajo
titulado The State of Macro (es decir, de la macroeconomía, el estudio de cuestiones
panorámicas como lo son las recesiones), Olivier
Blanchard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts
(MIT), actualmente economista jefe del Fondo Monetario
Internacional, declaraba que había habido "una amplia
convergencia de puntos de vista".

Y en el mundo real, los economistas creían que
tenían las cosas bajo control: "El
problema central de la prevención de la depresión
está resuelto", declaraba Robert Lucas, de la Universidad
de Chicago, en su discurso
inaugural como presidente de la American Economic Association en
2003. En 2004, Ben Bernanke, un antiguo profesor en Princeton que
ahora preside la Reserva Federal, celebraba la Gran
Moderación del comportamiento económico comparado
con las dos décadas precedentes, y que atribuía en
parte al mejorado desempeño de la política
económica.

El año pasado, todo esto se vino abajo.

En el despertar de la crisis, las líneas de falla de la
profesión de economista han bostezado con más
amplitud que nunca. Lucas dice que los planes de estímulo
de la
Administración de Obama son "economía de
baratija" y su colega de Chicago John Cochrane dice que
están basados en desacreditados "cuentos de
hadas". Como respuesta, Brad DeLong, de la Universidad de
California en Berkeley, escribe sobre el "derrumbe intelectual"
de la Escuela de
Chicago, y yo mismo he escrito que estos comentarios de los
economistas de Chicago son el producto de una Edad Oscura de la
macroeconomía, donde el
conocimiento tan arduamente conseguido ha quedado
olvidado.

¿Qué le ha sucedido a la profesión de
economista? ¿Y adónde va a partir de ahora?

II. DE SMITH A KEYNES Y
VUELTA ATRÁS

El nacimiento de la economía como disciplina se
atribuye habitualmente a Adam Smith,
quien publicó La Riqueza de las Naciones en 1776. Durante
los siguientes 160 años se desarrolló un extenso
cuerpo de economía teórica, cuyo mensaje central
era: confía en el mercado. Ésta era la
presunción básica de la economía
neoclásica (llamada así al haber sido elaborada por
los teóricos de finales del siglo XIX sobre conceptos de
sus predecesores clásicos).

Esta fe, sin embargo, quedó hecha pedazos por la Gran
Depresión. Con el tiempo, la mayoría de los
economistas sustentó las consideraciones de John Maynard
Keynes tanto
acerca de la explicación de lo que había pasado
como de la solución de futuras depresiones.

A pesar de lo que usted haya podido oír, Keynes no
quería que el gobierno
dirigiera la economía. En su obra capital,
Teoría general del empleo, el
interés y el dinero, escrita en 1936, él mismo
describió su análisis como "moderadamente
conservador en sus repercusiones". Quería organizar el
capitalismo,
no reemplazarlo. Pero cuestionó la noción de que
las economías de libre mercado puedan funcionar sin un
vigilante. Y apeló a la activa intervención del
gobierno -imprimiendo más moneda y, si fuera necesario,
con un fuerte gasto en obras públicas- para combatir el
desempleo
durante las depresiones.

La historia de la economía a lo largo del último
medio siglo es, en gran medida, la historia de una retirada del
keynesianismo y de un retorno al neoclasicismo.
El renacer neoclásico fue guiado inicialmente por Milton
Friedman, de la Universidad de Chicago, quien afirmó ya en
1953 que la economía neoclásica sirve adecuadamente
como descripción del modo en que la
economía funciona realmente, al ser "extremadamente
fructífera y merecedora de plena confianza". Pero
¿qué hay de las depresiones?

El contraataque de Friedman contra Keynes comenzó con
la doctrina conocida como monetarismo.
Los monetaristas, en principio, no discrepaban de la idea de que
una economía de mercado necesite una deliberada
estabilización. Los monetaristas afirmaban, sin embargo,
que una intervención gubernamental muy limitada y
restringida -a saber, instruir a los bancos centrales a mantener
el flujo del dinero, la suma del efectivo circulante y los
depósitos bancarios creciendo a ritmo estable- es todo lo
que se requería para prevenir depresiones.

Friedman empleó un argumento convincente contra
cualquier esfuerzo deliberado del gobierno por reducir el
desempleo por debajo de su nivel natural (actualmente calculado
en torno al 4,8% en
Estados Unidos): las políticas excesivamente
expansionistas, predijo, llevarían a una
combinación de inflación y alto desempleo; una
predicción que fue confirmada por la estanflación
de los años setenta, la cual impulsó en gran medida
la credibilidad del movimiento
antikeynesiano. A la postre, sin embargo, la posición de
Friedman vino a resultar relativamente moderada comparada con la
de sus sucesores.

Por su parte, ciertos macroeconomistas consideraban que las
recesiones eran algo bueno que formaba parte del ajuste al cambio
de una economía. E incluso quienes no eran partidarios de
llegar tan lejos argüían que cualquier intento de
enfrentarse a una depresión económica
provocaría más mal que bien.

Muchos macroeconomistas llegaron a autoproclamarse como
neokeynesianos, ya que seguían creyendo en el papel activo
del gobierno. Aun así, la mayoría aceptaba la
noción de que inversores y consumidores son racionales y
que los mercados por lo general lo hacen bien.

Por supuesto que unos pocos economistas no aceptaban la
asunción del comportamiento racional, cuestionaban la
creencia de que los mercados financieros merecen confianza y
hacían ver la larga historia de crisis financieras que
tuvieron devastadoras consecuencias económicas. Pero eran
incapaces de hacer muchos progresos frente a una complacencia
que, vista retrospectivamente, era tan omnipresente como
insensata.

III. FINANZAS DE CASINO

En los años treinta, los mercados financieros, por
razones obvias, no suscitaron mucho respeto. Keynes
consideró que era una mala idea la de dejar a semejantes
mercados, en los que los especuladores pasaban su tiempo tratando
de pisarse la cola el uno al otro, que dictaran decisiones
importantes de negocios:
"Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte
en un subproducto de las actividades de un casino, es muy
probable que el trabajo
resulte mal hecho".

Hacia 1970 más o menos, sin embargo, la
discusión sobre la irracionalidad del inversor, sobre las
burbujas, sobre la especulación destructiva, había
desaparecido virtualmente del discurso académico. El
terreno estaba dominado por la hipótesis del mercado eficiente, promulgada
por Eugene Fama, de la Universidad de Chicago, la cual sostiene
que los mercados financieros valoran los activos en su preciso
valor intrínseco si se da toda la información públicamente
disponible.

