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Tolerancia, cultura, democracia y otros ensayos (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Educar para la tolerancia es educar para la libertad.
Educar para la libertad es educar para el pluralismo. Una
educación para la tolerancia es una educación para
la cultura. En los espacios construidos por la libertad es
posible la cultura como realización humana y
emancipación individual y social. La cultura es la salida
del hombre de su estado de barbarie. El ejercicio de la
tolerancia permite reconocer al otro como un igual haciendo
posible el entendimiento racional con el otro. Este
reconocimiento de la alteridad a su vez permite ir en la
búsqueda de la verdad, saber que no esta la verdad en el
ámbito de mi perspectiva sino también en la
perspectiva del otro y en ese sentido es posible un
diálogo sobre la sociedad que vivimos y queremos
construir. Reconocerse en los otros es salir de mí para
afirmarme en tanto que los otros me dan plena existencia. La
subjetividad u objetividad en las interpretaciones del mundo
tiene que reconocerse en la cultura desde donde emergen las
diferentes perspectivas que hace la diferencia. La pluralidad
ideológica permitirá hacer una lectura del mundo
desde diversas perspectivas que enriquecerá el espectro
del conocimiento y el pensamiento humano y asegurará la
libertad social para poner en tela de juicio las concepciones
teóricas que no posibilitan el desarrollo del mismo
conocimiento y el de la sociedad que se fundamente en una
participación democrática, libre y
autónoma.

La utopía de una sociedad tolerante tiene que
resolverse en la distribución equitativa de sus bienes
materiales y espirituales, porque mientras persista la
desigualdad y la contradicción de la producción
social y la apropiación privada, el conflicto que genera
el no – acceso a la cultura y al disfrute de los bienes que
produce la sociedad, se mantendrá socialmente y nunca
será posible una "acción comunicativa" sobre la
base del entendimiento o el consenso. Una solución
política al conflicto tiene que fundarse sobre los
presupuestos de una "ética argumentativa" donde las
opciones políticas fuera del marco de la legalidad
constitucional serán reconocidas como fuerzas
políticas que también hacen parte del escenario del
ejercicio de la política, entendiéndola como la
facultad de pensar las soluciones económicas, sociales y
culturales para la consolidación de la
sociedad.

Negar el reconocimiento político al movimiento
insurgente, por ejemplo, como fuerza política alternativa
que también quiere acceder al poder y hacer parte de la
sociedad como partido, es negar la posibilidad de la existencia
del pluralismo como fuente de reflexión y
participación, a las diversas opciones políticas a
las que puede aspirar un país, una sociedad.

El exterminio de fuerzas políticas alternativas
por parte de oscuras y reconocidas fuerzas paramilitares es el
más vivo ejemplo de intolerancia política que
persiste sobre la sociedad. Del odio por opciones
políticas diferentes, por la defensa de privilegios y
dogmatismos, se ha pasado al odio por la alegría y la
ternura que movimientos sociales asumen cuando asumen la defensa
por la vida. Una cultura por la defensa de la vida son los
valores humanos universales que ya no tendrá retroceso en
la sociedad porque se habrá ganado una lucha contra la
muerte que quieren imponer los que no se pueden imaginar la vida
y el mundo de otra manera.

EL RECONOCIMIENTO DE
LA DIFERENCIA

Para que pueda ser he de ser
otro,

salir de mí, buscarme entre
los otros,

los otros que no son si yo no
existo

los otros que me dan plena
existencia.

OCTAVIO PAZ

En el ámbito de la cultura han surgido
múltiples subculturas que esperan un reconocimiento
político y social por parte de la sociedad. El
reconocimiento en la sociedad debe comenzar por fundarse sobre la
base del reconocimiento de la existencia de la pluralidad en el
sentido de intuir las diferentes racionalidades que circulan en
el mundo de la cultura. La sociedad contemporánea debe
fundarse sobre el reconocimiento y legitimidad de la pluralidad y
no sobre el reconocimiento y legitimidad de los valores
únicos y tradicionales donde el reconocimiento y
legitimidad del orden social está configurado sobre la
base de una racionalidad que proscribe, censura o excluye otras
subculturas que históricamente ha intentado ocupar un
espacio en la sociedad y habitar el mundo como seres humanos y no
como individuos marginados donde no se reconocen ni se toleran
sus valores, política o socialmente. El reconocimiento de
una sociedad como una sociedad pluralista es un acto
político donde se institucionaliza el reconocimiento de
las múltiples subculturas como una sociedad
heterogénea en sus ethos donde se reconoce la diferencia,
las otras racionalidades, cosmovisiones y la identidad de un
grupo social donde la verdadera identidad cultural está
mediada por el reconocimiento y legitimidad de la pluralidad,
esto es: las minorías étnicas, raciales, sexuales o
culturales. Se hace necesario formular para la sociedad una
ética de la diferencia, de la pluralidad en tanto que el
reconocimiento de la diferencia esté fundado sobre el
reconocimiento de la pluralidad. Un reconocimiento del otro
dentro de sus propios valores, su concepción del mundo y
la vida, implica asumir una compresión más sensible
y humana de las cosas, una sensibilización y
humanización que sólo es posible a través de
la inmersión en la cultura, ese espacio mental y
físico que nos conecta lúdicamente con el mundo y
lúcidamente nos acerca hacia una valoración de la
racionalidad del otro. En la diferencia se reconoce la
pluralidad. En la pluralidad se reconoce la cultura. La sociedad
ignora o desprecia a los grupos sociales que no están
dentro de la esfera de los códigos morales, la lengua o la
ideología dominante. Esa visión unidimensional de
la sociedad es una visión deshumanizada. Una visión
dogmática y autoritaria o totalitaria de la sociedad
porque niega las raíces de su propia cultura o el
desarrollo de esa misma cultura con relación a las
necesidades o cosmovisiones particulares de determinadas
subculturas.

Ahora bien, reconocernos en la diferencia es
reconocernos en la tolerancia esa facultad humana que permite a
los individuos acercarse sensiblemente a la esfera cotidiana del
otro. La sociedad contemporánea postmoderna es
fundamentalmente una sociedad de la diversidad o la pluralidad
cultural, de la puesta en escena de las diferentes expresiones
del arte y la cultura donde se mezcla lo antiguo y lo moderno, lo
clásico y lo barroco, es decir, es una cultura
híbrida donde se ensamblan como en una especie de collage
lo impresionista y lo expresionista, lo cubista y lo surrealista,
lo figurativo y lo hiperrealista. La sociedad postmoderna es una
sociedad de la pluralidad en donde no se erigen verdades
absolutas en el conocimiento de las ciencias humanas en tanto que
la verdad se relativiza y cada área del conocimiento tiene
su parte de verdad. En la sociedad postmoderna las
minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales
encuentran su espacio mediante una "toma de la palabra"
como diría Vattimo y entrar en el escenario no sólo
de la sociedad sino de la historia exigiendo sus derechos como
los grupos sociales que durante décadas estuvieron al
margen de la sociedad. Es una lucha por el reconocimiento por la
dignidad y el respeto por la diferencia. Los homosexuales marchan
por las calles de París junto con las lesbianas en
Dinamarca, Berlín o Bogotá. Los negros se rebelan
contra el Apartheid en Sudáfrica. Los indígenas de
Chiapas se levantan en una insurrección armada en
México. En la sociedad postmoderna hay un intento por
realizar un reconocimiento a los valores de la diferencia, la
pluralidad y la tolerancia. Hay un proyecto político por
realizar una sociedad más abierta donde nos reconozcamos
en la diferencia dentro de una pluralidad cultural en los
límites de la tolerancia que haga posible una existencia
más digna y solidaria dentro de una dimensión
cultural universal en tanto somos habitantes del
mundo.

