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Análisis de Madame Bovary (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4

Acosada por las deudas y la presión de su
acreedor, acudió a banqueros, a León y a Rodolfo,
pero ninguno le facilitó dinero. A partir de ese momento
su vida empezó a tambalearse y a desintegrarse.
Decepcionada de sus amantes y abatida por las deudas se
suicidó, luego de haber convencido al cándido
Justín (precisamente el ser que tanto la amaba en
silencio) que le entregara la llave para tener acceso al veneno.
Concluía así la trágica vida de un ser
soñador que, después de ocho años de
matrimonio, con dos tempestuosas aventuras amorosas de las que su
marido no se entera, contrae una agobiante carga de deudas que no
puede satisfacer, y se suicida.

Murió tras haberse persuadido del fraude, la
mezquindad y la indiferencia de sus amantes, de "reconocer en el
adulterio aquella misma insulsez del matrimonio", de "darse
cuenta de lo sórdida que era su felicidad" a la que se
aferró por rutina o por corrupción. Todo le
resultó insoportable en la vida, hasta ella misma.
Vivió con desidia y odió hacia Carlos, a quien
nunca perdonó por haberla conocido. Buscando la felicidad
en otros (y no dentro de ella) y añorando
quiméricas vivencias y fantásticos ideales, se
suicidó para no enfrentarse al absurdo y conflictivo mundo
real.

B. SECUNDARIOS

CARLOS BOVARY

A pesar de ser el esposo del personaje principal de la
novela, no contiene la fuerza que le permita trascender en la
obra. Nació en un hogar provinciano en 1815. Lo
amantó una nodriza. Sus padres, por ahorrar, tan solo lo
enviaron a recibir instrucción (religiosa) por fuera de la
casa; a los quince lo matricularon en el colegio en 1828.
Allí durante sus primeros días fue objeto de burla
por parte de sus compañeros, menores que él;
así mismo, fue víctima de la tiranía del
jefe de estudios. Con algunas interrupciones logró
terminar su carrera de medicina en 1835.

Influenciado por su autoritaria madre consiguió
trabajo en Tostes y ésta le "consiguió" como esposa
a una viuda mucho mayor que él. Muerta ésta, se
casó con Emma en 1838, la cual murió en 1846.
Aunque trató de hacerla muy feliz con todo el amor y la
comprensión que le profesaba, ella lo detestaba y nunca
logró serlo.

Con su carácter permisivo, amable, comprensivo y
tolerante buscó complacerla, pero como Emma buscada
ideales ajenos a los que él tenía, terminó
odiándolo, mintiéndole y engañándolo.
Carlos amaba profundamente a Emma pero no contaba con la
experiencia ni con el temperamento para satisfacer sus
ambiciones.

Frustrado y triste por haberla perdido y, tal vez, por
haber sido engañado, murió en 1847 en el mismo
banco en donde su adorada esposa se había solazado con uno
de sus amantes.

LEON DUPUIS

El joven León, que según la viuda de
Lefrancois era "un encanto de chico" y nunca tenía "una
palabra más alta que otra", en Yonville era una persona
tímida; después de vivir en París y otros
lugares superó su timidez. Le parecía tedioso vivir
siempre en solo lugar. Amaba la lectura, recitaba versos y
prefería la poesía porque el verso le
parecía que encerraba mayor ternura que la prosa,
conmovía más y hacía llorar. Al igual que
Emma, aborrecía los personajes literarios vulgares "y los
sentimientos atemperados, como los que se dan en la vida". Por
eso pensaba que las obras que no conmovían el alma se
desviaban de la verdadera finalidad del arte. "En medio de las
decepciones de la vida, ¡es tan dulce poder trasladarse con
el pensamiento a esos caracteres nobles, a esos sentimientos
puros, a esas escenas de felicidad". En Yonville, que
ofrecía pocos alicientes, la lectura era su única
distracción.

Tímido y reservado, "con una reserva mezcla de
pudor y disimulo", gozaba de buena estima por sus irreprochables
modales. Escuchaba a los mayores "y no daba muestras de tener
opiniones políticas exaltadas". Pintaba acuarelas,
sabía leer la clave de sol y se entregaba con placar a la
lectura.

León, que tenía el cabello castaño
y liso y mantenía sus uñas bien cuidadas, le
recitaba versos a Emma, le leía poesías y
dialogaban sobre arte y literatura, temas afines a los
dos.

Incapaz de confesarle su amor a Emma, renunció a
su intento de conquistarla porque le parecía virtuosa e
inaccesible. Así que, "harto de aquel amor imposible y que
ningún fruto le reportaba", decidió cambiarle el
rumbo a su vida. Aburrido de Yonville y de su gente, se
marchó a París a terminar sus estudios de
derecho.

Transcurridos unos tres años se reencontró
con Emma, cuya imagen se le había "difuminado bajo otras
ilusiones y apetencias que se le vinieron a superponer", pero
aún la recordaba. Decidió hacerla suya, ya que su
timidez había desparecido gracias a las
compañías disipadas. "Con la audacia de los
tímidos cuando deciden que nada se les ponga por delante"
se entregó a la conquista de Emma.

Acudiendo a insistentes ruegos y a convincentes razones,
logró que Emma se le entregara en cuerpo y alma;
iniciándose así un apasionado y desenfrenado
vínculo carnal y sentimental. Consumido el ímpetu
de esa desaforada pasión y debido a que Emma se mostrara
tirana, cursi y posesiva, León empezó a
distanciarse de ella, ya que también le desagradaban sus
modales descarados. "Ahora se aburría cuando Emma, de
repente, se ponía a sollozar sobre su pecho; y su
corazón, como la gente que no puede soportar más
que una cierta dosis de música, se adormecía de
indiferencia en el estrépito de un amor cuyas delicadezas
ya no distinguía. Se conocían demasiado para gozar
de aquellos embelesos de la posesión que centuplican su
gozo. Ella estaba tan hastiada de él como él
cansado de ella. Emma volvía a encontrar en el adulterio
todas las soserías del matrimonio". Además, su
madre, sus compañeros de trabajo y su jefe le
habían aconsejado terminar con esa relación que le
podría traer consecuencias y entorpecerle su
aspiración a convertirse en notario. Todo concluyó
tras la falta de voluntad de León para conseguirle el
dinero que Emma necesitaba.

RODOLFO BOULANGER

Este apuesto "donjuan", que al momento de irrumpir en la
vida de Emma, tenía 34 años, "era soltero y
decían que tenía por los menos quince mil libras de
renta", y poseía una casona y "dos fincas de las cuales se
ocupaba él mismo, aunque sin tomárselo tampoco
demasiado a pecho". Era un hombre de "temperamento rudo y de
inteligencia perspicaz" y "entendía mucho de mujeres y
estaba harto de tratarlas".

Luego de conocer a Emma, diseñó una audaz
estrategia para conquistarla. Motivado por los grandes ojos de
pestañas rizadas, que se le metieron "en el alma como si
fueran taladros" y por "ese cutis tan pálido" (le gustaban
las mujeres pálidas), emprendió su empresa de
conquistarla. "Todo consiste en ingeniárselas para buscar
las ocasiones… A ello, pues, y con audacia, que es el
método más infalible". Sin permitir que nadie
invadiera sus espacios, acudiendo a su galante y seductora
retórica, aprovechó la feria agrícola de
Yonville para empezar a consolidar su amistad y posterior
conquista.

Arguyendo que no era tan alegre como parecía,
porque a veces le entraban "unas murrias", decía que
cuando estaba con los demás se cubría "el rostro
con una máscara risueña". Y para impresionarla
más, le confesó que le gustaría hacerle
compañía a los muertos que dormían en los
cementerios. Se lamentaba por no tener amigos.
"¡Sí!, ¡tantas cosas me han faltado!,
¡siempre solo! ¡Ah!, si hubiese tenido una meta en la
vida, si hubiese encontrado un afecto, si hubiese hallado a
alguien… ¡Oh!, ¡cómo habría empleado
toda la energía de que soy capaz, lo habría
superado todo, roto todos los obstáculos!".

