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Auditoría pública que Mata



Partes: 1, 2

    1. ¿Qué
      información en la auditoría pública no es
      pública?
    2. ¿Por
      qué la auditoría pública no es
      pública?
    3. Conclusión

    "Si ser normal significa hacer lo que muchos

    repiten de manera automática, prefiero

    parecer anormal"

    Patricia Ganem Alarcón.

    ¡Ay de la Auditoría Pública! Porque de dientes
    para afuera todo el mundo habla de su importancia, y todo el
    mundo está de acuerdo que no hay nada mejor que la
    rendición de cuentas y
    transparencia; pero lo cierto es, el silencio que recorre las
    entidades de control y
    fiscalización. Bajo el imperativo:

    ¡Cállese Usted Señor Auditor!

    Supeditado al secreto profesional, que ha conducido al
    enmudecimiento del auditor, justificado y racionalizado a
    través del Código
    de Ética
    que establece "La información obtenida por los auditores en
    el proceso de
    auditoría no deberá revelarse a terceros, ni
    oralmente ni por escrito, salvo a los efectos de cumplir las
    responsabilidades legales"[1].

    Un silencio que no solamente ha permeado a la auditoría
    en su practicidad, sino que ha convertido el espacio de las
    entidades de fiscalización en un lugar donde está
    prohibido hablar, carente de una cultura que
    permita compartir ideas, experiencias, vivencias, incidentes,
    gustos, malestares, discusión de puntos de vista,
    deliberar sobre los alcances y limitaciones del trabajo, y
    proponer mejoras sobre las deficiencias en los fundamentos y
    práctica de la fiscalización.

    Por esto resulta incongruente que el lema de la
    Organización Internacional de Entidades de
    Fiscalización Superior (INTOSAI) sea "La experiencia mutua
    beneficia a todos" y que dos de sus valores
    centrales sean: la innovación y la inclusividad. Dado que con
    respecto al primero, el auditor público se encuentra
    aprisionado con la aceptación del secreto profesional y su
    concepción, que le ha conducido a padecer prácticas
    anquilosadas, que han sofocado su creatividad y
    han matado su espíritu de indagación. Sin embargo,
    las Auditorías Superiores, Contralorías,
    Tribunales de Cuentas, o cualquier otra denominación,
    podrían transformarse en espacios donde los auditores
    expresaran sus ideas, vivencias, discutieran, y deliberaran
    abierta y públicamente, y a la vez construyeran su
    historia, porque
    sin historia no es posible conocer. Pero tales actividades se
    encuentran peleadas con la concepción dominante de la
    fiscalización. Por lo que resulta indispensable
    desestructurar las nociones aprendidas sobre la auditoría,
    y en específico, de la auditoría pública,
    actualmente convertidas en espesa maleza que han impedido el
    surgimiento de elaboraciones más penetrantes y de mayor
    alcance para encontrar las claves del quehacer de la
    fiscalización, a efecto de superar sus deficiencias,
    sondear las raíces de sus fracasos y efectos perniciosos,
    mediante la autocrítica y reflexión. Y con el
    segundo, cualquier análisis sobre la vida institucional en las
    entidades de fiscalización indicaría su carácter excluyente, que se
    demostraría con los altos índices de
    rotación de personal y como
    sus mejores auditores se pierden en la desesperanza y
    frustración; y ante la falta de información que
    celosamente guardan las entidades de fiscalización, el
    recurso que nos queda es la interpretación.

    Al respecto, las premiaciones que otorgan es un ejemplo
    esclarecedor. En España, en
    octubre del 2008, se celebró el, III Congreso Nacional de
    Auditoría en el Sector
    Público, donde una de las conclusiones fue "la
    colaboración público-privada en el ámbito de
    la fiscalización"[2], y en consonancia en
    el año 2009 resulta ganador al primer lugar del XII Premio
    de Auditoría Pública, un trabajo que tiene como
    propuesta "procurar la convergencia entre la contabilidad
    pública y privada"[3]. Y en México, en
    noviembre del año 2009 se premia al ganador del Noveno
    Certamen Nacional de Ensayo sobre
    Fiscalización Superior y Rendición de Cuentas, que
    dice "La rendición de cuentas (.) alberga una multitud de
    términos afines como auditoría, vigilancia,
    fiscalización y penalización, unidos en la
    finalidad común de regular al ejercicio del poder"[4] sin embargo, un
    teórico de la rendición de cuentas, antes
    expresó "La rendición de cuentas (.) hospeda una
    muchedumbre de términos afines, como la vigilancia, la
    auditoría, la fiscalización o la
    penalización, y todos comparten la pretensión de
    domesticar el ejercicio del poder"[5].
    Quizá la burda copia sea lo menor, pero lo relevante es la
    carencia de análisis y reflexión tanto del jurado
    calificador como de su autora.

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