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Análisis teórico de las características de personalidad en personas violentas (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4

Por los cambios geopolíticos pero sobre todo por
el manejo inadecuado del poder, nuestra
realidad esta amenazada por el predominio de la violencia, los
lideres que rigen las estructuras
sociales, utilizan una retórica violenta y sesgan los
resultados de sus efectos a su favor, la conducta violenta
ha sido internalizada, provocando una compensación
psíquica, generando conductas inadecuadas pero
efectivistas, las cuales dan una falsa sensación de
dominio.

Teniendo en cuenta lo expuesto concluyo que el poder
ofrecer este tipo de análisis con fines educativos y por ende
informativos, se hacen necesarios para los tiempos actuales donde
la búsqueda de respuestas no siempre nos llevan por los
caminos de la tolerancia y la
comprensión.

Planteamiento del
problema

La conducta violenta es algo que siempre ha estado ligado
al ser humano, desde lo antropológico hasta lo
psicológico, desde lo social hasta lo religioso en fin, en
todos los niveles de formación del ser humano hay indicios
o presencia total de la violencia, considerada como formadora o
medio de control y poder,
pero inherente al ser humano; así, es preciso entender las
características de personalidad
presentes en aquellos cuya manifestaciones comportamentales son
indicadores de
violencia, es necesario considerar todas las esferas de desarrollo
evolutivo así como todas aquellas teorías
que estudian la agresión y la violencia desde los
diferentes marcos teóricos como son el determinismo
biológico y las escuelas de pensamiento
filosófico y psicológico con todos sus figuras
representativas así como el rol del individuo
desde la perspectiva psicológica es decir desde lo
clínico hasta lo social sin obviar todos aquellos
elementos que ejercen influencia directa o indirecta y que
condicionan la presencia de la conducta violenta, lo cual es
necesario conocer para elaborar estrategias de
manejo y control que permitan la sustentación de
posiciones teóricas concretas pero sobre todo acordes con
nuestra realidad, por tanto propongo realizar un:

Análisis teórico de las
características de personalidad en personas
violentas

OBJETIVO GENERAL

Realizar un análisis teórico de las
características de personalidad en personas violentas que
permita la elaboración de su perfil
psicológico.

OBJETIVOS ESPECIFICOS

  • Estudiar las diferentes teorías existentes
    sobre conducta violenta.

  • Analizar la conducta violenta desde diferentes
    perspectivas psicológicas y psicofisiológicas,
    a saber:

  • Analizar la conducta violenta desde la perspectiva
    del psicoanálisis.

  • Analizar la conducta violenta desde la perspectiva
    existencial.

  • Analizar la conducta violenta desde la perspectiva
    cognitiva.

  • Analizar la conducta violenta desde la
    neurofisiología.

  • Comparar y contrastar las distintas perspectivas
    teóricas acerca de la conducta violenta, para, a
    partir de este análisis, describir las
    características de personalidad implicadas en la
    conducta violenta.

  • Adoptar a partir de la revisión
    teórica , los conceptos de una perspectiva para la
    elaboración de un perfil psicológico de la
    persona violenta.

Marco
teórico

6.-1.
GENERALIDADES

No existe la "personalidad violenta", como entidad
"aislada" en ningún manual de
clasificación de enfermedades mentales, si
bien es verdad que la "violencia" como efecto y/o causa de
daños físicos y psíquicos en las personas,
es un fenómeno que nos intriga de una forma progresiva a
prácticamente todas las disciplinas científicas de
nuestro ámbito cultural.

No pocas veces se nos pregunta a los psicólogos
cual es el "perfil psicológico" de un determinado tipo de
agresor, sexual, doméstico, homicida, por poner ejemplos
corrientes dentro del ámbito forense, y pocas veces
podremos contestar de una forma concreta, pues la violencia en
sí es un fenómeno multidimensional y admite escasas
generalizaciones.

Si, lo que se sabe de las víctimas de la
violencia es muy poco y no se encuentran estudios
sistemáticos hasta los años 70, el interés
científico por los perpetradores de todo tipo de violencia
sí ha sido un hecho investigado en sus diferentes
vertientes: biológica, sociológica,
antropológica, histórica, etc.

Desde la Psicología
Clínica no existen "personalidades violentas", lo mismo
que no podemos argumentar la existencia de "personalidades no
violentas", por lo que se habla de "conductas violentas", con
independencia
de que la aparición de la violencia sea más
probable en personalidades con unos determinados rasgos y/o
patologías concretas

Lo que cada cultura define
como "violencia" es variable, por tanto también el
concepto de lo
que consideramos "personalidad violenta"
variará.

Ateniéndonos al concepto de agresión
sexual citado por Redondo, S, (1994), pág.96, " Sanday
efectuó un análisis transcultural de la
violación en 156 sociedades
distintas, encontrando que en casi la mitad de ellas la
violación estaba permitida, no era delito …"
Similares ejemplos encontramos en nuestra propia cultura donde a
la par que se denuncia la violencia doméstica en forma
ascendente, estudios sobre parejas maltratadoras, según
Gortner Eric T., Gollan Jackie K ,y Jacobson Neil S .(1997) ,
muestran que en un 50 a un 60 % de casos donde aparece maltrato
físico no se informa de insatisfacción conyugal, es
decir, hay parejas que a pesar de cumplir criterios de violencia
doméstica dentro de su propia cultura se encuentran
"adaptadas" a esa situación.

La violencia es una conducta que en la especie humana se
manifiesta en dos formas: violencia afectiva y violencia
predadora. Calcedo, A., Molina V., y Arango C. Explican,
(1994) pág.246: "Esta división puede ser
epistemológicamente de valor en las
personas, ya que la agresión predatoria refiere a la
planificación, mientras que la afectiva es
más semejante a los accesos incontrolados de cólera."

Mackal, P.Karl (1983), señaló cinco
teorías sobre el origen de la agresión humana: la
teoría
clásica del dolor, hipótesis de
frustración-agresión, sociología de la agresión, la
agresión como catarsis y la
etología de la agresión, a la par que
proponía una teoría "bioquímica" de la
agresión.

Actualmente se admite la teoría del
Neoasociacionismo Cognitivo, debida a Berkowit (1993),
como la mejor integración de los conocimientos parciales
que se tienen sobre agresión humana afectiva.

Así, según Russell G. Geen (1998),
pág.4: "Berkowitz dice que el afecto negativo provoca
estados emocionales o cognitivos y pautas motoras asociadas a
él en un camino direccional."

