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Recuerdos y vivencias del San Joaquín que yo conocí (página 3)



Partes: 1, 2, 3

Continuando con los sucesos y en particular los que
entristecían, si no a toda la comunidad, a una parte de
ella, fue lo acontecido un sábado por la noche,
particularmente en agosto de 1949, cuando uno de los obreros,
ordeñador y amansador de caballos en la Hacienda El
Carmen, de nombre Antonio Vivas, quien encontrándose en el
bar Tiro Fijo tuvo un pleito con otro cliente del lugar y se
fueron a las manos, recibiendo por parte de su contrincante dos
puñaladas en el estómago, salió herido de
muerte a la calle buscando ayuda que no obtuvo, recorrió
pocos metros y cayó a la orilla de la carretera, muriendo
desangrado en la calle Bolívar al frente del monumento a
San Joaquín.

Otro hecho doloroso acaeció en los alrededores de
la Hacienda Cura, particularmente en la vía férrea,
cerca de las cuatro de la tarde, hora de llegada del tren; una
joven muchacha se encontraba caminando a lo largo de la
vía, la joven en cuestión sufría de
trastornos mentales, cuando se percató de la venida del
tren se escondió en una de las alcantarillas de la
línea y cuando aquél pasaba, se supone que ella
asomó la cabeza y fue arrastrada por la máquina,
seccionando su cuerpo en varias partes.

Un acontecimiento muy lamentable fue el de dos amigos en
el botiquín del Cine, quienes empezaron a jugarse de manos
con una escopeta y al ser manipulada, ésta se
disparó, alcanzando en el pecho a uno de ellos,
quitándole la vida de inmediato. Fueron hechos tristes que
se sucedieron en la década del cuarenta, y ese fue el San
Joaquín que yo conocí.

Por la destrucción del continente europeo debido
a los horrendos combates y continuos bombardeos por parte de los
contendientes que participaban en la Segunda Guerra Mundial,
nuestro continente americano empezó a recibir personas de
muchas nacionalidades, completamente diferentes a nosotros,
hablaban un idioma distinto, poseían una estatura
más alta que la nuestra, muy blancos, pelo amarillo y ojos
azules, prácticamente fuera de grupo; a nosotros, los
muchachos de esa época remota, nos causaban gran
impresión.

Un día cualquiera de la semana, durante la
mañana, venía uno de esos extraterrestres manejando
un jeep, al sufrir un desperfecto en la dirección,
impactó contra la ventana del telégrafo, hoy
día casa de la familia Orellana; una gran cantidad de
personas se movilizaron al sitio, no para ver el accidente, sino
a ver y admirar al conductor que era de nacionalidad yugoslava;
posteriormente, se vino a trabajar con su familia a la casa de la
familia Pacanis.

"…Apunta Pipo…" fue una expresión que se hizo
muy célebre en los canales de la televisión
venezolana a mediados de los años cincuenta. Don Ovidio
Loria administraba el Club Social San Joaquín, el cual
operaba diagonal a la plaza (calle Bolívar con Vargas), en
el mismo había un patio de bolas muy concurrido; lo
clásico por parte de los jugadores era solicitar alguna
bebida, como cerveza o un palito de ron y al final cancelaban la
cuenta; don Ovidio muy diligente despachaba el pedido y le
ordenaba a Rogelio Blondell (a) "Pipo", de la siguiente manera:
"Apunta Pipo".

Para el año 1948 fue corneado de muerte en
España uno de los toreros más famosos del mundo, su
nombre Manuel Rodríguez Sánchez (a) Manolete, quien
había toreado aquí en Venezuela con un éxito
rotundo, y en una tarde Sevillana perdió la vida en los
cuernos de un toro bautizado como "isleño"; traigo este
comentario a colación porque a pesar de que fue un
domingo, la noticia de ese lamentable suceso se conoció
por boca del padre Macaya un miércoles en la tarde,
podrán darse cuenta las nuevas generaciones, lo primitiva
y atrasada de las comunicaciones.

Educación

San Joaquín gozaba del privilegio de poseer dos
excelentes escuelas de primaria, la decano de las escuelas: la
"Romero García", exclusivamente para varones,
posteriormente se convirtió en escuela mixta; la misma
estuvo dirigida en sus inicios por el bachiller Alfonso
Jiménez, posteriormente el bachiller Jesús Andrade
y luego el bachiller Antonio Gutiérrez Pérez, a
este último educador se le ha rendido un tributo como
epónimo de una escuela estatal en la Cabrera. Como
maestros de aula podemos recordar al bachiller Marcos Colmenares,
Romelia Andrade, Hercilia Castrillo, Altagracia Rodríguez,
Luisa González y Valentín
Hernández.

Otra unidad educativa era la Escuela Federal Graduada
"Atanasio Girardot", siendo su directora la señorita
Genoveva Gil Botello, posteriormente llegó a San
Joaquín, procedente del Táchira, una maestra que
sentó plaza en el pueblo y relevó a la primera
directora, su nombre Bambina Cuevas; más tarde, con la
construcción y apertura del Grupo Escolar "Rafael
Pérez", fue designada directora del mismo. También
funcionaban tres escuelas pequeñas, una en el Remate, otra
en la Hacienda El Carmen y la de la Hacienda Cura.

Deportes

A pesar de estar viviendo la posguerra, en San
Joaquín, un pequeño pueblo sin recursos,
existían efímeros eventos que alegraban y
divertían a los habitantes del lugar, podemos recordar
aquel que San Joaquín vio y vivió como la gran
Carrera Internacional de Automóviles Buenos Aires-Caracas.
La calle Bolívar fue escenario de muchos de nosotros desde
tempranas horas de la madrugada a esperar los bólidos,
cuyos corredores en su mayoría eran argentinos, uruguayos
y algunos chilenos. El primer carro que cubrió
vertiginosamente la calle Bolívar oeste-este, rumbo a
Caracas y a unos ciento cincuenta kilómetros por hora, fue
el Nº 4 tripulado por Domingo Marimón, era un "Ford
cola de pato", quien se erigió con el trofeo como ganador
de esa gran carrera, secundado por Juan Gálvez, quien
mantuvo la delantera hasta Ecuador y la perdió motivado al
accidente que tuvo el auto de su hermano, en el cual
murió.

Estos intrépidos volantes llegaron a Caracas
haciendo su regreso días después, con la gran
suerte para los habitantes del pueblo que a su paso por San
Joaquín se detuvieron en la plaza y fueron a saciar su sed
en el selecto y clásico botiquín del Cine; muchos
de los habitantes nos volcamos para ver, tocar y conocer de cerca
a los héroes de esa carrera; como muchachos pueblerinos
nos marcó para siempre.