Y por los años ochenta, hubo economistas financieros,
en particular Michael Jensen, de la Harvard Business School, que
defendían que, dado que los mercados financieros siempre
aciertan con los precios, lo mejor que pueden hacer los jefes de
las empresas, no sólo en su provecho sino en beneficio de
la economía, es maximizar los precios de sus acciones. En
otras palabras, los economistas financieros creían que
debemos poner el desarrollo del capital de la nación
en manos de lo que Keynes había llamado un "casino".

El modelo
teórico desplegado por los economistas financieros al
asumir que cada inversor equilibra racionalmente riesgo y
recompensa -el llamado Capital Asset Pricing Model, o CAPM
(pronúnciese cap-em)- es maravillosamente elegante. Y si
uno acepta sus premisas también es algo sumamente
útil. Este CAPM no sólo te dice cómo debes
elegir tu cartera de inversiones, sino, lo que es incluso
más importante desde el punto de vista de la industria
financiera, te dice cómo poner precio a los derivados
financieros. La elegancia y aparente utilidad de la
nueva teoría produjo una sucesión de premios Nobel
para sus creadores, y muchos profesores de escuelas de negocios
se convirtieron en ingenieros espaciales de Wall Street, ganando
salarios de Wall
Street.

Para ser justos, los teóricos de las finanzas
produjeron gran cantidad de pruebas
estadísticas, lo que en un principio
pareció de gran ayuda. Pero esta documentación era de un formato
extrañamente limitado. Los economistas financieros rara
vez hacían la pregunta aparentemente obvia (aunque no de
fácil contestación) de si los precios de los
activos tenían sentido habida cuenta de fundamentos del
mundo real, tales como los ingresos. En lugar de ello,
sólo preguntaban si los precios de los activos
tenían sentido habida cuenta de los precios de otros
activos.

Pero los teóricos de las finanzas continuaron creyendo
que sus modelos eran
esencialmente correctos, y así lo hizo también
mucha gente que tomaba decisiones en el mundo real. No fue el
menos importante de ellos Alan Greenspan, quien era entonces el
presidente de la Reserva Federal y que durante mucho tiempo
respaldó la desregulación fiscal, cuyo rechazo a
los avisos de poner freno a los créditos subprime o de enfrentarse a la
creciente burbuja inmobiliaria descansaban en buena parte en la
creencia de que la economía financiera moderna lo
tenía todo bajo control.

En octubre del pasado año, sin embargo, Greenspan
admitió encontrarse en un estado de "conmocionada
incredulidad", debido a que "todo el edificio intelectual" se
había "derrumbado".

IV. NADIE PODÍA HABERLO PREDICHO…

En los recientes y atribulados debates sobre economía
se ha generalizado una frase clave: "Nadie podía haberlo
predicho…". Es lo que uno dice con relación a desastres
que podían haber sido predichos, debieran haber sido
predichos y que realmente fueron predichos por unos pocos
economistas que fueron tomados a broma por tomarse tal
molestia.

Tomemos, por ejemplo, el precipitado auge y caída de
los precios de la vivienda. Algunos economistas, en particular
Robert Shiller, identificaron la burbuja y avisaron de sus
dolorosas consecuencias si llegaba a reventar. Pero, aún
en 2004, Alan Greenspan descartó hablar de burbuja
inmobiliaria: "Una grave distorsión nacional de precios",
declaró, era "muy improbable". El incremento en el precio
de la vivienda, dijo Ben Bernanke en 2005, "en gran medida es el
reflejo de unos fuertes fundamentos económicos".

¿Cómo no se dieron cuenta de la burbuja? Para
ser justo, los tipos de interés eran inusualmente bajos,
lo que posiblemente explica parte del alza de precios. Puede ser
que Greenspan y Bernanke también quisieran celebrar el
éxito de la Reserva Federal en sacar a la economía
de la recesión de 2001; conceder que buena parte de tal
éxito se basara en la creación de una monstruosa
burbuja debiera haber puesto algo de sordina a esos festejos.

Pero había algo que estaba sucediendo: una creencia
general de que las burbujas sencillamente no tienen lugar. Lo que
llama la atención, cuando uno vuelve a leer las
garantías de Greenspan, es que no estaban basadas en la
evidencia, sino que estaban basadas en el aserto
apriorístico de que simplemente no puede haber una burbuja
en el sector inmobiliario.

Y los teóricos de las finanzas eran todavía
más inflexibles en este punto. En una entrevista realizada
en 2007, Eugene Fama, padre de la hipótesis del mercado
eficiente, declaró que "la palabra burbuja me saca de
quicio" y continuó explicando por qué podemos
fiarnos del mercado inmobiliario: "Los mercados inmobiliarios son
menos líquidos, pero la gente es muy cuidadosa cuando
compra casas. Se trata normalmente de la mayor inversión
que van a hacer, de manera que estudian el asunto con cuidado y
comparan precios".

De hecho, los compradores de casas comparan concienzudamente
el precio de su compra potencial con los precios de otras casas.
Pero eso no dice nada sobre si el precio en general de las casas
está justificado.

En pocas palabras, la fe en los mercados financieros
eficientes cegó a muchos, si no a la mayoría, de
los economistas ante la aparición de la mayor burbuja
financiera de la historia. Y la teoría del mercado
eficiente también desempeñó un significante
papel en inflar esa burbuja hasta ese primer puesto.

Ahora que ha quedado al descubierto la verdadera peligrosidad
de los activos supuestamente seguros, las familias de Estados
Unidos han visto evaporarse su dinero por valor de 13 billones de
dólares. Se han perdido más de 6 millones de
puestos de trabajo y el índice de desempleo alcanza su
más alto nivel desde 1940. Así que
¿qué orientación tiene que ofrecer la
economía moderna ante el presente aprieto? ¿Y
deberíamos fiarnos de ella?

V. LA PELEA POR EL ESTÍMULO

Durante una recesión normal, la Reserva Federal
responde comprando Letras del Tesoro -deuda pública a
corto plazo- de los bancos. Esto hace bajar los tipos de
interés de la deuda pública; los inversores, al
buscar un tipo de rendimiento más alto, se mueven hacia
otros activos, haciendo que bajen también otros tipos de
interés; y normalmente esos bajos tipos de interés
finalmente conducen a la recuperación económica. La
Reserva Federal abordó la recesión que
comenzó en 1990 bajando los tipos de interés a
corto plazo del 9% al 3%. Abordó la recesión que
comenzó en 2001 bajando los tipos de interés del
6,5% al 1%. E intentó abordar la actual recesión
bajando los tipos de interés del 5,25% al 0%.

