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Futuros contingentes (página 2)




Enviado por Marcelo Aguirre



Partes: 1, 2

Por el contrario, si supusiéramos que los
acontecimientos futuros son contingentes, esto es, que no
están determinados de antemano, podríamos
preguntarnos: Entonces, ¿cómo entender el futuro?,
¿es en todos los casos lo que llamamos "futuro" una mera
creación de nuestra imaginación?, ¿ó,
a lo sumo, una proyección de nuestras experiencias
pasadas?, ¿ó, bien, un horizonte preñado de
posibilidades que esperan ser actualizadas mediante nuestro
esfuerzo y empeño?

En suma, respecto del futuro: ¿hay
contingencia ó necesidad
? Para responder taxativamente
a esta disyuntiva tendríamos que poder estar
más allá del tiempo y del
devenir, tendríamos que –por decirlo de alguna
manera– estar en la "mente divina", esto es: salir de la
dimensión espacio-temporal en la que estamos insertos y
situarnos en un lugar de observación trascendental, fuera del antes
y del después, en un hipotético presente absoluto
que –siguiendo a la tradición
filosófica– podríamos denominar
"eternidad".

Dicho de otra manera, en tanto "somos en el tiempo" no
podemos saber de un modo absoluto si lo que llamamos futuro es
algo necesario ó contingente, o mejor, si los "futuros"
son siempre y en todos los casos posibles ó
necesarios.

Ante tal imposibilidad epistemológica, nos queda
–empero– la "posibilidad" –ó al menos la
ilusión de la posibilidad– de optar por creer que
los acontecimientos futuros no están determinados,
ó que sí lo están. En ambos casos se trata
siempre de una hipótesis que sirve al hombre en el
plano de la praxis
cotidiana.

Es así que, por ejemplo, podríamos
toparnos con alguien que nos dice con toda sinceridad: "Yo
juego a menudo
a la lotería, pero juego porque quiero
[contingencia], ¡no soy un adicto al juego!; de todas
maneras, si es el destino que gane un día,
así será, si no, es porque no llegó mi hora
[necesidad]". Lo cierto es que ambas hipótesis, la que
sostiene la contingencia y apuesta a la libertad
–al menos en el campo de las decisiones humanas–, y
su contraria, la que sostiene la necesidad y el destino, ambas
suelen ser utilizadas como complementarias en la praxis de la
vida cotidiana.

En lo que sigue, intentaré ampliar el análisis y la problematización del
tema desde cuatro puntos de vista distintos aunque no excluyentes
entre sí, sino complementarios:

  • Perspectiva
    lógico-metafísica: "realidad
    física".

  • Perspectiva psicológica:
    "realidad psíquica individual".

  • Perspectiva holística:
    "sincronicidad".

  • Perspectiva trascendente:
    "providencia".

En la primera perspectiva, tomaré como referente
a Aristóteles; en la segunda al Psicoanálisis; en la tercera a C. G. Jung;
y en la última, a Tomás de Aquino.

Finalmente, propondré algunos
corolarios.

Perspectiva
lógico-metafísica: "realidad física"
según Aristóteles

Como dije, cuando hablamos de futuros contingentes
hablamos de realidades, acontecimientos ó sucesos que
ahora mismo no son, pero que pueden ser ó no
ser.

Es curioso que Aristóteles, comúnmente
considerado el Padre del empirismo de
corte metafísico y del realismo,
contrariamente a lo que podríamos esperar, trate con
cierta extensión el tema de los futuros contingentes no en
la Física, ni siguiera en la
Metafísica, sino en su tratado Sobre la
Interpretación (Perí
Hermeneias).
Y esto se justifica por el hecho de que hablar
de futuros contingentes implica necesariamente hacer un salto
desde el logos –el pensamiento y
la palabra– hacia la fysis –el mundo
material–; un salto desde el mundo de lo "posible"
(lo mental) al mundo de lo fáctico (los hechos). Distinto
es hablar del presente y del pasado, ya que no son posibilidades
—como lo es el futuro contingente—, sino "hechos",
respecto de los cuales, por tanto, podemos afirmar algo con
certeza fáctica:

