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Acercamiento al debate sobre las relaciones internacionales. (página 2)




Enviado por Estuardo Meneses



Partes: 1, 2

A mi modo de ver se avizoran dos puntos de vista en la
disciplina:

  • 1. La primera apunta a la misma
    definición del objeto de estudio, las relaciones
    internacionales;

  • 2. la segunda se despliega en el cómo
    estudiar y abordar ese campo de estudio, en palabras de
    Ruggie, el enfoque neo utilitarista frente al enfoque
    constructivista[7]

Hans Morgenthau argumenta como, hasta épocas muy
recientes, no existía una teoría explícita
de las Relaciones Internacionales y ni siquiera nadie consideraba
la posibilidad de elaborar dicha teoría. Desde luego, nos
recuerda Morgenthau, no ha sido por falta de pensadores que hayan
sido conscientes de la existencia de esas relaciones sociales que
hoy llamamos internacionales y de hecho sí puede afirmarse
la existencia desde hace siglos de una Historia de tales
relaciones.

Señala Morgenthau que tal ausencia puede deberse
a tres razones relacionadas tanto con la coyuntura
histórica como con la historia del pensamiento
político.

  • 1. La primera de las razones que señala
    es que hasta el fin de las guerras napoleónicas, la
    visión filosófica dominante consideraba a las
    relaciones entre los Estados como un hecho de la naturaleza
    ante el cual los hombres eran impotentes. Mientras los
    hombres creyeran que las relaciones entre los Estados estaban
    fuera del alcance del control humano, más allá
    de su capacidad para cambiar la realidad, sólo
    había cabida para la Historia de esas relaciones y no
    para intentar su teorización.

La posibilidad intelectual de una teoría de las
Relaciones Internacionales sólo aparece cuando los hombres
empiezan a pensar dichas relaciones, no como algo dado por la
Naturaleza, sino como una creación humana y por tanto
transformable.

  • 2. Una segunda razón que apunta
    Morgenthau se presenta como un obstáculo nacido
    precisamente de esa creencia en la capacidad de reformar las
    políticas exteriores, característica del siglo
    XIX y las primeras décadas del siglo XX: lo que
    verdaderamente importaba no era entender la naturaleza de las
    relaciones internacionales, sino desarrollar las
    instituciones legales y los mecanismos que fueran capaces de
    superar las relaciones internacionales entonces
    existentes.

Para el wilsonismo de entreguerras era intelectualmente
impensable y moralmente dañino  hablar de Relaciones
Internacionales de una manera científica, es decir,
objetiva y sistemática.

  • 3. El tercer factor que limita, aunque no anula
    la posibilidad de tal teoría es de carácter
    permanente: "la acción política tiene un
    elemento racional que la hace susceptible al análisis,
    pero contiene un elemento de contingencia que obstaculiza
    seriamente dicha teorización. Los fenómenos
    políticos ocurren de forma singular y nunca se
    repetirán de la misma manera"[8].
    Morgenthau se está refiriendo obviamente a una
    teoría descriptiva y explicativa; en el terreno
    normativo, el de la teoría o filosofía
    políticas, seguramente este autor estaría de
    acuerdo con otros de nuestros clásicos, Martin Wight,
    para el cual dicha teoría o filosofía
    políticas no podían darse en el terreno de las
    relaciones entre Estados pues éste era el
    ámbito de la repetición y la recurrencia, donde
    ningún progreso moral era posible, muy al contrario
    que en el seno de las relaciones políticas
    domésticas, es decir, dentro de las unidades
    políticas ya establecidas
    [9]

Coincido con el análisis de Morgenthau y no tanto
con el M. Wight, pues aunque dudo del progreso moral, sí
creo posible una teoría o filosofía política
de las Relaciones Internacionales. En cualquier caso aquí
han sido traídos a colación para mostrar los
modestos límites en que podría desenvolverse una
teoría de las Relaciones Internacionales.

En la posguerra fría el sistema internacional se
recompone en medio de tendencias contradictorias y una
dinámica convulsa, turbulenta y conflictiva. Los
acelerados cambios mundiales que escaparon a todas las
previsiones han cuestionado ideas preconcebidas, sistemas de
valores, paradigmas interpretativos. Un exhaustivo balance de
estas transformaciones y tendencias en las relaciones
políticas internacionales es descrito por el profesor
Roberto González Gómez[10]de la
siguiente manera:

  • La implosión del bloque de países
    socialistas europeos y la desintegración de la URSS,
    puso fin a la guerra fría y en buena medida a toda la
    segunda postguerra, signada por la confrontación
    bipolar este-oeste.

