Naturaleza y propiedades del pensamiento –
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Quizás el misterio más asombroso de la
Naturaleza sea el pensamiento mismo, o la idea, pues,
según Platón es la única realidad del
Universo. Pero por ser una entidad no tangible, ni cuantificable
y mucho menos sin forma material, no podemos evidenciar, ni
aceptar tan fácilmente esa premisa platónica. Todo
lo que podamos decir y escribir sobre el pensamiento, es como si
hiciéramos una disección sobre la niebla donde
hacemos trazos y cortes simbólicos, y no quedan las
huellas materiales que podamos evidenciar con nuestros sentidos.
No podemos atrapar un pensamiento.
Por otra parte, se corre el riesgo de ser descalificado
por caer en un idealismo subjetivo exagerado. El pensamiento
solamente lo conocemos por sus efectos universales, pues
él es la causa primordial de todo. Así como la luz
física, que es una entidad infinitamente sutil y viaja a
300.000 Km. por segundo, y además, con experimentos de
laboratorio, se ha demostrado que interactúa con la
materia y la modifica; también se sabe, además, que
todos los cuerpos materiales se pueden convertir en
energía lumínica, según la relación
de Einstein de equivalencia entre energía y materia:
E=mc2, puesto que en última instancia, todo lo material
procede de la luz; correlacionando así mismo, la materia
del Universo con el tiempo.
Tal vez en, un futuro próximo, podría
evidenciarse la interacción entre el pensamiento y la
materia. Me atrevería a especular que las frecuencias del
pensamiento rebasan las frecuencias de los fotones de la luz, y
su naturaleza y funcionamiento también trascendería
las leyes de la Mecánica Cuántica. Debemos
recordar, que todavía existe un abismo conceptual, entre
un pensamiento y su correspondiente molécula mensajera, o
neurotransmisora que se da en nuestro cerebro. Es decir, lo que
entendemos como la interconexión entre mente y materia.
Como no hay teoría científica, ni mucho menos
tecnología alguna para continuar con esto, todo lo que
sigue es hipotético.
Del pensamiento desconocemos su origen, su
formación, y según parece, el es la Naturaleza
misma, y por estar inmersos en ella, no lo podemos objetivar,
pues solamente lo podemos conocer por sus efectos como ya lo
dijimos antes, éstos vendrían a ser, entonces, las
proyecciones de nuestras ideas y pensamientos originados en la
mente; sucede algo parecido a como cuando queremos ver nuestros
propios ojos, lo cual es imposible, pues solamente vemos su
proyección por medio de un espejo. En el mejor de los
casos, podemos formular hipótesis acerca de su origen y
formación, y si resuelven satisfactoriamente nuestros
interrogantes, podemos originar unas teorías funcionales.
Para empezar, debemos evitar caer en, lo que yo llamaría,
el síndrome de Babel, el cual consiste en la
confusión de conceptos y palabras similares, por la falta
de un consenso en la definición de los mismos. En
consecuencia, no podemos confundir: ideas y pensamientos con la
mente; la mente con el cerebro; las creencias con las emociones;
el espíritu con la mente; la realidad con la
percepción.
El Poder Oculto en el
Núcleo
Las propiedades del átomo dependen de la cantidad
de protones y neutrones que conforman su núcleo. El radio
de éste es aproximadamente un diez milésimo del
radio del átomo. El radio del primero es 10-12
(0,000000000001 cm) y el del segundo10-8 (0, 00000001 de cm). Por
lo tanto el volumen del núcleo es igual a la
billonésima parte del volumen del átomo.
En Busca del corazón de la Materia
Por ser términos muy polémicos, puesto que
las acepciones que tengan para nosotros dependen de nuestras
creencias filosóficas y religiosas, (proyección),
entonces, vamos definir estos términos como postulados o
axiomas indemostrables para ponerlos en funcionamiento en nuestra
teoría y operar con ellos en la práctica
conceptual. Igualmente sucede con los argumentos
teológicos, como tales son necesariamente
polémicos, ya que dependen de creencias religiosas y de la
sensibilidad mística individual o colectiva, y por lo
tanto, pueden ser aceptados o rechazados. Por tal motivo, una
teología universal es imposible, mientras que una
experiencia universal de lo divino no sólo es posible sino
necesaria.
El Ser o el espíritu encarnó en nuestro
cuerpo físico para poder manifestarse, sentir y
experimentar el mudo material. Siendo el Ser una entidad
infinitamente sutil y poderosa creó, a su vez, a la mente
como un puente entre la materia y el espíritu.
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