La cultura postmoderna ha entrado en una esfera de vasos
comunicantes que ha propiciado que los medios de
comunicación reflejen ese aspecto de la cultura como
quiera que en la radio se oye una música que tiene una
diversidad de ritmos y fusiones. Una música crossover,
esto es: reggae, jazz, tecnopop, pop, rock, tropical pop, etc.
Hay una diversidad de sonidos electrónicos a través
de sintetizadores que caracterizan una radio postmoderna. La
planetarización del mundo conduce a las sociedades a
abrirse económicamente y culturalmente a otras culturas
donde la cultura propia se enriquece con la cultura ajena, lo que
permite no ver realizada la cultura en detrimento de otra. No hay
epicentros desde donde se realiza la historia en contra de otras
historias sino que la cultura y la historia de dan dentro de una
multiplicidad de racionalidades donde hay diversos dialectos y
valores y se tiene conciencia de su carácter contingente.
Vattimo lo denomina como una "liberación de las
diferencias" que los medios de comunicación, las mass
media ha originado en la sociedad postmoderna, lo que hace que en
el escenario de la cultura hayan surgido múltiples
subculturas como resultado de la multiplicación de la
comunicación. En la perspectiva de una sociedad pluralista
en lo político, la sociedad debe proponerse una salida
política negociada al conflicto armado donde se
efectúe un reconocimiento de los grupos beligerantes en su
acción político militar como fuerza política
que intenta, por la vía armada, la toma del poder
político para la transformación de la sociedad. En
la perspectiva de una sociedad tolerante en lo social, la
sociedad debe proponerse la legalización de la droga, el
aborto, el derecho a morir dignamente, etc. El reconocimiento de
la diferencia en la pluralidad y la tolerancia debe tener en la
sociedad una función social, materializarse en la esfera
de lo político, lo cultural y lo social, cubrir todas las
esferas de la sociedad, es decir, debe legitimarse en la vida
cotidiana de los individuos y en la vida institucional de la
sociedad, de lo contrario es un discurso que no tiene una
función social, una abstracción teórica sin
fundamento en el orden social. Ahora bien, un reconocimiento de
la diferencia y la pluralidad no trae necesariamente una
liberación política de la sociedad pero una
liberación política de la sociedad debe pasar por
la posibilidad concreta de abrir un espacio en la sociedad a los
grupos sociales que intentan una reivindicación social,
una liberación de las discriminaciones.

Los espacios que se puedan abrir en la sociedad son
espacios posibles que hay que construir y desarrollar para un
proyecto político de fomento de la tolerancia. Existe
inevitablemente el peligro que esos grupos sociales
contestatarios o de contracultura sean asimilados por la sociedad
y se vanalice la esencia de sus causas, convirtiéndolas en
causas triviales o inofensivas. La figura del Che Guevara ha
terminado convertida en una mercancía, un adhesivo que se
coloca en los guardafangos de los buses urbanos, como el
símbolo de paz y amor del movimiento hippie y ciertos
movimientos insurgentes convertidos en oscuros partidos
políticos institucionales tradicionales. La
incorporación a la sociedad civil exige que los grupos
sociales cambien su lenguaje político y sus
símbolos y entren en la corriente dominante de la
legalidad imperante. Allí se estaría transgrediendo
la pluralidad en la diferencia y la tolerancia. La tolerancia es
el respeto por la diferencia; una opción política
étnica, racial o sexual diferente a los códigos del
orden social, al estado de cosas existentes, a las costumbres o
tradiciones, etc. En la tolerancia se funda la diferencia. En la
diferencia se funda el reconocimiento. Una sociedad emancipada
políticamente tendrá la opción social de
construir espacios de pluralidad de reconocimiento de sus propias
diferencias en relación con otras culturas. Se hará
posible un enriquecimiento cultural en la medida que permita la
libre circulación de las ideas y las corrientes del
conocimiento humano en el ámbito de lo social.
Habrá una universalización de las diferentes
perspectivas sobre el mundo y la vida que enriquecerán las
diversas expresiones del pensamiento humano. Un diálogo
fraternal y lúcido con otras culturas. Una
apropiación de los diversos universos que contiene la
cultura. Una sensibilización frente a la cultura propia y
ajena que contribuirá a reafirmar la propia identidad
dentro de una pluralidad. Una sociedad más universal con
individuos más universales situados en el mundo. Una
universalización de la vida donde la sociedad se reconoce
en diversas culturas que ha originado la especie humana. El
mundo es una aldea donde crecen los girasoles de Van Gogh.

Una universalización de la cultura que tiene que afirmarse
también con un sentido de pertenencia a un lugar de la
tierra, desde donde se afirme lo propio frente a lo ajeno, pero
sin dejar de abrirse a lo ajeno para que se afirme lo propio sin
que lo ajeno domine a lo propio sino que lo enriquezca y lo
universalice. Una cultura que se apropia de sí misma para
conjugarse con otras, asimilándola y decantándola
en sus propias fuentes originarias. Una sociedad que haya
alcanzado estos niveles de desarrollo de la cultura será
una sociedad más tolerante y por lo tanto, más
humana en su interior, en sus relaciones cotidianas en
relación con sus propias diferencias. Una
liberación de las diferencias en la sociedad propicia el
reconocimiento de los grupos sociales que también
propician la cultura, y al propiciarse la cultura se establecen
los fundamentos teóricos para la formulación de una
ética de la diferencia. Una ética de la diferencia
cuyos principios rectores son la valoración de la dignidad
de los individuos donde la diferencia de pensar distinto de los
demás se eleva también a la categoría de
derechos humanos. Pensar distinto, lo otro, también es una
opción, un ejercicio de la libertad y de la
imaginación. La imaginación también como el
derecho a pensar la vida de otra manera y a vivirla
utópicamente. Creemos que la formulación de una
ética de la diferencia es una ética válida
para toda sociedad, independientemente de su ordenamiento
político-económico. Los individuos no se pueden
homogeneizar como rebaños. En la diferencia está la
libertad. En la libertad está la pluralidad. La dignidad
del otro no puede estar fundada sobre presupuestos morales o
ideológicos para que haya un reconocimiento de la
diferencia. En Cuba, después del triunfo de la
revolución, los homosexuales fueron marginados de la
sociedad como leprosos y otros fueron fusilados en nombre de la
revolución que quería construir un "hombre nuevo".
Fueron acusados de contrarrevolucionarios. Ni siquiera la
más digna y sagrada condición de escritores y
poetas fue respetada por un régimen intolerante en
relación a la orientación sexual de sus militantes
críticos de la revolución. En Nicaragua,
después del derrocamiento de la dictadura somocista, los
indígenas miskitos se resistieron de ser incorporados "de
facto" a los nuevos ideales y economía del sandinismo. La
comunidad indígena defendió el reconocimiento de su
cultura y de sus territorios. Los ejemplos en América
Latina son infinitos. La intolerancia humana no tiene
límites. En la diferencia el hombre se reconoce igual a
otros porque los hombres estarán en las mismas condiciones
de igualdad social en términos de reconocimiento. Este
reconocimiento de la otredad es un reconocimiento de sí
mismo en tanto que el otro se reconoce en mí y a su vez en
mí se reconoce el otro, y sólo cuando la sociedad
se reconoce a sí misma en su diferencia puede reconocer a
los otros en su propia diferencia. En esa perspectiva hay que
subrayar que ampliar el espacio social en el que pueda darse la
otredad, establecer y mantener un pluralismo múltiple y
amplio, parece por el contrario que exige que inculquemos
principios universales de tolerancia y respeto y que
estabilicemos las instituciones que aseguran los derechos e
impone límites. De otro modo, ¿cómo se
combina la tolerancia de la diferencia con las exigencias de
vivir juntos bajo normas comunes?[66] La identidad
de los individuos y de la sociedad tiene su base en el
reconocimiento mutuo. La sociedad hace un reconocimiento y los
individuos hacen un reconocimiento de la sociedad que los
reconoce y ese reconocimiento de individuo – sociedad fomenta la
tolerancia; la estabilidad de las instituciones, la
profundización y consolidación de las libertades
civiles, una reconciliación con la vida. La lucha por el
reconocimiento de las minorías étnicas, raciales,
sexuales o culturales es una búsqueda por la libertad y la
igualdad de la realización humana sobre la base de la
diferencia. Ahora bien, ese reconocimiento social tampoco puede
ser un reconocimiento en abstracto, es decir, que se limite a
permitir la existencia de la pluralidad. La sociedad debe
resolver las necesidades básicas de los individuos, las
condiciones materiales de existencia. Las necesidades
espirituales o simbólicas. A medida que la sociedad se
desarrolla van surgiendo nuevas necesidades y nuevas formas de
satisfacer esas necesidades. Una nueva teoría de las
necesidades debe crearse sobre la base del desarrollo humano y
social. Las necesidades son históricas y culturales. La
única necesidad alienada que crea la sociedad es la
necesidad de dinero y esta determina la satisfacción de
todas las demás necesidades. En esa perspectiva hay que
subrayar que la sociedad debe resolver su más fuerte
contradicción: la producción social y la
apropiación privada, esto es, que no se producen las cosas
socialmente si no que se producen para quien pueda adquirirlas
mediante el dinero. No por una vía coercitiva sino
humanamente regulada por la sociedad. Un reconocimiento social
implica un reconocimiento de la existencia digna que los
individuos aspiran y por la que luchan y mueren. ¿La
sociedad fundada bajo estos presupuestos de reconocimiento es una
sociedad utópica?

