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Algunas ideas del pensamiento político de Hannah Arendt (página 2)




Enviado por ciceron.geo



Partes: 1, 2

El legado político y filosófico de Hannah
Arendt, se encuentra en su abundante obra, que tiene como
objetivo primordial, rescatar la importancia de la acción
política como la más grande y enaltecedora
actividad humana. Sus principales ideas han quedado para la
posteridad en Los Orígenes del Totalitarismo
(1951); Rahel Varnhagen: la vida de una judía
(1958); La Condición Humana (1958); Eichmann
en Jerusalén
(1963); Hombres en Tiempos de
Oscuridad
(1968); Entre el Pasado y el Futuro: ocho
ejercicios sobre la reflexión política
(1968);
Reflexiones sobre la Violencia (1969); Crisis de la
República
(1972); La Vida del
Espíritu
(1978).

La
comprensión del totalitarismo

Hannah Arendt nos dice "(…) no podemos demorar la
lucha contra el totalitarismo hasta que lo hayamos
comprendido, puesto que no lo comprenderemos (…)
hasta que haya sido derrotado" (Arendt, 1995:31)

Tomando como postulado de nuestra autora, el contenido
de la cita anterior, podemos establecer que en la medida en que
han ido apareciendo en el mundo no totalitario, los movimientos
totalitarios, el proceso de su comprensión también
implica un proceso de autocomprensión, ya que si se conoce
sin comprender, se conoce y comprende aún menos lo que se
está adversando. Nuestra pensadora, realiza un
análisis pormenorizado del tema de la comprensión
-que considera fundamental para poder enfrentar y derrotar al
totalitarismo en cualquiera de sus formas y modalidades- al
establecer distinción entre conocer y comprender, a pesar
de que guardan estrecha relación. Igualmente, define una
secuencia condicional entre comprensión y
conocimiento.

De tal manera pues, que la comprensión en su
opinión, descansa en el conocimiento y
éste no puede darse sin una preliminar e implícita
comprensión. En otras palabras, la
condición necesaria para que exista conocimiento es que
haya una comprensión inicial. En esta misma línea
de pensamiento argumenta que la comprensión de los asuntos
políticos e históricos, en virtud de ser
básicamente humanos tiene algo en común con la
comprensión de los individuos. En tal sentido nos dice:
"(…) sólo conoceremos quién es esencialmente
alguien después de su muerte (…). Para los
mortales, lo eterno y definitivo comienza sólo
después de la muerte" (Arendt, 1995: 31).

Nuestra autora establece una relación entre
comprensión y conocimiento que utiliza para apuntalar el
estudio del totalitarismo como fenómeno político de
nuestras sociedades. En efecto: "La comprensión precede y
prolonga el conocimiento. La comprensión preliminar, base
de todo conocimiento, y la verdadera comprensión que lo
trasciende tienen en común el hecho de dar sentido al
conocimiento". Más adelante nos dice: "(…) Si , por
otra parte, el estudioso quiere trascender su propio conocimiento
(…) debe hacer gala de humildad y escuchar muy atentamente
el lenguaje popular, en que palabras como totalitarismo
son usadas a diario (…) empleadas falazmente como
slogans para poder restablecer el contacto entre
conocimiento y comprensión" (Arendt, 1995: 33).

En este mismo orden de ideas, coincidimos plenamente con
nuestra autora en que la comprensión preliminar denuncia
el totalitarismo como tiranía y presupone que nuestra
lucha sólo busca la libertad. La historia reciente revela
que muchas otras formas de gobierno, han negado la libertad, pero
nunca en la forma extrema y radical como lo han hecho los
regímenes totalitarios, pero la comprensión
preliminar se constituye en un obstáculo más eficaz
para que la gente pueda unirse a un movimiento totalitario que la
información más cierta y más fiable, el
análisis político más certero o el
más profundo conocimiento acumulado.

