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Relación Hegel y Marx: O las oscuras maniobras de la confusión (página 2)




Enviado por Eduardo Daniel Véliz



Partes: 1, 2

G. Hegel es uno de los más reconocidos
representantes del idealismo, corriente filosófica que
tiene sus raíces en la filosofía de Platón,
quien afirmaba, en Menón, la existencia de un
universo de las ideas o formas, que se reflejan de modo
imperfecto por los diferentes objetos que se perciben en la
experiencia común, de modo que, estas formas o ideas, no
son sólo más inteligibles con claridad, sino
también más reales que sus reflejos transitorios y,
en esencia, ilusorios, coherente con las enseñanzas de su
maestro Sócrates, quien
creía en la superioridad de la
discusión sobre la escritura, como consecuencia de la
aplicación de su método inferencial denominado
mayéutica (o arte de "alumbrar" los espíritus),
mediante el cual lograba que sus interlocutores descubrieran la
verdad a partir de ellos mismos, en virtud de lo cual
insistía que podría servir mejor a su polis
dedicándose a la enseñanza y persuadiendo a los
atenienses para que hicieran examen de conciencia y se ocuparan
de su psiquis. La base de sus enseñanzas fue la creencia
en una comprensión objetiva de los conceptos de justicia,
amor y virtud y el conocimiento de uno mismo, razón por la
cual afirmaba que todo vicio es el resultado de la ignorancia y
que ningún individuo desea el mal; a su vez, la virtud es
conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarán de
manera justa.[3] Su lógica hizo
hincapié en la discusión racional y en la
búsqueda de definiciones generales.

A partir de este origen, el desarrollo histórico
de esta corriente reconoce a varias figuras, entre ellas, al
clérigo y filósofo irlandés del
siglo XVIII George Berkeley, en cuyo Tratado sobre los
principios de conocimiento humano
(1710), sostenía
que todos los aspectos de aquello que una persona percibe son en
realidad reducibles a las ideas presentes en su mente, de donde
procede que el observador no hace que existan los objetos
externos, sino que su idea cierta es introducida en la mente
humana de modo directo por Dios, y al filósofo
alemán contemporáneo Immanuel Kant, quien
perfeccionó el idealismo a través de su
análisis crítico sobre los límites del
conocimiento asequible para el ser humano, en Crítica
a la razón pura
(1781) sosteniendo que todo lo que se
puede saber de las cosas es la forma en que se manifiesta su
experiencia, de modo que no hay manera de averiguar lo que son en
esencia. Sin embargo, también consideraba que los
principios básicos de la ciencia se basan en la estructura
de la mente más que en el mundo externo.

Sin embargo, estos antecedentes, hay que sumar otros
elementos provenientes del misticismo, ya que G. Hegel estuvo
influido por Johannes Eckhart (depuración y
negación de la negación y el concepto de
alienación que lleva al éxtasis), y por la
teosofía de Jakob Böhome (coincidencia de los
contrarios) y por el filósofo contemporáneo
Friedric von Schelling. La concepción de J.
Eckhart de la Creación, expresada en Conversaciones
sobre el discernimiento espiritual
(circa 1315), era
platónica, según la cual Dios conoce desde siempre,
en su Verbo, las ideas de todas las criaturas posibles. Por
tanto, la Creación es el paso de esos seres del Universo
real al universo fenoménico de las realidades concretas.
J. Böhome sostenía que la razón humana debe
intentar entender el orden divino, incluso aunque aquélla
no pudiera discernir en su plenitud. La filosofía de von
Schelling equiparaba a Dios con las fuerzas y las leyes del
universo, y en la cual debe colocarse el yo absoluto, a partir de
la cual se puede plantear la libertad como objeto de una
intuición intelectual (La filosofía del
arte
, 1807).

