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Tolerancia, cultura, democracia y otros ensayos (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

A dichas fuentes recursivas acude el ensayista
compartiendo con los pensadores que cita sus argumentos cuando se
pronuncia en favor de la tolerancia, poniendo, por otra parte, en
tela de juicio a los intolerantes. Con habilidad de buen
sociólogo logra trajinar dentro de un terreno intelectual
sólido y abonado que lo hace destacarse bajo el
 barojiano "Árbol de la ciencia", agregándose
al ramaje la vieja Filosofía y las nuevas ciencias
modernas incluidas la Sociología y la
Diversigética. Ciencias dilucidadas por el escritor al
amparo de las fulgencias éticas axiológicas y
perspectivitas.

Por eso se observa en los enfoques  de Acevedo
Linares un amplio conocimiento de esas ciencias que lo
fundamentan hacia el ensayo erudito diferente a la de otros
escritores, algunos  diletantes posudos, de  pantalla
narcisista parroquial. No, Acevedo Linares sabe mirarse
más en el espejo de sus modelos paradigmáticos del
libre pensar ilustrado. El inspira la confianza  de ser un
escritor de estilo sereno, discursivo, clarividente y
profesorial. Sin embargo no posa con el dogmatismo del "magister
dixit" sino con las luces de sus fuentes bibliográficas
 que en sus ensayos marcan un guarismo de mas de treinta
citas y otras que  iluminan su obra como Platón,
Aristóteles, Erasmo de Rotterdan, Voltaire, Hegel, Locke,
Fukuyama, Leopoldo Zea y otros nombres del humanismo universal,
que surgen como faros de sus ensayos. Basados en ellos,  el
ensayista se asocia a conceptuar  que el gran problema de
las confrontaciones humanas  se patentiza en ese choque
continuo de la tolerancia frente a la intolerancia causantes de
conflictos bélicos, de represiones y malestares
sociales.

Punto del debate a que nos expone el ensayista es
señalar que la intolerancia gubernamental de los
déspotas y de las castas, genera la tiranía sobre
las masas o sobre las minorías esclavizadas por el poder
político y económico. Y no se descarta  la
 complicidad  del poder religioso. Queda claro que el
poder  teocrático de origen feudal proviene de la
edad media y se perpetúa en Latinoamérica entre las
castas o familias privilegiadas que constituyen hoy la
oligarquía. Se colige de la visión retrospectiva
del ensayista sobre las diferencias que marcan  la
intolerancia de dominio feudal en que la iglesia juega su papel
preponderante en un mundo teocrático e intolerante opuesto
al mundo antropocéntrico del Renacimiento en que el hombre
asume su papel razonador bajo un total signo de libertad. Un
mundo, desde luego, mas tolerante, a pesar de que el
individualismo pueda asumir también una intransigente
 intolerancia egocentrista. Ante la intolerancia semifeudal
aun vigente en las democracias de influencia despótica, el
cambio radical anhelado por el ensayista promete ser a
través de una labor educativa de base, un programa de
culturización pedagógica en que el profesor
transformista se pronuncia por  una  revolución
pacifica cultural que cumpla su cometido. Es lo que el ensayista
Acevedo Linares, asumo yo,  trata de liderar a través
de sus escritos y acaso de su poesía como poeta
utópico. Es que en su empeño culturalista, de
 por sí ya nos mete en su dialéctica
desplegada al tema polémico en el que surgen muchos
interrogantes. En este asunto el ensayista  se ha dado el
lujo  de adelantarnos acertadas respuestas.

Y ante la intolerancia, difícil de acabar, de los
gobiernos despóticos y de las  culturas dominantes,
el ensayista acude a los textos de Voltaire  y de otros
 pensadores, para debatir el  problema de las
diferencias  en forma mas positiva a través de
formulas para el cambio mental de los retrógrados entre
las clases altas carentes de ética y de luz cristiana para
el dialogo fraterno. El ensayista no predica, pero apela a una
cita que hace Voltaire de Jesucristo, predicador de la tolerancia
y de la fraternidad.  EL, "nunca tuvo ningún acto de
intolerancia: sus actos predicaban la dulzura, la paciencia, la
indulgencia". En tanto que la llamada  cristiandad  en
cabeza del mando político atenta contra el pueblo
cristiano por su intolerancia e injusticia social. La
intolerancia, tema debatido por Hegel, por Locke y Leopoldo Zea,
entre otros pensadores, entran en el debate  del ensayista
para contrarrestarlo con el pensamiento de un Voltaire que,
aboga, como el ensayista Acevedo Linares, por el ideal de la
tolerancia universal. En Latinoamérica es apremiante la
tolerancia como medio para el reconocimiento  de las
diferencias sociales y culturales y sobre todo para el logro de
una verdadera democracia de equilibrio pluralista. El ensayista
parece insistir en que  se difunda por todos los medios la
necesidad de aceptar el pluralismo ideológico para
construir esa autentica democracia anhelada por las
 mayorías, basada en el desarme  de conocidos
enfrentamientos nacionales, pero muy optimista el escritor,
confía en los medios informativos y formativos en
época en que el poder mediático político
domina el mundo. En el campo latinoamericano, hay un enorme temor
entre los de arriba de que sus castillos se derrumben  y
 por lo tanto mantienen fogueadas y fogueantes sus
baterías contrarrevolucionarias.

El ensayista se libera deliberadamente de entrar
apasionadamente en las fogatas de los contendientes, pero el tema
es colindante con el problema de América Latina y hay que
propiciar la batalla al menos con la ética de la verdad
justiciera. Sí, hay que propiciar la batalla, y el
ensayista la fomenta, porque las ideas del pluralismo y el
multiculturalismo,  contribuyen a integrar un continente
definido por Haya de la Torre como Indo-americano. En la mente
proyectada del ensayista las desigualdades de Indo-
América  se presentan como  puntos
 prioritarios de su debate en marcha frente al lector culto.
Entonces se plantean interrogantes, se arman las premisas y se
ponen en claro  las conclusiones para proponer la tolerancia
para una nueva democracia  justiciera, pluralista y
humanizada. Ello requiere, según el ensayista
 desarmarnos frente al otro,  mediante el
diálogo  bajo la ética de la verdad. Insiste
el ensayista  y es insistente a lo largo de su discurso en
promover el diálogo en todos los  campos
políticos y culturales, pero recalca  que "el
diálogo es imposible si no se dan  las condiciones de
igualdad entre quienes dialogan". Desde luego que las ya curtidas
 y aferradas desigualdades culturales y sociales hacen
más difícil el problema. Lo ideal seria, en mi
opinión, sin consultarle al ensayista,  que el mundo
 virara hacia un socialismo justiciero, verdaderamente
cristiano, dando entrada  al pluralismo ideológico y
multicultural con el voto unánime de las
 mayorías. Sueño este de poetas y el ensayista
es uno de ellos aunque  en sus planteamientos prima la voz
del sociólogo y del educador, divulgador de ideas. El, con
tesón, avanza en sus discursos compartiendo con pensadores
egregios, navegando por su mar de conocimientos donde los
vaivenes del pensamiento afloran reiterativamente para  que
sus ideales no se queden en mera utopia y coronen su meta de
esperanzas. 

EEUU, Agosto de 2009

INTRODUCCION

En este trabajo se intenta fundamentar desde la
perspectiva de una filosofía política, como
objetivo general, la tolerancia como presupuesto fundamental para
la construcción de una cultura de la democracia en el
ámbito de la sociedad latinoamericana sobre la base de una
fundamentación filosófica que reflexione en torno
al reconocimiento del otro, el respeto por la diferencia, la
pluralidad, el multiculturalismo y la ética, como
elementos fundamentales de la tolerancia para fundar una sociedad
madura, donde la democracia sea parte de la cultura, como quiera
que son los principios esenciales de la sociedad
contemporánea para la coexistencia pacífica. La
importancia que tiene la formulación de este proyecto
dentro de una óptica latinoamericana radica en la
necesidad de construir una verdadera cultura de la democracia
sustentada sobre la base de la tolerancia que los pueblos
latinoamericanos deben tener para una mayor integración
latinoamericana y construcción de una identidad en la
diversidad de sus diferentes culturas en tanto que América
Latina es un continente que ha carecido de auténticas
democracias.

La tolerancia no es posible hoy sin un reconocimiento y
un respeto por el otro y en esa dirección se hace
necesario construir una cultura de la tolerancia, como objetivo
específico, y del reconocimiento en el ejercicio de la
política, la religión o la sexualidad. La
posibilidad de comprender a otros, implica mi autorreconocimiento
aunque, comprender a otros no significa tener que estar de
acuerdo con ellos.[1]. El hombre se distingue de
lo vegetativo y lo animal por un ser un ente de razón,
capaz de comprender a la naturaleza. El hombre es hombre
precisamente por poseer, a diferencia de otros animales, la
razón. La tolerancia tiene su origen en la razón,
en el logos, como lo entendían los griegos, como
razón y como palabra, esto es, como capacidad para
comprender y para hacerse comprender. La razón o logos, en
este doble sentido, como fuente de toda tolerancia y la
tolerancia como única posibilidad de
convivencia.[2]. La tolerancia, es la sofrosine
para los griegos, es decir, temperancia que significa templanza,
moderación; y la intolerancia es la hibris que es
intemperancia que significa inmoderado, falta de templanza. La
intolerancia ha convertido a otros hombres, otros pueblos y otras
culturas en seres inferiores, ha negado la posibilidad de pensar
distinto, de tener otras opciones de vida, de fundar la vida a
partir del respeto por la diferencia.