Si abundamos en el término totalitarismo,
observamos que su uso popular se generalizó para denunciar
el mal político por excelencia, hace algunas
décadas. En tal sentido el término que hacia la
postguerra se utilizaba con más frecuencia era
"imperialismo" como etiqueta para referirnos al mal
político de la época. Su connotación era
sinónimo de agresividad en política exterior; sin
embargo, los dos términos llegaron a imbricarse o mejor
dicho, se utilizaban como sinónimos. De manera similar,
totalitarismo se utiliza en nuestros días para
denotar ansias de poder, afán de dominio, terror y para
señalar "una estructura de Estado monolítica"
(Arendt, 1995: 33).

En este mima línea de pensamiento, podemos
afirmar que históricamente, es sólo a la
caída del imperio británico y la
incorporación de la India a la Commonwealth y no
la guerra o resistencia al totalitarismo, los sucesos que
contribuyeron a consolidar el totalitarismo como fenómeno
político mundial que sustituyó al imperialismo como
hecho determinante.

Podemos abundar en algunos detalles para corroborar la
identificación en el lenguaje popular de los dos
términos "imperialismo" y "totalitarismo". En tal sentido,
señalamos que dichos términos se utilizaron como
sinónimos para identificar otros males del pasado como la
agresividad y afán de expansionismo territorial en el caso
de imperialismo; terror y sed de poder en cuanto al
totalitarismo.

Así pues, el totalitarismo para nuestra autora
"(…) se ha convertido en nuestro tiempo en un objeto
permanente de estudio sólo desde que la comprensión
preliminar lo señaló como el problema fundamental y
el peligro de mayor importancia de nuestra época" (Arendt,
1995: 34). Sin embargo, señalamos que las diferentes
interpretaciones comunes, incluso a nivel académico,
siguen la línea de la comprensión preliminar pues,
identifican el dominio totalitario con la tiranía o con la
dictadura de un partido político.

Sobre el concepto de libertad abundaremos más
adelante, ya que es uno de los términos básico para
analizar el pensamiento político de Hannah
Arendt.

Estas ideas de Arendt en torno al totalitarismo pueden
ser extrapoladas para estudiar aunque sea someramente la historia
reciente de América Latina Dicha historia está
llena de múltiples ejemplos de gobiernos tiránicos
que han contado con respaldo inicial de sectores de la
población, principalmente sectores económicos,
políticos y militares que han logrado posiciones
importantes en la jerarquía gubernamental para provecho
propio y de los suyos.

Así pues, si tenemos pendientes los elementos
totalitarios existentes en las sociedades de masas, la
alienación, el chantaje nuclear, la injusticia, el
consenso impuesto, la irracional utilización de las
tecnologías que atentan contra el equilibrio
ecológico de la Tierra y la imposición de criterios
económicos de los países industrializados sobre los
países subdesarrollados, se puede inferir que se vive una
especie de estado de excepción permanente. Los movimientos
totalitarios no aparecieron intempestivamente, sino que sus
estructuras de dominio fueron el resultado de la dinámica
histórica producto de las circunstancias de ciertos
elementos contenidos en la misma sociedad.

De manera similar, las sociedades democráticas no
han adquirido mágicamente sus propiedades y no son de
manera alguna ajenas o inmunes al totalitarismo. A pesar de que
existe una tendencia mundial a coartar todo lo que huela a
totalitarismo, el afán de control por parte de las
potencias mundiales a través de la tecnología,
constituye otra modalidad de totalitarismo en el cual se utiliza
una especie de discurso que sólo sirve para encubrir las
verdaderas intenciones. En efecto, el totalitarismo siempre se
mantiene atento a hacer aparición en cualquier sociedad;
es decir, está en estado latente o potencial, listo para
irrumpir bajo cualquiera de sus modalidades
contemporáneas.

Los conceptos de
poder,
violencia y dominación

Hannah Arendt, se ha destacado en sus escritos por
enfrentarse a la tradición filosófica, en lo que se
refiere a la esencia de la política. La distinción
permanente entre poder, violencia y dominación, constituye
una nota resaltante en su pensamiento; Esquirol quien estudia la
posición de Arendt en relación al poder y la
violencia, sostiene que "el reto de la política
siempre es el poder, nunca la violencia"
(Esquirol, 1994:
39).