En Fenomenología del espíritu
(1807), G. Hegel induce al lector a iniciar el camino que le
conducirá hasta el saber absoluto, presentando las
diferentes manifestaciones (o fenómenos) del
espíritu, que constituyen la historia-verdad: la
filosofía debe permitir "el avance de la historia".
Metodológicamente,
la dialéctica negativa es la de "la
duda", del escepticismo, cuyo resultado es la nada que revela
como verdad, pero de una negación nace inmediatamente una
nueva forma, a partir de la cual se reinicia un ciclo ascendente.
La dialéctica aparece como la confrontación de la
conciencia con su alteridad, en la cual el sujeto se constituye
en objeto; de modo que es "re-negando" de sí mismo el modo
como se "determina" (la negación de un opuesto, desde la
lógica, constituye una reconciliación, que es la
verdad).

La conciencia sensible es un saber inmediato
fundado por la intuición, mientras la conciencia
perceptiva, que es la aprehensión de "la cosa", unifica lo
múltiple y crea así el objeto. El entendimiento es
una aproximación de la inteligencia, de la ley, una toma
de conciencia de sí, pero desmembrada, por su naturaleza
analítica. De la conciencia se pasa a la "conciencia de
sí" por medio del deseo, donde la razón es la
unificación de la conciencia con la conciencia de
sí, del pensamiento con el objeto, del sujeto con el
objeto. De la razón observante y pasiva, pasamos a la
razón práctica y activa, a partir de la cual cada
uno entra en contradicción con la ley y el curso de la
sociedad. La síntesis
es en la unificación de las razones
individuales, atendiendo a lo universal de la conciencia
colectiva de un pueblo, de modo que, al perder su individualidad,
el individuo es un elemento indiferenciado en la "masa" y la
renuncia de la individualidad es el abandono, la
alienación de los místicos, la liberación
del espíritu y de sí mismo en la ascensión
hacia una unión extática del espíritu
consigo mismo. El saber absoluto es el fin y
objetivo de la historia, que reconciliará a todos los
contrarios en su unidad, allí donde "el espíritu
tenga conciencia de ser espíritu" y logre conocer "como
él es en sí y por sí".

Karl Marx se halla en las antípodas de Geogr
Hegel, porque responde a criterios conceptual y
metodológicamente opuestos. En efecto, si éste se
inscribe dentro del idealismo y asume como procedimiento la
inducción fundada en el apriorismo de las ideas,
aquél adscribe al materialismo y, como mecanismo
inferencial, asume la deducción de base empírica de
donde deriva sus tesis a posteri de fenómenos o
sucesos dados. El materialismo de K. Marx no es un hecho de
generación espontánea, sino que se inscribe en una
tradición filosófica a la que adhirieron, entre
otros, Apolodoro, Horacio, Plinio el Joven, Cicerón,
Plutarco, Lucrecio, Pierre Gassendi, John Locke, Etiene de
Condillac y Ludwig Feuerbach.

Epicuro estudió la filosofía cirenaica de
la experiencia y del placer fundada por Aristipo, y,
posteriormente concretó lo que se conoció como la
"filosofía del jardín", entre cuyas tesis sobresale
la que sostiene que el placer constituye el bien supremo y la
meta más importante de la vida, pero prefiere los placeres
intelectuales a los sensuales, que tienden a perturbar la paz del
espíritu. La verdadera felicidad, según Epicuro,
consiste en la serenidad que resulta del dominio del miedo, es
decir, de los dioses, de la muerte y de la vida futura. El fin
último de toda la especulación epicúrea
sobre la naturaleza es eliminar esos temores. La física
epicúrea es atomista, en la tradición de los
filósofos griegos Leucipo y Demócrito. En tal
sentido, consideró que los cuerpos, algunos son compuestos
y otros son átomos (o indivisibles), elementos estables de
los que están formados los compuestos. El mundo, tal y
como es percibido, es resultado de las rotaciones, colisiones y
agregaciones de esos átomos, que desde una perspectiva
individual sólo poseen forma, tamaño y peso.
así, Epicuro creía en la libertad y que, incluso,
los átomos son libres y se mueven de cuando en cuando con
total espontaneidad; su idea se asemeja al principio de
incertidumbre de la mecánica cuántica.