En las cosas que son y que fueron es
necesario que la afirmación ó la negación
sea verdadera ó falsa.[4]

Es decir, cuando se trata de hechos, ya presentes, ya
pasados, no hay probabilidades ni posibilidades (como ocurre
respecto del futuro) sino que hay adecuación ó no
entre lo que afirmamos y los hechos. Dicha
"adecuación" ó correspondencia es lo que
Aristóteles entiende por "verdad". Por ejemplo, si
está lloviendo en este momento, el juicio "Está
lloviendo" será verdadero ó "adecuado" a la
realidad del hecho. Si no se adecua a los hechos, será
falso. En cambio,
respecto de los futuros contingentes, tanto la afirmación
como la negación pueden ser verdaderas, aunque –por
supuesto– no al mismo tiempo respecto del mismo
sujeto:

Con los singulares futuros no ocurre igual. Pues si
toda afirmación ó negación fuera verdadera
ó falsa, también necesariamente todo lo afirmado
ó negado habría de darse ó no darse
[lo
cual sabemos por experiencia que no es
así].[5]

El plano lógico, cualquiera de las partes de una
disyunción puede ser verdadera ó falsa, lo
único necesario es que la disyunción sea verdadera
en cuanto disyunción. Llevado al plano de los futuros
contingentes, lo único necesario –con necesidad de
hecho– es que sean contingentes.

Digo, por ejemplo, que necesariamente mañana
habrá ó no habrá una batalla naval
(…) Empero, es necesario que se produzca ó no se
produzca (…) Necesariamente ha de ser verdadera
ó falsa una u otra parte de la contradicción, pero
no ésta ó esa sino cualquiera al azar; y puede ser
verdadera una más bien que la otra, pero no verdadera
ó falsa ya
.[6]

Pero aunque dentro del ámbito de lo contingente
no hay certezas absolutas, no se descartan las
probabilidades. La regularidad que observamos en el mundo
físico sentó las bases de la confianza en las
predicciones estadísticas. Éstas nos pueden
inclinar a esperar algo más que su contrario. De
allí que Aristóteles llame a una hipótesis
"más verdadera" que su contraria.

Es así que, no obstante la "contingencia" de los
futuros, observamos en la naturaleza
ciertas regularidades. Algunas más estables que otras.
Cuanto más estable es una regularidad, tanto más
estamos inclinamos a pensar en algo "necesario". Sin embargo, lo
"necesario" (en tanto que por definición "no puede
no ser"), parece darse en el plano de la lógica,
no así en el mundo físico. Sin embargo, apoyados en
regularidades marcadamente estables hay quienes hablan, un tanto
impropiamente, de "necesidad de naturaleza". Por ejemplo,
es para el sentido común algo obvio esperar que un manzano
produzca una manzana y no un pomelo. Sin embargo, la regularidad
que observamos en la naturaleza muchas veces se ve alterada por
diversos factores; y así, aunque comúnmente no es
esperado, una serpiente, por ejemplo, puede en raras ocasiones
parir una cría con dos cabezas, tal como la que se
conserva en algunos museos de rarezas naturales.

Es así que en el mundo físico, las
regularidades parecen tener excepciones. Y dentro de los futuros
contingentes, a pesar de las probabilidades basadas en
regularidades, hay sucesos totalmente no previsibles, ó
azarosos
, particularmente en campo de las decisiones humanas,
ya individuales, ya colectivas. Esto nos enfrenta con la
hipótesis de la libertad humana, tema en el que no
podré entrar dados los límites de
este ensayo. Sin
embargo, si la tomamos como una hipótesis: la libertad de
las decisiones individuales y colectivas ó concensuadas no
hace sino reafirmar la "contingencia" de todas aquellas
posibilidades que caen dentro de lo futuro:

Lo que llega a ser cualquier cosa al azar no tiene
ni tendrá por qué ser así ó no ser
así.
[7]