La intolerancia llevada a los más lejanos
rincones del universo. ¿Para qué? Sólo para
tratar de demostrar lo de siempre, que unos hombres son
más hombres que otros, que unos pueblos tienen más
derecho que otros, que sólo existe una razón, una
justicia, una libertad y un orden: la del más irracional,
la del más injusto, intolerante y
brutal[3]Los niveles sociales de la intolerancia
son tan estrechos y cortos de dimensión humana que
sólo se ven las cosas desde una sola perspectiva
inmóvil, fija y obsesiva.

La intolerancia es la neurosis de nuestro tiempo. El
hombre se niega a reconocer al otro en su misma dimensión
humana como un ser poseedor de razón. La intolerancia ha
generado las más absurdas guerras, catástrofes y
las más grandes atrocidades en nombre de la libertad y de
la razón. Reconocernos en la diferencia y la pluralidad es
reconocernos en la cultura, en una cultura de la tolerancia.
Ahora bien, el reconocimiento de la diferencia, como objetivo
específico, será analizado desde la perspectiva en
la articulación entre Vattimo y Hegel entorno a la lucha
por el reconocimiento de las minorías. Haciendo
abstracción de la categoría o concepto hegeliano "
lucha por el reconocimiento", se hace referencia al
reconocimiento como base de la diferencia para legitimar la
tolerancia. Las minorías étnicas, raciales,
sexuales o culturales buscan su legitimación en la
sociedad y en esta dirección se hace necesario la
construcción de una ética de la diferencia en donde
el reconocimiento de la diferencia esté fundado sobre el
reconocimiento de la pluralidad.

Ahora bien, la sociedad postmoderna es una sociedad de
la diversidad o la pluralidad cultural en donde las
minorías encuentran, dentro de la perspectiva de Vattimo,
una "toma de la palabra", en una lucha por el reconocimiento como
proyecto político por su realización humana. Los
medios de comunicación juegan un papel determinante en la
" liberación de las diferencias " que ha generado en la
sociedad postmoderna el surgimiento de múltiples
subcultura como resultado de la proliferación de la
comunicación. La perspectiva hegeliana, analizada por
Fukuyama, fundamenta la historia sobre la base de la lucha por el
reconocimiento o thymos en tanto que el hombre quiere que se le
reconozca como ser humano en razón de que es un individuo
que tiene " valor " y " dignidad ", que hace que los hombres
arriesguen su vida en una lucha por alcanzar el prestigio. El
hombre no sólo desea que se le reconozca como hombre, sino
que además sea reconocido por otros hombres, porque el
hombre posee una facultad que le es inherente a su
condición humana como es su capacidad de arriesgar su
propia vida. El hombre arriesga su vida porque quiere ser
reconocido por los otros hombres, generando así un
violento combate a muerte por alcanzar el prestigio. Al arriesgar
su vida el hombre se prueba a sí mismo que es capaz de
vencer su instinto más humano y natural como es el de
conservar la vida. La lucha por el reconocimiento lleva al hombre
a entablar un combate por el prestigio y ser reconocido como un
ser auténticamente humano con capacidad de arriesgar su
propia vida y definirse como un hombre humanamente con dignidad.
El hombre busca su reconocimiento sobre la base del respeto
porque se sabe poseedor de valor y tiene una dignidad en la que
descansa su condición humana. La lucha por el
reconocimiento es entonces, el primer acto humano que el hombre
realiza por la búsqueda de libertad y realización
humana, transcendiendo su estado animal en tanto humano para
recobrase a sí mismo en su propia condición de
hombre. El hombre convertido como un ser "para sí " que se
ha apropiado de sí mismo para realizar su condición
humana con dignidad y respeto sobre la base del reconocimiento
que como instinto natural determina su accionar humano. Fukuyama
teoriza con Hegel que la voluntad del hombre que tiene para
arriesgar su vida por el sólo prestigio es lo que hace al
hombre más hombre y más humano sobre la que
descansa la esencia de la libertad humana. En Hegel, el primer
hombre desea ser reconocido por el otro en su condición
humana de libertad y respeto. En Locke, el primer hombre acepta
la sociedad civil con el propósito de proteger sus bienes
y propiedades que detentan su estado de naturaleza con el objeto
de acrecentar sin restricciones otros bienes y propiedades. En
Hobbes, el primer hombre en estado de naturaleza lucha por el
reconocimiento pero su deseo de reconocimiento es subordinado por
la educación al deseo de conservar la vida y al deseo de
disponer de una vida plena de comodidades.

El deseo de reconocimiento, piensa Fukuyama, es
fundamentalmente "la parte de la personalidad humana más
específicamente política" en la medida que impulsa
al hombre a afirmarse a sí mismo en la " isothymia ", que
es el deseo de ser reconocido como igual a los
demás.

Los hombres necesitan ser reconocidos y valorados en su
dignidad porque es un deseo humano innato que está en
relación con la valoración que el hombre tiene de
sí mismo y de la valoración que los demás
tienen sobre él. Ello contribuye a la afirmación de
su propio valor como ser humano, como persona, como ser moral y
como ser libre. El hombre adquiere capacidad de valorarse a
sí mismo y capacidad para valorar a los demás.
Fukuyama va hasta el fondo de la psicología humana
descubriendo que el thymos o deseo de reconocimiento es un deseo
humano (natural) que subyace en la naturaleza humana que hace
mover la historia.

La fuente originaria del thymos la encuentra en
Platón: el "thymos" se refiere a "espiritualidad" que
significa "ánimo" o "coraje". El hombre tiene necesidad de
darle valor a las cosas, a sí mismo, y a los demás
hombres, de darle valor a las acciones humanas y a todas las
cosas a su alrededor. El " thymos " es la " parte del alma que da
valor a los objetos " y el " deseo de reconocimiento " es una "
actividad del thymos que exige que otra conciencia comparta la
misma valoración". El thymos hace que la esclavitud o la
humillación de un hombre en cualquier parte, cause ira o
indignación porque no se reconoce al individuo como ser
humano. [4]

Ahora bien, la intolerancia, afirma Leopoldo Zea, parte
de la supuesta superioridad de una raza, una sociedad o una
cultura. Enfrenta a los hombres sobre los cuales se
pretendía imponer la propia raza, sociedad o cultura
[5]y, en esa dirección se hace una
exploración analítica, como objetivo
específico, sobre cómo históricamente los
pensadores y los filósofos de la filosofía
política han abordado este concepto de tolerancia, desde
el politeísmo de la Antigüedad, el periodo de la
Reforma, la era de la Ilustración, la Enciclopedia y el
Liberalismo, hasta la fundamentación teórica de los
pensadores y filósofos contemporáneos que
también en América Latina han pensado este
concepto.

De otra parte, es necesario precisar que los pueblos
antiguos y las sociedades modernas han sufrido las reacciones de
la intolerancia y desde entonces, los hombres han luchado para
que la tolerancia se convierta en el ethos de la cultura, de la
cultura latinoamericana que queremos construir. Una cultura de la
democracia debe tener una fundamentación ética en
el respeto por sus diferencias y de allí la importancia de
abordar este aspecto, como objetivo específico de este
trabajo. El concepto de ética proviene del griego ethos
que significa "modo de vivir", "costumbre" y en el contexto
histórico griego la ética significa una
concepción total del individuo y la sociedad en la virtud
y la verdad. La ética era para los griegos un principio
fundamental que determinaba la conducta social e individual y la
existencia. La existencia en la antigua Grecia está
articulada desde la ética para dar cuenta de sí
mismo, renunciar a todo dogmatismo, autoridad o tradición,
mito o religión en la búsqueda de la verdad
apoyados en la lógica y en la crítica y donde no
hay una división entre el pensar y el actuar y donde se
dan todas las condiciones para el ejercicio de la razón.
En la sociedad contemporánea se educa para la obediencia,
para el conocimiento y reconocimiento de la autoridad en el orden
del pensamiento, de la interacción social y en la
política como un ejercicio legitimador del poder y del
saber que instaura la sumisión y el reconocimiento de la
jerarquía entre los hombres como algo "natural". Esta
ética se funda sobre relaciones de poder que limita la
libertad de pensamiento. Se requiere de una ética que se
funde en la construcción de sí mismo, de
reconocimiento del otro y de respeto a la diferencia y de
reconocimiento a las culturas regionales, la práctica de
una cultura que permita vivir en el riesgo, en la dificultad, en
la búsqueda, en la pregunta, en tanto así damos
sentido a la existencia[6].

Este trabajo se desarrolla apoyado en el marco de una
síntesis histórica que explica cómo este
concepto de tolerancia ha sido pensado por los filósofos
de la filosofía política en diferentes contextos y
épocas, desde los griegos hasta nuestro ámbito
latinoamericano y, en esa dirección se formula los
presupuestos teóricos que la tolerancia política
debe tener para la construcción de una cultura de la
democracia sobre la base de la tolerancia y el reconocimiento de
la diferencia que en la sociedad latinoamericana está por
construirse como proyecto político y ético,
articulado a la visión que el pluralismo, el
multiculturalismo y la ética le dan como soporte
filosófico a este concepto de tolerancia.

La pregunta fundamental de la que se parte, desde la
filosofía política, para la formulación de
este proyecto ( y que con la necesidad de la formulación
del proyecto se responde a ella) es de si existe una
auténtica cultura de la democracia en América
Latina sobre el fundamento político de la tolerancia, el
reconocimiento de la diferencia y el respeto por el otro,
teniendo como referente el contexto de la realidad social
latinoamericana y, en esa dirección se formula un proyecto
político y ético a construir.