En términos generales la teoría de
Berkowitz contempla los aspectos genéticos y
biológicos de la persona, el
condicionamiento previo o aprendizaje
social y el reconocimiento de aspectos de la situación que
llevan a la facilitación o la inhibición de la
agresión

Sea cual sea la orientación desde que miremos la
agresividad humana, la afectiva será aquella que
surge de la alarma física subsecuente a
un peligro percibido, anticipado o evocado y que provoca una
excitación nerviosa de tipo defensivo. Esta
excitación da lugar en contextos normales a una descarga
inmediata en forma de ataque hacia el estímulo provocador,
de huída, o parálisis defensiva. En circunstancias
adversas, cuando la alarma se generaliza crónicamente sin
una descarga subsecuente, da lugar a las patologías
asociadas al stress,
fundamentalmente trastornos de ansiedad. En circunstancias
patológicas, cuando la alarma se produce en
relación a peligros irreales se produce la agresión
psicótica, inapropiada pero siempre motivada dentro de una
lógica
delirante. Dentro de agresión afectiva encontramos la auto
agresión. La cual es la agresividad humana vuelta contra
el propio organismo. Aquí podemos encontrar motivaciones
psiconeuróticas, psicóticas o normales (enfermo
Terminal que en pleno uso de sus facultades decide poner fin a su
vida); igual que la heteroagresión, admite etapas
diversas, desde las heridas leves al suicidio
consumado

Es en la motivación donde se establece
la división agresión afectiva/predatoria. La
agresividad predatoria es aquella cuya motivación no obedece a parámetros
defensivos del organismo sino que es ejercida por ciertos
individuos y grupos con el
objetivo de
saciar otro tipo de necesidades como son las económicas,
de poder o territoriales. En lo social se da la agresividad
predatoria extrema en el caso del genocidio, cuyas causas
últimas casi siempre obedecen a motivaciones
económicas aunque se utilicen racionalizaciones
de todo tipo: políticas,
religiosas etc.

Dentro de la violencia individual, es la agresividad
predadora la que más daño
provoca en las sociedades modernas. Es la violencia aparentemente
inmotivada del agresor sexual en serie, la violencia
doméstica, cuando la
motivación que lleva a la agresión es la
necesidad de poder o dominio. La violencia de un maestro, de un
jefe o un líder
religioso actúan como depredadores en el
ejercicio de sus funciones,
dejando a su paso, signos no solo
de agresión física, sino de víctimas
psíquicas. La del psicópata adicto a la violencia
en busca de víctimas para obtener excitación,
evitar el aburrimiento y obtener otros beneficios secundarios
como la propia sensación de poder.

En la violencia predadora, al contrario que en la
afectiva, la víctima no juega casi ningún papel. Se
la escoge en función de
su indefensión percibida, su disponibilidad, en algunos
casos por su falta de relación con el agresor, otras por
poseer características de las que el agresor quiere
apropiarse. .

Si analizamos la personalidad, como pautas de
pensamiento, percepción
y comportamiento relativamente fijos y estables,
profundamente enraizadas en cada sujeto; Para Eysenck la
personalidad es "la totalidad integrada de carácter, temperamento, inteligencia,
y fundamento somático". Para Allport es "la
organización dinámica, dentro de cada individuo, de los
sistemas
psicosomáticos que determinan los ajustes
característicos a las condiciones ambientales"
(Álvarez, 1967).

La personalidad es el término con el que se suele
designar lo único o singular, que tiene un individuo; las
características que lo distinguen de los demás. El
pensamiento, la emoción y el comportamiento, por sí solos, no
constituyen la personalidad de un individuo; ésta se
oculta precisamente tras esos elementos. Expresa su totalidad
implicando su previsibilidad de cómo actuará y
reaccionará una persona bajo diversas circunstancias.
Reaccionamos de manera distinta ante situaciones
idénticas. Una misma realidad es interpretada y asumida de
modo diferente, de acuerdo con las valoraciones y juicios que
hacemos de las cosas. Los rasgos de la personalidad se definen
como: "ciertas inclinaciones o cualidades de una persona que
explican la relativa coherencia de su conducta emocional,
temperamental o social, y que originan las diferencias de
personalidad entre un individuo y otro (Instituto Nacional de
Seguridad e
Higiene en el trabajo,
1995). Los antecedentes psicológicos se encuentran
estrechamente relacionados con los rasgos de personalidad, las
experiencias, la historia individual, los
conflictos
emocionales y el medio familiar, que determina el modo de ser de
una persona y la manera de afrontar las situaciones.

Desde el punto de vista de la Teoría del
Desarrollo, herencia y
ambiente
interactúan para formar la personalidad de cada sujeto.
Desde los primeros años, los niños
difieren ampliamente unos de otros, tanto por su herencia
genética como por variables
ambientales dependientes de las condiciones de su vida
intrauterina y de su nacimiento. Algunos niños, por
ejemplo, son más activos que
otros, y estas diferencias pueden influir posteriormente en el
comportamiento que sus padres adopten con ellos, lo que demuestra
cómo las variables congénitas pueden influir en las
ambientales. Entre las características de la personalidad
que parecen determinadas por la herencia genética, al
menos parcialmente, están la inteligencia y el
temperamento, así como la predisposición a sufrir
algunos tipos de trastornos mentales.

Entre las influencias ambientales, debe tenerse en
cuenta que no sólo es relevante el hecho en si, sino
también cuándo ocurre, ya que existen
períodos críticos en el desarrollo de la
personalidad en los que el individuo es más sensible a un
determinado tipo de influencia ambiental. Durante uno de estos
períodos, por ejemplo, la capacidad de manejar el lenguaje
cambia muy rápidamente, mientras que en otros es
más fácil desarrollar la capacidad de entender y
culpabilizarse.

La mayoría de los expertos creen que las
experiencias de un niño en su entorno familiar son
cruciales, especialmente la forma en que sean satisfechas sus
necesidades básicas o el modelo de
educación
que se siga, aspectos que pueden dejar una huella duradera en la
personalidad.

A partir de estudios como los de César Lombroso
(1876), conocido por el concepto del Criminal Atávico;
Kretchmer (1921), Sheldon (1940), citados por Taylor, Walton,
Young (1982) y Sandberg (1961), citado por Mednick, Moffltt
Gabrielli y Hutchings (1986), se llego a considerar que
en el comportamiento criminal con características
violentas influyen directamente las bases biológicas de la
personalidad, entre las que relaciona: los factores
genéticos, el análisis de genealogías
ascendentes y descendentes, los estudios de la familia,
las diferencias bioquímicas, las crisis
comiciales y otras anormalidades neurológicas, a pesar de
que no existen pruebas
contundentes, dándose, por algunos autores, mayor
preponderancia a otros factores, como son los patrones heredados
de activación del sistema nervioso
vegetativo con relación al aprendizaje de la
inhibición de conductas antisociales.

Los estudios del factor psicológico han centrado
las explicaciones de lo criminológico y sus respuestas
violentas en la persona que delinque, introduciéndose el
concepto de personalidad. Desde el punto de vista
psíquico, el sujeto normal no delinque porque su
personalidad se encuentra ajustada y no choca con el medio
social. A diferencia, del que padece alguna anormalidad el cual
puede llegar a cometer actos de carácter antisocial
(Orellana., 1974).