Como si adivinara las ensoñaciones de Emma, le
decía que había almas que vivían en un
continuo tormento, las que necesitan "del ensueño y de la
actividad, de las más puras pasiones y de los placeres
más arrebatados" y que por esta razón se entregaban
"a toda clase de caprichos y de locuras". Pero le advirtió
que con estas diversiones no se alcanzaba la dicha, la cual se
podría encontrar algún día para confiarle la
vida entera a esa persona que la trajera, darle todo y sacrificar
todo por ella. En sueños se atisbaba a esa persona. "Por
fin, está ahí, ese tesoro que tanto se ha buscado,
ahí, delante de nosotros; brilla, resplandece. Sin
embargo, seguimos dudando, no nos atrevemos a creer en él;
nos quedamos deslumbrados, como si saliéramos de las
tinieblas a la luz…"

Rechazaba los convencionalismos sociales que
obstaculizaban el goce de lo bello y clamaban en contra de las
pasiones, lo más hermoso sobre la tierra, fuente de
heroísmo, de poesía, de música, del arte, de
todo… Por eso no había que tener en cuenta la
opinión de la gente ni someterse a la moral mezquina,
convencional, la creada por los hombres, sino acoger la moral que
está por encima del bien y del mal y nos rodea e ilumina
todos los lados, la moral inmutable. La moral convencional
condenaba todos sentimientos que engrandecen al hombre. "Los
instintos más nobles, las simpatías más
puras son perseguidos, calumniados, y si, por fin, dos pobres
almas se encuentran, todo está organizado para que no
puedan unirse. Sin embargo, ellas lo intentarán,
moverán las alas, se llamarán. ¡Oh!, no
importa, tarde o temprano, dentro de seis meses, diez
años, se reunirán, se amarán, porque el
destino lo exige y porque han nacido la una para la
otra".

Según él, el azar dispuso que se
conocieran, porque a través del tiempo y la distancia, el
curso de sus vidas, "como el de los ríos que corren para
juntarse", los había traído el uno hacia el otro.
Sus galanteos y expresiones conmovían y entusiasmaban a
Emma, quien estaba maravillada con él. Le confesaba que la
encontraba encantadora y quería ser más que un
recuerdo en su pensamiento. Entonces comprendió que
él no le era indiferente. "¡Oh, gracias!, ¡no
me rechaza!, ¡es usted buena!, ¡comprende que soy
suyo! ¡Déjeme que la vea, que la
contemple!".

Así, continuando con su hábil plan de
conquista esperó algunos días para presentarse ante
ella, buscando que lo extrañara, se enamorara más y
que la impaciencia por volver a verlo incrementara en ésta
su amor por él.

Después de un tiempo prudencial, la visitó
y le disparó todo su arsenal romántico… Con
seductoras expresiones le confesó que no hacía otra
cosa que pensarla, atormentarse con su recuerdo, y que no
podía resistirse a la fuerza de atracción de su
hermosura y de sus encantos. Emma, que nunca había
oído expresiones semejantes, se estremecía y su
amor se expandía al calor de tan retórico y
arrobador lenguaje. Su locuacidad le sirvió hasta para
exagerar que la veía en todo lo que la rodeaba. "De noche,
todas las noches, me levantaba, llegaba hasta aquí, miraba
su casa, el tejado que brillaba bajo la luna, los árboles
del jardín que se columpiaban en su ventana, y una
lamparita, un resplandor, que brillaba a través de los
cristales, en la sombra. ¡Ah!, usted no podía
imaginarse que allí estaba, tan cerca y tan lejos, un
pobre infeliz…"

Exagerándole que necesitaba de ella para vivir y
extasiándola con otras convincentes razones, logró
que ella se le entregara, a pesar de su negativa inicial. A
partir de ese grandioso momento, Emma se perdía en el
mundo de Rodolfo; pero sus excesos pasionales fueron generando en
él cierta indiferencia. Sin embargo, él
sentía atracción por ella. Le parecía tan
hermosa e ingenua. Esa ingenuidad la diferenciaba de sus
anteriores amantes. "¡Aquel amor exento de
depravación era algo nuevo para él, algo que
había renovado sus costumbres libertinas y que halagaba al
mismo tiempo su amor propio y sus sentidos… Y asentado en
la confianza que le daba la certidumbre de ser amado,
empezó a dejar de sentirse obligado a guardar las formas,
y sus costumbres se fueron relajando sensiblemente". Pero a pesar
de ello, la indiferencia proseguía y su retórica
apasionada y locuaz se atemperó. "Ya no empleaba como
antes aquellas palabras tan dulces que la hacían llorar,
ni aquellas vehementes caricias que la enloquecían; de
modo que su gran amor en el que vivía inmersa le
pareció que iba descendiendo bajo sus pies, como el agua
de un río que se absorbiera en su cauce, y percibió
el fango. No quería creerlo; redobló su ternura; y
Rodolfo, cada vez menos, ocultó su indiferencia". Se
aburrió de su avasallamiento y de su tiranía.
"Consideró engorroso el pudor, la desechó y
empezó a tratarla sin miramiento alguno… Emma se
parecía a todas las amantes; y el encanto de la novedad,
cayendo poco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eterna
monotonía de la pasión que tiene siempre las mismas
formas y el mismo lenguaje. Aquel hombre con tanta
práctica no distinguía la diferencia de los
sentimientos bajo la igualdad de las expresiones".

Al cabo de seis meses, su atracción hacia ella
entró en crisis luego de que le propusiera huir con ella a
Génova. A pesar de haber estado de acuerdo con ella, dada
su desesperada situación e insistencia de ésta,
Rodolfo no cumplió su promesa; le envió una carta
exponiéndole sus presuntas razones, pero esta realidad,
que ella consideró como una traición, la
decepcionaron y cayó en un período de tristeza,
amargura y enfermedad. Como Rodolfo no pudo prestarle el dinero
que le solicitó para pagar sus deudas, fue tal su inmensa
y profunda decepción, que sumada a la que generó
León por la misma razón, la condujeron al
suicidio.

HOMAIS

Este locuaz y entrometido personaje, que "amaba el
progreso y odiaba a los curas", tiene una crucial
participación en la obra, a partir de la segunda parte.
Tenía una farmacia y desempeñaba la "medicina" de
manera fraudulenta. Era corresponsal del periódico El
Faro de Ruán.
Era una persona pragmática y
utilitaria. Cuando nació Berta se convirtió en su
padrino. Afirmaba que las mujeres morenas eran más
ardientes; las negras les gustaban a los artistas; "las alemanas
eran ligeras, las francesas libertinas, las italianas
apasionadas". Detestaba a los mendigos, y se pregunta cómo
el Gobierno no ordenaba recoger esos desgraciados y ponerlos a
trabajar. "El progreso avanza a paso de tortuga… Nos
seguimos debatiendo en un pantano de barbarie". Como las personas
no confiaban en la ciencia ni en la medicina, recurrían a
novenas, a reliquias, al cura, antes que acudir al médico
o al boticario.

Defendía con ahínco y vehemencia la
ilustración y era seguidor de las ideas de Voltaire;
así mismo, reiteraba que había "que ir con los
tiempos", confiado en la idea de progreso, proveniente del
racionalismo. Él era la característica figura
volteriana y positivista que creía en el progreso
científico como única arma de renovación de
lavida humana. Obnubilado por el progreso, invitaba a "estar muy
al día con las corrientes de la ciencia". Por eso
recomendaba dominar la química y la botánica para
que los agricultores siguieran los dictados de la ciencia, ya que
se ufanaba de tener conocimientos científicos sobre la
agricultura. Pero se lamentaba que las mujeres tenían
celos de la ciencia. Homais, extraña mezcolanza de
seudociencia y jerga periodística, era un fanático
de ciencia que ignoraba los más hondos destinos de la
existencia.

