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La problemática ambiental, el crecimiento económico y el avance tecnológico (página 2)



Partes: 1, 2

Lo que es una verdadera lástima es que al
aceptarlos no siempre se les realice una evaluación del
impacto ambiental que podrían causar, puesto que, a pesar
de que ya se ha llevado a cabo por muchos países,
estrategias y un accionar profundo para revertir el proceso de
degradación y miseria que vive hoy el mundo, este
continúa y las metas del milenio siguen sin una respuesta
decisiva para los países del tercer mundo, asimismo, la
explotación sin límites de los recursos naturales,
sobre todo de los combustibles fósiles, que tantos
conflictos militares traen consigo, la falta de medidas
contundentes para la conservación de la diversidad
biológica, etc.; pero queda mucho, no tanto por decir sino
por hacer, sobre todo con los países altamente
industrializados que sólo ven y trabajan en pos de sus
propios beneficios financieros, y por desgracia, para ello
cuentan con todo el patrimonio natural, social y cultural de los
países más ricos en estos y de menor crecimiento en
sus economías deformadas.

Generalmente la conservación del medio ambiente y
la protección de los recursos naturales se realizan sobre
bases científicas, siempre y cuando existan la voluntad
política, los recursos económicos y las condiciones
óptimas en infraestructura y recursos humanos, para
salvaguardar la naturaleza en beneficio de las actuales y futuras
generaciones; aunque los problemas ambientales y sociales
también existen por el propio avance de la ciencia y la
técnica en el mundo industrializado de hoy. Esto pudiese
verse como una contradicción, pero no lo es tanto
así, pues con un poco de racionalidad económica se
tendría otro poco de equilibrio ambiental y las
tecnologías estarían en función de recuperar
el Planeta, no de destruirlo.

Es por todo lo antes planteado que este trabajo persigue
como fin, hacer un balance de la relación indisoluble
entre la ciencia económica, la revolución
científico-técnica y la situación ambiental,
partiendo de sus antecedentes teóricos, hasta llegar al
debate que hoy se levanta con más fuerza aún,
respecto a este tema, a sabiendas polémico, e incurriendo
finalmente en las consecuencias que trae para la humanidad y el
entorno en que vive, la problemática ambiental, dada
fundamentalmente por el crecimiento económico y desarrollo
tecnológico, y la avaricia sin fin de unos pocos en contra
de otros muchos.

Aristóteles, filósofo griego (384-322 a.
J. C.), fue el primer pensador que relacionó la
administración o economía de una ciudad o una casa,
a los recursos que proporciona la naturaleza; se pueden percibir
dos aspectos importantes en el pensamiento aristaotélico:
el primero es que la idea económica de Aristóteles
se refiere a la administración o gestión de la casa
y de los recursos que proporciona la naturaleza, por lo que en la
actualidad no debería haber ningún problema para
ampliar el ámbito de aplicación de esta idea y
entender la economía como la gestión del planeta,
ampliación que no solo es física, sino conceptual,
y que además, sería básicamente correcta; el
segundo es que la noción aristotélica de riqueza
está relacionada con los recursos que proporciona la
naturaleza.

Es importante destacar que la noción de
economía muestra una preocupación de
carácter real, en el sentido que la economía se
preocupa de la dependencia que tiene el hombre de la naturaleza y
de sus semejantes para poder subsistir (Polanyi, 1989). O sea, el
surgimiento de la actividad económica (producción,
distribución y consumo) tiene como base fundamental la
interacción del hombre con el medio ambiente natural y
social en el que se desenvuelve, teniendo esta interacción
un efecto resultante altamente beneficioso para el ser humano al
verse proporcionado de medios para la satisfacción de sus
necesidades materiales.

Sin embargo, esta visión no duró para
siempre. Nicolás Copérnico, astrónomo polaco
(1473 – 1543), en su obra "De revolutionibus orbium
caelestium", expone el sistema copernicano, según el cual
el Sol es el centro del Universo y la Tierra gira a su alrededor;
imponiendo a su vez esa nueva visión del Mundo; y trayendo
consigo que la actitud del ser humano para con su entorno, lejos
de ser más cooperativa en cuanto a mantener mejor y
más habitable su residencia planetaria, se tradujera en un
profundo desprecio por el entorno material en el que se
desenvolvía su existencia, provocando que se viera a la
naturaleza como una nueva fuerza a someter.

La ciencia económica nació pues tras el
contexto ideológico de que la razón, la ciencia, la
técnica y el trabajo eran los medios ideales a utilizar
para el sometimiento de la naturaleza; y se expande así
esta ciencia, formulándose una serie de conceptos con el
único objetivo de ensalzar los logros productivos y
utilitarios de la sociedad industrial.

En el siglo XVII se impuso definitivamente la idea de
progreso, es decir, la creencia de que cuanto más
"modernos" más se habrá "avanzado" en todos los
aspectos. Es por toda esta serie de cuestiones que, al venirse
abajo la interacción armónica del hombre y su
entorno, este se despojó en cuanto a sentido moral se
trata, de sus relaciones con el entorno físico natural en
el que se desarrollaba su vida, propiciándose así,
el proceso de degradación ecológica; facilitando
tal imposición las incuestionables mejoras en el arte de
navegar, los grandes descubrimientos geográficos y
ciertamente, el desplome de la cosmología
aristotélica.