El hombre tiene necesidad también de crear una
sociedad de la utopía. La utopía como el principio
o ideal del hombre por construir una sociedad mejor, más
justa y humana. Una sociedad que no crea una sociedad de la
utopía en prospectiva es una sociedad que está
condenada a los dogmatismos y a una dictadura de la vida. La
utopía es el ejercicio de la libertad y de la lucidez del
hombre. La sociedad de hombres de "espíritus libres" es la
más hermosa utopía a comenzar a
imaginar.

CONCLUSIONES

La tolerancia como presupuesto fundamental para la
construcción de una cultura de la democracia no debe
interpretarse como la fundación de una sociedad permisiva
donde no haya límites a sus libertades porque la
tolerancia también tiene sus límites. La sociedad
no debe tolerar los actos terroristas, la corrupción
administrativa y las políticas antidemocráticas,
porque ello sería negarse como sociedad que pretende
fundar una cultura de la democracia en sus prácticas
sociales o políticas. La sociedad debe tolerar todas las
manifestaciones culturales que profundicen en el reconocimiento y
respeto por el otro, en las prácticas sociales que fomente
el pluralismo, el multiculturalismo y la ética y, debe
tolerar todas las manifestaciones culturales y políticas
donde la sociedad se reconozca a sí misma al reconocer a
los demás. Ahora bien, el modelo de la democracia
representativa y pluralista consideran muchos analistas que en la
realidad no existe porque en este continente han imperado las
dictaduras y los regímenes militares, y la democracia ha
sido una excepción que la mayoría de los casos son
democracias restringidas.

Sus sociedades fundadas en el modelo de Estado de
Derecho no distribuye la justicia social y la libertad individual
se ve coartada, no hay una distribución de la riqueza ni
del poder y las desigualdades sociales son muy profundas. Una
democracia sólida se fundará siempre sobre los
principios de la tolerancia, el reconocimiento del otro y el
respeto por las minorías y por la manifestación de
las diversas expresiones de la cultura.

En los pensadores del período de la
ilustración hubo una separación de la actividad
política y la ética, donde la teoría
política era la ciencia del ejercicio del
poder,[67]esto es, la política no tenia una
fundamentación ética para su ejercicio si no que lo
que importaba era la obtención del poder Se hace
necesario, en consecuencia, articular el ejercicio de la
política, la democracia y la cultura con un fundamento
desde la ética. La tolerancia debe fundarse sobre un
componente ético que garantice el ejercicio de una
ética pública y de una ética
privada.

Humberto Maturana en su obra "La democracia es una obra
de arte" (1995) ha señalado que para saber cómo
surgió la democracia hay que reflexionar sobre la cultura
porque la democracia en América Latina hace parte de una
cultura patriarcal (cultura greco-judeo-cristiana) que genera
conflictos por la continua presión patriarcal para su
supervivencia y por la restitución de la
apropiación de los temas de la comunidad por una o por un
grupo pequeño de personas y esta es la primera fuente de
conflictos de la historia occidental, en la historia del intento
del vivir democrático. La segunda fuente de conflicto es
el intento de expandir la ciudadanía. Las guerras griegas
fueron guerras internas por el intento de expandir la
ciudadanía, para que fueran ciudadanos no solamente
algunos si no también los extranjeros, denominados
"bárbaros".

Señala Maturana además que la democracia
no está en la elección de representantes ni en los
sistemas electorales sino en una convivencia en el cual todos los
ciudadanos tienen acceso a la cosa pública que son los
temas que interesan a los ciudadanos en una convivencia en
comunidad.

Maturana se pregunta ¿cómo es posible una
convivencia en el mutuo respeto, en la igualdad, en la
colaboración bajo una cultura centrada en la guerra y la
negación? La convivencia democrática es posible
solamente si uno aprende el emocionar que hace posible la
convivencia democrática y este emocionar se da desde la
infancia, se aprende en la infancia porque hemos tenido una
infancia matrística y en ese ámbito aprendimos a
participar, a conversar, a no resolver las discrepancias en la
mutua negación y se aprendió el emocionar que es
propio de la democracia. Se aprendió a vivir en el mutuo
respeto. El vivir democrático es una obra de arte, es el
deseo de convivencia en la fraternidad. La democracia es un
proyecto de convivencia, afirma Maturana, que para vivirla tiene
que dar lugar a la emocionalidad.[68] Para
construir una convivencia democrática se tiene que asumir
que la democracia se funda en el respeto por el otro y que el
respeto se aprende en la relación materna infantil y en la
cultura. (el subrayado es mío).

La tolerancia debe entenderse hoy como un principio
ético más que como una norma jurídica, como
una actitud del espíritu humano que se manifiesta en la
voluntad política de los individuos, como una
expresión solidaria y humana que habita el mundo, la
sociedad y la vida, como un fundamento de la convivencia
pacífica y como un ejercicio de la comprensión, la
benevolencia y la condescendencia.

Ahora bien, Voltaire señalaba que el derecho
natural es el que la naturaleza indica a todos los hombres y en
esa dirección el derecho humano no puede estar basado en
ningún caso más que sobre el derecho natural y que
por lo tanto, el derecho de la intolerancia es absurdo y
bárbaro, es el derecho de los tigres y que es mucho
más horrible porque los hombres sólo matan para
comer. La intolerancia se caracteriza por la negativa a soportar
la diferencia y la consecuente voluntad de eliminarla, afirmaba
Voltairé. Una sociedad o un individuo intolerante es quien
rechaza con hostilidad a quienes por razones culturales que
pueden ser el comportamiento, la religión o la
ideología, no comparte sus actitudes, creencias u
opiniones. Rechaza el diálogo y el pluralismo. Ser
tolerante es apartarse de toda intransigencia sin renunciar por
ello a los principios. La intolerancia es la raíz de la
persecución y el exterminio.[69]

La Organización de la Naciones Unidas
consagró en 1995 como el Año Internacional de la
Tolerancia que hizo posible que ese concepto político,
cultural, ético – jurídico recorriera el mundo. La
tolerancia en la sociedad contemporánea tiene que llevarse
hasta la esfera racial, étnica, religiosa,
lingüística, cultural, social, política y
sexual, esto es, a todos los componentes de la cultura porque el
etnocentrismo, el racismo, la xenofobia, el sexismo, la sexofobia
son manifestaciones de la intolerancia que fractura el respeto
por la diferencia y sus libertades. Los perjuicios son las
consideraciones que fomentan la intolerancia en tanto que impiden
reconocer al otro en su diversidad. La diversigética como
una nueva disciplina del conocimiento estudia la diversidad como
condición inherente del hombre para vivir
pacíficamente, reconociendo el valor del pluralismo, la
diferencia y el valor de ser único e irrepetible. Leopoldo
Zea afirma, citando a Descartes, que todos los hombres pueden
poner a su servicio la razón y pueden por ello comprender
el mundo, los otros y hacerse comprender. Por esta capacidad que
tiene el hombre de usar bien o mal la razón es que los
hombres se van a dividir, estableciéndose discriminaciones
y con ellas expresiones de intolerancia. La intolerancia del que
sabe usar bien la razón contra el no sabe usarla. No todos
los hombres saben usar bien la razón. Y allí radica
que unos hombres sean distintos a otros. Todos los hombres son
hombres que poseen la razón, pero se distinguen entre
sí por el uso que hacen de ella. La razón es por
tanto, la fuente de la tolerancia pero puede surgir otra forma de
intolerancia y es la del hombre que cree y posee la verdad por la
fe y la del hombre que se sabe poseedor de la verdad por su
capacidad de hacer buen uso de la razón. La fe
también levanta hogueras como el racionalismo autoritario
decide lo que conviene a los hombres y pueblos, esto es, la
inquisición, los imperialismos y el fundamentalismo. La
tolerancia es fundamentalmente el reconocimiento del otro en sus
diferencias y el reconocimiento del derecho a ser diferentes, y
no indiferencia hacia los demás. La tolerancia es una
construcción social, cultural, política que se
construye a través de un proceso de socialización,
de reconocimiento de la alteridad. La tolerancia no es
neutralidad, y se aplica ese concepto a la aceptación de
credos religiosos o posiciones políticas,
filosóficas o culturales diferentes de la propia. Por
tolerancia política debemos entender la capacidad que
tiene la sociedad y el sistema en general para poder asimilar
todas las manifestaciones culturales sin que se desestabilice su
organización social y su identidad.

