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Arte colonial en el Perú (página 2)




Enviado por ricardo ayala



Partes: 1, 2

PinturaLas diferencias entre el
simbolismo andino (basado en una concepción
geométrica de la realidad) y el realismo español no
permitieron una adecuada interpretación de las obras
producidas antes de la llegada de los peninsulares. La
tradición de la que provenían los españoles
no exigía un conocimiento previo de los elementos, bastaba
mirar la pintura para entender el mensaje del autor. En cambio,
la tradición andina exigía un conocimiento de los
símbolos que muchas veces estuvieron restringidos a un
sector elite.Fue esta falta de entendimiento la que llevó
a los españoles restarle importancia a las obras
producidas por los andinos y lo que los condujo a destruirlos en
su mayoría. Tan solo quedaron los quipus y algunos uncus
con tocapus como muestra de la complejidad simbólica del
mundo andino.

Ante esta situación, los
indígenas fueron apropiándose poco a poco del
lenguaje artístico traído por los españoles.
Otros, los más hábiles, lograron plasmar sus
creencias en pinturas representativas de la sagrada familia,
superponiendo para ello elementos andinos sobre figuras sagradas.
Las pinturas jugaron un rol importante después del primer
desencuentro entre las tradiciones españolas e incaicas.
Los peninsulares se dieron cuenta de este gran obstáculo y
decidieron romper la falta de comunicación entre ambos
grupos utilizando la pintura. En la etapa de
evangelización los cuadros de la sagrada familia, de
Cristo crucificado, de santos y mártires fueron utilizados
como herramientas para la enseñanza de la fe
católica. Así, durante la segunda parte del siglo
XVI, la pintura al igual que otras manifestaciones
artísticas fueron monopolizadas por la iglesia. Con el
afán de una mejor evangelización encargaban muchos
cuadros con temas específicos (alusivos a la sagrada
familia, pasión de Cristo, etc.) a los más
importantes talleres andaluces y sevillanos.En estos trabajos se
nota la influencia del renacimiento italiano. La época de
mayor auge de esta tendencia fue cuando llegó al
Perú el jesuita Bernardo Bitti. Desde 1575 difundió
su obra por todo el virreinato, a pesar de que su taller se
encontraba en Lima. Bitti fue el primero de una serie de pintores
extranjeros que llegaron al Perú para ponerse al servicio
de la iglesia. Junto al maestro jesuita Leonardo Bitti destacan,
dentro de la corriente italiana llegada al Perú, Mateo
Pérez de Alesio y Angelino Medoro. Con los años, la
iglesia optó por el naturalismo y por el realismo
descriptivo, tal vez prefigurando la escena local para la llegada
del barroco.

En este tránsito el antimanierismo y
contramanierismo fueron utilizados con fuerza entre los pintores
locales. El antimanierismo apeló a crear mayor
sensibilidad a través de los efectos visuales que el autor
le otorgaba a la pintura. Manos y cuellos alargados, posturas
rebuscadas y efectos dramáticos demostraban la manera que
tenía el artista a la hora de representar al mundo.
Destacan la Virgen de la leche (Pérez de Alesio), La
coronación de la virgen (Bernardo Bitti).El barroco
llegó al virreinato peruano con las pinturas encargadas
por el convento de Santo Domingo al gran pintor sevillano Miguel
Güelles. Sus obras reunidas bajo la serie La muerte de Santo
Domingo tuvo un impacto profundo en el medio limeño, pues
su naturalismo e idealismo fueron las características
comunes en las pinturas locales del siglo XVII. En este siglo la
proliferación de aristas españoles propició
la apertura de varios talleres no solo en Lima, sino
también en las principales ciudades del virreinato
peruano. Estos talleres tuvieron en Zurbarán (artista
español, 1598-1664) uno de sus principales referentes.
Muchos de sus cuadros fueron copiados o sirvieron de molde para
nuevas producciones. De igual manera, algunas de sus obras
llegaron al Perú y fueron motivo de orgullo y
satisfacción para la orden religiosa que lo había
encargado (En Lima algunas de sus obras se pueden apreciar en el
iglesia de la Buena Muerte).Sin duda, Cuzco fue durante el siglo
XVII uno de los referentes pictóricos mas importantes del
virreinato peruano.