Pero resultó que el cero no es lo suficientemente bajo
como para acabar con esta recesión. Y la Reserva Federal
no puede poner los tipos a menos de cero, ya que con tipos
próximos al cero los inversores sencillamente prefieren
acaparar efectivo en lugar de prestarlo. De tal modo que a
finales de 2008, con los tipos de interés
básicamente en lo que los macroeconomistas llaman zero
lower bound, o límite inferior cero, como quiera que la
recesión continuaba ahondándose, la política
monetaria convencional había perdido toda su fuerza de
tracción.

¿Y ahora qué? Ésta es la segunda vez que
Estados Unidos se ha tenido que enfrentar al límite
inferior cero, habiendo sido la Gran Depresión la
ocasión precedente. Y fue precisamente la observación de que hay un límite
inferior a los tipos de interés lo que llevó a
Keynes a abogar por un mayor gasto
público: cuando la política monetaria es
infructuosa y el sector privado no puede ser persuadido para que
gaste más, el sector
público tiene que ocupar su lugar en el sostenimiento
de la economía. El estímulo fiscal es la respuesta
keynesiana al tipo de situación económica depresiva
en la que estamos inmersos.

Tal pensamiento
keynesiano subyace en las políticas económicas de
la Administración de Obama. John Cochrane, de
la Universidad de Chicago, indignado ante la idea de que el gasto
gubernamental pudiera mitigar la última recesión,
declaró: "Eso no forma parte de lo que todos hemos
enseñado a los estudiantes graduados desde los años
sesenta. Ésas (las ideas keynesianas) son cuentos de hadas
que han demostrado ser falsas. Es muy reconfortante en los
momentos de tensión volver a los cuentos de hadas que
escuchamos de niños,
pero eso no los hace menos falsos".

Pero como ha señalado Brad DeLong, la actual postura
académica viene también siendo de generalizado
rechazo a las ideas de Milton Friedman. Friedman creía que
la política de la Reserva Federal, más que para
cambios en el gasto público, debía ser utilizada
para estabilizar la economía, pero nunca afirmó que
un aumento del gasto público no puede, en cualesquiera
circunstancias, aumentar el empleo. De hecho, al volver a leer el
sumario de las ideas de Friedman de 1970, un marco
teórico del análisis monetario, lo que llama la
atención es lo keynesiano que parece.

Y ciertamente Friedman nunca se creyó la idea de que el
paro masivo represente una voluntaria reducción del
esfuerzo de trabajo o la idea de que las recesiones en realidad
sean buenas para la economía. Sin embargo, Casey Mulligan,
también de Chicago, sugiere que el desempleo es tan
elevado porque muchos trabajadores están optando por no
aceptar trabajos.

Ha sugerido, en particular, que los trabajadores están
prefiriendo seguir desempleados porque ello mejora sus
probabilidades de recibir ayudas a sus deudas hipotecarias. Y
Cochrane declara que el alto desempleo en realidad es bueno:
"Debiéramos tener una recesión. La gente que pasa
su vida machacando clavos en Nevada necesita algo distinto que
hacer".

Personalmente, pienso que eso es una locura. ¿Por
qué debería el desempleo masivo en todo el
país hacer que los carpinteros se fueran de Nevada?
¿Puede alguien alegar seriamente que hemos perdido 6,7
millones de puestos de trabajo porque hay pocos estadounidenses
que quieran trabajar? Claro que si empiezas por asumir que la
gente es perfectamente racional y los mercados perfectamente
eficientes, tienes que llegar a la conclusión de que el
desempleo es voluntario y la recesión es deseable.

VI. DEFECTOS Y FRICCIONES

La economía, como disciplina, se ha visto en
dificultades debido a que los economistas fueron seducidos por la
visión de un sistema de mercado perfecto y sin fricciones.
Si la profesión ha de redimirse a sí misma
tendrá que reconciliarse con una visión menos
seductora, la de una economía de mercado que tiene unas
cuantas virtudes pero que está también saturada de
defectos y de fricciones.

Existe ya un modelo bastante bien desarrollado del tipo de
economía que tengo en mente: la escuela de pensamiento
conocida como finanzas conductuales. Quienes practican este
planteamiento ponen el énfasis en dos cosas. Primero, en
el mundo real hay muchos inversores que tienen un escaso parecido
con los fríos calculadores de la teoría del mercado
eficiente: casi todos están demasiado sometidos al
comportamiento de la manada, a ataques de entusiasmo irracional y
de pánicos injustificados. Segundo, incluso aquellos que
tratan de basar sus decisiones en el frío cálculo se
encuentran con que a menudo no pueden, que los problemas de
confianza, de credibilidad y de garantías limitadas les
fuerzan a ir con la manada.

Entretanto ¿qué ocurre con la
macroeconomía? Los acontecimientos recientes han refutado
de manera decisiva la idea de que las recesiones son una
óptima respuesta a las fluctuaciones en los índices
del progreso tecnológico; un punto de vista más o
menos keynesiano es la única alternativa plausible. Pero
los modelos del neokeynesianismo estándar no dejan espacio
para una crisis como la que estamos padeciendo, ya que esos
modelos generalmente aceptaron el punto de vista del sector
financiero sobre el mercado eficiente.

Una línea de trabajo, encabezada por nada menos que Ben
Bernanke en colaboración con Marc Gertler, de
la Universidad de Nueva York, ha puesto el acento en el modo en
el que la carencia de garantías suficientes puede
dificultar la capacidad de los negocios para recabar fondos y
forjar oportunidades de inversión. Una línea de
trabajo similar, en gran parte establecida por mi colega de
Princeton Nobuhiro Kiyotaki y por John Moore, de la London School
of Economics, sostenía que los precios de activos tales
como las propiedades inmobiliarias pueden sufrir desplomes de los
que salen fortalecidos pero que, a cambio, deprimen a la
economía en su conjunto. Pero hasta ahora el impacto de
las finanzas disfuncionales no ha llegado ni siquiera al
núcleo de la economía keynesiana. Claramente, eso
tiene que cambiar.

VII. RECUPERANDO A KEYNES

Así que esto es lo que pienso que tienen que hacer los
economistas. Primero, tienen que enfrentarse a la incómoda
realidad de que los mercados financieros distan mucho de la
perfección, de que están sometidos a falsas
ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente.
Segundo, tienen que admitir que la economía keynesiana
sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido
a las recesiones y las depresiones. Tercero, tienen que hacer
todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a
la macroeconomía.