Sin embargo, fue con la Escuela Fisiocrática, a
mediados del siglo XVIII, que la economía alcanza
realmente el estatus de ciencia autónoma; introduciendo ya
el campo de lo económico como un sistema coherente, con
leyes perjudiciales para el hombre en caso de que fueran
quebrantadas (Naredo, 1997). Quesnay, fundador de dicha escuela,
publica en 1758 el Tableau Economique, donde sienta las bases del
liberalismo económico, considerando que toda aquella
riqueza creada a través del producto físico
proviene de la agricultura (predominante entonces).

Los fisiócratas se desprenden del concepto
religioso de lo económico, pero mantienen la idea
organicista y la preocupación por la base físico-
natural sobre la que se asienta, así como por los valores
vitales; juzgaban al ser humano capaz de controlar y aumentar los
volúmenes de producción por voluntad propia
mediante el trabajo; siempre que respetaran los límites
que, según ellos, imponía la naturaleza, y que solo
así se podría garantizar la reproducción
ilimitada de la actividad económica. Suponían que
las actividades productivas generadoras de riqueza, no eran
más que aquellas que aumentaban la producción
material, es decir, las que conllevaban a un producto neto
resultante.

Esta escuela propone, por tanto, una visión
global, <<holística>> de los fenómenos
– idea que se identifica con los enfoques sistémicos
actuales -. La reproducción de la esfera económica
no se disocia de la reproducción del medio
natural.

Años después, en 1776, nace la
Economía Clásica tras un largo proceso de
incubación que tiene sus orígenes en el sistema
monetario del siglo XIII, dando al traste con la práctica
tradicional que hasta ese momento se venía ejerciendo,
razón por la cual se convirtió en una influencia
revolucionaria para su época (Dobb, 1945). Se proyecta
sobre la base de "un entorno nuevo, un auténtico
ecosistema creado por los hombres", dotado de su propia
dinámica, que se desarrolla junto al ecosistema natural y,
a veces de espaldas a él. La Naturaleza ya no puede seguir
mostrándose como la única fuente de riquezas.
(Passet, 1996)

Los economistas clásicos mantuvieron a la
Naturaleza como un objeto pasivo e incómodo que se
suponía acabaría frenando el crecimiento
económico y haciendo desembocar el sistema hacia el
inevitable "estado estacionario", exigía además
distinguir entre actividades "productivas" e "improductivas".
(Naredo, 1999)

De esta forma quedarían eliminados los
obstáculos institucionales que frenaban una rápida
expansión económica, ya perfectamente posible sobre
la base de la nueva tecnología postnewtoniana
(Revolución Industrial). Se abría así una
era de optimismo, de confianza en la capacidad creadora del
hombre, de crecimiento sin límites, lo cual resultaba
bastante lógico en un mundo escasamente poblado y con
amplios espacios vírgenes.

David Ricardo (1772 – 1823), uno de los
clásicos de renombre, plantea en su análisis, que
el recurso tierra tiene un carácter limitado, en
el sentido físico de la palabra; por ende, no
existiría crecimiento económico a largo plazo,
precisamente debido a la escasez de recursos naturales (Pearce
and Turner, 1995). Los rendimientos irían en detrimento;
cómo la calidad de la tierra varía, entonces cada
vez quedarían tierras de menor calidad para las
producciones, y esto provocaría justamente la baja del
crecimiento económico.

Se mostraba pesimista con respecto a las perspectivas
del crecimiento económico a largo plazo y expresaba sus
ideas sobre los <<límites ambientales>> en
términos de los límites a la oferta de tierra
agrícola de buena calidad y, por tanto, en el rendimiento
decreciente de la producción agrícola. A largo
plazo, en el modelo más complejo de Ricardo, el
crecimiento económico desaparece, provocado por la escasez
de recursos naturales. (Pearce and Turner, 1995). Los
rendimientos decrecientes no están tan centrados en la
escasez absoluta, sino en que la tierra disponible varía
de calidad y la sociedad se ve forzada a pasar a tierras cada vez
menos productivas.

Posterior a la economía clásica
aparecieron los autores neoclásicos de finales del siglo
XIX y principios del XX. Se elabora con ello una teoría
completa del mecanismo de mercado, pues, tras un análisis
del tema, llegaron al consenso de que un bien no solo
valía por la cantidad de trabajo en él invertido,
sino que tanto su escasez como la cantidad requerida por parte de
los consumidores, le ofrecían un nuevo y real valor a
dicho bien. Este fue el elemento clave de la revolución
neoclásica, mostraron que la demanda depende de la
utilidad marginal y de ese modo completaron el eslabón que
faltaba para elaborar una teoría completa del mecanismo de
mercado. Se pasa a la producción de utilidad y toma fuerza
la microeconomía en un modelo que intenta hacerse
independiente de la naturaleza.