Otra carrera internacional fue la
Caracas-Bogotá-Caracas, cuyo polo de atracción fue
doña Carmen Bastidas (a) Doña Bárbara,
tripulaba un Studebaker, modelo 1945, acondicionado para
carreras, y también otro corredor célebre el gran
Pancho Pepe Cróquer en su potente Mercedes Benz 350 sl, en
cuya carrera perdió la vida, silenciando los
micrófonos por mucho tiempo; el mismo tenía una
forma muy peculiar para narrar el béisbol, se
convirtió en un narrador famoso a escala nacional e
internacional, es de recordar cuando decía: "… se
prepara el pitcher para lanzar, ahí viene la Wilson y se
convierte en strike…". El ganador de esta carrera fue
un italiano con pocos años en Venezuela, su nombre Lino
Fayen. Esto trajo como consecuencia grandes deseos de programar
carreras de autos alrededor del lago, con su paso obligado por
las calles de nuestro pueblo.

El béisbol, que siempre ha sido el deporte rey de
Venezuela, también lo disfrutábamos en el cuadro de
pelota, no se hablaba de stadium; este cuadro de pelota
quedaba en los potreros norte de la Hacienda el Carmen,
allí todavía existe la mata de María, donde
estaba la primera base, ese sitio se llamaba rebote y estaba al
frente de Coats, desapareció para dar paso a la Autopista
Regional del Centro.

El desaparecido cuadro de pelota fue testigo de los
emocionantes y candelosos encuentros entre el equipo local, el
Unión y los Cachorros de Guacara y una que otra vez el
John Deere de Mariara y el OSP de Puerto Cabello, así como
otros equipos de Maracay y Valencia. Posteriormente, el pueblo
contó con otro equipo de béisbol, el Boyacá,
que en el juego inaugural se enfrentó al Unión,
siendo el pitcher del Boyacá el finado Ramón
Orellana quien perdió ese juego por paliza; el pitcher del
Unión fue el zurdo Esteban Paredes. El Boyacá fue
un equipo que murió al nacer, a pesar de contar en su
róster con una pléyade de jugadores como
Ramón Orellana, Pablo Salcedo, los triunfos siempre
brillaron por su ausencia; posteriormente, se convirtió en
el equipo las Águilas, pero nunca llegó a volar y
desapareció sin fama y sin gloria.

El equipo del pueblo, el Unión, del cual
estábamos muy orgullosos ya que era nuestra
identificación regional en todo el territorio nacional,
estaba conformado por los siguientes peloteros, algunos con
nosotros hoy día, otros han viajado a lejanas y
desconocidas dimensiones, entre ellos podemos mencionar: pitcher
el zurdo Esteban Paredes; catcher Ramón (Avioneta)
Vásquez; primera base Félix Falcón "Chingo
cañón"; segunda base Antonio García;
short stop Felipe Antonio Vásquez; tercera base
José Miguel Aponte "Boca e´cloaca"; jardinero
izquierdo Pablo Guerrero; jardinero central Clarito Acosta;
jardinero derecho Miguel Cazorla.

Hubo otros peloteros que fueron catcher del
Unión, como Rafael Camacho, Verónico Robles;
también como primera base Chicho García, hubo otro
pitcher como Alberto Vásquez (Bigotico); otros peloteros
famosos como short stop, tercera o segunda base, entre
ellos Oscar Vásquez, Vicente Hernández, el Negro
Bolívar (Bolivita) y otros que se me escapan de la
memoria. Si hubiesen existido oportunidades para la época,
de sentar plaza en el exterior como peloteros en las ligas
mayores, muchos de los mencionados anteriormente hubiesen
engrosado las filas de la liga nacional o la americana en Estados
Unidos.

Después del Unión, éste
cedió el paso a un nuevo equipo, que resultó tan
aguerrido como el primero, su nombre el Junín,
prácticamente heredó y siguió con las
glorias del Unión, por supuesto con sangre nueva y otros
que venían del viejo Unión; entre estos noveles
podemos recordar a Raúl Vásquez, Oscar
Vásquez, el zurdo Paredes quien era pitcher del
Unión, Paulowa, Bolivita, Oscar Vásquez y una
pléyade de luminarias que a su paso por este club, dejaron
huellas indelebles, ejemplo de vergüenza deportiva a las
generaciones de relevo.

Para el año 1947 la escuela "Romero
García", que funcionaba en la calle Bolívar frente
al Banco Caribe, se convirtió en la pionera de dos equipos
de voleibol, cuyo Director Técnico y entrenador era el muy
apreciado y recordado bachiller de sexto grado, Marcos
Colmenares. Fue nuestro maestro en quinto y sexto grado, persona
muy abnegada y estoy seguro que todos aquellos muchachos y
muchachas de la época, que hoy día somos
profesionales algunos y otros que no lo son, le estaremos
infinitamente agradecidos en cualquier sitio o dimensión
en la que se encuentre, por sus enseñanzas y
orientación pedagógica.

Retomando el tema, estos equipos de voleibol iban a
proyectar la capacidad y el potencial deportivo en el que se
iniciaba la escuela "Romero García", muy en particular en
esta disciplina y en parte desconocida en el pueblo; no faltaba
quienes aseguraban que ese era un juego para mujeres,
razón por la cual muchos eran reacios a practicar dicho
deporte, pero con la orientación del Director
Técnico, esto se disipó y hasta atrajo muchas
personas que querían practicar el novel deporte, pero fue
la escuela "Romero García", la que introdujo y dio auge a
esta disciplina deportiva en el pueblo.

Se escogió el uniforme, el cual quedó
conformado por una franela blanca con la inicial al lado
izquierdo, pantalón beige, botas de goma blancas y medias
blancas. Toda la inversión de esta indumentaria alcanzaba
a la exorbitante cifra de veintisiete bolívares; quince
bolívares el par de botas, siete bolívares el
pantalón, tres bolívares la franela y dos
bolívares las medias, lo cual se podía cancelar en
dos partes. Las damitas que conformaban su equipo también
usaban un uniforme igual al nuestro.

Era lógico que nos estábamos preparando y
entrenando para llevar a cabo un encuentro con algún
equipo; llegó el día que hubo que probar nuestra
capacidad como voleibolistas, el gran día de nuestro
primer encuentro y prueba de fuego, fue una tarde en Valencia
cuando enfrentamos a la escuela "Padre Alexander", este partido
se escenificó en el desaparecido coso Arenas de Valencia,
el cual estaba situado en el cruce de la avenida Bolívar
con calle Navas Espinola; la trayectoria de esta escuela en esta
disciplina era sorprendente, tenía experiencia y, por lo
general, alternaba con los mejores equipos de Valencia. Nosotros,
pueblerinos capochos, psicológicamente estábamos
derrotados, más con un público burlista en contra
nuestra.

Se inició el juego con un gran apoyo moral por
parte de nuestro Director Técnico, el bachiller
Colmenares; sin poder recuperarnos del miedo escénico y
las pitas del público cada vez que cometíamos un
error, el primer tiempo lo perdimos; el segundo lo jugamos sin
importarnos el público, ni las rechiflas, nos acoplamos y
les ganamos; para el tercero veníamos con la moral en
alto, este tiempo fue muy candente, pero estuvimos jugando de
igual a igual, al final nos alzamos con la victoria, caía
la escuela "Padre Alexander" ante una escuela de pueblo, la
"Romero García".