TOLERANCIA, CULTURA Y
DEMOCRACIA

Marco Histórico

La defensa de la tolerancia * surgió
históricamente entre el conflicto de una iglesia
mayoritaria y sus disidentes. En el siglo XVI se habló por
primera vez de tolerar a los equivocados en cuestiones de fe. El
principio de tolerancia fue establecido en gran medida por el
grupo italiano de reformistas dirigidos por Fausto Sozzini que en
1574 rechazaron la doctrina de la Trinidad y fueron los
fundadores de la corriente reformista llamada unitarismo. Los
vencedores de la guerra religiosa crearon un principio
ético que concedía indultos a los " herejes " e "
impuros " otorgando el " perdón " y la " indulgencia ",
formulada por este precepto de tolerancia y en este contexto su
significado histórico radican en la ruptura del mundo
religioso cristiano y la conciencia de las múltiples
creencias y doctrinas teológicas. Moro, Erasmo, Montaigne
esbozaron los primeros argumentos, pero nunca llegaron a plantear
la existencia de un derecho inherente de todo hombre a la
libertad de conciencia y religión. La tolerancia era
apenas un recurso de los príncipes para restaurar la
convivencia pública, rota por el conflicto entre los
ortodoxos y heterodoxos. La autoridad civil debía tolerar
al disidente por las mismas razones que toleraba a las
prostitutas; para evitar males
mayores.[7]

* La palabra "tolerancia "proviene de la raíz
indoeuropea tol.tel.tla, de la que se derivan tollere y tolerare.
Tollere significa levantar, quitar y a veces destruir. Tolerare
significa llevar, soportar, a veces combatir. Esto significa que
bajo la idea de guerra y la idea de esfuerzo subyace la
noción de tolerancia. (Claude Sahel. La Tolerancia: Por un
humanismo herético. Ed. Cátedra. Madrid, 1993,
Pág.16).

El concepto de Tolerancia en los
griegos

Voltaire señalaba que los griegos y los antiguos
pueblos civilizados ninguno ponían trabas a la libertad de
pensar y que a los griegos por muy religiosos que fuesen les
parecía bien que los epicúreos negasen la
Providencia y la existencia del alma. Que todos los antiguos
pueblos civilizados tenían una religión pero que la
usaban con los hombres del mismo modo que con sus dioses, todos
reconocían un dios supremo pero le asociaban una cantidad
prodigiosa de divinidades inferiores; sólo tenían
un culto, pero permitían una multitud de sistemas
particulares.

Los romanos, continua Voltaire, no profesaban todos los
cultos, no daban a todos sanción pública pero los
permitieron todos. Los romanos se caracterizaban por su
tolerancia. El Senado y el pueblo tenían un principio que
los guiaba y era: "sólo a los dioses les corresponde
entender de las ofensas ingeridas a los dioses".
[8]

Los romanos tenían un consentimiento hacía
todos los dioses y sólo eran objetos de culto los
Césares deificados. Cicerón llegó a dudar
acerca de todo. Lucrecio lo negó todo y no se le hizo
ningún reproche, dice Voltaire que la tolerancia
llegó tan lejos que Plinio el naturalista empieza su libro
negando la existencia de Dios diciendo que hay uno, que es el
sol.

Cicerón llegó a negar la existencia del
infierno, igual que Juvenal y Séneca decía que no
hay nada después de la muerte y ante todas estas
afirmaciones nunca hubo la menor protesta. Jesucristo,
escribió Voltaire en su Tratado sobre la Tolerancia, nunca
tuvo ningún acto de intolerancia; sus actos predicaban la
dulzura, la paciencia y la indulgencia: allí están
el Samaritano caritativo, el perdón a la pecadora, los
invitados de Caná, la no – indignación contra
Judas, etc. Y su muerte humanamente, dice Voltaire, tiene mucha
relación con la muerte de Sócrates que muere a
causa del odio de los sofistas, los sacerdotes y los principales
del pueblo. Sócrates pudo evitar su muerte y no quiso,
Jesucristo se ofreció de manera voluntaria. Ambos aceptan
estoicamente el sacrificio.

Sócrates llegó a perdonar a sus acusadores
y jueces y Jesucristo pidió a su Padre que perdonara a sus
enemigos[9]Sin embargo, hay que señalar que
los griegos consideraban a los extranjeros como "bárbaros"
y en ese sentido Aristóteles decía que los
bárbaros eran "esclavos naturales". El proceso contra
Sócrates por haber introducido nuevos dioses en lugar de
los dioses oficiales de la polis son elementos que señalan
que en el politeísmo de la antigüedad hubo crisis. La
sociedad ateniense se reivindica después de la muerte de
Sócrates al condenar a muerte a su principal acusador,
Melito, y los demás jueces y acusadores fueron condenados
al destierro. A Sócrates se le erige un
templo.[10]

En el juicio se le acusa de introducir en la ciudad
nuevos dáimones y él hace el esfuerzo por probar su
existencia. El juicio contra Sócrates fue como un
verdadero palo de ciego que el pueblo de Atenas descargó
en un momento de atroz nerviosismo. El era el representante de
las viejas generaciones educado en una época en que la
democracia no se había generado, ni la nueva cultura
había llegado a Atenas y, la vida del pueblo no se
había modernizado aún. El pueblo ateniense se
había endurecido y carecía de la reflexibilidad que
hubiera tenido en una época más creadora y, a
ciegas dirigió la protesta contra Sócrates; la
protesta se levantaba contra las ideas, a las que se le echaba,
en los malos tiempos, la culpa de todo. El pueblo ateniense
había pasado una época de revoluciones sangrientas,
cambios constitucionales y las nuevas ideas se habían
convertido en instrumento de rapiña y sangre y se
practicaba la soberanía del más fuerte.

La acusación de corrupción de la juventud
no consistía en Sócrates en hacerlos viciosos sino
en elevarlos a extrañas perfecciones en el cultivo de la
inteligencia, en la supresión de la espontaneidad, en
entregarse a la razón. La acusación lo presentaba
como contradictor y antagonista.[11] En el juicio
contra Sócrates se pone en evidencia el carácter de
intolerancia del pueblo ateniense, quizás como
consecuencia de lo arriba señalado.

Protágoras sufrirá también la
intolerancia de la sociedad que le toca vivir. Sus libros fueron
condenados a la hoguera en el Ágora. A Anaxágoras
lo expulsaron por haber afirmado que el sol no era más que
una piedra ardiente.

El concepto de Tolerancia en la Reforma, la era de la
Ilustración, la Enciclopedia y el
Liberalismo.

La Reforma fue un movimiento promovido por Martín
Lutero y J. Calvino principalmente, a favor de la
renovación de la iglesia que desembocó en la
libertad religiosa al crearse nuevas iglesias independientes del
papado. La crítica histórica contra la iglesia se
había iniciado durante el renacimiento que abogaban por
una divulgación de la Biblia y de los escritos de los
padres de la iglesia, gracias a la invención de la
imprenta. Este movimiento fue apoyado por los círculos de
la nobleza, de la burguesía, por los humanistas y el clero
secular y monástico.

El movimiento se enfrenta a grandes dificultades, como
los levantamientos de los campesinos y los anabaptistas y un
sector de los humanistas. Se concedió la libertad
religiosa a los protestantes para conservar la paz religiosa de
Nurember (1532). Hacia 1561 la mayor parte de Alemania era
protestante. La iglesia católica reconquista, sin embargo,
algunos territorios, que es el periodo que se conoce como la
Contrarreforma.[12].

Ahora bien, Voltaire afirma lo absurdo de ser
intolerante en tanto que los jesuitas debieron ser tolerados bajo
la condición de renunciar a sus métodos de
propaganda, proscritos en Francia en 1762.[13] y
en el año 313 el emperador Constantino concedió la
tolerancia oficial al cristianismo y su religión fue
declarada como la religión oficial del Estado, excluyendo
a las demás religiones, se constituyeron así en dos
poderes, uno material y otro espiritual que fueron el poder el
Estado y el poder de la Iglesia, originándose de esta
manera la consolidación del poder de la Iglesia y
gestándose formas de intolerancia. Una vez que estaban en
el poder se transformarían en perseguidores de los
"herejes" como los arrianos y los
donatistas.[14]

La doctrina dogmática de la religión
cristiana traería como consecuencia una lucha encarnizada
por defender "la pureza de la doctrina" y mantener la estructura
jerárquica, legitimando su dominio de la sociedad
medieval. San Agustín condenó a los herejes y
creyó legítimo emplear medidas de fuerza contra
ellos porque consideraba la herejía como un alejamiento
del dogma y un desorden del alma que podría llevar al
hombre a la condenación
eterna.[15]

Tomás de Aquino compara la autoridad del Papa y
la autoridad real con el dominio del alma sobre el cuerpo. La
meta suprema y el sentido de la vida del hombre es su
salvación y para ello están la Iglesia y su pastor
supremo. Consideraba que el persistir en su propia opinión
sin aceptar razones contra ella, sólo expresa dureza y
rigidez.[16]

La tolerancia en los siglos XVI y XVII adquiere un
sentido más amplio en el orden teológico, en el
orden político y en el orden social. La inquisición
hizo de la hoguera el fuego que purificaba a los herejes. El
fundamento teórico de esta intolerancia religiosa fue la
de determinar que una institución y sus funcionarios y
sacerdotes señalarían para el hombre cuál
era la meta suprema de la existencia y señalaba el camino
que conduciría a esa meta para la salvación del
alma. La cacería de "brujas" y las Cruzadas se
llevaría a cabo desde finales del siglo XI hasta finales
del siglo XII. En la Alta Edad Media del periodo 1430 y 1540
adquirirían un carácter sistemático los
procesos y persecuciones y entre 1590 y 1630 después de la
Reforma, alcanzaría su máximo nivel. Al quemar el
cuerpo de un hereje se podía salvar su alma
inmortal[17]

Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue un precursor de la
modernidad y del principio de la tolerancia. En su Elogio de la
locura (1511) hace una dura crítica contra la decadencia
de las costumbres de su época, la superstición y la
iglesia. Crítica los abusos de la iglesia oficial, la
intolerancia y las persecuciones. Su Elogio de la locura es un
texto precursor de un moralismo laico en tanto se anticipa a la
Reforma y proyecta elementos de la primera etapa de la conciencia
burguesa en los tiempos modernos. Con H. Kamen, afirma Jaramillo
Vélez, que la sustitución del dogma por el
moralismo fue lo que preparó el camino de la
tolerancia[18]

Ahora bien, Pierre Bayle (1647 – 1706) será el
primer pensador de la edad moderna que adelantándose a su
época promulgará la tolerancia religiosa del
Estado, la libertad de conciencia y la tolerancia también
a los ateos entre las personas que debían ser respetadas
por las autoridades. Consideraba este pensador que la
intervención de las autoridades en las contiendas
religiosas no tenían legitimidad y que la blasfemia no
podía ser delito y que la fe religiosa no puede soportar
la coacción en tanto que no existe un criterio objetivo
para examinar las convicciones subjetivas sobre la evidencia que
es una cualidad relativa. Sólo la conciencia individual
puede ser instancia para determinar si un convencimiento es o no
verdadero. La conciencia individual es la única instancia
normativa legítima y allí radica un principio de
tolerancia. Bayle como J. Locke no aplica la tolerancia a favor
de los católicos que no toleran otras creencias.
Según su tesis, el intolerante no puede esperar tolerancia
de los demás[19]

En John Locke (1632 – 1704) la tolerancia es uno de los
deberes del Estado. En su Carta sobre la Tolerancia (1689)
argumenta la tolerancia estatal en materia religiosa. El Estado,
afirma Locke, debe ser tolerante con las convicciones religiosas
de sus ciudadanos "porque a él no le corresponde la cura
de las almas y ni las torturas o confiscaciones puede contribuir
a que el hombre cambie en su interior"[20]. Una
cura caritativa que consiste en llamar a la razón no puede
ser negada a nadie. Nadie puede ser molestado por ser o no
cristiano. Locke se refiere a la cura autoritaria que consiste en
emitir leyes y en hacerlas cumplir. La tolerancia obliga a que
ninguna iglesia está obligada a mantener en su seno a una
persona que viola leyes de su sociedad, a que ningún
hombre puede atentar o disminuir los derechos civiles de otro por
el hecho de que este se declare ajeno a la religión y rito
de aquel, y nadie puede ser obligado contra su voluntad a ser
sano y rico. Locke no otorga al Estado ningún derecho
sobre la propiedad del individuo justificada por el derecho
natural, originándose allí los principios del
individualismo pero otorga la propiedad sobre la fe
religiosa.

En Locke el concepto de tolerancia se amplía la
esfera de lo político y lo individual. La
concepción de tolerancia formulada por Locke contribuye a
la evolución constitucional de Inglaterra y sólo
hasta 1771 se admite a los disidentes para cursar sus estudios en
Oxford y Cambribge y en 1827 acceden a los cargos en la
administración estatal.[21]

Locke señala en su Carta sobre la Tolerancia que
la tolerancia es el rasgo más característico de la
verdadera Iglesia y que el objetivo de la verdadera
religión no ha existido para el lujo, el
señorío de los prelados o la fuerza compulsiva,
sino para asentar una vida guiada por la rectitud y la
caridad.

Cree necesario separar la Iglesia y el Estado por cuanto
se debe establecer la diferencia que existe entre los asuntos
civiles y religiosos. En Locke prima la vocación y la
voluntad moral porque afirmaba que quien careciera de caridad,
humildad y buena voluntad estaría muy lejos de ser un
cristiano auténtico. En su pensamiento converge la piedad
evangélica y el racionalismo. Señalaba que tolerar
a aquellos que difieren de los demás en asuntos de
religión es asunto que concuerda con el Evangelio y con la
razón y extraña que ciertos hombres cieguen ante
esta luz.

Los asuntos del gobierno civil y de la religión
deberían limitarse uno de otro. Locke consideraba al
Estado como una sociedad de hombres constituida para preservar
sus propios intereses de orden civil: la vida, la libertad, la
salud, el descanso del cuerpo y la posesión de las cosas
como dinero, tierra, casas, etc. Señala su
convicción de respeto por las creencias y decisiones del
individuo, siempre y cuando no perjudiquen a los demás y
señala que en ningún lugar del Nuevo Testamento
dice que la Iglesia debe obligar por "la fuerza, a hierro y
fuego"[22].

En su Ensayo sobre la Tolerancia, Locke analiza las
acciones y las opiniones de los individuos y propugna por una
tolerancia ilimitada, limitada y por excluir toda clase de
tolerancia. Los papistas deberían quedar excluidos del
beneficio de la tolerancia por cuanto se consideran obligados a
negar la tolerancia de los demás y defienden una
tolerancia limitada por la exigencia de no debilitar el Estado ni
causar daños a la comunidad. En su "Carta sobre la
Tolerancia" afirma que los que niegan a Dios no pueden ser
tolerados de ningún modo[23]Locke
escribió dos textos sobre la tolerancia: Carta sobre la
Tolerancia y Ensayo sobre la Tolerancia (1667); que aunque
publicados anónimamente el primero e inédito el
segundo son documentos importantes a favor de la libertad de
conciencia.

Con Baruch de Spinoza y su obra Tratado
Teológico-político (1670) la tolerancia religiosa
avanza en Europa. Spinoza fundamenta en su obra el derecho de las
autoridades en asuntos religiosos y de la necesidad de la
tolerancia, y plantea que la finalidad del Estado es de hecho, la
libertad. Esa libertad era necesaria en Spinoza porque ella era
indispensable para el progreso de la ciencia y el arte. En su
defensa de la libertad de expresión Spinoza
argumentará que " cada cual tiene la libertad de pensar lo
que quiera y de decir lo que piense[24]

En su obra Espíritu de las Leyes (1748)
Montesquieu también se ocupa de la tolerancia religiosa.
Allí expresa el carácter político de la
tolerancia. Afirma que cuando las leyes de un país
consideran necesario tolerar varias religiones, deben
también obligar a éstas a una recíproca
tolerancia, porque la religión oprimida cuando sale de
esta situación se confiere en opresora como una
tiranía[25]

Voltaire (1694 – 1778) escribe con ocasión
de la muerte de Jean Calas (1762) su Tratado sobre la Tolerancia
(1763). Jean Calas era un hombre de 78 años de edad que
ejercía la profesión de comerciante en Tolosa desde
hacia más de cuarenta años y era considerado un
buen padre. Era protestante. Voltaire en su Tratado sobre la
Tolerancia nos cuenta el suplicio de la vida de Jean Calas donde
señala que todas las cofradías merecen respeto.
Escribe Voltaire que los japoneses (siglo XI) eran los más
tolerantes de todos los hombres: doce religiones pacíficas
estaban establecidas en su imperio pero al llegar los jesuitas se
desató una guerra civil porque no querían tolerar a
ninguna otra. Esto da pie a Voltaire para señalar que no
se debe predicar ni ejercer la intolerancia. La intolerancia ha
cubierto la tierra de matanzas y son la vergüenza de los
pueblos que no conocen la tolerancia. Los abusos de la
intolerancia son descritos por Voltaire en su Tratado, la
crueldad, la injusticia, etc. Afirma además, que para que
un gobierno no tenga derecho a castigar los errores de los
hombres, es necesario que esos errores no sean crímenes, y
sólo son crímenes cuando perturban la sociedad y
perturban la sociedad si inspiran fanatismo. Los hombres deben
empezar por no ser fanáticos para merecer la
tolerancia.

Voltaire aboga por una tolerancia universal en donde los
cristianos deben tolerarse unos a otros, y en la
ilustración y en el saber ve la cura para la estupidez
humana[26]En 1675 se publica la Enciclopedia donde
se compendia todos los conocimientos de la época del
periodo de la Ilustración consagrando un capítulo a
la tolerancia. La intolerancia, se afirma en la Enciclopedia,
conduce a una "guerra de opinión" y en ese sentido la
tolerancia es un simple dictado de la prudencia porque con la
prohibición y la duda sistemática los errores se
eternizan y se evita el progreso de los conocimientos.
Allí se concluye que el fanatismo es el origen de la
intolerancia y su consecuencia, porque las fuentes del fanatismo
son los dogmas irracionales, la moral cruel, el uso de los
castigos difamatorios y la persecución. Allí
también se consigna sobre el "fanatismo patriótico"
en cuanto que sus contenidos son demagógicos. Los
enciclopedistas llamaron a la intolerancia, esa vesánica
perturbación del ánimo, "pasión feroz"
(Córdoba Triviño, 1995). En los siglos XVII y XIX y
XX las Constituciones aseguran institucionalmente la tolerancia.
El Estado Social de Derecho reacciona contra la forma represiva y
amplia el espacio para la tolerancia. Se declaran nuevos derechos
sin discriminación de raza, origen, nacionalidad, idioma,
sexo, orientación sexual, minusvalía,
posición social, edad, convicciones religiosas,
ideológicas o políticas. En 1789 se establecen la
declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en
la que se declara la igualdad y la libertad de los hombres en sus
derechos. La Revolución Francesa genera profundos cambios
políticos y culturales que hace que la tolerancia se
transforme de precepto moral a norma jurídica con el
reconocimiento de los derechos inalienables de los individuos. De
las controversias de índole religiosa se traslada a las
controversias de índole político. El concepto de
tolerancia se amplía del ámbito teológico al
ámbito civil. El estado liberal se fundamentó en
este principio para sentar las bases jurídicas,
políticas y económicas de sus estructuras
promoviendo el estado de derecho fundado en el respeto y la
garantía jurídica de los derechos de libertad. La
tolerancia resultó ser una expresión ética
del derecho que transformó el antiguo esquema de principio
y valores en otro esquema normativo que garantiza
constitucionalmente el valor de la opinión de los
individuos. En la Ilustración, el concepto de tolerancia
basado en una ciudadanía universal no tuvo mayor auge ante
el nacionalismo y el chauvinismo del siglo XIX. La falta de una
identidad nacional llevó al menosprecio de las
demás naciones extranjeras como el antisemitismo. Los
judíos eran la minoría que pertenecía a la
religión cristiana. Alrededor de esta minoría se
crearon muchos mitos que contribuyeron a generar odios contra
ella y la tradición cristiana contribuyó a
incrementar los prejuicios en su
contra[27]