Al replantearse sus propios fundamentos, la imagen que emerge
ante la profesión puede que no sea tan clara; seguramente
no será nítida, pero podemos esperar que tenga al
menos la virtud de ser parcialmente acertada.

(Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad
de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2009
New York Times Service)

– "Money, money, money…" es lo que realmente importa (Cinco
Días –19/9/09)

Un libro recoge los entresijos de la actual crisis
financiera.

(Por Paz Álvarez)

Se le ha llamado de muchas maneras. Pasta, guita, vil metal,
pelas, parné, money, plata, el nombre es lo de menos, lo
que importa es lo que significa. El dinero, se llame como se
llame, es importante. Ahora más que nunca cobra mayor
relevancia. Así lo recoge, el catedrático e
historiador de la Universidad de Harvard Niall Ferguson en la
obra El triunfo del dinero (Debate, 24,90
euros), donde demuestra que la historia de las finanzas forma
parte del trasfondo de la historia.

El autor realiza hace un repaso a cuando el dinero de metal
pasó a papel, por qué los tipos de interés
suben y bajan como si fueran un yoyó, por qué la
gente nunca aprende de las distintas burbujas bursátiles
que siempre acaban estallando. Pero también analiza por
qué los seguros ya no son la mejor manera de protegerse
contra el riesgo, o por qué sobrevaloramos las ventajas de
invertir en el sector inmobiliario. La mejor manera de entender
las finanzas es conocer los orígenes de los distintos
instrumentos, lo que además ofrece una visión
distinta de la historia del mundo desde la aparición del
dinero en la antigua Babilonia hasta la presente crisis.

La codicia y el temor

La crisis financiera desatada en el mundo occidental en el
verano de 2007 constituye, dice el autor, un oportuno
recordatorio de una de las verdades permanentes de la historia
financiera. Porque, antes o después, toda burbuja estalla,
o también, los vendedores bajistas superan en
número a los compradores alcistas. Y, también,
antes o después, la codicia se convierte en temor.
Según Ferguson, la causa inmediata de la
contracción económica 2008-2009 era de
índole financiera: "para ser más exactos, un
espasmo en el sistema crediticio precipitado por los crecientes
impagos en una clase de
deudas conocidas eufemísticamente como hipotecas
subprime". Visto retrospectivamente, la transición de una
crisis de las hipotecas subprime a una crisis financiera global a
gran escala
pareció producirse a cámara lenta. El historiador
reconoce que ha aprendido mucho al escribir el libro, sobre todo
tres ideas. La primera es que la pobreza no es
el resultado de una serie de voraces financieros que explotan a
los pobres. Tiene que ver con la falta de instituciones
financieras. Su segundo descubrimiento está relacionado
con la igualdad y su
ausencia porque las finanzas acentúan las diferencias,
enriqueciendo a los afortunados e inteligentes, y empobreciendo a
los menos afortunados y no tan inteligentes. Y también se
ha dado cuenta de que pocas cosas resultan más
difíciles de predecir con precisión que el momento
y la magnitud de las crisis financieras, debido a la complejidad
del sistema
financiero. Porque el camino del dinero nunca ha sido
llano.

Las finanzas, en relación con la evolución

El mundo financiero tiene rasgos comunes con el sistema
evolutivo. Niall Ferguson descubre seis:

1. Los genes, en el sentido de que ciertas prácticas
empresariales desempeñan el mismo papel que los genes en
biología,
permitiendo que la información se almacene en la "memoria
organizativa" y pase de un individuo a otro, o de una empresa a
otra cuando se crea una compañía nueva.

2. El potencial de mutación espontánea, que en
el mundo económico normalmente alude a la innovación y, sobre todo, aunque no
necesariamente siempre, a la tecnología.

3. La competencia por
los recursos entre individuos de una misma especie, cuyos
resultados, en términos de longevidad y
proliferación, determinan qué prácticas
comerciales persisten.

4. Un mecanismo de selección
natural a través de la asignación de capital y
recursos
humanos del mercado, y la posibilidad de muerte en caso
de bajo rendimiento.

5. Margen para la especiación, sustentando la biodiversidad
a través de la creación de especies de
instituciones financieras totalmente nuevas.

6. Margen para la extinción, con especies que
desaparecen.

– Lecciones de un mercado alcista que nunca tuvo lugar (The
Wall Street Journal – 21/9/09)

(Por Brett Arends)

Gran parte de las noticias
financieras de este mes han girado alrededor del aniversario del
Pánico
de 2008: el colapso de Lehman Brothers, la adquisición de
Merrill Lynch por parte de Bank of America y el rescate de Wall
Street por parte del gobierno de Estados Unidos.

No obstante, se cumplió otro aniversario importante
para los inversionistas. Pasaron 10 años desde la
publicación de Dow 36.000, un popular libro que
tristemente se convirtió en el ejemplo más
célebre de la confianza desmedida del mercado
bursátil de EE.UU. en los años 90.

Sus autores, James K. Glassman y Kevin A. Hassett, no eran los
Dan Brown de su época, pero en su libro, de todos modos,
afirmaban que habían descubierto prácticamente un
código
secreto dentro de la bolsa.

En pocas palabras, sostenían que, aun en ese
período de extrema "exhuberancia irracional", las acciones
estaban enormemente subvaloradas. Su lectura de la
historia revelaba que las acciones eran mucho menos arriesgadas a
largo plazo de lo que muchos suponían. Como resultado,
concluían que el Promedio Industrial Dow Jones, que en ese
momento se encontraba en unos 10.300 puntos, en realidad
valía más de tres veces esa cifra.

Es fácil burlarse de esa descarada proyección
ahora, pero pocos se rieron en ese entonces. Al contrario, aunque
sólo algunos en Wall Street estaban dispuestos a llevar
los argumentos hasta estos extremos ridículos, muchos
compartían las presunciones subyacentes.

En ese momento, los únicos blancos del constante
escarnio en Wall Street eran aquellos que disentían.
Quienquiera que advirtiera que las acciones podrían
decepcionar era ignorado. Los pocos que vaticinaron un colapso -y
menos dos- fueron considerados maniáticos (para que
conste: el Dow, que continúa disfrutando de una notable
racha post-derrumbe, subió 2,2% más la semana
pasada y está 50% al alza desde marzo. Sin embargo,
aún está por debajo de su nivel de septiembre de
1999.)

Más allá de una lastimosa contemplación
de los últimos 10 años, ¿qué les
ofrece este aniversario a los inversionistas? ¿Qué
hemos aprendido de la pasada década? ¿Y
adónde nos dirigimos?