Esquirol se muestra de acuerdo con la pensadora de
origen alemán, en cuanto a que la violencia es algo
particularmente humano. Así vemos que la historia
está llena de acciones violentas con distintos matices y
modalidades: en este sentido, sólo el hombre es violento y
sólo la acción del hombre sobre el hombre puede ser
calificada propiamente de violenta, ya que la acción sobre
la especie animal puede definirse como cruel. En efecto, en
relación a la violencia, podemos decir que la profunda
crisis ecológica que hoy vive el planeta, tiene su origen
en la violencia contra la naturaleza, particularmente, en la
utilización desmedida de tecnologías. Los efectos
provenientes del uso indiscriminado de agentes químicos en
la agricultura; la escasez de fuentes de agua como consecuencia
de la tala indiscriminada de los bosques y pulmones vegetales,
constituyen ejemplos frecuentes de dicha violencia.

En este mismo sentido, podemos decir, que el homicidio
es también violencia, puesto que se trata de anular al
otro. En los antípodas de la violencia, encontramos la
paz, el amor, el respeto y también el discurso, puesto que
la violencia es el extremo opuesto del discurso. Eric Weil,
manifiesta convencido "la violencia es siempre
interrupción del discurso; el discurso es siempre
interrupción de la violencia" (Weil, 1967: s/p). Arendt
insiste en que ante el temor de que la violencia se apodere del
mundo, debemos estar vigilantes ante las múltiples formas
en que la violencia se disfraza de discurso y denunciar a toda
persona que la ejerza mediante encubrimientos discursivos o
retóricos.

En este mismo orden de ideas, la historia
política de los hombres está llena de violencia y
en muchos casos ésta ha sido, el eje central de los
cambios y de las revoluciones. La utilización de la
violencia ha sido una constante histórica cuando se ha
puesto en práctica el poder político, en tal
sentido, es oportuno mencionar, un pensamiento de Weber que
Esquirol interpreta en sus propias palabras. En efecto:
"(…) el poder político tiene el monopolio de la
violencia es lo mismo que afirmar que la violencia es su medio
específico y tendencialmente exclusivo (decimos
"tendencialmente exclusivos" porque incluso en nuestras
sociedades se dan, además del "Estado", grupos
terroristas, gansteriles o individuos que hacen uso de la
violencia)" (Esquirol, 1994: 42).

Además, nuestra autora al reflexionar sobre la
violencia considera que ésta ha sido el denominador
común del siglo XX, sin embargo, al constatar el
vacío teórico que ha existido sobre el
fenómeno de la violencia, especialmente si consideramos la
gran importancia que ha ejercido en los asuntos humanos hace una
dura crítica al respecto. Al efecto, nos dice: "Nadie
consagrado a pensar sobre la Historia y la Política puede
permanecer ignorante del enorme papel que la violencia ha
desempeñado siempre en los asuntos humanos, y (…)
ha sido singularizada tan escasas veces para su especial
consideración" (Arendt, 1973: 116).

Es que gran parte del pensamiento político ha
estado impregnado de la filosofía hegeliana y marxista,
que han hecho de la violencia como necesaria para lograr el
cambio histórico y el progreso. Vale la pena preguntarnos
si ¿La violencia ha sido la clave de todo cambio radical,
en la vida política de los hombres?. A pesar de que la
idea hegeliana, de la justificación histórica de la
violencia, la hacen suya autores de la talla de Sorel, Pareto y
Sartre, Arendt se opone rotundamente e intenta mostrar que la
violencia es más el arma de las reformas que de la
revolución.

Pero paralelamente al tema de violencia también
estudia el de la no violencia. Al respecto, nuestra autora pone
en duda la eficacia de la violencia a lo largo de la historia.
Conviene que formulemos en este momento dos interrogantes
¿Es oportuna y eficaz la no violencia ante las exigencias
de la realidad histórica? ¿Puede definirse la no
violencia como cobardía o evasión?. Al respecto, el
autor de En torno a Hannah Arendt, nos dice: "El
Sermón de la Montaña, que constituye una gran
expresión del planteamiento histórico de la no
violencia, ¿ha sido estéril respecto a la historia
o la ha marcado sustancialmente? ¿fecundidad o
esterilidad?" (Esquirol, 1994: 40-41).

