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El replanteamiento de la Izquierda en América Latina (página 2)




Enviado por Oguer Reyes



Partes: 1, 2

Esta dependencia en términos económicos
cumplía varios objetivos, entre ellos uno de
carácter geopolítico como era el de mantener en una
situación de subordinación a nuestros países
en virtud de factores comerciales y tecnológicos para
poder controlar nuestra producción y, por medio del
chantaje económico, financiero y tecnológico, poder
explotar a nuestras naciones.

El factor tecnológico, así como la
generación del conocimiento en nuestra región
fueron puestos a un lado por parte de las oligarquías
gobernantes a la hora de definir el diseño estructural de
las sociedades y las economías de nuestros países.
El desarrollo industrial se enfocaba esencialmente en la
importación de tecnología para la producción
manufacturera y de materias primas sin destinar recursos
suficientes para la investigación para desarrollo de
tecnologías propias en la región.

La educación tampoco ocupó un lugar
importante dentro de las prioridades económicas e
institucionales de los países latinoamericanos a lo largo
de estas décadas. El diseño de políticas
públicas estaba por completo bajo el control de las
oligarquías locales, a las que en nada favorecía
que el proletariado latinoamericano llegara a alcanzar los
niveles de desarrollo educativo que le permitiera aspirar a
niveles superiores de prosperidad económica.

Por consiguiente, la arquitectura económica
latinoamericana estaba diseñada para favorecer la
transferencia de valor de nuestras economías hacia las
más desarrolladas; cerrando con ello toda posibilidad real
de desarrollo en nuestras naciones. Las materias primas y
productos elaborados en nuestros países fluctuaban al
vaivén de las condiciones monetarias que imponían y
siguen imponiendo los países desarrollados a través
del injusto sistema de comercio mundial establecido, el que no
equipara el valor de lo producido con el medio de cambio
nominal–las diferentes divisas— con que se les retribuye a los
países productores. Esta situación ha sido
denunciada, en la actualidad, durante una cumbre del ALBA
(Alternativa Bolivariana para las Américas) por el
presidente Venezolano, Hugo Chávez; quien parafraseando al
comandante Fidel Castro afirmó que: "Estados Unidos ha
comprado la mitad del planeta con papel moneda que no tiene
ningún valor"

La producción de valor en las economías
latinoamericanas ha sido manejada según la estricta
conveniencia de los países desarrollados con
vocación imperialista, sobre todo Estados Unidos. El
precio que pagan por nuestros productos no retribuye el valor que
en ellos les transferimos. El precio de nuestros productos no es
más que un simple resultado del complejo juego de
especulaciones en los mercados mundiales que manejan a su antojo
los que poseen el capital financiero que ahoga todas nuestras
posibilidades de desarrollo sobre la base del valor que nuestras
economías producen.

Desde los años sesenta hasta los noventa la
definición de la estructura económica de la
región latinoamericana tomó en consideración
también las conveniencias de los gobiernos
oligárquicos y los intereses geopolíticos del
imperialismo norteamericano en nuestra región. La
izquierda no tuvo el más mínimo espacio para
aportar su visión de la organización
política y económica que necesitaban nuestros
países para alcanzar la meta del desarrollo.

El monetarismo y sus expresiones más radicales de
tipo neoliberal no han hecho más que exacerbar la
creciente desigualdad en el comercio internacional perjudicando
sustancialmente a los países productores de materias
primas como es el caso de muchos de nuestros
países.

En los años noventa, tras años de
desajustes económicos en la región latinoamericana
que nos condujeron a una situación regional
catastrófica en términos económicos, se
implementó una serie de reformas estructurales que
afectaron, sobre todo, la composición del Estado y el rol
que éste debía jugar dentro de la economía
de cada uno de los países de nuestra región. El
Estado era, para los apóstoles del neoliberalismo, parte
del problema y no de la solución. Privatización era
la panacea que resolvería todos los problemas de nuestras
economías y de nuestras sociedades, según ellos.
Finalmente, formularon su planteamiento de libre e irrestricto
mercado y lo elevaron al nivel de doctrina con el tristemente
célebre Consenso de Washington; mismo que provocó
una profunda crisis regional en términos sociales y de
desarrollo humano.

Breve perfil
político de
América Latina desde los años
sesenta hasta la actualidad

La década del sesenta fue una época de
mucho movimiento, cambio y replanteamiento del sistema
capitalista mundial. Los países del Tercer Mundo
también buscaron, a su vez, redefinir su situación
y sus condiciones en la búsqueda de mejorar sus
estándares de vida.

En el caso de Latinoamérica, este proceso de
replanteamiento económico y la definición
estructural del aparato productivo e industrial se formuló
en términos excluyentes para las clases sociales
más desfavorecidas.

La lógica del desarrollo que impusieron los
gobiernos oligárquicos con un enfoque eminentemente
burgués, desde los años sesenta hasta finales de
los noventa en nuestra región, propició las
condiciones para agravar la fractura social que se
acrecentaría con el pasar de los años y
tendría devastadores efectos en los indicadores de
desarrollo humano en la región.

En muchos de los países latinoamericanos los
gobiernos oligárquicos favorecieron la
industrialización de ciertos sectores económicos
que se convirtieron en motores importantes para las
economías nacionales, pero cuyos beneficios en
términos de valor agregado a la producción nacional
no se distribuyeron de manera equitativa; por el contrario,
reforzaron la tendencia hacia la concentración del capital
en manos de pequeños grupos burgueses que controlaban los
destinos políticos y económicos de nuestros
pueblos.

La exclusión social fue el común
denominador de las políticas públicas de la
mayoría de los gobiernos latinoamericanos durante esas
tres décadas. La inversión pública en
sectores sociales como educación, salud y desarrollo de
tecnologías fue completamente marginal. Como producto de
esta falta de interés en términos de
inversión social para el desarrollo, América Latina
enfrentaba aún en el año 2000 sustanciales
problemas de cobertura educativa básica. En la
mayoría de los países la cobertura de
educación pública de carácter obligatorio
tan sólo alcanzaba el nivel de primaria superior;
solamente algunos países, cuyas economías son de
las más robustas en nuestra región, como
México, Chile y Argentina, además de otros
pequeños países como Costa Rica, que han formulado
políticas públicas de inversión en
educación a largo plazo, han podido extender la cobertura
educativa de carácter obligatorio al nivel de
educación secundaria.

La desigualdad social y la exclusión de la clases
proletarias en nuestra región se vio exacerbada durante la
década del noventa debido a la ola de reformas de primera
y segunda generación que impusieron los organismos
financieros internacionales y que impulsó un proceso de
privatización generalizado en todos los sectores
económicos en donde el Estado tenía presencia a
través de las empresas paraestatales.

Este proceso de privatización fue
acompañado de radicales programas de ajuste estructural
del sector público que imponían severas
restricciones a la asignación de recursos presupuestarios
en sectores de desarrollo social y humano. La clase proletaria
latinoamericana terminó pagando el elevado costo social de
estas olas de reformas, de este ajuste estructural y del
saneamiento macroeconómico en la mayoría de los
países.

En el pleno apogeo del neoliberalismo en América
Latina, los movimientos de izquierda en muchos de nuestros
países sufrieron una suerte de recomposición y
redefinición de sus roles y enfoques de
participación en el espectro político de cada
país; lo que les llevó a depurar sus estructuras en
función de perfiles más o menos radicales;
más o menos tendientes al centro o a la
socialdemocracia.

En la mayor parte de los países latinoamericanos
los partidos políticos de tendencia izquierdista fueron
también víctimas, en la década del noventa,
de abiertas campañas intervencionistas de parte del
imperialismo norteamericano que buscaban impedir el ascenso al
poder de todo partido político que no estuviera alineado
con la derecha; tales fueron los casos de las abiertas
campañas en contra del Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN), en Nicaragua; o bien, del
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
(FMLN), en el Salvador, en donde las embajadas norteamericanas
participaron abiertamente en contra de dichos partidos en un acto
descaradamente intervencionista en los asuntos internos de ambos
países.

