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Ser cultos para ser libres, divisa de la revolución cubana (página 2)



Partes: 1, 2

  • La ley de instrucción pública
    discutida en la Asamblea de Guáimaro, en la que
    están contenidos los gérmenes de la obra de la
    Revolución. ley que sentaba la gratuidad de la
    instrucción primaria a todos los ciudadanos, sin
    distinción de sexos y edad. Normaba instruir el
    pensamiento y la conducta con clases de lectura, escritura,
    aritmética, gramática, geografía,
    historia de Cuba y deberes y derechos del hombre, lo que era
    bien significativo en el marco de la misión
    histórica de aquellas generaciones, o el
    establecimiento de aulas anexas en los talleres de la
    República.

  • El magisterio de José Martí y la
    intensidad con que valora el lugar de la educación
    para preparar hombres para la vida y forjarlos cultos para
    que sean libres y hagan libre, por propia, humanista e
    inteligente su patria.

  • La superación del orden colonial era para
    Martí no solo la subversión de una estructura de
    dominación económica, política y social,
    sino también la necesidad de continuar la forja de una
    cultura distintiva y auténtica, radical y emancipadora
    como garantía del ser nacional y en capacidad para moldear
    el futuro de nuestro pueblo. Esta apropiación ha devenido
    núcleo conceptual y práctico del quehacer cultural
    que se inaugura en 1959.

    Más, comprender que para la Revolución la
    lucha por el desarrollo de la cultura se instauró como
    divisa de su hacer y de su funcionamiento requiere considerar la
    situación existente en este orden durante la
    neocolonia.

    Una valoración al respecto nos conduce, cuando
    menos, a reseñar que antes de 1959 el sistema educativo
    cubano en concordancia con el régimen
    socio-económico existente, se caracterizaba por la
    insuficiencia, la superficialidad, la anarquía y la
    inmoralidad en su vertiente administrativa. Tal situación
    era parte de una organización social falta de planeamiento
    y fundada en la espontaneidad. Como no existía una
    línea estatal de desarrollo económico y social,
    predominaba la anarquía en la producción y, por
    tanto, no existían planes educacionales vinculados al
    desarrollo del país. Y esta realidad se reflejaba en los
    niveles escolares inconexos; en los programas de las materias, en
    los planes de estudio y en los textos escolares, en los que se
    expresaba la desvinculación entre la escuela y la
    producción social. La escuela pública, es decir, la
    que el Estado sostenía, no bastaba a cubrir las
    necesidades de la enseñanza elemental. La enseñanza
    técnica y profesional se ofrecía a través de
    un limitado número de centros situados en la capital y
    algunas ciudades de provincias, y estaba circunscrita a ciertas
    líneas que no contribuían a la promoción del
    desarrollo económico de la nación. La
    enseñanza media, general y politécnica, y la
    universitaria no eran fácilmente accesibles a los pobres
    cuya educación, nominalmente, terminaba a los 14
    años de edad y con bajos niveles de
    escolarización.

    En cuanto a la educación concebida como
    influencia de las relaciones sociales sobre la formación
    del hombre, se destacaba el hecho de que ciertos sectores
    juveniles urbanos vivían bajo el signo del desempleo, la
    discriminación racial, y la apertura hacia los vicios;
    mientras en los campos el latifundismo, los "desalojos" o
    expulsión de la tierra de los agricultores, arrendatarios
    o precaristas, los largos meses de desempleo entre cosechas
    azucareras o tabacaleras conocidos como el "tiempo muerto",
    mantenían a los jóvenes en la miseria y en la
    ignorancia.

    La cantidad de centros escolares era insuficiente, pero
    donde más se hacía sentir la falta de escuelas era
    en el campo. La escuela privada, ya fuera laica o religiosa,
    llenaba algún vacío en las ciudades, pero este
    elemento positivo se opacaba por el hecho de que propiciaba una
    educación de privilegio, de élite, discriminadora
    y, salvo excepciones muy contadas, de orientación
    antinacional.

    Los recursos que el Estado asignaba a la
    educación nacional no solamente eran escasos, sino que su
    administración y manejo se caracterizaba por el
    despilfarro, la malversación y el robo abierto y sin
    recato alguno.

    Una sociedad estructurada como la de Cuba antes de 1959,
    no concedía importancia, por parte de su dirigencia, a la
    educación del pueblo trabajador. Ello se reflejaba,
    naturalmente, en la desatención a la "Educación de
    Adultos" y en la despreocupación por la
    participación de las masas en el proceso
    educativo.

    Uno de los fenómenos más señalados
    en el campo de la educación, fue la penetración de
    la ideología del imperialismo norteamericano que
    controló los principales medios e instrumentos de
    divulgación masiva del pensamiento con el objetivo de
    convertir a Cuba en un apéndice, no solo económico
    y político, sino también ideológico de la
    gran potencia norteña.