Esa tarde nos llenamos de gloria y con el orgullo de
haber vencido a uno de los equipos más fuertes y de
trayectoria en Valencia; posteriormente, nos enfrentamos al
verdugo de los voleibolistas en el estado Carabobo, el Grupo
Escolar "República del Perú", jugamos con grandes
deseos de triunfo y una moral muy alta que se desbordaba; el
juego se llevó a cabo en su propio patio en la Candelaria
y allí, ante un nutrido público, vieron caer su
invicto ante una escuela desconocida y de paso de pueblo, formada
por "paneleros", tal como desde un principio nos
bautizaron.

Al comenzar las acciones del primer tiempo fuimos
desestimados, y las burlas a nuestro equipo no se hacían
esperar, nos decían paneleros; cada vez que
efectuábamos un saque el público decía en
son de burla "…Ahí va un panelazo…" actitud que fue
cambiando cuando rompimos el vidrio y doblegamos a los diablos
rojos de la "República del Perú".

Una vez terminado el encuentro, la admiración del
público hacia nosotros era completamente diferente,
pasamos a ser los verdugos de la "Padre Alexander" y de la
"República del Perú". Nuestra racha de triunfos fue
impactante, en el poco tiempo que existió nuestro equipo,
nunca saboreamos lo amargo de una derrota. De igual manera,
vencimos a la "Diego Ibarra" de Guacara, la escuela "Viso" de
Guigue, la escuela de Yagua, en la Quinta Pimentel, una de
Mariara y otras que se me escapan de la memoria.

En conclusión, todo aquel equipo que tenía
la osadía de enfrentarse a nosotros era derrotado, los
integrantes de ese aguerrido equipo y que en esa disciplina
colocó a la "Romero García" en un sitial de honor,
estaba conformado por: Isaac Blondel, Enrique Laurentin, Domingo
"Mingo" Acosta, Encarnación González, José
Inés Bello, Luis Villanueva (QEPD) y Nelson
Mendoza.

El otro equipo, representante del sexo débil, era
muy aguerrido, tuvo varios triunfos pero saborearon algunas
derrotas, o sea, no tuvieron la misma suerte que el equipo de los
varones; esas abuelitas de hoy día tenían un alto
espíritu deportivo, las niñas que lo conformaban:
Mercedita Verenzuela, Dinorah Pérez, Josefina Marrero,
Yolanda Castillo, Lilia Toro, Marina Mendoza, Ventila Flores y
Rosita Alezones (QEPD). Así se proyectaba el pueblo en
esta disciplina; el equipo que relevó al de los varones
estuvo conformado por los siguientes alumnos: Armando "Negro"
Chirivella, Remigio José Salas (Coquito), José
Benigno Machado (el Zorro), el Negro Pereira (Morao),
Hernán Laurentin, Luis Páez y otros que se escapan
de mi memoria.

Algo muy peculiar y folclórico era el traslado
desde San Joaquín al sitio donde íbamos a jugar, el
cual se efectuaba en un camioncito Ford de volteo cuyo
propietario era un señor de nombre Enrique Celis, quien al
llegar al sitio nos bajaba del camión, levantando la
batea, dejándonos deslizar como un tobogán, una vez
que había quitado la compuerta trasera de la
batea.

Diversiones

El San Joaquín que yo conocí, era el
pueblo apacible y monótono, sin ninguna clase de
diversión, ya que éstas afloraban producto de la
inventiva e ingenio de los muchachos y muchachas de la
época. Por lo general, los domingos en la tarde a partir
de las cuatro o cinco y sin ningún tipo de
planificación, surgía una reunión social
pequeña, llamado picoteo (anglicismo por pick-up), o sea,
una fiestecita bailable en la casa de algunas de las niñas
y con invitados seleccionados; estos picoteos eran el momento
obligado para que los muchachos aprendieran a bailar, porque no
era de caballero ni era justificable que las damitas de la
época se quedaran sentadas al comenzar a sonar la
música.

Hoy, seguro estoy, que muchas abuelas que lean este
relato, recordarán, unas indiferentes, otras con cierto
grado de nostalgia, los pisotones recibidos por algún
parejo que se iniciaba en las notas musicales y pasos de baile de
un bolero, una guaracha, un mosaico y un cha-cha-cha, alternando
con un merengue apambichao.

Estos picoteos, ya desaparecidos, motivado a diversos
factores como la descomposición social vigente y el alto
costo de la vida, sirvieron y fueron testigos del inicio de un
romance de varias parejitas, hoy día muchas familias
conformadas y que son parte de la comunidad sanjoaquinera,
cuentan a su prole como se conocieron sus progenitores; sin
olvidar aquel fondo rítmico de un "Olvídame" en la
voz de José Luis Moleró, otras como "Venganza" con
Daniel Santos, un "Te odio y te quiero" con Carlos Argentino y un
Celio González con "Amor sin esperanza", no podía
faltar "Angustia" con Bienvenido Granda; así eran las
melodías que se dejaban escuchar en los mencionados
románticos picoteos.

Una de las variadas diversiones improvisadas era el
paseo en bicicleta alrededor del pueblo y aún más
aventurados ir a los pueblos aledaños, Guacara y Mariara y
de vez en cuando a Valencia o Maracay. El riesgo brillaba por su
ausencia, sólo una caída o un espiche, en el
trayecto se cruzaba con solo dos tres automóviles, o sea,
que la carretera era nuestra. La partida, por lo general, era en
las primeras horas de la mañana del domingo, se pasaba el
día en el pueblo seleccionado, y luego se regresaba a
contar entre los amigos lo acontecido durante el paseo o la
permanencia en dicho lugar.

Uno de los más osados, el cual se
constituyó en proeza, la visita en bicicleta que hicimos a
Rancho Grande, cuyo promotor y líder de tal odisea fue
Luis Rodríguez Álvarez, quien a la vez se
llenó de gloria y admiración por tal aventura, era
como ir de la Tierra a la Luna, más aún cuando su
supo que bajó la cuesta Rancho Grande-Maracay con los
frenos de la bicicleta dañados, y para frenar tenía
que meter el pie derecho entre el caucho delantero y la
horquilla.

El San Joaquín bonchón de la época,
era para las personas mayores los bailes llamados de mabil, donde
estas personas pagaban un medio y bailaban todo una tarde y noche
con damitas de cuestionada y dudosa reputación, quienes
eran importadas de Valencia o Maracay y otras venidas de la
capital. Se nombraba a un encargado de supervisar y controlar la
moral en el sitio. Si un muchacho menor de edad estaba haciendo
acto de presencia por haberse coleado, el supervisor lo sacaba
guindando por una oreja, con la consabida reprimenda y el acuse a
su padre o representante para que fuese castigado.