De esta forma se va gestando en el sistema
neoclásico un modelo completamente ajeno a la naturaleza,
argumentándose que los recursos naturales no formaban
parte de la idea de ciencia económica. Pensar que tanto
tierra como trabajo eran sustituibles por capital, trajo consigo
que el razonamiento económico sólo se centrara en
el universo del valor, poniéndose completamente al margen
del mundo físico, o sea, abandonó a su suerte todo
lo referente al medio ambiente; y catalogando el capital como el
único elemento factible para la producción de
riqueza. Completando así la ruptura epistemológica
que supuso desplazar la idea del sistema económico, con su
carrusel de la producción y el crecimiento, al mero campo
del valor, donde seguiría girando libremente, hasta que
las recientes preocupaciones ecológicas o ambientales
demandaron nuevas conexiones entre lo económico y lo
físico. (Naredo, 1999)

Siendo de esta forma hasta hacerse evidente, en la
década del 60 del siglo XX, la necesidad irrebatible de
ubicarse por encima del antagonismo existente entre las
diferentes escuelas del pensamiento económico; comienza a
verse entonces la urgencia de armonizar el crecimiento
económico con el equilibrio ecológico, y se va
gestando en los países industrializados una conciencia
crítica y radical encaminada a lograr un nuevo estilo de
desarrollo alternativo que, frente a los fracasados modelos
convencionales, fuera capaz también de integrar la
dimensión ambiental en su totalidad cuando de desarrollo y
crecimiento económico y tecnológico se trate. La
crisis ambiental irrumpe entonces en la historia
contemporánea, marcando los límites de la
racionalidad económica y reabriéndose así la
preocupación intelectual por la problemática
medioambiental.

Como se ha venido planteando, el estado del medio
ambiente no puede aislarse del estado de la economía
mundial. Es un círculo cerrado. Los problemas
económicos causan o agravan expolios ambientales que, a su
vez, dificultan las reformas económicas y estructurales. Y
es precisamente esto lo que, desgraciadamente, trae consigo que,
si en los últimos tiempos ha ganado en extensión e
intensidad el cuidado y la atención suprema a cómo
resolver la crisis ecológica existente, sea porque el
impacto de estos cambios ambientales en el orden ecológico
y social del mundo amenaza grandemente a la economía y
porque los desequilibrios ambientales globales hacen inviable el
sistema económico mundial. Es por ello que se ha observado
también un desplazamiento de su centro de gravedad, desde
un conservacionismo originalmente apoyado en consideraciones
éticas y estéticas, hacia posiciones más
pragmáticas y vinculadas con la gestión
económica.

El modelo general de desarrollo industrializado
productivista – consumista que ha proliferado en las
últimas décadas, se ha revelado profundamente
desequilibrador en las relaciones sociales y ambientales;
asimismo todo el proceso globalizador de la economía y su
desmesurado crecimiento, y los avances
científico-técnico que apoyan todo el proceso
productivo en auge, han traído consecuencias nefastas a
favor de la degradación del entorno.

La época a partir de la cual se inició la
capacidad del Hombre de romper esa relación constante que
tenía y sigue teniendo con la naturaleza, mediante el
desarrollo científico-tecnológico para el
crecimiento económico, ha modificado sensiblemente el
panorama, hasta el punto que trata este trabajo. Antes de dicha
época, las intervenciones del Hombre en la naturaleza, tal
y como él mismo las veía, eran esencialmente
superficiales e incapaces de dañar su permanente
equilibrio. Pero las cosas cambiaron, fundamentalmente
después de la llamada Revolución
Industrial.

La situación ecológica actual pone de
manifiesto tres aspectos:

  • 1. Los recursos naturales del planeta son
    limitados.

  • 2. Las formas de actividad humana han provocado
    un deterioro grave del ambiente.

  • 3. Se impone un cambio en las formas de
    actuación del Hombre.

La crisis ambiental actual se ha explicado desde
diversas perspectivas ideológicas, se percibe como
resultado de la presión ejercida por el crecimiento de la
población y los limitados recursos del planeta. En segundo
lugar, es interpretado como efecto de la acumulación del
capital y la maximización del lujo y del consumo,
conduciendo a patrones tecnológicos de uso y
explotación de la naturaleza, que agota los recursos
naturales y degrada las condiciones de regeneración de los
ecosistemas.

La sobreexplotación de los ecosistemas, que
calladamente sostenían a los procesos productivos, con sus
equipamientos y tecnologías sucias, ha desencadenado una
fuerza destructiva, que en sus efectos sinergéticos y
acumulativos, genera los cambios globales que amenazan la
estabilidad y sustentabilidad del planeta: la destrucción
de la biodiversidad, el enrarecimiento de la capa
estratosférica de ozono, el calentamiento global. Pasando
a ser las presiones y tensiones ambientales fenómenos
omnipresentes que aparecen en todos los sistemas
económicos, independientemente de la ideología
política, de los más pobres a los más
ricos.

Estos procesos están íntimamente
vinculados a la relación sociedad-naturaleza, están
asociados a nuevos valores y a estrategias conceptuales que
orienten la construcción de una racionalidad productiva
sobre bases de sustentabilidad ecológica y equidad social.
Asimismo, la crisis ambiental problematiza con los paradigmas
establecidos y demanda, por tanto, nuevas formas de orientar los
procesos productivos y tecnológicos, de manera que
permitan un funcionamiento óptimo de la actividad
económica, racionalizando los recursos necesarios y
utilizando tecnologías más limpias o
ecológicas, como también se le llaman, acordes a
los reclamos que hoy se están haciendo al
respecto.