    Desde una dimensión cuantitativa tal realidad
    puede medianamente ilustrarse con estadísticas como las
    que siguen:[5]

    • En 1950 a la escuela primaria asistía el
      45,9% de los niños en edad escolar, ocupando Cuba el
      lugar 15 en América Latina en este
      índice.

    • A mediados de la década del 50, de una
      población de 6 800 000 habitantes había 1
      millón de analfabetos absolutos y 1 millón de
      semianalfabetos.

    • La población mayor de 15 años
      tenía un nivel escolar promedio inferior a 3
      grados.

    En 1958 el presupuesto de educación, de 74
    millones de pesos, no podía cubrir las demandas más
    elementales.

    • Faltaban escuelas y 10 000 maestros no tenían
      empleos.

    • En el campo el 41,7% de la población mayor de
      9 años no sabía leer ni escribir.

    La obra de la Revolución ofrece
    continuidad al espíritu con que se había incubado
    esta problemática en la génesis de la nación
    ,enriqueciéndolo, al tiempo que subvierte el estado de
    cosas encontrada en 1959. Una importante particularidad que
    acompaña las realizaciones culturales está en que
    éstos, en modo alguno, pueden desarticularse de los
    profundos cambios políticos, económicos e
    ideológicos y de la diversidad de indicadores sociales que
    ocurren en el país durante todo el período
    revolucionario. La marcha coherente de tales transformaciones
    obedecen a la organicidad de los intereses sociales que
    presidieron desde entonces la vida nacional y que
    afectarían tanto a la base económica como a los
    elementos superestructurales. De manera que fueron creadas las
    condiciones para situar en forma planificada todos los recursos
    posibles en función de las colosales realizaciones que
    habrían de convertir a un país, cuya cultura estaba
    marcada por el subdesarrollo, en una sociedad donde el avance
    cultural ha venido convirtiéndose tanto en resultado como
    en premisa de la tendencia progresiva del cambio y de la
    profundización humanista de la realidad nacional, sin
    obviar escollos e insalvables zig-zags históricos,
    encarrilados de continuo desde una perspectiva práctica e
    ideológica de carácter principista sobre la base de
    la acción unida del pueblo y de éste con las
    principales instituciones del poder político. Esta
    realidad se nos inscribe como hecho cultural que marca la marcha
    no solo de los acontecimientos reales sino también de los
    planeamientos ideales.

    Con el triunfo de la Revolución la
    educación planeada y dirigida consciente y
    consecuentemente por el Estado se convierte en tarea de todo el
    pueblo, que se percata del imprescindible esfuerzo educacional
    colectivo necesario para la realización del resto de la
    vida social.

    Esta dinámica se inaugura en el propio año
    1959. Ya en los primeros meses de Revolución se adoptaron
    medidas para cambiar la situación existente. Por una ley
    promulgada en septiembre de 1959 fueron creadas 10 mil nuevas
    aulas, y en diciembre de ese mismo año se dispone la
    reforma integral de la enseñanza. Los antiguos cuarteles y
    residencias de los explotadores que huyeron de Cuba fueron
    convertidos en escuelas. La revolución abrió de par
    en par ante los trabajadores las puertas de los centros docentes.
    Al comenzar el primer año docente después del
    triunfo de la revolución, el número de alumnos de
    la escuela primaria aumentó en 350 mil, constituyendo casi
    1 100 000, y el de maestros en las localidades rurales
    creció en 5 000.

    Estos primeros pasos tuvieron gran importancia, por
    cuanto sentaron una sólida base y fueron el punto de
    partida para el colosal trabajo de reorganización y
    desarrollo de todo el sistema de enseñanza. El 6 de junio
    de 1961 se dictó la ley de nacionalización de todos
    los centros docentes, independientemente de su nivel y
    especialización. La escuela se separó
    definitivamente de la Iglesia, se liberó de la influencia
    de la ideología burguesa reinante en los centros privados.
    La educación se proclamó deber del Estado
    revolucionario que no podía transferírsela a nadie.
    Todo esto abrió amplias posibilidades para efectuar
    verdaderas transformaciones revolucionarias en esta esfera,
    permitió proceder a la elaboración de una
    política única en la educación, enlazando y
    coordinando sus formas, métodos y tareas con los objetivos
    y tareas del desarrollo político y socioeconómico
    del Estado.

    Además, la nacionalización de los centros
    docentes privados tuvo un profundo carácter
    patriótico, fue un importante paso para erradicar la
    influencia ideológica de Estados Unidos.

    La ley del 6 de junio de 1961 proclamó el
    carácter gratuito general de la enseñanza a todos
    los niveles, desde la escuela primaria hasta la universidad,
    independientemente de la forma de estudio. La juventud cubana
    obtuvo amplio acceso a los conocimientos, no limitado por la
    posición social, el nivel de ingresos ni los prejuicios
    raciales.