He aquí siete lecciones de una década
perdida:

1. No se olvide de los dividendos. En la burbuja de los
años 90, los inversionistas pensaban que harían
todo su dinero en las ganancias de capital. Esta es la
razón por la cual estaban dispuestos a comprar acciones
que pagaban poco o nada en dividendos.

La realidad, sin embargo, es que los dividendos han sido el
salvavidas de los inversionistas desde entonces. El Dow ha
caído aproximadamente 7% desde la publicación del
libro. No obstante, si se toman en cuenta los dividendos
reinvertidos, los inversionistas en el mercado están en
una situación más o menos igual que en esa
época.

2. Cuidado con la inflación. Las alzas en los precios
han sido moderadas en la última década, pero
durante ese período, el dólar ha perdido cerca de
23% de su poder
adquisitivo.

Como consecuencia, los inversionistas bursátiles
realmente han vuelto al pasado. Ignorar la inflación es un
error que muchos están volviendo a cometer al depositar
todo su dinero en cuentas bancarias que pagan poco o nada de
interés. Lo que importa no es sólo el retorno
nominal o anunciado, sino el rendimiento luego de tomar en cuenta
la inflación.

3. No sobreestime los retornos de la bolsa a largo plazo. Es
sorprendente volver a escuchar todas esas suposiciones tontas y
demasiado optimistas que uno solía escuchar en todas
partes sobre el mercado bursátil. "Wall Street sube
alrededor de 8% a 10% por año", "las acciones
ganarán 7% sobre la inflación en el largo plazo",
etc.

¿Cuál es la verdad? Un estudio global llevado a
cabo hace unos años por la London Business School
sugirió que el retorno promedio en el largo plazo
habría sido de cerca de 5% sobre la inflación, en
lugar de 7% o más.

Quizás no suene como una gran diferencia, pero a largo
plazo se hace enorme. Esto reduce sus probables ganancias en un
tercio a lo largo de una década. Además, significa
que corre un riesgo mucho mayor de que perderá dinero
durante períodos largos.

4. La volatilidad importa. Sea honesto, ¿redujo sus
inversiones en marzo, cuando el Dow estaba por debajo de 7.000
puntos? ¿Y en 2002, cuando los mercados estaban en
caída
libre? Muchas personas lo hicieron. Y no fue simplemente una
locura. En ambas ocasiones, las cotizaciones de las acciones
habían caído casi a la mitad desde sus
máximos. Muchas personas sencillamente no podían
correr el riesgo de que los precios pudieran caer otro 50%. Los
inversionistas sentían que estaban jugando a la ruleta
rusa.

5. El precio importa. El mayor problema en 1999 era que
durante los 17 años previos la bolsa se había
multiplicado por 10, desde el Dow en 1.000 en 1982 hasta 10.000
en 1999. Las acciones estaban muy sobrevaloradas. Por
consiguiente, no es de extrañar que las acciones hayan
sido una inversión mala desde entonces.

6. No se apresure. Demasiados inversionistas se abalanzaron
para no perder el tren 10 años atrás, y pagaron el
precio. Wall Street alienta la costumbre: a los gestores de
fondos y corredores les gusta abusar de la muy engañosa
frase "pongamos su dinero a trabajar" por este motivo, pese a que
quienquiera que haya "puesto su dinero a trabajar" en 1999
perdió plata. Una advertencia para los potenciales
inversionistas: nunca hay prisa, nunca hay una razón para
apresurarse.

7. ¡No olvide sus salvavidas! El mayor problema del
Titanic no fue que el capitán esperaba un viaje seguro
cuando partió. Fue que la gerencia
esperaba un viaje seguro cuando pidió tan pocos botes
salvavidas. Espere lo mejor, pero planee para lo peor. Esta es la
razón por la que hay que incluir otros activos en un
portafolio, como bonos del Tesoro protegidos contra la
inflación y otros activos.

¿Dónde nos encontramos ahora? ¿Qué
podemos esperar en el futuro?

La buena noticia es que los mercados no están tan
sobrevalorados como hace 10 años (o dos). Los mercados
globales, que en el año 2000 alcanzaron su nivel
máximo de 25 veces las ganancias previstas, se encuentran
a un nivel más razonable de 16 veces. El rendimiento
mundial de los dividendos se ha duplicado a 2,5%. La mala noticia
es que las acciones tampoco son baratas. Los gestores que buscan
acciones baratas en comparación con los activos de las
compañías -una especie poco común pero
valiosa- sostienen que las acciones estarían entre 10% y
20% por encima de su valor de mercado razonable.

Ese es un argumento para mantener una buena cantidad de
acciones y tomar muchas precauciones.

– Diez mentiras que un inversor no debería tragarse (El
Confidencial – 7/10/09)

(Por Ignacio de la Torre)

Primera: Las recompras de acciones son beneficiosas para el
accionista. Depende. ¿Por qué la
participación de Bill Gates en
Microsoft no
se diluye a pesar de los programas de
opciones sobre acciones? Microsoft recompra todos los años
miles de millones de dólares en acciones, pero
éstas no son canceladas, que sería la medida
amistosa hacia el accionista. Sirven para hacer frente a la
conversión de opciones.

Segunda: La reducción del valor de un fondo de comercio
es un apunte contable, electrónico, que no implica salida
de caja, luego no debería tener impacto en la
valoración. Mentira. Un
activo, incluyendo el fondo de comercio, es un activo solo si es
susceptible de generar flujo de caja
a futuro. Si el equipo directivo considera que hay que reducir el
valor del fondo de comercio (deterioro) es que ya no cree en su
capacidad de generación de caja futura, luego sí
que afecta a la valoración. Por otro lado si el equipo
directivo compró una empresa por 10, operación en
la que se generó un fondo de comercio de 5, y
posteriormente deteriora el fondo de comercio por ejemplo de 5 a
2, quiere decir que el equipo directivo sobrepagó por la
adquisición, luego no es un equipo directivo de fiar,
destruye valor, y eso debería reflejarse en la
valoración con un descuento.

Tercera: Una venta con plusvalías de una filial quiere
decir que es una operación positiva. También
mentira. Si el mercado valora dicha filial a un precio superior
al que se ha vendido, la acción de la matriz
caerá. Por otro lado una empresa puede comprar otra en
5.000 millones, luego ante las malas condiciones de mercado,
provisionar su valor en 4.000, de forma que el valor neto sea
1.000. A los dos años puede venderlo en 2.000, declarando
en los medios que se
han generado 1.000 de plusvalías. Falso y tendencioso. En
total se han perdido 4.000. Véase la adquisición y
venta de Endemol por Telefónica.