El impacto del deterioro ambiental se refleja en la
sociedad y en la economía de los pueblos de diferentes
formas y a distintos plazos, de ahí que se estime: si
la calidad ambiental se deteriora, se afecta la calidad de la
vida.
Si se desea mantener condiciones adecuadas de salud,
calidad de vida y desarrollo sostenible, es necesario preocuparse
por el mantenimiento y mejoramiento de la integridad ambiental
para así, no agregar costos que pueden ser muy
cuantiosos a los proyectos de desarrollo. (Ayes, 2003)

Si se ahorra en el área ambiental, si no
se tiene en cuenta el impacto que puede causar una
inversión determinada al medio ambiente, si no se hace una
evaluación del mismo para saber si la inversión se
puede o no hacer, o de qué manera llevarla a cabo sin
causar daños adicionales, por no incrementar la
inversión inicial, se termina gastando sumas mayores en
plazos más largos o se termina perdiendo la
inversión, "lo barato cuesta caro". A esto se le llama
costo de la inación, la cual es más
elevada que la acción previsora.

La implantación de una nueva actividad
económica o de otra índole, la modificación
de una existente o la ejecución de un determinado
proyecto, causan sobre el medio ambiente un impacto ambiental;
así pues, la determinación de la magnitud de la
acción sobre el ambiente es importante para el
mantenimiento y preservación del mismo.

El impacto ambiental es variable en el tiempo, pudiendo
crecer los procesos erosivos, mantenerse, como en el caso de las
construcciones, o decrecer, como en las reforestaciones o
restitución del paisaje. El impacto ambiental indica tres
facetas que son:

  • 1. Modificación de las
    características del medio ambiente.

  • 2.  Modificación de los valores
    ambientales.

  • 3. Modificación del ámbito de la
    salud y bienestar humano.

Estas facetas actúan e interactúan de
diferentes formas sobre el medio: aire, suelo, agua,
vegetación, fauna, paisaje, clima, factores socio –
culturales patrimoniales, ruido y otros.

A lo largo de los siglos XIX y XX, la actividad humana
ha transformado la composición química del agua y
del aire en la Tierra, ha modificado la faz del propio planeta y
ha alterado la vida misma. ¿Por qué este periodo de
tiempo, más que ningún otro, ha generado cambios
tan generalizados en el entorno?. Las razones son
múltiples y complejas. Pero sin lugar a dudas, uno de los
factores más notables es la utilización de los
combustibles fósiles, que ha suministrado mucha más
energía a una población mucho mayor que en
cualquier época anterior.

Hacia 1990, la humanidad utilizaba una cantidad de
energía 80 veces superior a la que usaba en 1800, la mayor
parte de la misma procedía de los combustibles
fósiles. La disponibilidad y capacidad de uso de esta
nueva fuente de energía ha permitido a la humanidad
aumentar los volúmenes de producción y de consumo.
De forma indirecta, esta fuente de energía ha provocado un
rápido crecimiento de la población al haber
desarrollado el ser humano sistemas de agricultura mucho
más eficaces como, por ejemplo, la agricultura mecanizada,
basados en la utilización de estos combustibles
fósiles. Las técnicas de cultivo mejoradas
originaron un aumento del suministro de alimentos que, a su vez,
favoreció el crecimiento de la población. Hacia
finales de la década de 1990, la población humana
era aproximadamente seis veces mayor que la de 1800.

Los cambios generalizados que han tenido lugar en el
medio ambiente se deben también a otros factores como, por
ejemplo, el vertiginoso ritmo de urbanización o la
velocidad igualmente vertiginosa de la evolución
tecnológica. Un factor importante es la creciente
importancia que los gobiernos modernos otorgan al crecimiento
económico. Todas estas tendencias están
relacionadas entre sí, colaborando cada una de ellas al
desarrollo de las otras y configurando la evolución de la
sociedad humana en la edad contemporánea.

Durante cientos de miles de años, los seres
humanos y sus predecesores en la cadena evolutiva han ido
modificando, tanto deliberada como accidentalmente, su entorno de
vida. Pero sólo en épocas recientes, con la
utilización de los combustibles fósiles, la
humanidad ha conseguido provocar cambios profundos en la
atmósfera, el agua, el suelo, la vegetación y los
animales. Provistos de combustibles fósiles, los humanos
han alterado el entorno natural de forma como nunca lo
habían hecho en épocas preindustriales, provocando,
por ejemplo, la devastación de hábitats y fauna y
flora naturales a través de los vertidos de
petróleo. El hombre ha podido provocar los cambios
medioambientales de forma mucho más rápida
acelerando antiguas actividades como la
deforestación.

Entre los combustibles fósiles se incluyen el
carbón, el gas natural y el petróleo
(también denominado crudo), que son los residuos
petrificados y licuados de la acumulación durante millones
de años de organismos vegetales en descomposición.
Cuando se quema el combustible fósil, su energía
química se convierte en calórica, la cual se
transforma en energía mecánica o eléctrica
mediante máquinas como motores o turbinas.

El primer aprovechamiento del carbón como
combustible doméstico comenzó durante el siglo XVI
en la ciudad inglesa de Londres. A lo largo de la
Revolución Industrial, que se inició en el siglo
XVIII, el carbón se fue convirtiendo en un combustible
fundamental para la industria, actuando de medio de
propulsión de la mayoría de las máquinas de
vapor.