    El año 1961 entró en la historia del
    país no solo como el de la derrota de los mercenarios en
    Playa Girón, sino también como Año de la
    Alfabetización. En respuesta al llamamiento del
    líder de la Revolución Cubana, destacamentos de
    voluntarios, integrados por 274 mil personas, marcharon a las
    regiones más alejadas y d difícil acceso del
    país. La Campaña de Alfabetización
    insertó una brillante página en los anales de la
    Revolución Cubana. Pero, aún con toda su
    importancia, fue sólo un primer paso en la
    universalización de la enseñanza.

    Las tareas del desarrollo económico,
    político, social y cultural de la sociedad socialista en
    Cuba presuponían un crecimiento permanente del nivel de
    instrucción general y la preparación especial del
    pueblo.

    Continuación lógica de la Campaña
    de 1961 fue la creación, en 1962, de un sistema de
    educación obrero-campesina, gracias al cual los
    trabajadores del país podían terminar la escuela
    primaria. Este sistema va extendiéndose poco a poco a
    grados más altos de la enseñanza escolar.
    Posteriormente, los cursos de superación se reorganizan en
    un sistema único de educación para adultos. Las
    batallas por el sexto grado, primero, y más tarde por el
    noveno grado como niveles mínimos de escolarización
    del pueblo se inscriben como decisivas acciones primarias de
    continuidad. A comienzos de los años 60 se establecieron
    cursos de mínimo técnico para elevar la
    calificación de los obreros en sus puestos de trabajo y
    aprender nuevas profesiones. Estos cursos dieron origen al
    desarrollo de un sistema de capacitación técnica y
    profesional. Los trabajadores pudieron seguir elevando su
    escolaridad gracias a la organización de secciones
    vespertinas y por correspondencia en los institutos
    tecnológicos y centros de enseñanza superior. En la
    segunda mitad de los años 70 las facultades
    obrero-campesinas graduaron decenas de miles de
    especialistas.

    La enseñanza y la educación de la juventud
    ha sido objeto de especial desvelo por parte del Partido y del
    Gobierno. En cuanto finalizó la Campaña de
    Alfabetización fue publicado un amplio programa de
    concesión de becas a los alumnos necesitados de ellas,
    cuyo número fue creciendo sin cesar. Además de la
    educación, desde el inicio fueron y son gratuitos el
    suministro de manuales y materiales didácticos.

    El país tuvo que vencer no pocas dificultades
    para solucionar los problemas y continuar avanzando. Junto a la
    aguda escasez de escuelas, equipos docentes y materiales
    didácticos, la revolución tropezó con la
    falta de personal pedagógico cualificado. La
    solución de esta dificultad la emprendió obteniendo
    loables resultados que hoy procuran perfeccionarse al tiempo de
    alimentar prácticas para satisfacer necesidades de los
    tiempos actuales.

    Las medidas tomadas por el Gobierno Revolucionario para
    desarrollar y perfeccionar la base material del sistema de
    educación, el incremento en la construcción de
    nuevas escuelas y otros centros de enseñanza, el
    considerable aumento de la producción de manuales y la
    compra de equipos escolares modernos garantizaron un alto
    índice de escolarización.

    Impresionan también los éxitos obtenidos
    por Cuba en la formación de cuadros cualificados para el
    eslabón superior. La reforma universitaria de 1962 dio
    inicio a la reorganización del sistema de centros de
    enseñanza superior con vistas a cubrir las crecientes
    necesidades de especialistas cualificados, facilitar el acceso de
    los trabajadores a dichos establecimientos, desarrollar el
    trabajo de investigación científica y cambiar el
    orden administrativo. Se introdujo la asistencia obligatoria
    clases. El estudio fue proclamado deber patriótico y
    revolucionario de los estudiantes. Adjuntas a las universidades
    se organizaron facultades obreras vespertinas en las que el curso
    de enseñanza duraba tres años.

    Más tarde, en las ciudades mayores comenzaron a
    crearse secciones y filiales provinciales, que sirvieron de base
    para futuras nuevas universidades e institutos superiores,
    así como grupos universitarios en fábricas,
    empresas de servicios e instituciones de investigación
    científica. Poco a poco, el perfeccionamiento del proceso
    de estudios, de la metodología de la enseñanza y la
    elaboración de nuevos planes y programas de estudios
    permitieron unificar los centros de enseñanza
    universitaria del país.

