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El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 en Cuba como modelo de la “Guerra Fría” en el área (página 2)



Partes: 1, 2

Partido Demócrata.

Partido Republicano.

Partido de la Cubanidad.

Partido Nacional Cubano, etc.

Todos estos partidos son de corte burguesa
y sus postulados eran demagógicos.

No podemos dejar de mencionar al Partido
Socialista Popular (PSP),partido marxista-leninista de la clase
obrera, no obstante sus diferencias con el reformismo ortodoxo,
decidió ofrecerle un pacto de unidad para las elecciones,
esta era una estrategia para derrotar a las fuerzas
reaccionarias.

El gobierno de los Estados Unidos
veía con preocupación el panorama político
cubano.

Panorama cubano
en el año 1952:

En los años 50,Cuba era mucho
más que La Habana, con su intensa vida nocturna, sus
cabarets, sus lujosos hoteles, los Fords y los Chevrolets del
año y las visitas de refulgentes estrellas, Sarita
Montiel, Nat King Cole.

Existía otra Habana, que sí
era Cuba, esa que muestra en las páginas de varios de los
libros e imágenes de la época que se conservan
actualmente.Varios periodistas se lanzaron para los campos y
ciudades en busca de la noticia y de la denuncia de un
capitalismo despiadado, dependiente y subdesarrollado, plagado de
desigualdades sociales, desempleo en gran escala, analfabetismo,
miseria apabullante y vergonzosa, aquí y
allá.Corrupción y represión. Nuestro
país se encontraba en una situación similar a la
que presentan actualmente muchos de los países hermanos de
América Latina, es decir, gobernados por una
oligarquía nacional servil, fiel representante de los
intereses imperialistas norteamericanos, con una economía
dependiente de estos, quienes a su vez dictaban las normas de una
política internacional "anticomunista "que
perseguía la represión de cualquier movimiento
revolucionario progresista, aunque no fuese marxista

A continuación utilizaremos algunos
datos apoyándonos de "La Historia me
Absolverá":

600 000 desempleados

500 000 obreros en el campo que viven en
miserables bohíos.

El obrero agrícola cubano no dispone
como promedio de más de 25 centavos diarios, para comer,
vestir y calzar.

El 60% de ellos vive en bohíos de
techo de guano,y piso de tierra, sin servicio ni letrina, ni agua
corriente.

El 85% de esas covachas-rezagos
increíbles de la vivienda aborigen precolombina-solamente
tiene una o dos piezas en la que debe hacinarse toda la familia
rural-hombres, mujeres y niños-para dormir.

El 85%, casi la totalidad, carece de
servicio de agua corriente.

El 44% no asistió, no pudo asistir
jamás, a una escuela.

El 90% se alumbra con luz
brillante.

La situación de la vivienda era en
extremo deplorable, el 45% del total, es decir,571 749 eran de
yagua, guano y piso de tierra, con agua de rio o de pozo. La
mayoría carecía de letrina, baño y luz
eléctrica.

400 000 familias en el campo y la ciudad
Vivian hacinadas en barracones, cuarterías y solares, sin
las más elementales condiciones de higiene y
salud.

2 200 000 personas de nuestra
población urbana pagaban alquileres que absorbían
entre 1/5 y 1/3 de sus ingresos.

2 800 000 personas de la población
rural y suburbana carecían de electricidad.

Existía un abandono casi total en
cuanto a la educación y salud del pueblo. Veamos algunos
datos estadísticos sobre lo mismo:

  • No pasaban de 6 las escuelas
    técnicas e industriales en todo el
    país.

  • En el censo efectuado en 1953 por la
    tiranía batistiana existía 1 032 849
    analfabetos, que significaba en esos momentos el 23.6%del
    total de la población, cifra esta que estaba por
    debajo de la realidad.