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La presencia de Bernardo Bitti (1583-1585 y
1596-1598) en el Cuzco tuvo un gran impacto en la plástica
cuzqueña. Sin embargo, a pesar de que el "movimiento
italiano" fue base para muchas de las obras producidas en esta
ciudad, lo cierto es que se empezó a dejar elementos y a
incorporarse otros propios de la región. En otras
palabras, se desarrolló con los años una
personalidad y lenguaje diferenciado que sin duda reflejan la
personalidad de los pintores (la gran mayoría andinos y
mestizos) y también cual era su base de inspiración
(fue Rubens el artista predilecto por los talleres
cuzqueños). Uno de ellos fue Diego Quispe Tito, pintor
vernacular que se inspiró en los cuadros flamencos
naturalistas y de los que tomó el paisaje para recrearlo
con motivos andinos. Ya en el siglo XVIII los talleres
pictóricos cuzqueños tuvieron una producción
casi en serie. Sólo los maestros firmaban el lienzo pues
tenían a una serie de artistas especializados dedicados a
la pintura de un sector del cuadro (manos, rostros, cuerpo,
fondo, etc). Es por ello que los artistas anónimos fueron
los verdaderos impulsores de la corriente cuzqueña pues a
su trabajo le añadieron los elementos propios de la
cultura local. En este punto es importante agregar la
trascendencia que tuvo la afirmación de los señores
étnicos y la nobleza andina, que para mediados del siglo
XVIII tuvieron una fuerte posición económica y
social.

En su reafirmación andina encargaron
cuadros de incas y retratos en los que dejaban muy en claro el
orgullo por su pasado.Durante el siglo XVIII, Lima
continuó produciendo pinturas barrocas de gran influencia
hispana. Sin embargo el arte ya no fue exclusividad de la
iglesia. La corte virreinal y la nobleza tuvieron acceso a la
pintura a través de los retratos. Estas pinturas eran
más festivas y con un lenguaje pictórico mucho mas
profuso que el del siglo anterior. Las pinturas de
Cristóbal de Lozano y Cristóbal de Aguilar son las
más afamadas, pues retrataron a los virreyes más
importantes del siglo de las luces.Al final de la centuria
dieciochesca ingresó al virreinato peruano el
rococó francés, aunque su mayor influencia se dio
en la arquitectura. De igual manera, el neoclasicismo tuvo poca
influencia en la pintura peruana, aunque resaltan ciertas obras
de Matías Maestro.

 

EsculturaLa escultura, al igual que
todas las artes, fue introducida al virreinato peruano por la
iglesia. Desde un primer momento tuvo una función
práctica: sirvió como una herramienta eficaz en las
campañas de evangelización y de extirpación
de idolatrías durante la segunda mitad del siglo XVI y la
primera del XVII. Inclusive el Concilio de Trento (2563) se
encargó de dar las directrices para la buena
utilización de las imágenes en la difusión
de la fe católica. Así, la virgen María,
Jesucristo y los principales santos debían tener un papel
hegemónico en las iglesias y conventos.Los curas
doctrineros llegaban hasta los lugares más
recónditos de los Andes y con sus imágenes y
cajas-retablo, lograban el entendimiento de los indígenas
a pesar de que no hubo una buena comunicación entre ambos
grupos a causa del idioma.