En biología, Epicuro afirmó que las
fuerzas naturales dan origen a organismos de diferentes clases y
que sólo las clases capaces de superarse a sí
mismas y reproducirse han sobrevivido. La psicología
epicúrea es materialista y sostiene que las sensaciones
son provocadas por un continuo flujo de imágenes o
'ídolos' abandonadas por los cuerpos e impresionadas en
los sentidos, por lo que todas las sensaciones son fiables de una
forma absoluta, el error surge cuando la sensación es
interpretada de modo impropio. Cree que la psiquis está
compuesta de pequeñas partículas distribuidas por
todo el cuerpo, de modo que la disolución del cuerpo con
la muerte conduce a la disolución de la ella, porque no
puede existir fuera del cuerpo; y por ello no hay vida futura
posible, en tanto 'cuando somos, la muerte no es, y cuando
estamos muertos, no somos'. Las referencias de la ética
epicúrea son la justicia, la honestidad y la prudencia, o
el equilibrio entre el placer y el sufrimiento. Epicuro
prefería la amistad al amor, por ser aquella menos
intranquilizadora que éste. Su hedonismo personal
mostró que sólo a través del dominio de
sí mismo, la moderación y el desapego se puede
alcanzar el tipo de tranquilidad que constituye la felicidad
verdadera.

De los trescientos manuscritos de Epicuro, sólo
se conservan tres cartas y algunos fragmentos breves en su
biografía, escrita por Diógenes Laercio. Sin
embargo es a través de Titus Lucrecius Carus, poeta
romano, que se conocen las teorías de Demócrito y
Epicuro mediante su poema didáctico De Rerum
Natura
(De la naturaleza de las cosas, 58 a.C). En
tanto epicúreo, Lucrecio se proponía liberar a la
humanidad del miedo a la muerte y a los dioses, en su
opinión, las principales causas de la infelicidad humana.
Mediante su representación del universo como un conjunto
fortuito de átomos que se movían en el
vacío, su insistencia en el hecho de que el alma no es una
entidad distinta e inmaterial, sino una aleatoria
combinación de átomos que no sobrevive al cuerpo, y
su defensa respecto que los fenómenos terrestres responden
exclusivamente a causas naturales, se proponen demostrar que el
mundo no se rige por el poder divino y, por lo tanto, que el
miedo a lo sobrenatural carece de fundamento. Uno de los pasajes
más famosos de su obra es la descripción de la
evolución de la vida primitiva y el nacimiento de la
civilización.

La primacía del estoicismo (corriente opuesta al
epicureismo), como filosofía oficial del imperio romano,
sumió a la filosofía de Epicuro en el oscurantismo
propiciado por la doble ligadura política en la que se
involucró la filosofía, en tanto patrimonio
cultural clásico enajenado por la Iglesia Católica.
El resurgimiento de esta escuela filosófica será
llevado adelante por Pierre Gassendi, quien, en su libro De
Vita et Moribus Epicuri
(Sobre la vida y la muerte de
Epicuro
), en 1647, da a conocer la reaparición del
materialismo hedonista (subjetivista) su reinserción
dentro de la discusión. Los postulados epicúreos de
P. Gassendi se remontan a sus críticas a
Aristóteles y a la discusión con René
Descartes respecto a la materia, donde se manifestó la
diferencia entre el idealismo de éste y el materialismo de
aquél.