  • Existía un abandono total en
    cuanto a la salud del pueblo; los créditos del
    gobierno destinados a los hospitales estatales, la
    mayoría de los cuales presentaban las peores
    condiciones higiénicas ,aparte de ser exiguos, se
    solían desviar confines politiqueros o eran robados
    descaradamente por los personeros del régimen. En
    aquel nefasto tiempo el acceso a los hospitales del Estado,
    siempre repletos, solo era posible mediante la
    recomendación de un político que le
    exigía al desdichado su voto y el de toda su familia.
    Solo aquellos pocos que contaban con recursos suficientes
    tenían acceso a las llamadas Casas de Salud o
    Sanatorios y Clínicas privadas, que constituían
    un lucrativo y seguro negocio. A esta situación se
    adicionaba el grave problema de las medicinas, cuyo alto
    costo las hacían prohibitivas a los mas necesitados
    que se veían precisados a medicinarse, cuando
    podían, con productos denominados
    "populares".

Ante el inminente triunfo del Partido del
Pueblo Cubano (Ortodoxo),el gobierno yanqui, su embajador en Cuba
y el coronel Fulgencio Batista y Zaldívar preparan un
Golpe de Estado a Carlos Prio Socarrás, para evitar el
triunfo de la Ortodoxia en Cuba.

Primeros
crímenes de la
dictadura de Batista:

12 de abril de 1952: William Soler de 15
años sale de su casa y nunca más
regresó.

20 de julio de 1952:En una finca del barrio
de Pipian,Madruga,encontaron el cadáver de un joven de
unos 25 años, con las manos atadas a la espalda,un
pañuelo anudado al cuello y múltiples lesiones por
el rostro, la cabeza y el vientre, lo que indica que fue amarrado
en estado de indefensión.

17 de agosto de 1952: Fue secuestrado,
vejado y maltratado el periodista Mario Kuchilán
Sol.

16 de septiembre de 1952:Autopsian a la
víctima de un crimen en Guines,que en vez de visceras,sus
cavidades contenían aserrín.

Al analizar el significado que tuvo para
los Estados Unidos el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 y
la sustitución de Carlos Prío por Fulgencio
Batista, el profesor Morris H. Morley hizo la apreciación
siguiente:

Aunque los formuladores de política
norteamericanos y los funcionarios de la Embajada en La Habana se
quejaron del "estrecho nacionalismo económico de Grau" y
de la "legislación impredecible de Prío, que
afectaba a los negocios", la ausencia de conflictos de naturaleza
sistémica o estructural dictó la preferencia de
Washington por un acercamiento negociador, de no enfrentamiento,
en sus esfuerzos por resolver las diferencias
—especialmente los recurrentes problemas que afectaban las
operaciones de capitalistas norteamericanos en Cuba—.
Más aún, ninguno de los dos gobiernos trató
de elaborar una política exterior que chocara con los
intereses norteamericanos1 . En las Naciones Unidas y en otros
foros internacionales, tanto Grau como Prío continuaron
siendo "totalmente cooperativos con Estados Unidos", cuando su
apoyo fue requerido por los formuladores de política en
Washington. Sin embargo, los funcionarios del estado imperial le
dieron una discreta bienvenida al golpe militar de Batista de
marzo de 1952, pues ofrecía posibilidades para restringir
al movimiento obrero organizado, aumentar el papel del capital
extranjero dentro de la economía nacional, fomentar una
Administración menos corrupta y más eficiente para
facilitar la reproducción del capital, y obtener una
cooperación creciente de

Cuba en programas diseñados para
mantener una región estable y segura

en el Caribe.

El investigador Oscar Pino Santos
planteó la hipótesis de que el golpe

de Estado de Batista fue instigado por el
Grupo Rockefeller, disgustado

por la actitud poco cooperativa del
presidente Prío, quien había obstaculizado los
negocios que esa agrupación pretendía llevar a cabo
en la industria del níquel en Cuba. Enrique Cirules, con
más lujo de detalles, también abordó el
tema. Sin desestimar los criterios de estos dos investigadores,
en mi opinión, existían dos factores de
índole general que podían preocupar a los
diplomáticos norteamericanos. Por un lado, la desmesurada,
impúdica y obscena venalidad de los corruptos gobernantes
auténticos.

Por otro, el clima de crisis
política sistémica que prevalecía desde
hacía

años, lo que se traducía en
una situación "de desasosiego, oposición
e

inconformidad verdaderamente
explosiva".