Pero si consideramos que aquello que "no tiene ni
tendrá que ser así" está en el plano de la
lógica, de la no contradicción, y de lo "posible"
–que es un ente de razón–, estaríamos
tentados de adjudicar a Aristóteles un idealismo de
tipo meta-lógico, lingüístico y
construccionista. Pero Aristóteles no subordina la
realidad al pensar, sino todo lo contrario. Para él, la
realidad existe como no-contradictoria en sí misma,
independientemente del pensamiento
racional y su lógica. Los futuros contingentes en
tanto "posibilidades" están en el plano del pensamiento,
pero no necesariamente por ser pensados habrán de
concretarse en la realidad. En todos los casos es el pensamiento
el que depende de la realidad y no a la inversa:

En efecto, las cosas ó serán ó
no serán no por afirmarlas ó negarlas,
ni
dentro de diez mil años más que dentro de cualquier
otro tiempo.[8]

Tal es así, que la relativa certeza, incluyendo
el cálculo
de probabilidades, que nuestro pensamiento puede adquirir
respecto de la realidad témporo-espacial, no le viene
totalmente de sí mismo sino que parte y se fundamenta en
la observación y estudio de aquella.

En suma, el mundo de los futuros contingentes es una
"puerta abierta a la posibilidad de lo posible", esto es,
a la posibilidad de que llegue a darse en la existencia algo que
"puede ser" concebido en el plano de la mente, esto es, algo que
no es en sí mismo contradictorio (=imposible):

Pues, en general, en las cosas que no siempre se
realizan [=lo contingente] existe la posibilidad de que sean y de
que no sean, de modo que también puede que lleguen
ó que no lleguen a ser.[9]

Perspectiva
psicológica: "realidad psíquica individual"
según el Psicoanálisis

Es parte de la experiencia humana "ser en el tiempo",
"ser en la historia" ó mejor,
"ir haciéndose en la historia". El "hoy" de cada
individuo y su
configuración psíquica peculiar no surgieron de la
nada ni se dan en abstracto, sino que son el producto de la
interacción de las circunstancias
presentes, del pasado –es decir, la historia evolutiva de
cada individuo–, y de las fantasías y proyectos
respecto del futuro. Es así que los futuros contingentes,
según la perspectiva psicológica que seguiremos,
están intrínsecamente vinculados tanto al presente
como al pasado de cada individuo.

Las distintas escuelas y orientaciones de la psicología
contemporánea ponen el acento ya en una, ya en otra de las
dimensiones temporales de la existencia. En general, las
corrientes de base existencialista y las conductuales –
cognitivas
, se centran en el presente del individuo, y al
futuro lo ven como una posible construcción a partir siempre del presente
del sujeto y las potencialidades de que dispone.

El psicoanálisis, en cambio,
tradicionalmente ha puesto el acento en el pasado del sujeto. De
tal manera que las primeras vivencias infantiles
–particularmente en relación al Complejo de
Edipo– asentarían desde lo inconsciente las bases de
la orientación actual del sujeto y su proyección de
futuro. En casos patológicos, el sujeto podría
dejar de percibir el futuro como contingente, y experimentarlo de
alguna manera como una fuerza
inexorable y perversa. Esto es lo que en la literatura
psicoanalítica se conoce como "compulsión de
destino
" ó menos precisa pero más
extendidamente como "neurosis de
destino". Al respecto dice Freud:

[Algunos sujetos] dan la impresión de un destino
que los persigue, de una orientación demoníaca de
su existencia.[10]

Se trata de sujetos que, como se dice popularmente,
"tropiezan siempre con la misma piedra", y que además
experimentan: ó bien que hay una "fuerza" desconocida y
negativa en su propio interior que los impulsa a repetir casi
mecánicamente patrones de conducta
("compulsión a la repetición") que consideran
perniciosos para sí mismos y, en mayor ó menor
medida, también para los demás; ó bien,
experimentan que esa fuerza desconocida no está dentro de
ellos mismos, sino fuera, en el mundo, como "ley del destino"
que frustra constantemente todo intento de cambio,
generándoles además de angustia, impotencia y hasta
desesperación. Dice Freud:

Se trata de individuos que [paradójicamente]
fracasan ante el
éxito
.[11]

En esta misma línea, el psicoanalista René
Laforgue habla de "neurosis de fracaso". Expresión amplia
con la que designa un modo deficitario de funcionamiento
psicológico por el cual el superyó de ciertos
individuos sería el responsable último de una serie
de mecanismos inconscientes de autocastigo que
desembocarían en el fracaso, particularmente en esferas
afectivas y sociales.[12]

Los seguidores de Freud, en general, destacan las
"improntas" irreversibles que –para bien ó para
mal– quedan grabadas en el psiquismo del hombre y la mujer adultos.
Esas improntas pertenecen al pasado, pero se reactualizan
constantemente en el presente del individuo, y se proyectan
inconscientemente en su visión del futuro,
tiñéndolo de pesimismo ó de optimismo,
según que las primeras experiencias infantiles hayan sido
favorables para la adquisición de una "confianza
básica" ó, por el contrario, desfavorables y
causantes de traumas.

Dado los límites de este trabajo,
señalaré sólo algunos de los que considero
aportes fundamentales de tres autores escogidos: Mahler, Bion y
Adler.

Margaret Mahler, por su parte, subrayará
la gran importancia que tiene para todo el devenir
psíquico una adecuada "ruptura del cascarón"
en el niño. Denomina así al proceso vital
que tiene lugar entre el 5º y el 8º mes. En dicha fase,
el niño ha de adquirir progresivamente la posición
erecta y aprenderá a dar primeros pasos, tomando distancia
de la madre, pero teniéndola a la vista, logrando
así el inicio de un proceso psicoafectivo de
"separación e individuación", de capital
importancia para la configuración del psiquismo. Una mala
resolución de esta fase ocasionaría a una amplia
gama de características neuróticas e incluso una
posible patología borderline.
[13]

Wilfred Bion, por su parte, subrayará la
importancia del "reverie" materno. Éste consiste en
una función
protectora y contenedora de la madre respecto del niño,
que haría las veces de filtro de las emociones
demasiado intensas provenientes del medio que el frágil
psiquismo del niño sería incapaz de procesar y
tramitar por sí mismo. En caso de fallar el
reverie materno, el niño quedaría expuesto
a experiencias emocionales traumáticas graves –lo
que Bion denominó "terror sin nombre", dado que el
psiquismo del niño pequeño aún no puede
asignar "palabra" a las emociones–, de posibles
consecuencias psicotizantes.[14]

Alfred Adler, considera que la
preocupación excesiva y desconfiada respecto del futuro es
propia del hombre neurótico. Difiriendo de Freud, Adler no
admite la etiología sexual de las neurosis. Afirma, por su
parte, que toda neurosis se origina en lo que él denomina
"sentimiento de inferioridad". Éste
consistiría –tomando una expresión de
Janet– en cierto "sentimiento de incompletud", originado en
la infancia,
cuando el niño, al compararse con sus padres ó con
otros adultos, habría experimentado una sensación
de inferioridad. La cual, operaría desde lo inconsciente
como núcleo patógeno responsable de todo futuro
desánimo neurótico, pesimismo y desconfianza
exagerados, merma en el rendimiento y todo tipo de desajustes con
el ambiente.[15]

En suma, para el psicoanálisis el futuro
–ya visto como contingente, ya como destino necesario e
inexorable– no sería otra cosa que producto de las
proyecciones de contenidos inconscientes originados en las
experiencias vitales del pasado.
Y los recursos de los
que dispone el Yo del sujeto para hacer frente a los
requerimientos actuales de cara al futuro, estarían en
gran medida determinados por las experiencias del pasado y por lo
que el sujeto "hizo" ó fue capaz de hacer con
ello.

