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El ansia de perfección. Una adicción a la base de las adicciones




Enviado por Ricardo Peter



Partes: 1, 2


    El ansia de perfección. Una adicción a la
    base de las adiccionesMonografias.com

    La adicción es la dependencia con
    predisposición obsesiva-compulsiva que experimenta una
    persona con respecto a una substancia, una actividad, una
    relación o a una idea.

    Vamos a ocuparnos de una adicción que localizamos
    a la base, si no de todas, de numerosas adicciones. Nos referimos
    a la adicción a una idea: a la
    perfección.

    Cualquier tipo de adicción encuentra un enganche
    fácil, debido a que provee o de una satisfacción
    inmediata, un placer, libra de un dolor, nos evita por un lapso
    de tiempo de un sufrimiento existencial o nos remite a una
    promesa que nos ofrece consuelo y nos conforta. Así que
    todo tipo de adicción baja el estrés, disminuye el
    dolor y, sobre todo, nos pone cómodos con nosotros mismos.
    Eso mismo: nos pone cómodos con nosotros mismos.
    Temporalmente, por supuesto. En este sentido, la adicción
    es el opio de nuestra frágil condición humana. De
    la inseguridad.

    En el fondo, toda adicción tiene como mira
    alejarnos aunque sólo sea precariamente del efecto o de la
    causa de algo inaguantable. ¿Y qué puede ser
    más insoportable que nuestra incorregible facultad de
    fallar, nuestra pesada carga de ser seres defectuosos?
    ¿Qué nos irrita más a lo largo de nuestra
    vida que los propios errores, fracasos y decisiones desatinadas
    que cometemos?

    Empecemos por preguntarnos por el origen de la verdadera
    adicción: la necesidad obsesiva, irresistible, por
    reparar, arreglar, ajustar, la existencia. Trabajo a nivel
    ontológico que se acomete con ímpetu contra nuestro
    ser.

    La pregunta indica claramente que estamos manejando una
    etiología de la adicción a un nivel profundo que, a
    su vez, precisará de un tratamiento del mismo orden. Pero
    bien, ¿de dónde surge esa necesidad? La necesidad
    de enmendar el propio ser. ¿A qué debe que el
    hombre se resista a ser lo que es y busque algún tipo de
    adictivo para satisfacer su necesidad de ser quien no es? A esta
    pregunta Jean Paul Sartre responderá que "ser hombre es
    fundamentalmente deseo de ser Dios".

    No soy el primero en preguntarse qué fue primero,
    el huevo o la gallina, ni el primero en responder que la
    adicción –cualquier forma- en su origen, aloja una
    impelente idea bajo forma de aspiración. Se trata de una
    pretensión, un anhelo, un deseo penetrante, que se vuelve
    obsesión. Frecuente obsesión que se vuelve
    compulsiva. De aquí que podamos alegar que la
    adicción no requiere de la propaganda para encontrar
    clientes.

    La mejor difusión de las adicciones y el mejor
    cliente está dentro de nosotros. Al menos inicialmente, la
    adicción no proviene de afuera. No son las cosas,
    substancias, relaciones o actividades, las que generan
    adicción. Posiblemente no en primera instancia. Lo adicto
    es el hombre. Cómo señalaba Nietzsche, "la tierra
    está enferma y esa enfermad se llama hombre". Suena
    poético, y tal vez retórico y hasta abstracto, pero
    es el fondo de la realidad antropológica que sustenta la
    adicción que queremos plantear.

    En este sentido amplio, podemos, por lo tanto, empezar
    declarando que en nuestras vidas hay porciones, por lo menos
    parcelas, donde se cultiva algún tipo de adicción.
    Cabría pues concluir que todos somos adictos. Qué
    la condición humana de indigencia da origen a alguna forma
    de adicción. Así pues, la palabra adicción
    la usaremos en otro sentido que alude a un tipo de
    afectación profunda.

    La adicción que vamos a tratar, antes que
    colocarla a nivel orgánico, en la cavidad interna del
    cráneo, en el cerebro, o más específicamente
    hablando, en el centro nervioso constitutivo del encéfalo,
    la localizamos en la mente. Soy de la modesta opinión que
    las sustancias psicoactivas no le llegan a lo que es el verdadero
    factor psicoactivo desencadenante de trastornos
    psicológicos y de adicciones: el pensamiento.

    Las ideas pueden operar sobre el sistema nervioso,
    afectando, en un círculo vicioso, el sistema
    psíquico. Salta de nuevo la vieja historia del huevo y la
    gallina.

    La psiquiatría, desde su enfoque
    predominantemente biológico, se da gusto refiriendo la
    mayoría de los problemas mentales a factores
    orgánicos o a sustancias, limitándose a tratar la
    persona con fármacos reguladores de los neurotransmisores
    del cerebro. Ciertamente son innegables las mejoras
    sintomáticas que aporta la psiquiatría, pero el
    sujeto, en muchos casos, permanece dominado o sometido al mismo
    patrón mental adictivo. Se requiere entonces ir más
    allá de la psiquiatría.

    En realidad, la mayor parte de los problemas del ser
    humano se relacionan con un asunto mental. Específicamente
    con la falta de aceptación, cuyo reverso es el auto
    rechazo. El auto rechazo hace mella en el hombre suscitando o
    fomentados el ansia de perfección, que, en palabras
    pobres, es ansia de ordenar y controlar el mundo subjetivo, el
    mundo mental e interpersonal.

    Ordenar y controlar es la manera de pretender corregir,
    enderezar, arreglar, lo que se percibe perfectible. Aquí
    se plantea la primera tarea: reparar el propio ser.

    En nuestra cultura racional occidental, el pensamiento
    psicoactivo dominante, de manera larvada o abierta, en las
    actitudes y conductas, es la búsqueda de la
    perfección.

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