Según Thomas G. Paterson, quien ha
realizado una exhaustiva investigación en los documentos
norteamericanos del período, el entonces embajador de los
Estados Unidos en Cuba, Willard Beaulac, comunicó al
Departamento de Estado, el mismo 10 de marzo de 1952, que el
golpe había sido una sorpresa para todos en La
Habana.

Él, personalmente, manifestó
que tuvo conocimiento de lo ocurrido a las 6:00 a. m. Sin
embargo, Beaulac alertó a la Cancillería
estadounidense de que, como el cuartelazo se había
producido solo tres días después de la firma del
Acuerdo de Asistencia Mutua para la Defensa, se podía
pensar que existía alguna relación entre ambos
hechos.9 Quizás este fuera el motivo de la demora de los
Estados Unidos en otorgar el debido reconocimiento
diplomático al nuevo Gobierno, lo que no se produjo hasta
el 27 de marzo.

En el ínterin se habían
producido dos entrevistas significativas. A las 7:00

a. m., del propio 10 de marzo, Batista se
reunió con el coronel Fred G.

Hook, Jr., jefe de la Misión de la
Fuerza Aérea de los Estados Unidos en

Cuba, pidiéndole que le dijera a su
Embajador que todos los acuerdos estaban vigentes. Ello
motivó que Beaulac le comentara al Embajador
británico:

"si esto tenía que suceder, Batista
era el mejor hombre para el puesto".

El 22 de marzo, el embajador Willard
Beaulac se entrevistó con el

nuevo ministro de Estado, Miguel
Ángel Campa. Durante esa entrevista,

el enviado norteamericano planteó
dos temas de interés para su país:

1. El posible restablecimiento de las
relaciones entre Batista y el Partido

Socialista Popular, algunos de cuyos
miembros habían formado parte del Gabinete de guerra del
Gobierno constitucional de 1940 a 1944; y

2. la actitud del nuevo Gobierno cubano
ante los inversionistas extranjeros.

En ambas cuestiones el Jefe de la
Misión Diplomática de los Estados Unidos
recibió seguridades inequívocas del Jefe de la
Cancillería

batistiana.

Para los Estados Unidos, la toma del poder
por parte de Batista era un

hecho que se conjugaba claramente con sus
intereses en la región y con

las tendencias más generales
prevalecientes de su política exterior. Como
expresé en el capítulo anterior, el Corolario
Kennan de la Doctrina Monroe

justificaba el apoyo a los regímenes
dictatoriales, preferiblemente a los

dirigidos por militares. Estos gobiernos de
"mano dura" se ajustaban mejor a la cruzada anticomunista
iniciada por Harry Truman y continuada

por Dwight D. Eisenhower y John Foster
Dulles. Se suponía que ellos

estaban en mejores condiciones para
enfrentar los movimientos revolucionarios que Washington
percibía, según la lógica de la guerra
fría, como meros instrumentos de una bien orquestada
estrategia dirigida desde el Kremlin contra los intereses de los
Estados Unidos.

El régimen de Batista se
adaptó con rapidez a estos requisitos
políticos

y estableció estrechas relaciones
con la Agencia Central de Inteligencia

(CIA). Gracias a la asistencia de la
Agencia se creó el Buró de Represión de
Actividades Comunistas (BRAC). Ese fue el objetivo de la visita
que el director de la CIA Allen W. Dulles realizara a La Habana,
en abril de 1955. Después, hubo intercambios de cartas al
respecto entre el secretario de Estado John Foster Dulles y el
propio Dictador. Ese mismo año, el Gobierno norteamericano
invitó a Washington al general Martín Díaz
Tamayo, quien supuestamente encabezaría el BRAC. A pesar
de estos pasos, a mediados de 1956, los altos jefes de la CIA
estaban descontentos con los resultados alcanzados. Al parecer,
los fondos suministrados habían ido a engrosar los
bolsillos de los personeros de la Tiranía y el BRAC
había sido puesto a las órdenes del coronel Mariano
Faget, y no de Díaz Tamayo, como se había
prometido. Con ese motivo se envió a La Habana, en junio
de ese año, al inspector General de la CIA, Lyman B.
Kirkpatrick en el primero de tres viajes que hizo a Cuba en el
transcurso de dos años, pues regresó en 1957 y
también en 1958.