Perspectiva
holística: "sincronicidad" según C. G.
Jung

Dentro de los futuros contingentes solemos incluir lo
que denominamos azar. Es decir, hechos que ocurren sin
que podamos predecirlos por vía causal, y que
parecerían carecer de sentido ó
significación en sí mismos tomados de modo aislado:
por ejemplo, una mosca que vuela; una hoja que cae; el
número ganador de la lotería. Pero la
distinción entre causal y casual no agota la
realidad, ya que hay un tercer grupo de
fenómenos que no son ni causales ni meramente azarosos
ó casuales: se trata de acontecimientos independientes
entre sí pero que coinciden a nivel significativo. Tal es
el caso de lo que Jung denominó fenómenos de
sincronicidad
.

Para entender estos fenómenos debemos adoptar una
perspectiva amplia e integradora. Por eso a esta tercera
perspectiva la llamé "holística" (de la
raíz griega hólos = totalidad), porque no
se centra sólo, como la primera, en lo objetivo
–lógico metafísico–; ni sólo,
como la segunda, en lo subjetivo
–psicológico–; sino que incluye ambas
dimensiones como un todo inseparable que da cuenta de la riqueza
y complejidad de la realidad:

Con la sincronicidad como punto de partida, es posible
empezar la construcción de un puente que
atraviese los mundos de la mente y de la materia, de la
física y
de la psique.[16]

Jung define la sincronicidad como:

  • Coincidencia significativa.
    [17]

  • Conexión transversal
    significativa.
    [18]

  • Coincidencia temporal de dos ó
    más acontecimientos, no relacionados entre sí
    causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico
    ó semejante.[19]

  • Simultaneidad de un estado psíquico
    con uno ó varios acontecimientos externos que parecen
    como paralelos significativos en el momentáneo estado
    subjetivo.
    [20]

Para explicar estas nociones considero útil
recurrir a un par de ejemplos referidos por el mismo Jung.
El primero:

Una joven paciente tuvo en un momento decisivo del
tratamiento un sueño durante el cual se le
regalaba un escarabajo de oro. Mientras me relataba el
sueño, estaba yo sentado de espaldas contra la ventana
cerrada. De repente percibí detrás de mí un
ruido,

como si algo golpeara suavemente contra la ventana.
Volviéndome advertí que un insecto había
chocado contra la ventana desde afuera. Abrí la ventana y
lo cacé al vuelo. Era la analogía más
próxima a un escarabajo de oro que cabe
encontrar en nuestras latitudes,
un «scarabeide
cetonia aurata »,
la «cetonia común de la
rosa», que evidentemente se había sentido impulsado,
en contra de sus hábitos comunes, a penetrar en una
habitación oscura en ese preciso
momento.[21]

El segundo:

La esposa de un paciente mío, cincuentón,
me refirió de pasada, durante una conversación, que
a la muerte de
su madre y de su abuela habíase reunido delante de las
ventanas de la cámara mortuoria gran número de
pájaros .
Su narración era similar a
las que ya había yo escuchado de otras personas. Al
acercarse a su fin el tratamiento de su marido, habiéndose
curado su neurosis, se manifestaron ciertos síntomas,
bastante innocuos en apariencia, que atribuí a una
enfermedad cardíaca. Lo remití a un especialista,
el cual, empero, no pudo encontrar nada de cuidado en la primera
auscultación, como me lo comunicó por escrito.
Al regresar de la consulta a su casa (con el informe
médico en el bolsillo), mi paciente se desplomó
repentinamente en la calle. Mientras se lo conducía
moribundo a su casa, su mujer se hallaba
ya muy angustiada, porque poco después de haber salido su
marido una bandada de pájaros había descendido
sobre el techo de la casa.[22]

Vemos en ambos casos, una coincidencia a nivel
simbólico ó de significado
, entre un
acontecimiento externo y un contenido subjetivo. En ambos casos
la coincidencia no puede explicarse de modo causal: no
podríamos decir de modo científicamente
fundamentado que el relato del escarabajo causó
ó produjo la aparición en ese momento de aquella
cetonia; tampoco podríamos afirmar que la aparición
de una bandada de pájaros produjo aquella afección
letal al paciente de Jung. En todos los casos cada acontecimiento
aislado tiene su propia explicación causal; pero no es
posible explicar causalmente la coincidencia a nivel de
significado que es lo propio del fenómeno de
sincronicidad.