    El año 1971, quizás marque un importante
    momento de transición hacia eslabones superiores. Se
    celebra el Congreso Nacional de Educación y Cultura que
    constituyó una importante y estatégica
    acción de balance y proyección. A partir del curso
    1971-1972 se marca un importante avance en la
    universalización de la educación con el ingreso de
    gran número de trabajadores a las universidades y la
    ubicación de estudiantes universitarios en centros de
    producción. Pero hay dos hechos que inundan de manera
    singular toda esta nueva etapa y marcan su historicidad. Ellos
    son la creación, a partir de 1971, de las escuelas
    secundarias básicas en el campo(ESBEC) y a partir del
    curso 1972/73 del Destacamento Pedagógico Universitario
    "Manuel Ascunce Doménech" como singular plan de
    formación de maestros para la enseñanza media. Con
    estas medidas se daba respuesta a la explosión de
    matrícula con que la década del 70 saludaba a la
    enseñanza media.

    La creación de las escuelas en el campo
    comporta un grado importante de universalización del
    trabajo como recurso educativo en lo que ya se habían
    acumulado algunas experiencias importantes desde años
    anteriores, por ejemplo con la incorporación de
    estudiantes a la recogida de café en Oriente en el
    año 1962 y la instauración práctica en el
    año 1966 del concepto pedagógico de la escuela
    al campo. El proceso de creación de centros
    escolares de este tipo abarcó luego tanto a la
    enseñanza media superior como a la
    tecnológica.

    A partir del año 1975 se genera un proceso de
    perfeccionamiento continuo de la educación en Cuba,
    respondiendo a las demandas del Primer Congreso del PCC. Durante
    esta etapa se profundiza la preocupación y la
    acción del estado, a través de la escuela, por
    dotar a las jóvenes generaciones de una mejor
    educación formal, lo que resulta una aportación
    cultural básica, cuya realización sigue siendo de
    actualidad.

    Aquí también se impulsa la creación
    de escuelas especiales, lo que llega a su clímax en la
    década del 80 en una muestra singular y profundamente
    humanista de universalización de la educación en
    Cuba. La enseñanza superior se sigue ampliando y todas las
    provincias llegan a contar con varios centros universitarios. Se
    introduce el sistema de grados y títulos
    científicos, lo que influyó de manera particular en
    el mejoramiento cualitativo de la formación de cuadros
    docentes y en el fomento de la ciencia.

    La continuidad de la revolución educacional que
    se da estimulada por los aprendizajes del período especial
    se inscribe en el ánimo y la voluntad política de
    radicalización de la justicia social en Cuba, presidida
    por la crítica a la desigualdad de oportunidades
    aún existente. La creación de condiciones
    pedagógicas más efectivas para la labor
    docente-educativa se convierte en factor principal para hacer
    protagonista a la educación masiva de un necesario proceso
    de ampliación de la calidad de la cultura de todo el
    pueblo y en especial de los niños y
    jóvenes.

    La acción dirigida a restringir las expresiones
    culturales diversas que se derivan de la marginalidad y a
    retroalimentar permanentemente al Estado de esta
    situación, la pretensión del cultivo masivo de la
    autenticidad de la tradición cultural popular y nacional
    en general, la incidencia directa y diferenciada sobre las
    familias para apoyarlas en el proceso de educación de sus
    hijos y en la realización de sus vidas cotidianas, el
    fomento de la actividad diferenciada con cada niño y la
    universalización de la enseñanza superior
    constituyen algunas de las expresiones fundamentales que hoy
    ocupan el accionar educacional en Cuba y que reconfirman el
    inagotable y constante quehacer de la Revolución Cubana en
    pos de la elevación de la cultura como condición de
    libertad para los hombres que tienen el encargo de revolucionar,
    en aras del progreso humano, lo hasta aquí logrado, a
    sabiendas de que "…Una revolución solo puede ser hija de
    la cultura y las ideas"[6]

    El desarrollo de la cultura general que deriva de la
    revolución educacional ha sido, a su vez, fundamento del
    despliegue gradual de una cultura científica, hoy en plena
    ebullición. La necesidad vital de utilizar el progreso
    científico-técnico y humanista con el objetivo de
    fortalecer el desarrollo material y espiritual de la sociedad, el
    imperativo de perfeccionar la sociedad a partir de un tipo de
    hombre superior y los avances de la educación
    universitaria cubana, entre otros factores, junto a la cabal
    comprensión de la dirección revolucionaria del
    papel de la ciencia para nuestro proyecto de sociedad han venido
    creando las condiciones para el rápido avance de la
    cultura científica en Cuba. Resulta correcto afirmar que
    la inscripción significativa de la ciencia en la
    dinámica vital nacional, propulsada sobre bases populares
    ,sucede con la Revolución.

    En el campo de la cultura
    estético-artística los avances relacionados con la
    creación de las bases materiales y espirituales tanto para
    el acceso a la prensa, al libro o a la obra de arte responden, a
    la vez que lo expresan, a la erradicación del
    analfabetismo y la elevación de los niveles de
    instrucción del pueblo que crearon al lector masivo e
    intensificaron el ansia de conocimientos y de disfrute
    estético y derivan de los propios ideales que sostienen al
    proyecto social.