En el siglo XVI el renacimiento
tardío continuaba inspirando a los artistas locales.
Utilizaron para sus primeras obras madera, mármol, piedra,
marfiles y metales, aunque muchas veces tuvieron que importar los
materiales del reino español. En Lima surgieron varios
talleres que satisfacieron la demanda de los encomenderos y
también de las órdenes religiosas, porque se
encontraban necesitadas de producción artística, ya
sea para la decoración de sus nuevos templos e iglesias o
para el adoctrinamiento de indígenas. De este periodo
resaltan la Virgen de la anunciación (1551), Virgen del
Rosario (c. 1555), Virgen Patrona de la orden dominica (1558),
todas obras del escultor flamenco Roque de Balduque. Cabe
resaltar que la importación de obras fue practica
común durante todo el virreinato peruano.

Las regiones preferidas fueron Sevilla, los
Países Bajos y, en menor proporción, de Italia.La
presencia de maestros españoles durante el siglo XVI y
principios del XVII consolidó a Lima como importante
fuente de producción escultórica. Entre los
maestros españoles destacan Juan Martinez de Arrona,
excelente ebanista especializado en cajonería religiosa.
Su obra más importante es la Cajonería de la
Catedral (1608) realizada bajo los cánones del
renacimiento pues debía armonizar con el estilo de
Francisco Becerra, alarife de la catedral. Otro importante
escultor fue Pedro de Noguera, autor de la Sillería de la
Catedral (1532), acaso la obra escultórica más
bella de Lima construida en el siglo XVII. De los talleres del
andaluz Juan Martines Montañéz (1568-1649) destaca
el retablo del Monasterio de la Concepción (actualmente se
encuentra en la Catedral de Lima). Este gran retablo describe en
sus relieves la vida San Juan Bautista y fue enviado, desde
Sevilla, durante 15 años a la ciudad de los Reyes
(1607-1622).

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Otra obra importante de las
postrimerías del XVII es la escultura de Melchor Caffa
titulada "El tránsito de Santa Rosa" (1699). De origen
maltés, Caffa se educó en Roma, por lo que la obra
en honor a la santa peruana posee bastante parecido con la Santa
Teresa de Bernini. No obstante, la escultura realizada en
mármol de Carrara posee una sobriedad única y sin
duda representa una de las obras cumbre del barroco italiano en
el Perú.El siglo XVIII se caracterizó por la
introducción de nuevas técnicas en la
elaboración de esculturas. Destacó la llamada
técnica de la tela engomada, pues lograba darle un efecto
muy realista a la obra. Santos, vírgenes, ángeles y
arcángeles fueron realizados con esta técnica que
con los años fue muy popular en el virreinato peruano. En
este siglo ocupa un lugar especial la obra del mestizo Baltazar
Gavilán. Con un manejo exquisito del barroco, sus obras
imprimen un realismo sin precedentes en la plástica
peruana. Destacan La dolorosa realizada para el convento de San
Francisco y La Muerte, para la iglesia de San Agustín. De
1,95 m, esta escultura representa el fin de la vida (esqueleto
con un arco y flecha en la mano) y según una
tradición de Ricardo Palma fue el mismo Gavilán
víctima de esta obra, pues, cuenta la leyenda, que tras
una pesadilla el autor se levantó y a media luz se
encontró con la horrible figura de "La muerte", muriendo
de la impresión.

 

ArquitecturaSi bien la arquitectura
colonial peruana nació a partir de modelos peninsulares y
europeos, con el devenir de los años logró
afirmarse como una arquitectura con personalidad propia,
única en América. La fundación de ciudades
españolas fue el inicio de la ocupación del
territorio andino. Sobre las antiguas ciudades
prehispánicas se asentaron los primeros poblados
españoles y en ellas plasmaron su ideario del mundo
conocido. Sus reglas definieron la configuración de la
ciudad pues de acuerdo a la posición en el plano se sabia
la condición de la persona. Las primeras construcciones en
edificarse fueron el cabildo, la catedral y las casas alrededor
de la plaza mayor. Las construcciones más cercanas a la
plaza eran propiedad de los vecinos más prominentes de la
ciudad, es decir, aquellos que habían sobresalido en las
empresas de conquista. Sin embargo, son pocos los ejemplos de
arquitectura del siglo XVI. Tan solo algunas casas o patios
ubicados en Lima o Cuzco o algunas iglesias en provincia son la
única muestra de las construcciones de aquella
época, pues los terremotos de 1687, 1746 y las obras
edilicias del siglo XX, fueron los principales agentes de
destrucción de dichos monumentos.