  • Estados Unidos emergió victorioso de la
    confrontación como única superpotencia mundial
    en todos los planos del poderío militar,
    económico, de influencia política e
    ideológica. Se perfiló una configuración
    de la relación de fuerzas coyunturalmente unipolar o
    monopolar, sustentada en sus recursos de poder "duro" y
    "blando".

  • La superpotencia norteamericana, desde luego, no
    salió indemne de la gran confrontación global,
    como lo demuestran los grandes déficits fiscales y de
    balanza de pagos, la enorme deuda externa, el deterioro de
    los niveles educacionales en primaria y secundaria, y de las
    infraestructuras de los centros urbanos, el alto grado de
    criminalidad, aunque esto no avale en términos
    absolutos, la tesis "declinista", popularizada en los
    años 80 por el historiador Paul Kennedy.

  • La llamada Tercera Revolución
    Tecnológica o Industrial intensificó los
    procesos de transnacionalización y
    globalización de la economía mundial, que se
    perfilan desde los años 70, tendencia profunda que
    venía transformando silenciosamente la dinámica
    internacional en un sentido tan dramático como los
    procesos que llevaron al colapso del socialismo europeo. El
    fenómeno condujo al fortalecimiento de nuevos centros
    capitalistas basados en la conformación de megabloques
    económicos

En la tesis asumo el concepto de las Relaciones
Internacionales como un área de conocimiento, de
investigación y de docencia. Con esta afirmación
diferenciaré las relaciones internacionales como
área de conocimiento de la llamada disciplina,
teoría o ciencia de las Relaciones
Internacionales.

Desde la perspectiva de las relaciones internacionales,
como área de conocimiento, se reconoce que este tipo de
relaciones sociales calificativo de sociales engloba, las
relaciones políticas, económicas, jurídicas,
societarias, etc. – pueden abordarse desde los postulados y las
metodologías de diferentes disciplinas.

Por supuesto que la Historia, en su forma de Historia
diplomática, no sólo está en el origen del
moderno estudio de las relaciones internacionales sino que, desde
una perspectiva historiográfica más actual, sigue
ocupándose de esta parcela de la realidad social a la cual
he dedicado gran parte de mi vida.

El Derecho Internacional, por su parte jugó
también un papel formativo en la moderna disciplina de las
Relaciones Internacionales, y sería absurdo negar que hoy
siga ocupándose de esas relaciones y de las instituciones
y normas que las rigen. Esto es valido también para la
teoría política, la filosofía
política o de la historia del pensamiento político.
Hay una larga tradición de reflexión sobre la
guerra y la paz, sobre el derecho de conquista, sobre los
derechos de los seres humanos como parte de una humanidad
común y como súbditos o ciudadanos de un reino o de
un Estado.

Esta tradición que, en lo que respecta al Estado
moderno, podemos considerar que se inició con Maquiavelo,
incluye a los grandes juristas iusnaturalistas como Vitoria,
Suárez o Grocio, los teóricos del Estado como
Bodino o Hobbes, y a filósofos como Rousseau o
Kant.

Aunque es reconocido por todos los estudiosos de las
relaciones internacionales que sus aportaciones han sido
esenciales para la reflexión contemporánea de hecho
muchas de sus ideas, imágenes y metáforas aparecen
constantemente en los textos de nuestros días la
distinción académica entre ciencia política
y teoría política ha cercenado muchos de los hilos
de reflexión que podían vincular la
reflexión clásica con la reflexión
contemporánea. Sin embargo, no puede dudarse que el
espacio de las relaciones internacionales puede estudiarse desde
la perspectiva de la Ciencia Política y desde la de la
Sociología, aunque reconozco que muchas veces no
está clara cuál es la diferencia entre estas dos
perspectivas.

El estudio de las relaciones internacionales desde la
perspectiva de la Ciencia Política ha caracterizado las
elaboraciones en el mundo anglosajón principalmente en los
primeros autores realistas – como Morgenthau, Wolfers o Herz -,
muy claramente en la llamada etapa behaviorista o cientifista en
los años cincuenta y sesenta, con el llamado neorrealismo
de los años setenta y ochenta, y coincidente con la fiebre
de la elección racional.