Gracias a su mentalidad práctica y oportuna,
surgió política y laboralmente y obtuvo su tan
anhelado galardón honorífico. "Desde la muerte de
Bovary se han sucedido tres médicos en Yonville sin poder
salir adelante, hasta tal punto monsieur Homais les hizo la vida
imposible. Hoy tiene una clientela enorme; la autoridad le
considera y la opinión pública le protege. Acaban
de concederle la cruz de honor"

Como disentía de la iglesia católica y
rechazaba a los jesuitas, polemizaba con el padre Bournisien, con
quien tenían puntos de vista antagónicos. En tanto
que el religioso sostenía que la música y la
literatura eran ofensivas para las costumbres, el farmaceuta las
defendía. Según éste, el teatro era
útil para combatir prejuicios y dar lecciones de virtud,
aclarando que "las tragedias de Voltaire están sembradas
de reflexiones que las convierten en una verdadera escuela moral
y de diplomacia para el vulgo". Aceptando que, así como
habían medicamentos nocivos, había literatura de
escasa calidad, no era procedente "condenar de un plumazo todo el
conjunto de las bellas artes, con la importancia que tiene", la
parecía una cretinería, una idea trasnochada, digna
de aquellos tiempos de ingrata recordación en se condenaba
a personas como Galileo. Homais se sorprendía que en pleno
Siglo de las Luces, "haya aún quien se obstine en ponerle
trabas al esparcimiento intelectual que no sólo es
inofensivo sino muchas veces también moralizador y hasta
incluso higiénicos…" Homais pidió tolerancia
de la iglesia para atraer a las almas a la religión, con
lo cual estuvo de acuerdo el sacerdote… Homais,
consecuente con sus principios, comparó a los curas con
los cuervos a los que atrae el olor de los muertos; la vista de
un eclesiástico le era personalmente desagradable, pues la
sotana le hacía pensar en el sudario y detestaba la una un
poco por el terror del otro…

En una ocasión le advirtió a la viuda
Lefrancois que no debía enviar a sus hijas a confesarse
con curas como él. "Si yo fuera el gobierno,
querría que sangrasen a los curas una vez al mes". Cunado
ella le pidió que se callara, que él no
tenía religión, le aclaró que tenía
su religión, "y tengo más que todos ellos, con sus
comedias y sus charlatanerías. Por el contrario, yo adoro
a Dios. ¡Creo en el Ser Supremo, un Creador, cualquiera que
sea, me importa poco, que nos ha puesto aquí abajo para
cumplir aquí nuestros deberes de ciudadanos y de padres de
familia; pero no necesito ir a una iglesia a besar bandejas de
plata y a engordar con mi bolsillo un montón de farsantes
que se alimentan mejor que nosotros! Porque se puede honrarlo lo
mismo en un bosque, en un campo, o incluso contemplando la
bóveda celeste como los antiguos. Mi Dios, el mío,
es el Dios de Sócrates, de Franklin, de Voltaire y de
Béranger. Yo estoy a favor de la Profesión de
fe del vicario saboyano
y los inmortales principios del
ochenta y nueve. Por tanto, no admito un tipo de Dios que se
pasea por su jardín bastón en mano, aloja a sus
amigos en el vientre de las ballenas, muere lanzando un grito y
resucita al cabo de tres días: cosas absurdas en sí
mismas y completamente opuestas, además, a todas las leyes
de la física; lo que nos demuestra, de paso, que los
sacerdotes han estado siempre sumidos en una ignorancia
ignominiosa, en la que se esfuerzan por hundir con ellos a los
pueblos".

En torno del cadáver de Emma, sostuvo la
siguiente disputa con el sacerdote, luego de que Homais formulara
algunas quejas sobre aquella infortunada mujer joven, y el
religioso respondiera que ahora sólo quedaba rezar por
ella:

"Sin embargo replicó Homais, una de dos: o ha
muerto en estado de gracia, como dice la Iglesia, y entonces no
tiene ninguna necesidad de nuestras oraciones, o bien ha muerto
impenitente, ésta es, yo creo, la expresión
eclesiástica, y entonces…

Bournisien le interrumpió, replicando en un
tono desabrido, que no dejaba de ser necesario el
rezar.

Pero objetó el farmacéutico ya que
Dios conoce todas nuestras necesidades, ¿para qué
puede servir la oración?

¡Cómo! dijo el eclesiástico,
¡la oración! ¿Luego usted no es
cristiano?

¡Perdón! dijo Homais. Admiro el
cristianismo. Primero liberó a los esclavos, introdujo en
el mundo una moral…

¡No se trata de eso! Todos los
textos…

¡Oh!, ¡oh!, en cuanto a los textos, abra
la historia; se sabe que han sido falsificados por los
jesuitas…

¡Lea a Voltaire! decía Homais; lea a
D'Holbach, lea la Enciclopedia.

Lea las Cartas de algunos judíos portugueses
(Obra del abate Antoine Guénée, publicada en 1769,
y en la que refuta los ataques de Voltaire contra la Biblia)
decía el cura; lea la Razón del cristianismo, por
Nicolás, antiguo magistrado.

Se acaloraban, estaban rojos, hablaban a un tiempo,
sin escucharse; Bournisien se escandalizaba de semejante
atrevimiento; Homais quedó perplejo ante semejante
estupidez…

Entonces Homais le felicitó por no estar
expuesto, como todo el mundo, a perder una compañía
querida; de donde se siguió una discusión sobre el
celibato de los sacerdotes.

Porque decía el farmacéutico ¡no
es natural que un hombre se arregle sin mujeres!, se han visto
crímenes…

Pero ¡caramba! exclamó el
eclesiástico, ¿cómo quiere usted que un
individuo casado sea capaz de guardar, por ejemplo, el secreto de
la confesión?

Homais atacó la confesión, Bournisien
la defendió, se extendió sobre las restituciones
que hacía operar. Citó diferentes anécdotas
de ladrones que de pronto se habían vuelto honrados,
militares que habiéndose acercado al tribunal de la
penitencia habían notado que se les caían las
vendas de los ojos. Había en Friburgo un
ministro…"

LHEUREUX

Astuto comerciante en paños y prestamista.
Tenía una tienda de novedades. "Era un embaucador, un tipo
de lo más rastrero". Este logrero y oportunista personaje,
contribuyó al envío hacia al abismo de angustia y
desesperación en donde Emma encontró su muerte. Con
su hipocresía, desde un comienzo, urdió un
hábil plan para tratar de endeudar a Emma. Con su
perspicacia y sus contundentes seudoargumentos logró que
ella, paulatinamente, se fuera endeudando.

Cuando consideró prudente empezó a
asediarla con sus frecuentes cobros, para lo cual, confabulado
con el notario Guillaumin, un banquero y un comerciante,
estafó a Emma, la hizo embargar, la chantajeó y la
presionó de tal manera que, decepcionada de sus amantes y
acosada por éste, se suicidó. Lheureux fue el
diabólico ejecutor del destino de Emma.

JUSTIN

Mancebo de la farmacia de Homais. Estaba enamorado en
silencio de Emma. Le gustaban las conversaciones de los
demás. Pariente pobre de Homais. Le limpiaba las botas de
Emma que se le embarraban cuando iba a verse con Rodolfo.
Engañado y presionado por Emma, le facilitó la
llave para que sacara el tarro del arsénico.
Después de la muerte de su amada Emma, le llevaba flores a
su tumba y lloraba por ella. Se escapó a Ruán para
trabajar como dependiente de una tienda de
comestibles.

C. OTROS PERSONAJES

Bournisien. Sacerdote.

Eloisa Bubuc. Primera esposa de Carlos.

Viuda de Lefrancois. Patrona de El León de Oro.
Chismosa, amargada e intrigante.

Roger. Jefe de estudios del colegio de Ruán.
Bromista. Autoritario.

Hipólito. Mozo de cuadra.

Lestiboudois. Guarda, enterrador y sacristán.
Jardinero del matrimonio Bovary.

Artemisa. Criada de la viuda de Lefrancois.

Tellier. Patrón del Café
Francés.

Hivert. Cochero de "La Golondrina". Traía y
llevaba recados.

Binet. Rico comerciante. Fabricante de servilleteros.
Recaudador. Jefe de Bomberos. Puntual, latoso, jugador, cazador,
callado, impasible, pocos sociable.

Guillaumin. Notario.

Madame Tavache. Esposa del Alcalde. Chismosa.

Monsieur Tavache. Alcalde.

Camus. Tendero.

Napoleón y Athalie. Hijos de Homais.

Teodoro. Criado del notario.

Monsieur Lieuvain. Consejero.