Cuarta: Una subida del retorno sobre fondos propios (ROE)
indica una labor bien hecha y fatigosa de los directivos. O no.
Al llegar un nuevo consejero delegado de una empresa de telecomunicaciones con beneficio de 1.000 y fondos
propios de 20.000 el ROE es un 5%. El nuevo CEO decide
provisionar 10.000 millones el valor de las licencias de UMTS,
por las que claramente se había sobrepagado en un
ejercicio de estupidez colectiva. Posteriormente se va a
Cancún al pasar el año. Al volver el beneficio
recurrente sigue siendo 1.000, sobre fondos propios de 10.000
(hemos quitado los 10.000 de la provisión) ahora el ROE es
10%, todo tras un año de duro trabajo… apretar un
botón del sistema contable. En cualquier caso, el ROE
puede ser una medida de rentabilidad algo engañosa en
empresas de algunos sectores en los que los recursos propios
contables muchas veces están lejos de mostrar el valor
real de los activos netos de pasivo exigible. Por ejemplo, un
salto de agua en
propiedad de
Iberdrola desde hace múltiples años está
totalmente amortizado y contablemente vale cero, pero los flujos
de caja asociados son elevados y sostenibles.

Quinta: Una empresa con un ROE mayor es mejor que otra con un
ROE menor. El ROE puede ser mayor porque la empresa es más
rentable (margen neto) o porque emplea más eficientemente
los recursos, pero el ROE puede subir también porque la
empresa tiene mucha más deuda, y por lo tanto más
riesgo de quebrar… adivinen el principal vector tras el
incremento de los ROE de los bancos los últimos 20
años…

Sexta: Un fuerte EBITDA refleja un buen trabajo del equipo
directivo de una empresa. O no. El EBITDA sirve de algo si se
transforma en flujo de caja libre. Si el EBITDA es positivo y el
flujo de caja libre es negativo puede ser porque la empresa
está en un fuerte periodo de inversiones (algo que puede
ser bueno) o bien porque está "escondiendo" gastos
capitalizándolos en balance (malo). Si el EBITDA es muy
alto y el flujo de caja libre calculado con inversiones
recurrentes es negativo, desconfíen.

Séptima: Una adquisición crea valor si el
beneficio por acción mejora tras la operación.
Solemne tontería. Si Iberdrola cotizase a un PER 10, y
decide comprar una empresa de tabaco venezolana
a un PER 1, la operación mejorará el BPA de
Iberdrola, pero puede destruir mucho valor. El grupo
resultante no tiene porqué cotizar a 10 veces, sino a un
múltiplo inferior. La única forma de juzgar
adquisiciones es que el retorno sobre la inversión exceda
el coste del capital.

Octava: Hemos pagado una prima de control relevante porque la
operación generará muchas sinergias de ingresos.
Mentira. Un informe de Mc Kinsey demostró que la inmensa
mayoría de las cifras de sinergias de ingresos prometidas
en las adquisiciones nunca se cumplen. En muchas ocasiones
éstas son negativas (véase la "fusión"
entre Credit Agricole y Credit Lyonnais).

Novena: Hemos pagado una prima de control relevante porque la
operación generará muchas sinergias de costes.
Mentira a medias. En el mismo informe de Mc Kinsey cifraba en un
80% las sinergias de costes obtenidas frente a las prometidas. El
mundo es mucho más difícil de lo que se pinta.

Décima: Una adquisición resulta muy cara para
explicar con números, pero es "estratégica".
Mentira. También Mario Conde cuando vendía una a
una las filiales de Banesto afirmaba que eran desinversiones
"estratégicas". Cuando sólo queda este apelativo
para defender la operación y no los flujos de caja
échense a templar…

Nunca olviden cómo abrimos la primera sesión del
máster de finanzas en el IE: EFCEMIQTM

El flujo de caja es más importante que tu madre.

– Diez mitos de la
bolsa que causan pérdidas al accionista (Negocios –
9/10/09)

(Por John Dorfman – Bloomberg)

En el libro Parque Jurásico, del escritor Michael
Crichton, figura un hombre que
pensaba que un Tiranosaurio Rex no podía verlo si no se
movía. Pero el carnívoro se lo comió.
Más adelante en el libro, alguien pregunta qué
mató al hombre. Otro personaje responde: "No estaba bien
informado".

En el mundo bursátil existen numerosos mitos que los
inversores consideran como verdades establecidas. Uno de los
más comunes afirma que el mercado siempre sube a largo
plazo. Sin embargo, hay claros ejemplos que lo desmienten: el
Nikkei japonés, se encuentra en niveles de hace 26
años. Estas falsas creencias pueden desembocar en grandes
pérdidas. Y es que estar mal informado sale caro. He
aquí diez nociones que desorientan a los inversores:

1. Las mejores empresas ofrecen las mejores acciones.

Las acciones suben cuando una compañía rebasa
las expectativas que hay sobre ellas. Las mejores empresas
normalmente generan altas esperanzas entre los inversores que son
difíciles de superar. En los años 70, McDonald"s y
Xerox se contaban entre las compañías favoritas de
los inversores, que pagaban gustosos 60 veces sus beneficios por
poseerlas. Efectivamente, eran buenas empresas: sus beneficios
continuaron subiendo por diez años o más. No
obstante, eran malas acciones, porque la gente pagaba de
más por su éxito anticipado. Lo mismo ocurre
actualmente con Apple. Es muy rentable, no tiene deuda y es
admirado en todo el mundo. Esa es la razón por la que las
acciones se venden por 32 veces los beneficios, más de
seis veces el valor contable y casi cinco veces los ingresos. Es
una compañía fabulosa, pero una acción mucho
más discreta.

2. Dada la volatilidad actual en los mercados, hay que ser un
operador activo.

Es necesario considerar las comisiones y los impuestos. Las
primeras ahora no son tan malas, pero los segundos son elevados.
Las ganancias de capital a largo plazo pagan un impuesto del 15%,
y las de corto plazo, de hasta el 33%. Semejante coste no es
despreciable.

3. Los analistas son una buena guía para seleccionar
acciones.

Los analistas son inteligentes, conocen a los directivos de
una empresa, trabajan muchas horas y tienen asistentes
hábiles. Nada de eso necesariamente los vuelve buenos para
seleccionar acciones. En los últimos 10 años en
EEUU, las acciones más favorecidas por los analistas
tienen un desempeño inferior al del índice S&P
500.