El empirismo de John Locke hizo
hincapié en la importancia de la experiencia de los
sentidos en la búsqueda del conocimiento en vez de la
especulación intuitiva o la deducción. La doctrina
empirista fue expuesta por primera vez por el filósofo y
estadista inglés Francis Bacon a principios del siglo
XVII, pero J. Locke la dotó de una expresión
sistemática en su Ensayo sobre el entendimiento
humano
(1690). En esta obra, el filósofo afirma que
la mente de una persona, en el momento del nacimiento, es como
una tabula rasa, en la cual la experiencia imprime el
conocimiento, de donde proviene su negación a la
intuición o las concepciones innatas. Influido por los
descubrimientos científicos de Christiaan Huygens e Isaac
Newton, J. Locke pensaba que la filosofía tenía que
participar en estos avances, eliminando todas las invenciones y
los conceptos inútiles acumulados durante los siglos
anteriores.

Según el filósofo, las analogías y
las relaciones entre los contenidos del conocimiento son los
elementos que permiten la elaboración de instrumentos
críticos capaces de eliminar los conocimientos
erróneos. Debido a su característico empirismo
analítico, se opuso a las concepciones puramente
mecanicistas y sistemáticas cartesianas, insistiendo en
prescindir de consideraciones a priori, como las formuladas por
René Descartes, y la inexistencia de conocimientos
innatos.

Asimismo, postuló que sensación (o las
"impresiones hechas en nuestros sentidos por los objetos
exteriores") y reflexión (o ideas la "reflexión del
espíritu sobre sus propias operaciones a partir de ideas
de sensación") se basan en la experiencia y en las ideas
simples derivadas de la percepción inmediata de las
excitaciones producidas por los objetos. Seguidamente, precisaba
que las ideas son, ante todo, signos que provienen de la
capacidad de los individuos para representar objetos, del mismo
modo que posee libertad para determinarlos. En tales condiciones,
el intelecto tiende a autodeterminarse, en virtud de lo cual la
identidad del individuo deriva de una toma de conciencia de
sí. Para J. Locke, el conocimiento humano es limitado, y
sólo el conocimiento proporcionado por los sentidos puede
indicar lo que hay de realidad en los objetos. La verdad es
cuestión sólo de palabras, mientras que la realidad
interesa a los sentidos. Para Locke, Dios es el resultado de una
inferencia.

El conjunto de teorías de Étienne Bonnot
de Condillac (1715-1780), es reconocida bajo la
denominación sensacionalismo. Defensor de las
ideas de John Locke, E. de Condillac escribió el
Tratado de las sensaciones, 1754, donde argumenta que
todo el conocimiento humano y todas las experiencias conscientes
derivan tan sólo de la percepción que proporcionan
los sentidos, aceptando la propuesta lockiana de la imposibilidad
de las ideas innatas.

Según Ludwig Feuerbach, el pueblo y sus
necesidades materiales deben ser el fundamento de la
teoría social y política. Los individuos y sus
mentes, dice el filósofo, no son más que productos
de su entorno; la conciencia de una persona es el resultado de la
interacción de sus órganos sensoriales y el mundo
externo. En La esencia del Cristianismo (1841), que la
existencia de la religión sólo es justificable en
tanto satisface una necesidad psicológica, ya que la
preocupación esencial del sujeto guarda relación
consigo mismo y el culto a Dios no consiste más que en la
idealización de si mismo. De tales razonamientos proviene
la célebre e intencionadamente mal interpretada frase de
K. Marx, "la religión es el opio le pueblo", la cual
apunta a la satisfacción de una necesidad sentida por las
clases desposeídas que hallan consuelo en la
religión, del mismo modo que los enfermos de la
época acudían al láudano para mitigar sus
dolencias. Del mismo modo, el concepto
"alienación" proviene de este filósofo y
no, como erróneamente se pretende, de la filosofía
hegeliana. En este sentido el término apunta a
Veräussem en el doble sentido de evasión y
expropiación, en tanto la liberación concebida por
la religiosidad cristiana involucra el embargo de su
condición de libertad mediante una subordinación a
la voluntad de la deidad, mientras que el vocablo seleccionado
por Hegel hace alusión a Entfremdung
(alienación) y su correlativos Entäusserung
y Entfremdete (alienamiento y alienado) que se asocian
al acto de extrañamiento (desprendimiento) del
espíritu con relación al cuerpo, propio de las
concepciones místicas.