La tolerancia política es una capacidad del
sistema para asimilar las diferentes expresiones de la cultura.
Norberto Bobbio sostiene que el principio de la tolerancia
prepara y en parte anticipa, el de la libertad política y
transfiere de la política económica a la actividad
general la teoría del laisser-faire 70. Ahora bien, Adela
Cortina afirma que "pluralismo" significa que en una sociedad
distintos grupos proponen distintos modelos de felicidad
(ética de máximos) y comparte unos mínimos
de justicia. Sin los mínimos compartidos es imposible
construir la vida conjuntamente y en ese sentido el pluralismo es
uno de los de los valores fundamentales de la sociedad civil. 71
En la sociedad hay una pluralidad de culturas que hace necesario
construir una ética de la diferencia que se traduzca en un
cambio de hábitos y convicciones en una sociedad
multicultural que atenúe los conflictos. El pluralismo
debe garantizar la convivencia pacífica. El reconocimiento
del otro como diferente y como interlocutor válido, es ya
el primer principio ético que se articula en la
comunicación cuando ésta es auténtica
conversación y no una simple imposición de la
opinión propia. La segunda etapa de la comunicación
en la ética discursiva se dirige a encontrar los
mínimos sin los cuales no es posible la convivencia
humana. Los mínimos como los derechos humanos. En el reino
de la diferencia se llega a un pluralismo gracias al
reconocimiento del otro que en igualdad de derechos y de
perspectivas distintas confluyen en la reciprocidad, la
solidaridad y la cooperación social. Esta ética de
mínimos debe garantizar la convivencia social.
72.

70. Bobbio, Norberto. De derecha e izquierda. Taurus.
Madrid, 1994.

71. Cortina, Adela. La ética de la sociedad
civil. En ética ciudadana y derechos humanos de los
niños. Ed Magisterio. Bogotá, 1998.

72. Hoyos, Guillermo. Ética y educación
para la paz. En Ética ciudadana y derechos humanos los
niños. Ed Magisterio. Bogotá, 1998. pág.
73.

La tolerancia debe trascender ese nivel del respeto por
la diferencia y acentuarse hacia un reconocimiento del otro para
confluir en un pluralismo que garantice el diálogo y la
concertación política. El pluralismo abre espacios
en la sociedad para el reconocimiento político y la
reconstrucción social de un país en sus diferencias
multiculturales. Este es un proceso ético y
político bajo los presupuestos de la sensibilidad social
que descubre el sentido genérico de la solidaridad y la
reciprocidad.73 La concepción del respeto no es la de la
aceptación, sin lugar a ser susceptible de duda, en donde
se anula la crítica ni la del acatamiento por la
imposición vertical de una autoridad en donde se expresan
comportamientos como la obediencia, cumplimiento del deber y
temor.

La concepción de respeto no debe estar mediada
por relaciones de poder, en términos de Foucault, sino de
debate y crítica y la mayor expresión de la
tolerancia hoy debe ser el respeto a la vida, el derecho de
existir. En Colombia, el espíritu de intolerancia se viene
originando desde las guerras civiles del siglo XIX donde se ha
dado un proceso de negación sistemática de las
minorías, del dominio político de las
hegemonías, el monopolio de la tierra, la
discriminación religiosa, de raza, origen social. La
intolerancia ha diseñado nuevas estrategias y ha formado
nuevos dispositivos en la sociedad contemporánea donde la
descomposición ética ha generado enriquecimiento
ilícito y corrupción. Darío Botero Uribe ha
señalado que la violencia es causa y consecuencia de una
perturbación de la expresión de la cultura. La paz
sólo es posible reconstruyendo el tejido roto de la
cultura. No existe la cultura que permita el aparecimiento de la
democracia por eso nunca ha habido democracia en Colombia. La
democracia es una forma de interactuar en la vida cotidiana un
espíritu de tolerancia, de solidaridad y una confianza en
el poder da la palabra. Desde la antigua Grecia la democracia es
una confianza en el poder de la palabra. La cultura no se
configura en el juego de categorías abstractas sino en el
actuar cotidiano y en la forma como prima un espíritu de
tolerancia, de respeto, de negociar las diferencias.74

73. Ibid, pág 78

74. Botero Uribe, Darío. Cultura de la violencia
y cultura de la paz. Magazín Dominical No. 789. El
Espectador. Bogotá, 1998 pág. 4.

En la Constitución Política de Colombia,
Artículo 67, está consagrado la formación en
el respeto a la vida y los derechos humanos, en los principios
democráticos de convivencia, pluralismo, justicia y
solidaridad y equidad como en el ejercicio de la tolerancia y de
la libertad, pero para que esto no sea letra muerta debe imperar
en la sociedad la justicia social que es la que hace posible los
demás principios éticos y humanos. El profesor
Rubén Jaramillo Vélez ha escrito que la experiencia
de la tolerancia corresponde a un período de la
secularización de la cultura y de afirmación
universal de los valores humanos a través del humanismo
del Renacimiento.

La burguesía naciente del siglo XI que se
enfrentaba contra el feudalismo, formula una teoría
universal del hombre que se opone a la concepción de la
nobleza feudal, ante la pretensión particularista de la
"nobilitas " la universalidad de la humanitas"," esto es, la
existencia de valores universalmente válidos, la
creación de una cultura del hombre en cuanto hombre que
debería realizar su proyecto. La única posibilidad
de instaurar la tolerancia – escribe Jaramillo Vélez – es
una política de la verdad y una política de la
verdad tiene que ser radical en el reconocimiento de los
síntomas. 75 Ahora bien, los presupuestos teóricos
que subyacen en el proyecto de construcción son el
reconocimiento y el respeto por el otro, sin esos fundamentos no
es posible entender ni practicar una cultura de la democracia. El
reconocimiento como el valor y la dignidad por la que el hombre
arriesga su vida por alcanzar su realización humana en la
dimensión teórica analizada por Francis Fukuyama y
el respeto en tanto confrontación, critica y debate en la
dimensión teórica analizada por Estanislao
Zuleta.

El ejercicio de la tolerancia social tiene una
dimensión política en tanto se reconoce la
pluralidad y el multiculturalismo en la esfera de lo social y lo
cultural y, se comprende con inteligencia el desarrollo del
pensamiento y la ciencia sin que la investigación
científica deje de tener una fundamentación
ética. La compresión de este problema nos
sitúa en la perspectiva de la investigación
genética, la investigación que se hace con seres
humanos donde se manipula los códigos genéticos.
¿Cómo ejercer la tolerancia frente a este problema?
Mientras la investigación científica sea
éticamente desarrollada (en un respeto por la vida y sin
violar los derechos humanos) son legítimas sus
aspiraciones por descubrir los secretos de la naturaleza humana.
Las implicaciones éticas que estos procesos de
investigación generan es un problema político como
es un problema político la tolerancia social. Los limites
que el ejercicio de la tolerancia le impone a la sociedad y a los
individuos radica en las prácticas, o usos y costumbres
que degradan la condición humana. En Occidente hay
diferencias que causan horror pero en otras sociedades es un
ritual profundamente arraigado, como por ejemplo, la
ablación del clítoris a las mujeres en las culturas
musulmanas. Allí el respeto por la diferencia se encuentra
en conflicto.

75. Jaramillo Vélez, Rubén. Colombia: la
modernidad postergada. Argumentos. Bogotá 1998

Es el choque de civilizaciones culturalmente opuestas.
La privación de la libertad individual como es el
secuestro, es otro de los limites que una sociedad que se encauza
en la construcción de una cultura en la democracia no debe
tolerar, por que la construcción de una cultura de la
tolerancia como es la construcción de una cultura de la
democracia, debe respetar y dignificar la condición
humana. Entretanto si la existencia de los individuos estuviera
articulada desde la ética, como en los griegos, en tanto
no hay ninguna diferencia entre el pensar y el actuar, entonces
es posible la construcción de una cultura de la democracia
donde el ejercicio de la razón hace posible el ejercicio
de la tolerancia como su fuente originaria; ejercicio de la
tolerancia que se traduce en el respeto por las minorías
como presupuesto de la tolerancia política. En el
ejercicio de la tolerancia social hay que ser político en
tanto ello implica la facultad de comprender y reflexionar,
aunque no se comparta, pero se respeta y se reconoce la
dimensión cultural o política del otro. La cultura
de la democracia es una cultura de la responsabilidad, los
deberes y la transparencia. 76

Una democracia es una sociedad política que
garantiza la paz interna, asegura la libertad individual, se rige
por las reglas de la mayoría, posee una tabla de
mínimos de bien común y se funda en un conjunto de
valores que significa con las practicas y ritos adecuados. La
reunión de todas estas características la
transforma en una cultura, en el sentido antropológico del
término, en cuanto conjunto de prácticas y de
representaciones.77. El fundamento de la democracia es la
creación de un nuevo ciudadano y de un nuevo concepto de
ciudadanía con contenido social y un sistema de valores
(cultura) fundamentados en la ética. Los griegos forjaron
la palabra "idiota" como insulto para denominar al que
sólo se ocupa de sus propios intereses y no participa de
las tareas de la democracia. El nuevo ciudadano debe inscribirse
dentro de esa dimensión filosófica, esto es, debe
hacer de la participación política su praxis social
para la creación de una cultura de la democracia que
profundice más allá del respeto por los derechos
individuales y políticos y de la celebración de
elecciones libres.