A finales de la década del noventa las clases
proletarias latinoamericanas comenzaron a cobrar factura a los
desgastados partidos políticos derechistas por todas las
décadas de exclusión y falta de inversión
social eligiendo, mediante mecanismos democráticos, a
gobiernos de corte progresista como el movimiento bolivariano del
Presidente Hugo Chávez de Venezuela en 1998, con el que se
inicia una nueva tendencia de abierto rechazo a las
políticas intervencionistas norteamericanas en la
región, hecho que alentó a otros movimientos de
izquierda en Ecuador, Bolivia y Nicaragua a alcanzar el poder por
la vía democrática.

La Revolución Bolivariana que comienza a impulsar
el presidente Chávez en la región se enfoca en los
problemas centrales del desarrollo de los pueblos
latinoamericanos como es la desigualdad social, la falta de
oportunidades, la falta de inversión en educación,
salud y la ausencia del Estado en su rol de redistribuidor
equitativo de la riqueza.

La dialéctica de los valores, entendida desde la
perspectiva bolivariana, busca encontrar un equilibrio entre el
valor producido y la remuneración otorgada a los agentes
más importantes del proceso productivo: la clase
trabajadora.

En este contexto político surge un nuevo
desafío para la izquierda en nuestra región que se
plantea en dos alternativas; la primera, que consiste en
enfocarse en una revolución social y económica que
revierta los patrones de intercambio y la transferencia de
valores de una clase social explotada (el proletariado) hacia una
clase privilegiada poseedora de los medios de producción
(las oligarquías locales). El segundo enfoque es el de una
izquierda moderada que busca hacer ajustes estructurales
importantes provocando un cambio gradual en el proceso productivo
y de desarrollo social en la región para reducir la
desigualdad.

Intervención del imperialismo
norteamericano en América Latina

La historia reciente de América Latina, tras
alcanzar su independencia del imperio español, ha estado
marcada, indiscutiblemente, por la intervención
imperialista de Estados Unidos en los asuntos internos de
nuestros países. América Latina cuenta en su
historia múltiples episodios de invasiones, ocupaciones
militares, despojo territorial– como en el caso de
México—por parte del imperialismo norteamericano
desde el siglo XIX. Nuestra región ha venido padeciendo la
política expansionista de Estados Unidos; lo que no le ha
permitido encontrar su propio derrotero hacia el desarrollo
integral. En épocas más recientes de nuestra
historia como región hemos sufrido diversos episodios de
represión por parte de Estados Unidos como el de la
fallida operación de Bahía de Cochinos contra la
revolución cubana; ejecutada por las fuerzas mercenarias
del imperialismo norteamericano. Así también, la
guerra de baja intensidad financiada por Estados Unidos en contra
de la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua y que fue
evidenciada con el escándalo Irán-contras, durante
la administración Reagan, y por la cual los tribunales
internacionales condenaron a Estados Unidos a indemnizar al
pueblo de Nicaragua hasta por la suma de diecisiete mil millones
de dólares por los daños que esta guerra
provocó en la infraestructura productiva y de
comunicaciones en el país; también por los
profundos efectos colaterales en la economía que
dejó en este país centroamericano. El cumplimiento
de esta sentencia se sigue esperando aún en la
actualidad.

Así mismo, el rastro intervencionista del imperio
norteamericano se dejó sentir en Panamá con la
invasión a finales de los años ochenta,
también con el financiamiento y abierta protección
al terrorismo en contra de la Revolución Cubana ejecutado
por mercenarios como Luis Posada Carriles durante más de
veinte años.

Históricamente, el imperialismo norteamericano ha
optado por los mecanismos de represión para apuntalar su
completo dominio sobre América Latina. La
contribución de los gobiernos pro imperialistas
jugó un papel determinante en el proceso represivo que se
llevó a cabo en los años setenta y que
continuó aún en los años ochenta en contra
de la izquierda latinoamericana.

Con el propósito de controlar y dirigir la
persecución y exterminio de los movimientos de izquierda
en la región; quienes eran considerados como "blancos
subversivos" por el imperio norteamericano, la Central de
Inteligencia Americana (CIA) penetró el entramado
institucional de la mayoría de los países
latinoamericanos para coordinar la estrategia que
pretendía contener la ola progresista que se estaba
gestando desde la clandestinidad, al margen de cualquier
oportunidad de participación en el sistema político
de los diferentes países.

La violenta represión que llevó a cabo el
imperialismo norteamericano en Latinoamérica tuvo cruentos
episodios como la famosa Operación Fénix, que se
llevó a cabo en Ecuador, en tiempos de la Guerra
Fría. Esta operación pretendía la
eliminación física de opositores con el fin de
utilizarlos para infundir miedo y aplacar la creciente ola de
resentimientos y reclamos por parte de los pueblos
latinoamericanos en contra de la recrudecida e inhumana
dominación imperialista norteamericana, a través de
gobiernos oligarcas, en nuestra región. Este tipo de
operaciones estaban inspiradas en el decreto Noche y Niebla de
Adolf Hitler.

Otra de las operaciones de persecución y
exterminio de opositores en Latinoamérica fue la famosa
Operación Cóndor. Ésta fue una
operación similar a la que se implementó en Italia
en los años setenta cuyo nombre era Operación
Gladio; y, en el marco de esta operación secuestraron,
torturaron y asesinaron a dirigentes y militantes de izquierda en
Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Esta
operación se puso a punto a inicios de 1974 durante la
reunión que sostuvieron los altos mandos de las fuerzas
militares y de seguridad pública de todos estos
países en la ciudad de Buenos Aires. La CIA estuvo,
detrás de estas operaciones, brindando el apoyo
estratégico necesario para la definición y
ubicación de "blancos subversivos" que debían ser
"eliminados".

En Brasil, para asegurar la cruenta represión a
los movimientos izquierdistas, el imperialismo norteamericano no
tuvo necesidad de tener una presencia destacada, puesto que la
dictadura militar, que prevaleció con mucha fuerza hasta
1985, supo cumplir a cabalidad con la tarea de exterminio de los
"blancos subversivos" en ese país.

Según los "Archivos del Terror", descubiertos por
Martín Almada en la ciudad de Lambaré, Paraguay, en
1992; el saldo de la Operación Cóndor fue de al
menos cincuenta mil muertos, treinta mil desaparecidos,
cuatrocientos mil presos y cuatro millones de exiliados en
América Latina.

En medio de este contexto de persecución, la
izquierda, como opción ideológica y alternativa
política, tuvo que adaptarse a la lucha clandestina para
poder sobrevivir. Es por ello que, tomando en cuenta las extremas
dificultades que enfrentaban todos los movimientos progresistas
latinoamericanos para fabricarse espacios políticos,
resulta ser un ícono primordial de la lucha de los pueblos
latinoamericanos por salir del alero del imperio norteamericano,
el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en la
Nicaragua de finales de la década del setenta.

La
Revolución Popular Sandinista:
análisis de un
proyecto marxista-leninista

A partir del triunfo de la Revolución Popular
Sandinista (RPS) se inició en América latina uno de
los proyectos revolucionarios más importantes en la
historia de nuestra región. Al asumir el mando del
país la dirigencia revolucionaria tenía ante
sí un enorme reto puesto que el proyecto revolucionario
pretendía profundas transformaciones sociales,
económicas y políticas que resultarían muy
difíciles de implementar en el país
centroamericano.

El contexto histórico en el que la RPS
irrumpió en la realidad nicaragüense era muy
complejo. El país estaba sensiblemente afectado en su
infraestructura económica y desgarrado en su tejido social
en virtud de la prolongada guerra civil que se había
venido desarrollando desde años atrás, y, debido
también a que en el auge de la insurrección popular
generalizada la economía nicaragüense se había
visto casi paralizada, al igual que las obras de
reconstrucción en la capital, Managua, tras el devastador
terremoto ocurrido en diciembre de 1972.

En este difícil contexto económico le
tocó asumir el gobierno y el control del Estado a la junta
de Gobierno Revolucionario. En el terreno social, la RPS
encontró una sociedad profundamente dividida por la
desigualdad y la marginación sistemática hacia las
clases populares. La sociedad nicaragüense que había
sufrido por muchos años la represión dictatorial y
sus políticas de exclusión en términos de
desarrollo social equitativo se encontraba, al momento del
triunfo revolucionario, en una situación de pobreza muy
grave y con el acceso casi nulo a las oportunidades de
educación básica.