El San Joaquín que yo conocí, era el de mi
fraterno y apreciado amigo Luis Casteluche, a quien embarcaban en
la plaza Bolívar en un autobús para que se fuese a
Valencia, vestido con su paltó y unas medias escocesas, y
al llegar al callejón del Remate, la esquina del Jobo, se
bajaba, y en pareja nos íbamos rumbo al Ereigue; por esta
razón muchos telegramas que tenía que repartir
nunca llegaron a manos de su destinatario, testigo de estas
ausencias fue la desaparecida Sabana del Ereigue; o como en otras
oportunidades en el callejón del Carmen cuando
traía un caballo a todo galope a la bodega de la hacienda.
En el Ereigue los telegramas se mojaban y había que
desecharlos, en las carreras a caballo se me salían del
bolsillo del pantalón y se me perdían, falta de
madurez e irresponsabilidad de muchachos.

Los domingos era obligatorio el esparcimiento y la
diversión, sitio obligado el río Ereigue con su
paso por el arenal, luego la pilastra, hoy día
desaparecida, en ese lugar se escuchaba el caudal del río,
deduciendo si estaba crecido o normal; permitía de igual
manera admirar la exuberante sabana del Ereigue, donde abundaban
las matas de guayabitas del Perú, bejucos de manteca e
infinidad de palomas sabaneras y no podía faltar el aroma
fuerte de las matas de mastranto. A la orilla del río
abundaban las matas de chupa-chupa, algarrobos y merecures,
así como las parchitas, las cuales crecían
silvestres, no eran codiciadas por los habitantes del
pueblo.

Una de las aventuras, aparte de las idas al río
el Ereigüe, lo constituía el disfrute de las
frías aguas del río Paraparito, entre la Hacienda
Cura y Santa Clara; en épocas de lluvia crecía y
aumentaba su caudal, al extremo que en la parte más llana
crecía casi un metro, este río venía del
Aguacate y pasaba por debajo de la carretera, y al desembocar
formaba un pozo redondo de unos seis metros de diámetro,
el cual por su profundidad permitía que usáramos la
orilla de la carretera como trampolín; en época de
sequía siempre ofrecía las bondades de su caudal de
agua y lo frío de sus aguas cristalinas.

El San Joaquín que yo conocí, gozaba de
tres ríos con sus pozos para el disfrute de sus
visitantes, el Ereigüe, la Camachera y el de las
Raíces, en este último se podía pescar
guabinas y bagres, quien se erigió como el rey de esta
actividad fue el desaparecido Juan Rosco (QEPD).

El caminar por el pueblo era un pasatiempo y no dejaba
de ser divertido, esas soleadas y tierrosas calles del San
Joaquín que yo conocí, en alpargatas de suela o
goma, permitían la entrada de la arenilla y tierrita que
hacían incómodo el caminar, porque el juego de
éstas con la planta del pie se convertía en
tortura, el asfalto y el macadán brillaban por su
ausencia, que al menos minimizaran ese sufrimiento.

El tiempo transcurría en San Joaquín
monótonamente, la gente tenía que buscar la
diversión en cualquier sitio; es de hacer notar que en la
gran mayoría de los bares existían patios de bola y
bolón, allí se jugaba hasta altas horas de la
noche, es lógico suponer que dichas diversiones no estaban
al alcance de los muchachos por la venta del licor y la presencia
de las apuestas. Muchos de estos bares tenían el
privilegio de tener una rockola cuyas notas musicales
exigidas por un bohemio, apaciguaban los ánimos y de vez
en cuando un despechado drenaba su dolor, libando cerveza y
viviendo lo que las melodías del acetato le
transmitían.

Cuando alguno de estos personajes introducía dos
bolívares, su intención era deleitarse con cinco
hermosas melodías de la época, haciéndose
presente la voz del cantor, nunca podía faltar un Daniel
Santos cuando vocalizaba: "…Por algo está el cielo en el
mundo, por hondo que sea el mar profundo…"; otros
románticos habían conocido una damita venida a
nuestro pueblo a pasar vacaciones y alguien se había
enamorado de ella, a su regreso, el consuelo era la voz de
Bienvenido Granda, que hacía brotar las lágrimas
del despechado, cuando se oía: "…Angustia, de no tenerte
a ti, tormento de no tener tu amor, angustia de no besarte
más…" y este despecho lo fortalecía con la voz de
Lino Frías: "…Vuelve con tus besos muñequita
linda, te quiero besar con tu boca en flor…", no faltaba el
enamorado solo, de un amor imposible y únicamente se
conformaba con oír a Julio Gutiérrez, "…Un
poquito de tu amor, un poquito nada más, una mirada de tus
ojos…", y dejaba correr las notas con un Celio González,
al oír: "…Pretendiendo humillarme pregonaste el haber
destellado mi pasión…" y así transcurría
la noche, los noctámbulos trasegando los botellones de
cerveza y una que otra lágrima de despecho, ese era uno de
los ambientes en los bares con una rockola "mata
despecho", y ese fue el San Joaquín que yo
conocí.

La calle Páez, nombre del centauro de los llanos,
y que en una oportunidad sirvió como manga de coleo en las
festividades a nuestra patrona del Carmen, era también el
paso obligatorio de las puntas de ganado que venían del
llano a los mataderos del centro, nos impresionaban los llaneros
con su indumentaria, apostados en las esquinas para evitar que
alguna res se escapara o saliera de la manada, aunque hubo muchas
ocasiones en las cuales unas que otras reses se metían en
los solares de alguna casa, lo cual para la época era un
espectáculo el de las viejas metidas en un cuarto hasta
que lograran sacar la res y peor si era bravo.

Mister Kamp era un norteamericano dueño de una
avioneta de dos planos, amarilla, marca Stearman, la
cual tenía su base de operaciones en la sabana del
Ereigüe y que se utilizaba para fumigar. Mister Kamp, como
lo llamábamos, fue piloto de caza en la Segunda Guerra
Mundial y en más de una oportunidad nos hizo saborear las
delicias del vuelo; sus ayudantes en tierra eran Ramón
Orellana y Felipe Pérez. Es de hacer notar que
Ramón Orellana aparte de ser un buen pitcher de
béisbol, tuvo el privilegio de ser el primer
fotógrafo del pueblo y su asistente y ayudante era el
maestro Felipe Pérez.

Se mencionó que el Ereigüe era un sitio
obligatorio de esparcimiento, éste también
ofrecía sus cristalinas aguas al grupo de lavanderas de
ropa del pueblo en su diario trajinar; por tanto, era
común ver de lunes a viernes, las inmensas piedras del
río cubiertas con todo tipo de prendas de vestir, a las
cinco de la tarde iniciaban el regreso con su cargamento de ropa
limpia libre de mugre, producto del trinomio músculo,
jabón azul y azulillo.

Profesionales

Aunque San Joaquín no poseía institutos de
educación superior, tuvo un grupo bien importante de
profesionales. Podemos señalar como el primer abogado del
pueblo a Justinito Marrero, egresado de la Universidad Central de
Venezuela (UCV) en los años cincuenta; para el año
1949 egresaba de la UCV, promoción Pepe Izquierdo como
médico, mi hermano Francisco Laurentín; como primer
cadete de la Escuela de Aviación Militar, el finado Numa
Arias, quien no logró graduarse; posteriormente
ingresó a la Escuela Náutica; Manuel Vicente
Peralta, quien se graduó como Maestre de Tercera y
sirvió sus treinta años reglamentarios cumpliendo
importantes servicios a la República, tanto nacional como
internacionalmente.

