Las libertades y los amos
no se combinan fácilmente.
Tácito
Desde que comencé a estudiar esta filosofía milenaria, me llamó la
atención la escasa información que encontraba sobre sus
orígenes. Incluso en los propios libros que
trataban el tema de manera específica, no había
referencias que me ilustraran sobre las raíces y la
civilización donde floreció esta tradición
tan antigua.
Con el andar del tiempo, los
viajes,
la lectura y
la inestimable enseñanza de mi Maestro, fui descubriendo
indicios y atando cabos sueltos, para llegar a la simple
conclusión de que la historia de las batallas o
las invasiones la escriben los vencedores.
Es poca la posibilidad de expresión de los que fueron
derrotados, que se ven saqueados culturalmente y muchas veces
condenados a una de las más tristes y refinadas formas de
esclavitud: la
de aquellos que han perdido su verdadera identidad.
¿Habrá sido esto lo que le ocurrió a
aquella civilización tan avanzada, en la cual el
Yôga surgió con tanta fuerza?
Por cierto, no necesitamos ir tan lejos en el tiempo o la
geografía,
para comprobar que estos procesos de
conquista y
sometimiento son similares y siempre se repiten. Podemos
corroborarlo en nuestra propia historia, revisando lo ocurrido
con los grupos
étnicos que constituían las distintas naciones
aborígenes que habitaban el suelo americano.
Son circunstancias más cercanas, en el tiempo y en la
geografía.
A veces leemos la historia y aceptamos la realidad ocurrida
como algo que no nos pertenece, desapasionadamente, sin la
emoción de la realidad de campo, que nos toca en
nuestros sentidos y nos transmite lo vivido por los propios
actores.
Por ello, no hay mejor conocimiento
que el que se obtiene por medio de la experiencia vivida y no a
través de la teoría.
La
civilización del Indo
¡Cómo te pareces al agua, alma del
hombre!
¡Cómo te pareces al viento,
destino del hombre!
Johann Wolfgang Von Goethe
El Indo es un río que nace a unos 5.000 metros de
altura en el Trans-Himalaya. Atraviesa profundas gargantas y
llega con fuerza a la cuenca del Peshawar. En la llamada
región de los grandes ríos, el Indo recibe
el aporte de otros afluentes, el Ravi, el Jhelum, el Chenab, el
Beas y el Sutle, que constituyen los mayores aportes de caudal,
además de lo recibido desde el Himalaya.
Este valioso caudal de agua se desliza en una zona llamada
Sind, que deriva de Sindhu, nombre dado por los indios, y que en
el actual mapa político se encuentra dentro del territorio
de Pakistán.
Como en muchas otras civilizaciones, la presencia de agua fue
un factor muy importante para el desarrollo. El
Nilo en Egipto, el
Tigris y el Éufrates en la región
mesopotámica, el Amarillo en China o el
Indo en la India
protohistórica, y más adelante la cuenca del
Ganges, engendraron y fueron cuna de grandes civilizaciones en
sus márgenes.
Fueron principalmente las ciudades de Mohenjo Daro sobre el
Indo y Harappa sobre el Ravi, afluente del Indo, las que
sorprendieron a los arqueólogos e investigadores, cuando
comprobaron lo avanzado de esos asentamientos poblacionales para
la época.
Harappa y Mohenjo Daro fueron posiblemente capitales de la
civilización del Indo; se ha detectado que existía
una relación entre ambas poblaciones, tal cual lo
confirman las investigaciones
arqueológicas.
Además de estas dos importantes ciudades, se han
encontrado otras que coexistieron en un área muy extensa,
de más de un millón y medio de kilómetros
cuadrados, y que en conjunto constituyen la denominada
Civilización Harappiana.
La cultura
dravídica
Las viejas creencias mueren
difícilmente: es posible, incluso,
que la antigua sociedad india
deba más a Harappa
que a los invasores que hablaban el
sánscrito.
Mircea Eliade
Sir Alexander Cunningham, primer director del
Archæological Survey of India, detectó en 1865 que
en la zona de Harappa (a orillas del río Ravi, afluente
del Indo) se estaban fabricando ladrillos para sostener los
terraplenes de la vía férrea entre Lahore y
Multan.
Esos ladrillos de barro cocido formaban parte de las ruinas de
un yacimiento de gran antigüedad, consistente en parte de
las construcciones de una de las ciudades principales de la
llamada Civilización del Indo o Harappiana.
Lamentablemente, la mayor parte de los edificios habían
sido desmantelados y despiezados en centenares de miles de
ladrillos cocidos que sirvieron de materia prima
para las obras del ferrocarril.
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