Para Lagache (1948), hay dos elementos deficitarios
fundamentales en el delincuente: la socialización y la identificación.
Para Mucchielli (1965), son rasgos evidentes del individuo
delincuente: baja tolerancia a la frustración, fuerte
egocentrismo, legitimación de la acción
criminal, alejamiento de la normativa y los valores
sociales, necesidad agresiva de la afirmación del YO y un
deficiente funcionamiento del mismo.

Alexander y Staur sostenían que todo hombre es un
criminal innato con características violentas, es decir,
un inadaptado, tendencia que mantiene los primeros años de
vida hasta resolver el problema de Edipo. El criminal fracasa en
el periodo de latencia, donde el individuo normal consigue
reprimir las tendencias violentas de sus impulsos,
dirigiéndolas en un sentido social.

RanK habló del trauma del nacimiento,
refiriéndose a que las mismas manifestaciones de angustia
que se presentan en ese momento, se presentan en otras
situaciones, y una forma de controlarlo es por medio de la
realización de actos delictivos o violentos.

Para el psicoanálisis, con frecuencia el
delincuente se asemeja al neurótico, en la medida que
ambos reaccionan con actos de emergencia para restablecer el
equilibrio
entre el ello, el yo y el súper yo, preservando la
integridad de la personalidad, ya sea con actos criminales o
actos dirigidos contra sí mismo.

Kernberg (1994) señala que la activación
del desarrollo libidinal en las relaciones madre-hijo presupone
una disposición innata al apego que requiere de
estimulación externa para activarse. Supone que a partir
de la aparición de las relaciones objétales se
genera un mundo intrapsíquico de relaciones investidas
afectivamente de una cualidad tanto gratificante como aversiva.
El fallo en estas primeras identificaciones tendrá una
repercusión fundamental en la formación futura de
la personalidad. Para Kernberg todos los pacientes con
personalidad violenta presentan un nivel de funcionamiento
limítrofe que implica un yo inmaduro, por lo que se
dificulta el manejo de la ansiedad e impulsividad. Se encuentran
regidos por el principio del placer y utilizan defensas
primitivas, lo cual hace referencia a la dificultad para integrar
las características buenas y malas de un mismo objeto.
Finalmente, hay una falta de integración del superyo
debido a una organización pre-edípica, donde las
normas no
están introyectadas.

Otra corriente importante son los modelos
biológico-conductuales, representados por
psicólogos como Eysenck.

Eysenck hace una distinción entre el aprendizaje de
comportamiento y el aprendizaje de valores. El
primero se relaciona con la enseñanza, el segundo con el entrenamiento.
Así, la socialización implica el entrenamiento de
acuerdo con las reglas de comportamiento aceptadas y propuestas
por la sociedad en
procura de su mantenimiento,
las cuales algunas veces entran en conflicto con
las necesidades del niño. El entrenamiento generalmente se
da a través de la práctica pasiva, que permite la
inhibición del acto, generando temor condicionado el cual,
mediante el proceso
cognoscitivo, no permite que se comience el acto. Por tanto, la
internalización de los estímulos que generan el
temor condicionado es la que va a "desarrollar la conciencia y
autorregular el comportamiento socialmente aprobado"
(Eysenck, 1950, citado por Yates, 1977. p.243).

Las teorías del
Aprendizaje Social tratan de descubrir cómo aprende el
comportamiento antisocial, los hábitos criminales,
acercándose en parte a las teorías más
sociológicas del aprendizaje, por transmisión
cultural. Bandura plantea: "las explicaciones de conducta
asocial persistente que se centra en los fenómenos
intrapsíquicos, suelen ignorar totalmente el hecho de que
un cambio radical
de conducta puede hacerle perder al delincuente las
gratificaciones sociales y materiales
vinculadas a una carrera de delincuencia,
sin suministrarle recursos
sustitutivos satisfactorios".

Esta teoría plantea que, para darse el
aprendizaje, el observador debe prestar atención al comportamiento del modelo. Por
lo tanto, están en juego dos
aspectos básicos: las características del modelo y
las del observador. Así, se imitarán los modelos
(personas que respaldan al individuo, personas agresivas, o con
alto poder y status), que son frecuentemente reforzados y que, al
ser imitados, permiten consecuencias favorables para el imitador.
De igual manera, las personas con una baja confianza en sí
mismas son más influenciables por el modelo.

6.2

Clasificación de los Trastornos
de personalidad [2]

Un trastorno de la personalidad es un patrón
permanente e inflexible de experiencia interna y de
comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de
la

Cultura del sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o
principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y
comporta malestar o perjuicios para el sujeto.

El trastorno paranoide de la personalidad es un
patrón de desconfianza y suspicacia que hace que se
interpreten maliciosamente las intenciones de los
demás.

El trastorno esquizoide de la personalidad es
un patrón de desconexión de las relaciones sociales
y de restricción de la expresión
emocional.

El trastorno esquizotípico de la
personalidad
es un patrón de malestar intenso en las
relaciones personales, distorsiones cognoscitivas o perceptivas y
excentricidades del comportamiento.

El trastorno antisocial de la personalidad es
un patrón de desprecio y violación de los derechos de los
demás.

El trastorno límite de la personalidad
es un patrón de inestabilidad en las relaciones
interpersonales, la autoimagen y los afectos, y de una
notable impulsividad.

El trastorno histriónico de la
personalidad
es un patrón de emotividad excesiva y
demanda de
atención.

El trastorno narcisista de la personalidad es
un patrón de grandiosidad, necesidad de admiración
y falta de empatía.

El trastorno de la personalidad por
evitación
es un patrón de inhibición
social, sentimientos de incompetencia e hipersensibilidad a la
evaluación negativa.

El trastorno de la personalidad por dependencia
es un patrón de comportamiento sumiso y pegajoso
relacionado con una excesiva necesidad de ser cuidado.

El trastorno obsesivo-compulsivo de la
personalidad
es un patrón de preocupación por
el orden, el perfeccionismo y el control.

El trastorno de la personalidad no especificado
es una categoría disponible para dos casos:

1) el patrón de personalidad del sujeto cumple el
criterio general para un trastorno de la personalidad y hay
características de varios trastornos de la personalidad
diferentes, pero no se cumplen los criterios para ningún
trastorno específico de la personalidad;

2) el patrón de personalidad del sujeto cumple el
criterio general para un trastorno de la personalidad, pero se
considera que el individuo tiene un trastorno de la personalidad
que no está incluido en la clasificación (p. ej.,
el trastorno pasivo-agresivo de la personalidad).