El desaparecido poeta del pueblo Alejo Moreno,
ingresó a la Escuela Técnica de las Fuerza
Aérea Venezolana (FAV), graduándose entre los
primeros de su promoción y con honores, tuvo que irse de
baja tiempo después por una dolencia en los ojos que lo
dejaron ciego. Antonio Acosta Martínez, hizo su ingreso a
la Escuela Técnica FAV, se graduó de ST3 y se
retiró al completar sus treinta años de servicio,
cumpliendo importantes servicios en el país y en el
exterior.

A la Escuela Militar ingresó Manuel Castrillo
Falcón, no logró graduarse. Al culminar el
bachillerato, dos hijos del pueblo ingresamos a la escuela
Militar y Escuela de Aviación Militar, el primero, Manuel
Enrique Ojeda se graduó de Subteniente del Ejército
y se retiró de Mayor; el segundo, Juan Enrique
Laurentín se graduó como subteniente y se
retiró con treinta años de servicio y el grado de
Coronel; otros como el Negro Pereira, José Alejo Salas,
ingresaron a la escuela Técnica FAV y no
culminaron.

El primer cadete de la EFOFAC, a pesar de no ser nativo
de San Joaquín, vivía aquí con su familia,
los Chirinos, su nombre Salomón Salazar, no culminó
la carrera, hizo curso de pilotaje en la Escuela "Miguel
Rodríguez" en Maracay, una vez graduado como piloto
empezó a trabajar en la línea Aeropostal
Venezolana, acumuló un gran número de horas de
vuelo, llegó a ser Capitán de Nave, una noche
despegando del Aeropuerto de la "Chinita", cargado de pasajeros,
por fallas en los comandos del avión, se estrelló,
pereciendo todos los ocupantes de la nave.

Carnaval

El San Joaquín de mis recuerdos y vivencias, era
aquel que a partir del siete de enero se preparaba para recibir
con bombos y platillos al Rey Momo, pronto a venir en febrero;
festividades que revivían las alegrías de las
navidades ya olvidadas, a pesar de que era una fiesta diferente,
había que celebrarla por todo lo alto, motivado a que era
la primera festividad del año.

Las escuelas del municipio se preparaban para
seleccionar las chicas que iban a ser candidatas a reina de la
escuela, lo cual se hacía con anticipación. El
día de la elección, ésta se llevaba a cabo
con todos los alumnos y uno que otro representante, una vez
electa la reina, era llevada por el Director de la escuela al
trono, allí la coronaban y se le hacía entrega del
cetro que representaba poder sobre sus súbditos;
inmediatamente procedía a leer la proclama, decretando el
carnaval en la escuela; esta proclama era más
petición que ofrecimientos, de inmediato se iniciaba una
fiesta, con las melodías de la época y un
picot de aguja, siendo las melodías, "El
manicero", "Las pilanderas", "El muerto de las gradillas",
"Ariel", "Caminito de Guarenas", entre otras, todas de
Billo´s Caracas Boys, algunas veces esta fiesta era
cambiada por un paseo en camión por las principales calles
del pueblo, de vez en cuando se extendía a Mariara y
Guacara.

Asimismo, la soberana del pueblo era escogida y elegida
dentro de las damitas de la comunidad, una vez elegida como reina
del pueblo era coronada y recibía su cetro de manos del
Prefecto, procedía entonces a leer su proclama, decretando
el carnaval en toda la jurisdicción del municipio. La
plaza Bolívar era el sitio escogido para la
coronación, donde esperaban los camiones que
efectuarían el paseo por el pueblo, en la noche se bailaba
en la plaza, al son de un conjunto o de las notas del
acetato.

El martes de Carnaval, la reina del pueblo,
acompañada de su séquito, se daba el tupé de
mojar simbólicamente a la primera autoridad del municipio
chispeándolo de agua con los dedos, la cual era un
indicativo que ese día se decretaba el carnaval con agua,
permitiendo mojar a cuanta alma se moviera por las calles, muchos
por el temor de ser mojados se quedaban en sus casas y
salían al anochecer.

En una oportunidad, una reina del pueblo, no mojó
simbólicamente al Prefecto, don Clodomiro Gadea, sino que
lo empapó de pies a cabeza, esta autoridad como
reacción a la falta de respeto en contra de su persona,
procedió a arrestar a la reina y su séquito,
sentados dos horas en el banco de la policía, una vez
cumplida la sanción se continuó con el juego de
carnaval. En la noche el baile terminaba con una guerra de
agua.

En cuanto a los disfraces, los preferidos eran los de
vieja, de próceres como Sucre, Bolívar y otros, y
unos más jocosos como Mario Moreno "Cantinflas",
representado muy bien por Coquito Barreto; no podían
faltar los de charros y uno que otro de vaquero, de las
películas del Capitán Maravilla, de vez en cuando
hacía su aparición Mandinga, representado por Luis
Rojas, todo de rojo y un descomunal tenedor; también el
Corsario Negro muy bien representado por "Cachupín" y
Julio Oliveros, de paso este disfraz les costo un recuerdo de
"Mano Giro". Hay que acotar, que debido a estar viviendo un
gobierno dictatorial, se podía disfrazar de cualquier
personaje, pero estaba terminantemente prohibido usar
máscaras o antifaz.

Semana
Santa

A partir del Miércoles de Cenizas, se
debía esperar los cuarenta días para que la Semana
Mayor nos hiciera recoger espiritualmente, era una festividad
profundamente religiosa. El Domingo de Ramos se iniciaba muy
similar al de hoy día, sólo que era la iglesia la
que entregaba las palmas benditas, a partir de ese día se
palpaba un recogimiento total, mucho respeto y la música
que se escuchaba en las pocas radios existentes y cuyas ondas
hertzianas llegaran aquí sin interferencia, era la
música sacra; en la iglesia se deslizaban las notas del
"Popule meus". Las emisoras de radio no incurrían
en el sacrilegio de irrespetar las creencias y el recogimiento
espiritual del venezolano como suele acontecer hoy
día.

El miércoles Santo, día del Nazareo, era
un gran día, se rendía culto a esta imagen,
permaneciendo las puertas de la iglesia abiertas, desde ese gran
día hasta el sábado en la madrugada. Muchas
personas del pueblo y otras venidas de afuera, acudían con
su túnica morada a pagar alguna promesa ofrecida, algunas
personas imponiéndose castigos por sí
mismo.

El Jueves Santo amanecían las personas en la
iglesia, sobre todo aquellas que se habían impuesto un
retiro espiritual, en la tarde de ese día a las cuatro, en
una ceremonia, el lavado de los pies por parte del sacerdote a
todos aquellos jóvenes que fungían como
apóstoles; en la noche la procesión de
Jesús Crucificado, con una nutrida concurrencia
de fieles. El jueves las campanas tomaban un receso y sólo
las matracas expandían su sonido por toda la comunidad,
estas matracas desaparecieron del ritual eclesiástico,
restándole en cierta forma importancia a esta gran
semana.