La organización de los distintos sectores
industriales estaba en concordancia con los intereses exclusivos
de la oligarquía burguesa nacional que compartía,
corruptamente, con la camarilla de altos funcionarios del
régimen somocista los beneficios acumulados como producto
de la explotación inmisericorde de las clases proletarias
y del campesinado nicaragüense.

En cuanto a la organización de los medios de
producción para la agricultura, la sociedad
nicaragüense pre-revolucionaria se regía por esquemas
de producción feudales en el que los campesinos no
tenían la más remota esperanza de llegar,
algún día, a poseer la tierra que ellos mismos
hacían producir y cuyo trabajo y la plusvalía que
éste generaba les eran sistemáticamente arrebatados
para mantenerlos, permanentemente, en situación de
pobreza.

El proceso revolucionario que iniciaba con el triunfo de
la guerrilla sandinista, en julio de 1979, tenía delante
de sí el enorme desafío de demostrar ante el mundo,
y principalmente, ante el subcontinente latinoamericano que un
cambio radical y brusco podía operarse en un país
para reconducirlo hacia la senda de la justicia social y a la
instauración de un nuevo orden social y económico
que borrara las diferencias de clase y la desigualdad social como
base del sistema de desarrollo de un Estado. La RPS se
convirtió en un laboratorio para toda Latinoamérica
y para el resto del mundo en el cual se debía poner a
prueba la construcción de un sistema alternativo al brutal
capitalismo neoliberal que ya había cimentado sus bases en
la región.

El planteamiento
social de la revolución

La RPS adoptó, desde sus inicios una serie de
iniciativas que iban en pro del desarrollo social de las clases
empobrecidas de Nicaragua. El primer gran esfuerzo impulsado por
la dirigencia revolucionaria fue la Campaña Nacional de
Alfabetización, la que en unos pocos meses logró
reducir a niveles mínimos la tasa de analfabetismo en el
país; misma que se mantuvo muy elevada a lo largo de los
más de cuarenta años de régimen dictatorial
por parte de la familia Somoza.

Otro elemento novedoso y muy positivo que trajo la RPS
fue el vigoroso impulso hacia el cooperativismo y el sindicalismo
a nivel nacional. En todos los entes productivos estatales y los
pocos entes privados que aún existían tras el
triunfo de la revolución, los trabajadores fueron llamados
a organizarse para la defensa de sus derechos.

Otra de las iniciativas que trajo importantes cambios
sociales fue la integración plena de la mujer a las
labores productivas y a la sociedad en su conjunto. Las mujeres
también contaron con el apoyo institucional necesario para
crear lazos asociativos y toda una infraestructura organizativa
que agremió a miles de mujeres en función de sus
intereses de grupo; ya sea desde una perspectiva laboral, social
o cultural.

Dentro de las muchas iniciativas de
transformación social de la RPS, la promoción y
difusión masiva de la cultura fue un pilar fundamental en
la búsqueda del desarrollo humano integral. Dentro de este
enfoque se masificó el acceso popular a todos los niveles
educativos; desde la educación elemental hasta la
educación superior. Las universidades nicaragüenses,
por primera vez en la historia, abrieron sus puertas de manera
masiva a los estudiantes más pobres del país;
quienes no tenían que pagar absolutamente nada por recibir
la oportunidad de estudiar una carrera profesional.

Todas estas iniciativas sociales de tipo progresista
incomodaron, lógicamente, a los grupos oligárquicos
que habían disfrutado por muchas décadas de un
status quo que les garantizaba una posición de dominio y
explotación sobre el proletariado
nicaragüense.

Muy temprano, dentro de este proceso revolucionario,
comenzaron a manifestarse las resistencias de la clase burguesa
oligárquica que veía cómo sus privilegios
eran barridos por el vigoroso proceso de cambio que se estaba
estableciendo y potenciando de parte de la RPS

Al incrementarse la presión interna, y, al mismo
tiempo experimentarse el recrudecimiento de la presión
externa ejercida por el imperialismo norteamericano mediante una
guerra de agresión impuesta a la revolución, la
alta dirigencia revolucionaria comenzó a perder el enfoque
de desarrollo humano integral que pretendía para la
sociedad y fue adoptando, poco a poco, medidas restrictivas de
algunos derechos a la población–en un primer momento–
para luego convertirse en un proceso despiadado de
represión popular, igual o peor que el que había
por años establecido la dictadura militar
somocista.

Esta serie de medidas de represión y exterminio
de opositores a la revolución provocó el fracaso
social de la RPS. Los episodios más tristes de la
violencia revolucionaria desatada en contra del pueblo
nicaragüense sucedieron en la región caribeña;
sobre todo en contra de las etnias afro-nicaragüenses que
fueron brutalmente masacradas durante la tristemente
célebre Operación Navidad Roja, misma que
implicó la violenta reubicación de 42 comunidades
étnicas de la franja fronteriza con Honduras hacia el
interior del país. Este fue un acto brutal no muy distante
de los famosos Campos de Concentración Nazi.

Las reformas sociales pronto fueron opacadas por la
barbarie revolucionaria ejercida, sin piedad alguna, contra el
pueblo mediante los organismos oficiales de represión:
Policía Sandinista, Ejército Popular Sandinista,
Ministerio del Interior y, la más brutal de todas, la
Dirección General de Seguridad del Estado.

Se cumplía, de este modo, con un enfoque
leninista del Estado que la alta dirigencia de la RPS estaba
aplicando con todo rigor. El Estado se convertía en
opresor del mismo pueblo, pero en el entendido de que esta
represión, desde una postura leninista, era por el bien
del mismo pueblo.

De una manera general, la justificación que dio
sustento moral a la RPS fue, principalmente, la injusticia social
que promovía la dictadura somocista y el anhelo de
construcción de una nueva sociedad bajo nuevos ideales de
justicia, desarrollo social, integración plena de los
sectores marginados a la dinámica socioeconómica
del país; todo ello en con el fin de convertirlos,
fundamentalmente, en partícipes de la riqueza que el
país producía. Toda esta aproximación hacia
un enfoque de progreso revolucionario quedó, simplemente,
reducida a un mero postulado filosófico-sociológico
que no pudo ser llevado a la práctica debido a la
tensión a que fue sometida la RPS desde adentro;
así como a la intensa presión externa ejercida por
el imperialismo norteamericano.La exclusión social, la
marginación económica y la represión
institucional en contra del pueblo siguieron siendo los males
perennes del pueblo nicaragüense aún bajo el
régimen revolucionario. La fractura social continuó
agravándose durante el período revolucionario y es
tan evidente hoy, como lo fue en el pasado, sin importar los
colores políticos de los gobiernos de entonces;
independientemente de su filosofía sobre el ejercicio del
poder. La RPS fue un desalentador fracaso para los movimientos
izquierdistas que creían firmemente en un modelo de
sociedad de corte marxista-leninista en América
Latina.

El enfoque
económico revolucionario

Desde el punto de vista económico, la RPS
impulsó una serie de cambios que estaban acordes con los
postulados marxistas sobre la relación de
explotación, mediante el instrumento del dinero, que
subsiste en las relaciones de producción en el modelo
capitalista.

Una de las primeras iniciativas que tomó la RPS
fue la de llevar la presencia del Estado a todos los niveles del
sistema productivo del país. La nacionalización
masiva de las principales empresas que producían en los
sectores industriales más importantes del país
llevó a la conformación de un gigantesco consorcio
empresarial estatal administrado por la CORNAP
(Corporación estatal de gestión para las empresas
públicas).

Con medidas de este tipo, el Estado pasaba a ser
dueño de la casi totalidad de los medios de
producción y, por consiguiente, podía corregir la
desigualdad existente entre el salario que se pagaba al
proletariado—que según la teoría marxista es
el mejor instrumento de explotación—y el valor
generado en el proceso de producción.