El desarrollo de la enciclopedia es una función
políticamente determinada y comporta un proceso selectivo
definido a partir de las necesidades que motivan su
enunciación. Tal es el caso de la tradicional
presentación de El manifiesto del Partido
Comunista
(1848) y El Capital, como las
publicaciones más reconocidas de Karl Marx. Si se tiene en
cuenta el proceso de demonización que, por casi noventa
años, se llevó a cabo respecto de la obra del
pensador, la selección es sospechosa, más
aún cuando se tiene en cuenta que constituyen la primera y
la última de las producciones y que para la
comprensión cabal de esta última hay que conocer el
contenido de dos libros que componen los constituyentes
teóricos aplicados en ella: La ideología
alemana
(en coautoría con Friedrich Engels, circa
1845, edición: 1932) y Contribuciones a la
crítica de la economía política

(1859)

El primero de los enunciados es la cristalización
de las conclusiones a las que arribaran ambos autores por
separado y cuya redacción manuscrita tuvo lugar en
Bélgica. Contra todo parecer idealista La
ideología alemana
es lo que el sustantivo griego
indica, estudio de las ideas alemanas de la época,
organizándose como una refutación paródica
de las concepciones propugnadas por pensadores alemanes
contemporáneos Bruno Bauer, Max Stiner, Karl Grün y
Geogr Kuhlmann de Holstein.

Karl Marx sostiene que la historia del hombre en
sociedad se resume en la relación
hombre-naturaleza-hombre, en virtud de lo cual, la Historia es un
producto derivado de la mediación del trabajo que pone en
relación al hombre con la naturaleza y al hombre con los
otros hombres. La Historia es, por lo tanto, la del proceso en el
cual el hombre hace y se hace a partir de las mediaciones que se
derivan del reconocimiento de su necesidad. Esto significa que
procede de las relaciones que se tejen a tenor de las necesidades
de subsistencia bajo la forma de fuerzas productivas, cuyo
desarrollo y enajenación determina la progresión
del quehacer existencial, en tanto y en cuanto estas maniobras
inducen formas concretas de organización y
definición social. Desarrollo y tenencia de medios de
producción comportan una ordenación de los
individuos implicados, cuya dinámica es de naturaleza
dialéctica, pero articulada en torno a las coyunturas
derivadas de una existencia material concreta.

En tal sentido, la Historia no tiene un fundamento
diferente del resto de la realidad y, teniendo en cuenta que
ésta es dialéctica, posee un devenir que cristaliza
no bajo la forma descendente (desde la trascendencia a la
materia, sino inversa), de donde proviene su carácter
materialista. Así, el método "dialéctico" y
su aplicación en Marx se inscribe en la tradición
epicúrea. En diversos autores hay una tendencia a sostener
que el materialismo histórico es la aplicación a la
Historia de una doctrina, lo cual es falso, porque, en primer
lugar, el materialismo histórico es un método
fundado en la dialéctica y no una opinión; en
segundo lugar, porque, el carácter negativo es una
consecuencia lógica, derivada de su propia posición
epistemológica, que lo lleva a rechazar todo dato eterno o
trascendente a la experiencia sensible. En la medida que el
método de Karl Marx se constituye sobre la inferencia
deductiva de base empírica, es inherente a su
condición rechazar toda lectura de la Historia que no
parta de hecho histórico dado.

La negación a toda investigación
histórica basada en el reconocimiento de un sujeto
trascendente (Dios, Providencia, Espíritu), o la
negación del sujeto como instancia material y social por
medio de un objetivismo abstracto cristalizado en ideas del
hombre, nociones, Estados, Imperios, Iglesias, etc., ponen en
evidencia su rechazo al idealismo y, especialmente, al que
constituye basamento metodológico de la filosofía
hegeliana de la Historia, que la convierte en la historia del
Espíritu y que pretende reducir todo lo real a
objetivaciones sucesivas del Espíritu. En esa línea
también niega la 'historia filosófica' de Bruno
Bauer, para quien la Historia se reduce a batallas de
ideas.