Explica Jung que recién a partir del sueño
del escarabajo aquella paciente pudo hacer progresos reales en su
tratamiento, ya que desde hacía un tiempo el progreso
terapéutico parecía haberse estancado. Esto
está relacionado con la función simbólica
del inconsciente. Y no sólo el inconsciente personal, sino
también el inconsciente colectivo. Porque la paciente no
tenía conciencia de lo
que para culturas antiguas (para los Egipcios) significaba el
escarabajo: renacimiento
[23]renovación, resurgimiento. Y dado que,
como bien dice Jung: "Lo inconsciente con frecuencia sabe
más que lo consciente"
[24]el
inconsciente personal de aquella mujer bien podría haber
recibido esa información de un sustrato más
profundo, el inconsciente colectivo, y anunciar así, con
la producción de ese sueño, un cambio
de etapa en el proceso terapéutico, seguido de avances
ó progresos interiores. Ahora bien, el sueño se
produjo el día anterior a la aparición real de
aquel escarabajo con alas doradas. No obstante hubo aquí
una auténtica sincronicidad, es decir, una
coincidencia significativa, entre el sentido simbólico del
sueño y la aparición del insecto en el momento de
relatar el sueño al día siguiente.

En el segundo ejemplo, la esposa del paciente de Jung
pudo haber asociado la primera aparición de la banda de
pájaros con la muerte de su
madre, y temer por la vida de su esposo a partir de la segunda
aparición de pájaros, pero todo esto de modo
intuitivo e inconsciente, ya que ella desconocía
conscientemente, por ejemplo, el significado simbólico que
muchas culturas antiguas asocian a los pájaros
[25]viaje hacia el más allá;
tránsito de las almas; etc.

Ahora bien, respecto de los futuros contingentes, ambos
ejemplos nos llevan a pensar que la sincronicidad operaría
de alguna manera como un puente entre la psique y el mundo
témporo – espacial. En el primer caso, se vinculan
el pasado (momento en que la paciente tuvo el sueño) y el
futuro (la aparición del escarabajo al día
siguiente), en el presente de la sesión, durante la cual
Jung puede advertir el fenómeno de sincronicidad. Lo mismo
ocurre en segundo ejemplo en el que están vinculados
pasado, futuro y presente: las apariciones de la bandada de
pájaros en dos oportunidades, la muerte de la madre
(pasado) y la muerte del esposo posterior a la aparición
de los pájaros (futuro), y Jung que recuerda el relato de
la esposa de su paciente, advirtiendo la vinculación
significativas de los acontecimientos (presente).

Antes de concluir esta sección, quisiera hacer
algunas aclaraciones.

Primero, la coincidencia meramente azarosa de dos
ó más acontecimientos en el tiempo no sería
sincronicidad sino "sincronismo".[26] Lo
que diferencia la sincronicidad del azar es la vinculación
de dos ó más hechos entre sí por medio de un
significado en común. Podríamos decir que en los
fenómenos de sincronicidad hay un núcleo
simbólico que oficia de nexo de unión de dos
ó más hechos que coinciden en el tiempo. Pero esa
coincidencia en el tiempo en ocasiones va más
allá del instante en que se produce el fenómeno,
incluyendo una vinculación de pasado, futuro y presente,
como en los dos casos mencionados.