Madame Carón. Chismosa.

Vinçart. Oportunista comerciante. Se alió
con Lheureux para estafar a Emma.

Orden en que aparecen los personajes:

Algunos que de los personajes que aparecen en la novela,
tan sólo se mencionan indirectamente, sin que tengan una
participación o intervención directa o
relevante.

Carlos, esposo de Emma.

Roger, jefe de estudios en el colegio de
Ruán**.

Carlos Denis Bovary, padre de Carlos.

La madre de Carlos.

Eloisa Dubuc, primera esposa de Carlos.

Anastasia, primera criada del matrimonio
Bovary.

Teodoro Rouault, padre de Emma.

Emma Rouault, esposa de Carlos.

El vizconde, experto en vals**.

Felicidad, segunda criada de los Bovary.

Homais, el farmaceuta de Yonville.

Lestibuodois, sacristán, sepulturero y guarda de
Yonville.

Lefrancois, viuda, dueña del "León de
Oro".

Artemisa, criada de la anterior**.

Hipólito Tautain, mozo de cuadra de "El
León de Oro".

Tellier, propietario de "El Café
Francés".

Hivert, cochero de la "La Golondrina".

Binet, jefe de bomberos y recaudador.

León, amante de Emma.

Bournisien, sacerdote de Yonville.

Lheureux, comerciante en telas.

Guillaumin, notario de Yonville.

Tavache, alcalde de Yonville.

Justín, pariente pobre de Homais.

Napoleón, Franklin, Irma y Athalie, hijos de
Homais**.

Rollet, nodriza de Berta.

Tavache, esposa del Alcalde.

Camus, tendero*.

Riboudet, niño impertinente, hijo de
Boudet*.

Boudet, el carpintero de Yonville*.

Longuemarre, niño impertinente*.

Rodolfo, amante de Emma.

Virginia, actriz en Ruán, amante de
Rodolfo*.

Teodoro, criado del notario de Yonville**.

Derozerays de la Panville, presidente del jurado (Feria
agrícola).

Lieuvain, consejero de la Prefectura.

Catherine Nicaise Elisabeth Leroux, distinguida con
medalla durante la feria**.

Alejandro, vendedor de una yegua a Carlos*.

Canivet, médico.

Girad, mozo de labranza de Rodolfo.

Langlois, Caron y Dubreuil, señoras vecinas de
Emma**.

El limosnero ciego.

Feliza Lempereur, profesora de piano**.

Langlois, comprador de una finca de Carlos**.

Vincart, banquero de Ruán.

Annette, empleada de Lheureux**.

Hareng, licenciado encargado del embargo**.

Morel, amigo de León*.

Lariviere, médico.

* Tan solo se mencionan indirectamente.

** Una o dos intervenciones.

Temas

Los ensueños

Los sueños

Las fantasías

La moral

La búsqueda de la felicidad

El adulterio

El sinsentido de la vida

La mediocridad profesional

Los caballos

La mentira

Las deudas

Comentario

Gustave Flaubter a través de su extraordinaria y
formidable novela "Madame Bovary", acudiendo a un estilo
muy particular, mediante una portentosa narrativa nos cuenta que
Emma Rouault (Madame Bovary) se casa con el médico Carlos
Bovary, creyendo estar enamorada, pero como no logra encontrar
felicidad con él, comete adulterio con León,
pasante del notario de Ruán, y Rodolfo Boulanger,
acaudalado solterón, con quienes, a pesar de disfrutar
intensamente de sus pasiones instintivas, tampoco encuentra la
tan anhelada y esquiva felicidad; razón por la cual,
decepcionada de sus amantes y acosada por las deudas, se suicida
con arsénico. "Emma Bovary, con la imaginación
repleta de románticas ilusiones sobre el amor y la
pasión, se topa con la realidad de un insípido
matrimonio que la ahoga. Entonces busca las sensaciones y
emociones, que cree existen por haberlas leído en los
libros, por medio de una serie de aventuras amorosas. Lo que ella
ve y siente al principio como grandes pasiones, verá
después que en realidad no son mucho más
interesantes que su aburrida vida matrimonial. En un ataque de
desesperación, se quita la vida"1 Emma es el prototipo de
la insatisfacción conyugal.

Gracias a su maestría narrativa nos presenta una
historia profundamente humana, en la cual se evidencia la
esmerada perfección de un estilo muy particular. Es
evidente el cuidado al reproducir con exactitud los ambientes,
costumbres, caracteres y sentimientos humanos. La propiedad de
las palabras, la armonía de la frase y el valor evocador
de ritmos y sonidos son otros de los elementos distintivos. A
través de su hondo conocimiento de las miserias y
grandezas del alma humana, logró construir, mediante una
perfecta arquitectura de palabras que conforman un lenguaje
conmovedor, un trabajo monumental para brindarnos un
recóndito análisis de la psiquis de Emma Bovary,
una apasionada y soñadora mujer, que, al no encontrarle
sentido a su atribulada y confundida existencia, decide
suicidarse porque no logró superar el apabullante
conflicto que le produjo el choque de lo ideal con lo real. "Y
esa alma, tan humana como cualquiera, de cualquier lugar y
momento, ha sido perfectamente construida y dibujada por el genio
de Flaubert"2

Reconozco su desafiante valentía y su acendrado
espíritu crítico para retratar y enfrentar a la
sociedad burguesa de su tiempo (dogmática, melindrosa,
arribista, superficial y vacía), cuestionando el
tradicional orden social establecido, los rígidos y
absurdos convencionalismos morales, la decadente y alienadora
religión cristiana y la férrea y autoritaria
educación, entre otros aspectos; a la vez que ensalza y
hace resplandecer las luminosas ideas de la ilustración.
Ésta y otras características hacen de su novela una
alegoría planetaria, por cuanto, así la
problemática planteada se circunscriba dentro de un
contexto espacio-temporal determinado, su contundente vigencia y
abrumadora universalidad son evidentes en nuestro tiempo, y
algunas de las realidades tratadas en el libro concitan al
debate, a la controversia, al cuestionamiento y, sobre todo, a su
replanteamiento.

El autor se muestra como antigurgués,
antirromántico y antipolítico. Nabokov aclara que
la burguesía que critica es la burguesía que es
sinónimo de filisteísmo. Para Flaubert, los
filisteos son las "personas preocupadas por el aspecto material
de la vida y que sólo creen en los valores
convencionales". El término bourgeois equivale a
filisteo. "Nunca emplea la palabra buorgeois con connotaciones
político-enconómicas marxistas de ningún
género. Burgués, para Flaubert, es un estado del
espíritu, no es un estado del bolsillo"3 Su
aversión por la burguesía no la enfoca en el
burgués como representante de una clase social, "sino como
representante de una forma de vida"4 Su odio es una congoja por
la ausencia de espíritu de personas que jamás
sienten inquietudes internas. "El odio contra la burguesía
de actitud podía llegar en él hasta el sufrimiento
corporal. Por lo demás, con esa lucha contra el
burgués ocurre lo mismo que con la lucha contra el
romanticismo: no sería tan violenta si no tuviera que
dirigirse contra un peligro de la naturaleza propia, cuya
subyugación es impulso esencial de su inexorabilidad
artística"5 Su lucha contra el burgués es una lucha
contra su mundo de ideas y expresiones. "El carácter
principal del burgués consiste en que sólo sea
capaz de pensar lo que otros ya pensaron, y en que no juzgue sino
que prejuzgue, lo cual tiene que hacer posible recopilar sus
clisés y prejuicios, ordenarlos y elaborar con ellos una
especie de enciclopedia de la necesidad burguesa"6 Su hostilidad
política y antiburguesa es un caso particular de su
desesperación general. "Emma Bovary es inteligente,
sensible, relativamente culta, pero tiene un espíritu
superficial: su encanto, belleza y refinamiento no anulan el
fatal talante de filisteísmo que hay en ella"7
Según el escritor y periodista Luis Eduardo Jaimes
Bautista, la crítica del marxismo dialéctico la
vió "como un reflejo del juego de fuerzas entre las
subclases de la burguesía, sin pododer desentrañar,
no obstante, el atractivo de una mujer desclasada, que desprecisa
sus máximos valores (el ahorro, la buena
administración, el deseo de enriquecimiento), y que no es
capaz de reflexión intelectual, podríamos
añadir, ya que la mueve la pasión del sentimiento,
el deseo de algo inasible, de estar en otro sitio y de ser
otra…" (Vanguardia y cultura No. 1847. Suplemento
del periódico Vanguardia liberal. Bucaramanga,
3/NOV/07).