En La ideología alemana, K. Marx
sostiene que, para que la Historia sea real y fiel, hay que
remontarse al que el hombre realiza y, por ello, le hace
diferente del resto de los animales: la producción de
objetos para la satisfacción de sus necesidades. La
dialéctica necesidad – satisfacción, generada
a partir de la satisfacción, generó, en su
evolución, una complicación inherente a la
extensión y complejidad de los procesos de intercambio que
de ella se derivaron, formulando y reformulando de consuno formas
sociales propias a cada fase del desarrollo, pero, en el
fundamento, siempre se encuentra el hombre. Consecuentemente, la
historia humana es social y, por ello, no puede hablar más
que del hombre. Si la Historia pretende dar cuenta de hechos
humanos haciendo abstracción de ese hecho histórico
fundamental, no puede atribuir las causas de los actos humanos
más que a ficciones o a hechos derivados.

Karl Marx rechaza que exista, fuera de la progresiva
autocreación del hombre, una conciencia totalmente pura,
perfecta, que concentra en sí misma todas sus
determinaciones y que se constituye como entidad supraterrenal
desligada del hombre hombre. El ser está
históricamente determinado, es decir, económica y
socialmente, en virtud de lo cual, la conciencia es un producto
social y lo seguirá siendo mientras existan los seres
humanos, por ello es el ser que determina la conciencia y no a la
inversa, como indicaba G. Hegel en Filosofía de la
Historia
, en tanto, en la fase capitalista, el desarrollo de
la conciencia se encuentra ligado a la riqueza de sus relaciones
sociales y a las alienaciones materiales, como productor de
trabajo mercancía, y simbólicas, derivadas de las
ilusiones inducidas por la cultura propalada por las clases
dominantes.

Los procesos de determinación ejercidos por las
operaciones de producción, en las que se articulan medios
y prácticas, (infraestructura) y las formas de la cultura,
(moral, religión, leyes, artes) comportan la
condición dada, en la cual se produce la
constitución del ser. Ello implica que los grados
relativos en las que se expresan estos procesos ponen en
evidencia que "… la humanidad se propone siempre
únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues…
estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo
menos, se están gestando las condiciones materiales para
su realización…", según lo expresa en
Contribución a la crítica de la economía
política.

Conclusiones

Nótese la correlación conceptual entre los
filósofos: en Platón las ideas son más
reales que sus "simulacros" administrados por una entidad
subordinada a aquéllas, el "demiurgo". Por su
condición particular, las ideas existen en la mente de
cada individuo, en estado letárgico, y se debe recurrir a
un método, para que se produzca su reminiscencia. En G.
Berkeley, la idea cierta es introducida por otra entidad
directamente en la mente humana, de manera que Dios asume la
administración de las ideas, subordinándolas y, por
medio de ellas, sometiendo a los hombres a su voluntad,
concepción subsidiaria a la manifestada con
antelación por J. Eckart. La tesis sostenida por I. Kant
consiste en que resulta posible formular juicio sintéticos
a priori, de donde deriva su trascendentalismo, es decir, su
concepción que existe una realidad superior a la adquirida
mediante la experiencia de los sentidos o una clase superior de
conocimiento que el logrado por la razón, lo cual pone en
evidencia la influencia de ciertos postulados de J. Böhome.
I. Kant sostiene que los objetos, en sí mismos, no tienen
existencia, y el espacio y el tiempo pertenecen a la realidad
sólo como parte de la mente, como intuiciones con las que
las percepciones son medidas y valoradas, razonamientos que
habrán de encontrarse nuevamente en G. Hegel, en cuya
"fenomenología del espíritu" coinciden
filosofía y misticismo, en un retorno renovado al
postulado socrático "conócete a ti mismo", pero con
el propósito implícito de consolidar la
individualidad asociada bajo la concepción impulsada por
la clase que cristaliza su dominación: la
burguesía.