Los trastornos de la personalidad están reunidos
en tres grupos que se basan en las similitudes de sus
características.

El grupo A
incluye los trastornos paranoide, esquizoide y
esquizotípico de la personalidad. Los sujetos con estos
trastornos suelen parecer raros o excéntricos.

El grupo B incluye los trastornos antisocial,
límite, histriónico y narcisista de la
personalidad. Los sujetos con estos trastornos suelen parecer
dramáticos, emotivos o inestables.

El grupo C incluye los trastornos por evitación,
por dependencia y obsesivo-compulsivo de la personalidad. Los
sujetos con estos trastornos suelen parecer ansiosos o
temerosos.

Hay que señalar que este sistema de
agrupamiento, si bien es útil a efectos de investigación o docencia,
tiene importantes limitaciones y no ha sido validado de forma
consistente. Además, es frecuente que los individuos
presenten al mismo tiempo varios trastornos de la personalidad
pertenecientes a grupos distintos.

6.3

Sexualidad del Hombre
Violento

La sexualidad y
la violencia se intrincan en un constructo social básico.
La sociedad estimula el control, el poder y la
competición. Desde lo familiar la afectividad es casi
intangible en este vínculo familiar violento. La familia, por la
cualidad y función vincular establecida, constituye el
espacio de privilegio para la expresión del dominio que
pretende moldear al otro a imagen y
semejanza del propio yo.

 Estas conductas aprendidas son sostenidas desde el
imaginario social, donde los mitos y
estereotipos sobre los lugares diferenciales de hombres, mujeres
y niños, legitiman formas de relacionarse. Con una
prevalencía importante en los vínculos
jerárquicos y autoritarios donde hay una
representación de la masculinidad (dominio y fuerza) sobre
la feminidad (inferioridad, dependencia, sexo
débil, etc.). Un vínculo que se caracteriza por el
ejercicio de la violencia de una persona a otra, no sólo
lo consideramos una relación de abuso sino que es un
crimen ya que esta tipificada en el Código
Penal. Puesto que nadie tiene el derecho de golpear, insultar, o
gritarle a otra persona con la sistematización suficiente
como para provocarle una desvalorización y una
disminución de su autoestima.[3]

 Los estudios de Gelles & Straus (1998), indica
que el 75% de mujeres son víctimas de violencia
domestica, el 2% de las víctimas son hombres, y el 23%
es lo que se conoce como violencia cruzada, según
"Intimate Violence". New York, Shimon & Shuster, 1998.-
 Según datos de la
OMS/OPS-1997 indican que entre el 16% y 52% de las mujeres
experimentan violencia física por parte de sus
compañeros y por lo menos una de cinco mujeres son objeto
de violación o intento de violación en el
transcurso de su vida. Desde el ejercicio de su sexualidad
(Entendiendo por Sexualidad: sistema de conductas o
comportamientos, de fuente instintiva e intelectiva, con una
finalidad reproductiva (función reproductiva) y placentera
(función erótica), al servicio de
la
comunicación y la trascendencia, que se descarga en un
objeto sexual a través del coito o sus sustitutos y
condicionado en su expresión por las pautas culturales y
morales de cada época y lugar" Dr. A. Flores Colombino-
1983) en el individuo violento podemos ver diversas formas de
maltrato.  Se puede apreciar como estos-as cosifican a la
pareja como un instrumento dirigido hacia la satisfacción
de un deseo sexual propio, es decir, sintiéndolas como
verdaderos objetos sexuales. Estos hombres tienen una
confusión muy grande entre lo que es el amor, el
deseo sexual y el poder, así y dejando el amor de lado,
el sexo es utilizado como poder.  Puesto que los deseos no
siempre se cumplen a veces nesecitan aplicar algún tipo de
coacción o coerción con la intención de que
la pareja termine accediendo.  Por otra parte se debe hacer
referencia a la baja autoestima de estos hombres. Quizá
éste ganar implique una gratificación hacia
sí, y que una vez obtenida hay que buscar otra nueva
gratificación.

Es interesante el observar que en nuestra sociedad, la
sexualidad heterosexual no es una decisión escogida
libremente por los individuos, está pautada por la
identidad de
género
arraigada en el marco social como una institucionalización
del poder.

 Todos los problemas
sociales a que el hombre
está expuesto provocan presiones sobre él. A su vez
las enfermedades de
transmisión sexual, la homofobia, las relaciones
sexuales deficitarias, los embarazos no planificados, etc.,
provocan en el sujeto grandes cargas de tensión. La
sexualidad de los hombres ha sido objeto de estudio en las
últimas tres décadas como consecuencia de cambios
que ocurrían en el seno de la sociedad y que fueron muy
importantes. El cambio más significativo es el feminismo con
una gran crítica
de las injustas relaciones de género y del papel de la
sexualidad masculina en éstas.  Surge la
liberación homosexual (en algunas sociedades más
que en otras), la revolución
sexual y la aparición de movimientos de autoayuda y
crecimiento personal, todos
estos cambios han hecho que la sexualidad masculina esté
hoy por hoy como objeto de crítica tanto a nivel
político como social.  La sociedad está
estructurada en una variedad de formas que favorecen a los
hombres y no así a las mujeres, y las relaciones
heterosexuales están estructuradas y restringidas por
relaciones sociales más amplias entre hombres y mujeres.
El mandato social indica que hay que ser
"heterosexual".

 Por otra parte las relaciones sexuales
están estructuradas por la dominación heterosexual
que es percibida como normal y natural, mientras que las otras
formas de sexualidad son vigiladas y consideradas como perversas
y no naturales.

 Para entender la sexualidad de los hombres tenemos
que entender la construcción de su masculinidad; en otras
palabras la producción social de lo que significa como
concepto esencial el ser hombre.  El sociólogo
australiano Bob Connell concluye que en cualquier sociedad
existen múltiples masculinidades y múltiples
feminidades pero una versión de la masculinidad es
dominante o también llamada hegemónica o sea la
más sincera e influyente representación cultural de
la masculinidad. Pues para ser un hombre es necesario ser:
fuerte, no expresar sus emociones, tener
el control, ser agresivo y heterosexual.  Así, la
masculinidad hegemónica está basada en subordinar a
las mujeres y establecer jerarquías entre los hombres. La
razón principal de la existencia de la masculinidad
hegemónica sería el beneficio que los hombres
encuentran al subordinar a sus mujeres ya que al hacerlo
están cumpliendo con el mandato social imperante.
 Esta masculinidad hegemónica es por sobre todo:
heterosexual, con gran temor y odio hacia las personas
homosexuales en particular. La homofobia es muy importante a la
hora de la relación grupal entre hombres, la homosexualidad
es percibida como una traición de género. Esto no
solo lleva implícito el contenido de la sexualidad, sino
la raza, clase social,
etnia, edad,
etc. y es variable de acuerdo a los diferentes grupos de mujeres
y hombres.  Es importante pensar que la sexualidad masculina
está muy vinculada a la identidad de género
masculino. Así el desempeño físico de los hombres en
su sexualidad es lo que confirma la masculinidad de los
hombres.

