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La sociedad humana ante la globalidad



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

    1. Globalidad y
      neoliberalismo
    2. Planificar para
      humanizar
    3. Subdesarrollo y
      pobreza
    4. Dilema
      cultural
    5. Dilema
      político
    6. Reto
      demográfico
    7. Dilema
      económico
    8. Actividades
      rurales
    9. Actividades
      urbanas
    10. Ciudades,
      infraestructura y energía
    11. Bibliografía

    Caso de México

    Introducción

    Actitud frente al cambio

    El 30 de noviembre de 1999 marca un hito en
    el devenir de la humanidad: nutrido grupo de
    activistas se congrega frente al local donde sesionaría la
    Organización Mundial de Comercio (OMC), en Seattle,
    EUA. Fue señal de que había madurado el movimiento de
    protesta contra globalización y
    neoliberalismo, por atribuirles que exacerban desempleo,
    concentración de la riqueza y miseria. Se le
    denomina globalifobia. A partir de entonces brotan
    expresiones semejantes doquiera que se celebran reuniones
    internacionales. Sus miembros piden que se modifique el mundo y
    se nombran altermundistas.

    Globalización es el proceso que
    enlaza las economías del planeta. Incide en los campos
    cultural, político, social, tecnológico,
    físico e institucional. Desemboca en un estado de
    globalidad, contexto de este ensayo.

    Neoliberalismo es versión actualizada
    del liberalismo
    económico que floreció en siglo 19°. Sustituye
    el régimen de intervención estatal y
    proteccionismo, imperante en buena parte del orbe durante largo
    trecho de siglo 20°. Sus rasgos son: preponderancia de
    inversión privada, mercados
    abiertos, intenso comercio,
    movimiento veleidoso de capital,
    internacionalización de cadenas productivas y
    hegemonía del sector terciario de producción: los servicios.

    El nuevo orden proyecta un claroscuro: ilumina a ciertos
    grupos humanos
    y hunde a la mayoría en densas oscuridades. Ostenta una
    cara benévola, que favorece a la porción
    próspera del orbe. Su rostro perverso, en cambio,
    castiga la penuria de recursos,
    talento, eficiencia y
    competitividad; profundiza el subdesarrollo;
    se ensaña con los no agraciados, y acentúa
    disparidades entre países y personas.

    Empero, es lo que hay. Es iluso propugnar
    acerca de lo que debiere haber o lo que sería
    deseable
    , cuya consecución requeriría poderes
    divinos o pases mágicos, que escapan a la ciencia. No
    es factible optar entre un esquema fantástico o el de
    verdad. Reconocerlo no equivale a aceptar un dogma o tener fe en
    él; es admitir la realidad. Cierto que beneficia a un
    conjunto privilegiado de naciones e individuos; pero no es
    atribuible sólo al funcionamiento libre de mercados, sino
    a múltiples factores, culturales, políticos,
    institucionales, físicos y otros. Lo prudente es
    comprender la realidad, estudiar sus antecedentes, transigir y
    adaptarse a sus reglas para eludir amenazas y aprovechar
    oportunidades.

    Vivimos en plena transición dialéctica de
    una época a la siguiente. Lo observado antes del
    globalismo es la tesis. En los
    setentas y ochentas se presenta la antítesis. La síntesis
    se halla en marcha.

    El trance obliga a revisar la situación
    planetaria, con la certeza de que la humanidad se encuentra en
    serias dificultades, pues las divergencias sociales son
    excesivas, injustas y significan riesgo latente de
    convulsión. Es asunto de antropología económica, a la cual
    compete indagar cómo se organiza el hombre para
    realizar la asignación más conveniente de recursos,
    dentro de los linderos fijados por medio físico, población, cultura,
    economía, tecnología y planta
    productiva.

    La cuestión nodal es ¿qué se puede
    hacer para corregir los efectos malignos de la globalidad
    neoliberal y extender y dispersar sus virtudes con equidad?

    Para abordarla parto de tres
    axiomas: el mundo y sus habitantes forman un sistema
    extremadamente complejo; debe planificarse, y hay que hacerlo con
    criterio realista y global, en pos de que imperen tranquilidad
    espiritual, estabilidad política, equilibrio
    social, desarrollo
    económico e integridad y hospitalidad del medio
    ambiente.

    A partir de estas premisas propongo instaurar
    globalidad humanizada, reconstruida sobre la actual y
    sustentada en la ética;
    emprender un esfuerzo constante de perfeccionamiento de las
    relaciones
    humanas, fincado en el significado de humanismo,
    entendido como percibir y respetar los valores
    inmersos en la naturaleza
    humana y hacerse solidario de ellos, lo cual conlleva
    eliminar contradicciones socioeconómicas y procurar que el
    máximo alcanzable de personas accedan a situación
    de bienestar… y más allá: de
    bienser: situación permanente de calidad de
    vida digna, aspiración legítima de
    todos.

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