A los efectos del estudio de la no violencia,
cuestión que es una permanente aspiración en el
pensamiento político de Arendt, nuestra autora reflexiona
en el sentido que existe algo "político", es decir,
relativo a la pluralidad de los hombres y "no violento" capaz de
acabar con la violencia. En esta línea de pensamiento, se
opone rotundamente a la consideración de que sólo
la fuerza y la violencia han sido históricamente eficaces
y como veremos más adelante, su concepción del
poder tiene muy poco en común con esta
interpretación.

Veamos ahora, lo relativo al poder. Arendt coincide con
Hobbes, sólo en la forma del concepto de poder, pero en
cuanto al contenido del mismo, existe una profunda diferencia
entre ambos. En el Leviatán, Hobbes nos dice que
"durante el tiempo que los hombres viven sin un poder, que les
obligue a todos al respeto, mantienen la condición que se
llama guerra; una guerra de todo hombre contra todo hombre"
(Arendt, 1993: 223). Para nuestra autora, la guerra es una forma
de violencia que se produce al margen de la política y del
poder, propiamente dichos. Pero en cuanto a la esencia del
poder
difiere diametralmente de la posición
hobessiana.

Aclaremos más lo expresado en el párrafo
anterior. En el sentido habitual, el término poder hace
alusión a la capacidad de algo o de alguien para producir
determinados resultados. Pero cuando hablamos de poder social o
político, nos referimos a la posibilidad del hombre de
actuar en lo público, y frecuentemente dicha posibilidad
de acción pública se refiere al poder del
hombre sobre el hombre, es decir, poder como
dominación, coacción,
determinación.

Al referirnos al poder, podemos decir que una
de las cosas que debilita y luego aniquila a las comunidades
políticas, es la pérdida del poder.
Éste no puede almacenarse ni llevarse al mercado de
cambio, para hacer frente a emergencias sino que sólo
existe en su realidad. En La Condición Humana,
Arendt, hace hincapié en el poder, cuando nos
dice que "El poder sólo es realidad donde palabra
y acto no se han separado, donde las palabras no están
vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no
se emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades,
y los actos no se usan para violar y destruir sino para
establecer relaciones y crear nuevas realidades" (Arendt,
1993:223).

En relación al concepto de poder,
podemos decir, es lo que mantiene la existencia de la esfera
pública, que es el espacio de aparición de los
hombres que se agrupan mediante el discurso y la acción,
es decir, es el espacio de aparición de los hombres que
hablan y actúan. Nuestra autora establece diferencia entre
poder y fuerza, al decir que " (…) el
poder es siempre un poder potencial y no una
intercambiable, mensurable y confiable entidad como la
fuerza. Mientras que ésta es la cualidad natural
de un individuo visto en aislamiento, como función
corporal, (…) el poder surge entre los hombres
cuando actúan juntos y desaparece en el momento en que se
dispersan. (…)" (Arendt, 1993: 223 ).

Conviene que expresemos, que Arendt se aparta de la
tradición del pensamiento político que hace
aparecer al poder y la violencia como un binomio
inseparable, hasta el punto de considerar que la violencia es una
de las manifestaciones del poder. La apología que
hace nuestra autora del poder, proviene de la
interpretación que ella hace como consenso, concierto,
coordinación, precisamente lo que Proudhon, consideraba
como opuesto al poder. En Efecto, Proudhon identificaba
poder con fuerza, y así como él,
teóricos defensores y detractores del poder han
caído en la indistinción, que confunden y entienden
como sinónimos, poder, autoridad y
dominación.

Arendt, en Crisis de la República
insiste en que "Poder, potencia, fuerza, autoridad y violencia no
serían más que palabras que indican los medios por
los que el hombre domina al hombre; se utilizan como
sinónimos porque poseen la misma función" (Arendt,
1973: 146). Conviene entonces que aquí resaltemos, lo que
nuestra autora dice en relación a los términos
mencionados y que tradicionalmente se han utilizado como
sinónimos. "Es, creo, una muy triste reflexión
sobre el actual estado de la ciencia política, recordar
que nuestra terminología no distingue entre palabras clave
tales como "poder", "potencia", "fuerza", "autoridad" y,
finalmente, "violencia" – todas las cuales se refieren a
fenómenos distintos y diferentes, que difícilmente
existirían si éstos no existieran-. (…)
Emplearlas como sinónimos no sólo indica una cierta
sordera a los significados lingüísticos (…) sino
que también ha tenido como consecuencia un tipo de ceguera
ante las realidades a las que corresponden. (…)" (Arendt, 1973:
145-146).