En las encuestas
hechas por Hite (1981) revelan el coito pene-vagina como una
verificación de la identidad masculina. Cualquier falla
genera en el hombre un sentimiento de pérdida de su
hombría y lo expresa con verdadera humillación y
desesperación. Entre ellos, es común que no se
digan la verdad y en todo caso la culpa la tuvo la mujer.
 La sexualidad masculina está basada en el
desempeño y la potencia: El
desempeño sexual masculino tiene que ver con la
confirmación de la masculinidad y la posición entre
los hombres. El sexo se transforma en un simple mecanismo para
disminuir las tensiones. Y el placer se transforma, el principal
objetivo perseguido es sentirse dominante y ganador. La
sexualidad es vivida como algo a desempeñar y no como un
encuentro gozoso y compartido entre seres humanos.

Según Badinter, la masculinidad se produce por
oposición en un proceso de diferenciación de lo
femenino. La escuela
psicoanalítica analiza el vínculo madre-hijo, donde
la figura del padre quedaría relegada a un período
posterior de la evolución de la identidad masculina. La
homofobia puede considerarse un mecanismo de defensa
psíquico que sirve para reforzar en muchos hombres su
frágil heterosexualidad. Estos sujetos permanentemente se
sienten amenazados en su autoestima y cualquier situación
conflictiva ya sea en el hogar o en la pareja, los lleva a temer
perder el control. Estas situaciones les provocan un estado de
gran tensión y recurren al uso de la fuerza como forma de
retomarlo rápidamente. Estos individuos internalizan como
algo negativo cuanto ocurre en sus parejas. Y tratan de
erradicarlo mediante el uso de la violencia, ya que ésta
les proporciona por lo menos una vivencia temporaria de poder.
Una característica importante es el aislamiento emocional
de estos. Muchas veces manifiestan que no tienen amigos porque no
confían en nadie. Tienen una imagen de si desvalorizada,
en el ámbito privado es dónde realmente se puede
manifestar como son pero lo hacen en forma violenta y culpan a la
otra persona de éstas reacciones. Lo que les pasa a ellos
no lo perciben como propio, no reconocen que necesitan ayuda y
por lo tanto tampoco la piden.

Según la Dra. Anne Ganley (1981) del Center for
Women Policy Studies de Washington, esta hace una
distinción entre abuso psicológico y abuso
emocional. Las conductas son las mismas pero en el abuso
psicológico está presente la violencia
física, la cual ha ocurrido por lo menos una vez. Lo que
provoca que frente a las amenazas, gritos, intimidación
del agresor se vivencie el temor de que vuelva a ocurrir. Esto le
da una base al abuso psicológico que lo hace más
importante. El abuso emocional sería cuando nunca
ocurrió un abuso físico y está caracterizado
por: la desvalorización de su pareja, la hostilidad y la
indiferencia.  Socialmente la construcción de la
masculinidad está asentada en el simple hecho de haber
nacido varón, éste se siente importante, pero
tendrá que demostrarlo. Lo primero es un hecho importante
y en cierto sentido tranquilizador (para el varón), lo
segundo le hará sentirse inquieto y perplejo. La sociedad
en que está inmerso se lo exigirá, así
irá trasladando su poder y su fuerza hacia otros
ámbitos (ej. ámbito laboral) y en su
demostración tendrá que ser responsable, trabajador
y exitoso. El hogar se transforma para éste varón
en un ámbito peligroso puesto que es un espacio femenino
por excelencia pero está bajo el mando del "hombre".
Actualmente la desocupación reinante lleva a que todos los
atributos antes mencionados provoque en él una
desestabilización emocional muy importante y unido a esto,
el temor al fracaso y a la pasividad femenina -la
castración, la desvalorización consecuente de la
figura de su madre de la cual con gran dolor se tuvo que
desprender, le producen pánico.
(Kimell 1997). A simple vista pareciera que tienen todo el poder
pero lo que hacen es ocultar su debilidad, ellos se sienten
poderosos pero no lo son. Cuando tienen miedo se ponen violentos
lo que origina un cúmulo de conductas ambivalentes,
representadas en la mayoría de los casos en una
agresión o violencia repetitiva, instaurándose un
ciclo que tiende a perpetuarse. Dentro de la dinámica de
la relación de pareja se ha descrito un perfil del hombre
violento a saber:

 -ejerce maltrato físico, emocional, sexual,
etc.

-fue abusado física o psicológicamente en
su infancia.

-presenta una doble fachada, seductor en público,
violento en privado.

-antecedentes de violencia con otras parejas.

-se resiste al cambio.

-celoso, con actitudes
posesivas.

-machista.

-deposita la culpa en la mujer.

-tiene baja autoestima.

Cuatro enfoques
teóricos de manejo
psicoterapéutico[4]

Para poder entender las diferentes manifestaciones de la
conducta violenta es necesario conocer las distintas maneras en
que es abordada teóricamente pero sobre todo saber cuales
son los modelos
teóricos que brindan o intentan brindar
solución comportamental partiendo del objeto de estudio y
las técnicas
en que basan los tratamientos o procesos
psicoterapéuticos por lo que mencionaremos las
características principales de los modelos mas
importantes.

7.1 Los cuatro enfoques en
psicoterapia

Tradicionalmente han sido cuatro los
enfoques o modelos dominantes en la psicoterapia:
psicodinámico, experiencial (Humanista), sistémico
y cognitivo – conductual.