Segundo, cuando Jung llama acausal a la
sincronicidad, ni niega ni afirma la posibilidad de una
causalidad metafísica. Sino que, cuando se refiere a
la sincronicidad la contrapone al principio explicativo utilizado
por la ciencia
empírica moderna basado en la regularidad observable y
estadísticamente comprobable, por eso se refiere a la
causalidad como "Una verdad meramente estadística y no
absoluta"[27], "Una verdad relativa…
válida donde se trata de magnitudes
macrofísicas… por cuanto las magnitudes
ínfimas
[piénsese en la física
cuántica] no se conducen conforme a las leyes naturales
conocidas".
[28]

[El principio de causalidad de la ciencia
empírica moderna] constituye una suerte de
hipótesis de trabajo acerca de la forma en que los hechos
se desarrollan uno a partir de otro, en tanto que la
sincronicidad considera que la coincidencia de los hechos en el
espacio y en el tiempo significa algo más que un mero
azar, vale decir, una peculiar interdependencia de hechos
objetivos,
tanto entre sí, como entre ellos y los estados subjetivos
–psíquicos– del observador ó los
observadores.
[29]

Tercero, el azar no sería sino algo
posible que se constituye en "Una excepción a la
regla"
[30]es decir, a lo
estadísticamente esperable.

Cuarto, lo que diferencia la sincronicidad de la
superstición es que esta última se basa en
una solapada causalidad de tipo "mágico". Así, por
ejemplo, pasar por debajo de una escalera causaría mala
suerte; ó romper un espero traería a quien lo
hiciere siete años de mala suerte. La sincronicidad, por
su parte, no se basa en una explicación causal, como he
mostrado, sino que se fundamenta en un plus de sentido
que pueden ser advertidos en la coincidencia de ciertos
acontecimientos, aunque ello no pueda ser explicado a partir de
las leyes naturales.

Hechas estas aclaraciones, podríamos decir, en
suma, que el fenómeno de la sincronicidad
respecto de los futuros contingentes se constituye en una puerta
abierta a una forma de ver el mundo que no busca tanto explicar
el por qué suceden las cosas, sino el sentido que
tiene para nosotros y en cada caso que sucedan determinadas
coincidencias, que de otro modo desecharíamos como mero
azar.

Perspectiva
trascendente: "providencia" según Tomás de
Aquino

Si decimos que los acontecimientos tienen un
"sentido" en el tiempo, estamos admitiendo que en la
realidad hay alguna forma de orden. Pero, ¿de dónde
viene el orden del mundo?

Los griegos pensaban que el mundo era eterno y desde
siempre ordenado, por eso lo llamaban
kósmos (= orden). No pensaban en la
necesidad de un principio creador, pero sí en la necesidad
de un principio ordenador. Platón, en
el Timeo, por ejemplo, apeló a la metáfora
del Demiurgo que habría modelado la materia acorde
teniendo como modelo las
ideas eternas. Aristóteles, por su parte, en su
Metafísica, establece como principio del orden
universal al Primer Motor que, en
cuanto causa final, atrae todas las cosas "como el amado a la
amante". Para Plotino el orden del mundo está establecido
por la jerarquía de los seres que emanan de Lo Uno como de
una cascada.

En general los pensadores cristianos, incluido
Tomás de Aquino, consideran que no sólo el orden
del mundo tiene un principio ordenador, sino que el mundo mismo
tiene un principio por el cual existe, es decir, que el mundo fue
creado por Dios a partir de la nada, ex níhilo; y
junto con la existencia, Dios le otorgó un orden, lo que
implica una ordenación inteligente hacia un fin.
Según Tomás, la providencia es el atributo
divino que implica el conocimiento y el gobierno
que Dios tiene respecto de todas las cosas que ha
creado.[31] El mismo ordenamiento que observamos
en el mundo es un indicador, ó como dice el Aquinate, una
de las "vías" (la 5º) para llegar a conocer que Dios
"es":

Es imposible que cosas contrarias y disonantes
concuerden hacia un mismo orden siempre ó varias veces si
no hay algún tipo de gobierno a partir
del cual todas y cada una tiendan a cierto fin. Pero vemos en el
mundo que cosas de diversa naturaleza concuerdan hacia un mismo
orden, no como algo raro y casual, sino siempre ó la mayor
parte de las veces. Es necesario, por tanto, que haya alguien
cuya providencia gobierne el mundo.