Su antirromanticismo, concomitante con los ideales y la
estética del Realismo, es evidente en la novela cuando nos
cuenta que Emma se extasiaba leyendo novelas y poesías de
escritores como Scott, Chateaubriand y Lamartine, entre otros,
autores esencialmente románticos. Aquí, como en el
Quijote de la Mancha, que enloquece por leer libros de
caballería, Emma se forja su propio destino fatal con la
lectura de literatura romántica. Para Flaubert,
romántico significa el "hábito
soñador e imaginativo de la mente, por el que ésta
tiende a recrearse en posibilidades pintorescas derivadas sobre
todo de la literatura". Una persona romántica, en este
sentido, es una persona que vive mental y emocionalmente en un
mundo irreal. "Flaubert se dedica a estudiar bajo un profundo
lente clínico la influencia del romanticismo en su
personaje principal"8 El autor, al "cultivar" a Emma desde su
niñez en ese tipo de lecturas, nos insinúa al
romanticismo como responsable de haber sumido a Emma en un
fantástico mundo irreal, lleno de sueños, de
ensoñaciones, de fantasías e ideales inalcanzables.
"La obra de Flaubert es una de aquellas grandes liquidaciones del
romanticismo realizadas a mediados del siglo XIX"9

Sea considerada como relato de costumbres referido a la
vida provinciana francesa o penetrante análisis
psicológico, Madame Bovary es una extraordinaria
novela que debe ser leída por todo aquel que esté
interesado en la literatura clásica y penetrar en el
conocimiento de la psicología profunda del ser humano. Tal
como nos advierte Vladimir Nabokov, es muy posible que la joven
Emma Bovary no haya existido nunca, perola novela Madame
Bovary
existirá siempre.
Bovary, subtitulada Costumbres
provincianas,
"es, en apariencia, una convencional historia
de adulterio, pero logra convertirse en un profundo
análisis de la humanidad y, en concreto, en un ataque a la
monotonía y a las desilusiones de la vida
burguesa"10

El autor, a través de su excelsa prosa
poética, nos pasea por un mundo fascinante, en el cual nos
encontramos con una mujer profundamente soñadora e ilusa.
Desde su niñez empezó a soñar y a vivir en
un mundo fantástico. Su estadía en el convento fue
decisiva para el cultivo de ese universo infinito de
sueños, ensueños, ideales, quimeras, ilusiones y
fantasías. Su desbordante fantasmagoría e
imaginería se nutrió de esa cultura novelesca y
superficial que le ofrecían los libros que leía y
lo que extraía de ellos. "Emma es una gran lectora de
novelas de amor, de relatos más o menos exóticos y
de poesía romántica… Lee los libros
emocionalmente, a la manera superficial de los jóvenes,
poniéndose en lugar de ésta o de aquella
heroína"11 Esos libros, fundamentalmente
románticos, la embrujaron con los amores y los hombres
ideales con los que ella soñaría y deliraría
toda su aciaga y fugaz existencia. "La gran vida de hombres y
mujeres que se desenvolvían en ámbitos casi
imaginarios y sus igualmente fascinantes existencias, se le
antojaron a Emma como la confirmación de sus desvelos"12
Pero fue, precisamente, esa educación conventual, saturada
de convencionalismos religiosos y adormecimiento en el
romanticismo, la que configuró su ilusa y equívoca
cosmovisión de la realidad. "Emma fue educada con la
sencillez e ingenuidad más acendrada. Sus días de
formación, en efecto, la proveyeron de un sin fin de
imaginerías y amañadas versiones del romanticismo y
el amor"13 El mundo ideal que construyó con su aletargador
universo romántico durante sus años de pubertad y
adolescencia no coincidió con el trágico y
desgarrador mundo real de su adultez. "Emma, que en su juventud
se había embriagado con las lecturas románticas,
sueña con otro tipo de vida rebosante de pasiones y
situaciones idílicas"14 A pesar de su mundo ideal, Emma no
era una hija vulgar y corriente de un granjero: "era una joven
graciosa, una mademoiselle, educada en un buen internado
junto a señoritas de la burguesía"15

Como no sabía qué era lo que en realidad
quería, tomó decisiones erráticas que
comenzaron con su matrimonio. Viviendo una existencia
inauténtica, se sumergió en el arribismo, la
superficialidad, la idealización del amor, las veleidades,
las mentiras, las aventuras, el adulterio, el odio a su
esposo… "Superficial y arribista, persigue lo infinito, en
ese insaciable afán de aventuras y veleidades, de febriles
y soñados sentimientos. Es rotunda su incapacidad para
aceptar lo cotidiano cuyo encanto reside, precisamente, en la
serenidad de su transcurso. Se instala en el amor, no lo crea; lo
idealiza y de él espera la redención del
ánimo y los motivos que den sentido a su vida; transita
por ésta expectante y sumisa ante los otros en quienes
vuelca sus necesidades, y a quienes hace involuntarios amos de
los instantes de luz que en breve tiempo regresan a la
penumbra"16 En ese mundo ideal, buscando la felicidad
encontró la desdicha. ¡Qué irónico: su
vida comenzó como un sueño poético y
terminó en un desencanto! "Aburrida de la vida que lleva,
y frustrada con su matrimonio, decide serle infiel a Carlos y
buscar afanosamente la felicidad que ella ha creado en sus
fantasías"17

Para esta atribulada mujer, que tenía repentinos
accesos de irritabilidad y fatiga, y que vivió acosada por
las furias y tempestades de su pensamiento, el matrimonio como el
adulterio le resultaron igualmente sosos. Ninguno le
permitió encontrar la felicidad que tan afanosamente
buscaba. "El descubrimiento de su ambiente mundano terminó
por crear en Emma una aversión total hacia su marido y
todo lo que él representaba: la rutina, la casa, Tostes,
días interminables que la asfixiaban al repetirse
monótonos una y otra vez"18 Perdida como estaba en su
mundo de frivolidades, no se persuadió que la plenitud
amorosa únicamente se logra en intensos y fugaces
instantes, que al prolongarse generan sinsabores y amarguras.
Cuando inició sus idilios extraconyugales, en los cuales
decía haber encontrado la dicha soñada, todo era
alegría, gozo y placer, pero a medida que se prolongaban
se iban complicando y deteriorándose. "Seres como Emma
Bovary no responden agradecidos a estos regalos del amor y
pretenden hacer de ellos una imposible continuidad de matices; en
su interior no está la fuerza que mantiene erguida la
propia existencia"19 Todo ese convulso torbellino de ilusiones,
fantasías, ideales, quimeras, emociones encontradas de
amor y odio, sueños, ensueños, pasiones,
sufrimientos, frustraciones, frivolidades, insensibilidades,
decepciones… la condujeron a una dura realidad que no
ofrece otras salidas posibles a las tradicionales que impone
nuestro complejo e intrincado sistema del modelo occidental. "Los
altibajos de las emociones de Emma –sus anhelos, pasiones,
frustraciones, amores y desengaños-, toda una gama variada
de sentimientos, terminan en la muerte violenta y repugnante que
ella misma se inflige"20

Posiblemente, la ausencia de la figura maternal pudo
haber contribuido a la formación de Emma, pues no tuvo un
referente femenino real y filial para templar y atemperar un
carácter que le hubiera permitido situarse en la realidad
de la compleja condición de una mujer ecuánime y
equilibrada mental y emocionalmente.

Adentrándonos en su complejo mundo
psicológico, encontramos que Emma, posiblemente,
padecía del trastorno de personalidad esquizoide, que
consiste en un patrón de conducta en que una persona se
muestra aislada y sin consideración por los demás y
se caracteriza por su incapacidad o deseo de formar relaciones
sociales ni sentimientos de afecto o ternura. Por su esposo
sentía odio, no la conmovió la muerte de su suegro
y no demostraba afecto ni ternura por su hija. Era un poco
huraña e insensible.