    En 1967 fue creado el Instituto del Libro, que hoy posee
    una compleja red editorial, y que generó desde entonces un
    amplio plan de publicaciones que obligó en los hogares
    populares a concebir espacios para mini-bibliotecas que como
    tendencia han ido engrosándose durante estos años.
    La red bibliotecaria se extendió a todo el país con
    diferentes modalidades. El cubano medio de hoy sufre por el
    encarecimiento que el libro ha experimentado en las
    difíciles circunstancias económicas que ha vivido
    el país desde hace algo más de una década y
    saluda la iniciativa de las Bibliotecas Familiares.

    Los medios de comunicación masiva se pusieron al
    servicio de la educación del pueblo. Ha crecido la red de
    emisoras radiales y las emisiones nacionales y provinciales de
    televisión, que hoy se enriquecen con un nuevo canal con
    fines educativos, llegan prácticamente a todos los
    rincones del territorio nacional. Después de la
    devaluación tecnológica de los televisores de
    factura soviética, que en las décadas del 70 y el
    80, habían llegado a un alto número de hogares
    cubanos, el Estado promueve hoy un programa de sustitución
    o reemplazo de los equipos devaluados. El objetivo: poner en cada
    hogar los medios indispensables para que el cubano
    continúe cultivando su intelecto y su conducta en pos del
    proyecto social que defendemos y ante todo de su propia
    humanización. El programa de informatización de la
    sociedad cubana actual incorpora tales objetivos como parte de
    sus pilares.

    Otras realizaciones en este campo llevan a
    apuntar:

    • La creación del Instituto Cubano de
      Cinematografía en fecha tan temprana como marzo de
      1959.

    • El desarrollo de un verdadero movimiento de masas en
      torno al teatro. Ha progresado el teatro lírico y el
      teatro para niños y jóvenes. Creció el
      interés por la cultura musical y las manifestaciones
      danzarias incluidas el ballet, favorecido éste
      último por la merecida fama mundial de que goza el
      ballet clásico cubano, que es hoy considerado como una
      escuela constituida y sólida.

    • La pintura, la arquitectura y la escultura han
      recibido grandes posibilidades de desarrollo. Las
      galerías de artes plásticas se extienden a lo
      largo de todo el país.

    • La red de museos llega a todos los municipios del
      país y se potencia una cultura de protección y
      conservación del patrimonio nacional.

    • El fomento de un potente movimiento de aficionados
      apoyados por casas de cultura municipales y comunitarias e
      instructores de artes formados desde el inicio de la
      revolución y cuya preparación hoy se revitaliza
      con experiencias de tiempos anteriores y demandas de los
      actuales.

    Todo esta actividad, en su versión más
    responsable, auténtica y mayoritaria, se ha inspirado en
    las mejores tradiciones de lucha y de creación del pueblo
    cubano y se ha inscripto coherentemente en los valores
    principales del proyecto revolucionario cubano.

    El fomento de la cultura física ha sido
    igualmente otro exponente de la obra de la Revolución. En
    1961 fue creado el INDER y se potenció progresivamente una
    red de escuelas de formación de profesores de
    educación física y de entrenamiento deportivo
    diverso. El eslogan "Listos para Vencer" con que se
    inscribió el masivo movimiento deportivo cubano evidencia
    la organicidad con que éste se instala en la vida
    nacional.

    Para el caso que nos ocupa tan importante resultan el
    movimiento deportivo de alto rendimiento nacional y los
    éxitos competitivos como la manera en que la
    práctica del deporte y el ejercicio físico han
    calado como factor de salud física y espiritual no solo
    entre nuestros jóvenes sino también en un sector no
    despreciable de la población de la tercera
    edad.

    Esto último resulta posible además por la
    expansión de una cultura sanitaria que incorpora tanto la
    asimilación y reclamo del derecho a la asistencia
    médica como la incorporación de una serie de
    hábitos, habilidades y conocimientos para la
    práctica de una vida saludable, en la que cada vez
    empiezan a ocupar más espacios las preocupaciones y
    ocupaciones que derivan de una incipiente cultura
    medioambiental.

    En el fragor de esa forja, aún inconclusa de un
    nuevo ser nacional, un lugar significativo ha ocupado la cultura
    política porque "Es en la política donde hay que
    librar la batalla decisiva de carácter intelectual para
    poder tener una sociedad sana. La política es, en resumen,
    la práctica de sintetizar el pensamiento social,
    económico y cultural en general y de aplicarlo en el
    terreno social"[7].

    Al respecto cabe rememorar el profundo proceso de
    instrucción revolucionaria que por diversas vías se
    ha desarrollado en nuestro país y en el que meritorio
    papel ocupa la labor del PCC, desde las EBIR hasta el actual
    Sistema de Escuelas del Partido incluyendo las diversas
    vías de instrucción política y las escuelas
    y actividad de las organizaciones de masas y sociales. El combate
    contra el imperialismo norteamericano que en estos 43 años
    no ha cejado en atacarnos y la persistente lucha por construir
    una sociedad mejor han sido y siguen siendo potentes armas
    formadoras de esa cultura política tan necesaria, como
    médula, a la forja del hombre-compañero sin el cual
    no habría socialismo posible porque éste, para ser,
    ha de expresarse ante todo como una potente y continua cultura de
    la solidaridad humana.