El carbón fue el combustible fósil
primario hasta mediados del siglo XX, cuando el petróleo
lo sustituyó como carburante preferido en la industria, el
transporte y otros sectores. ¿Por qué
eclipsó el petróleo al carbón como el
carburante preferido? El petróleo presenta ciertas
ventajas sobre el carbón, ya que produce mayor rendimiento
que este, proporcionando más cantidad de energía
por unidad de peso que el carbón y, además, provoca
menos contaminación y funciona mejor en máquinas
pequeñas. Sin embargo, los yacimientos de petróleo
son menores que los de carbón, así, cuando el mundo
haya agotado las reservas de petróleo seguirá
existiendo abundante disponibilidad de carbón.

Ejemplos de Contaminación a
causa del afán por el crecimiento económico y el
desarrollo científico-
tecnológico:

Contaminación de la
atmósfera
:

La capa más alejada del entorno de vida de la
Tierra es la atmósfera, una mezcla de gases que rodea al
planeta. La atmósfera contiene una capa muy fina de ozono
que protege la vida en la Tierra contra la nociva
radiación ultravioleta procedente del Sol. Durante la
mayor parte de la historia de la humanidad, el hombre ha ejercido
un impacto muy escaso sobre la atmósfera. A lo largo de
miles de años el hombre ha venido quemando de forma
rutinaria elementos de la vegetación, provocando de forma
intermitente una contaminación del aire. Sin embargo, con
la revolución científico–técnica, y el
consecuente uso de los combustibles fósiles,
comenzó una amenaza a la humanidad por una
contaminación atmosférica mucho más
grave.

Antes de la generalización del uso de los
combustibles fósiles, la contaminación del aire
afectaba en mayor grado a las ciudades, debido a la
concentración de focos de combustión en los
núcleos urbanos. Los habitantes de las áreas
urbanas de clima frío se procuraban calefacción
quemando madera, pero los suministros locales de madera se fueron
extinguiendo rápidamente. Debido a la escasez de oferta,
la madera se fue encareciendo, entonces se comenzó a
consumir el carbón como combustible, para la
calefacción de los edificios. Durante el siglo XIX
había medio millón de chimeneas expeliendo humo de
carbón, hollín, cenizas y dióxido de azufre
al aire.

El desarrollo de las máquinas de vapor durante el
siglo XVIII introdujo el carbón en la industria. El
crecimiento derivado de la Revolución Industrial se
tradujo en un número mayor de máquinas de vapor, de
chimeneas fabriles y, por consiguiente, mayor
contaminación atmosférica. El cielo comenzó
a oscurecerse en los núcleos industriales de Gran
Bretaña, Bélgica, Alemania y Estados Unidos. Las
ciudades que albergaban industrias consumidoras de
energía, como la siderúrgica, y edificios dotados
de calefacción por carbón, estaban siempre
envueltas en humo y bañadas en dióxido de
azufre.

Los habitantes de las ciudades y regiones industriales
hubieron de padecer las consecuencias de una atmósfera
cargada de contaminación, estos fueron testigos de la
pérdida de numerosos pinares y especies naturales debido a
los elevados niveles de dióxido de azufre existentes y,
además, padecieron unas tasas de neumonía y de
bronquitis muy superiores a las de sus antepasados, sus
familiares residentes en otras regiones o sus descendientes. En
Londres se dio la llamada niebla asesina (killer fog), una
situación crítica de contaminación en
diciembre de 1952, que causó más de 4.000
muertos.

A medida que se fueron popularizando los
automóviles, las emisiones de los tubos de escape vinieron
a sumarse a la contaminación atmosférica procedente
de chimeneas y salidas de humos. Los gases de escape de los
automóviles contienen diferentes tipos de sustancias
contaminantes, tales como monóxido de carbono,
óxido nitroso y plomo. Por lo tanto, los
automóviles vinieron, junto con las nuevas industrias como
la petroquímica, a complicar y agravar los problemas ya
existentes de contaminación atmosférica en el
mundo. El smog fotoquímico, causado por el impacto de la
luz solar sobre elementos contenidos en los gases de escape de
los automóviles, se convirtió en una seria amenaza
para la salud en ciudades con abundante insolación y
frecuentes cambios de temperatura. Los peores smogs del mundo se
dan en ciudades soleadas y atestadas de coches, tales como:
Atenas (Grecia), Bangkok (Tailandia), la Ciudad de México
(México) y Los Ángeles (Estados Unidos).

Además de estos problemas de contaminación
local y regional, hacia finales del siglo XX la actividad humana
comenzó a impactar directamente sobre la atmósfera.
Los crecientes niveles de dióxido de carbono en la
atmósfera después de 1850, consecuencia
principalmente de la incineración de los combustibles
fósiles, aumentaron la capacidad del aire para retener el
calor solar. Esta mayor retención térmica
provocó la amenaza de un calentamiento global, un
incremento generalizado de la temperatura de la Tierra. Una
segunda amenaza contra la atmósfera provenía de los
compuestos químicos conocidos como clorofluorocarbonos,
que fueron inventados en 1930 y utilizados ampliamente en la
industria y como refrigerantes después de 1950. Cuando los
clorofluorocarbonos ascienden a la estratosfera (la capa
más alta de la atmósfera), provocan una
disminución del grosor de la capa de ozono, debilitando su
capacidad para frenar la nociva radiación
ultravioleta.