7.1.a.     Los modelos
psicodinámicos.
Teniendo como máximo exponente
el psicoanálisis, destacan la importancia del conflicto
intrapsíquico de naturaleza
inconsciente. El método
terapéutico básico del psicoanálisis
clásico se fundamenta en tres procesos fundamentales: (1)
la asociación libre, (2) el análisis de los
fenómenos de transferencia/contratransferencia y (3) el
análisis de la resistencia.
Junto a estos procesos se establecen unas reglas de trabajo para
el paciente (la asociación libre) y el terapeuta
(abstinencia y atención flotante).   El
conflicto intrapsíquico hace referencia a la naturaleza de
la actividad mental. Tradicionalmente se había postulado
desde la filosofía, la moral y la
religión
que el hombre se gobernaba por las decisiones de su conciencia,
que habitualmente cuando estaba adecuadamente encaminada se
equiparaba a los procesos de la reflexión racional. Pues
bien, Freud con el
psicoanálisis cuestiona este modelo de persona: la
actividad mental depende principalmente de la actividad del
inconsciente. Los conflictos surgen de tendencias en
oposición. Por un lado los impulsos sexuales/agresivos y
por otro las defensas construidas contra la gratificación
consciente de estos impulsos. La persona aprende a partir de la
experiencia de su niñez a afrontar la inseguridad y
ansiedad proveniente de las prohibiciones sociales y expectativas
de sus padres en relación a la satisfacción de sus
deseos e instintos. Para ello desarrollan estrategias defensivas
para el manejo de las ansiedades derivadas de sus
conflictos. Estos conflictos tienen un carácter
inconsciente.  Los síntomas de malestar son
expresiones del conflicto, como soluciones de
compromisos defensivos. Por un lado proporcionan cierta
gratificación y por otro conllevan la ansiedad por lo
reprimido y prohibido.  La terapia psicoanalítica se
dirige al manejo del conflicto inconsciente subyacente y no a los
síntomas, que pueden ser sustituidos sino se maneja el
conflicto de fondo.  Como los conflictos han sido aprendidos
a partir de la relación del niño/a con sus padres o
adultos significativos, tienden a repetirse a lo largo de la vida
con otras personas significativas. El paciente en la
relación con su psicoanalista llega a proyectar o
desplazar sobre este sus conflictos no resueltos, de modo que su
experiencia con este está distorsionada por el significado
inconsciente derivado de sus relaciones previas con sus
progenitores. Este fenómeno fue llamado transferencia por
Freud. El psicoanalista fomenta con la asociación libre
del paciente (expresar cualquier deseo, pensamiento, sentimiento
o actividad psíquica que venga a la mente de manera
directa, por absurda que parezca) en una postura reclinada en el
diván, donde el analista desaparece de la vista del
paciente (normalmente situado en su cabecera), que el paciente
vaya proyectando sus transferencias hacia el analista.

Laplanche y Pontalis definen la transferencia como "el
proceso mediante el cual los deseos inconscientes se actualizan
sobre ciertos objetos en el marco de un determinado tipo de
relación establecido entre ellos y, de modo especial en el
marco de una relación analítica. Se trata, en este
caso de una repetición de prototipos vivida con un marcado
sentimiento de actualidad". El analista interpreta esta
transferencia hacia su persona como derivadas de las relaciones
parentales y su significado inconciente.  

 Por otro lado el psicoanalista puede responder a
la transferencia del paciente con la suya propia hacia este. Es
el caso de la contratransferencia. De ahí deriva la
importancia de que el terapeuta haya pasado por su propio
análisis personal. Además el terapeuta analista
debe seguir las reglas de abstinencia y de atención
flotante. El analista se abstiene de responder a las demandas
concretas del paciente de consejo, orientación o
simpatía, haciendo de espejo o pantalla en la que el
paciente proyecta sus conflictos inconscientes. La
atención flotante implica no dar prioridad a ningún
elemento del discurso del
paciente sobre otro, manteniendo así una actitud de
neutralidad.  

Los anteriores elementos facilitan que se de una
relación transferencial que es analizada por el
psicoanalista: el paciente proyecta sus conflictos inconscientes
con sus figuras parentales sobre el analista que no reacciona de
manera punitiva, sino ofreciendo una oportunidad para hacer
consciente estos conflictos. El propio analista puede
experimentar reacciones emocionales hacia su paciente, que deben
ser analizadas con un supervisor o compañero, a fin de no
reproducir la relación patógena parental con el
paciente en cuestión. Los pacientes están sujetos
al fenómeno de la resistencia. Conciente e
inconcientemente, despliegan una serie de maniobras defensivas
para eliminar la ansiedad y conflicto producido por la libre
asociación. El analista está atento a estas
maniobras y las interpretan cuando se manifiestan, constituyendo
este trabajo el llamado análisis de la
resistencia.

Actualmente los modelos
psicodinámicos mas aplicados son las psicoterapias breves
de orientación psicodinámica. Estas intervenciones
enfatizan la selección
del conflicto a abordar, un rol mas activo del terapeuta, un
periodo más breve de sesiones preestablecidas y la
resolución de determinados conflictos. Estos enfoques
suelen recibir el rechazo de los analistas clásicos por no
atenerse a los principios
estrictos del psicoanálisis. Sus defensores se consideran
dentro de la línea psicoanalítica y defienden la
mayor efectividad de sus terapias breves sobre el
psicoanálisis clásico.

El psicoanálisis y las psicoterapias
dinámicas han sido a menudo criticados por su
visión especulativa y alejada de los datos de la ciencia, y
por su carácter doctrinario y casi religioso en la forma
de sus instituciones
y maneras de proceder.
 7.1.b.    Los modelos
humanistas-experienciales:
Tienen su referencia más
clásica en los trabajos de Rogers de la "psicoterapia
centrada en el cliente" y Perls
en su "terapia gestalt". El
modelo de psicoterapia desarrollado por C.Rogers parte de la idea
de que la persona posee una tendencia actualizante, una especie
de impulso hacia el crecimiento, la salud y el ajuste. La
terapia más que hacer algo al individuo, tratará de
crear las condiciones para liberarlo para un crecimiento y
desarrollo adecuado. Hay una serie de condiciones que impiden y
bloquean la tendencia actualizante. El aprendizaje de un concepto
negativo de si mismo, es quizás una de las condiciones
bloqueadoras más importante. Un concepto negativo de si
mismo deriva de experiencias de desaprobación o
ambivalencia hacia el sujeto en etapas tempranas de su vida.
Parte del trabajo terapéutico consistirá en
facilitar que el sujeto exprese sus ambivalencias e impulsos
hostiles y agresivos, de modo que este pueda reconocerse de
manera integral. Otro elemento fundamental para que el sujeto
continúe con su experiencia actualizante es el proceso de
"experiencing". Esto conlleva el trabajo para reconocer
conscientemente sentimientos, a menudo localizados corporalmente,
que habían sido reprimidos. Esto ayuda a modificar el
concepto distorsionado de si mismo en una atmósfera no
amenazante. El sujeto sin embargo se encuentra con una gran
dificultad para actualizar su experiencia interna de manera
consciente. Ha aprendido unas condiciones de valoración
externas impuestas por los medios
familiares, educativos y de socialización. Lo que el
sujeto tiene por su propio concepto personal aparece así
desligado e incongruente con su real experiencia corporal
interna. De este modo puede sentir en privado consciente, y
más a menudo inconscientemente, sentimientos que inhibe en
público. El si-mismo aparece así disociado e
incongruente entre el autoconcepto regido por condiciones de
valoración externa y la experiencia sentida, lo que genera
la psicopatología. La terapia intenta corregir las
condiciones de valoración externa y proporcionar la
oportunidad de vivenciar las experiencias y sentimientos internos
negados y reprimidos, de modo que aumente la congruencia del
sujeto, entre su autoconcepto, que cambiará y su
experiencia que se hará mas conciente. El enfoque
rogeriano propone tres estrategias básicas para lograr las
anteriores metas:

a- La resonancia empática del
terapeuta hacia la experiencia del cliente.

b- La consideración positiva
incondicional del terapeuta hacia la persona del cliente
y

c- La congruencia interna del terapeuta con
sus sentimientos vividos en la relación de
terapia.