    El empeño actual de la dirección de la
    Revolución de desarrollar una cultura general integral
    masiva
    expresa la manera en que la Revolución ha
    colocado la dialéctica cultura-libertad como divisa de su
    ser y de su hacer.

    Desde tal perspectiva se considera que a través
    del desarrollo de la cultura general integral el pueblo
    tendrá, ha dicho Fidel, " … garantizado
    políticamente su futuro para siempre… y (la)…
    revolución una póliza de seguro de garantía
    total…"[8] . Tomando en consideración la
    autoridad de estas aseveraciones y el carácter
    transicional de nuestra sociedad que "…coincide con el proceso
    de la revolución socialista que concluye con el
    establecimiento de la nueva formación
    socioeconómica
    …"[9] , probablemente
    estemos asistiendo a un hecho trascendental en la historia de la
    Revolución Cubana: la transición del
    establecimiento político del socialismo a su
    establecimiento cultural, como realización más
    plena de aquél, lo que es igual a la transición de
    la elección política del sujeto político a
    la elección cultural del sujeto humano
    .

    De tal modo el desarrollo de la cultura general
    integral
    debe, en mi criterio:

    a.-)depositar en cada cubano una síntesis
    sustanciosa del ser ,el saber y el hacer nacional y universal que
    haga la función de referente diáfano para la
    asunción humana -libre y consciente- del tipo de sociedad
    que mejor se avenga a nuestras realidades. En este sentido es
    notoria la manera en que se trabaja por ampliar los accesos
    culturales, favoreciendo no solo aquellos que se realizan en
    espacios situados (instituciones culturales, docentes
    ,científicas, de recreación, etc) sino
    también a domicilio (distribución de televisores,
    programas "Universidad para todos", bibliotecas familiares,
    etc

    b.-)impactar la naturaleza del proceder del cubano,
    jerarquizando una regulación comportamental ajustada a una
    perspectiva cultural que haga de cada acto humano una profunda y
    edificante experiencia solidaria. Para lograrlo no basta solo con
    la potente instauración de una actitud cultural de
    definidos referentes ideológico-valorativos sino se hace
    imprescindible alcanzar un funcionamiento cultural masivo que
    despliegue evidentemente, de manera continua y natural, las
    necesarias coherencias consuetudinarias entre los valores que
    defendemos y los comportamientos que asumimos. Se trata de
    impactar en su versión corriente y ordinaria la naturaleza
    del proceder en cualquiera de los ámbitos de la
    producción-reproducción de la sociedad: desde los
    patrones construidos por el influjo regulador inmediato que
    deriva de la naturaleza socialista de las macrorrelaciones
    societales (económicas, sociales, políticas e
    ideológicas) hasta aquellos de los que nos valemos a
    diario, y a toda hora y con casi todo el mundo para asumir, crear
    y recrear nuestra intimidad local u hogareña ( espacios
    asociados a la satisfacción continua de las necesidades
    cotidianas, el barrio, el círculo de amigos , la familia,
    etc). En fin, la capacidad nucleíca de la cultura que se
    fomenta en la actual Batalla de Ideas se expresará con
    mayor o menor eficacia si su establecida definición en
    valores -que llega cuando menos a lo referencial valorativo a
    nivel de sicología social y que encuentra en la
    ideología y la normativa político-moral y
    jurídica su expresión más lograda y segura-
    logra profundizarse y expandirse como cultura socialista del
    proceder, que teja de manera eficaz las conexiones
    orgánicas necesarias para que la voluntad política
    actual devenga en la necesaria transformación
    revolucionaria de la cotidianidad. Para ello resulta
    imprescindible, al menos:

    • lograr las coherencias necesarias entre la base
      jurídica real y el ejercicio amplio y efectivo por el
      pueblo-productor de su condición de pueblo-
      propietario, al tiempo de elevar los niveles de eficiencia de
      la actividad económica socialista, que favorezca la
      suficiente solvencia material de los proyectos de
      realización del ideal de justicia social y de
      dignificación humana;