Por el contrario, las relaciones internacionales como
sociología ha sido el enfoque preferido de autores
franceses como M. Merle [11]y de la llamada
escuela o tradición española que siguiendo a
Truyol  " se articula en torno a la formulación de
una teoría de las sociedad
internacional"[12].

Esta posibilidad de que nuestra área de
conocimiento se aborde desde diferentes perspectivas, que en
numerosas ocasiones se solapan, se reflejan en los programas de
estudios de las facultades y licenciaturas de Ciencias
Políticas y Sociología. En ellos se aborda tanto la
Teoría de las Relaciones Internacionales, como su
Historia, el Derecho Internacional, las organizaciones
político-administrativas internacionales, la
economía internacional, etc.

Debemos ahora preguntarnos qué tienen de
específico estas relaciones sociales. En mi opinión
las dos instituciones claves son la soberanía y la
frontera.

La soberanía entendida como autoridad exclusiva
de un Estado sobre una población y un territorio, como
potestad para actuar en el medio internacional sin otras
obstáculos que aquéllas con las que los Estados se
han dotado a sí mismos; como independencia y como igual
frente a otros Estados[13]Y la frontera como la
demarcación que delimita el espacio dentro del cual los
deberes y derechos del Estado y de los ciudadanos tiene vigencia
y fuera del cual son otros los que están dotados de
ellos.

En nuestros días el estudio de las relaciones
internacionales superó la etapa inicial wilsoniana en la
que se situaban las causas de la guerra en la organización
interna de los Estados – según Wilson fueron los imperios
autoritarios y multinacionales los causantes de la guerra – y se
confiaba para evitarla en un futuro en el carácter liberal
de los regímenes internos, en la fuerza de la
opinión pública internacional y en la Sociedad de
Naciones. Fue ésta una etapa en la disciplina en la que la
soberanía no cercenaba la relación entre lo interno
y lo externo en el estudio de las relaciones
internacionales.

A partir del establecimiento de la hegemonía del
realismo clásico en los años cuarenta, el
área de conocimiento de las relaciones internacionales se
establece mediante una separación radical entre lo interno
y lo externo. Reflejando esta situación los relatos
convencionales sobre la vida política que expresan una
contradicción o paradoja crucial: dentro de un Estado
particular, los conceptos de obligación, libertad y
justicia pudieron ser articulados en el contexto de los relatos
universalistas de Revelación, Razón e
Historia.

Sin embargo, esta reivindicación de valores y
procesos universales, presuponían, implícita o
explícitamente, una frontera más allá de la
cual estos derechos universales no podían ser
garantizados. Mas allá de la frontera, mas allá de
la fronteras del Estado nación, "…se abría un
mundo de diferencia, un mundo de otros, que espacialmente se
situaban fuera, y de los que habitualmente se presuponía
temporalmente retrasados; un mundo de relaciones internacionales,
incluso de anarquía internacional, donde eran
válidas otras reglas" [14]

El concepto de soberanía y su
plasmación-demarcación geográfica en la
frontera delimitan claramente un dentro y un fuera. Dentro de las
fronteras, bajo la protección de la soberanía, el
individuo es la unidad de análisis y el sujeto de deberes
y derechos; fuera de las fronteras los Estados en su
comportamiento internacional son el objeto de estudio.

El orden es la condición normal de la vida en la
sociedad interna; por el contrario, la característica
más resaltada de la vida internacional es la
anarquía, ya sea entendida en términos hobbesianos
como estado de guerra, ya entendida, siguiendo a Locke, como
simple ausencia de autoridad superior.

Dentro del Estado es posible y deseable, y ese
será el fin último del estudio, la búsqueda
de la vida buena, es decir de aquella sociedad capaz de
proporcionar los bienes que los ciudadanos demanden, sean estos
cuales fueran; fuera del Estado, donde el conflicto es aplazable,
pero históricamente inevitable, el estudioso sólo
puede proporcionar los conocimientos que permitan al Estado
defenderse, o en todo caso apaciguar y encauzar los
conflictos.

Dentro, el Estado, con su sistema legal, permite dirimir
los conflictos y hacer guardar el orden y posee la capacidad de
imponer la ley y castigar sus violaciones; fuera, el sistema
legal es más escueto y sobre todo no existe una autoridad
superior con poder sancionador, de tal modo que los únicos
instrumentos a disposición de los Estados en caso de
conflicto y de peligro de sus intereses son la guerra y la
diplomacia. Como reflejo de lo anterior, los Estados tienen un
derecho interno muy desarrollado, mientras que el Derecho
Internacional se basa en las costumbres y las normas generadas
por la interrelación misma de los Estados.