Nuestra autora en La Condición Humana,
trata en varios capítulos el tema de la violencia y su
desarrollo desde la antigüedad hasta la época
moderna. En efecto, ser político, vivir en una
polis, significaba que todo se decía por medio de
palabras y de persuasión, y no con la fuerza y la
violencia. Aquí conviene decir que todo aquél que
estaba fuera de la polis, esclavos y bárbaros,
estaban desprovistos de una forma de vida, en que sólo el
discurso tenía sentido y donde la principal
preocupación de los ciudadanos, era hablar entre
ellos.

Toda la obra de Arendt está marcada por la
necesidad de lograr una comprensión de la especificidad de
la política, en la cual la punta del iceberg en su
pensamiento es la idea de la libertad que está
inmersa en el propio concepto de la polis. En efecto,
nuestra autora no dice:

"Lo que dieron por sentado todos los filósofos
griegos, fuera cual fuera su oposición a la vida de la
polis, es que la libertad se localiza
exclusivamente en la esfera política, que la necesidad es
de manera fundamental un fenómeno prepolítico,
característico de la organización doméstica
privada, y que la fuerza y la violencia se justifican en esta
esfera porque son los únicos medios para dominar la
necesidad –por ejemplo, gobernando a los esclavos- y llegar
a ser libre" (Arendt, 1993: 43-44)

En la cita anterior, nuestra pensadora reafirma que
nosotros, los hombres, al usar la palabra y la acción, nos
insertamos en el mundo humano, el cual en su opinión lo
define como un segundo nacimiento. En su sentido más
amplio, actuar, significa comenzar, conducir, gobernar. Es que
con la creación del hombre, el principio del comienzo
entró en el mundo, con lo cual Arendt interpreta que el
principio de la libertad, se creó al crearse el
hombre. Es decir, el concepto de libertad es inherente a
la misma condición humana. Simultáneamente, la
razón de existir de la política es esa misma
libertad, por cuanto es por la libertad por lo que los
hombres conviven organizados políticamente. En cambio, la
razón de ser de la historia es el aprendizaje de reconocer
la libertad en las acciones del pasado preservando y
rescatando todo el sentido de éstas.

Sin ninguna duda, podemos enfatizar que parte del poder
del discurso de nuestra autora, descansa en la teoría del
poder político de Maquiavelo cuando éste
manifiesta, que el propio acto de fundación, es decir, el
comienzo consciente de algo nuevo requiere y justifica el uso de
la violencia. Arendt, identifica la capacidad de comenzar del
hombre con el comienzo mismo. Si la creación del hombre
coincide con la de un comienzo en el universo, lo que conlleva a
la creación de la libertad, entonces el nacimiento de los
hombres individuales, siendo nuevos comienzos, reafirma el
carácter original del hombre.

En otro orden de ideas, pasemos ahora a definir
"violencia" en términos arendtianos. En Crisis de la
República
, ella nos dice:

"La violencia (…) se distingue por su carácter
instrumental. Fenomenológicamente está
próxima a la potencia, dado que los instrumentos de la
violencia, como todas las demás herramientas, son
concebidos y empleados para multiplicar la potencia natural hasta
que, en la última fase de su desarrollo, puedan
sustituirla" (Arendt, 1973: 148).

Del texto anterior, podemos columbrar que Arendt,
construye el concepto de violencia, como amplificación de
la potencia humana mediante instrumentos. El término
poder lo entendemos en términos arendtianos como
la acción humana concertada. Según hemos visto,
nada es tan cotidiano como la combinación de violencia y
poder. Digamos más bien que en la realidad se da una
combinación de violencia y poder para indicar los medios
que dispone el hombre para dominar al hombre. En Crisis de la
República
nos dice que "políticamente hablando
lo cierto es que la pérdida del poder se convierte en una
tentación para reemplazar al poder por la violencia"
(Arendt, 1973: 156).