Después del 10 de marzo de 1952,los
líderes del golpe de estado y sus más cercanos
colaboradores y simpatizantes integraron la elite militar en
Cuba. La gran mayoría había causado alta en el
cuerpo de oficiales entre 1933 y 1944 y resultó
beneficiaria de la política de reformas y mejoras
impulsada por Batista en 1933,cuando este llegó a la
jefatura del Ejército luego del triunfante golpe militar
de los sargentos.

Algunos de los colaboradores o
protagonistas de la acción golpista del 10 de marzo
son:

Francisco Tabernilla Dolz.

Francisco Tabernilla Palmero.

Juan Rojas González.

Martín Díaz
Tamayo.

Arístides Sosa Quesada.

Roberto Fernández
Miranda.

Pilar García
García.

Alberto del Río Chaviano.

Luis Robaina Piedra.

Pedro A. Rodríguez
Ávila.

Coronel: Carlos Tabernilla
Palmero.

Leopoldo Pérez Coujil.

Manuel Ugalde Carrillo.

Fermín Cowley Gallego.

Carlos M. Cantillo
González.

Dámaso Sogo
Hernández.

Ignacio Leonard Castell.

Ramón Cruz Vidal.

Aquilino Guerra González.

José Fernández
Rey.

Julio Sánchez
Gómez.

Víctor M. Dueñas
Robert.

Pedro A. Valdivia Romero
Armengol.

Carlos E. J Pascual Pinard.

Pedro A. Barreras Pérez.

Florentino Evelio Rosell Leiva.

Teniente coronel: Antonio Blanco
Rico.

El imperialismo, por su parte,estaba
plenamente informado de los trajines conspirativos de Batista y
manifestaban su apoyo incondicional. En un trabajo de denuncia
que apareció en la revista Fundamentos, posterior al
golpe, el Secretario General del PSP Blas Roca,
señalaba:

1-La situación política de
Cuba se había complicado desde la muerte de
Chibas.

2-Los lideres sindicales gubernistas
estaban preparados para dar un golpe de Estado.

3-Batista estaba ganado terreno, porque
tenía dinero y fuerza en el Ejercito.

El 8 de febrero de 1952 el capitán
del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) Salvador Diaz Verson y
Rodriguez, investigaba sobre el golpe militar, entrego a su jefe
un informe confidencial sobre los manejos turbios de Batista y
sus seguidores.

Algunos fragmentos del
documento:

(…)desde hace aproximadamente un
año,(…)se ha mantenido una constante y discreta
vigilancia, sobre las actividades del ex presidente Batista
(…), y por haberse tenido noticias, de que mantenía
relaciones políticas con miembros del Ejercito en servicio
activo.

Fidel Castro, diría luego en La
Historia me Absolverá:

¡Pobre pueblo! Una mañana la
ciudadanía se despertó estremecida; a las sombras
de la noche los espectros del pasado se habían conjurado,
mientras ella dormía y ahora la tenían agarrada por
las manos, por los pies y por el cuello. Aquellas garras eran
conocidas, aquellas fauces, aquellas guadañas de muerte,
aquellas botas…No; no era una pesadilla;se trataba de la
triste y terrible realidad: un hombre llamado Fulgencio Batista
acababa de cometer el horrible crimen que nadie
esperaba.