Finalmente dentro del Estado es posible la teoría
política, entendida como la reflexión
filosófico normativa sobre la libertad, la justicia, lo
bueno y lo malo de cara al establecimiento de horizontes que
acerquen a esa sociedad hacia la vida buena; una teoría
política internacional, tal y como señalara M.
Wight, no es posible, pues las relaciones internacionales no son
susceptibles de progreso hacia esa vida buena y son, como ya
hemos mencionado, el ámbito de la repetición y la
irregularidad. El estudio de las relaciones exteriores de los
Estados, es, en definitiva, el estudio de su poder y de sus
intereses.

Ciertamente, muchos autores negarán esta radical
separación entre dentro y fuera del Estado, entre las
relaciones sociales internas e internacionales. Cabe una
negación conceptual argumentando que no son relaciones de
carácter radicalmente distinto o que no todo es orden
interno y anarquía externa [15].

Y cabe una negación fáctica, apelando a
los límites reales de la soberanía por los efectos
de la globalización, a la disolución de las
diferencias entre el medio externo y el medio interno por los
flujos transnacionales, o por los procesos de integración
y cooperación. Ambas negaciones son acertadas. Pero, a
pesar de ello, es difícil olvidar que las Relaciones
Internacionales como área de conocimiento se establecieron
y desarrollaron sobre la base de tal
distinción.

Ya hemos citado el parcial escepticismo de H. Morgenthau
sobre una posible teoría de las relaciones
internacionales. En esta mima línea de pensamiento se
sitúa R. Aron que argumenta que no se puede buscar una
teoría que explique todo, no sólo imitando a las
Ciencias Naturales sino a la misma economía… pues puede
que exista un homo economicus maximizador racional de beneficios
pero "no existe un homo diplomaticus maximizador de poder,
éste no sería un modelo, sino una
caricatura"[16] .

Es posible la elaboración de teorías de
las relaciones internacionales que puedan cumplir formalmente
todas las exigencias planteadas al principio de este
epígrafe. Pero hay que señalar que tales
teorías pueden ser, de hecho son varias, y que su valor
predictivo es escaso, por utilizar un calificativo generoso. No
dudo que el neorrealismo de K. Waltz y sus epígonos
cumplan todas las condiciones formales y sirva para explicar – a
posteriori, como todos – aspectos de la realidad.

Sobre las modelaciones matemáticas de la
elección racional me alineo con H. Bull cuando, en el
debate con el cientificismo de los años sesenta,
sostenía que lo único que habían dado de
sí las interminables y científicas correlaciones y
regresiones eran lugares comunes a los que ya se había
llegado por métodos históricos y
filosóficos[17]

En este sentido, S. M. Walt en su artículo ya
citado "Rigor or Rigor Mortis" menciona con simpatía a
algunos autores que "dudan de que (los métodos de la
acción racional y) sus técnicas formales tengan
algún valor, y consideran a la comunidad de los
modelizadores como un grupo de imperialistas estrechos de
miras  que buscan imponer su método a toda la
disciplina" y que, por otro lado, todavía no han sido
capaces de elaborar "un sustancial número de
hipótesis importantes, ni de predicciones
verificadas"[18]

Pienso que lo que está en discusión en la
disciplina abarca un campo que incluye desde la misma
definición de relaciones internacionales hasta la
ontología de las mismas y la epistemología
necesaria. Pero hay más, si estudiar (y enseñar) a
Hobbes, Kant, Marx o Foucault es, como mínimo, tan
importante como hacer lo propio con Keohane o Waltz es que, en mi
opinión, debemos volver al ars politicae, al reino de la
intuición, fortalecida por el conocimiento de la Historia,
la obra de los grandes pensadores actuales y de
antaño.

Podríamos registrar dos definiciones opuestas
sobre esas relaciones que llamamos internacionales:

  • 1. la primera sería muy restrictiva y
    señalaría que las relaciones internacionales
    son aquellas relaciones que establecen los Estados o sus
    representantes entre sí;

  • 2. la segunda, por el contrario,
    apuntaría a una visión más amplia de tal
    manera que consideraría relaciones internacionales a
    todas aquellas relaciones que se establecen a través
    de las fronteras y que tienen efectos públicos. Todas
    las posibles definiciones de las relaciones internacionales
    podrían situarse en algún punto del arco cuyos
    extremos acabo de señalar.

