Si bien José Martí
no fue un filósofo, en el sentido tradicional de la
palabra, de su pensamiento
filosófico puede decirse lo que él dijera del poeta
Walt Whitman: "su método a
de ser grande, puesto que su efecto lo es". En última
instancia, toda su vida es una plasmación de la exigencia
hecha por Karl Marx a los
filósofos en su conocida Tesis 11 sobre
Feuerbach.
El Idealismo
Práctico de José Martí
– como calificara a su filosofía el gran hispanista francés
Noel Salomón -, pletórico de análisis materialistas en múltiples
aspectos, sobre todo de la vida social, constituyó el
sustrato más general para su apostolado político,
dedicado a preparar a los hombres para obtener la independencia
y la justicia mayor
para Cuba, y la
segunda y definitiva independencia de Nuestra América.
Entre los postulados martianos sobre el desarrollo social
se destaca la fundamentación de la necesidad de las
revoluciones, cuando la evolución normal de la sociedad es
interrumpida.
Para él "De vez en cuando es necesario
sacudir el mundo para que lo podrido caiga a tierra."
Este punto de vista expresa la unidad indisoluble entre
su labor intelectual, su praxis
política y
su visión ética de
la vida.
El grave problema ético que significaba, para un
humanista como Martí, ser el instigador máximo de
la Guerra
Necesaria hallaba su respuesta en el análisis objetivo,
científico, de la realidad cubana; al respecto aclaraba:
"Esta no es la revolución
de la cólera.
Es la revolución de la reflexión. Es la
única forma, es la única vía porque podemos
llegar, tan pronto como nuestras necesidades imperiosas quieren,
a la realización de nuestros brillantes y enérgicos
destinos." (OC. T21. P107-108).
Sin llegar a un enfoque teleológico, el devenir
del género
humano es concebido por Martí como el ascenso, desde las
sociedades
más egoístas, hacia las altruistas, pasando por las
eras de la tiranía, la independencia, la libertad y una
futura, de la justicia.
Sobre ellas apuntaba: "Ya pasamos, quizás,
aquellas dos primeras eras de la historia. Desde el 79 (debe
ser 1789) ha empezado el mundo a realizar como efectiva la
tercera, que en principio y en ansiedad no dejó de
entender y sentir nunca. ¡quién sabe; nadie
aún puede saber; cuando la cuarta venturosa época
iluminará y revivirá¡" (OC. T21.
P75-76)
Todo este arsenal de ideas que conforman, entre otras,
lo que pudieramos llamar la filosofía martiana de la
historia, fueron puestas en función
del estudio del país más complejo y dinámico
de su tiempo: los
Estados
Unidos, o como él solía llamarlo, la
"América Europea".
Los Estados Unidos – donde Martí se
asentara por la existencia de fuertes núcleos de cubanos
en varias ciudades y sus costumbres liberales – eran un
país muy distinto a los vividos por él con
anterioridad. Al decir de Marx – y de
Martí – aquel era un gigante que avanzaba "Con
las botas de siete leguas".
Su impetuoso desarrollo
industrial, basado en la aplicación de los avances
más modernos de la ciencia y
la técnica; la expansión territorial, a expensas de
México y
de las tierras arrebatadas a los indios; la gran población inmigrante (unos 14 millones,
entre 1860 y 1900); el proceso
acelerado de concentración y centralización de la producción y el capital, que
dio lugar a los primeros monopolios; la riqueza desbordante en un
polo y la explotación despiadada de la clase obrera
en el otro, provocando una aguda lucha de clases y el predominio
del pragmatismo en
la ideología y la psicología
social, hacían de la sociedad norteamericana algo
novedoso – aunque no desconocido – para Martí,
quien se consagró con ahínco al estudio de aquella
experiencia social, llegando a convertirse en "el
latinoamericano que mejor conocía a los Estados
Unidos". (Retamar, R. 1974)
Los criterios éticos de José Martí,
que marcan, cual un imperativo categórico, toda su
actividad, condicionan su crítica
temprana a la "metalificación helada" (1875) de
la sociedad norteamericana, fruto del predominio de la moral
pragmática.
En los análisis de la sociedad, José
Martí adopta puntos de vista metodológicos cercanos
a los de la historiografía francesa de la
Restauración y los textos marxistas sobre la sociedad.
Así, al estudiar a los Estados Unidos parte de un enfoque
integrador y dinámico de la sociedad – casi
sociológico -, postulando que: "Para conocer a un
pueblo se le ha de estudiar en todos sus aspectos y expresiones:
¡en sus elementos, en sus tendencias, en sus
apóstoles, en sus poetas y en sus bandidos¡". Este
enfoque le permitirá llegar a precisar las
características esenciales, misión
fundamental del investigador, pues acotaba, se debía
"estudiar las cosas en su raíz y significación, no
en su mera apariencia".
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