Al analizar el significado que tuvo para
los Estados Unidos el golpe de

Estado del 10 de marzo de 1952 y la
sustitución de Carlos Prío por

Fulgencio Batista, el profesor Morris H.
Morley hizo la apreciación

siguiente:

Aunque los formuladores de política
norteamericanos y los funcionarios

de la Embajada en La Habana se quejaron del
"estrecho nacionalismo

económico de Grau" y de la
"legislación impredecible de Prío, que

afectaba a los negocios", la ausencia de
conflictos de naturaleza sistémica o estructural
dictó la preferencia de Washington por un acercamiento
negociador, de no enfrentamiento, en sus esfuerzos por resolver
las diferencias —especialmente los recurrentes problemas
que afectaban las operaciones de capitalistas norteamericanos en
Cuba—. Más aún, ninguno de los dos gobiernos
trató de elaborar una política exterior que chocara
con los intereses norteamericanos1 . En las Naciones Unidas y en
otros foros internacionales, tanto Grau como Prío
continuaron siendo "totalmente cooperativos con Estados Unidos",
cuando su apoyo fue requerido por los formuladores de
política en Washington. Sin embargo, los funcionarios del
estado imperial le dieron una discreta bienvenida al golpe
militar de Batista de marzo de 1952, pues ofrecía
posibilidades para restringir al movimiento obrero organizado,
aumentar el papel del capital extranjero dentro de la
economía nacional, fomentar una Administración
menos corrupta y más eficiente para facilitar la
reproducción del capital, y obtener una cooperación
creciente de

Cuba en programas diseñados para
mantener una región estable y segura

en el Caribe.

El investigador Oscar Pino Santos
planteó la hipótesis de que el golpe

de Estado de Batista fue instigado por el
Grupo Rockefeller, disgustado

por la actitud poco cooperativa del
presidente Prío, quien había obstaculizado los
negocios que esa agrupación pretendía llevar a cabo
en la industria del níquel en Cuba. Enrique Cirules, con
más lujo de detalles, también abordó el
tema. Sin desestimar los criterios de estos dos investigadores,
en mi opinión, existían dos factores de
índole general que podían preocupar a los
diplomáticos norteamericanos. Por un lado, la desmesurada,
impúdica y obscena venalidad de los corruptos gobernantes
auténticos.

Por otro, el clima de crisis
política sistémica que prevalecía desde
hacía

años, lo que se traducía en
una situación "de desasosiego, oposición
e

inconformidad verdaderamente
explosiva".

Según Thomas G. Paterson, quien ha
realizado una exhaustiva investigación en los documentos
norteamericanos del período, el entonces embajador de los
Estados Unidos en Cuba, Willard Beaulac, comunicó
al

Departamento de Estado, el mismo 10 de
marzo de 1952, que el golpe había sido una sorpresa para
todos en La Habana. Él, personalmente,

manifestó que tuvo conocimiento de
lo ocurrido a las 6:00 a. m.8 Sin

embargo, Beaulac alertó a la
Cancillería estadounidense de que, como el

cuartelazo se había producido solo
tres días después de la firma del
Acuerdo

de Asistencia Mutua para la Defensa, se
podía pensar que existía alguna

relación entre ambos hechos.9
Quizás este fuera el motivo de la demora

de los Estados Unidos en otorgar el debido
reconocimiento diplomático al

nuevo Gobierno, lo que no se produjo hasta
el 27 de marzo.10

En el ínterin se habían
producido dos entrevistas significativas. A las 7:00

a. m., del propio 10 de marzo, Batista se
reunió con el coronel Fred G.

Hook, Jr., jefe de la Misión de la
Fuerza Aérea de los Estados Unidos en

Cuba, pidiéndole que le dijera a su
Embajador que todos los acuerdos estaban

vigentes. Ello motivó que Beaulac le
comentara al Embajador británico:

"si esto tenía que suceder, Batista
era el mejor hombre para el puesto".11

El 22 de marzo, el embajador Willard
Beaulac se entrevistó con el

nuevo ministro de Estado, Miguel
Ángel Campa. Durante esa entrevista,

el enviado norteamericano planteó
dos temas de interés para su país:

1. El posible restablecimiento de las
relaciones entre Batista y el Partido

Socialista Popular, algunos de cuyos
miembros habían formado.

Según Hugh Thomas, Willard Beaulac
le dijo en una entrevista personal algunos años
después, que se había enterado de que se planeaba
el golpe unos días antes gracias a un hombre de negocios
norteamericano de apellido Hodges. En mi opinión, puede
haberse tratado de Burke Hedges, dueño de la Textilera de
Ariguanabo, y no de Hodges.