A pesar de las quimeras y las "puerilidades" de Emma,
admiro en este personaje su grandiosa capacidad de soñar,
de buscar un futuro mejor, de anhelar la felicidad, de tratar de
buscarla donde estuviera, sin importar las consecuencias, lo cual
la lizo vivir en el riesgo, en el peligro, en la aventura, tal
como nos recomienda vivir Nietzsche (para vivir
auténticamente). Algunas de sus cualidades le sirvieron
para ocultar sus defectos. "En Emma, la vulgaridad y el
filisteísmo quedan velados por su gracia, su astucia, su
belleza, su inteligencia sinuosa, su poder de
idealización, sus momentos de ternura y
comprensión, y por el hecho que su breve vida de avecilla
termina en tragedia humana"21 Es cierto que sucumbió en su
intento de encontrar la felicidad, pero lo intentó; si las
cosas no se dieron, no fue culpa de ella sino "de la fatalidad".
No se puede desconocer que MadameBovary "trata del
delicado cálculo del destino humano"22

Esa insaciable ansia de soñar de Emma me
enternece. Esas son las alas que le permiten a uno soportar las
amarguras del "mundo real". Dichosos los que tienen esa inmensa
capacidad de soñar, pues, al fin y al cabo, en la
imaginación de la persona están todos los mundos
posibles. No acusemos a Emma de soñadora; como todo ser
humano, estaba en todo su derecho a soñar. El determinismo
y convencionalismo de algunas circunstancias sociales,
económicas, religiosas y morales del contexto
también contribuyeron al destino fatal de Emma. No todos
los espíritus soñadores tienen un sino aciago.
Muchas veces, los sueños son los que nos permiten
encontrarle un horizonte a la existencia.

Surgen entonces inquietantes interrogantes:
¿Vivir toda una vida de aburrimiento al lado de un ser que
no se ama, sólo por "serle fiel"? ¿Seguir buscando
la felicidad donde no se encuentra? ¿Resignarse al
destino? ¿No intentar algo y lamentarse siempre?
¿Esperar pacientemente que el otro se percate de que uno
no es feliz y trate de posibilitar esa felicidad que debe ser
compartida? ¿O lanzarse, por cuenta y riesgo, en
búsqueda de los ideales, de las fantasías, de los
sueños, de la felicidad? Emma, sin importar las
consecuencias (y es ahí en donde radica su
"valentía") se entregó a trasegar por el incierto
camino que a veces conduce a la felicidad. No la encontró,
pero sí halló otros sucedáneos como el
placer, el amor, el disfrute de su genitalidad, la toma de sus
propias decisiones… De manera, pues, que si la felicidad
nos es esquiva, ¿debemos permanecer pasivos y no salir en
su búsqueda? ¿Acaso la finalidad última de
la vida no es la búsqueda de la felicidad?

Es evidente que Carlos, a pesar de sus esfuerzos por
tratar de hacer feliz a Emma, no lo logró. Sólo
consiguió que lo odiara. Su vida monótona y plana
"nada tenía que ver con la que ella añoraba"23
Vemos cómo se esmeraba Carlos por complacer sus caprichos
y brindarle todo el bienestar posible. No obstante, el amor de
Carlos por Emma ser "un sentimiento real, profundo y verdadero,
en absoluto contraste con las emociones frívolas o
brutales que experimentan Rodolfo y León, sus
engreídos y vulgares amantes",24 no pudo contribuir a su
esquiva felicidad. Carlos, "a pesar de toda su estupidez, amaba a
Emma con una adoración profunda,
patética…"25 Pero para ella, él era
responsable de su infelicidad; era un desgraciado, un mediocre,
un vulgar… "Carlos es un cargante, un pesado sin
atractivo, inteligente, ni cultura, y con toda una serie de ideas
y hábitos convencionales. No fue más que un
leño arrastrado por la impasible corriente del hado. La
falta de voluntad lo acompañó durante toda su
vida"26

Carlos era un personaje tan anodino y mediocre que
cuando aceptó, frente a Rodolfo, que lo sucedido a Emma
había sido culpa de la fatalidad, fue "el único
momento en que ese hombre se elevó por encima de lo
cotidiano de su existencia y en un especie de iluminación
descubrió la ley con arreglo a la cual transcurrió
esa existencia"27

Sin ningún espíritu machista, disiento un
poco de los epítetos de "sinvergüenzas,
engreídos, vulgares, bajos, brutales, insulsos, cobardes,
vanidosos" dados a León y Rodolfo por Nabokov. Si bien es
cierto que se valieron de audaces ardides convencionales y de
seductores torrentes de retórica (sobre todo en el caso de
Rodolfo) para conquistar a Emma, que estaba ávida de
aventuras y de pasiones extremas, no se perciben actitudes de
evidente cinismo ni oprobiosas conductas dirigidas a infligirle
daño deliberado a Emma. Sin importar las razones por las
cuales no pudieron facilitarle el dinero solicitado para
satisfacer sus deudas, sus faltas de "solidaridad"
estarían justificadas. Ellos no tenían ninguna
obligación social o moral de facilitarle dinero para el
pago de una cuantiosa deuda, producto de su ostentación,
caprichos y debilidades. Rodolfo no podía estar de acuerdo
con una locura como la de fugarse con ella, tratándose de
una mujer casada, con una hija y que lo abrumaba con sus
desbordados y comprometedores delirios pasionales. León
tenía que velar por su futuro emocional y laboral, y al
lado de Emma éste se vería incierto. Además
de decirle que la amaban, producto de sus exacerbadas pasiones
lujuriosas, no le juraron amor eterno ni le propusieron que
abandonara a su esposo por ellos. Tampoco le garantizaron
prodigarle la felicidad que tan inconcientemente buscaba.
Encuentro justificadas las razones de Rodolfo para no huir con
ella, puesto que él, con su vida hedonista y sibarita,
inexorablemente la hubiera arrastrado al abismo.

El mensaje implícito en su novela sirve a los
adolescentes en su dinámica personal y existencial de
búsqueda de identidad, por cuanto las frivolidades de Emma
son un llamado a los jóvenes para que se "ubiquen" en su
realidad, es decir, para que "despierten" y reflexionen para
saber dónde están, para dónde van y
qué quieren hacer en la vida. Su obra invita a vivir
"aterrizados", a buscar la felicidad (suprema finalidad de la
existencia), equilibrando armónicamente las emociones con
la razón, y a encontrarle sentido a la vida, para no
terminar trágicamente como Madame Bovary, que
soñó con un mágico y encantador mundo ideal,
colmado de amor y felicidad, pero despertó con un amargo y
desencantador mundo real, pletórico de miserias, tristezas
y desengaños. Flaubert "ejemplariza las distintas facetas
de su sentimiento de fracaso, de su noción de
inviabilidad, de la grandeza, del ideal, del amor, de la gloria y
del saber, tal como lo concebían los realistas, entre los
cuales él figura como uno de los más destacados
exponentes"28

Si somos incapaces de superar el profundo abismo entre
los sueños y la realidad, entre lo ideal y lo real,
encontraremos dificultades para alcanzar la anhelada felicidad,
viéndonos expuestos a dolorosas situaciones que nos
conducen a la pérdida del sentido de la vida, al pretender
conquistarla en un mundo de fantasías, que cuando choca
con la inexorable realidad terminamos trágicamente la
existencia.