Contaminación del agua:

El agua siempre ha constituido un recurso vital para el
Hombre, al principio sólo como bebida, más tarde
para lavar y también para el regadío. Con la
potencia proporcionada por los combustibles fósiles y la
moderna tecnología, la humanidad ha desviado los cauces de
los ríos, ha extraído el agua subterránea y
contaminado las fuentes de agua de la Tierra como no lo
había hecho jamás.

El regadío, si bien ya era una práctica
muy antigua, sólo afectaba a regiones limitadas del mundo
hasta épocas recientes. Durante el siglo XIX, las
técnicas de regadío se difundieron
rápidamente, impulsadas por los desarrollos de la
ingeniería y el incremento de la demanda de alimentos
procedente de la creciente población mundial. Se
construyeron enormes redes de presas y de canales y en el siglo
XX se construyeron presas aún mayores. Después de
la década de 1930, las presas construidas para
regadío también se aprovecharon para la
producción de energía
hidroeléctrica.

Las presas, al suministrar energía
eléctrica además del agua de regadío,
vinieron a facilitar la vida de millones de personas, sin embargo
esta comodidad tenía un precio, ya que las presas
modificaron los ecosistemas acuáticos que habían
existido a lo largo de los siglos. En el río Columbia, en
el oeste de Norteamérica, por ejemplo, las poblaciones de
salmones se vieron afectadas ya que las presas bloqueaban las
migraciones anuales de los salmónidos. En Egipto, donde
una gran presa embalsó el Nilo, en Asuán, en 1971,
fueron muchos los humanos y animales que hubieron de pagar las
consecuencias. Las sardinas mediterráneas murieron y los
pescadores de estas especies se quedaron sin ingresos. Los
agricultores tuvieron que recurrir a los fertilizantes
químicos, pues la presa de Asuán impedía las
crecidas primaverales del Nilo y con ello, el depósito de
la capa anual de limo fértil sobre las tierras
ribereñas del río. Además, muchos egipcios
que bebían agua del Nilo, el cual arrastraba una cantidad
cada vez mayor de vertidos de los fertilizantes, comenzaron a
cargar efectos negativos en su salud. El mar de Aral, en Asia
central, también ha sufrido las consecuencias, ya que a
partir de 1960 ha disminuido su nivel, debido a que las aguas que
desembocaban en él habían sido desviadas para regar
los campos de algodón.

Las aguas fluviales por sí solas no han bastado
para cubrir las necesidades de la agricultura, las industrias y
las ciudades. Las aguas subterráneas se han convertido, en
muchas partes del mundo, en una fuente esencial de este elemento
y a un precio muy económico, ya que los combustibles
fósiles facilitaron enormemente los bombeos. Por ejemplo,
en las Grandes Llanuras, desde Texas hasta los estados de Dakota
del Norte y del Sur, surgió a partir de 1930 una
economía basada en el cultivo de cereales y la cría
de ganado. Esta economía extraía agua del
acuífero de Ogallala, un vasto yacimiento
subterráneo. Con el fin de satisfacer la demanda de agua
potable, higiénica e industrial de una población
cada vez mayor, algunas ciudades como Barcelona (España),
Pekín (China) y la Ciudad de México (México)
comenzaron a bombear aguas freáticas, y estas dos
últimas han ido sufriendo lentamente un proceso de
hundimiento, a medida que se bombeaba gran parte de sus aguas
subterráneas. Al agotarse el suministro de agua
subterránea, estas dos ciudades se vieron obligadas a
traer agua desde muy lejos. En el año 1999, la humanidad
utilizaba 20 veces más agua corriente que en
1800.

No sólo ha aumentado la utilización de
agua, sino que cada vez un mayor porcentaje de esta quedaba
contaminado por el aprovechamiento humano. Si bien la
contaminación acuática venía existiendo ya
desde hacía tiempo en las aguas fluviales que cruzan
ciudades, como en el caso del Sena a su paso por la ciudad
francesa de París, la era del combustible fósil ha
modificado el alcance y la idiosincrasia de la
contaminación acuática. La utilización del
agua ha aumentado actualmente y existe una variedad mucho
más amplia de sustancias contaminantes que enturbian las
fuentes mundiales de suministro de agua. Durante la mayor parte
de la historia de la humanidad, la contaminación
acuática ha sido principalmente biológica,
ocasionada sobre todo por los desechos humanos y animales. Sin
embargo, la industrialización introdujo un número
incontable de sustancias químicas en las aguas del
planeta, agravando así los problemas de la
contaminación por vertimientos de líquidos y
sólidos de las industrias, fábricas,
etc.

Hasta el siglo XX, la contaminación
biológica de los lagos y ríos del mundo
constituyó un problema desconcertante, aunque los
experimentos consistentes en filtrar y tratar químicamente
las aguas han dado resultados positivos. Alrededor de 1880
morían anualmente en la ciudad estadounidense de Chicago
miles de personas por enfermedades de propagación
acuática, tales como, la fiebre tifoidea, sin embargo,
hacia 1920, el agua de Chicago ya no era portadora de ninguna
enfermedad fatal. De todas formas, existen multitud de
comunidades en todo el mundo, especialmente en países
pobres como India y Nigeria, que no pueden económicamente
invertir en tratamientos de aguas residuales y en instalaciones
de filtrado.