76. Varcárcel, Amelia. Cultura y democracia. En
la cultura de la democracia: el futuro. Ariel. Barcelona, 2000.
Pág. 132.

77. Ibid, Pág. 118.

Fernando Savater afirma que es necesario hacer una
reformulación de la ciudadanía como opción
frente a la generación social de la violencia. Cree
necesario reforzar la ciudadanía por la vía de la
educación y el convencimiento. La educación debe
formar a un ciudadano integral, completo, con sentido de sus
obligaciones, con respeto a lo que hay que respetar, y
también con capacidad de critica y de autonomía
frente al poder como este no funciona cuando es debido. Se debe
formar en valores, la capacidad de razonar y argumentar como la
de aceptar y ser movido por razones ajenas. Ambas necesitan una
formación y son imprescindibles para la democracia. Una
educación para la democracia hace fundamentalmente una
educación que valore la reflexión sobre el
conocimiento. Es necesario confiar en lo fundamental en el
conocimiento y no en la superstición, en hipótesis
irracionales, en gurús o en magias. Se debe educar para
desconfiar en los absolutos. La educación debe desarrollar
la capacidad de deliberar con argumentos racionales. La
educación tiene la misión de formar ciudadanos en
tanto que el concepto de "ciudadanos", solo se da en la
democracia. Hay que preparar a los individuos para la
ciudadanía que es también el ejercicio del
gobierno. Nadie puede ejercer la función de gobernar si no
ha recibido una formación adecuada. En la democracia todos
somos políticos, somos a la vez gobernantes y gobernados.
La formación de ciudadanos son las personas capaces de
"participar" y no solamente de "pertenecer". La madures ciudadana
no implica el abandono de sus pertenencias pero si el desarrollo
de las formas de participación. En la democracia cada
ciudadano debe ser educado con total libertad. No se debe educar
a nadie para ser súbdito. Se debe preparar a los
individuos para ser dirigentes. De lo contrario se
educaría para obedecer.78 En conclusión, las
manifestaciones de la cultura se hacen posibles mediante un
espíritu de tolerancia y un espíritu de tolerancia
se hace posible mediante la cultura; esto es, el hombre adquiere
un espíritu de tolerancia por el conocimiento y la
formación que proporciona la cultura, como la cultura se
hace posible por el espíritu de tolerancia que impera en
la sociedad. Allí se da una simbiosis, que quiere decir
que entre más alto sea el nivel de la cultura de una
sociedad, más alto será el nivel de espíritu
tolerante, como entre más alto sea el espíritu de
tolerancia, más alto será el nivel de la cultura
porque estar inmersos en la cultura define una postura
ética, una visión de respeto por las diferencias,
un reconocimiento del otro.

78. Lecturas Dominicales. Entrevista. El Tiempo. Bogota,
Dic 16, 2001

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EL CONOCIMIENTO Y LA
FELICIDAD

El conocimiento humano como resultado de la
investigación debe contribuir a la obtención de la
felicidad del hombre en la medida que el hombre es el resultado
de su inteligencia y de sus conocimientos, un conocimiento de si
mismo, un conocimiento de su mundo y de la sociedad en la que
está inmerso. Desde los clásicos griegos el
conocimiento es una virtud que contribuye a la obtención
de la felicidad porque realiza la naturaleza humana en una
búsqueda permanente para hacerla más humana y para
hacer más humano el mundo en el que se vive. Los griegos
llamaban a la felicidad eudaimonìa y la usaban
para expresar bienestar, felicidad, buena fortuna, abundancia.
Era consideraba por los filósofos como el mayor bien, "eu"
que significa bien y "daimòn" que significa divinidad, y
al asociarse a las divinidades malignas derivó hacia
nuestra palabra "demonio" (eudaimòn) quien lleva un buen
espíritu o quien tiene buen ánimo o quien es un
dios bueno.1 Un regalo de los dioses consideraban los griegos a
la felicidad como resultado de una vida de bien.

El hombre no es feliz por naturaleza sino que debe
buscar la felicidad también en el conocimiento porque el
conocimiento también lo realiza como ser humano. Hay
quienes buscan la felicidad en el dinero y en la obtención
de las cosas materiales pero ellas no la dan, al lo sumo se
obtiene confort pero no la felicidad. La felicidad es algo
más que tener una vida confortable. La felicidad es un
estado más íntimo del hombre que tiene que ver con
la realización de su espíritu y de su intelecto. La
concepción de concebir el conocimiento como una de las
formas de la felicidad no es una concepción
romántica ni idealista sino una visión intelectual
y humanista que desde los griegos se ha concebido.
Sócrates identificaba la virtud con el conocimiento, la
veía como un bien supremo para el ser humano sin la cual
no podemos ser felices, aunque para Sócrates no
existía felicidad sino virtud y la virtud es la
condición necesaria y suficiente para la felicidad. El
verdadero conocimiento es el que transmite sabiduría y no
se agota en la información sino que va hasta la
reflexión y la creación de una visión nueva
de las cosas, es aquel que inaugura un nuevo horizonte o una
concepción distinta de pensarnos y de ser. 2.

El filósofo inglés John Stuart Mill
afirmaba que la dignidad del ser humano está en nuestra
inclinación al conocimiento, la satisfacción de los
deseos intelectuales y que no debemos renunciar a este tipo de
placer aunque parezca que no nos hace tan felices como la
permanencia en la ignorancia, ya que la felicidad que nos depara,
no siendo igualmente intensa, puede calificarse como más
humana 3, y con esto no pretende insinuar que haya hombres sean
más que otros o más digno de serlo por el mero
hecho de saber más 4. Como seres humanos que somos, dice
Mill, deberíamos renunciar al cúmulo de placeres
primarios por los intelectuales, pues aún siendo estos
más difíciles de satisfacer y más lenta su
culminación, son beneficiosos, según el principio
de utilidad, por otorgar una felicidad mayor 5. Las religiones
señalan que la felicidad solo se logra en la unión
con Dios, que no es posible ser feliz sin esta comunión,
la felicidad como obtención definitiva de la plenitud,
pero la felicidad de las religiones está concebida para
alcanzarla después de la muerte. Aristóteles, por
su parte, señala que la felicidad es el fin último,
el bien supremo, pero que es difícil definirla y
describirla.

El conocimiento, que epistemològicamente tiene su
origen cuando el sujeto se relaciona con el objeto, obteniendo
imágenes que se convierten en ideas, es una aventura del
pensamiento que produce felicidad porque es la búsqueda
por explicarnos el mundo y las cosas, por más dolorosas o
injustas que ellas sean. Sin embargo, el conocimiento
también produce dolor porque pronto descubrimos que
vivimos en un mundo injusto y duro, pero la aventura de pensar
también tiene sus momentos de felicidad aunque a veces nos
vuelva un poco amargos, escépticos o pesimistas. La
educación superior, no obstante, debe estar dirigida a que
el conocimiento nos vuelva más feliz sin perder el
espíritu crítico. El conocimiento puede contribuir
a la felicidad humana porque no hace más sabios de las
cosas, nos hace entender mejor el mundo y sus contradicciones y,
como se ha concebido desde siempre, el conocimiento es poder,
pero no un poder para explotar o esclavizar al otro, sino para
liberar y fortalecer la condición humana. El conocimiento
debe formar seres humanos, personas y no déspotas
ilustrados. El hombre es hombre gracias al conocimiento que
determina su condición humana.