La profesora del ISRI Nerina Romero, sin
embargo, planteó que Batista podría haberse sentido
preocupado porque, con motivo de las depuraciones de los
partidarios en los

institutos armados durante los gobiernos
auténticos, los beneficios de los acuerdos militares con
los Estados Unidos podrían ser explotados a favor de una
nueva generación de oficiales ajenos a su control, con lo
cual perdería su tradicional base de apoyo. Uno de los
negociadores de estos acuerdos fue el coronel Ramón
Barquín, por aquella época

agregado Militar en Washington, quien, en
1956, fue detenido por conspirar contra la Dictadura y, en 1959,
resultó una de las "cartas" que la Embajada norteamericana
utilizó para mediatizar el triunfo
revolucionario.

norteamericanos y cubanos, sino
también los canadienses y los británicos. El examen
de los informes de los Embajadores de esos países que eran
aliados de los Estados

Unidos, por lo general, ofrece una
visión mucho más clara de las opiniones de sus
homólogos estadounidenses, quienes eran menos cautos (y
generalmente más cándidos) al comentar determinados
asuntos a sus colegas, de lo que eran, incluso, en la
redacción de los informes y las notas dirigidas al
Departamento de Estado.

Reacción
frente al golpe de Estado.

El golpe de Estado conmovió
profundamente a la ciudadanía, por lo que

significaba de ruptura del orden
constitucional y por los nefastos antecedentes de su ejecutor.
Los sectores más avisados comprendieron de inmediato que
el cuartelazo no se daba, como pretendió hacer creer
Batista, para prevenir un supuesto autogolpe del Presidente
Prío, dirigido a perpetuarse en el poder, sino para
impedir el triunfo del Partido Ortodoxo y el empuje del vigoroso
movimiento popular.

A pocas horas de los hechos, el joven
abogado Fidel Castro lanzaba un encendido manifiesto titulado
«Revolución no, zarpazo», en el que denunciaba
el carácter y los objetivos de los golpistas, pronosticaba
la

era de terror que se implantaría en
Cuba, llamaba a los cubanos al combate contra la dictadura, y
advertía:

«hay tirano otra vez, pero
habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras. Hay
opresión en la patria, pero habrá algún
día otra vez libertad». Ya con anterioridad,
conocedor de los preparativos del golpe de Estado, Fidel,
lo

había denunciado ante la
dirección del Partido Ortodoxo y había solicitado
que le permitieran denunciar el hecho por la onda radial de ese
partido, lo que no se le concedió.

También el mismo día 10 de
marzo, el Partido Socialista Popular (PSP) condenaba
enérgicamente el cuartelazo, acusaba a los imperialistas
yanquis de fomentarlo, llamaba a las masas populares de todos
los

partidos a unirse en la batalla por las
libertades y derechos democráticos y esbozaba algunas
demandas específicas de carácter inmediato. En
igual sentido se pronunciaban otras organizaciones orientadas por
los

comunistas, como los sindicatos unitarios,
las asociaciones campesinas, la Federación
Democrática de Mujeres Cubanas y la Juventud Socialista.
En días anteriores al 10 de marzo, el PSP había
denunciado y

condenado públicamente el golpe que
venía gestándose.

La Federación Estudiantil
Universitaria (FEU) nombró una Comisión que fue a
Palacio en las primeras horas de la mañana del propio 10
de marzo y le brindó a Prío el apoyo de los
estudiantes para la defensa armada de

la legalidad constitucional. Pero los
jóvenes no encontraron la acogida que esperaban y se
retiraron. El día 14, la FEU aprobó una
Declaración de Principios en la que rechazaba
resueltamente el golpe militar y

llamaba a todos los partidos,
organizaciones y grupos genuinamente democráticos a
juntarse alrededor de una serie de objetivos comunes. «La
patria está en peligro —señalaba la
FEU—, y hay que honrar a la patria peleando por
ella».

Se perfilaban así, desde los
primeros momentos, las tres fuerzas que por su radicalismo,
representatividad y firmeza, habrían de desempeñar
los papeles protagónicos en las grandes batallas que se
iniciaban: la que se

aglutinaría muy pronto en torno a
Fidel Castro; la que conformaban el PSP y las organizaciones
dirigidas por él, y el movimiento estudiantil.

