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La naturaleza del proceso de aprendizaje



Partes: 1, 2, 3

  1. La
    Teoría del Aprendizaje de Varela y Maturana para
    examinar el sustrato biológico de dicho
    proceso
  2. Un
    marco teórico más amplio para analizar el
    proceso. Diferentes teorías del
    aprendizaje
  3. El
    Paradigma Conductista
  4. El
    Paradigma Cognitivista
  5. La
    Naturaleza Del Proceso De
    Enseñanza-Aprendizaje
  6. La
    equilibración
  7. La
    asimilación
  8. La
    acomodación
  9. El
    conflicto cognitivo
  10. Representaciones y realidad
  11. Representaciones y realidad
  12. La
    relación entre las representaciones y la
    acción
  13. Los
    indicadores del cambio cognitivo
  14. Los
    Factores De Aprendizaje
  15. Las
    variables psicologicas que condicionan el
    aprendizaje
  16. Las
    variables sociologicas que condicionan el
    aprendizaje
  17. Una
    reflexión final

Hablar de aprendizaje, más allá de que
estamos hablando de un proceso esencial en la definición
del ser humano como especie y, obviamente, como individuo, es
hablar también de conocimiento. Hacia allá apunta
el proceso de aprendizaje; es, por así decirlo, su materia
prima.  Por ello empezaremos con algunas breves reflexiones
sobre la teoría del conocimiento.  Nada muy profundo,
pero que sí nos permitan consensuar algunas definiciones
básicas. Definiciones que apuntan más bien a
explicitar el ámbito desde el cual vamos a analizar los
procesos de aprendizaje, el marco a partir del cual haremos
nuestras opciones teóricas al respecto.

 Desde que Descartes implantara la certeza como
posibilidad y como meta a lograr, la duda -que fue la base misma
de la filosofía y de la visión de conjunto- se
marginó del campo de preocupaciones de la gran
mayoría de quienes construyen el pensamiento. Se instala
la modernidad, y con ella la física pasa a ocupar el
primer plano, quedando la metafísica relegada a un campo
supuestamente arcaico, supuestamente superado. La ciencia
"objetiva" comienza a reinar en el campo del pensamiento y con
ella se avanza vertiginosamente hacia el imperio de los hechos,
hacia la capacidad de hacer, de instrumentalizar por sobre la de
reflexionar. Las preguntas sobre el sentido de ese quehacer, la
dudas sobre la naturaleza de los hechos quedan
atrás.

 A la base de gran parte de las posturas
teóricas dominantes -ya sea que exalten lo individual o lo
colectivo; que dogmaticen un algo más allá del
Hombre o que nieguen toda trascendencia- hay un problema que no
sólo refleja el total imperio de la racionalidad
instrumental sino que también responde al síndrome
de autoritarismo que atraviesan nuestras estructuras sociales y
sicológicas. Hablamos de la intolerancia a la
ambigüedad, del miedo a la incertidumbre, del rechazo total
a los grises y al impulso casi descontrolado a definir las cosas
a partir de dicotomías absolutas: blanco negro; bueno o
malo. . Es decir, la incapacidad del hombre moderno para aceptar
el viejo drama existencial que encierra la metafísica:
siendo nosotros finitos, pudiendo gozar sólo por momentos
de una conciencia expandida, debiéramos asumir lo
misterioso, la duda, lo incierto con humildad, con conciencia de
nuestros límites; pero el advenimiento del racionalismo
nos impide hacerlo. Pareciera que es aquí, en este nudo
gordiano de la modernidad, donde podremos encontrar algunas
claves para desentrañar lo que es el conocimiento y, por
lo tanto, lo que es el proceso que lo hace posible, el proceso de
enseñanza-aprendizaje.  Si negamos las grandes
preguntas que van llenando el plano de lo metafísico -si
nos negamos a vivir con ellas- habremos dado el paso decisivo
hacia la aceptación de que podemos poseer verdades
absolutas. Y en ese momento, empobreceremos irremediablemente la
amplia gama de posibilidades que ofrece el
conocimiento.

 El camino de elaboración del conocimiento
debiera tomarse como una aventura, la aventura del aprendizaje
humano, debiera vivirse con  cierto desapego que nos permita
deshacernos de una convicción, sin dramatizar, sin sentir
que nuestro mundo estará en peligro,  cuando la vida
nos enseña que no era verdadera, o no lo era en el plano
en que lo pensamos.  El camino del conocimiento 
debiera ser transitado no sólo con la cabeza, aunque ella
sea la que comande el proceso. Debiera ser transitado
desarrollando, al mismo tiempo que el pensamiento, las
capacidades de hacer y moviéndose, también,
 en el ámbito de la subjetividad y de las emociones;
sin olvidar ni por un momento la naturaleza fugaz y transitoria
de cualquier "verdad" que aprendamos. El desarrollo del
conocimiento -dejando atrás las certezas- debe ser
inscrito en una nueva forma de ver la realidad, el ser humano y
su mutua relación.

Partes: 1, 2, 3

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