El Viernes Santo se iniciaba con una misa de
sanación, a las dos o tres de la tarde la Virgen de la
Dolorosa
salía en hombros de sus fieles, desde la
iglesia hacia la casa de la señorita María de
Jesús Alezones (QEPD), allí se efectuaba el
encuentro con el féretro que contenía el cuerpo de
Jesús, o sea, el Santo Sepulcro, después
de recibirlo regresaba en procesión a la casa de Dios, la
iglesia, llegando a ésta como a las cinco de la tarde. Ese
día, la gente desempolvaba sus mejores galas para ir a la
iglesia a escuchar las siete palabras por algún jerarca de
la iglesia, el cual había sido invitado para que le diera
cumplimiento a este mandato tradicional; una vez finalizada la
misa, ya de noche, se iniciaba la procesión, la cual
recorría toda la calle Bolívar y Sucre, al llegar a
la calle Mariño se dirigía al Calvario donde
permanecía un buen tiempo y luego regresaba a la
iglesia.

Las procesiones eran muy bonitas y coloridas, por la
policromía que representaban las flores que adornaban los
santos, dignas de recordar, aunque nunca faltaba la presencia de
Satanás que hiciera su aparición entre los fieles;
por ejemplo, era común ver mujeres ancianas o ya mayores,
unidas sus faldas por alfileres de ganchos, producto de las
fechorías de los sayones; asimismo, los especialistas en
producir flatulencias con comidas especiales que le
producían nauseabundos gases que al liberarlos dentro del
grupo de fieles creyentes, hacían que éstos se
dispersaran dejando solos a los que estaban cargando el santo,
suponiendo sus consabidas consecuencias; estas maldades aunque
sanas, no dejaban de molestar e incomodar a los fieles,
originándose el comentario negativo y la consabida
manifestación de rabia.

El Sábado, el tañir de las campanas
anunciaban la vuelta de la alegría al pueblo, en la noche
se procedía a la bendición del agua; ya terminados
todos los ritos de la iglesia, el Domingo de Resurrección
se procedía a la quema de Judas; por lo general, este
muñeco lo llenaban de pólvora, cohetes y cohetones,
representaba simbólicamente a algún miembro del
gobierno local, el Prefecto, el Comandante de la policía o
alguien de la comunidad que se había ganado la reprimenda
del pueblo por mala conducta o por un mal proceder, así se
despedía la Semana Mayor.

Día del
Árbol

Con la llegada del mes de mayo venían las aguas y
torrenciales aguaceros que modificaban el paisaje del pueblo, era
el mes de las flores, el mes de la Cruz de Mayo, las notas de los
tambores y el cumaco alegraban el ambiente pueblerino, era la
característica de esta fracción del año; en
cada casa se adornaba la cruz y eran comunes los célebres
velorios de ese importante símbolo, como era la Cruz de
Mayo; de igual forma, en los barrios aledaños, el pueblo
se vestía y se le rendía culto a esta tan
importante y sagrada representación, se estilaba una que
otra fiesta bailable en las casas de familia.

El treinta de mayo, aprovechando la fertilidad de la
tierra por las caídas de agua, los niños de las
escuelas se reunían en la plaza u otros sitios
preseleccionados para honrar el día del árbol, cada
niño tenía un arbolito para sembrarlo, una vez
efectuado el acto, juraban cuidarlo y mantenerlo, luego se
entonaban las notas del "…Al árbol debemos,
solícito amor…", inicio de la primera estrofa que hace
alusión al árbol, cuyo autor fue Alfredo
Pietri.

Festividades del
Carmen

Una vez pasado el mes de mayo, junio era la antesala a
las festividades en honor a la Virgen del Carmen, nuestra
patrona, y preparación para la culminación del
año escolar. El doce de julio comenzaban a sentirse las
festividades del pueblo, se ven los preparativos en la plaza y
sus alrededores, los dueños de ruleta, bateas y otros
juegos para llamar la atención del público,
comienzan a llegar de diferentes lugares, le daban un colorido y
cambio de ambiente a lo rutinario del pueblo, se repartían
los programas para informar a la comunidad acerca de la
realización de cada uno de los eventos a ser llevados a
cabo.

Llegaban los camiones cargados de guafas y horcones, y
en cada esquina colocaban lo necesario para empezar a construir
la manga de coleo en la calle Sucre. Don Natividad Aponte con
Moros, Néstor, Quintín y otros muchachos
procedían a abrir los huecos para los horcones que
servirían de soporte a las guafas como travesaños,
y así transcurrían los preparativos para celebrar a
todo lo grande las festividades del Carmen en honor a la patrona
del pueblo; era la construcción para los toros coleados lo
que en verdad le daba colorido a las fiestas.

El 14 de julio era la primera tarde de toros, el 15 y 16
de julio en la mañana se llevaba a cabo un
Tedeum, donde muchas personas importantes hacían
acto de presencia. Me voy a permitir incluir un comentario que me
hizo mi buena amiga Hilda Núñez de
Henríquez, el cual se me había escapado, y es lo
relacionado con el paseo matutino al comienzo de las
festividades, cuando éstas se iniciaban todos los
días por la mañana antes de las seis,
músicos nativos del lugar efectuaban un recorrido por todo
el pueblo, iban montados en un camión y este paseo
acompañado de música servía de diana para
que los sanjoaquineros se levantaran y aprovecharan desde muy
temprano las festividades del Carmen; no podían faltar
aquellas notas que expresaban lo siguiente "… Carmen, la que
contaba dieciséis años…" Así como lo
celebramos hoy día, después del Tedeum,
una retreta en la plaza y al final del día, la
última tarde de toros coleados.

El 16 de julio, o antes, tocaban en la plaza los
pioneros de los "Antaño del Stadium"; es digno de recordar
que el dueño o director de este conjunto de nombre Jacobo,
para la actuación de su grupo musical establecía
dos precios, uno con todos los músicos y un buen
repertorio, y otro donde incluía lo que él
denominaba el "caramelito", se refería particularmente a
su hija, para que fuese ella la que amenizara y dirigiera el
conjunto, de igual manera, vocalizaba algunas canciones para el
público presente, que era todo el pueblo, a estas fechas
todavía disfrutamos de esa voz del San Joaquín que
yo conocí.

Durante las festividades en honor a la Virgen del
Carmen, la calle Sucre era el escenario obligado para llevar a
cabo las anheladas y pintorescas coleaderas, acto que es
sinónimo de fiestas; las mismas se iniciaban a las cuatro
de la tarde hasta pasadas las seis. En cuanto a las
características de la manga, ésta tenía una
longitud de cinco cuadras, el corral lo construían en el
cruce de la calle Sucre con Negro Primero al frente de la familia
Moronta, terminaba en el cruce de la calle Miranda con Sucre,
delante de la casa de la familia Villanueva, allí, al
frente de la Plaza se construía el palco para las
autoridades del pueblo y otros personajes venidos de afuera.
Algunas ventanas eran adornadas, pero ese adorno duraba
sólo el primer día de toros, el colorido de la
actividad lo daban los adornos en las talanqueras de la plaza y
en una que otra casa.