El conocimiento hace que el hombre se construya a si
mismo y tenga una sensibilidad social más humana sin
perder de vista sus orígenes y su lugar en el mundo. El
conocimiento no puede seguir siendo un arma para la
destrucción masiva, ni para el fomento del mercantilismo
salvaje que quiere hacer de todo lo humano un negocio, una
transacción económica, aunque esta seria la
utopía del conocimiento. El conocimiento debe promover una
cultura de la justicia, una cultura de la paz, una cultura
ciudadana, una cultura de la tolerancia, una cultura de la
solidaridad y una cultura de respeto por la diferencia. El
conocimiento tiene que ser ante todo una cultura de vida antes
que una cultura de muerte. La "cultura de la muerte" es la
cultura del pensamiento autoritario que reduce la
condición humana. Los medios de comunicación nos
venden una felicidad artificial que se reduce a los objetos, que
esta fundamentada en el tener antes que en el ser, un mundo
deshumanizado sin conocimiento ni espíritu critico, un
mundo donde todo se compra y se vende sin importar la dignidad
humana de las personas. En esta perspectiva, sólo el
conocimiento crítico de cómo funciona el sistema
puede darnos el necesario espacio de libertad de conciencia
situado fuera de los condicionamientos de
aquél.6.

El conocimiento afianza una recuperación de la
dignidad del hombre y de sus valores porque lo sitúa en su
condición humana para hacerlo más feliz, si es una
educación verdadera, y cuando es verdadera no permite que
el hombre caiga en la trampa del consumismo que pretende
vendernos la felicidad en cómodas cuotas mensuales cuando
adquirimos un auto o un artefacto eléctrico. La
educación superior no puede dar clases de cómo ser
feliz, en ninguna universidad se enseña a ser feliz, pero
el conocimiento tiene la virtud, cuando se interioriza con
lucidez, de hacernos feliz como una defensa contra las ofensas de
la vida, como diría Pavese refiriéndose a la
literatura. En la universidad y en los libros se puede aprender a
tener una visión del mundo y ese estado de ánimo
que es la felicidad, se puede incrementar cuando el conocimiento
nos hace más sensibles y humanos, en tanto que nos acerca
más al dolor y a las injusticias ajenas. No obstante, el
conocimiento también tiene sus déspotas ilustrados,
individuos que pasaron por la universidad pero la universidad
nunca paso por ellos, y el conocimiento los dejó igual o
peor. La máxima virtud del conocimiento no es sin embargo
la felicidad sino salvarnos del autoritarismo que son las
expresiones propias de la mediocridad. La ideologización
del conocimiento crea las dictaduras y fomenta los sectarismos.
El conocimiento posibilita la construcción del mundo y de
si mismo, porque un hombre sin conocimientos es un hombre
fragmentado, inacabado, incompleto que requiere de la
síntesis del conocimiento para edificarse a si mismo, y
cuando ha logrado realizar esa construcción de si mismo
puede sentirse satisfecho, realizado y por lo tanto un poco feliz
con la obra de sus propios logros. Hay que fomentar en la
educación superior esa idea de la realización
humana a través del conocimiento, es allí donde
más deberíamos realizarnos y no en otra
parte.

La creación de una ética para la felicidad
debe ser viable en la medida en que nadie puede ser feliz de
cualquier manera, pasando por encima de los demás y
excluyendo al otro y condenándolo a la marginación.
Ya no es posible pensar con seriedad las condiciones de la
felicidad sin las condiciones de la justicia, es preciso
reconstruir el sentido que pueda tener una ética de la
felicidad desde la posibilidad real de una vida humana digna para
todos.7.La ética del conocimiento está en la
transparencia de pensar honradamente, sin robarle nada a nadie,
pero reconociendo la sabiduría del conocimiento universal,
con el que es imprescindible contar a la hora de pensar. El
conocimiento tiene la propiedad fundamental de enseñar a
pensar, ese debe ser su propósito y su razón de
ser, enseñar a pensar para crear nuevos conocimientos y
para que cumpla su función social en la sociedad. La
función social del conocimiento está en la virtud
de formar antes que deformar, formar para la vida y para la
profesión que se ejerce, es lo que se ha denominado una
educación integral, formar personas y profesionales
altamente competentes.

La búsqueda de la felicidad es una
búsqueda permanente del hombre aunque a veces nos
extraviamos en esa búsqueda porque creemos encontrarla en
las cosas más superficiales o banales, sin saber que
está a nuestro alcance también en el conocimiento
que tiene el saber, porque no hemos hecho del conocimiento
nuestro proyecto de vida, y hacer del conocimiento nuestro
proyecto de vida es una de las facultades de la
lucidez.

La educación superior debe proponerse educar para
la lucidez y no sólo para el mercado laboral, tener esa
sola visión es reducirla a una educación alienada.
La universidad no educa para la felicidad y mucho menos para la
lucidez, ese debe ser el propósito sin embargo de un nuevo
modelo de educador, alguien que eduque para la lucidez y no sea
sólo transmisor de información, que es en lo que se
ha convertido el conocimiento en muchas universidades. La
creación de nuevos conocimientos en la reflexión o
análisis teóricos desde las ciencias humanas, que
se traduce en la investigación, son proyectos que se deben
tener si queremos hacer universidad, y se hace universidad si se
crean líneas de investigación y se fortalecen los
departamentos de humanidades para formar individuos antes que
burócratas, en un aporte al desarrollo social e
intelectual de la nación. El conocimiento debe realizarse
en los individuos para que los individuos lo realicen en la
práctica social, que seria el escenario donde
también contribuya al desarrollo social para una
existencia feliz.

Volviendo sobre la visión de la felicidad en los
griegos, la felicidad que los griegos llamaban sabiduría
no es una felicidad que se obtiene a base de diversiones o
ilusiones sino que se obtiene en relación con la verdad,
esto es, una felicidad verdadera, porque el conocimiento propicia
la verdad de las cosas y sus universos. La filosofía como
búsqueda del conocimiento, como amor al conocimiento, es
el mayor grado de sabiduría que el hombre obtiene, y en la
sabiduría se reconoce la felicidad del hombre. Los griegos
tuvieron la osadía de pensar la felicidad como
también muchos escritores y filósofos
contemporáneos. Albert Camus afirmaba que no hay que
avergonzarse de ser feliz, porque la felicidad consiste en una
lucha implacable contra el miedo, aunque Michel Foucault
afirmará que la felicidad no existe y menos aún la
felicidad de los hombres. Los filósofos modernos, como
Nietzsche, afirmaba que el hombre no es concebido para la
felicidad, sino que está siempre destinado a
sufrir.

La felicidad que el conocimiento nos propicia tiene la
virtud de hacernos sentir más seguros de si mismos, de no
sentirnos indefensos frente a la vida, en tanto que un hombre sin
conocimientos es un hombre indefenso que no tiene como hacerle
frente. Los conocimientos no son necesariamente la
obtención de los títulos académicos pero son
también una vía para adquirirlos. En la era de la
globalización el conocimiento está más a
nuestro alcance a través de la biblioteca universal que es
la Internet. El libro no será reemplazado por esta nueva
tecnología sino que lo enriquecerá y lo hará
llega más lejos a través de las autopistas de la
red en donde la información y el conocimiento será
más accesible y su creación tendrá un
carácter más universal, democrático y
participativo. En la red podemos descubrir también el
amor, la recreación, el entretenimiento, y aparte de la
información y el conocimiento, también habrá
lugar para descubrir la felicidad. El físico y
cosmólogo Stephen Hawking ha afirmó que el gran
enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la
ilusión del conocimiento, esto quiere decir que mientras
no se cree un conocimiento verdadero no alcanzaremos tampoco una
felicidad verdadera, y viviremos en la ilusión de un
conocimiento que no nos sirve para la vida, y menos aún
para la felicidad.

REFERENCIAS

1. Mariano Amal. La felicidad. Pág, 1.

2. El conocimiento es: interiorizado,
estructurado, sólo puede crecer lentamente, sólo es
humano y conduce a la acción. La información en
cambio es: externa, informe, rápidamente acumulable, se
puede automatizar y es inerte. (J.A. Millán 2004) 2.
Citado por Martínez Berriel, S. Sociología
urbana.

3. Victoria del Blanco Pérez. La felicidad y el
saber. Revista El Recreo, EU de Magisterio de Toledo, # 13 Dic,
2006. Pág. 1

4 Ibíd., Pàg,1

5. Ibib,1 Pàg,1

6. Mario Roberto Morales. Sólo el conocimiento
crítico de cómo funciona el sistema puede darnos el
necesario espacio de libertad de conciencia, Art. La Ventana,
Portal informativo de la Casa de las Amèricas,
2007

7. Agustín Domingo, La felicidad. Pág,
1

EPISTEMOLOGIA,
CIENCIAS SOCIALES Y NACION

La invención del conocimiento surge como una
actividad del instinto del hombre (Nieztsche) y tiene un
carácter fundamentalmente social dirigido a la
satisfacción de sus necesidades y desarrollo de su calidad
humana de vida. Los que trabajan en el área de las
ciencias sociales o naturales con sus investigaciones intervienen
en el desarrollo de los procesos sociales o naturales y producen
nuevos conocimientos o técnicas. En esa perspectiva
requiere la investigación de un método que conduzca
a la formulación de teorías tanto en las ciencias
naturales como en las ciencias sociales y por supuesto
también de una metodología que explica las leyes
del método que proporciona un sistema con sus propias
leyes porque cada ciencia tiene su método, esto es, su
categoría. Estas leyes son postulados o hipótesis
que contribuyen a crear conocimientos sin el estatuto de
absolutos que sirven para emprender nuevas
investigaciones.