Del siglo XVI destacan: la casa de
Jerónimo de Aliaga (Lima), La Merced (Ayacucho), Iglesia
de San Jerónimo (Cuzco) y la Asunción (Juli,
Puno).La mayoría de las iglesias de fines del siglo XVI
poseían planta gótica-isabelina con nave alargada y
separada por presbiterio o capilla mayor por un gran arco
denominado triunfal.(Wuffarden, 2004: 76).Las portadas de las
iglesias conservaron las formas clásicas italianas, a
pesar de que los alarifes tuvieron gran libertad para
interpretarlas, haciendo hincapié en un sentido bastante
decorativo. Como indica Antonio San Cristóbal, acaso el
estudioso más importante de la arquitectura virreinal
peruana, la portada lateral de la iglesia limeña de San
Agustín es una de las poquísimas portadas
existentes de Francisco Morales (alarife) que muestra en todo su
esplendor sus formas clásicas, propias del renacimiento
tardío. El siglo XVII estuvo marcado por la llegada del
barroco. Este estilo arribó al Perú en un momento
de gran madurez artística de los alarifes afincados en el
Perú. La reinterpretación del estilo y su
adaptación al medio local hicieron que el virreinato del
Perú se conviertiera en la expresión del barroco
americano.

Y es que la riqueza del barroco peruano
radica en la diversidad de interpretaciones, pues se
adaptó y aprehendió elementos de las principales
ciudades del virreinato (Lima, Cuzco, Trujillo, Puno, Arequipa,
Cajamarca, etc.), pero también tuvo que adaptarse a una
serie de factores que lo condicionaron (principalmente de
índole económico).Mientras el barroco se afianzaba,
en el Perú hubo un cambio en la construcción y
diseño de las naves. Las iglesias dejarían las
plantas isabelinas y se adaptaron a la cruz latina con
bóveda de cañón y cúpulas en el
crucero. No hay que olvidar que todos estos cambios son producto
de las acciones que la Contrarreforma Católica tomó
para afianzar la simbolización del culto católico.
Son ejemplo del barroco: San Francisco el viejo, iglesia de las
Trinitarias, La Merced, San Pedro, la Portada del Perdón
de la Catedral (Lima); La Merced, Santo Domingo, San Francisco,
Santa Catalina (Cuzco) etc.La iglesia fue la propulsora de una
arquitectura monumental. Conventos y monasterios fueron los
edificios más grandes y bellos durante todo el virreinato.
Destacan por su tamaño: Santa Catalina (Arequipa), San
Francisco el viejo, La Merced (Lima), Santo Domingo
(Trujillo).

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Como se mencionó líneas
arriba, en el siglo XVII hubo un transito de la planta isabelina
a la cruz latina. No obstante, las catedrales de Lima y Cuzco
escapan a esta clasificación. Las dos fueron construidas
sobre una planta procesional de tres naves con capillas laterales
y coro de canónigos colocado en medio de la nave central
(García Bryce, 1995: 368). Son del tipo hallenkirche o
iglesia salón con las bóvedas a la misma altura. Lo
que llama la atención en ambas es que si bien poseen una
misma planta, fueron construidas con materiales completamente
diferentes, pues siguieron la tradición constructiva de su
respectiva región (Lima-costa, Cuzco-sierra).Las iglesias
del siglo XVII destacaron también por la
construcción de portadas-retablo en sus fachadas.
Construidas principalmente en piedra, tuvieron un papel
simbólico y evangelizador, ya que anunciaban a los
transeúntes la importancia de la iglesia, su
carácter monumental e invitaban a su
contemplación.El virreinato peruano tuvo una diversidad de
centros arquitectónicos importantes. Las tradiciones y
elementos regionales permitieron el desarrollo de escuelas y de
áreas de influencia. Cuzco, Arequipa y Puno fueron las
difusoras de las principales técnicas constructivas
locales.