La causa de la libertad es lo que ha devenido en la
existencia de la política. Así ha sido desde el
comienzo de la historia. Libertad, acción y poder, son los
temas clave de la reflexión filosófica de Arendt
frente a los antípodas del totalitarismo. Éste, el
totalitarismo, como la historia ha demostrado, más que un
tipo de política y de poder, es la negación de
política y poder.

La clave de todo está en que la violencia en
forma de terror elimina la comunicación entre los seres
humanos, la acción común, la identidad y la
personalidad de los sometidos. Aquí el terror debemos
entenderlo como el dominio de la violencia cuando todo poder ha
sido anulado; en otras palabras, el terror lo podemos considerar
como una variante de la violencia. En Crisis de la
República
al referirse al terror, nos dice que
"(….) El terror no es lo mismo que la violencia; es más
bien, la forma de gobierno que llega a existir cuando la
violencia, tras haber destruido todo poder, no abdica sino que,
por el contrario sigue ejerciendo un completo control. (…..)
Todo tipo de oposición organizada ha de desaparecer antes
de que pueda desencadenarse con toda su fuerza el terror"
(Arendt, 1973: 156-157) .

En definitiva, pues, nuestra autora se opone a la
concepción de la política como lucha por el
poder, en la cual algunos hombres que rechazan la
política, buscan el poder de un modo más personal.
Una verdadera revolución se identificará como un
fenómeno de rebelión que lleva explícita e
implícitamente a la constitución y
consolidación de un espacio de libertad.

En este sentido, Weber al referirse a la esencia del
Estado moderno, que es la asociación política
más importante de nuestra época, lo define como una
relación de dominación de hombres sobre hombres,
que se sostiene por medio de la violencia
legítima.

Arendt, se muestra sorprendida de la poca importancia
que se le da a la violencia, para ser considerada como variable
importante de estudio. En efecto, nuestra autora mencionada por
Esquirol nos dice "Cuando el fenómeno de la violencia ha
sido tratado, casi siempre se ha hecho subordinándolo a
otro tema –la "política" o la economía–, del
cual constituía una prolongación o un medio. Desde
estos planteamientos se hace imposible entender lo que significa
la violencia en sí misma y lo que, en la perspectiva
social, la distingue del poder político" (Esquirol, 1994:
46-47).

Insistimos pues, en que para Weber la política se
asimila a la dominación, y el Estado como expresión
política, es aquella relación de dominación
que pretende sostener el monopolio de la violencia física
de manera legítima. Arendt, no rechaza dicha
relación entre poder y violencia sino la
identificación de poder con dominación. En
la obra Economía y Sociedad de Max Weber,
éste define el poder como la capacidad de disponer de los
medios para influir en la voluntad de otro.

Más adelante, Weber, cuando nos habla de
dominación, dice "Por dominación debe
entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un
mandato…." (Weber, 1964: 43). Este autor utiliza la secuencia
poder-política-dominación-coacción,
que ha tenido en la historia del pensamiento político un
uso casi generalizado. Incluso, identifica, asociación
política con asociación de
dominación.

Nuestra autora reflexiona reiteradamente sobre el papel
preponderante de la violencia en el siglo XX, y utiliza dichas
reflexiones para criticar las guerras que han mantenido en jaque
a la humanidad, especialmente las dos guerras mundiales en las
que se perdieron millones de vidas humanas por el afán de
de poder y expansionismo de las potencias mundiales que
ejercían el liderazgo en esos momentos. En consecuencia es
un principio constante en toda su obra, la defensa de la eficacia
de las acciones no violentas e insiste en el interés de
distinguir para comprender, que es uno de sus lemas según
Esquirol (1973, p.45); en este aspecto, estamos alineados con lo
afirmado por Esquirol. En efecto, la autora contrasta los
conceptos de poder y violencia en algunos estudiosos de
la materia, quienes han entendido que el poder implica
violencia. Por ejemplo, para Bertrand de Jouvenel, el poder
consiste en mandar y en ser obedecido, ya que la esencia del
poder es el mando.