La empatía consiste en el esfuerzo continuo del
terapeuta por apreciar y comunicar a su cliente una
comprensión de los sentimientos y significados comunicados
por este. Esto se hace mediante un ciclo de tres
fases:

a-La resonancia o armonía empática del
terapeuta a las comunicaciones
del cliente, donde toma contacto y mantiene una
comprensión auténtica con la experiencia interna
del cliente, atrapando lo más esencial de esta,

b-La expresión o comunicación de la empatía al
cliente con aprecio positivo al cliente y

c-La recepción del cliente de la empatía
expresada por el terapeuta que sirve a este como feedback de su
comprensión. La consideración positiva
incondicional es el proceso que lleva al terapeuta a dar
oportunidades al cliente para expresar sus sentimientos,
generalmente inhibidos, para facilitar su
autoaceptación.

El terapeuta despeja de su mente la valoración
del cliente por algún criterio externo, y evita corregirle
o dirigirle por criterios preestablecidos. Esta actitud conlleva
un aprecio hacia los sentimientos y la persona del cliente con
todas sus aparentes contradicciones e irracionalidades. Por
último, la congruencia se refiere a la autenticidad del
terapeuta ante su cliente particular. Para que aquel pueda
mostrarse empático, el terapeuta es coherente con sus
propios sentimientos generados en la relación de terapia.
El terapeuta comunica estos sentimientos de manera verbal y no
verbal al cliente. Esto no conlleva la expresión de tales
sentimientos de manera impulsiva, sino cuando facilitan el
crecimiento experiencial del cliente. Los desarrollos posteriores
de las terapias humanistas discuten que las tres condiciones
básicas de Rogers para una terapia efectiva sean
suficientes (Carkuff, 1979; Greenberg y cols. 1996). Aceptan la
necesidad de tales condiciones para una terapia efectiva, pero
añaden otras tareas para trabajar con sentimientos o
procesos específicos que permanecerían bloqueados a
pesar de haber logrado una relación auténticamente
empática. Las psicoterapias experienciales actuales
(Greenberg y cols. 1996) recogen estos nuevos aportes, aunando el
legado de Rogers con las tareas especificas de la terapia Gestalt
de Perls. El enfoque gestaltico parte de la noción del
sujeto como tendiente a completar su existencia, de manera
similar al enfoque de la autorrealización-experiencing de
Rogers. También esta tendencia puede verse impedida por
criterios de valoración psicosocial externos, produciendo
una negación de necesidades y deseos personales,
impidiendo que la gestalt de totalidad no se complete. Estos
deseos y necesidades no reconocidas continúan actuando de
fondo, produciendo síntomas y malestar.

La terapia gestalt propone tareas específicas
para lograr que ocurran tres procesos que faciliten la
integración de esos deseos y necesidades: a- La
valoración de actualidad: En el aquí y ahora del
presente se trabaja con el material apartado o escindido, no en
el refugio del pasado o en la ilusión del futuro. b- La
valoración de la conciencia y la aceptación de la
experiencia: Trabajando con la experiencia sensorial y emocional
y evitando el discurso intelectual o las interpretaciones. c- La
valoración de la responsabilidad e integridad: Cada uno es
responsable de su conducta por ilógica o extrema que
parezca.  La toma de conciencia en el aquí y ahora
("awareness") es esencial para la terapia gestalt. Los deseos y
las necesidades escindidas y reprimidas forman como un otro ajeno
a la totalidad, un otro bloqueado. Las tareas de la terapia
intentan que el sujeto integre este otro en la totalidad
consciente del aquí y ahora. Las "tareas" trabajan con el
material aportado por el sujeto (sus sueños, sensaciones,
relaciones interpersonales, conductas y fantasías
problemáticas), afín de que este material se
exprese y se abra a la conciencia. Para ello utiliza, entre otros
métodos,
tareas de psicodrama, donde las partes problemáticas
entablan diálogos a fin de desplegar el material escindido
(la famosa "tarea de dialogo con la
silla vacía"). Las terapias humanistas han sido criticadas
por su presentación excesivamente optimista de la naturaleza
humana, de corte rousssiniano, cayendo, para sus
críticos en un romanticismo
irreal en lo mejor de sus casos; por otro lado ha sido criticada
de un exceso de investigación sobre procesos con pocos
resultados (Marino Pérez, 1999).

7.1. C.     El modelo
cognitivo-conductual
: Se basa en el trabajo con la conducta
y los significados personales, teniendo en cuenta el desarrollo
de tres corrientes o directrices de manejo. La primera corriente,
por orden de aparición histórica es el conductismo
radical, que ha tenido a Skinner como
su máximo representante, entiende la naturaleza humana
sujeta a procesos de condicionamiento, sobretodo del
condicionamiento operante, que rige no solo la conducta
manifiesta, sino también la conducta subjetiva o interna
como son los procesos cognitivos-lingüísticos. El
conductismo radical está centrado en el control de la
conducta en función de sus consecuencias mediante el
análisis funcional. Lo importante aquí son las
funciones o efectos de la conducta. Todo lo que el mentalismo
había entendido por funciones mentales conscientes e
inconscientes, desde el lenguaje,
la memoria, el
inconsciente, etc.; es descrito como conducta subjetiva, sujeta a
sus funciones, a sus contingencias de efecto. En contra de lo que
se suele creer, el conductismo radical de Skinner, no ignora los
procesos subjetivos, sino que los estudia como conductas
encubiertas en función de sus consecuencias.

En este sentido una de las obras capitales de Skinner,
que había sido casi ignorada en la modificación de
conducta, es "Conducta verbal" (1957). En esta obra analiza las
funciones del lenguaje humano como conducta instrumental. Esta
incorporación del lenguaje supone una modificación
de la propia terapia conductista, que venia centrada casi
exclusivamente en las conductas motoras. Los desarrollos del
conductismo radical actual, traducen toda la terapia cognitiva y
las psicoterapias tradicionales a un pormenorizado
"análisis funcional del lenguaje". En este sentido es
llamativa la "psicoterapia analítica funcional" de
Kohlenberg y Stai (1993) que tiene por eje el análisis de
la relación terapéutica como vía de cambio a
través de las funciones del lenguaje en la relación
establecida entre el paciente y el terapeuta. La segunda
corriente, es la terapia cognitiva. Sus principales
representantes son Ellis y Beck. La terapia cognitiva está
especialmente interesada en la importancia del significado
disfuncional sobre la psicopatología.