Al igual que ocurrió con la contaminación
atmosférica, la industrialización y los avances
tecnológicos del siglo XX provocaron un número cada
vez mayor de formas de contaminación acuática. Los
científicos inventaron nuevos productos químicos
que no existen en la naturaleza, alguno de los cuales resultaron
ser de máxima utilidad en la industria de la
fabricación y en la agricultura. Desgraciadamente, otros
demostraron ser nocivos agentes contaminantes. A partir de 1960
las sustancias químicas denominadas bifenilos policlorados
(PCB), hicieron aparición en las aguas de
Norteamérica en cantidades peligrosas, devastando y
deteriorando la vida acuática y los seres vivientes que se
alimentaban de dicha flora y fauna. A partir de 1970, las
legislaciones norteamericana y europea consiguieron reducir
notablemente la contaminación del aire o la del agua
ocasionada por agentes aislados. Pero la contaminación no
puntual, como los vertidos plagados de pesticidas procedentes de
las tierras de labor, resultaba mucho más difícil
de controlar. La contaminación acuática más
grave se daba en los países más pobres donde
seguía sin combatirse la contaminación
biológica, al tiempo que la contaminación
química ocasionada por la industria y la agricultura no
hacía sino agravar la contaminación
biológica. A finales del siglo XX China era probablemente
el país más castigado por una enorme variedad de
problemas de contaminación acuática.

Contaminación del suelo:

Durante la era de los combustibles fósiles
también la superficie de la Tierra ha experimentado una
transformación notable. Las mismas sustancias que han
contaminado el aire y el agua se encuentran a menudo latentes en
el suelo, a veces en concentraciones peligrosas que constituyen
una amenaza para la salud humana. Si bien este tipo de
situaciones sólo se solía dar en las proximidades
de las industrias generadoras de residuos tóxicos, el
problema de la salinización, normalmente asociado al
regadío, estaba bastante más generalizado. Aunque
el regadío siempre ha conllevado el riesgo de la
destrucción del suelo al anegarlo y salinizarlo, los
niveles de regadío modernos han intensificado este
problema en todo el mundo. En la década de 1990 los campos
devastados por la salinización iban siendo abandonados a
medida que los ingenieros iban implantando el regadío en
nuevas zonas. La salinización ha alcanzado su grado
máximo en las zonas secas donde se produce una mayor
evaporación, tales como México, Australia, Asia
central y el suroeste de Estados Unidos.

La erosión del suelo causada por la actividad del
hombre ya constituía un problema mucho antes de la
salinización. La moderna erosión del terreno ha
disminuido la productividad de la agricultura. Este problema
conoció su mayor agravamiento durante el siglo XIX en los
terrenos fronterizos abiertos a la colonización de los
pioneros en países como Estados Unidos, Canadá,
Australia, Nueva Zelanda y Argentina. Los terrenos de pastos que
jamás habían sido arados anteriormente comenzaron a
sufrir la erosión del viento, que alcanzaba dimensiones
desastrosas en tiempos de sequía, como ocurrió en
la década de 1930 durante los tornados en Kansas y
Oklahoma. La última destrucción importante de
pastos vírgenes se produjo en la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) durante la
década de 1950, cuando el primer ministro Nikita Jruschov
decidió convertir la zona norte de Kazajstán en un
cinturón de trigo. Los combustibles fósiles
desempeñaron también un papel crucial en esta
época, ya que los ferrocarriles y los barcos de vapor
transportaban el cereal y el ganado procedentes de estas zonas
hasta los mercados más remotos.

Hacia finales del siglo XX los asentamientos de los
pioneros se habían desplazado desde las llanuras de pastos
hacia las regiones tropicales y forestales en las
montañas. A partir de 1950 los agricultores de Asia,
África y América Latina fueron colonizando cada vez
más terrenos en los pequeños bosques cultivados. A
menudo, dichos bosques, como los de Centroamérica y
Filipinas, eran de tipo montañoso y recibían
lluvias copiosas. Para poder cultivar estas tierras, los
agricultores tuvieron que deforestar las laderas de las
montañas, dejándolas expuestas a las lluvias
torrenciales y haciéndolas vulnerables a la erosión
del suelo. Este tipo de erosión arrasó las tierras
en los Andes de Bolivia, el Himalaya nepalí y el norte de
la India, así como las escarpadas zonas de Ruanda y
Burundi. Las tierras yermas no hicieron sino endurecer la vida de
los agricultores en estas y otras zonas.

El impacto de la erosión del suelo no acaba con
la pérdida del suelo. El terreno erosionado no desaparece
sin más, sino que se desplaza ladera y aguas abajo,
depositándose en algún otro lugar. A menudo esta
tierra ha quedado almacenada en lugares poco apropiados, anegando
embalses o cortando carreteras. Al cabo de muy pocos años
de finalizada su construcción, algunas presas de Argelia y
China han quedado inservibles al quedar obstruidas por la
erosión del suelo originada aguas arriba.