Si se tiene en cuenta la presencia de la mente, como
instancia necesaria para que la idea se corporice con o sin la
intervención de entidad mediadora entre el elemento
trascendente y el que lo materializa, la filosofía de G.
Hegel no sólo es idealista, sino también que, de
ella, deriva su ámbito de resolución, el universo
de las elaboraciones in abstracto, en cuyo campo puede
producirse el proceso de re – negación,
aspecto que subyace al desarrollo de cierto "contrato social",
producto que ficticiamente escamotea la existencia de una
situación dada, un estado determinado de las cosas, el
statu quo, de donde procede la naturaleza conservadora
de la filosofía hegeliana con arreglo al individualismo
del Absoluto, el Estado, figura supraindividual en cuya potestad
coinciden los diversos individualismos de la sociedad moderna, de
conformidad con las formas de organización social
derivadas de la nueva fase de la Revolución
Industrial.

Cuando se pone en relación los textos de Karl
Marx con sus predecesores, se hace evidente la correlación
histórica por medio de la cual se mantiene el paradigma de
filosofía de Epicuro. La sustentación de las
indagaciones en los aspectos materiales y la negación de
la subordinación del hombre a otra entidad que no sea
él mismo, del mismo modo que la aplicación de un
método dialéctico basado en la preexistencia de
hechos empíricamente comprobados, da cuenta de una
filosofía de la práctica, de cuya reflexión
procede un conocimiento deductivo y, por lo tanto, provisto de
capacidad predictiva, cualidad que ha permitido la supervivencia
de este paradigma filosófico de las contingencias
políticas.

La correlación entre los objetivos de Epicuro de
liberación del miedo, la consubstanciación de la
filosofía con los adelantos de la ciencia y la
negación de la confusión de los hechos materiales y
asequibles con entidades abstractas de John Locke, el
materialismo y el concepto de alienación de L. Feuerbach,
distinto al de G. Hegel, y las tesis respecto de la
constitución de la conciencia y los mecanismos de
determinación articulados por las condiciones materiales
de existencia, demuestran la naturaleza subjetiva de este modelo
filosófico, en cuyo centro se halla el hombre. En
consecuencia, la filosofía de Karl Marx emerge en
condiciones concretas de enunciación, cuando el modelo de
producción ha evolucionado a la forma de capitalismo
industrial, razón por la cual, la funcionalidad de la
filosofía de K. Marx compone un cuerpo conceptual
destinado a favorecer la libertad del hombre desprovista de
subordinación a abstracciones tales como el
Estado.

Bibliografía
consultada

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Autor:

Aeropagus

[1] Contingencia, hegemonía,
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izquierda. FCE. Buenos Aires, 2000.

[2] Wittgenstein, Ludwig J.
(1921):Tractatus logico – philosophicus. Cátedra.
Madrid, 1978.

[3] Contemporánea a la escuela de
Sócrates se desarrolló la escuela cínica
de filosofía, fundada por Antístenes, que
consideraba a la felicidad como alcanzable sólo a
través de la virtud, censuraba el arte y la literatura,
condenaba el lujo y la comodidad, y alababa el trabajo duro.
Los cínicos afirmaban que la civilización, con
todos sus problemas, era algo artificial y antinatural y que
debía considerarse con desprecio. En consecuencia,
proponían un retorno a la vida natural, que ellos
equiparaban a una existencia simple, y afirmaban que la
felicidad completa sólo puede lograrse a través
de la auto-suficiencia, ya que la independencia es el verdadero
bien y no las riquezas o la lujuria. De esta escuela
derivará el estoicismo, fundamento del desarrollo de una
teoría del derecho natural, influyente considerable de
la jurisprudencia romana.

Partes: 1, 2
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