En las cinco cuadras de manga de coleo, el
pelotón de coleadores hacía gala de sus
habilidades, sólo los mejores y hábiles jinetes
eran los que sobresalían del pelotón, conformado
algunas veces hasta por quince o veinte participantes; no
faltaban los limpia rabo, que tuvieron la suerte de agarrar el
toro pero su incapacidad no les permitía tumbarlo;
aquellos coleadores que se habían ganado la presea,
representado en una lazo o cinta, era una recompensa bien
merecida por su destreza como coleador. No podían estar
ausentes las tradicionales peleas y los riendazas entre los
coleadores, entre esas las de Gregorio Delgado con Luis
López, frente a la plaza, de igual manera, los visitantes
a las fiestas "busca pleitos" a los nativos del
pueblo.

San Joaquín tuvo muy buenos coleadores, entre
esos hay que rendirle tributo y reconocimiento a un Gregorio
Delgado, Eduardo González, Enrique Mujica y Pablo Herrera,
éste último sufrió una caída con su
caballo frente a la plaza, donde fue pisoteado por el
pelotón de coleadores, por fortuna salió vivo, pero
se retiró de tal actividad. El caballo de Pablo Herrera
era el "caraqueñito" y el de Gregorio Delgado el "cara
e´queso", "carburito" el de Enrique Mujica.

Algo muy típico era el grupo de personas que
seleccionaban al toro más bravo de la tarde, lo dejaban
escapar hacia la plaza, de tal manera, que los ruleteros y
apostadores huían despavoridos a guarnecerse de las
embestidas del animal, cuyo producto en dinero era aprovechado
por los más vivos, ya que más de una ruleta,
bazares y bateas, volaban por los aires debida a las arremetidas
del cornúpeto.

Navidades

Ya a partir de la segunda quincena del mes de noviembre,
se palpaba el ambiente navideño, muchas casas de familia
tenían instalado para el primero de diciembre, el
nacimiento o pesebre como se llamaba; mientras otros se
encargaban de adornar sus casas con motivos navideños, no
se conocía el arbolito de navidad, ni se hablaba de
regalos del Niño Jesús, puede ser que en otros
pueblos o ciudades, porque aquí lo fuerte eran los Reyes
Magos.

Diciembre era el mes de la unión, de las
reconciliaciones, paz, armonía y todas esas cosas bonitas
y alegres a la cual estábamos acostumbrados los
sanjoaquineros y que nos hacían sentir bien, había
que disfrutarlo sanamente, ya que era el mes del nacimiento del
Niño Dios.

Para el quince de diciembre se daba inicio a las misas
de aguinaldo; prácticamente no se dormía porque
éstas comenzaban a las dos o tres de la mañana,
después las patinatas en la plaza, combinado con el
café caliente, las arepitas dulces y otras delicias, esto
duraba hasta el veinticuatro, con la celebración de la
misa de gallo; a las doce de la noche la repartición de
los regalos o presentes y luego la cena con toda la familia y
así se continuaba hasta el amanecer.

Algo característico de la misa de gallo era la
participación de los pastores; y haciendo un
paréntesis acerca de la creación de estos grupos,
es conocido por todos que fue el Maestro "Chon", el padre de los
pastores aquí en San Joaquín. Esta danza realiza su
recorrido por las principales calles del pueblo al compás
de las notas del "Villano" y culmina en la iglesia donde los
pastores se tienden, simulando dormir; la misma está
constituida por varios integrantes, y el acto se inicia con la
aparición del Ángel Gabriel, personaje que anuncia
el nacimiento del Señor; el Capataz es quien dirige al
grupo de parranderos o integrantes de la parranda; el Estrellero
o portador de la estrella, quien camina delante de los pastores;
el Niñero, que generalmente es un niño o anciano
que transporta, colgando de su cuello, la imagen del Niño
Jesús; tenemos también a los Pastores que
representan los antiguos pastores de ovejas de Judea, quienes
están dirigidos por un Pastor Mayor y una Primera
Pastorcilla, quien dirige a las pastoras.

Encontramos también entre los integrantes del
conjunto al Viejo, personaje humorístico que emula al
viejo de los Pastores, acompañado por la Vieja; asimismo,
el Ovejo, persona vestida de blanco, en similitud a la ofrenda
del blanco cordero de los Pastores al Señor; el Titiriji,
personaje ya desaparecido que representaba a un pájaro
(búho) que revoloteaba sobre las ovejas; el Cachero, es
quien dirige la danza y controla la realización de las
figuras, además permite dar cierta seguridad a los
Pastores, protegiéndolos del nutrido público que
siempre presencia el acto, porta en sus manos un par de cachos
adornados, que ayuda en sus labores.

A las doce de la noche al grito de "…Levanten pastores
que el niño nació…", se iniciaba el baile en la
nave principal de la iglesia, hay que acotar que el primer
ángel que tuvieron los pastores fue María del
Socorro García (a) Coco.

El treinta y uno de diciembre la plaza era el sitio de
reunión obligatorio para muchas personas a la espera del
nuevo año, otros lo hacían en su casa de familia
para darse el abrazo de año nuevo y visitar algunas
amistades. Durante el mes de diciembre no podían faltar
las hallacas, el pan de jamón, el pernil y la ensalada de
gallina, así como las bebidas que alegraban el
espíritu.

Hablando de parrandas, podemos recordar algunas de
época que alegraban con sus banderas y sus estrellas el
ambiente del pueblo y le daban más sabor a las
festividades navideñas; entre esas parrandas
célebres la llamada "La Consoladora", cuyos integrantes
eran Irene Benítez, Mario Verenzuela, Máximo Rojas,
Pastor Rojas, Diego Carruido, Nicanor Arcila, Matías
Salazar y Andrés Molina. Otra parranda conformada en su
mayoría por familiares, era la "Morenera", sus
integrantes: Enrique León, Néstor Aponte, Alejandro
Moreno, Jesús María Moreno, Agapito Moreno, Juan
Moreno y Juan Corrales.

Una que ha perdurado en el tiempo, aún vigente,
era "La Flor de Carabobo", fundada el 15 de octubre de 1942, sus
integrantes y pioneros: Enrique Cardozo el viejo, Valentín
Taborda, Pablo Salcedo, José Miguel Aponte, Luis
Martínez, José Antonio Pantoja, Rafal Blanco (a)
"Raspadura" y Néstor Aponte, esta parranda hoy día
es muy conocida y, prácticamente, la única que
queda es "La flor de San Joaquín"; igual a las parrandas
anteriores existió otra cuyos nombre era "La flor de la
mañana" y la misma estaba integrada por: Víctor
Trejo, Antonio Acosta, Sebastián Vásquez, Vicentico
Aguilar, Raúl Rangel, Enrique Rangel, David Acosta y
José Acosta, así que ese fue el San Joaquín
que yo conocí.