El primer extremo, la primera definición,
corresponde a la visión de la escuela realista
clásica. Su concepto de Estado, como ya hemos visto, es el
de una totalidad nacional territorial [19], que
desde la perspectiva de las relaciones internacionales tiene
capacidad de firmar tratados[20]El objeto de
estudio de la disciplina de Relaciones Internacionales
serían aquellas relaciones establecidas entre estas
entidades, y que R. Aron ejemplificó en las figuras del
soldado y del diplomático[21]

En sentido estricto, estas relaciones son relaciones
políticas, es decir relaciones del poder. Cualquier otro
tipo de relaciones establecidas a través de las fronteras
serán pertinentes y dignas de estudio si, y sólo
si, afectan al interés nacional del Estado en
cuestión; es decir, siguiendo a H. Morgenthau, a su poder.
[22]

Las diversas escuelas que se adhieren a esta
definición variarán en lo que respecta al peso
relativo del carácter conflictivo o cooperativo de estas
relaciones, pero se atendrán a una determinada
visión de la política mundial donde los
protagonistas son los Estados y sus móviles la
búsqueda de sus intereses nacionales respectivos HYPERLINK
"http://www.relacionesinternacionales.info/RRII/N1/artpennas1.htm"
l "_ftn20" o "" .

En el otro extremo, la segunda definición acepta
como parte de esa realidad que conocemos como relaciones
internacionales a todas aquellas relaciones que se realizan a
través de las fronteras y que tienen efectos
públicos. Tal definición no tiene por qué
establecer un corte entre las relaciones que se producen en el
ámbito interno y las que se producen más
allá de éste. Simplemente señala que
limitamos nuestra área de investigación a unas
relaciones y no a otras.

Pero esta definición tiene en cuenta que los
Estados no son siempre totalidades nacionales territoriales y
que, como veremos más abajo, muchos no lo son en absoluto;
que hay que distinguir entre el Estado – en el sentido de
aparatos del Estado o de la Administración – y la
sociedad, y que incluso aquél no siempre actúa
unitariamente; que en el ámbito internacional
actúan los ciudadanos, las organizaciones transnacionales,
grupos de presión, los movimientos que se enfrentan a su
propio gobierno o a la misma idea de ese Estado, y que existen
flujos transnacionales – informativos, económicos y de
todo tipo – no generados por entes estatales que afectan
profundamente a la política mundial. Muchas de estas
relaciones tienen amplios efectos públicos.

Esta definición no tiene por qué negar la
importancia de las relaciones interestatales, simplemente
señala la existencia de otras realidades y flujos que
actúan a través de las fronteras
estatales.

R. Cox nos ha hablado de la internacionalización
del Estado y de la formación de un bloque
hegemónico transnacional,.S. Strange, se refiere a una
comunidad internacional de negocios que se forma por encima de
las fronteras y se concentra en los grandes centros
económicos internacionales[23]; otros
autores nos advierten de la emergencia de una sociedad civil
internacional[24]; y finalmente, otros sostienen
que el nuevo escenario mundial poco o nada tiene que ver con el
surgido de la Paz de Westfalia.

"Sin embargo… comprenderemos que este nuevo escenario
mundial que ahora empezamos a plantearnos, poco o nada tiene que
ver no sólo con el sistema y orden internacional de
posguerra, sino lo que es más importante, incluso con el
sistema y orden internacional general que nace formalmente a
partir de la Paz de Westfalia de 1648".
[25].

Ciertamente, esta definición es tan amplia que
peca de imprecisión y carece de la sencillez y elegancia
que son los grandes atractivos del realismo clásico. Sin
embargo, en su amplitud y vaguedad señala el enorme
desconcierto existente entre los estudiosos de las relaciones
internacionales sobre los parámetros del nuevo orden
internacional, sobre sus jerarquías y sobre sus reglas.
Esta definición funciona así, más que como
un instrumento de delimitación conceptual, como un aviso
de una carencia, como un programa de
investigación.