Los partidos políticos burgueses se
vieron afectados por una honda crisis. Los republicanos, los
liberales y una parte de los demócratas decidieron sumarse
a Batista, mientras otros partidos más débiles se
disolvían.

Entre los jerarcas del Partido
Revolucionario Cubano (Auténtico), Prío huyó
hacia EE.UU. y, con. un grupo de seguidores, empezó a
conspirar. Gozaban de abundantes recursos financieros, pero sus
acciones de

carácter putchista y
sensacionalista, sin base popular, mal organizadas y peor
orientadas, no tuvieron gran significación. Grau, por su
parte, se limitó a una inocua oposición verbal y se
prestó a las maniobras electoreras del régimen.
Otros auténticos, como Miguel Suárez
Fernández, se integraron al nuevo equipo
gobernante.

El Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos)
condenó el golpe militar y llamó a utilizar
«todas las fuerzas activas y pasivas de resistencia
adecuada que la Constitución autoriza».
Anunció apelaciones de carácter

jurídico al Tribunal Supremo de
Justicia y al Tribunal de Garantías Constitucionales y
Sociales, y alegatos a la ONU y a la Organización de
Estados Americanos (OEA). Pero pronto se inició una
enconada lucha de

facciones en su seno. Emilio Ochoa,
ex-candidato a la Vicepresidencia de la República y muy
influyente en las direcciones provinciales del partido,
propugnaba la unidad de la oposición, mientras Roberto
Agramonte,

ex-candidato presidencial, continuaba su
política aislacionista. Carlos Márquez Sterling, al
igual que Grau San Martín, optó por plegarse a la
legalidad culpable que ofrecía Batista. La
preocupación principal de estos políticos era la de
repartirse actas de representantes y de senadores, botellas y
privilegios, así como cargos en los gobiernos provinciales
y municipales.

El aparato sindical oficial, encabezado por
Eusebio Mujal , tras pocas horas de vacilación, se
pasó totalmente al lado de Batista. El movimiento obrero
unitario, con Lázaro Peña y otros líderes de
las más diversas

militancias, patentizaron su inmediata
repulsa y realizaron algunas acciones de protesta en diferentes
lugares del país. Pero la división existente y la
represión impidieron una respuesta masiva y
general.

El profesorado universitario, los colegios
profesionales y la ciudadanía en general rechazaron el
golpe.

A continuación se presenta un
escrito del General Fulgencio Batista y Zaldívar titulada:
"Propósitos democráticos":

"Para lograr la confianza interna e
internacional la revolución del 10 de marzo mantuvo todas
las normas y principios y garantías de la
Constitución de 1940,modificandola solamente en las
disposiciones reguladoras de la estructura de gobierno. De
acuerdo con esas normas y principios mantenidos, no hubo
persecuciones ni atentados a la vida ni a los derechos
patrimoniales o políticos de los ciudadanos, tampoco
tachas políticas para el desempeño de las funciones
públicas. El gobierno reclamo prontamente tanto de los
partidos desplazados del poder, como de los de oposición,
su concurrencia a elecciones inmediatas. La mayoría de los
lideres de esos partidos estimando que el momento no le era
propicio para el éxito o deseando dificultar en su
provecho la normalización institucional de la Republica,
negó su concurso y se entrego con pasión a promover
el desorden y la violencia. Al propio tiempo, el gobierno dio
ejemplo-sin precedentes en una Revolución-de respetar en
sus cargos a los jefes, altos funcionarios y al personal
subalterno de todos los organismos autónomos, que dentro
de la organización estatal cubana ejercitaban buena parte
del poder publico… "

¡MENTIRA!

El 10 de marzo de 1952 Batista da a conocer
una proclama al pueblo de Cuba, conocida como Proclama de Batista
al pueblo de Cuba

 

 

Autor:

Jhoannis Jacinto Rodríguez
Avalos

Carrera: Marxismo -Leninismo e
Historia.

Sancti Spíritus.

Curso: 2009-2010.

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