    • reforzar el permanente compromiso con el pueblo en
      la gestión efectiva y práctico-cotidiana de
      gobierno, en particular en las instancias intermedias y de
      base, y el comportamiento del pueblo como sujeto del poder,
      con aptitud-actitud de dueño, ante todo en -y desde-
      las estructuras y espacios políticos participativos de
      la base, escalando en ellos niveles cualitativos similares al
      proceder verificado y verificable en los eventos de
      trascendencia plebiscitaria nacional e internacional
      (discusión-aprobación de la modificaciones
      constitucionales, elecciones, parlamentos obreros, debates de
      documentos programáticos, marchas y concentraciones
      populares, reconocimiento del liderazgo,etc.), en los cuales
      ha mostrado y deberá seguir mostrando -de manera
      actualizada según las exigencias del estado de la
      lucha de clases- su profunda aptitud y actitud
      político-cultural propias de su condición de
      sujeto del poder revolucionario;

    • desenajenar las gestiones de solución de los
      problemas asociados a la reproducción cotidiana de
      vida corriente del pueblo. En este ámbito particular
      importancia ha de prestarse al hecho real de que el
      cumplimiento de las tareas que emanan de la política
      se caricaturiza, no pocas veces, a través de
      obstáculos de naturaleza cultural, lo que afecta la
      cotidianidad, la credibilidad y desvaloriza el alcance
      posible de las estrategias políticas. De ahí
      que conviene fijar la atención en la relación
      que existe entre la encomienda política y los recursos
      culturales humanos que se despliegan para su cumplimiento
      -incluidos los que son propios del movimiento de la
      política hacia ese ámbito vital, marcados por
      el verticalismo y una actitud cultural de dominación –
      y cómo ellos se plasman en la vida cotidiana, para
      hacerlos afirmativos o degenerativos del proyecto
      social.

    De ahí que al reflexionar sobre el alcance que ha
    de tener el desarrollo de la cultura general integral
    venga a la memoria aquel cuestionamiento martiano, expresado en
    la interrogante "¿De qué sirve tener a Darwin
    sobre la mesa, si tenemos todavía al mayoral en nuestras
    costumbres?"
    [10] y lleguemos
    apriorísticamente a una deducción: no
    bastará que sus resultados se expresen en claros
    referentes teóricos gnoseológico- valorativos; es
    imprescindible el referente empírico-cotidiano que vaya
    emergiendo de esta batalla.

    Si eso es así se hace importante fundamentar el
    porqué la cultura general integral debe encontrar su
    más plena realización a nivel de cotidianidad. El
    sentido de justicia y humanismo que debe morar en todos los
    ámbitos de nuestra sociedad podrá ser definitiva y
    plenamente movilizado solo desde la necesidad íntima que
    brota de la cultura de la condición humana. El que pueda
    hacerse con mayor o menor plenitud es también un producto
    histórico y requiere condicionamientos, estímulos y
    la atención a múltiples mediaciones.

    c.-) establecer una cultura socialista sustentada en los
    valores patrióticos y humanistas universales que conserve,
    desarrolle e innove nuestra cultura de la resistencia nacional
    desde el liderazgo único de la conciencia de la
    nación [11]para unir y discernir. Cultura
    que exprese la capacidad suficiente para reglar y ordenar la
    producción cotidiana de nación socialista como
    permanente experiencia solidaria y humanamente edificante y por
    tanto continua y ascendentemente desenajenante en términos
    de dignidad; que sea portada, ante todo, por los sujetos
    naturales y jurídicos con roles sociales movilizativos y
    de servicio popular, a todas las instancias, y que manifieste
    capacidad para desterrar la acción corrosiva de ciertas
    filosofías pragmático-existencialistas que se
    expresan tanto en los comportamientos de resistencia desde la
    marginalidad -que logran instalarse en cualquier estructura del
    tejido social, aprovechando las insuficiencias y debilidades
    existentes- como en aquella actitudes casi siempre intolerantes,
    superficiales, segregadoras y deslegitimadoras que muestran
    más seguridad desplegando una diatriba acusadora cuando
    detectan o creen detectar una incongruencia "en los otros" que
    cuando se enfrentan a una propuesta novedosa que brota de la
    inconformidad sincera , responsable, comprometida y participativa
    en pos de transformar determinadas insuficiencias.

    Tal cultura articula la asunción crítica
    de la producción universal con la originalidad que deviene
    de la novedad del propio hecho revolucionario que la estimula y
    se convierte, si es tal, en base de acciones vitales y en
    elemento de coordinación de orden intelectual y moral de
    la mayoría aplastante de los implicados. En consecuencia
    la vitalidad del proyecto revolucionario deriva de su
    producción como hecho cultural distintivo, de su
    ordenamiento, del acople coherente de todas las partes, de su
    metodización, de su regularización, de la
    concentración cualitativa de modos propios; en fin de las
    fortalezas para conjugar de una manera singular – sobre
    bases nacionales y socialistas- unidad, diversidad voluntad,
    intencionalidad, actitudes, experiencias, conocimientos,
    valoraciones, apegos, filiaciones, reclamos, búsquedas,
    tenencias, disposiciones, medios, resultados, conservaciones,
    hallazgos, innovaciones, etc.