La RPS, una vez en posesión de los medios de
producción, inició el proceso de
planificación económica en función de las
prioridades estratégicas de la revolución, mas no
en función de las necesidades urgentes de la
población. Este fue el primer error de enfoque, desde la
perspectiva económica, que cometió la RPS. La RPS
tenía entre sus mayores prioridades estratégicas la
consolidación de su alianza
político-ideológica con el bloque de países
socialistas conformado por la URSS, no así el brindar una
respuesta congruente al problema económico planteado a
nivel doméstico. La formulación de las
políticas centrales de planificación
económica enfocaron las variables principales del problema
económico (qué, cuánto, cómo y para
quién producir) hacia afuera; hacia las necesidades de su
entonces principal socio político, la URSS. Esto
representó un simple cambio de polo en términos de
dependencia económica y política.

La guerra contrarrevolucionaria vino a evidenciar y
marcar las fallas del modelo de planificación
económica de la RPS, puesto que amplias zonas productivas
fueron inutilizadas debido al conflicto armado. En el
ámbito industrial, una renovación
tecnológica se operó a todos los niveles de la
industria nacional optándose por la importación de
tecnología soviética. Este costoso reemplazo
tecnológico provocó un exponencial aumento en la
deuda externa de este país centroamericano.

La caída en los niveles de producción
agrícola provocó un prolongado desabasto de
alimentos básicos y el Estado tuvo que implementar un duro
racionamiento de alimentos. Sumado a ello, la infraestructura de
comunicación se deterioró sensiblemente lo que
provocó aumento en los costos de logística para
mantener el sistema central de distribución de alimentos a
través de ENABAS, la empresa estatal de alimentos
básicos.

Esta tragedia económica empujó al pueblo a
recurrir al trueque para poder subsistir. No obstante, el
maquiavélico Ministerio de Comercio Interior, que en suma
era el ministerio del Estado encargado de hacer desaparecer por
completo al mercado, como realidad económica, y
pretendía también regular todo intercambio de
mercancías dentro del país, se entregó a la
tarea de perseguir y castigar a los productores y campesinos que
recurrieran al trueque para cubrir necesidades de
subsistencia.

En medio de este caos económico se llevó a
cabo un tímido proceso de Reforma Agraria que, a la
postre, solo representó una mampara publicitaria para
oxigenar la desgastada imagen del gobierno revolucionario. El
Estado seguía en posesión de los antiguos
latifundios de la derrocada dictadura; así también,
de las propiedades confiscadas a los empresarios privados. La
Reforma Agraria no repartió gran cantidad de tierras. La
mayoría de las propiedades redistribuidas fueron a parar a
manos de la nueva oligarquía revolucionaria.

Al final del proyecto revolucionario, Nicaragua
quedó peor que al inicio. Su infraestructura
económica devastada, su deuda externa aumentada
exponencialmente, su economía carcomida por la
hiperinflación y sus principales industrias dotadas de
tecnología rusa ya obsoleta, misma que al final tuvo que
ser vendida como chatarra.

América
Latina con dos enfoques de izquierda: izquierda moderada y la
Alternativa Bolivariana para las Américas
(ALBA)

El resurgimiento de las tendencias de izquierda en
América Latina revela un cambio en la realidad
política de nuestros pueblos. Los gobiernos Neoliberales
han fracasado ante el reto del desarrollo de la
región; en gran medida gracias a la aplicación
ciega del recetario macroeconómico
diseñado al estilo que Washington establece para
países tercermundistas.

Por muchas décadas la región estuvo
gobernada por la derecha que se obsesionó por mantener
índices macroeconómicos aceptables ante el FMI en
detrimento del desarrollo interno con equidad. Los índices
macroeconómicos no alivian la pobreza está
demostrado; y, tras años de crisis sociales profundas, los
sectores marginados de la sociedad están cobrando factura
a los partidos neoliberales.

¿Que habría de esperarse entonces de la
nueva izquierda latinoamericana? Lo primero, responsabilidad. No
es posible ya en la hora actual estar apostando al populismo o a
las estrategias de conducción económica de corte
marxista-leninista que fracasaron en los años ochenta y
que a países como Nicaragua sumieron en horrendas crisis
de deuda externa, insostenibilidad productiva, exterminio de la
iniciativa privada e índices de
hiperinflación.

Lo que pareciera lógico de esperar de la
izquierda latinoamericana moderada, representada por gobiernos
como los de Chile y Brasil sería el fomento al desarrollo
económico y científico para que éste se
traduzca en una mayor competitividad y capacidad
productiva. Manteniendo ritmos importantes y constantes de
crecimiento económico los países generarían
los recursos necesarios para impulsar iniciativas de desarrollo
social y humano. Los programas de inversión social y
desarrollo humano serán sustentables siempre y cuando
descansen en una capacidad productiva creciente de la
economía nacional.

Desafortunadamente, en nuestra región ha
florecido un estilo radical de izquierda que continúa
aferrada a modelos económicos caducos y de comprobada
ineficacia. Sus líderes no han hecho una correcta
interpretación del entorno internacional en el que se
desenvuelven los países de nuestra región ni de las
nuevas reglas del juego que implica la globalización de
nuestras economías.

Las realidades nacionales presentan, así mismo,
enormes complejidades como el profundo problema
de desigualdad. Una brecha monumental entre ricos y pobres.
Sin embargo, la izquierda ortodoxa, como el caso de Venezuela,
Nicaragua, Ecuador y Bolivia, manipula en su favor esta
situación para posicionar sus programas asistencialistas
que en nada resuelven el problema planteado por la desigualdad
social.

La población más pobre de nuestra
región sigue estando abandonada a su suerte y ahí
reside el poder de los líderes de la izquierda ortodoxa
que se presentan a sí mismos como Mesías de los
pobres, o bien como estrellas de rock anunciados en las calles de
las empobrecidas ciudades de sus países mediante carteles
panorámicos gigantescos con la reverenciada foto del
presidente, salvador de los excluidos y los pobres. Esto no es
más que un cínico culto a la personalidad de estos
líderes ortodoxos populistas como Daniel Ortega y Hugo
Chávez. El fenómeno es sociológico. En una
sociedad donde el individuo no tiene importancia, y en la que el
bienestar del ciudadano no es ni siquiera una preocupación
de las autoridades, mucho menos prioridad, resulta relativamente
fácil que las masas se dejen seducir por individuos o
partidos cuyo mensaje transmite al anónimo ciudadano la
idea de ser importante, de tener una misión
histórica…. y todo el grandilocuente discurso que
caracteriza a este tipo de líderes.

El mejor aliado de la izquierda ortodoxa ha sido la
oligarquía neoliberal latinoamericana. Esos gobiernos
neoliberales mantuvieron políticas que han empobrecido y
agravado las precarias condiciones de vida de la
población. Las políticas gubernamentales
excluyentes y corruptas de los gobiernos neoliberales en nuestra
región produjeron un resentimiento social legítimo
que es aprovechado ahora por los líderes de la izquierda
ortodoxa populistas que, a ellos mismos, no les interesa que esta
situación mejore.

Estar fuera del gobierno a la izquierda ortodoxa le ha
resultado más rentable que asumir la responsabilidad y el
riesgo elevado de fracaso en la solución a los problemas
sociales y económicos nacionales, tal y como quedó
demostrado con el proyecto marxista-leninista de la
Revolución Popular Sandinista en los años ochenta.
Es mucho más fácil criticar que arriesgarse a
hacer.

Los gobiernos de la izquierda ortodoxa (Venezuela,
Nicaragua, Ecuador, Bolivia), con la visión actual que
tienen sus líderes  de las realidades nacionales no
resolverán, de manera alguna, el problema del desarrollo
de estos países.

La Alternativa
Bolivariana para las Américas, ALBA

El ALBA es el principal proyecto político
regional que promueve el presidente venezolano Hugo
Chávez.

Si analizamos en profundidad lo que es el ALBA nos
daremos cuenta que los países adheridos a esta iniciativa
regional tienen mucho que perder y muy poco que ganar. Ponemos
ahora en perspectiva los aspectos centrales -y hasta cierto punto
doctrinales- del ALBA según sus ideólogos.