En su obra Acerca de la Libertad (1858) J.S. Mill,
representante del pensamiento clásico liberal y social
inglés, avizoraba el peligro de un poder gubernamental
represivo y la amenaza de una "tiranía de la
mayoría" como la "opinión pública".
Había que defender a la sociedad contra la
inclinación a imponer sus propias ideas y costumbres a los
indóciles. Mill está a favor de una tolerante
reserva de la opinión pública frente a las
diferentes opiniones conceptos y convicciones de los individuos y
los grupos. La sociedad sólo puede intervenir en la esfera
de lo individual si su fin es "evitar daños a terceros".
Aboga por el derecho a seguir las propias inclinaciones siempre y
cuando no perjudique a los otros y por el derecho de
reunión. La tesis de Mill es que la opinión
pública tiende a ser a veces muy intolerante sobre todo
cuando no se informa y educa. La tolerancia en Mill es la
libertad del individuo frente a las coacciones, el hombre debe
poder moverse libremente con libertad y sin interferencias por
parte de la sociedad[28]

Mill J:S. escribe su ensayo sobre la libertad
dónde su objeto no es el libre albedrío sino la
libertad social o civil, la naturaleza y limites del poder que
puede ser ejercido legítimamente por la sociedad sobre el
individuo. Señala Mill que es necesario limitar el poder
del gobierno sobre los individuos, incluso cuándo los
gobernantes son responsables ante la comunidad. Se requiere de
una protección contra la tiranía de las opiniones y
pasiones dominantes, contra la tendencia de la sociedad a imponer
como reglas de conducta sus ideas y costumbres a los que difieren
de ellas, contra su tendencia a obstruir el desarrollo e impedir
la formación de individualidades diferentes.

Afirma que la intolerancia es tan natural en la especie
humana, en todo aquello que le afecta en verdad, que la libertad
religiosa no se ha realizado en ninguna parte, excepto
allí dónde existe la indiferencia religiosa. La
esfera propia de la libertad humana comprende el dominio interno
de la conciencia, la libertad de pensar y sentir, la libertad
absoluta de opiniones y de sentimientos, sobre cualquier asunto
practico, especulativo, científico, moral, o
teológico.

El principio de la libertad humana requiere la libertad
de gustos y de inclinaciones, la libertad de organizar nuestra
propia vida siguiendo nuestro modo de ser. No se puede llamar
libre a una sociedad, cualquiera sea la forma de gobierno, si
estas libertades no son respetadas. El reconocimiento de
éstas libertades en J.S. Mill es el reconocimiento del
valor de la tolerancia y el respeto por el otro, que al reconocer
su valor debe existir completa libertad de procesar y discutir,
como materia de convicción
ética[29]

En su Teoría de la Justicia (1971) John Rawls
plantea su formulación teórica sobre la tolerancia.
Se pregunta ¿Una secta intolerante tiene derecho a
quejarse cuando no se la tolera? Su respuesta es que la secta
intolerante no tiene derecho a quejarse cuando no se la tolera.
Si una persona se queja porque violan sus derechos esto se limita
a la "violación de principios que ella misma reconoce".
Rawls reconoce la legitimidad de la defensa de esta intolerancia.
Una secta intolerante no puede quejarse si no se le tolera, pero
ello no legitima que los tolerantes agrupados en sectas o
iglesias tengan derecho a oprimir a los intolerantes.

Una tolerancia hacia los intolerantes fomenta entre los
ciudadanos intolerantes, al vivir entre actos y actitudes de
tolerancia, principios de reconocimiento de la libertad de
conciencia, argumenta Rawls, aunque esto tiene sus riesgos porque
puede ocurrir lo contrario y estos grupos no pueden convertirse a
la libertad y sólo en casos extremos hay que limitar la
libertad de los intolerantes.[30]

El tema de la tolerancia religiosa, escribe Rorty, es
recurrente en los escritos de Rawls y cuándo da ejemplos
del tipo de opiniones que una teoría de la justicia debe
tomar en cuenta y sistematizar, cita con convicción de que
la intolerancia es injusta[31]Rorty señala
que el argumento de Rawls contra el fanatismo no consiste en
suponer que éste pone en peligro la verdad sobre las
características de un orden metafísico y moral
antecedente al amenazar a la libre discusión, sino
simplemente que es una amenaza contra la libertad y con ello,
pone en peligro a la justicia.[32]

Señala Rorty que Rawls quiere las teorías
acerca de la naturaleza humana y sus fines se separen de la
política, quiere que su concepción de la justicia
"evite supuestos acerca de la esencia e identidad de las
personas". Rawls quiere relegar las preguntas sobre el fin de la
existencia humana o el sentido de la vida, a la vida privada. En
una democracia liberal no solamente las opiniones acerca de esas
cuestiones estarían libres de cohesión legal, sino
que se tendería a separar las discusiones acerca de dichos
temas de las discusiones sobre políticas sociales. Se
emplearía la fuerza contra la conciencia individual en la
medida en que la conciencia llevara a los individuos a actuar en
forma que amenazara a las instituciones
democráticas.

Rorty señala que la tolerancia no tiene que ir
tan lejos que nos veamos obligados a aceptar el vocabulario que
nuestro interlocutor desea usar y tomar en serio cualquier
tópico que éste quiera someter a discusión.
Esto va de la mano con el rechazar la idea de que existe un
vocabulario moral único y un conjunto de creencias morales
apropiados para cualquier ser humano, en cualquier comunidad o
lugar[33]. El rehusar discutir acerca de lo que
los seres humanos deberían ser parece indicar desprecio
por el espíritu de tolerancia que es esencial en la
democracia. Pero no resulta claro como el sostener que los seres
humanos deberían ser liberales en vez de fanáticos
no nos conduce de nuevo a una teoría filosófica de
la naturaleza humana[34]En su Teoría de la
Justicia, Rawls considera que entre las libertades básicas
está la libertad política, el derecho de
expresión y reunión, la libertad de pensamiento y
de conciencia. La formulación de estos principios
señala que cada persona ha de tener un derecho igual al
esquema más extenso de libertades básicas iguales
que sea compatible con un esquema semejante de libertades para
los demás[35]

La Tolerancia Política como presupuesto para
la Democracia

En la relación entre tolerancia política y
sociedad hay algunos tópicos a explorar. En una democracia
pluralista una sociedad no puede coexistir sin una tolerancia
entre los partidos dominantes y las minorías. Trutz
Rendtorff define la tolerancia política como la
expresión de responsabilidad en lo referente a la
autonomía del ciudadano con respecto a la mayoría y
las minorías en una democracia. Para Rendtorff la
tolerancia es un criterio ético que determina la capacidad
de tradición política de la sociedad. En una
sociedad donde no se practique la tolerancia política las
minorías de verán obligadas a pasar a la
clandestinidad política, pero igualmente las
minorías deben respetar las decisiones de la
mayoría en tanto se mantengan dentro de la legitimidad
constitucional[36]La tolerancia es la facultad de
reconocimiento y de respeto por el otro, ese es el presupuesto
fundamental que legitima la democracia. En la teoría
crítica contemporánea, Herbert Marcuse
señalaba que la tolerancia sólo servía para
mantener el status quo de la desigualdad pero reconocía
con todo la tolerancia democrática como más humana
que la tolerancia institucionalizada. Marcuse hace una
crítica de la "tolerancia pura", esto es, una tolerancia
en abstracto que se convierte en instrumento de esclavitud cuando
se da en una sociedad represiva. Universalizar la tolerancia
implica la libertad de pensar y sin estas condiciones, en una
democracia, traería como consecuencia la opresión y
la tiranía.[37] Marcuse elaboró la
noción de "tolerancia represiva" que significa que en la
sociedad capitalista industrial se manifiesta idealmente el
concepto de tolerancia pero en lugar de servir para la
liberación de un grupo de individuos explotados sirve para
adormecer los impulsos de
liberación[38]

La tolerancia tiene la función de reprimir estos
impulsos y en ese sentido es represiva. Sigmund Freud reconoce en
la intolerancia a la "expresión de un narcisismo que
aspira a autoafirmarse" y a una imagen de la agresividad
instintiva del hombre. La psicosis que Freud señala de
estas manifestaciones de intolerancia son el resultado de la
neurosis de la sociedad moderna y su cura estará en una
educación a través del psicoanálisis para
acceder a la tolerancia. Freud señala como las grandes
religiones monoteístas trajeron como consecuencia el
reforzamiento de la intolerancia. La creencia de un dios
único trajo la intolerancia que había sido ajena en
la Antigüedad, afirma Freud[39]en tanto que
no se permitían otros dioses ni ritos que no fueran los
del dios único.