4. Cuidado con octubre.

El peor mes para los mercados es septiembre, no octubre.
Según Ned Davis Research, la variación mensual en
septiembre del Dow Jones desde 1900 ha sido de una caída
del 1,1%. Por lo general en febrero y mayo también se
producen pequeños descensos. Octubre, con un alza promedio
del 0,1%, es el cuarto mes de peor desempeño. Es cierto
que en ese mes se han producido muchos desplomes
bursátiles, pero también ha habido muchos octubres
robustos. Los mejores meses para las bolsas son diciembre (un
alza del 1,5%), julio (1,3%) y abril (1,2%).

5. Es posible predecir el ciclo del mercado basándose
en el ciclo presidencial de EEUU.

En términos generales, el primer año del mandato
de un presidente es el más débil para las acciones,
y el tercero, el más fuerte. Según esto, 2008
debió haber sido un año normal, pero el S&P 500
cayó un 37%. Y este año, que debió de haber
sido malo, lleva subido un 13,5%.

6. La relación precio-beneficios es el indicador
perfecto del valor de una acción.

Por ejemplo, Ford ganó 1,20 dólares por
acción en 2005. A finales de ese año, la
acción se vendía por unos 8 dólares,
así que la relación precio-beneficios era atractiva
en alrededor de seis. Sin embargo, esto no impidió que
Ford perdiera dinero los siguientes tres años. Y tampoco
impidió que la acción se desplomara a 2,29
dólares a finales de 2008. No hay ningún indicador
que diga todo lo que el inversor necesita saber.

7. Las acciones deben ser adquiridas cuando están en
boga.

Muchos agentes respetables del mercado creen en esto. Pero
Burton Malkiel, profesor de economía de la Universidad de
Princeton, argumenta que los beneficios de utilizar la fortaleza
relativa de la acción en ese momento se ven superados por
los mayores costes de negociación que esta estrategia
conlleva. Además, es una mala estrategia en
términos de impuestos porque con frecuencia genera
ganancias a corto plazo.

8. La guerra es
buena para los mercados bursátiles.

Como el gasto en la Segunda Guerra
Mundial ayudó a la economía de EEUU a salir de
la Gran Depresión, muchas personas creen que un creciente
gasto militar se correlaciona con un mercado bursátil
alcista. Con frecuencia esto no es cierto. El mercado
avanzó poco en los años 70, cuando la guerra de Vietnam
estaba en su apogeo. Y tuvo una época de auge en los
años 80, una época de relativa paz.

9. Wall Street prefiere al Partido Republicano.

Según Ned Davis Research, el incremento anual en el
índice Dow Jones fue del 7,2% durante el mandato de los
presidentes demócratas del 4 de marzo de 1901 al 8 de
julio de 2008. El avance fue de tan sólo un 3,6% cuando
los republicanos estuvieron en el poder en este mismo periodo. El
mejor desempeño del mercado bursátil hasta el
momento se produjo durante la presidencia de Bill Clinton, un
demócrata.

10. Cronometrar el mercado puede mejorar considerablemente los
rendimientos del inversor.

Podría, si uno pudiera hacerlo con precisión.
Sin embargo, hay menos cronometradores del mercado exitosos que
luchadores de sumo delgados. La mayoría de las personas
que intentan cronometrar el mercado acaban perdiéndose los
repuntes inesperados que representan una parte considerable de
las subidas de la bolsa a largo plazo. El ejemplo más
reciente es el tirón alcista de esta primavera.

– Réplica al artículo "Diez mentiras que un
inversor no debería creer" (El Confidencial –
21/10/09)

(Por Leopoldo Torralba)

Este artículo simplemente pretende enriquecer el
aparecido recientemente en esta misma web El
Confidencial y que se titulaba "Diez mentiras que un inversor no
debería creer", de Ignacio de la Torre.

Respecto a la primera mentira que se enumeraba (las recompras
de acciones son beneficiosas para el accionista), en realidad,
aunque no se amorticen posteriormente para aumentar el valor de
la compañía por acción, las recompras de
acciones son positivas si se hacen a un buen precio (y viceversa
si se pagan primas).

En referencia a la segunda mentira (la amortización de un fondo de comercio es un
apunte contable que no implica salida de caja, luego no
debería tener impacto en la valoración),
ciertamente en el neto patrimonial "real", eliminando activos
ficticios como el fondo de comercio, ya se debería
reflejar que dicho fondo es un flujo negativo. Por eso para
valorar bancos, el ROE se calcula sobre recursos propios
regulatorios "Core Tier I", que sustraen de los contables los
fondos de comercio. Así no es necesario incluir en los
flujos futuros de beneficio el fondo de comercio, ya se ha
restado todo en los recursos propios.

En relación a la sexta mentira (un fuerte EBITDA
refleja un buen trabajo del equipo directivo. O no. El EBITDA
sirve de algo si se transforma en flujo de caja libre), cabe
destacar que el mejor flujo operativo a analizar sería el
EBITDA ajustado por inversiones recurrentes en activo fijo y
fondo de maniobra (sin incluir amortización). Pero el mero
análisis del EBITDA sobre activos como indicador de
rentabilidad operativa daría resultados engañosos
si se comparan, por ejemplo, Telefónica e Iberdrola, ya
que la primera está especializada en telecomunicaciones y
las amortizaciones son elevadas por la reducida vida útil
de los activos, mientras la segunda muestra
amortizaciones inferiores por contar con centrales que se
amortizan en muchos años.

La séptima mentira mencionaba que la creencia de que
una adquisición crea valor si el beneficio por
acción mejora tras la operación, es una solemne
tontería y que la única forma de juzgar
adquisiciones es que el retorno sobre la inversión exceda
el coste del capital. No obstante, en la bolsa es práctica
habitual evaluar inicialmente el impacto de una
adquisición en función de si es dilutiva o no en
beneficio por acción los primeros años.
Quizás por cosas como ésta, está cada vez
más en duda la teoría de la eficiencia de los
mercados.

Podrían quizás añadirse dos mentiras
adicionales que un inversor no debería creer:

Una ampliación de capital es negativa para un
accionista por haber más acciones en circulación y
por ende menos valor por acción. La realidad es que
depende de varios factores. Para el accionista antiguo, si la
ampliación se realiza con derechos preferentes de
suscripción, no hay pérdida ninguna ya que tiene el
derecho de adquirir acciones al precio de la ampliación
(si se emiten nuevas acciones con descuento, podrá
beneficiarse). Si por el contrario, la ampliación no tiene
derechos preferentes, el accionista antiguo se beneficiará
si se emiten las nuevas acciones a un precio superior al
considerado justo (y viceversa si es inferior).