Principio: énfasis en la lucha contra la pobreza
y exclusión social. Tomando en cuenta el accionar y la
falta de coherencia económica de parte del presidente
venezolano Hugo Chávez, principal promotor del ALBA,
resulta muy difícil conceder alguna credibilidad a que
este principio fundamental se cumpla. De hecho, desde que el
presidente Chávez asumió el gobierno de Venezuela
en 1998 la pobreza ha aumentado en su país. La
exclusión social se ha consolidado y de ella saca provecho
político el gobernante.La pobreza en Venezuela se
disparó de 43% a 53% entre 1999 y 2004 y la pobreza
extrema de 17% a 25 % en el mismo período según el
Instituto Nacional de Estadísticas de la República
Bolivariana de Venezuela, reporte estadístico n°2,
2004, pág.5.Es difícil pensar que el ALBA pueda
impulsar la reducción de la pobreza en otras naciones con
menos recursos económicos como Nicaragua, Bolivia y
Ecuador considerando que el principal promotor de la iniciativa,
el presidente Chávez, a nivel interno no ha hecho
más que agravar el problema de la pobreza en su
país. Principio: cooperación de fondos
compensatorios para corregir disparidades. En un mundo que
está cambiando rápidamente para dar lugar a la
conformación de bloques regionales (Europa, Estados Unidos
con el TLC de América del Norte y el DR-CAFTA) es muy
difícil concebir una dinámica de desarrollo que no
esté basada en el incremento constante de la productividad
nacional y la capacidad de competir en condiciones de libre
comercio. Los fondos compensatorios no pueden representar, de
forma alguna, una alternativa para corregir las asimetrías
entre las distintas economías de los países del
ALBA. El problema no es el desembolso de dinero de un país
rico para fomentar el crecimiento económico de otros
miembros pobres de un mismo bloque regional, sino impulsar la
productividad y competitividad de las economías
nacionales.Venezuela, con su ALBA, desembolsa discrecionalmente
sus petrodólares sin control alguno a riesgo de fomentar
en los países receptores la corrupción. Esto lo
constatamos al ver lo difícil que está resultando,
actualmente, establecer mecanismos de vigilancia en torno a los
fondos que llegan, vía cooperación petrolera, a
países como Nicaragua, en donde la corrupción
pública ha alcanzado niveles muy elevados.Principio:
identificar espacios de interés común para negociar
en bloque. Negociar en bloque requiere ante todo la
conformación de un bloque. La conformación de un
bloque ALBA no tiene sustento económico y quizás
-sólo quizás- un fundamento político muy
restringido. América latina en su conjunto, actualmente
representa menos del 7% del PIB mundial. Como región
está perdiendo importancia y está pasando a ser
irrelevante. A la luz de esta realidad ¿qué sentido
económico tendría conformar un bloque entre
Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela y otros pequeños
países caribeños? Sería un bloque más
que insignificante a escala internacional, económicamente
hablando.Si como región la importancia económica es
poca, imaginemos, por un momento, un bloque donde ni siquiera
estén los países más importantes de nuestra
región como Brasil, Argentina, México y
Chile.Negociar en bloque sería, en todo caso para el ALBA,
negociar en función de los intereses de Venezuela ya que
ninguno de los otros países tendrían nada que decir
ya que, simplemente, serían subsidiados por el primero.
Principio: Construir consensos con un nuevo liderazgo
político, económico, social y militar.Este
principio es el clímax del narcisismo y la
megalomanía del presidente Hugo Chávez. Sus
inversiones en material y tecnología militar que
recientemente ha hecho por encima de los tres mil millones de
dólares no es más que un intento de relanzar una
carrera armamentista en América Latina. Una realidad del
pasado que no tiene más lugar en nuestro presente como
región. Aunque el presidente Chávez quisiera
imponer un nuevo modelo para Latinoamérica no
podría lograrlo; sencillamente, porque no tiene
ningún modelo. Su gestión en el poder está
definida por la improvisación no por la
planificación. Un modelo económico necesita una
ideología y una conceptualización, y en el caso del
presidente Chávez su improvisación no le permite
conceptualizar nada. Así lo ha reconocido su iniciador y
mentor político Luis Miquilena:

"Por el conocimiento que tengo de Chávez, es uno
de los hombres más impredecibles que he conocido. Hacer
cálculos acerca de él es verdaderamente
difícil porque es temperamental, emotivo, errático.
Y porque como no es un hombre bien amueblado mentalmente, ni un
hombre con una ideología definida…está hecho
estructuralmente para la confrontación…" Es
extremadamente difícil construir consensos en torno a un
líder con estas características. Principio: las
economías pequeñas necesitan asistencia para
competir. No es del todo cierto. Las economías
pequeñas necesitan oportunidades de crecimiento más
que asistencias. Más aún, cuando, en el caso del
ALBA son asistencias condicionadas a una abdicación de la
soberanía del país receptor. La clave es la
competitividad y la captación de inversiones. Hoy en
día los términos del debate no son más
socialismo versus capitalismo como lo plantea Chávez. En
el mundo contemporáneo, la China Comunista está
viviendo la fiebre capitalista más grande de la era
moderna. Mientras que en Venezuela, en años anteriores las
autoridades decretaban el cierre temporal de la cadena de
restaurantes McDonald, en China se les daba la bienvenida con
alfombra roja y recepción por parte de las principales
autoridades del gobierno a una delegación de alto nivel de
esta transnacional de restaurantes estadounidense. En la
actualidad el debate está en dos extremos. Países
capta capitales (de cualquier ideología) versus
países espanta capitales.En sólo el inicio de la
gestión del presidente Chávez entre 1998 y 2004
cerraron sus puertas más de siete mil fábricas y
empresas en Venezuela. Un dato sumamente preocupante.A Nicaragua,
a Bolivia, a Ecuador o a los otros pequeños países
caribeños no les conviene imitar el modelo venezolano,
porque conllevaría a debilitar al sector privado que es el
principal motor de estas economías. Principio: Enfrentar
la reforma del Estado. Aumentar la capacidad de gestión
pública. Las reformas y ajustes del Estado que por toda de
América Latina impulsó el FMI ahora son blancos de
ataque del ALBA. Durante los años ochenta un Estado
sobredimensionado y absurdamente grande e ineficiente condujo a
los países a agravar la crisis económica.El sector
público debe tener un tamaño racional y más
allá de eso ser eficiente en la promoción del
crecimiento económico y un intermediador eficaz de
recursos para su redistribución dentro de la sociedad. Es
indiscutible que muchos abusos se dieron durante el proceso de
ajuste del aparato público. Las privatizaciones
amañadas y el tráfico de influencias ensombrecieron
la reforma del Estado en muchos países en la década
del noventa. Sin embargo, lo más importante dentro de este
proceso fue la restitución y reconocimiento en su papel de
principal motor de la economía al sector privado. Lo que
se necesita para el desarrollo son inversiones productivas y que
fomenten la competitividad. Nacionalizar y volver al modelo de
Estado proveedor y no facilitador puede ser muy peligroso en
países como Nicaragua, Ecuador, Bolivia y otros
países del ALBA, en donde la experiencia nos ha mostrado
las consecuencias de estas prácticas.

América
Latina, la
globalización económica y el proceso de
cambio político en la región

Como hemos visto anteriormente, el ALBA es un enfoque
totalmente diferente a lo que ha venido ocurriendo, como proceso
político-económico en nuestra región. Es una
visión diferente que plantea el ala ortodoxa de la
izquierda latinoamericana. Sin embargo, para poder plantear las
transformaciones políticas que pretende el ALBA, es
menester hacer un análisis coyuntural de nuestra
región.

No podemos perder de vista que América Latina ha
venido integrándose al proceso de globalización y
ello impone una serie de condiciones que deben tomarse en cuenta
al momento de proponer cambios tan radicales en materia de
modelos económicos y políticos.

Hacia mediados del siglo XIX Latinoamérica
tenía una posición importante dentro de la
economía mundial. Entre otros datos en la región
estaban radicadas el 40% de las inversiones de las potencias
principales destinadas a la periferia.

El flujo migratorio de los europeos hacia los
países de la periferia también ocupó un
porcentaje importante en América Latina. El 50% de las
migraciones de los europeos era hacia esta
región.

Con los conflictos bélicos mundiales, entre 1914
y 1945 se interrumpió el proceso de globalización
de la economía mundial. Luego de las guerras ni el
comercio, la migración ni el flujo de capitales
volvió a ser el mismo de antes.