En cambio, Passerin d"Entreves ha sido, en
opinión de la autora, el único de los estudiosos
que ha hecho una distinción fundamental pero ligera entre
poder y violencia. Para Passerin, el poder es
la violencia o la fuerza conforme a la ley; es decir, cuando la
violencia está respaldada o justificada por la ley; en
este caso, el poder puede implicar la violencia. Como se
ve, Passerin identifica poder y violencia,
exclusivamente en el ámbito de la ley, es decir, justifica
bajo el imperio de la ley, el uso de la violencia.

No obstante, la diferencia es sólo de grado, ya
que lo más frecuente ha sido ver en la violencia la
máxima manifestación del poder.
Además, ha sido tradicional la identificación de
poder y violencia. La dominación de unos hombres
sobre otros, ya sea impuesta o deseada, lleva implícito el
ejercicio de la violencia.

Así pues, Arendt de manera opuesta a los autores
mencionados, se refiere al término poder,
"como la capacidad humana para actuar de manera
concertada"
(Arendt, 1973: 46). Para nuestra autora, el
poder nunca pertenece a un individuo sino a un grupo de
individuos y continúa existiendo mientras el grupo se
mantenga unido. En otras palabras, un hombre tiene poder
cuando actúa en nombre de un grupo de personas; sin el
consentimiento del grupo, la persona deja de tener
poder. El hombre como individuo, por sí mismo,
carece de poder sólo tiene
potencia.

En el párrafo anterior, se utiliza el
término "potencia", que para nuestra autora
designa inequívocamente a algo en una entidad singular,
individual; es la propiedad inherente a un objeto o persona y
pertenece a su carácter, que puede demostrarse a sí
mismo en relación con otras cosas o con otras personas,
pero es esencialmente independiente de ellos.

El poder es una condición de posibilidad
del espacio político, del espacio de aparición de
los hombres: En La Condición Humana Arendt
expresa que el poder es lo que mantiene la existencia de
la esfera pública, es el potencial espacio de
aparición de los hombres que actúan y hablan entre
sí. También Arendt hace referencia a que el
poder surge entre los hombres cuando actúan
juntos y desaparece en el momento en que se dispersan.

El reto más grande que afronta la sociedad
contemporánea es el de la impersonalidad, el de la falta
de responsabilidad personal, el de la falta de diálogos,
de preguntas y respuestas en el ámbito de lo
público. En otras palabras, en ausencia de sujetos y en
presencia de complejas estructuras impersonales, nada ni nadie es
responsable de nada ni de nadie

Reflexiones
finales

Como epílogo de este trabajo, reafirmamos que
para Arendt, a quien reafirmamos como arqueóloga del
pensamiento político, postula una nueva manera de entender
la política, a diferencia de los estudiosos clásico
ya conocidos como Weber, Hobbes, Maquiavelo, Bertrand de
Jouvenel, Passerin d"Entreves (este último ha sido el
único autor que ha aceptado una distinción entre
poder y violencia) con quienes ha contrastado sus puntos de
vista. Una posible explicación de esta forma
originalísima, para la época, de entender la
política obedezca quizás a su carácter de
alemana perseguida por el régimen nazi, en virtud de su
condición de judía, cuestión que la
obligó a emigrar primero a Francia y luego a los Estados
Unidos de América.

En su permanente crítica al totalitarismo en
cualquiera de sus manifestaciones, ya sea absolutismo o
tiranía, postula que es eminentemente una relación
de dominación y violencia que se ha impuesto a
través de la historia porque el ser humano no
ejerció el poder del que hubiera sido capaz. Esta
posición que entendemos como un postulado de su
pensamiento, es la que explica que la violencia es inferior al
poder, en virtud de que donde existe poder, la violencia
no puede consolidarse. O de otro modo, el poder nunca puede
surgir de la violencia; ésta puede contribuir a destruir
el poder pero nunca a crearlo; o mejor, en ausencia de poder, la
violencia domina absolutamente. Esto explica que lo contrario de
la violencia más que la no- violencia es,
paradójicamente el poder. Pero además insiste en
que "La pérdida del poder se convierte en una
tentación para reemplazar el poder por la
violencia"(Arendt, 1973: 156).