Algunos análisis recientes de figuras
señeras de la disciplina de las Relaciones
Internacionales  apuntan hacia una reafirmación de
nuestra primera definición, caso de la obra de K.
Waltz,  y en otros, a dos formas distintas de describir unas
relaciones internacionales que no son exclusivamente
estato-céntricas, como, por ejemplo, nos mostraría
J. Rosenau[26].

Si uno examina los manuales más recientes y
posiblemente de más éxito en esta disciplina, lo
primero que llama la atención es que lo que en el argot de
la profesión se conoce como tercer debate sigue
siendo de actualidad y la forma de abordarlo es esencialmente
positivista; además de que la elección racional,
modelización y la matematización son la ortodoxia
en la hegemónica academia
estadounidense[27].

Sin negar valor explicativo al neorrealismo, el
institucionalismo liberal o el estructuralismo dependentista,
creo que se puede hablar de nuevas aportaciones que, a la vez que
dispersan las líneas de estudio, aclaran  ideas y
derrumban falsos presupuestos y engañosas
mitologías.

Quizá baste un ejemplo, ¿qué
podemos decir de la idea tan difundida de una crisis del
Estado-Nación? Sin intentar responder a esta pregunta de
forma terminante, sí creo pertinente apuntar que
quizás debamos hablar, no tanto de la crisis del
Estado-Nación, sino de la crisis de muchos que se
denominaban a sí mismos Estados Naciones. En este sentido,
cuando en ocasiones se reflexiona sobre la crisis del
Estado-Nación se parte de una idea falsa – que los
estudiosos de la relaciones internacionales nos encargamos de
difundir profusamente – según la cual el mundo estaba
organizado en Estados Nación a imagen y semejanza de los
Estados del primer mundo.

Los nuevos Estados podían estar menos
desarrollados y menos consolidados, ser más pobres, etc.,
pero eran Estados nación al fin y al cabo. Si esta
afirmación es correcta, lo que está en crisis no es
el Estado-Nación sino la falsa imagen que
sosteníamos de que el mundo estaba organizado en
Estados-Nación efectivos. La apariencia de una
soberanía de iure, legal, de un reconocimiento
internacional, escondía la ausencia de una
soberanía de facto, positiva, de un control efectivo del
territorio

En el análisis de las relaciones internacionales
vale la pena detenerse en las aportaciones de dos grandes autores
de la que se llamó en los años setenta
teoría de la interdependencia  y que, después
de una vuelta al neorrealismo[28]podrían
encuadrarse hoy dentro del Institucionalismo Liberal.

En primer lugar el concepto de soft power de J.N. Nye,
Jr; y en segundo, las premisas de un libro editado por J.
Goldstein y R.O. Keohane titulado Ideas

and Foreign Policy. Beliefs, Institutions and Political
Change[29].

J. diferencia los conceptos de poder duro
(económico y militar) y poder blando.

Este segundo consiste (señala Nye) en la
capacidad de actuación y de arrastre de otros Estados a
las posiciones propias no mediante el uso del poder duro, sino
porque otros países quieran seguir su estela, admirando su
prosperidad o apertura etc.: "Este poder – lograr que otro
ambicione lo que uno ambiciona – es lo que yo llamo poder
blando"[30] . El poder blando depende en parte de
la capacidad de organizar la agenda política y "esta
capacidad de marcar preferencias tiende a asociarse con resortes
intangibles como una cultura, una ideología y unas
instituciones atractivas"[31] .

El poder blando procede en gran parte de los valores que
se reflejan en la política tanto interna como externa. Y
resume, "la universalidad de la cultura de un país y su
capacidad para establecer una serie de instituciones y normas
favorables que gobierna áreas de actividad internacional
son importantes resortes de poder".

Me interesa destacar de este análisis, en primer
lugar, la importancia de los valores para nuestro campo; en
segundo lugar, que estos valores no distinguen sino que impregnan
la acción del Estado en el interior y en el exterior; y
añadir dos matices que aparecen en el texto: en primer
lugar, el poder blando no se opone ni es incompatible con el
poder duro y, en segundo lugar, que este poder blando puede ser
ejercido por poderes no estatales[32].

En el mencionado texto de J. Goldstein  y R. O.
Keohane la idea conductora del libro "es que las ideas tienen
influencia en la política cuando las creencias de
principio sobre las causas dan lugar a mapas de carreteras que
aumenten la claridad del actor sobre la relación entre
medios y fines, cuando afectan a los resultados de una
situación estratégica en donde no hay un
único equilibrio posible y cuando empapan las
instituciones políticas"[33].