Después de 1945 hubo un gran impulso a la
globalización en parte por la reconstrucción de
Europa y el auge económico de la posguerra. Esto trajo
cambios esenciales: cambió la división
internacional del trabajo, la tecnología tuvo una gran
influencia en la nueva definición y reorganización
del trabajo. Una mayor liquidez internacional y la
integración de las plazas financieras  empujó
las corrientes de capitales de corto plazo y nació el
sistema financiero mundial. En estos términos,
América Latina no supo dar respuestas adecuadas al reto de
la globalización. Después de 1945 nuestra
región siguió con las tendencias de
desglobalización de la época de la
guerra.

La región no expandió ni modernizó
el comercio exterior, que consistía esencialmente en
aportar materias primas al mercado mundial. El Comercio
Internacional estaba cambiando por efecto de la
tecnología. Esto llevó a la región a perder
importancia en el comercio mundial. Pasó de un 14% en 1945
a un 5% en 1971.

Globalización del capital financiero

Otro elemento fundamental ha sido la
globalización del capital financiero. El surgimiento de un
sistema financiero mundial controlado por las principales
potencias económicas supuso una gran herramienta de
influencia geopolítica y de control económico sobre
los países menos desarrollados.

La creación de instituciones financieras
internacionales sólidas tuvo sus implicaciones
políticas. Baste señalar la violenta
oposición de los organismos financieros
internacionales  en 1997 a la propuesta de Japón de
crear un Fondo Monetario Asiático para fortalecer las
monedas asiáticas.

Esta oposición fue claramente para defender el
dominio de influencia financiera de las potencias asociadas en el
FMI y el Banco Mundial contra el surgimiento de contrapesos de
poder en otras regiones del mundo.

Otro ejemplo de la batalla política detrás
de la globalización del capital financiero es la negativa
de la potencias como Estados Unidos para establecer el impuesto
Tobin para grabar a escala mundial las transacciones de distintas
divisas y frenar los flujos de dinero especulativo. Ello hace
más difícil luchar contra las crisis actuales y
futuras.

Las crisis
políticas y la economía
latinoamericana

Después de 1945, América Latina
conservó las políticas proteccionistas frente al
comercio internacional. Del mismo modo mantuvo una fuerte
presencia estatal hasta desembocar en la crisis económica
de los años ochenta.

Los primeros que cayeron con esta crisis fueron los
gobiernos militares que todavía se mantenían en la
región. De esta forma el retorno de la democracia
coincidió con las reformas de mercado en muchos
países de la región así como con el proceso
de consolidación del neoliberalismo.

Otro problema, como afirmara en el 2007, durante una
entrevista para CNN, el ex presidente uruguayo Julio María
Sanguinetti,  fue que los conflictos bélicos crearon
escisiones sociales graves y como consecuencia la inequidad.
Estos son  obstáculos para la integración de
la sociedad y una desventaja que tiene la región en el
contexto mundial.

Casos excepcionales en nuestra región han sido
Chile y México. En el país sudamericano las
reformas estructurales comenzaron bajo el gobierno militar y se
continuaron después de 1990 con el retorno de la
democracia. Chile se puso a la vanguardia de muchas iniciativas
que luego fueron tomadas como referencia en toda la
región; tal fue el caso de su novedoso sistema de
pensiones que abrió espacio a las Administradoras de
Fondos de Pensiones (AFP) así como su sistema de salud
previsional, mismos que fueron retomados en otros países
de nuestra región.

Por su parte México firmó un Tratado de
Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y aunque al
inicio se vio afectado por la crisis del peso en 1994-1995, en
los años subsiguientes el país logró una
gran integración con el resto América del Norte. La
integración mexicana se dio sobre ejes como el comercio,
los flujos de capital y una mayor captación de inversiones
extranjeras directas, fundamentalmente.

Resultados: México incrementó sus
exportaciones de un 11% del PIB que representaban en 1980 a un
29% en el año 2000.

Las crisis
financieras en América Latina

Durante los años noventa la economía
mundial entró en una etapa de creciente inestabilidad y
crisis financieras frecuentes. Una de las principales fue la
crisis mexicana de 1994-1995, por sus repercusiones a escala
internacional.En México se produjo una profunda crisis en
donde varias instituciones bancarias enfrentaron graves problemas
con las carteras que manejaban, lo que condujo a la
intervención de de seis instituciones.El colapso del
sistema financiero mexicano en ese momento provocó un
enorme impacto negativo a la estabilidad de la región,
así como la inminente amenaza de que una crisis de esta
magnitud arrastrara por un sendero similar a los socios de
México en el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte.El efecto perverso de esta crisis financiera se
extendió al resto de la economía mexicana –por
estar interconectada en la red comercial de América del
Norte — provocando reacciones en cadena que amenazaron con
expandir las nefastas consecuencias de esta crisis hacia las
economías de Estados Unidos y Canadá
principalmente.

La interdependencia económica, que desde ese
entonces ha cobrado un mayor auge en la geopolítica del
hemisferio occidental, amenazaba no sólo con afectar en
partida doble a la economía mexicana y la de sus socios
del norte, sino que ponía en riesgo la estabilidad de toda
la región en vista de la importancia que tiene en comercio
entre este país y el resto de América Latina.Las
instituciones financieras internacionales no tuvieron más
alternativa que intervenir para estabilizar la situación y
contener el enorme problema financiero mexicano. Este fue uno de
los primeros campanazos de alerta sobre las crisis de alta
repercusión y la virulencia con que se propagan a lo largo
de la región. Casi al mismo tiempo en Latinoamérica
estallaron crisis financieras en varios países, entre
ellos Brasil con la crisis de 1994, en donde salieron afectadas
76 instituciones bancarias ya sea intervenidas, liquidadas,
fusionadas o puestas bajo régimen especial.En ese mismo
año se presentaron crisis financieras en Bolivia, donde
dos bancos se cerraron y otros enfrentaron severos problemas con
las carteras que manejaban. También se produjo la crisis
financiera en Guyana en 1993, la de Costa Rica en 1994, la de
Haití en 1994 y la de Venezuela en 1994. En todos estos
países se intervinieron, liquidaron o se pusieron bajo
vigilancia a distintos bancos.Para 1995 se presentó la
crisis bancaria en Argentina, donde 45 instituciones fueron
cerradas o fusionadas. Igualmente se produjeron crisis en
Paraguay, donde se intervinieron seis bancos, sin dejar de lado
la crisis financiera de Nicaragua.La intervención de los
organismos internacionales en cada uno de estos países,
iniciando desde la crisis mexicana, evidenció que el
recetario macroeconómico y el catecismo financiero que
imponen a todos nuestros países no son eficientes. Los
organismos financieros internacionales funcionaron como bomberos
que intentaban contener y remediar las consecuencias de un
incendio, mas no pudieron prevenirlo.En el corazón de
estas crisis una causa profunda no fue abordada, ni entones ni
mucho menos en la actualidad, como lo es el de la
corrupción que ha permeado al sistema financiero.Al final,
los países son los que, con sus limitados recursos
fiscales, terminan pagando los platos rotos de estos enormes
festines multimillonarios que se han ofrecido los banqueros a lo
largo de toda la región.

Es definitivamente más eficaz destinar recursos a
la prevención de las crisis y a la consolidación de
los sistemas financieros ya que éstos son agentes
cruciales en la intermediación de recursos para la
economía en todos sus ámbitos. Esta realidad no la
pudieron apreciar los organismos internacionales como el FMI ya
que estaban muy ocupados predicando el libre e irrestricto
mercado y la desregulación de los mercados
financieros.Habría sido más útil invertir
recursos para consolidar la vigilancia del sector financiero. Se
necesitan instituciones que sean capaces de prevenir
eficientemente las crisis y no que salgan a destiempo a aplicar
sanciones e intervenciones a los bancos cuando el daño ya
está hecho.La corrupción gubernamental fue igual de
dañina que la corrupción empresarial y en
particular de los banqueros para provocar muchas de estas crisis.
En América Latina son muchos los banqueros que se
aún pasean tranquilos con los bolsillos repletos del
dinero que le arrebataron a los depositantes sin que haya
autoridad capaz de enjuiciarlos, ya sea porque son protegidos o
porque esos millones robados sirven para comprar
impunidad.