Ahora bien, si asumimos la pregunta clave de la
filosofía política hecha por algunos estudiosos de
la materia como Leo Strauss ¿Cuál es el mejor de
los gobiernos? O la pregunta de la filosofía moderna de
¿Cómo mantener el poder?, vemos que nuestra autora
en su interpretación atípica, pues, se sale de los
cánones clásicos, realizaría mejor esta
otra: ¿Qué se esconde tras la confusión
entre poder y dominio?

En su genuina interpretación, refiere que una
tiranía o los totalitarismos de los muchos que se han
instaurado en diversas partes del orbe en la época
contemporánea, han requerido de cierto consenso, al menos
del grupo de hombres que sostienen el aparato
político-administrativo del Estado. En el caso
límite, que imagináramos todos los instrumentos del
mal en las manos de un solo hombre, éste carecería
de poder y en definitiva de posibilidades políticas, sin
la ayuda de otros hombres. En cambio, el poder que proviene de la
acción concertada no tiene rival; nada ni nadie puede
dominarlo o anularlo y ninguna violencia puede destruirlo. Por
eso afirma "(…)Sólo donde los hombres viven tan
unidos que las potencialidades de la acción están
siempre presentes, el poder puede permanecer con ellos (…)
(Arendt, 1993: 224).

Es bueno referir en estos momentos que la tiranía
se caracteriza por el aislamiento del tirano con respecto a sus
súbditos, y de estos entre sí debido al mutuo temor
y sospecha, de ahí que Arendt reafirme que la
tiranía es un forma de gobierno totalitaria que contradice
la esencial condición humana de la pluralidad, el actuar y
hablar juntos, que es la condición de todas las formas de
organización política.

Una última reflexión antes de finalizar.
El título de arqueóloga del pensamiento
político, que le hemos dado a Arendt en este trabajo
proviene de la circunstancia o razón, de utilizar el
concepto de libertad así como la distinción entre
esfera pública y esfera privada, entre otros,
remontándose a la época de los griegos y
especialmente a la polis que conocía iguales
mientras que la familia era el centro de la más estricta
desigualdad. En tal sentido, "ser libre significaba no estar
sometido a la necesidad de la vida, ni bajo el mando de alguien y
no mandar sobre nadie, esto es, ni gobernar ni ser gobernado"
(Arendt, 1993: 45). De esta manera el jefe de familia sólo
se consideraba libre cuando tuvo la facultad de abandonar el
hogar y entrar en la esfera política, donde todos eran
iguales. De allí, que la igualdad lejos de relacionarse
con la justicia como en estos tiempos, era la propia esencia de
la libertad: ser libre era serlo de la desigualdad presente en la
gobernación y moverse en una esfera en la que
existían gobernantes ni gobernados.

Se trata en definitiva de otra manera de concebir la
política.

Bibliografía citada

Arendt, Hannah (1973). Crisis de la
República
. Editorial Taurus. Madrid,
España.

Arendt, Hannah. (1995). De la Historia a la
Acción
. Traducción al castellano de Fina
Birulés. Editorial Paidós. Barcelona,
España.

Arendt, Hannah. (1993). La Condición
Humana
. Editorial Paidós. Barcelona,
España.

Esquirol, Josep y otros. (1994). En Torno a Hannah
Arendt
. Editorial Centro de Estudios

Constitucionales. Madrid, España.

Hobbes, Thomas (1983).
Leviatán. Traducción al castellano
de A. Escohotado. Editora Nacional. Madrid,
España

Weber, Max. (1964). Economía y Sociedad.
Fondo de Cultura Económica. México.

Weil, Eric. (1967). Logique de la Philosophie.
Vrin. París, P. 40

 

 

 

Autor:

Dr. Francisco
Avila-Fuenmayor

Nota: Este artículo
salió publicado en el Volumen XI, N ° 1, Enero-Abril
2005, de la Revista de Ciencias Sociales de la Facultad de
Ciencias Sociales (FACES) de la Universidad del Zulia (LUZ). PP:
181 a 191.

Este Ensayo se publicó en la web el
16-05-05

Partes: 1, 2
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