Entienden los terapeutas cognitivos que la mayor parte
del sufrimiento humano deriva de creencias irracionales,
supuestos o significados personales adquiridos en la experiencia.
La función del terapeuta cognitivo es enseñar al
paciente a ser consciente de estos significados disfuncionales, a
menudo de carácter inconsciente o preconsciente, y a
modificarlos mediante varias vía de cambio, que pueden
incluir técnicas de verificación experimental,
debate
racional de creencias, aprendizaje de nuevas conductas, y
prácticamente cualquier técnica de terapia
existente que sea efectiva . Los terapeutas cognitivos suelen ser
técnicamente eclécticos al usar procedimientos de
cambio efectivo, provenientes de cualquier tradición
psicoterapéutica; pero sistemáticos en su
teoría cognitiva del funcionamiento humano. La terapia
cognitiva es actualmente el enfoque de psicoterapia más en
boga, cuenta con numerosa investigación, es el más
reconocido -junto a las aportaciones conductuales- en la
psiquiatría internacional y ha aportado métodos de
terapia efectivos para determinados trastornos mentales, entre
los que destaca la efectividad sobre la depresión
no psicótica. La tercera corriente de la
modificación de conducta, la más reciente en el
tiempo, son las terapias constructivitas. Las cuales se postulan
como una alternativa a las terapias cognitivas tradicionales (p.e
Ellis y Beck).

El constructivismo
entiende, que la mente humana construye la realidad tanto externa
como subjetiva. No existiría una realidad externa que es
representada por la mente humana, que podría ser
más o menos ajustada a una realidad o verdad
última, y que por lo tanto cuando fuera desajustada seria
"distorsionada" como presuponen los terapeutas cognitivos
tradicionales, la ciencia
moderna en general, y el resto de las otras corrientes de
psicoterapia y la misma psiquiatría. El sujeto en interacción con su medio
físico-cultural construye su propia experiencia de manera
progresiva y evolutiva (Piaget,
Guidano.) La mente no solo es capaz de influir sobre la conducta,
sino sobre lo que se ha venido llamando estímulo
("imput"), el mismo concepto de realidad es una
construcción subjetiva e histórico-cultural donde
las fuerzas de poder imponen sus criterios de lo que debe
entenderse por tal cosa.

Para los constructivitas este proceso constructivo de la
mente de su propia experiencia está regido por reglas
abstractas de carácter tácito o inconsciente,
operaciones
fuera del control consciente. Esta corriente psicológica
introduce una concepción alternativa al inconsciente
dinámico, el "superconciente": el cual afirma que los
procesos tácitos abstractos actúan por encima de la
conciencia gobernándola, no estando sujetos a ella. Los
seres humanos son guiados por guiones de construcción de
su experiencia tácitos o no conscientes, que comienzan a
actuar a niveles muy tempranos del desarrollo
personal, en la vinculación del niño con sus
progenitores. De aquí la importancia que los
constructivitas han dado a la teoría del apego de Bowlby,
como pieza fundamental de la vinculación afectiva temprana
con consecuencias para la vida del individuo. La terapia
constructivita trata de explorar estos guiones tácitos y
como constriñen la experiencia, de modo que al elaborarlos
el paciente pueden construirse guiones alternativos. Sus
métodos de terapia son exploratorios mas que centrados en
el cambio, esto es así porque se trata de evitar que el
terapeuta imponga sus propias construcciones a los pacientes. El
terapeuta establece más bien las condiciones para la
exploración de las reglas tácitas que guían
la vida del paciente.

7.-1-d   El cuarto enfoque
psicoterapéutico más importante en la actualidad
son las Terapias Sistémicas. Basadas
principalmente en la Teoría General
de Sistemas, que aplicada al funcionamiento de una familia,
organización u otro sistema social implica que la conducta
de uno de sus miembros no se puede entender separada del resto de
sus miembros.

Como proceso terapéutico la
teoría de los sistemas es representada por:aLa
Escuela Interaccional
(Batenson, Watzlawick, Weaklan y
Fishs): Para estos autores las soluciones intentadas por la
familia u otros sistemas para solucionar una situación
problemática constituyen el verdadero núcleo de los
problemas. Las
intervenciones de terapia se dirigen a confrontar esas
soluciones. Para ello hay que emplear una lógica distinta
a la normal ("cambio 1" de hacer lo contrario a lo intentado) y
emplear intervenciones paradójicas ("cambio 2") que
produzcan cambio en la estructura del
sistema. Dentro de esta línea se han desarrollado
también estrategias para el abordaje de los problemas
individuales. Uno de sus desarrollos actuales mas importantes es
la "terapia basada en la solución" de De Shazer (1993),
que partiendo de principios interacciónales se fundamenta
más en las excepciones a los problemas que en las
soluciones intentadas.

b-La Escuela Estructural-Estratégica
alrededor de la obras de Haley y Minuchin: destaca las relaciones
triádicas y el papel de las "alianzas" y "coaliciones" en
el funcionamiento de los sistemas. Las alianzas suponen la mayor
cercanía afectiva entre dos o más miembros de un
sistema en relación a otros, mientras que la
coalición supone una variante de la alianza constituida
contra uno o varios terceros. Las coaliciones, en el caso de las
familias, están formadas por miembros de dos generaciones
(un padre y uno de los hijos) frente al otro progenitor (el otro
padre). Tiene como consecuencia la disfunción del sistema
y el impedimento de su desarrollo y funciones. Las intervenciones
habituales en esta escuela buscan "redefinir" el problema para el
sistema, a fin de que acepten la posibilidad de un cambio, que
suele ser mediante una prescripción
paradójica.

c- La escuela de Milán: gira en torno a la obra
de Selvini-Palazzoli Esta autora se centra mucho en las familias
llamadas de "transición psicótica" (con problemas
típicos de trastornos psicóticos o anorexia
nerviosa). Un punto importante en este enfoque es el
análisis de la demanda de tratamiento, mediante el que se
formula la primera hipótesis que cumple el llamado
"paciente identificado" en el funcionamiento familiar. A menudo
las intervenciones de terapia suponen una "connotación
positiva del síntoma", que viene a ser una
redefinición del problema y las intervenciones
paradójicas.

d- Los modelos constructivitas: (Procter,
Cecchin, Anderson) Son los modelos más modernos y
actuales. Suponen un cambio respecto a los tres modelos
anteriores, que se habían centrado en las interacciones
supuestamente observadas de forma objetiva por el terapeuta. Lo
importante ahora no son las interacciones sino la
construcción de significados compartidos por los miembros
del sistema (Las "Premisas del sistema"). Las intervenciones se
dirigen al cambio de estas premisas, sobretodo a través de
renarrar la historia de la familia desde marcos
alternativos.

Perspectiva de la
conducta violenta desde la neuro
fisiología

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