Para citar tan solo un pequeño un ejemplo, en
Nicaragua, los responsables de las quiebras bancarias (INTERBANC,
BANCO DEL CAFÉ, BANCO DEL SUR, BANIC, BANCO MERCANTIL) ,
protegidos por importantes políticos de izquierda y
militares de alto rango, de los cuales nunca se reveló sus
identidades pero que figuraban como accionistas de los bancos que
fueron saqueados, se pasean muy tranquilamente por
Centroamérica con los más de 500 millones de
dólares que extrajeron del sistema financiero nacional y
que, como es lógico, están pagando los
contribuyentes con sus impuestos.

Estos contextos difíciles de nuestra
región han dejado una profunda huella económica que
es necesario tomarla en consideración al momento de
analizar la fortaleza financiera y económica de nuestra
región y las oportunidades que ésta puede ofrecer
en función de las iniciativas de carácter
político que se asuman desde los distintos
gobiernos.

En este particular, la izquierda latinoamericana no ha
aportado mayores propuestas.

Los factores de
cambio en Latinoamérica

La ciencia y el conocimiento son utilizados por las
potencias mundiales para consolidar sus espacios de poder. No
podemos perder de vista que estamos en un mundo unipolar donde
Estados Unidos es el único país capaz de sentar una
posición política y sustentarla militarmente. Es la
única potencia con poder real de arbitraje y ha
sobrevivido al derroche de recursos en la actividad militar
gracias en parte a su enorme capacidad de mejora continua de su
productividad y basado también en su mejora en la eficacia
de la gestión de dicha productividad.

En estas circunstancias el reto fundamental de la
región latinoamericana es ser capaz de favorecer el
progreso tecnológico, la productividad y la
competitividad; a la vez de resolver sus grandes problemas
colaterales como lo son sus profundas fisuras sociales, las
secuelas económicas de los años ochenta. Otros
desafíos importantes son el manejo macroeconómico,
el medio ambiente y la gestión de la relación entre
el desarrollo científico y el desarrollo económico.
Todo esto sin perder de vista que es necesario un diseño
cuidadoso de la política económica y la lucha por
erradicar la pobreza y la desigualdad social.

En este sentido, las nuevas posturas de la izquierda
ortodoxa están tratando de dar un giro radical,
principalmente en lo relativo a la economía
política en nuestra región. Sin embargo, no podemos
plantearnos una reestructuración completa de la
economía política que ha venido
implementándose desde hace décadas en los distintos
países de nuestra región sin tomar consciencia del
elevado costo social, y el importantísimo impacto
económico y estructural que para nuestros países
implicaría este cambio brusco que buscan los gobiernos
izquierdistas ortodoxos; mismos que cada vez se radicalizan
más en sus posturas socialistas. Pasar de un extremo al
otro tan precipitadamente tendrá su costo. Pasar del
neoliberalismo al socialismo de un solo golpe implicará
una serie de consecuencias que deben ser analizadas con mucho
detenimiento, sobre todo cuando la historia latinoamericana nos
ha enseñado que en este tipo de aventuras radicales, como
el caso de la Revolución Popular Sandinista, es el pueblo
y las clases sociales más pobres los que terminan pagando
la factura de estos ensayos políticos, económicos e
ideológicos.

El enfoque de
desarrollo del ALBA y otras iniciativas
regionales

La región latinoamericana, y en especial
Centroamérica, ha luchado desde hace mucho tiempo por
encontrar su propia dinámica de desarrollo sin lograr
atinar a una estrategia conjunta de desarrollo para todos los
países que integran la región.

Dentro de los esfuerzos que se han hecho
históricamente está el SICA (Sistema de
Integración Centroamericana) e iniciativas como el Plan
Puebla Panamá, ahora conocido como Proyecto
Mesoamérica. También a la región ha llegado
una visión izquierdista sudamericana del desarrollo a
través de la iniciativa ALBA que viene envuelta en la
florida retórica bolivariana del presidente venezolano
Hugo Chávez.

¿Cuáles son los principios centrales en
cuanto a enfoques del desarrollo para la región?
¿Cuáles sus estrategias y su articulación en
la práctica? ¿Qué tan sustentables son una y
otra visión del desarrollo a la luz de las
disímiles realidades que enfrentan los países
centroamericanos y del Caribe?

Por el lado del Proyecto Mesoamérica su
estrategia se estructura en torno a varios ejes de trabajo claves
para todos los países de la región. Uno de los
principales ejes de trabajo es el componente energético.
Se pretende lograr establecer una interconexión
eléctrica entre todos los países integrantes del
proyecto que son: Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa
Rica, Colombia, México, Nicaragua y
Panamá.

Este objetivo requeriría de un compromiso asumido
con mucha seriedad por parte de los Estados miembros para
armonizar las legislaciones sobre esta materia de manera que se
pueda crear una política común a este bloque
regional. Hasta el presente se han invertido en este componente
energético un total de 451 millones de dólares que
han servido no sólo para financiar proyectos que hagan
avanzar la interconexión eléctrica sino que
también han financiado dos plantas, una en El Salvador y
otra en Honduras, para la investigación y desarrollo de
biocombustibles a partir de insumos no comestibles.

Si comparamos esta estrategia con la que propone el ALBA
en el rubro energético notaremos que en este tema la
propuesta bolivariana carece de una estrategia clara para el
bloque regional. A juzgar por lo que hemos visto a lo largo de
los últimos años la estrategia energética
del ALBA gira alrededor de los subsidios o precios concesionales
que Venezuela pueda dar a los países centroamericanos y
caribeños. Esta práctica no sólo está
vacía de estrategia de largo plazo sino que alienta el
endeudamiento a largo plazo de los países que reciben
créditos petroleros. Y si es en el tema eléctrico,
como podemos constatar en Nicaragua la solución que provee
Venezuela es el financiamiento de plantas generadoras a base de
petróleo, las que resultan muy caras en términos
económicos y ambientales.

Otro componente sustancial que vale la pena comparar
entre el Proyecto Mesoamérica y el ALBA es el referido a
la facilitación comercial. En este aspecto la primera
iniciativa propone la construcción y mejoramiento de la
infraestructura para la facilitar los intercambios comerciales
intraregión como rehabilitación y equipamiento
tecnológico de puentes fronterizos entre los países
del bloque así como la modernización de las aduanas
y los pasos fronterizos. Además incluye un subcomponente
de transporte que busca la creación de un sistema de
transporte multimodal que incremente la conectividad de la
región y la armonización de las legislaciones en
materia de transporte. Además, dentro de esta iniciativa
se propone la conformación de la Red Internacional de
Carreteras Mesoamericanas a través del trabajo coordinado
de los ministerios y secretarías de transporte de los
Estados integrantes de este proyecto.

Por su parte el ALBA en temas de facilitación
comercial guarda un silencio total sobre las estrategias
centrales de desarrollo comercial para la región
centroamericana y caribeña y tan sólo se limita a
hacer ver la injusticia e inequidad de los modelos comerciales
neoliberales sin proponer claramente cómo esta iniciativa
pretende desarrollar e integrar un sistema de comercio eficiente
y que facilite el desarrollo de los países
adheridos.

En la parte comercial el ALBA propone un enfoque
táctico que apunta a reducir las asimetrías de las
economías de la región para que puedan
comercializar y competir con mayor oportunidad. Este componente
táctico, según esta iniciativa, se pondrá en
marcha con fondos compensatorios que Venezuela aportará a
los países adheridos. En este sentido vale la pena
preguntarse ¿puede Venezuela, por sí sola,
solventar las asimetrías económicas de
Centroamérica y del Caribe con sus fondos compensatorios?
La respuesta es NO.

El Proyecto Mesoamérica contempla el
establecimiento de mecanismos de desarrollo social en materia de
salud, medio ambiente y vivienda. Estos mecanismos se pretende
que estén coordinados a nivel estatal entre los
países miembros. Esto implica también la
transferencia de experiencias exitosas como el programa de
viviendas populares de México, el INFONAVIT. Esta
iniciativa articula y diversifica sus fuentes de financiamiento a
partir del BID, BCIE, CAF y fondos que provee México en el
marco del acuerdo de San José. Por su parte la estrategia
de desarrollo social del ALBA consiste en luchar contra el
imperialismo yankee.