Ahora, la epistemología como disciplina que
estudia la naturaleza, la posibilidad, la invención y
esencia del conocimiento, no sólo analiza la
relación entre un sujeto y un objeto sino que
también que abarca los procesos sociales, los factores y
circunstancias de la realidad que se quiere conocer. La
epistemología cuestiona la forma como el hombre conoce y
la forma como el objeto se nos da analizando las teorías
de las ciencias, sus métodos y procedimientos (Hernando
Barragán, Epistemología, Bogotá, 1997) pero
en este texto abordaremos fundamentalmente la relación
entre la epistemología y las ciencias sociales, esto es,
los fundamentos epistemológicos de las ciencias sociales y
su función en relación con la sociedad y la
nación.

La interpretación de los hechos sociales requiere
de un método pero las ciencias humanas no utilizan el
mismo método científico que las ciencias naturales.
Piaget clasifica las ciencias humanas como aquellas que tiene
como objeto de estudio al hombre. La sociología o la
antropología cultural como ciencias que buscan establecer
leyes. La historia y la crítica literaria como las
disciplinas que buscan reconstruir e interpretar el pasado. El
derecho o la política como las disciplinas que buscan
establecer normas y la metafísica y la ética como
las disciplinas filosóficas que meditan sobre la totalidad
de experiencia y la existencia humana. (Jean Piaget.
Epistemología la ciencias humanas. Buenos Aires,
1972.)

Allí se pone de presente el carácter
intersciplinario de estas ciencias y disciplinas. La
epistemología como teoría del conocimiento tiene un
carácter intersciplinario cuya teoría se fundamenta
en hacer adaptar el pensamiento con la realidad en un proceso de
interacción entre sujeto y el objeto. En un estudio sobre
la problemática del hombre y la sociedad es pertinente una
articulación entre las ciencias humanas con las ciencias
formales o naturales, como las matemáticas, por ejemplo.
La sociología como disciplina que estudia al hombre o los
grupos en el conjunto de sus relaciones sociales, tiene necesidad
de articularse con la economía o la antropología.
En esa misma dirección ocurre otro tanto con la
psicología, que a su vez necesita articularse con la
sociología o la biología, etc. Todo esto conduce a
determinar que a veces no hay necesidad de establecer para las
ciencias humanas un método distinto al de las ciencias
naturales en tanto que en las ciencias humanas también se
hace pertinente el cálculo, la mediación o la
estadística, etc. No obstante, son los problemas sociales
los que condicionan un método y unas estrategias para el
abordaje de los hechos sociales con una metodología que
implica la puesta en escena de un procedimiento como la
medición, la estadística, la interpretación,
etc…

La epistemología en las ciencias sociales se
fundamenta en un análisis crítico de sus
teorías con el fin de problematizarlas y cuestionar el
método científico en el estudio del hombre como
quiera que considerar al hombre como objeto de estudio origina
desacuerdos y resistencias. Las teorías del
estructuralismo, el funcionalismo, el conductismo, el
psicoanálisis aplicados en el estudio de la conducta
humana tienen en la perspectivas de la epistemología una
dimensión crítica de sus postulados y
teorías que cuestionan el carácter
científico que puede llegar a tener al analizar la
conducta humana como los comportamientos sociales de los grupos o
individuos en el conjunto de sus interacciones, relaciones y
estructuras.

En el estudio del mundo de lo social la
epistemología tiene en las relaciones e interacciones de
los individuos con la sociedad otra dimensión
crítica de sus postulados y teorías. En esa
dirección las ciencias sociales estudian al grupo social
como la relación entre individuos y sociedad en el nivel
de su praxis o su psicología bajo una dimensión
epistemológica donde se somete a la crítica las
teorías positivistas, racionalistas o relativistas que
están inmersas en sus análisis. Una
epistemología de las ciencias humanas tiene como objeto
fundamentar críticamente que las hipótesis, la
observación de los hechos, la formulación de los
problemas, etc., tengan un soporte científico en el
proceso de conocimiento con el fin de establecer una ley o una
norma que explique los comportamientos sociales.

Ahora, las ciencias sociales bajo una dimensión
epistemológica deben abrirse a las demás corrientes
y teorías de la modernidad que le permitan contar con un
instrumental teórico para el análisis de la
realidad social. En las ciencias sociales contemporáneas
han surgido nuevas ciencias y disciplinas que intentan comprender
los procesos cognitivos de la mente y crear sistemas de control
de la sociedad como la cibernética, la teoría de la
información, la lingüística estructuralistica,
la inteligencia artificial, la teoría general de sistemas,
la sociobiologia. La naturaleza del objeto de las ciencias
sociales, la relación entre sujeto y objeto, la
neutralidad y la objetividad han estado bajo los análisis
epistemológicos como los fundamentos para establecer el
método científico de la ciencias sociales pero se
hace pertinente ahondar en la investigación sobre los
problemas sociales que en nuestros días han llevado a la
sociedad a un proceso de disolución como el deterioro de
la calidad de vida o la descomposición ética con
sus factores generadores de violencia y muerte; que un presidente
reforme la Constitución para reelegirse a sí mismo
es el antedecente más inmediato de una pequeña
dictadura civil que se quiere instaurar en la sociedad con el
argumento de la seguridad y otros sofismas. Mientras que en otros
países de América Latina los pueblos están
votando por gobiernos progresistas o nacionalistas, aquí
en Colombia estamos haciéndolo por gobiernos de
ultraderecha, las ciencias sociales pueden esclarecer porque
estamos leyendo mal la realidad política nuestra que
impide que los pueblos sean libres.

A las ciencias sociales también le cabe la
responsabilidad histórica de indagar y reflexionar sobre
los agudos conflictos sociales pero los que atraviesa la
sociedad. Un análisis de lo que somos como individuos,
sociedad, nación y estado contribuirá a encontrar
una salida a los profundos y complejos conflictos sociales en los
que la sociedad se ha inmerso. Las ciencias sociales tienen que
contribuir a esclarecer como fue que llegamos al borde del
precipicio si es que todavía no nos damos cuenta de que ya
estamos en el fondo.

En el informe de la Misión de Ciencia,
Educación y Desarrollo se analizó que la
investigación en ciencias sociales y en la ciencias
humanas está llamada a desempeñar un papel central
en la mejor comprensión de los procesos de
transformación social y de sus causas, y que tienen un
papel vital en fomentar la capacidad de convivencia y lograr un
consenso social para que se creen las bases de un nuevo pacto
social. Señala igualmente que el estudio y la
reflexión sobre la realidad del país por medio de
la investigación en ciencias sociales y la búsqueda
de nuevos arreglos sociales, son la principal fuente para
consolidar la nacionalidad y culturas, y para buscar el
desarrollo de una sociedad más participativa y equitativa.
La investigación en ciencias sociales y el conocimiento
generado de ella desempeñan un papel central en la
consolidación de nuestra identidad cultural. (Colombia: Al
filo de la oportunidad, Bogotá, 1995)

El filósofo Guillermo Hoyos ha señalado
que hay quienes reclaman para la ciencias sociales más
consecuencia con sus raíces en la condición humana
y en el nivel hermenéutico de la significación pero
también advierte que las ciencias sociales no están
exentas de caer en un nuevo escepticismo, esto es, en el
relativismo propio de las propuestas postmodernas y por ello se
hace necesario evitar que la frivolidad y la fragmentación
de la crítica posmodernista se apodere de las ciencias
sociales y humanas (Colombia: el despertar de la modernidad,
Bogotá, 1991) visión más lúcida que
la de los que no reconocen su pertinencia para el análisis
social como disciplina del conocimiento de la ciencia. La
polarización en todos los niveles en la sociedad tiene en
las ciencias sociales un desafío en sus análisis
como la legitimidad de los procesos sociales y del poder
desarrollado desde diferentes visiones de la vida política
de la sociedad que han de contribuir al conocimiento de la
sociedad y a propiciar su crítica.