En estas ciudades hubo una búsqueda
de lenguajes propios alejados del barroco y de su realismo,
experimentando en muchos casos con la naturaleza y los elementos
bucólicos andinos. Un buen ejemplo sería la portada
de La Compañía, en la ciudad de Arequipa.En las
ciudades, la vivienda colonial tuvo una fuerte influencia
peninsular, especialmente andaluza. Fueron casas de uno o dos
pisos, con un zaguán que permitía el ingreso.
Usualmente, este zaguán permanecía abierto todo el
día pues a él llegaban los vendedores ambulantes o
las visitas. Un bello patio dominaba el ingreso rodeado de los
dormitorios y habitaciones principales. En el primer piso se
encontraba la sala que usualmente conectaba a otro patio
(traspatio) y finalmente a la cocina. Muchas casas en Lima
tuvieron huertas en las que cultivaban productos de panllevar.Las
casas de dos pisos tuvieron usualmente un balcón cerrado
por donde se podía observar la calle. En el siglo XVI y
XVII estos balcones poseían celosías, a fines del
XVIII y principios del XIX se construyeron bajo los
cánones del neoclasicismo y del estilo imperio,
imponiéndose el uso de ventanas de guillotina. Los
balcones le confirieron a Lima una personalidad propia, ya que en
ninguna ciudad americana existieron tantos balcones como en la
capital del virreinato peruano.

CulturaLa vida intelectual en el
virreinato peruano estuvo capitalizada por la república de
españoles. Fueron los peninsulares en primer
término y luego los criollos los que se dedicaron al
desarrollo de una cultura colonial basada en las tendencias que
llegaban de Europa.Una de las primeras acciones fue la
implementación de colegios y universidades en todo el
virreinato. Las principales universidades se encontraban en Lima
y Cuzco, siendo la Universidad de San Marcos la más
antigua fundada en América. Los colegios mayores se
fundaron para la educación de los hijos de los
españoles, sin embargo también se crearon colegios
para la elite indígena. Sobresalieron el Colegio
Príncipe de Lima y el Colegio San Francisco de Borja en la
ciudad del Cuzco.

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En estos colegios los indígenas eran
introducidos al castellano, se les adoctrinaba y se les
impartía conocimientos básicos de cálculo,
retórica, escritura y canto. Los estudios estuvieron
separados por niveles denominados primeras letras, estudios
menores y mayores y el paso de un nivel a otro no lo determinaba
la edad sino las aptitudes del estudiante. Los colegios Mayores
para españoles más importantes se encontraron en
Lima y Cuzco. Fueron reputados los colegios-seminarios de las
órdenes religiosas, pues en ellos los estudios estuvieron
dirigidos al cultivo de las humanidades. Los estudios más
comunes estuvieron dirigidos hacia el derecho, la medicina y la
teología. La medicina: el conocimiento médico
durante el virreinato fue rudimentario y empírico. A pesar
de enseñarse en las universidades, la medicina solo se
restringió a aminorar las dolencias que no causaban
muerte, como el caso de un resfrío o torceduras de huesos.
Cuando el enfermo se agravaba el médico ya no tenía
mucho por hacer pues no poseía la técnica ni los
conocimientos necesarios para curar enfermedades como el
cáncer, hidropesía, apoplejía, "alfombrilla"
o tercianas, muy comunes y estudiadas durante el
virreinato.

La medicina no fue propiedad de los
doctores salidos de las universidades. Fue común que los
barberos, entre sus muchas actividades, se dedicaran a la
práctica empírica de la medicina. Los escritos
indican que fueron especialistas en sacar muelas y en preparar
ungüentos y "parches" para los huesos. Barbero y
médico empírico fue San Martín de Porras
antes de consagrarse hermano lego dominico.

 

 

Autor:

Ricardo Ayala

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