Para la tradición
teológico-patrística cristiana, el mundo ha sido
creado por Dios, y no ha sido creado caótico, sino
ordenado por el mismo Dios hacia un fin que es Él mismo.
Lo que varía entre las creaturas es el modo en que cada
una puede llegar a alcanzar dicho fin. Y el hombre, por
haber sido creado a imagen y
semejanza de Dios goza de inteligencia y
voluntad libre, participa de la providencia del mundo, y es
responsable directo de la providencia de su propia vida, cuyo fin
último es trascendente:

Cuanto más cercano es algo al primer principio,
tanto más noble es el orden en que es colocado bajo la
providencia. Ahora bien, entre todas las cosas, las substancias
espirituales son las que más se aproximan al primer
Principio, por lo cual también se dice que son signadas
por su imagen. Y por eso, se sigue que no sólo
caen bajo la providencia, sino que son providentes. Y esta es la
causa por la que dichas substancias tienen elección de sus
actos, y no las demás creaturas que sólo caen bajo
la providencia, mas no son providentes (…) Entre dichas
creaturas está el hombre,
porque su forma, es decir, su alma es una
creatura espiritual, en la cual está la raíz de los
actos humanos [es decir, libres] y por la cual también el
cuerpo del hombre se ordena a la inmortalidad [= el fin
escalológico de la resurrección]
.[32]

Ahora bien, ¿cómo se vincula todo esto con
los futuros contingentes? La clave parece estar en el uso que el
hombre hace de su propia libertad. De tal manera que,
aunque como parte de la creación está destinado por
Dios a un fin trascendente —en el caso de las criaturas
racionales: la felicidad eterna [33]no por eso se
elimina la libertad que el hombre ejerce sobre sus actos
particulares.

Dios encomendó al hombre en manos de su propio
consejo en cuanto lo constituyó providente de sus propios
actos. Sin embargo, la providencia del hombre respecto de sus
actos no excluye la providencia divina respecto de los mismos,
así como tampoco las potencias activas de las creaturas
excluyen la potencia activa
divina.[34]

En síntesis:
la providencia no impone una necesidad estricta en el mundo. De
tal manera que conjuntamente con un orden universal trascendente,
pueden existir los futuros contingentes, en especial los que
implican las decisiones libres del hombre.

* * *

Algunos
corolarios finales

Según la última perspectiva, el hombre,
aunque inserto dentro de un plan universal
providente, sigue siendo responsable de su propio destino, al
menos en cuanto a sus decisiones libres, entre las que se
incluyen tanto el "hacer", como el "omitir", y el
"aceptar".

Pero nadie puede negar que hay algunas cosas sobre las
cuales no podemos decidir. Esto tiene que ver con los
"límites" de aquello cae bajo nuestro arbitrio. Uno de
esos límites, quizás el que más impotencia
pueda causarnos es el pasado. No podemos decidir que el pasado
sea distinto de cómo fue. Otro límite son las
circunstancias del presente. Aunque, según los casos,
podemos modificarlas, cuanto menos en parte. Otro límite
son los productos de
nuestra imaginación, muchas veces teñidos de
experiencias pasadas proyectadas como posibilidades futuras
(segunda perspectiva).

No podemos decidir acerca de lo contradictorio e
imposible (por ejemplo: un círculo cuadrado no existe ni
podrá hacerlo!). Pero sí podemos decidir aceptar
los límites de lo imposible, y hacer empero lo posible que
esté a nuestro alcance.

No podemos decidir acerca de las sincronicidades. Lo que
sí podemos decidir es prestarles la atención que se merecen y aprovechar el
mensaje que nos transmiten.

Es así que, desde las cuatro perspectivas
mencionadas en este ensayo, podemos ver los futuros contingentes
como puertas abiertas al misterio de las posibilidades, respecto
de las cuales nunca podemos permanecer neutrales. Pretender dejar
de lado nuestra libertad y resignarnos a una idea de "destino"
cerrado, es ya una decisión, y como tal traerá
consigo sus consecuencias.

Marcelo Aguirre,

Septiembre 2009.

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