Gadamer en su Elogio de la Teoría (1993) ha
escrito que la tolerancia es la más infrecuente de todas
las virtudes y ve en ella no un signo de debilidad sino de
fortaleza y significa el reconocimiento de iguales derechos del
que piensa distinto. La condición de la tolerancia
religiosa es que permanezca inalterado el orden de dominio y la
cristiandad de la sociedad[40]

El filósofo español Fernando Savater es su
obra Política para Amador (1992) afirma que vivir en una
democracia quiere decir convivir con costumbres y comportamientos
que uno desaprueba. Desde la esfera cultural y social, la
unanimidad, la limpieza étnica, el horror al mestizaje y
al contagio de modos y modas etc, son formas de barbarie
estéril. En una democracia se dan numerosas realidades
plurales y hay contenidos unos principios irrevocables: el
respeto a las minorías, a la autonomía personal, a
la dignidad y a la existencia individual y sobre esa unidad
básica de las leyes se configura la pluralidad de las
formas de vida. Lo que debe ser respetado son las personas (y sus
derechos civiles) no sus opiniones o su fe pero esto no justifica
que quienes se sientan "heridos" en sus convicciones crean por
ello tener derecho a herir de verdad en la carne a sus
críticos. Es necesario aceptar la democracia como el marco
en que han de encuadrase las creencias y las formas de
vida.

Pluralidad, Multiculturalismo y
Ética

La construcción social de una cultura de la
democracia en donde impere la tolerancia tiene que estar
articulado a un proyecto social donde se expresen los pluralismos
y multiculturalismos que existen en la sociedad y, en la
reformulación de una ética que no sea la de la
dominación, el consumismo, la competencia y la
acumulación. El fortalecimiento de una cultura de la
democracia se sustenta sobre la base de respeto por la diversidad
cultural que tiene la sociedad en sus múltiples grupos
sociales o movimientos.

La cultura occidental es dogmática, beligerante y
trata a las demás como enemigas, no tolera la diferencia.
Su egocentrismo no le permite reconocer otras culturas. La paz
requiere una crítica de nuestra propia cultura y el
enriquecimiento intercultural. Para que la paz sea posible se
requiere no sólo el desarme militar sino, sobre todo, el
desarme cultural, esto es, el aceptar al otro sin
discriminación sin prejuicios y sin
inhibiciones

El pluralismo cultural como alternativa para la
construcción de una cultura de la democracia requiere
desarmarnos frente al otro. No verlo como enemigo, como amenaza,
ni siquiera como objeto de observación o conocimiento,
sino como otra fuente para la comprensión de la realidad.
Se requiere de instaurar el diálogo para resolver las
diferencias con los demás. El diálogo supone estar
en un mismo nivel de igualdad. No se puede dialogar entre un
superior y un inferior: entre quien posee la verdad y quien
está sumido en el error. El diálogo es imposible si
no se dan las condiciones de igualdad entre quienes dialogan.
(Motta, Cristina. Ética y Conflicto, Uniandes,
1997.)

La identidad cultural latinoamericana se basa en la
trietnicidad y, por lo tanto, en la multisubculturalidad y, un
encuentro para el conocimiento, la admiración sólo
es posible mediante el diálogo. Allí una
ética de la diferencia, esto es, el saber que somos
distintos culturalmente, no tiene por qué impedir ser
parte de una sociedad. La ética dominante tiene una
identificación con la ética religiosa, lo que
condujo a la inexistencia de una ética civil y social. Una
ética civil se abriría hacia el ámbito de lo
social dónde las prácticas sociales, en todos los
ordenes, tendrían una visión de tolerancia y
respeto por el otro. El respeto y el reconocimiento de la
diversidad cultural y política, es un proyecto
político a construir dentro del proyecto social de
fomentar una cultura de la democracia sobre la base de la
tolerancia como ejercicio de la libertad. Las culturas tienen una
dignidad y un valor que tienen que ser conservados y respetados.
En la sociedad cada grupo social o cultura tiene su propia
concepción de cómo concebir su existencia con sus
rituales y de concebir el mundo con sus
mitologías.

Monografias.comEn la era de la
globalización las minorías culturales están
siendo agredidas y muchas están en proceso de
extinción. La identidad cultural latinoamericana hay que
valorarla en su diversidad, en su pluralidad y en su
multiculturalismo; es a nivel axiológico donde se juega la
identidad cultural de los pueblos. Es necesario defender un
multiculturalismo abierto y dialogante. Cada cultura tiene
derecho a expresar sus propios valores "ante" los demás,
nunca "contra" los demás[41]Leopoldo Zea ha
señalado que la intolerancia tiene su origen en la idea
que sobre sí mismos se han formado individuos y pueblos,
pretendiendo hacer su propia y concreta peculiaridad, de su
propia y concreta humanidad, lo humano por excelencia y, a partir
de esa pretensión los hombres y pueblos se niegan a
reconocer otras expresiones culturales que no sean propias, a
rechazar toda expresión de la cultura que no sea copia de
la propia. El reconocimiento de la cultura propia comienza por el
reconocimiento de la cultura ajena sin desprecio por lo
propio[42]La multiculturalidad hace referencia a
las múltiples identidades existentes en América
Latina. Las identidades culturales de los pueblos y naciones
latinoamericanas expresan diversidades étnicas,
religiosas, políticas y sociales en un proceso de
hibridación, transculturización y mestizaje, que se
debaten en identidades tradicionales, modernas y
postmodernas.

La cultura en la era de la globalización se
encuentra en proceso de convertirse en una cultura planetaria que
hace que surjan los nacionalismos étnicos y
políticos con la necesidad cultural y política de
expresar su existencia y afirmarse en sus raíces, crear un
sentido de pertenencia con su propia cultura pero al mismo tiempo
compartir otras culturas en sus valores y estilos.

La construcción de una cultura de la democracia
debe posibilitar la profundización de una sociedad plural
y tolerante donde las identidades se construyen con la existencia
social de la diferencia, la alteridad y la pluralidad cultural.
El multiculturalismo consiste en el reconocimiento de las
diferencias entre las culturas sobre la base del diálogo,
el respeto y la tolerancia. En la diversidad está nuestra
riqueza cultural y nuestra identidad. Una cultura de la
tolerancia debe fundarse en el reconocimiento del otro y en la
medida que haya un reconocimiento del otro hay una
sensibilización para el diálogo y la
resolución de los conflictos. La heterogeneidad cultural
en América Latina está configurada por la
diversidad de identidad con sus lógicas, mentalidades, e
imaginarios colectivos propios. La identidad cultural
latinoamericana se configura en el reconocimiento de sus
pluralismos y multiculturalismos. Nuestra identidad cultural
latinoamericana es un entrecruzamiento de culturas tanto locales
como foráneas, esto es, se ha configurado con los procesos
de globalización que recorren el
mundo[43]La construcción de una
ética de la diferencia fortalecerá la de una
cultura de la democracia, sobre la base de la tolerancia como
presupuesto fundamental para la construcción de una
sociedad más democrática.

El filósofo Daniel Herrera señala que el
proyecto de construcción de una sociedad
democrática tiene que fundamentarse en la cultura, que
mientras ésta sea sólo dada en la esfera de lo
público o de lo organizativo, pero no toque la
cotidianidad, concretamente la familia, la escuela y el trabajo
se tendrá una que otra práctica formalmente
democrática, mas no la representación
simbólica que le da sentido a la misma. La democracia
interesa, sobre todo como forma de vida y en esa perspectiva solo
puede valer como proyecto ético. Se hace necesaria la
construcción de un ethos cultural democrático y
ello es responsabilidad de la sociedad civil[44]Lo
esencial para la construcción de una cultura
democrática no es solo la libertad de cada cuál y
la igualdad de todos ante la ley, si no la fraternidad: el
convencimiento moral de que debemos ser solidarios y respetuosos
con los demás. Más allá de la
representación política, de las reglas que permiten
la coexistencia dialéctica entre gobierno y
oposición, del marco constitucional y jurídico en
que mora una ciudadanía hay un universo de actitudes,
creencias, tolerancias y concepciones, es decir, todo un universo
cultural. Esto constituye también la democracia. Permean
tanto la cosa pública como la privada. Es el universo de
la ciudadanía, de sus convicciones y responsabilidades, de
su civismo y su fraternidad. Sin el no hay democracia.

Por cultura de la democracia debe entenderse un modo de
ser de la sociedad (ethos) en donde en la vida cotidiana, social
e institucional, se dan prácticas culturalmente
democráticas, esto es, que la participación en las
decisiones de la orientación política y
económica de la sociedad, sean decisiones conjuntas con
los pueblos y sus culturas, que el reconocimiento y respeto por
el otro y el reconocimiento de la diferencia, sea parte de una
cultura de la democracia como un modo de ser de la sociedad que
se respeta a sí misma cuando respeta a los demás.
La democracia no es solamente un orden político
representativo, enmarcado en un conjunto de leyes que garantizan
la libertad y los derechos de los ciudadanos. Es también,
y no en menor medida, una cultura, una conciencia participativa
de que la cosa pública es de todos, de que todos somos
responsables de lo que sucede y también de la calidad de
vida en común[45]

El concepto de Tolerancia en América
Latina

En América Latina hay un pensador de la
filosofía latinoamericana, Leopoldo Zea, que piensa en
torno a la tolerancia. La tolerancia como capacidad de acoger la
presencia y la cultura del otro sin indiferencia. Afirma Zea que
la intolerancia parece propia del hombre, del género desde
que el hombre tiene conciencia de la historia, y señala
como la intolerancia originó en nuestra época dos
monstruosas guerras: la guerra de 1914 a 1918 y la guerra de 1939
a 1945, que parecen ser como el preludio de una guerra que
pretende ser universal, planetaria: la guerra de las galaxias.
Denuncia Zea que en nombre de la tolerancia se hacen patentes
mayores muestras de intolerancia que ahora amenazan a nuestro
tiempo con la paradójica intolerancia de la
tolerancia.