Flora y fauna;

La actividad humana ha afectado la flora y la fauna del
planeta en no menor medida que el aire, el agua y el suelo. A lo
largo de millones de años la vida fue evolucionando sin
grandes impactos por parte de los seres humanos. Sin embargo,
probablemente desde los primeros colonizadores de Australia y
Norteamérica, la raza humana ha ido provocando extinciones
masivas bien por medio de la caza o bien por la
utilización del fuego. Con la domesticación de los
animales, la humanidad comenzó a desempeñar una
función más activa en la evolución
biológica. Durante los siglos XIX y XX el papel
desempeñado por el Hombre en la supervivencia de las
especies, ha aumentado hasta el punto de que ciertas especies
únicamente sobreviven porque los Hombres lo permiten. De
forma análoga se protegen algunos animales para poder
sacar provecho de ellos.

Aún cuando el Hombre favorece, de manera
voluntaria o involuntaria, la supervivencia de algunas especies,
amenaza otras. La tecnología y los combustibles modernos
han multiplicado notablemente la eficacia de la caza, hasta el
punto de poner en peligro de extinción a animales como la
ballena azul o el bisonte de Norteamérica. Otros muchos
animales, en su mayor parte especies de los bosques tropicales,
son víctimas de la destrucción de su hábitat
natural. De manera bastante inadvertida, y casi involuntaria, la
humanidad ha asumido un papel central en la determinación
del destino de muchas especies y la salud de las aguas, el aire y
el suelo de nuestro planeta. El ser humano desempeña, por
consiguiente, un papel vital en la evolución
biológica.

La historia del medio ambiente de los dos últimos
siglos ha sido la de una tremenda transformación. En
apenas 200 años la humanidad ha provocado una
modificación más drástica en la Tierra que
la ocurrida desde la aparición de la agricultura hace unos
10.000 años. El aire, el agua y el suelo, de importancia
vital para el Hombre, están en peligro; toda la trama de
la vida depende de sus caprichos. La era de la
industrialización, de la ciencia y la técnica
avanzada, de los combustibles fósiles, del crecimiento
económico y el desarrollo transnacional, está
alterando la condición humana en algunos sentidos hasta
ahora impensables. Pero el hecho de si se ha comprendido este
impacto, y de si se está en disposición de
aceptarlo, constituye una interrogante aún sin
respuesta.

Tras haber hecho un análisis de la
situación crítica que vive el mundo de hoy
socio-económica y ecológicamente, se ha arribado a
las siguientes conclusiones:

  • 1. Se evidencia el nexo indiscutible entre la
    ciencia económica, la revolución
    científico-tecnológica existente y el medio
    ambiente, apreciándose en las últimas
    décadas del siglo XX un marcado interés
    intelectual por la problemática ambiental.

  • 2. La problemática ambiental
    surgió como una crisis de civilización, la cual
    cuestiona la racionalidad económica y
    tecnológica dominante

  • 3. El afán por el crecimiento
    económico y el desarrollo
    científico-técnico traen consigo graves
    problemas de polución y degradación del medio,
    crisis de los recursos naturales, energéticos, de
    alimentos, etc.

  • 4. Se constata la necesidad de orientar los
    procesos productivos y tecnológicos hacia una
    sustentabilidad en su funcionamiento, teniendo en cuenta esto
    para todo tipo de actividad, tanto económica como
    científico-técnica.

  • 1. Aguilera, F., 1996, Economía y medio
    ambiente: Un estado de la cuestión, Madrid,
    Fundación Argentaria (10).

  • 2. Ayes, G. N., 2003, Medio Ambiente: Impacto y
    Desarrollo, La Habana, Ed.
    Científico-Técnica.

  • 3. Colectivo de autores, 2004, El saber
    ético de ayer y hoy, Ciudad de la Habana, Ed.
    Félix Varela.

  • 4. Colectivo de autores, 2006, La Nueva
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    universalización del conocimiento, La Habana, Ed.
    Félix Varela.

  • 5. Dobb, M., 1945, Economía
    Política y Capitalismo en Economía
    Política, 2da. parte, México, Ed. Fondo de
    Cultura Económica.

  • 6. Encarta 2004, Enciclopedia Multimedia
    2004.

  • 7. Llanes, J., 1999, Políticas
    Económicas Ambientales, Ciudad Habana, Ed. Ciencias
    Sociales.

  • 8. Naredo, José M., 1996, La
    economía en evolución. Historia y perspectivas
    de las categorías básicas del pensamiento
    económico, Madrid, 2da. ed., Ed. Siglo XXI.

  • 9. Naredo, José M., 1999,
    Economía y sostenibilidad: La economía
    ecológica en perspectiva, Ciclo de Conferencias sobre
    Sociedad y Sostenibilidad, Palma de Mallorca.

  • 10. Naredo, J. M. & Valero, A., 1999,
    Desarrollo económico y deterioro ecológico,
    Madrid, Fundación Argentaria.

  • 11. Pearce, D. & Turner, K., 1995,
    Economía de los Recursos Naturales y del Medio
    Ambiente, Colegio de Economistas de Madrid, Ed.
    Celeste.

  • 12. Polanyi, K., 1997, La gran
    transformación, Madrid, Ediciones de la
    Piqueta.

  • 13. Smith, A., 1965, Investigación sobre
    la naturaleza y las causas de las riquezas de las naciones,
    México.

 

 

 

Autor:

Iracely milagros Santana Ges

Enviado por:

Juan Carlos Hernández Martin

Sede Universitaria Municipal

"Hermanos Saíz Montes de
Oca"

Consolación del Sur

Partes: 1, 2
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