Las ideas igual que los intereses pueden explicar las
acciones humanas. Tanto el realismo como el institucionalismo que
proponen nuestros autores parten de modelos racionalistas en
donde los actores egoístas maximizan sus utilidades dentro
de constreñimientos dados. Pero un racionalismo
materialista no podrá explicar las anomalías del
análisis y es sobre esta limitación sobre la que
nuestros autores esgrimen el poder explicativo (parcial) de las
ideas.

Pero la crítica que se puede hacer a estos
planteamientos, en palabras de A. Campos es que "las normas no
son fuerzas independientes y actuantes por sí solas sobre
la realidad, sino que proporcionan el contexto de
confrontación y lucha entre los actores sociales. Y este
conflicto se da a menudo alrededor de los mismos conceptos y de
aquellas normas que establecen. Las normas, las ideas y los
lenguajes compartidos socialmente no son unos agentes más
de la realidad social, sino elementos constitutivos de la
misma"[34].

 

 

 

Autor:

Dr. C. Estuardo Meneses

[1] Vol. 10, Aguilar, Madrid, 1977, p.
282.

[2] Ibíd., pp. 283 y 284.

[3] Sodupe, K., "El estado actual de las
Relaciones Internacionales como ciencia social: ¿Crisis
o pluralismo paradigmático?" en  Revista de
Estudios Políticos, núm. 75 (Enero-Marzo de
1992).

[4]  Smith, S., op. cit.,” The
Self-Image of Discipline", p. 10.

[5] Rodrigo, F., La Teoría de 
las Relaciones Internacionales y el fin de la Guerra
Fría: algunas consideraciones metodológicas,
mimeo, Universidad Autónoma de Madrid, 1995.

[6] Ruggie, J.G., Constructing the World
Polity. Essays on International Institutionalization, Rutledge,
Londres, 1998.

[7] Ruggie, J.G., Constructing the World
Polity. Essays on International Institutionalization, Rutledge,
Londres, 1998.

[8] Morgenthau, H., “The Intelectual
and Political Functions of Theory” en Der Derian, J.
(ed.), Critical Investigations, Macmillan, Londres, 1995, pp.
41 a 43.

[9] Wight, M., “Why is there no
International Theory?” en Butterfield H. y Wight, M.
(eds.), Diplomatic Investigations. Essays in the Theory of
International Politics, Allenand Unwind, Londres, 1966.

[10] Este artículo aparece publicado
en el libro: Emilio Duharte Díaz y coautores:
Teoría y Procesos Políticos
Contemporáneos, Tomo II, Editorial “Félix
Varela”, La Habana, 2006.

[11] Merle, M., Sociología de las
relaciones internacionales, Alianza, Madrid, 1991, 2ª ed.
Más difícil de clasificar es  
 Raymond Aron, cuya obra magna, Paz y guerra entre las
naciones, escrita en 1962 y editada en Madrid por Alianza,
1985, dos vols. que incluye historia, teoría,
sociología y praxeología del sistema
internacional.

[12] Barbé, E., Relaciones
Internacionales, Tecnos, Madrid, 1995, p. 90. Para la
génesis de esta tradición ver   Arenal,
C. del, La Teoría de las Relaciones Internacionales en
España, International Law Association (Sección
española), Madrid, 1979.

[13] Uso este concepto de soberanía en
su formulación como institución internacional,
sin entrar en su plasmación práctica que se
aleja, en ocasiones, de la formulación. Sobre el
concepto de soberanía ver, Hinsley, F.H., Sovereingty,
Cambridge University Press, Cambridge, 1986 (hay
traducción castellana) y Heller, H., La
Soberanía, México, F. C. E, 1995, 2ª ed.
Cuatro aportaciones más recientes y críticas son
Camilleri, J. A. y  Falk, J., The End of Sovereignty?,
Edward Elgar, Aldershot, 1992; Biersteker, T.J., y Weber, C.,
Sovereignty as a Social Construct, Cambridge University Press,
Cambridge, 1996; Bartelson, J., A Genealogy of Sovereignty,
Cambridge University Press, Cambridge, 1995 y Weber, C.,
Simulating Sovereingty. Intervention, the State and Symbolic
Exchange, Cambridge, Cambridge University Press, 1995.

