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Qué son los mantras




Enviado por Yael Barcesat



Partes: 1, 2

    1. Mecanismo
      fisiológico de los mantras
    2. El
      ultrasonido
    3. El cuerpo
      físico energético
    4. El alfabeto
      dêvanágarí y su relación con el
      cuerpo físico energético
    5. Tipos de
      mantra
    6. La materia prima de
      los mantras

    En un mantra no hay nada necesariamente
    santo ni impetratorio.El mantra es un poder
    (mantra shaktí) que se presta imparcialmente para
    cualquier uso.

    El poder serpentino, Sir John
    Woodroffe

    Los mantras son vocalizaciones de sonidos y
    ultrasonidos[1]que producen determinados efectos
    en quien los vocaliza y, en menor medida, en quien los escucha.
    La palabra mantra se compone de la raíz
    man, pensar y de la partícula tra,
    instrumento. Tal construcción es significativa, ya que los
    mantras son muy utilizados como herramientas
    para la supresión de la inestabilidad de la conciencia, o
    sea, entre otras cosas, parar de pensar, definición del
    Yôga según Pátañjali (sabio que
    codificó el Yôga clásico, aproximadamente en
    el siglo III a. C.). Se trata de sílabas o palabras que
    tienen un poder vibratorio específico; fueron creados
    desde la más remota antigüedad por los maestros de
    Yôga y enseñados a sus discípulos. En el
    contexto de esta filosofía se vocalizan predominantemente
    mantras en sánscrito[2]la lengua
    clásica de la India Antigua,
    hoy en día una lengua muerta.

    Mecanismo
    fisiológico de los mantras

    Al igual que cualquier sonido, los
    mantras son vibraciones físicas que se transmiten
    a los cuerpos ubicados a lo largo de su trayecto en el espacio.
    El poder de los mantras reside en la combinación
    específica de letras, melodías y ritmos, que nos
    fueron legados a
    través de milenios de transmisión oral.

    Durante todo el día estamos sujetos consciente o
    inconscientemente a la influencia de ondas de las
    más variadas frecuencias: ondas emitidas por aparatos
    electrónicos, ondas lumínicas que nos proporcionan
    información visual (por ejemplo, el
    color de los
    objetos), ondas de radio, ondas
    electromagnéticas y tantas otras.

    En ese universo
    ondulatorio, el rango de frecuencias correspondiente al sonido no
    siempre es audible para el ser humano, aunque eso no significa
    que no tenga un efecto sobre él. Al igual que los rayos X, que
    normalmente no detectamos, las frecuencias sonoras muy altas o
    muy bajas no son percibidas por nuestro oído ya
    que no pueden ser reproducidas por el tímpano, especie de
    membrana sensible a las vibraciones, que envía esa
    información al cerebro. Cuando
    las ondas sonoras alcanzan una velocidad
    mayor a los 20.000 ciclos por segundo (20 kilohertz) o menor a
    los 20 ciclos por segundo (20 hertz), el tímpano no
    consigue seguir el ritmo y el sonido simplemente no es percibido
    por el oído humano. No obstante, al igual que las
    demás ondas que no percibimos habitualmente, esa
    vibración tiene un efecto en los cuerpos con los que se
    cruza en su camino, ya que alcanza las moléculas que los
    componen, que comienzan a vibrar en sintonía con ese
    estímulo. El conjunto de frecuencias sonoras que el ser
    humano no llega a percibir con el oído hacia el extremo
    agudo del espectro se denomina ultrasonido.

    El
    ultrasonido

    Un ejemplo muy claro de utilización del ultrasonido lo
    constituyen los silbatos para domesticar perros. El
    tímpano de esos animales tiene la
    capacidad de acompañar una frecuencia de vibración
    más elevada; al hacer sonar esos silbatos, los seres
    humanos no escuchamos nada, pero queda muy claro que los perros
    lo hacen.

    Es muy sencillo producir ultrasonidos: sin
    proponérnoslo, lo hacemos cada vez que emitimos sonidos,
    ya que la onda sonora que es nuestra voz está constituida
    de una onda fundamental y decenas de múltiplos llamados
    armónicos, que se extienden incluso más allá
    del espectro audible por el ser humano. Por lo tanto, todos los
    sonidos que emitimos vienen acompañados de esa estela
    invisible de ultrasonidos. Los antiguos maestros de Yôga
    investigaban y conocían el poder de esas microvibraciones
    que, por ser tan sutiles, tienen un efecto muy profundo. En
    Yôga suele ocurrir que las técnicas
    más sutiles son las más poderosas. De hecho,
    sólo la vibración extremadamente veloz de los
    ultrasonidos logra desobstruir los canales energéticos que
    componen el cuerpo físico
    energético[3]por donde circula la fuerza vital
    que anima todos nuestros procesos
    biológicos.

    El cuerpo
    físico energético

    En forma coincidente con el cuerpo físico denso,
    formado por materia,
    tenemos un cuerpo físico energético, construido de
    energía. Hay una correspondencia entre los elementos que
    componen a uno y a otro en los distintos planos, pero son
    totalmente diferentes. Por ejemplo: los plexos nerviosos del
    cuerpo físico denso se relacionan con los chakras
    del cuerpo físico energético, que son centros de
    captación, acumulación y distribución de la energía.
    Así como los plexos nerviosos concentran energía
    nerviosa, los chakras del cuerpo físico
    energético concentran prána, nombre
    genérico con el cual el Yôga designa cualquier tipo
    de energía, siempre que se manifieste
    biológicamente[4]Esta energía fluye
    a través de las nádís,
    término sánscrito que significa literalmente
    río, torrente o corriente. Las
    nádís son caudales de
    prána (bioenergía) en movimiento,
    que circulan por un espacio que abarca todo el cuerpo e incluso
    la periferia, conformando lo que llamamos espacio vital.

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