En nombre de la democracia y la justicia social se han
levantado en nuestros días nuevos centros de poder y de
dominio totalitarios que pretenden decidir sobre la democracia
adecuada para los pueblos y, señala Zea cómo
Estados Unidos se erige en guardián, en policía del
orden supuestamente propio de la libertad y de la democracia,
decidiendo sobre la voluntad de los pueblos respecto del gobierno
que considera el más conveniente. Estados Unidos como
líder del llamado mundo libre, trata de imponer su propio
concepto de democracia, el orden propio que considera más
conveniente a otros pueblos y para ello hace uso de la violencia,
de la mayor intolerancia; desata guerras totales como en Vietnam,
desestabiliza gobiernos legítimamente elegidos como en
Chile, sostiene gobiernos militares, aplasta pueblos
pequeños como Granada, Afganistán, Irak
etc.

En nombre de la posible tolerancia, continua Zea, se
anula el diálogo y las amenazas toman su lugar. La
intolerancia se presenta armada, policiaca, decidiendo sobre lo
tolerable y lo intolerable. En el uso que los hombres hacen de la
razón encuentra rasgos de intolerancia. La intolerancia
del que sabe usar bien la razón contra el que no sabe
usarla. Afirma que todos los hombres son iguales por ser
distintos, esto es, por ser concretos, pero no tan distintos que
dejen de ser hombres. No tan distintos que puedan ser más
o menos hombres sino simplemente hombres. A partir de este
reconocimiento se podrá aceptar al otro y su cultura sin
sentir menosprecio de lo propio, la posibilidad de una
relación horizontal de solidaridad y no una
relación vertical de dependencia. Una relación de
hombres iguales que se reconocen entre sí por su
concreción sin
discriminaciones.[46]

En el contexto nacional un representante del humanismo
liberal se destaca como un pensador que defiende la libertad y la
tolerancia. Considera que la tolerancia debe ir a la par con la
libertad. En su obra Idola Fori (Los ídolos del foro,
1910) Carlos Arturo Torres (1867-1911) hace una crítica
contra los dogmatismos o " Idolos de la plaza "; una
crítica al fanatismo y a las supersticiones que habitan en
los ciudadanos de la república, y una defensa de la
tolerancia frente a la reacción en la esfera de la
política, la religión y la filosofía. Carlos
Arturo Torres plantea la necesidad de organizar la democracia por
la libertad, la tolerancia y la conciliación, por la
justicia y el derecho que son los pilares fundamentales sobre los
que se sostiene la civilización contemporánea. A su
teoría crítica la denominada "literatura de ideas"
con la que hace una crítica al régimen. Su
estrategia consistía en buscar el "valor
ideológico" de los problemas sociales y en juzgar la
literatura por las ideas que expresan antes que por su valor
estético. Su obra estuvo al servicio de las ideas y, en
ese sentido puede considerarse como un anticipo de una "historia
de las ideas". Su Discurso de Recepción en la Academia
(1910) es un ejemplo de ello.[47] El fanatismo lo
detecta en la religión como en el ateísmo, en la
superstición de la fe como en la superstición de la
ciencia en la idolatría de la tradición como en la
idolatría de la ciencia, en la intransigencia de lo nuevo
como en la intransigencia de lo antiguo, en el despotismo
ideológico como en el despotismo racionalista y en la
incomprensión conservadora como en la incomprensión
liberal. Rechaza el carácter servil del pensamiento y las
artes que se reducen a la imitación y en la originalidad
de la filosofía, la literatura y el arte convoca a un
intento por pensar sin imitaciones o coloniajes.

El periodismo sirve a Carlos Arturo Torres de trinchera
para luchar por la libertad, la paz y la tolerancia en aras de
consolidar la democracia que lo convierte en un escritor y
pensador con un marcado compromiso social y político ajeno
a todo dogmatismo, pues como afirma Rubén Sierra
Mejía, partía del principio de que no hay verdades
a priori y que toda idea es corregible por más que se
hubiese aproximado a la perfección y a que temporalmente
se presente con un alto grado de
refutabilidad[48]

Las críticas a las supersticiones están
dirigidas contra el pensamiento gregario que impera en las masas
obstaculizando el desarrollo de la democracia. Los ídolos
impiden la realización de un estado de tolerancia y en
consecuencia, es necesaria su destrucción para llegar al
imperio de la razón donde el hombre ya libre de fanatismo
decida sobre el progreso social de las naciones. Su postura
política de tolerancia y escéptico intelectual
produce una obra que abarca entre una reflexión del arte,
la historia y la realidad cultural y política de fin de
siglo.

Estanislao Zuleta (1935 – 1990) señalaba que Kant
tenía en muy baja estima el concepto de tolerancia. A Kant
el concepto de tolerancia le parecía, afirma Zuleta, un
concepto demasiado pretencioso porque parece sugerir que la
verdad la tiene alguien que está en el poder, por ejemplo,
y simplemente tolera que otros piensen de manera diferente como
si no tuviera que aprender de ellos, ni de la discusión
con ellos. Este concepto implicaba para Kant como decir "yo
sé que tengo la razón, pero tolero las opiniones de
cualquier otro", no era para Kant un concepto adecuado para
hablar de democracia porque la democracia consiste en sentir
alegría por las diferencias entre nosotros y tener la
certeza que nos va a llevar a un conflicto y no nos va a conducir
a unanimidad alguna.[49]

Para Estanislao Zuleta la democracia es respeto y
respetar al otro significa discutir con su punto de vista, con la
premisa implícita de que puede tener la razón, de
que ninguna mirada ve la totalidad del inmenso paisaje humano, de
que ningún proyecto es suficiente vasto para reunir y
satisfacer la variedad inabarcable de aspiraciones y
necesidades.[50] Respeto significa tomar en serio
el pensamiento del otro: discutirlo, debatir con él sin
agredirlo, sin violentarlo, sin ofenderlo, sin intimidarlo. Pero
defender el pensamiento propio y no hacer este pequeño
pacto de respeto de nuestras diferencias, sin discutir nada
porque creemos que esto no es respeto, es contrario al verdadero
respeto, que nos exige nuestro punto de vista, sea equivocado
total o parcialmente.[51]En esta dirección
debemos entender el concepto de respeto por la diferencia porque
implica tolerancia y pluralidad, porque como finalmente afirma
Zuleta, el respeto implica tomar en serio el pensamiento del
otro, hasta el punto de debatirlo, tratando de saber que grado de
verdad tiene, debatir no sólo desacreditando su punto de
vista, al aprovechar los errores que cometa o los malos ejemplos
que dé, para ganar la discusión no con ese estilo
parlamentario, sino debatiendo efectivamente. Eso es respeto.
[52]

La filosofía de los derechos humanos es respeto
por el otro, por su vida y por su dignidad. El derecho
fundamental es el derecho a diferir, a ser diferente. Cuando uno
no tiene más que el derecho a ser igual, todavía
eso no es un derecho. Es necesario además de derecho,
afirma Zuleta, que exista la posibilidad. Es preciso observar que
respeto no significa indiferencia, implica el debate y la
confrontación. El respeto no es un sentimiento negativo
sino positivo porque obliga a diferir, a rectificar, a
profundizar el punto de vista, porque impide tomar la
unilateralidad como un absoluto.[53] En Estanislao
Zuleta hay un reconocimiento de la pluralidad en tanto que
admitir la pluralidad de pensamientos, opiniones, convicciones y
visiones del mundo enriquece el espíritu humano y la
sociedad.

Afirma que la visión del mundo que se tiene no es
segura porque su confrontación con otras puede hacerla
cambiar y la verdad es la que surge del debate, del conflicto. En
la concepción de pluralidad ve un mayor alcance para el
desarrollo del pensamiento y señala que debatir el
pensamiento del otro con respeto es ya una vieja idea enunciada
por Platón en la Carta Séptima a los amigos de
Dión de Siracusa en donde afirma que en un debate
seriamente llevado no hay perdedores: quien pierde gana,
sostenía un error y salió de él: quien gana
no pierde nada: sostenía su teoría que
resultó corroborada. Allí se da una disputa muy
distinta a las guerras, en la que el que pierde nunca
gana.[54]

La estrategia que hace posible ponerse en el lugar del
otro es el diálogo.

Afirma Zuleta que en el diálogo tenemos que
identificarnos de algún modo con él para saber
cómo podemos hablarle y qué impresión le va
a dar lo que le vamos a decir. Una enseñanza en la que se
sienta el enriquecimiento y la espontaneidad es importante para
el desarrollo del nivel educativo en tanto se reconoce el valor
del reconocimiento y el respeto por el otro. La racionalidad en
la educación implica que los discursos no sean
dogmáticos y para que no sean dogmáticos es
necesario la demostración, porque la demostración
es una gran enseñanza, en tanto concluye Zuleta, es una
lección práctica que trata a los hombres como
iguales[55]En América Latina no son muchos
los pensadores y filósofos que han abordado este concepto
de tolerancia y no porque no sea un concepto que se pueda abordar
desde la filosofía política sino porque su
horizonte teórico tiene otras líneas de
investigación. En Enrique Dussel hay una
formulación de una ética para la liberación
latinoamericana aunque hay un acercamiento acerca de "oír
la voz del otro", que sólo es posible suprimiendo el
capitalismo en América Latina[56]En
Francisco Miró Quezada hay una preocupación por el
proyecto y despertar latinoamericano del
filosofar[57]En Augusto Salazar
Bondy[58]hay una preocupación por el
sentido y problema del pensamiento filosófico
latinoamericano, etc., etc.