El autor pretende mostrar las lamentables y fatales
consecuencias por no afrontar la vida de manera auténtica,
responsable, comprometida y "ubicada". Si pretendemos vivir en un
mundo fantástico, alejado de la dura y patética
realidad, los conflictos emocionales y existenciales serán
obstáculo para la consolidación de un proyecto de
"vida buena", mediante el cual podamos tratar de alcanzar el fin
supremo de toda existencia: la anhelada y esquiva felicidad.
"Flaubert aprovecha esta búsqueda de la felicidad
inasequible para denunciar, a través de Emma, la
inconformidad de los seres humanos y el afán que tienen
algunos individuos de querer ser y de vivir una vida que
sólo pertenece a sueños"29

Cuántas de las personas que a diario deambulan
alrededor nuestro tienen algo de los personajes de la novela:
soñadores, seductores, mentirosos, inescrupulosos,
desleales, "adúlteros", desgraciados, ambiciosos,
endeudados… Muchos vivimos en un eterno conflicto entre lo
ideal y lo real. Todas las pasiones humanas desfilan a
través de la obra. En el plano semiológico
encontramos en ellos símbolos como: el adulterio (Emma),
la mediocridad (Carlos), la sobriedad (León), la
seducción o la pasión fingida (Rodolfo), la
haraganería (el padre de Carlos), la insulsez (el cura),
el progreso (Homais), la usura (Lheureux)… La gorra, esa prenda
lastimosa y de mal gusto, que llevó Carlos a su primer
día de clase simboliza la desacertada y lamentable vida
futura del infortunado Carlos. El lago de mermelada de la torta
de matrimonio de Emma, es una especie de símbolo
premonitorio de los románticos lagos suizos por los que
vagará ésta en sus sueños. La quema del ramo
de novia de Emma es el símbolo de su posterior futuro. La
pérdida de la perrita de Emma durante su traslado de
Tostes a Yonville "simboliza el fin de sus sueños
benignamente románticos y elegíacos, y el inicio de
ensoñaciones más apasionadas en la Yonville
falsa"30 Según Nabokov, el susto o espantada de su caballo
cuando iba para Les Bertaux es una "sutil premonición de
que la pacífica vida del joven va a
desbaratarse"

A pesar de las viles pasiones, miserias y debilidades
humanas de los personajes, es importante rescatar la enorme
capacidad de soñar de Emma; el estoicismo, el amor
incondicional, la comprensión y la tolerancia de Carlos;
el anticonvencionalismo moral de Rodolfo, la fe en el progreso y
la ciencia, la vehemente defensa de las ideas de la
Ilustración y la mentalidad iconoclasta de Homais; la
sagacidad como comerciante de Lheureux… Desde el punto de vista
filosófico, encontramos espíritu idealista en Emma,
racionalista y positivista en Homais, vitalista de corte
nietscheano en Rodolfo, estoicismo en Carlos, pragmatismo en el
notario Guillaumin…

Es tal la influencia de esta novela que se creó
el concepto psicológico "bovarismo", que "es un estado de
insatisfacción crónica de una persona, producido
por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo
desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades) y la
realidad, que suele frustrarlas" (Vanguardia y cultura No.
1847.
Suplemento del periódico Vanguardia
liberal.
Bucaramanga, 3/NOV/07).

Emma y Carlos no culparon a nadie por sus infortunios.
Emma, en su carta de despedida, escribió: "Que no se
culpe a nadie…"
Carlos, por su parte, luego de
aclararle a Rodolfo que no lo odiaba, le dijo: "La culpa la
tuvo la fatalidad
".

Apéndices

DISCURSO DE MONSIEUR LIEUVAIN, consejero.

"Señores:

Permítanme en primer lugar, antes de
hablarles del motivo de esta reunión de hoy, y estoy
seguro de que este sentir será compartido por todos
ustedes, permítanme, digo, hacer justicia a la
administración superior, al gobierno, al monarca,
señores, a nuestro soberano, a ese rey bien amado a quien
ninguna rama de la prosperidad pública o privada le es
indiferente, y que dirige a la vez con mano tan firme y tan
prudente el carro del estado en medio de los peligros incesantes
de un mar tempestuoso, sabiendo, además, hacer respetar la
paz como la guerra, la industria, el comercio, la agricultura y
las bellas artes.

Ya no es el tiempo, señores, en que la
discordia civil ensangrentaba nuestras plazas públicas, en
que el propietario, el negociante, el mismo obrero, que se
dormía de noche con un sueño apacible, temblaban al
verse despertar de pronto al ruido del toque de rebato, en que
las máximas más subversivas minaban audazmente las
bases.

Pero, señores, continuaba el consejero, si,
alejando de mi recuerdo aquellos sombríos cuadros, vuelvo
mis ojos a la situación actual de nuestra hermosa patria:
¿qué veo en ella? Por todas partes florecen el
comercio y las artes; por todas partes nuevas vías de
comunicación, como otras tantas arterias nuevas en el
cuerpo del Estado establecen en él

nuevas relaciones; nuestros grandes centros
manufactureros han reanudado su actividad; la religión,
más afianzada, sonríe a todos los corazones;
nuestros puertos están llenos, la confianza renace, y, por
fin, Francia respira.

"Y esto lo han comprendido ustedes, decía el
consejero; ¡ustedes, agricultores, trabajadores del campo;
ustedes, pioneros pacíficos de toda una obra de
civilización!, ¡ustedes, hombres de progreso y de
moralidad!, ustedes han comprendido, digo, que las tormentas
políticas son todavía más temibles
ciertamente que las perturbaciones
atmosféricas.

¿Y quien se extrañaría de ello,
señores? Sólo aquél que fuese tan ciego y
tan esclavo (no temo decirlo), de los prejuicios de otra
época para seguir desconociendo el espíritu de los
pueblos agrícolas. ¿Dónde encontrar, en
efecto, más patriotismo que en el campo, más
entrega a la causa pública, más inteligencia, en
una palabra? Y no hablo, señores, de esa

inteligencia superficial, vano ornamento de las
mentes ociosas, sino de esa inteligencia profunda y moderada que
se aplica por encima de todo a perseguir fines útiles,
contribuyendo así al bien de cada uno, fruto del respeto a
las leyes y la práctica de los deberes.

¿Y para qué hablarles aquí a
ustedes de la utilidad de la agricultura? ¿Quién
subviene a nuestras necesidades?, ¿quién provee a
nuestra subsistencia? ¿No es el agricultor? El agricultor,
señores, quien sembrando con mano laboriosa los surcos
fecundos de nuestros campos hace nacer el trigo, el cual,
triturado, es transformado en polvo por medio de ingeniosos
aparatos, de donde sale con el nombre de harina, y transportado
de a11í a las ciudades llega a manos del panadero que hace
con ella un alimento tanto para el pobre como para el rico.
¿No es también el agricultor quién, para
vestirnos, engorda sus numerosos rebaños en los pastos?
¿Y cómo nos vestiríamos, cómo nos
alimentaríamos sin el agricultor? Pero, señores,
¿hay necesidad de ir a buscar ejemplos tan lejos?
¿Quién no ha pensado muchas veces en todo el
provecho que se obtiene de ese modesto animal, adorno de nuestros
corrales, que proporciona a la vez una almohada blanda para
nuestras camas, su carne suculenta para nuestras mesas, y huevos?
Pero no terminaría, si tuviera que enumerar unos
detrás de otros los diferentes productos que la tierra
bien cultivada, como una madre generosa, prodiga a sus hijos.
Aquí, es la viña; en otro lugar, son las manzanas
de sidra; a11á, la colza; más lejos, los quesos; y
el lino; ¡señores, no olvidemos el lino!, que ha
alcanzado estos últimos años un crecimiento
considerable y sobre el cual llamaré particularmente la
atención de ustedes.

¡Continuad!, ¡perseverad!, ¡no
escuchéis ni las sugerencias de la rutina ni los consejos
demasiado apresurados de un empirismo temerario! ¡Aplicaos
sobre todo a la mejora del suelo, a los buenos abonos, al
desarrollo de las razas caballar, bovina, ovina y porcina!
¡Que estos comicios sean para vosotros como lides
pacíficas en donde el vencedor, al salir de aquí,
tenderá la mano al vencido y fraternizará con
él, en la esperanza de una victoria mejor! ¡Y
vosotros, venerables servidores!, humildes criados, cuyos penosos
trabajos ningún gobierno había reconocido hasta
hoy, venid a recibir la recompensa de vuestras virtudes
silenciosas, y tened la convicción de que el Estado, en lo
sucesivo, tiene los ojos puestos en vosotros, que os alienta, que
os protege, que hará justicia a vuestras justas
reclamaciones y aliviará en cuanto de él dependa la
carga de vuestros penosos sacrificios.

DISRCURSO DE DEROZERAYS, presidente del jurado.