[14] Walker, R.B.J., "Sovereignty, Identity
and Community: Reflections on the Horizons of Contemporary
Political Practice" en Walker, R.B.J. y Mendlovitz, S.H.
(eds.), Contending Sovereignties. Redefining Political
Community, Boulder Co., Lynne Reinner, 1990, p. 165.

[15]   "En definitiva, no cabe una
oposición pura y simple entre el medio internacional y
el medio interno, sino que deben verse como una realidad social
única, que en sus respectivos ámbitos oscila
entre los extremos de la integración y la
anarquía, sin que quepan situaciones puras" en Arenal,
C. del, Introducción a las relaciones internacionales,
Tecnos, Madrid, 1990, 3ª ed., p. 430.

[16] Aron, R., Paz y guerra entre las
naciones, vol. 1, Alianza, Madrid, 1985, p. 156, nota 77.

[17] Bull, H., “International Theory.
The Case for a Classical Approach”, en Norr, K. y
Rosenau, J.N., (eds.), Contending Approaches to International
Politics, Princeton, Princeton University Press, 1969.

[18] Walt, S.M., “Rigor or Rigor
Mortis…” op. cit., p. 6.

[19] Halliday, F., "State and Society in
International Realtions" en Millenium, vol. 16, núm. 2,
1987, p. 195. Navari, C., "The State as a Constested Concept in
International Relations" en Navari, C., (ed.), The Conditions
of States, Open University Press, Buckingham, 1991, pp.
12-15.

[20] Navari, C., "The State as a Constested
Concept in International Relations" en Navari, C., (ed.), The
Conditions of States, Open University Press,
Buckingham, 1991, pp. 12-15.

[21] Aron, R., op. cit. , Paz y guerra…,
cap. I, epígrafe 5, "Diplomacia y medios militares", pp.
71 y ss.

[22] Morgenthau, H., Política entre
las naciones, GEL, Buenos Aires, 1986, traducción de la
6ª ed. inglesa, cap. 9: "Elementos del poder
nacional".

[23] Rodrigo, F., en su obra citada (p. 30),
señala como Keohane, R., y Nye, J., inauguradores de la
llamada escuela de la interdependencia, diez años
después de la publicación de su Power and
Interdependence (Harper Collins, Nueva Cork, 1987) se
habían "rendido casi incondicionalmente" al
neorrealismo: "Nuestros análisis vinculaban los
análisis realistas y neorrealistas a la
preocupación liberal por la interdependencia. Más
que ver la teoría realista como una alternativa a la
teoría liberal de la interdependencia las consideramos
como complementos necesarios" en "Power and Interdependence
Revisited", International Organization, vol. 41, núm. 1,
1987, pp. 728 y 729.

[24] Ver "The Name of the Game" en
Rizopoulos, N.X., (ed.), Sea Changes. American Foreign Policy
in a World transformed, Council of Foreign Relations, Nueva
York, 1989.

[25] Rosemberg, J., The Empire of Civil
Society, Verso, Londres, 1994.

[26] Arenal, C. del, "El nuevo escenario
mundial y la teoría de las relaciones internacionales"
en Pérez González, M., (comp.), Hacia un nuevo
orden internacional y europeo. Estudios en homenaje al Profesor
Manuel Díez de Velasco. Tecnos, Madrid, 1993, p. 79.

[27] Rosenau, J., Turbulence in World
Politics. A Theory of Change and Continuity, Harvester
Wheatsheaf, Londres, 1991 y Along the domestic-foreign
frontier. Exploring Governance in a Turbulent World, Cambridge
University Press, Cambridge, 1997.

[28] Walt, S.M., “Rigor or Rigor
Mortis. Rational Choice and Security Studies” en
International Security, vol. 3, núm. 4, 1999, pp. 5, 6 y
7

[29] Ver  Keohane, R., (ed.), Neorelism
and its Critics, Columbia University Press, Nueva York, 
1986.

[30] Cornell University Press, Ithaca y
Londres, 1993.

[31] La paradoja del poder norteamericano,
Taurus, Madrid, 2002, p. 30. Las ideas de Nye se formularon por
primera vez y de forma extensa en Bound to Lead. The Changing
Nature of American Power, Basic Books, Nueva York, 1990.

[32] Nye, J., op. cit.,  La paradoja…,
p. 30. Es curioso que en el siguiente renglón
mencione  a Gramsci.

[33] Ibíd., p. 33.

[34] Op. cit., Ideas and Foreign
Policiy…, p. 4.

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