Finalmente, independientemente de si existen o no derechos, si
el dinero a captar con la ampliación no se va a utilizar
en inversiones productivas, sino que sólo servirá
para mejorar la solvencia de la empresa ("tapar posibles
agujeros"), entonces dicha ampliación de capital
provocará una dilución al accionista antiguo
cercana al 100%. Si por ejemplo hay que emitir un 20% más
de acciones, el accionista perdería cerca del 20% del
valor de su acción, ya que sería una entrada de
capital que no incrementa la valoración de la empresa en
una proporción equivalente a dicha entrada, toda vez que
su rentabilidad exigida debiera acercarse al 10% mientras que la
empresa deberá invertirlo en activos financieros
líquidos o lo que en esencia es lo mismo, en
reducción de deuda neta (mientras se le debería
exigir el 10% de rentabilidad, apenas rentará un 2-3% neto
de impuestos).

Una compañía debe tener un mayor múltiplo
de valoración sobre beneficios (PER) porque tiene un mayor
potencial de crecimiento. Es una verdad a medias, ya que el
múltiplo a aplicar al beneficio debe ser una
combinación de crecimiento futuro potencial, retorno sobre
capital (ROE) y riesgo asumido (tasa de descuento). Por tanto no
sólo el crecimiento influye.

En los tiempos pre-crisis era paradójico observar
cómo un banco español como el Popular, cotizaba
habitualmente con cierto descuento respecto a los demás
cuando presentaba un ROE superior, un riesgo inferior
(tenía la mejor calificación crediticia y la
volatilidad histórica de beneficio por acción era
la menor) y un crecimiento potencial cuando menos igual a los
demás. Normalmente los mercados atienden mucho más
al factor crecimiento que al ROE e incluso el riesgo. Es cierto
que normalmente la sensibilidad de una valoración al
crecimiento y al riesgo es mayor que la observada frente al ROE,
pero la influencia de éste no es desdeñable.

– Titulizando la
muerte (si ustedes creen que algo va a cambiar, tomen
nota)

– Regreso al pasado (La Vanguardia
9/9/09)

(Por José García Montalvo)

Monografias.com

En Wall Street se están planteando titulizar los
seguros de vida. En esta entrevista a William K. Black se puede
comprobar hasta qué punto llegó la corrupción cuando se consiguieron titulizar
las hipotecas y se comerciaron esos nuevos productos de forma
masiva en los mercados internacionales. Sólo queda ahora
cruzar los dedos y esperar sentado que la iniquidad que embriaga
a los "maestros del dinero" no pueda dar otra vuelta de tuerca al
sector financiero para, en última instancia, primar la
desatención médica, entorpecer la
investigación de nuevos medicamentos y favorecer en
definitiva la gestión
remunerada de la muerte,
atentando esta vez contra el ancestral código
deontológico sanitario.

Mientras los gobiernos siguen haciendo declaraciones de
principios
sobre regulación financiera y cómo limitar los
sueldos de los ejecutivos bancarios, Wall Street no ha tardado en
encontrar su nueva gallina de los huevos de oro. Durante la
burbuja inmobiliaria las grandes entidades financieras de EEUU
obtuvieron enormes beneficios titulizando hipotecas de baja
calidad. Ahora
pretenden titulizar, o convertir en bonos para vender a
inversores, los "acuerdos de vida" basados en seguros de vida
para gente con enfermedades o de cierta
edad. Imaginemos una persona con un
seguro de vida de 500.000 euros pero que quiere conseguir
liquidez ahora. Según su esperanza de vida dada su edad, o
su enfermedad, podría vender esa póliza a un
inversor con un descuento (digamos de 100.000 euros). Cuando la
persona fallece es el inversor el que cobra la póliza.
Pero si la persona tarda mucho en morir el inversor
perdería mucho dinero. Wall Street quiere coger montones
de esas pólizas y empaquetarlas en bonos, como ya hizo con
las subprime. La idea es ingeniosa: si diversificas bien tu
cartera de enfermos y gente de edad es muy probable que se pueda
reducir el riesgo de la "póliza" conjunta. Además,
según parecen pensar y a diferencia de los problemas con
las hipotecas subprime que tienden a dejar de pagarse con mayor
probabilidad
en las recesiones, la gente no tiende a vivir más cuando
hay crisis. Eso permitiría reducir el riesgo. Por
último, se piensa que el valor de los seguros de vida es
más predecible que las tasas de morosidad hipotecarias o
los precios de la vivienda. Pero las cosas no son tan
fáciles. SI, por ejemplo, una reforma sanitaria aumentara
significativamente la esperanza de vida media, entonces los
inversores sufrirían enormes pérdidas. Lo mismo si
se encontrara una cura general para el cáncer.
Mientras Wall Street va a la velocidad de la luz en busca de
nuevas recetas alquimistas, los gobiernos siguen pensando
cómo regularlo todo. Cuanto más quieran regular
más tardarán en actuar. Pero los conflictos de
intereses siempre generan incentivos
perversos. Supongamos que los bonos empezaran a perder valor.
¿Qué impediría aumentar su valor contratando
a la mafia para provocar algunos "accidentes" en
los titulares? ¿Exageración? ¿Ciencia
ficción? Seguramente, pero recuerdo un tal Wallence Souza,
presentador de la
televisión brasileña, que fue noticia este
verano por mandar asesinar a gente para ser el primero en filmar
las escenas. ¿Queremos arriesgarnos con la falta de
escrúpulos que ha mostrado Wall Street en el pasado?

(José García Montalvo, catedrático de
economía de la Universitat Pompeu Fabra)

– Los bonos de la muerte (El Confidencial –
21/10/09)

(Por S. McCoy)

Fue José García Montalvo el que me puso sobre la
pista de los bonos de la muerte en un artículo publicado
el pasado 9 de septiembre en La Vanguardia, titulado Retorno al
Pasado. Una pieza que pueden consultar en abierto, cosas de
Internet y las
puertas al campo, en el blog Geopolítica, Economía y
Energía. En la pieza el autor se hace eco del
último hito en el campo de la innovación
financiera: la titulización de seguros de vida comprados a
descuento por las entidades financieras. Un producto original que
está llamado a llenar muchos titulares de prensa en el
futuro inmediato en caso de materializarse. A día de hoy,
su existencia es quimérica pero, por si acaso, más
vale que estemos avisados.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
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