PENSAMIENTO
RELIGIOSO, SECULARIZACION Y MODERNIDAD

En este texto queremos analizar la idea del profesor
Jorge Aurelio Díaz al comentar la ponencia de Manuel
Martínez Casanova 1 en el IX Congreso Internacional
de Filosofía Latinoamericana y, es aquella que dice que en
gran medida el catolicismo en América Latina nos ha
vacunado contra la modernidad.

Para sustentar esta idea el profesor Jorge Aurelio
Díaz señala que el catolicismo en su mentalidad se
caracteriza por un dogmatismo de la verdad, que la actitud del
católico propende a vaciar de contenido lo subjetivo e
individual, al desconocer la idea de conciencia moral y, al
situar en el exterior el origen de las normas de conducta, lo que
conduce a una tolerancia ante las conductas morales y, como el
origen de las normas de conducta no se halla en el exterior de la
conciencia, sino en la autoridad eclesiástica, el
católico no tiene manera de acudir a su conciencia moral,
lo que da como resultado el origen de los mesianismos donde se
añora la aparición de un líder o salvador
que conducirá a su pueblo a un paraíso, todo ello
conduce, reitera el profesor Jorge Aurelio Díaz, a un
predominio de la imaginación y de la voluntad por encima
de un control reflexivo, y a un predominio del sentimiento. En
efecto, el pensamiento religioso, históricamente, de
alguna manera, ha limitado el desarrollo del pensamiento mismo en
tanto la concepción dogmática de su
doctrina.

La filosofía nos enseña que la verdad de
las cosas se origina mediante una búsqueda permanente y no
por un acto de revelación. El pensamiento religioso tiene
una verdad revelada para todas las cosas, lo que hace que entre
en conflicto la razón y la fe. El camino para llegar a la
verdad de las cosas tiene su fundamento filosófico en la
razón, y la verdad de las cosas es una construcción
social muchas veces originadas por el poder, la tradición
o las creencias. No obstante, la razón como instrumento
para llegar a la verdad de las cosas tampoco se ejerce de manera
objetiva, esto es, la verdad de las cosas también
está permeada por los dispositivos del poder. Michel
Foucault en su teoría sobre la microfísica del
poder ya lo ha dilucidado. El hombre se ha imaginado un ser
superior que le ha dado su origen, a imagen y semejanza, tal vez
por el miedo que tiene a morir, y se ha imaginado una vida
después de la muerte. Borges decía que si hay otra
vida después de la muerte, la muerte tenía que ser
una broma estúpida.

Todas las culturas y civilizaciones han creído en
un ser superior y ello deja entrever en el hombre la necesidad de
un sentimiento religioso. El hombre ha adorado el sol, las
estrellas y la luna por la necesidad mítica que tiene de
afirmar su existencia, pero no hay un solo ser superior, sino que
cada cultura y civilización ha creado el suyo y ha creado
su propia mitología con respecto a su origen y al origen
del universo y de la naturaleza. No obstante, la fe le sirve al
hombre para vivir y de alguna manera justifica su existencia,
pero la fe es un acto individual y no debe considerarse como
doctrina universal posible de imponerse 2. El proselitismo
religioso también es una injerencia contra la libertad de
conciencia y de espíritu de los individuos El sentimiento
religioso pertenece al fuero interno, íntimo de los
individuos y, cualquiera que sea la idea que tenga de un ser
superior, eso reafirma su existencia sobre la tierra, pero a
nivel del pensamiento la mentalidad religiosa puede tener
limitaciones en la comprensión de la realidad social en
tanto que muchas de sus contradicciones y conflictos se explican
sobre la base de un fundamento divino. La religiosidad popular
está contenida de esos imaginarios, lo que la mantiene en
su estado de postración social y
resignación.

La fe es el mayor mito inventado por el hombre que le ha
hecho creer que él fue la creación de un ser
superior y no por un proceso biológico de evolución
histórica, configurando el mayor estado de
alienación del hombre que lo alucina en la creencia de un
cielo en donde encontrará la salvación de su alma,
ha sido históricamente la más profunda creencia que
ha hecho girar la vida espiritual del hombre alrededor de este
mito. Nietzsche, el más radical critico de la moral
religiosa, ha señalado que el hombre de fe, el "creyente"
de todo tipo, es un hombre dependiente, alguien que no puede
ponerse a sí mismo como finalidad, que no puede erigir
finalidades a partir de sí mismo. El "creyente" no se
pertenece, sólo puede ser un medio, tiene que ser un
medio, tiene necesidad de que alguien lo use y que todo tipo de
fe, es por si misma, una expresión de
despersonalización, de autoalienación. La fe no
mueve montañas sino que pone las montañas donde no
las hay.

Por otra parte, en nombre de un Dios se han justificado
muchos crímenes y se ha borrado la memoria cultural y
mítica de los pueblos antiguos. Los fundamentalismos
mantienen intacta la verdad de las cosas en un dogmatismo furioso
que impide el desarrollo del pensamiento. La modernidad frente a
estos dogmatismos nos llega tarde y, de alguna manera y, por
otras razones, es una modernidad inconclusa, postergada o
fragmentaria. El fundamentalismo religioso generalmente crea un
fundamentalismo político o económico. Ahora, los
procesos de secularización que se han dado en
América Latina, generados por la cultura y el pensamiento
heterodoxo ha situado al hombre en un mundo no concebido como un
acto divino, lo que contribuye un desarrollo del pensamiento no
mediado por la fe y guiado por la razón. Manuel
Martínez Casanova señala que la
secularización en América Latina ha generado una
independencia progresiva de la cultura, la política y la
sociedad con respecto a la visión de la religión
sobre el hombre y la sociedad y, una desacralización de la
naturaleza que refleja el creciente dominio que sobre esta ejerce
el hombre con la ciencia y la tecnología. Así las
cosas, la secularización del pensamiento hará
posible una entrada a la modernidad entre nosotros, en tanto que
el pensamiento religioso difícilmente podrá hacerlo
por el espíritu de su mentalidad escolástica en
tanto que todo pensamiento religioso es alienante por
definición, porque saca a los individuos de la realidad y
lo pone a vivir en otra realidad fuera de este mundo.

Allí están sus limitaciones como
pensamiento que quiere situar al hombre en su plena
realización y salvación. El pensamiento
secularizado está en una constante búsqueda por la
verdad de las cosas y, esa es una lección original de la
filosofía, en cambio el pensamiento religioso ya tiene una
verdad revelada de las cosas. El pensamiento no se puede
fundamentar en dogmas ni en verdades reveladas ni fundamentarse
en creencias religiosas porque ello no contribuirá a su
desarrollo como expresión de la cultura y el conocimiento.
La razón ilustrada y no la fe, es la que debe guiar el
desarrollo del pensamiento. La relación entre ciencia y
religión es conflictiva por esa injerencia del pensamiento
religioso sobre las investigaciones humanas y
sociales.

El pensamiento libre, como la ideología liberal,
afirma el profesor Jorge Aurelio Díaz, fue originado de
alguna manera por el protestantismo y ello históricamente
tiene un enorme valor en el desarrollo del pensamiento en tanto
que esa corriente preparó a sus fieles para la democracia
liberal. En esa dirección el pensamiento libre
permitió pensar nuevas formas de organización
social y política. Las leyes de un país no pueden
fundamentarse igualmente en creencias religiosas o supuestos
teológicos pertenecientes a un determinado grupo social y
tampoco puede el estado de una nación regirse por dogmas
religiosos sino sobre leyes civiles 3 y, en esa dirección
el desarrollo las ciencias humanas tampoco puede regirse bajo los
preceptos religiosos porque el acceso a la modernidad se
haría más traumático como efectivamente ha
ocurrido en la historia de América Latina. La injerencia
de la iglesia en maridaje con el estado sobre el cuerpo femenino,
por ejemplo, es una relación de poder que ha coartado su
libertad y el libre desarrollo de la sexualidad en una
práctica propia de las sociedades premodernas. La
intromisión de la iglesia sobre el cuerpo femenino es una
injerencia de poder fundada en principios religiosos que niega su
autodeterminación y su autonomía individual. Con el
argumento de la defensa de la vida se vulnera los derechos de la
mujer.

El pensamiento requiere de una fundamentación no
automática de las cosas que le permita al hombre pensar
por cuenta propia y que se sirva de su propio entendimiento para
ejercicio de la crítica, la libertad intelectual, el
discernimiento y la autonomía. La modernidad hizo de la
razón ilustrada la esencia del hombre.

REFERENCIAS

1. Secularización y reconfiguración
religiosa en América Latina: características y
tendencias.

2. Cristiane Lelivre. Aborto: problema
multifacético, polémica candente. Dominical. V.L.
julio, 2001. Pág. 3.

3. Ibíd, Pág. 3.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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