Información

Aunque es de reciente la data de lo que voy a narrar,
acaeció en el año 1966. La administración
del Municipio decidió reemplazar el busto del Libertador
que por muchos años había estado en la plaza y que
fue el que le dio nombre a esa alameda, el reemplazo era por una
estatua de cuerpo entero, trabajo encomendado a un escultor de
nombre Carlos Araujo, nacido en Guacara, pero sanjoaquinero de
corazón, tuvo así la responsabilidad de vaciar y
construir la estatua de nuestro máximo héroe, la
que adorna hoy día nuestra Plaza
Bolívar.

Una vez concluida la obra, hacía falta lo
más importante, un sable o una espada para blandirla en su
mano derecha; alguien, de muy buena voluntad, a quien no nombro
por respeto y razones personales, sugirió donar un machete
que él no usaba, pero que estaba nuevo y era un tres
canales
que guardaba en su casa; en realidad no lo hizo sino
por ignorar lo que un sable o espada significa para un oficial
como es la lealtad, el honor, la integridad y la moral, a la vez
es el símbolo de mando de todo oficial de la Fuerza Armada
Nacional; en vista de esta sugerencia, ofrecí donar mi
sable de oficial con su dragona, la cual desapareció por
lo inclemente del clima; actualmente el sable que empuña
la estatua en su mano derecha fue el que doné, e incluso
informé del ángulo que debería
tener.

Muchos ignoran y hasta discusiones y conjeturas se
forman por saber quien donó esa prenda militar, a
través de este escrito o narración, para despejar
dudas, ese fue mi noble obsequio a tan importante y significativa
figura, así que el autor de este relato siempre
estará presente y representado en la Plaza Bolívar
de San Joaquín, a través del sable recibido de
manos del desaparecido Presidente don Rómulo Betancourt,
el ocho de julio de mil novecientos cincuenta y nueve, cuando me
gradué como Subteniente de la Fuerza Aérea
Venezolana.

El motivo de esta aclaratoria es que muchos, abusando
del tiempo que ha transcurrido, quieren arrogarse tal
donación, manifestando que dicho sable lo donaron ellos,
obtenido por medio del Servicio de Intendencia de la Fuerza
Aérea Venezolana, lo cual es totalmente falso de toda
falsedad, porque este servicio nunca ha donado sables para
oficiales, ya que éstos fueron comprados a la "Rusell
C.A." USA, y pasaba a ser propiedad del oficial en la ceremonia
de graduación.

Ocaso

Bien… el San Joaquín que yo conocí, con
su Ereigue, sus casas coloniales, sus costumbres y muchas otras
cosas, quedó en el recuerdo; hoy día muchas cosas
de las que disfrutamos cuando muchachos y adolescentes han
desaparecido, otras han sido destruidas o modificadas por la mano
depredadora del venezolano común y hombres venidos de
otras latitudes, que emulando a los conquistadores, han destruido
y siguen destruyendo el patrimonio que nos legaron nuestros
Libertadores y la madre naturaleza; de igual manera, muchas zonas
aledañas al río Ereigue han sido depredadas ante la
indiferencia de las autoridades del Municipio

Estos recuerdos y vivencias, hoy plasmados en esta
narración, los viví y disfruté en carne
propia, pudiendo aseverar que muchos lectores añoran y
están de acuerdo conmigo en lo anteriormente narrado,
porque ese fue el San Joaquín que yo
conocí.

El nuevo pueblo de San Joaquín no ha escapado al
irreversible proceso del progreso y desarrollo, pero
también ha sufrido la inclemencia de la piqueta. Ese
paraíso narrado fueron mis vivencias desde los años
cuarenta, y hoy día nos damos cuenta que todo ha quedado
en la mente del artista, el escultor y el pintor.

Debido a las inmigraciones y emigraciones, proceso
interno de los países, Venezuela no ha escapado a ese
fenómeno migratorio; quiero incluir aquí lo que mi
apreciado profesor de Antropología en la Universidad de
Carabobo, Aniceto Laurent Rojas decía; cito: "…La
mentalidad de los hombres y mujeres del pueblo ha cambiado al
extremo que los nacidos aquí, de familias sanjoaquineras,
ya no piensan como sanjoaquinero, sino como habitantes del
pueblo, algo grave porque desaparece la línea entre los
que aquí nacieron y de los que para acá
vinieron…" Fin de la cita.

En el ocaso de este relato estoy consciente que se me
escaparon muchas cosas, pero, qué difícil es narrar
algo que aconteció muchos años atrás, de
todas maneras estoy conforme, porque traté en la medida de
lo posible, abarcar y vaciar aquí todo lo recordado y la
información obtenida.

Deseo y necesito enviar un mensaje a toda la juventud de
este pueblo; hoy son jóvenes, mañana serán
viejos, que se conviertan en celosos guardianes de aquello que
constituye patrimonio histórico y público de
nuestro pueblo, que igualmente es patrimonio de todos. Que no
incurran en el error de quienes vivimos esa época pasada,
en la que prevaleció no sólo ignorancia, sino
también indiferencia, cuya consecuencia ha sido la
pérdida y destrucción de grandes valores
patrimoniales. Porque sería muy triste y doloroso que a la
vuelta de pocos años aparezca alguien que escriba sobre la
tumba de un río que se llamaba el Ereigue un epitafio que
diga: "La indiferencia de nosotros ante la depredación,
mató este río".

Es de ustedes la elección, de querer un pueblo
pujante y desarrollado o un pueblo destruido y atrasado por la
indiferencia. No me queda más que rendir un sincero
tributo al San Joaquín de antaño, que me vio crecer
como persona, como ciudadano y como servidor de mi país,
que conoció de mis correrías de muchacho,
estoicamente, hoy desaparecido. Vaya hasta él mis
recuerdos, con un dejo de melancolía, que me hace
añorar cada día más, aquel Joaquín
que yo conocí…

AGRADECIMIENTO

A Hilda Núñez, Pablo Salcedo, El Negro
Chirivella, Néstor Urena, cada uno de mis amigos que
diariamente custodian con su presencia la egregia figura del
Libertador en la Plaza Bolívar de nuestro pueblo,
personalmente les he bautizado como los "Edecanes del
Libertador…", mi más sincero agradecimiento, porque
entre conversaciones sostenidas con ellos me han nutrido de mucha
información relativa al pueblo y de cosas que aquí
acontecieron, son historias pueblerinas que permitirán
incrementar el acervo cultural de cada uno de los integrantes de
las nuevas generaciones sanjoaquineros a través de lo
narrado en este ensayo.

Juan Enrique Laurentín
Rojas

Coronel (Av.)

DEDICATORIA

A mi querida esposa Morella y a mis hijas Jesunneth
y Erika; de igual manera, a todos los habitantes de nuestro
pueblo San Joaquín y en particular a todos aquellos que
compartieron conmigo mucho de lo narrado en el presente
ensayo.

Juan Enrique Laurentín
Rojas

 

 

Autor:

Coronel (AV) Juan Enrique Laurentin
Rojas

San Joaquín, Junio de 1992

Partes: 1, 2, 3
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