    De tal manera las determinaciones referidas de la agenda
    política de la Batalla de Ideas son factibles de
    interpretarse como la voluntad de la dirección
    política de la Revolución para acelerar la fragua
    de la nueva cultura socialista nacional e intensificar su
    función en la afirmación formacional del
    socialismo, sobre la base de una consumación
    práctica superior, a lo ya logrado, de los valores de la
    justicia social y del humanismo revolucionario nacional y
    socialista.

    Una idea a manera de conclusión

    La lucha por la cultura ha sido incuestionablemente una
    divisa de la Revolución Cubana a lo largo de su historia y
    deberá continuar siéndolo en tanto ésta -la
    Revolución- se entiende como un radical proceso de
    manumisión nacional, social e individual. Tal proceso
    resulta imposible al margen de la creación de las
    posibilidades para que el individuo y las colectividades
    desplieguen sus capacidades racionales, éticas y
    estéticas de manera que expresen lo mejor de su
    condición humana, al punto de que el humanismo verdadero y
    actuante inunde la vida nacional. Un análisis del alcance
    de la Revolución Cubana no puede obviar ni la
    intención ni la acción y resultados en esta
    dirección.

    BIBLIOGRAFÍA

    • Acea T. Susana y Rodríguez N. Camilo. "Por un
      socialismo más justo y humano".Compilación de
      ideas de Fidel sobre la agenda social de la actual etapa de
      la construcción del socialismo en Cuba, junio
      2000-junio 2002 (material mimeografiado)

    • Castro Fidel. "Una revolución solo puede ser
      hija de la cultura y las ideas"; Discurso en el Aula Magna de
      la Universidad Central de Venezuela, 3/2/99. Edit.
      Política, La Habana 1999.

    • ___________ Discurso en el XX aniversario de la
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    • ___________ "La historia me Absolverá",
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      Editorial Letras Cubanas, La Habana 1982

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    • García Galló, Gaspar Jorge. Bosquejo
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      y Educación, La Habana 1978.

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    • ____________. Intervención en el
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    • Martí, José. Maestros Ambulantes, en
      Obras Completas, Editorial Ciencias Sociales, La Habana,
      1975,Tomo 8

    • __________. Con todos y para el bien de todos, en
      Obras Completas, Editorial Ciencias Sociales, La Habana,
      1975,Tomo 4.

    • ____________Discurso del 10 de octubre de 1890 en
      Hardman Hall; Nueva York , Obras Completas, Editorial
      Ciencias Sociales, La Habana, 1975, Tomo 4.

    • Núñez Jiménez, Antonio. En
      marcha con Fidel. Edit. Letras Cubanas, La Habana
      1982.

     

     

     

    Autor:

    M.Sc Camilo Rodríguez Noriega

    crn[arroba]espnl.co.cu

    [1] Martí, José;
    “Maestros Ambulantes”, La América, mayo
    1884, Obras Completas, Tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales ,
    La Habana, 1975, pág. 289

    [2] Martí, José; Discurso
    pronunciado en el Liceo Cubano, Tampa,26/11/1891, Obras
    Completas, Tomo 4, Editorial de Ciencias Sociales , La Habana,
    1975, págs. 269-283.

    [3] Castro Fidel, Discurso en el XX
    aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba. 15 de
    enero de 1960, en Obras Revolucionarias, enero/1960.

    [4] ________ Discurso en el Club de Leones de
    La Habana, 14 de febrero de 1959, citada en “En marcha
    con Fidel”, Editora Letras Cubanas, La Habana, Cuba,
    1982, pág 98.

    [5] Las fuentes utilizadas para recopilar las
    estadísticas son: La Historia me Absolverá, Edic.
    Ciencias Sociales, La Habana, 1981 y el libro “Cuba
    experiencia del desarrollo social”, (colectivo de autores
    soviéticos), Edit. Progreso, 1979

    [6] Castro Fidel. Discurso en el Aula Magna
    de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 3/2/1999.
    Edit.Política, La Habana 1999.

    [7] Hart Dávalos, Armando.
    Intervención en el Comité Provincial del PCC de
    Ciudad de la Habana, 13 de enero de 1996, MINCULT 1996,
    pág 18

    [8] Castro Fidel, Discurso por el 40
    aniversario de los CDR (28/9/2000), en Tabloide # 24, p. 8.

    [9] Fung R. Thalía, Martínez B.
    José l. “Período de transición al
    Socialismo. Hipótesis y conjeturas” en
    “Teoría Sociopolítica; Selección de
    Temas”, Editora Félix Varela, La Habana, 2000;
    p153.

    [10] Martí, José, Discurso del
    10 de octubre de 1890 en Hardman Hall; Nueva York , Obras
    Completas, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, Tomo
    4.

    [11] Fidel expresó esta idea en su
    discurso en ocasión del 40 aniversario de los CDR
    (28/9/2000), en Tabloide # 24.

    Partes: 1, 2
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