- ¿Qué
información en la auditoría pública no es
pública? - ¿Por
qué la auditoría pública no es
pública? - Conclusión
"Si ser normal significa hacer lo que muchos
repiten de manera automática, prefiero
parecer anormal"
Patricia Ganem Alarcón.
¡Ay de la Auditoría Pública! Porque de dientes
para afuera todo el mundo habla de su importancia, y todo el
mundo está de acuerdo que no hay nada mejor que la
rendición de cuentas y
transparencia; pero lo cierto es, el silencio que recorre las
entidades de control y
fiscalización. Bajo el imperativo:
¡Cállese Usted Señor Auditor!
Supeditado al secreto profesional, que ha conducido al
enmudecimiento del auditor, justificado y racionalizado a
través del Código
de Ética
que establece "La información obtenida por los auditores en
el proceso de
auditoría no deberá revelarse a terceros, ni
oralmente ni por escrito, salvo a los efectos de cumplir las
responsabilidades legales"[1].
Un silencio que no solamente ha permeado a la auditoría
en su practicidad, sino que ha convertido el espacio de las
entidades de fiscalización en un lugar donde está
prohibido hablar, carente de una cultura que
permita compartir ideas, experiencias, vivencias, incidentes,
gustos, malestares, discusión de puntos de vista,
deliberar sobre los alcances y limitaciones del trabajo, y
proponer mejoras sobre las deficiencias en los fundamentos y
práctica de la fiscalización.
Por esto resulta incongruente que el lema de la
Organización Internacional de Entidades de
Fiscalización Superior (INTOSAI) sea "La experiencia mutua
beneficia a todos" y que dos de sus valores
centrales sean: la innovación y la inclusividad. Dado que con
respecto al primero, el auditor público se encuentra
aprisionado con la aceptación del secreto profesional y su
concepción, que le ha conducido a padecer prácticas
anquilosadas, que han sofocado su creatividad y
han matado su espíritu de indagación. Sin embargo,
las Auditorías Superiores, Contralorías,
Tribunales de Cuentas, o cualquier otra denominación,
podrían transformarse en espacios donde los auditores
expresaran sus ideas, vivencias, discutieran, y deliberaran
abierta y públicamente, y a la vez construyeran su
historia, porque
sin historia no es posible conocer. Pero tales actividades se
encuentran peleadas con la concepción dominante de la
fiscalización. Por lo que resulta indispensable
desestructurar las nociones aprendidas sobre la auditoría,
y en específico, de la auditoría pública,
actualmente convertidas en espesa maleza que han impedido el
surgimiento de elaboraciones más penetrantes y de mayor
alcance para encontrar las claves del quehacer de la
fiscalización, a efecto de superar sus deficiencias,
sondear las raíces de sus fracasos y efectos perniciosos,
mediante la autocrítica y reflexión. Y con el
segundo, cualquier análisis sobre la vida institucional en las
entidades de fiscalización indicaría su carácter excluyente, que se
demostraría con los altos índices de
rotación de personal y como
sus mejores auditores se pierden en la desesperanza y
frustración; y ante la falta de información que
celosamente guardan las entidades de fiscalización, el
recurso que nos queda es la interpretación.
Al respecto, las premiaciones que otorgan es un ejemplo
esclarecedor. En España, en
octubre del 2008, se celebró el, III Congreso Nacional de
Auditoría en el Sector
Público, donde una de las conclusiones fue "la
colaboración público-privada en el ámbito de
la fiscalización"[2], y en consonancia en
el año 2009 resulta ganador al primer lugar del XII Premio
de Auditoría Pública, un trabajo que tiene como
propuesta "procurar la convergencia entre la contabilidad
pública y privada"[3]. Y en México, en
noviembre del año 2009 se premia al ganador del Noveno
Certamen Nacional de Ensayo sobre
Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, que
dice "La rendición de cuentas (.) alberga una multitud de
términos afines como auditoría, vigilancia,
fiscalización y penalización, unidos en la
finalidad común de regular al ejercicio del poder"[4] sin embargo, un
teórico de la rendición de cuentas, antes
expresó "La rendición de cuentas (.) hospeda una
muchedumbre de términos afines, como la vigilancia, la
auditoría, la fiscalización o la
penalización, y todos comparten la pretensión de
domesticar el ejercicio del poder"[5].
Quizá la burda copia sea lo menor, pero lo relevante es la
carencia de análisis y reflexión tanto del jurado
calificador como de su autora.
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