Articular el concepto de tolerancia a la luz de un
período determinado en la historia de las ideas en
América Latina, rebasa la dimensión de este trabajo
en tanto que se carece de una producción intelectual en
esa línea de investigación y de una existencia
bibliográfica pertinente, no obstante, creemos que los
pensadores y filósofos latinoamericanos que se han
explorado aquí en torno a este tema, son representativos
por la dimensión intelectual con la que asumieron la
formulación de este problema desde una filosofía
política latinoamericana. Francisco Romero señalaba
el carácter de proyección social que debía
tener una historia de las ideas en América
Latina[59]y Germán Marquinez Argote afirma
que la historia de las ideas estudia no sólo las
estrictamente filosóficas sino las que tienen
relación con toda clase de acontecimientos
políticos, sociales o económicos; como las
aptitudes y comportamientos colectivos[60]creemos
por lo tanto que la necesidad de construcción de una
cultura de la democracia tiene la proyección social en la
misma línea del problema de la identidad del hombre
latinoamericano y de la necesidad de una filosofía propia
y de liberación en América Latina, en la
dirección de una perspectiva filosófico –
social como lo ha señalado Arturo Andrés Roig en su
obra Teoría y crítica del pensamiento
latinoamericano [61]

POR UNA CULTURA DE LA
TOLERANCIA

La sociedad contemporánea debe estar fundada
sobre una cultura de la tolerancia, el pluralismo
ideológico y el respeto por la diferencia, la facultad de
pensar distinto de los demás sin tener que asesinar al
otro para imponer una idea, una causa o una razón. Una
cultura de la tolerancia nos permitirá pensar una sociedad
abierta, democrática, pluralista y participativa que
realice los sueños y la imaginación de los hombres
con todas sus potencialidades y audacias desde las diferentes
perspectivas de pensar la sociedad, la realidad, el mundo y la
vida. Desde las diferentes perspectivas de pensar la vida se hace
más humana y sensible fundar una sociedad basada en la
defensa de los derechos humanos como un proyecto político
que permita consolidar en la sociedad la vida como el estado
más natural y necesario para fundar la posibilidad de una
utopía en la sociedad, construida desde un pluralismo
político – ideológico para el consenso como un
"nuevo discurso filosófico de la modernidad", en una
acción orientada al entendimiento para la creación
de espacios de consenso y participación. Un diálogo
para la tolerancia implica fundar una sociedad con capacidad de
lenguaje y diálogo para que armonice en el mundo. La
relación de los individuos en la sociedad tiene que darse
sobre la base de que el mundo no se divide en blanco y negro, la
vida tiene muchos matices y perspectivas sobre lo mismo y en
donde quiera que cada individuo se sitúe, siempre es
posible pensar dentro de una "racionalidad comunicativa" acaso no
mediada por una "acción estratégica" para la
búsqueda de un acuerdo con un mínimo de
entendimiento para que la interacción de la sociedad y los
individuos tenga sentido.

La dictadura del pensamiento lleva a pensar la realidad
y la sociedad desde una sola perspectiva que fomenta formas
autoritarias y unilaterales que recortan los procesos de
desarrollo y limitan la posibilidad de explorar otras formas para
la convivencia y la creación de nuevos modelos para la
economía y la política, creando la sociedad radical
donde el ejercicio del poder está fundado sobre la
perspectiva del partido o el primer ministro.

En Habermas, cultura es el acervo de saber del que los
agentes, al extenderse en la acción comunicativa sobre
algo en el mundo, se proveen de interpretaciones susceptibles de
consenso y la sociedad, como componente del mundo de la vida, a
los órdenes legítimos de donde los agentes al
entablar relaciones interpersonales extraen una solidaridad
apoyada en pertenencia a grupos.[62] Una cultura
de la tolerancia en la sociedad garantiza el no surgimiento de la
violencia de la intolerancia conformada por el sicariato y los
escuadrones de la muerte, que niegan la posibilidad de pensar la
vida y la realidad desde otras perspectivas que no sean las de la
defensa de los valores tradicionales del establecimiento que son
tenidos como valores sacrosantos y perpetuos para la existencia
de su denominado "mundo libre". Ahora bien, una cultura de la
tolerancia tendría sus propios límites en el marco
de la existencia de la sociedad que desarrolla esta cultura de lo
humano, porque en el ámbito de lo político o en lo
económico pueden surgir formas autoritarias que no
aseguran el ejercicio de la tolerancia. Las dictaduras
políticas y económicas generan intolerancia hacia
otras formas más humanas de orientar la sociedad. Si la
humanidad hubiese sido tolerante con la maquinaria de muerte y
terror que fue el Nacionalsocialismo, el mundo se hubiese
convertido en un campo de concentración y una "raza" que
se postulaba como "superior" hubiese generado los más
atroces experimentos de laboratorio para su creación y la
socialización dentro del nuevo orden del poder, como
efectivamente se intentó realizar.

La legitimación de una cultura de la tolerancia
tiene que pasar por ese entendimiento y diálogo de los
individuos que conforman la sociedad en tanto el consenso
garantice su ejercicio y la internalización en el
corazón de la sociedad. Una sociedad sensibilizada en la
cultura de la tolerancia hará que los individuos se
sitúen en la perspectiva del otro, en la
cosmovisión del "mundo de la vida" al que pertenece la
cultura y la sociedad, en una nueva racionalidad que no vea el
mundo en una sola dirección, en tanto que mi perspectiva,
situada en la perspectiva del otro y a su vez la perspectiva del
otro situada dentro de mi perspectiva, enriquecerá nuevas
perspectivas del mundo y los individuos serán más
consecuentes, porque racionalmente habrán desarrollado la
facultad de pensar por cuenta propia, situarse en la perspectiva
del otro enriquece su propia perspectiva en los términos
de los principios de una racionalidad kantiana. La diferencia es
el respeto por el otro, por su perspectiva, saber que podemos
pensar la realidad y la sociedad desde perspectivas opuestas sin
que por ello genere un conflicto por la diferencia de nuestras
perspectivas. El respeto por la diferencia nos sitúa en el
más alto grado de desarrollo de la cultura de una sociedad
y nos proporcional el conocimiento, la sensibilidad y la madurez
intelectual necesaria para alcanzar una mayoría de edad en
el ámbito político y filosófico en la
concepción de la vida.

La descentralización de las perspectivas de los
individuos acerca de la manera de pensar la sociedad
permitirá ir en la búsqueda de la verdad como la
única posibilidad real de construir la sociedad donde la
cultura de la tolerancia, el pluralismo ideológico y el
respeto por la diferencia sean los aspectos naturales y
esenciales de la existencia de una sociedad humana y solidaria.
Un individuo capaz de lenguaje y acción comunicativa,
estructura una personalidad que garantiza situarlo en condiciones
de participación en procesos de entendimiento, para
configurar una cultura de la tolerancia con un individuo de
conciencia crítica que afirma su propia identidad en un
proceso de interacción con los demás individuos y
con la sociedad, generando la "reproducción cultural" que
asegura una continuidad del ejercicio del saber y la tolerancia
en la vida cotidiana, creando una "integración social" que
consolida la legitimidad e identidad de los diferentes grupos
sociales que interactúan en la sociedad como un proceso de
"socialización" de los individuos que aseguran a otras
generaciones la capacidad de una acción
comunicativa.[63] La sociedad contemporánea
tiene que educar al hombre desde su primer estadio de desarrollo
para asumir la razón de la tolerancia y el respeto por las
diferentes perspectivas que circulan en el mundo de la cultura,
sobre el ordenamiento económico y político de una
sociedad, sobre las múltiples concepciones del mundo y la
vida, sobre la manera de asumir el deseo, la muerte o el amor. La
utopía de una sociedad de entendimiento sólo es
posible mediante la cultura. Ella será el cimiento sobre
la que se construirá la tolerancia y el pluralismo con el
respeto que las perspectivas ajenas nos merecen como una manera
de que nos respeten nuestras propias perspectivas.

Si pisoteamos las perspectivas del otro, no tenemos
derecho a exigir que se nos respete la nuestra, este principio
básico debe guiar los presupuestos sobre los que se asuma
la tolerancia. Si nuestra perspectiva es falsa debemos tener el
suficiente coraje intelectual para abandonar y decantarla en la
perspectiva del otro y en el mundo de la cultura. El conflicto
que podría generar la confrontación de las
perspectivas sólo puede ser atenuado también
mediante la cultura. La cultura es el hombre, su manera de pensar
no autoritaria sin agredir la perspectiva ganada por el otro, es
esa realización y reconocimiento en el otro en tanto que
el otro se realiza y se reconoce en mí. La cultura es el
espacio mental y físico que permite el encuentro de las
diferentes maneras de concebir la vida; es esa facultad de
acercarnos lúcidamente a las múltiples concepciones
de conocimiento y pensamiento humano que hace afirmar al hombre
su propia identidad y afirmarse en la memoria de los hombres
porque el hombre es el único animal que sabe que se va a
morir y por ello se inventa la cultura como una manera de
aprender a morir. Cultura es todo lo que nos acerca socialmente a
la posibilidad de un encuentro para la tolerancia, el pluralismo
y la libertad. Es todo lo aprendido socialmente y compartido por
todos los hombres de la sociedad. El individuo recibe una cultura
como parte de una herencia social y a su vez puede introducir
cambios que luego forman parte de la herencia de las siguientes
generaciones.[64] La tolerancia tiene que ser
aprendida socialmente y compartida por el conjunto de la sociedad
como un principio fundamental de la cultura. Una inmersión
de la conciencia de los individuos en el mundo de la cultura
anulará toda forma de dogmatismo que es falsa
conciencia.[65]

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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