A largo plazo las propuestas del ALBA no se
sostendrán por la falta de coherencia en el diseño
estratégico de este proyecto político que intenta
llevar adelante el presidente Hugo Chávez junto a otros
líderes de la ortodoxia izquierdista en nuestra
región.

El Socialismo del Siglo XXI y las limitaciones de la
Izquierda en América Latina

El Socialismo del Siglo XXI es un concepto que en
los últimos tiempos ha puesto de moda el presidente
venezolano Hugo Chávez. Sin embargo, el concepto, que en
la teoría de Chávez es el fin último de su
revolución continental resulta ser, desde el punto de
vista filosófico, apenas una aproximación a una
teoría basada sobre el Socialismo; modelo que
fracasó de manera lamentable en la ex Unión
Soviética.El concepto de Socialismo del siglo XXI fue
popularizado por el sociólogo alemán Heinz
Dietrich Steffan a partir de 1996. Según esta
teoría, el objetivo de esta tendencia del socialismo sigue
siendo el logro de una sociedad democrática,
participativa, socialista y sin clases sociales. Empero, el
mismo iniciador de esta tendencia no establece el cómo
llegar hasta ese punto ya que su praxis teórica,
según él mismo lo ha reconocido, está
aún en construcción. Para lograr la
realización de esta adaptación de la vieja
utopía socialista, Steffan propone una
articulación del nuevo Proyecto Histórico Nacional
del Socialismo en torno a ejes pragmáticos
como la conformación del Bloque Regional de
Poder y del Bloque Regional de Poder Popular. Además en
términos de manejo económico propone sustituir la
Economía de Mercado por una Economía de
Valores. La última se basaría, a diferencia de
de la primera, en el valor del trabajo que implica la
realización de un producto y no en el valor agregado
al producto en sí.    Sería
interesante detenernos hasta aquí para analizar estos
postulados del Socialismo del siglo XXI. La Economía de
Valores que se propone es una negación total del
mercado. No habiendo más mercado el problema
económico del qué, cuánto, cuándo y
para quién producir pasa a plantearse en otros
términos; los términos de la planificación
central del Estado, que pasará a administrar las
necesidades de la sociedad y a regular el consumo
reglamentando, de paso, los precios de los productos y
determinando el valor económico del trabajo. Este modelo
de producción  ya fue implementado en varios
países en el pasado con resultados catastróficos
 porque no tuvieron en cuenta el elemento más
importante de la ecuación: la libertad. La libertad de
producir o dejar de hacerlo, la libertad de consumir o dejar de
hacerlo. Está demostrado a lo largo de la historia del ser
humano que cualquier modelo de gobierno que suprima o niegue la
libertad del hombre tarde o temprano cae por su propio
peso.Steffan culpa al capitalismo por originar las
asimetrías sociales y propiciar la
explotación, sin embargo, no explica cómo la
riqueza sería administrada en el Socialismo del Siglo
XXI.  Cualquier sistema productivo, capitalista o
socialista, genera riqueza. En la utopía del
Socialismo del Siglo XXI es razonable suponer que el Estado
seguirá administrando la riqueza. Este precepto supone la
existencia de un Estado eficiente, no corrupto, y lo
suficientemente flexible para manejar las variables del problema
económico sin caer en el colapso; asegurando el suministro
de los bienes producidos a todos los sujetos para
quienes son producidos.Esto es, sencillamente, imposible de
aplicar en América Latina por la simple razón
de que no hay  un liderazgo político capaz de
sacar adelante semejante reto de convertir el Estado imperfecto
de la economía capitalista latinoamericana en un
súper Estado capaz de hacerlo todo, eficaz y
eficientemente. No puede realizarse porque tampoco hay en
los países de la región  una predominancia
total de la izquierda. Las sociedades latinoamericanas en
donde los gobiernos son de izquierda  cuentan con
estructuras políticas de contrapeso real. El
mejor ejemplo resulta ser la derrota del mismo presidente
Chávez el año 2007 en el referendo sobre las
reformas constitucionales.Los otros componentes del sistema del
Socialismo del Siglo XXI son los bloques de poder. El manejo
del concepto de Poder resulta vago en esta teoría. En un
mundo en donde el poder real lo tienen cada vez más
las corporaciones, las multinacionales, los mercados
financieros; el poder formal, entiéndase el acto de
gobernar, es tan solo una parte del problema. Los gobiernos de la
región latinoamericana están sometidos, por las
características propias de  sus economías, a
mucha presión externa de parte de organismos
internacionales, de inversionistas extranjeros, o de gobiernos
acreedores de la monstruosa deuda externa
latinoamericana. El Bloque Regional de Poder en
América Latina es bastante difícil de
construir. El ejército del ALBA,  por
ejemplo, termina siendo más un problema que un
eje apuntalador de poder ya que no sería nunca
equiparable con otras organizaciones similares en diversas zonas
del mundo. Esas regiones, o potencias, cuentan con estructuras
militares avanzadas y extremadamente costosas. Un lujo que los
países de la región como Bolivia, Nicaragua
y Ecuador difícilmente podrían financiar.
Ni siquiera Venezuela con todo su petróleo lograría
concretar ese bloque de poder militar.

Cabe preguntarnos, entonces, si los presidentes como
Daniel Ortega, Rafael Correa y Evo Morales comprenderán en
profundidad este concepto que en sus discursos ha acuñado
su protector, el presidente Hugo Chávez.
¿Estarán realmente convencidos de que quieren el
Socialismo del siglo XXI, cuando en la práctica eminentes
líderes ex-guerrilleros revolucionarios han sido, hasta
hace unos años, miembros de las Mesas Directivas de Bancos
privados, aseguradoras y negocios financieros capitalistas
multimillonarios en Nicaragua y en otros países? Por
ejemplo. ¿Será, acaso, que sólo le
están soltando la cuerda a Hugo Chávez mientras
obtienen de éste petrodólares y petróleo en
buenas condiciones económicas? Si éste es
el caso, el Socialismo del Siglo XXI va a llegar hasta
donde llegue la cuerda del petróleo de
Chávez

Conclusiones

Desde los años sesenta la izquierda
latinoamericana ha tenido que enfrentarse a un contexto de mucha
adversidad y represión.

En la actualidad, los movimientos de izquierda en
nuestra región están experimentando un auge
importante y tienen en el momento actual la oportunidad de
participar plenamente en el proceso de cambio que esta
experimentando nuestra región. La filosofía de este
cambio para nuestros países desde la perspectiva de la
izquierda ha tomado dos opciones; una que va hacia las posiciones
ortodoxas de la vieja izquierda marxista-leninista, y una
tendencia más moderada que busca cambios importantes de
manera gradual y sin generar los enormes conflictos que un cambio
radical y brusco puedan provocar en las economías y los
sistemas políticos de los países.

Administrar el cambio, desde la perspectiva de la
izquierda moderada es la mejor opción que puede
planteársele a América Latina para tratar de
revertir los negativos efectos que el neoliberalismo radical ha
dejado en nuestra región, sobre todo, en la estructura
social.

A Nuestra región le conviene apostar por un
modelo de izquierda moderada que respete la composición
actual de nuestras economías e impulse paulatinamente
importantes procesos de desarrollo social y humano que reduzcan
la desigualdad social y cierren progresivamente la brecha entre
ricos y pobres.

Referencias
bibliográficas

CHAVEZ, CALDERÓN, Pedro, Historia de
las doctrinas filosóficas, 2ª ed, Addison Weley
Logman de México, S.A de C.V, 1998.

MARX, Karl, Contribución a la
crítica de la economía política, 7ª ed,
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Autor:

Matilde Romero Lajud

Autor Responsable. Tecnológico de Monterrey
Campus Saltillo. Prol. Juan de la Barrera

Oguer Albino Reyes Guido

Columnista internacional en temas
económicos y análisis político. .
Investigación presentada en dos Congresos
científicos del Instituto Tecnológico y de Estudios
superiores de Monterrey. ITESM.

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