El señor Lieuvain se volvió a sentar; el
señor Derozerays se levantó y comenzó otro
discurso. El suyo quizás no fue tan florido como el del
consejero; pero se destacaba por su estilo más positivo,
es decir, por conocimientos más especializados y
consideraciones más elevadas. Así, el elogio al
gobierno era mucho más corto; por el contrario, hablaba
más de la religión y de la agricultura. Se
ponía de relieve la relación de una y otra, y
cómo habían colaborado siempre a la
civilización. Rodolfo hablaba con Madame Bovary de
sueños, de presentimientos, de magnetismo.
Remontándose al origen de las sociedades, el orador
describía aquellos tiempos duros en que los hombres
alimentábanse de bellotas en el fondo de los bosques,
después abandonaron las pieles de animales, se cubrieron
con telas, labraron la tierra, plantaron la viña.
¿Era esto un bien, y no habría en este
descubrimiento más inconvenientes que ventajas? El
señor Derozerays se planteaba este problema. Del
magnetismo, poco a poco, Rodolfo pasó a las afinidades, y
mientras que el señor presidente citaba a Cincinato con su
arado, a Diocleciano plantando coles, y a los emperadores de la
China inaugurando el año con siembras, el joven explicaba
a Emma que estas atracciones irresistibles tenían su
origen en alguna existencia anterior.

¡Conjunto de buenos cultivos!

¡Setenta francos!

Estiércoles.

Al señor Carón, de Argueil medalla de
oro.

¡Al señor Bain, de Givry – Saint
Martin!

Por un carnero merino.

¡Al señor Belot, de Notre
Dame!.

¡Raza porcina, premio ex aeguo: a los
señores Lehérissé y Cullembourg, sesenta
jfrancos!

Aprovechamiento de piensos de semillas
oleaginosas.

Abono flamenco, cultivo del lino, drenaje,
arrendamiento a largo plazo, servicios de

criados.

¡Catalina – Nicasia – Isabel Leroux, de
Sassetot – la – Guerrière, por cincuenta y
cuatro

años de servicio en la misma granja, medalla
de plata – premio de veinticinco francos!

-¿Dónde está, Catalina Leroux?
-repitió el consejero".

Imágenes

1. "El campo llano se extendía hasta perderse de
vista y los pequeños grupos de árboles en torno a
las granjas formaban, a intervalos alejados, unas manchas de un
violeta oscuro sobre aquella gran superficie gris que se
perdía en el horizonte en el tono mortecino del
cielo".

2. "Las estrellas brillaban a través de las ramas
del jazmín sin hojas. Detrás de ellos oían
correr el río, y, de vez en cuando, en la orilla, el
chasquido de las cañas secas. Masas de sombra, aquí
y allí, se ensanchaban en la oscuridad, y a veces, movidas
todas al unísono, se levantaban y se inclinaban como
inmensas olas negras que se hubiesen adelantado para volver a
cubrirlos. El frío de la noche les hacía juntarse
más; los suspiros de sus labios les parecían
más fuertes; sus ojos, que apenas entreveían, les
parecían más grandes, y, en medio del silencio,
había palabras pronunciadas tan bajo que caían
sobre su alma con una sonoridad cristalina y que se
reproducían, en vibraciones multiplicadas".

3. "Emma, vestida con una bata de bombasí,
apoyaba su moño en el respaldo del viejo sillón; el
papel amarillo de la pared hacía como un fondo de oro
detrás de ella; y su cabeza descubierta se reflejaba en el
espejo con la raya blanca al medio y la punta de sus orejas que
sobresalían bajo sus bandós".

Glosario

Barreño. De barro. Vasija de barro,
metal, plástico, etc., de bastante capacidad, generalmente
más ancha por la boca que por el asiento, que sirve para
fregar la loza y para otros usos.

Barruntar. Prever, conjeturar o presentir
por alguna señal o indicio.

Bedel. Empleado que en las universidades, institutos y
dependencias administrativas cuida del orden y de otros
menesteres.

Carámbano. Pedazo de hielo
más o menos largo y puntiagudo.

Chacinero. Persona que vende carne de cerdo
adobada para hacer embutidos.

Conchabanza. Acomodación conveniente
de una persona en alguna parte.

Convite. Función y especialmente comida o
banquete a que es convidado alguien. Reunión de
trabajadores que prestan sus servicios a cambio de
comida.

Desgaire. Desaliño, desaire en el manejo del
cuerpo y en las acciones, que regularmente suele ser afectado.
Ademán con que se desprecia y desestima a una persona o
cosa.

Escuchumizado. Muy flaco y
débil.

Figón. Casa de poca
categoría, donde se guisan y venden cosas de
comer.

Flebotomía. Arte de sangrar (abrir o punzar una
vena). Acción y efecto de sangrar (abrir o punzar una
vena).

Flequillo. Adorno de hilos o
cordones.

Frenológico. Relativo a la frenología.
Doctrina psicológica según la cual las facultades
psíquicas están localizadas en zonas precisas del
cerebro y en correspondencia con relieves del cráneo. El
examen de estos permitiría reconocer el carácter y
aptitudes de la persona.

Gorguera. Adorno del cuello, hecho de
lienzo plegado y alechugado.

Impertinente. Que no viene al caso, o que
molesta de palabra o de obra. Excesivamente susceptible, que
muestra desagrado por todo, y pide o hace cosas que están
fuera de propósito. Anteojos con manija, usados por las
señoras.

Incordio. Tumor blando. Persona o cosa
incómoda, agobiante o muy molesta.

Lacrar. Dañar la salud de alguien,
pegándole una enfermedad. Dañar o perjudicar a
alguien en sus intereses.

Malvasía. Uva muy dulce y fragante, producida por
una variedad de vid procedente de los alrededores de la ciudad
que le dio el nombre. Vino que se hace de esta uva.

Manguitos. Piezas tubulares de
papel.

Marisabidilla. Mujer que presume de
sabia.

Moaré. Tela que produce
reflejos.

Paleto. Dicho de una persona o de una cosa:
Rústica, zafia o falta de trato social.

Palisandro. Madera del guayaco, compacta y
de hermoso color rojo oscuro, muy estimada para la
construcción de muebles de lujo.

Pasmarote. Persona embobada o pasmada por
pequeña cosa.

Peristilo. Galería de columnas que
rodea un edificio o parte de él

Pupilo. Huésped de una
pensión.

Sangría. Acción y efecto de
sangrar (abrir o punzar una vena).

Tílburi. Carruaje de dos ruedas grandes, ligero y
sin cubierta, a propósito para dos personas y tirado por
una sola caballería.

Tornabodas. Días siguientes al de la
boda.

Vaharada. Acción y efecto de arrojar o echar el
vaho, aliento o respiración. Golpe de vaho, olor, calor,
etc.

Notas

1 Enciclopedia Microsof Encarta.

2 MENDEZ BERNAL, Rafael. 101 clásicos de la
literatura universal resumidos
.

3 NABOKOV, Vladimir. Curso de literatura europea.

4 FRIEDRICH, Hugo. Tres clásicos de la novela
francesa.

5 Ibídem.

6 Ibídem.

7 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

8 VARIOS. 12.000 minibiografías

9 FRIEDRICH, Hugo. Ob. Cit.

10 Enciclopedia Microsof Encarta.

11 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

12 MENDEZ BERNAL, Rafael. Ob. Cit.

13 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

14 VARIOS. 12.000 minibiografías

15 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

16 NOGUERA SAYER, Leonor. En busca de una vida
propia
.

17 VARIOS. 12.000 minibiografías.

18 VARIOS. 2.000 años de literatura
universal
.

19 NOGUERA SAYER, Leonor. Ob. Cit.

20 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

21 Ibídem.

22 FRIEDRICH, Hugo. Ob. Cit.

23 VARIOS. 2.000 años de literatura
universal
.

24 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

25 Ibídem.

26 Ibídem.

27 FRIEDRICH, Hugo. Ibídem.

28 VARIOS. 2.000 años de literatura
universal
.

29 VARIOS. 12.000 minibiografías.

30 NABOKOV, Vladimir.
Ibídem.

 

 

Autor:

Luís Ángel Ríos
Perea

Partes: 1, 2, 3, 4
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