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Vivir en valores para educar en valores (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

A lo largo de la pasada década, se han podido
comprobar cambios importantes acerca de la idea que se tiene del
derecho a la educación. Mientras que la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (DUDH) proclama que todo
individuo tiene derecho a la educación, la
Declaración adoptada por la Conferencia Mundial sobre
Educación para todos en Jomtien (1990) proclama que toda
persona, –niño, joven y adulto–, debe
beneficiarse de una educación básica que responda a
las necesidades fundamentales de aprendizaje. Diez años
después, el Foro Mundial de Dakar hizo hincapié con
firmeza en el desafío de construir una
«educación de calidad para todos».
¿Cuáles son las necesidades educativas
básicas para aprender a vivir juntos en los inicios del
2010? ¿Qué tipo de educación
permitirá responder a tales necesidades? ¿De
qué manera se está mejorando?

EDUCACIÓN EN VALORES

TEMA 1

Ética y
Educación Integral

RESUMEN: Este trabajo establece una
relación entre ética, eticidad y
educación. Sobre la base de un humanismo integral,
el hombre se comprende como un ser multidimensional. La
multiplicidad de dimensiones o expresiones humanas, que se
caracterizan por poseer autonomía y universalidad,
pueden perfeccionarse mediante una educación
integral al evitar distorsiones e inadecuadas sobre
valoraciones de éstas. El ser humano es
esencialmente personal y comunitario a la vez. Desde esta
perspectiva, satisface su naturaleza cuando establece
relaciones de sentido con sus congéneres en un marco
comunicacional; puesto que, pertenece a su esencia el
ser-con-otro, el ser-por-otro y el ser-para-otro. De esta
forma, compartir, recibir y dar constituye una exigencia
ética que lo realiza o finaliza. La
educación, por ende, actualiza estas condiciones
humanas al implicar con ello valores educativos
fundamentales, que deben surgir de la bondad y
sabiduría de los educadores y reciprocarse en los
educandos. La educación integral realiza la
educatividad de educadores y educabilidad de educandos en
un proceso de desarrollo interactivo, continuo,
crítico y creativo al considerar las dimensiones
humanas en una perspectiva holística. La Etica, en
cuanto ciencia normativa, regula necesariamente la
actividad educacional convirtiendo a la educación en
la dimensión perfeccionadora de todas las
otras.

La ética es la ciencia que,
al estudiar la conducta humana en cuanto al deber ser,
traduce sus principios a exigencias prácticas que
deben regular cualquier actividad, incluyendo el estudio de
la misma. Esta exigencia, es tan importante que, al normar
desde un comienzo su propia actividad, genera la paradoja
que implica, por un lado, una responsabilidad inmediata
práctica, traducida a la buena o correcta voluntad
de actuar bien y, por otro, la posibilidad teórica
de descubrir principios éticos que pudieran
contradecir la conducta eventual relacionada con tal
estudio. En otras palabras, la conciencia moralmente recta
puede, eventualmente, contraponerse a una conciencia
éticamente errónea.

De la ética surge el fundamento
teórico de la moralidad de los actos humanos.
Sín embargo, la moralidad es una exigencia que ha
derivado de las costumbres de los pueblos y se impone por
la conciencia moral nacida de esas costumbres. Esto suele
llevar a erróneas conclusiones en torno a la
universalidad de los principios éticos, al
confundirse los ethos culturales con principios subyacentes
que implican necesariamente una conciencia recta aunque,
jamás, absolutamente verdadera; pero, tampoco,
plenamente falsa, como puede apreciarse en las diferentes
culturas. Es esa conciencia moral la que obliga a actuar
responsablemente con el conocimiento ético de que se
dispone en un determinada cultura y tiempo
histórico. De esta forma, si la ética en
cuanto ciencia se atiene a los principios de neutralidad
objetiva, la eticidad de los actos humanos obliga a actuar
responsablemente siempre. La dualidad de ética y
eticidad puede percibirse en la historia.

El sensualismo de los epicureanos se basaba en una
moral psicológica traducible al equilibrio
biológico del cuerpo humano, el cual entregaba
mayores beneficios que los desequilibrios. De esta manera,
era ético obtener el mayor de los bienes posibles
sobre la base de la moderación de los apetitos. Los
estoicos, por su parte, no aceptaban establecer principios
éticos -supuestos inmutables- sobre la base de la
mutabilidad de las pasiones humanas que eran para ellos
ilusiones espontáneas. Así, el dolor es "una
espontánea ilusión sobre la presencia de un
mal" como el placer, "una espontánea ilusión
sobre la presencia de un bien" (Hirschberger, J. 1964); por
lo tanto, los impulsos o pasiones fueron rechadas a favor
de conductas autocontroladas que implicaran
éticamente un sentido de inmutabilidad, producto de
una recta racionalidad que no se confunde con las ilusiones
de lo mutable.

Históricamente, las investigaciones
éticas han generado dos importantes concepciones con
vigencia contemporánea: Teleólogica y
deontológica. La primera, busca las consecuencias
benéficas de los actos humanos y, sobre la base
utilitaria de mayores bienes fundamenta las decisiones
éticas y conductas correspondientes; el sacrificio
de pocos por el beneficio de muchos es un criterio
utilitarista básico. La segunda concepción,
mira la consistencia del acto humano sobre la base de lo
que debe ser correcto y no del beneficio obtenible. Manuel
Kant consideró, en su "Crítica de la
Razón Práctica", que no era éticamente
aceptable establecer una condición para actuar sobre
la base de ella. La posición de los utilitaristas
como Jeremy Bentham (3) y John Stuart Mill (4) (el segundo
más moderado que el primero) se traduciría,
en lenguaje kanteano, a juicios condicionales o
hipotéticos: "Si actúo bien, obtengo un
beneficio". Kant, planteó que no puede comprometerse
un acto moral a consecuencias pragmáticas por muy
buenas que ellas sean. A los "imperativos
hipotéticos" (o también condicionales en
cuanto algo es bueno para otra cosa y no en sí), que
responden a "meros preceptos de la habilidad" antepuso los
"imperativos categóricos", los que "serían
leyes prácticas" (Kant, 1961). Un seguidor
contemporáneo de este pensamiento es John Rowls. En
su libro "A Theory of Justice" afirma la
incomprometibilidad de la verdad y de la justicia ("justice
as fairness") sobre cualquier beneficio. (5) Establece
así, una prelación de la rectitud del acto
por sobre el bien esperado de tal acto. De tal manera, que
una injusticia es tolerable sólo para oponerse a una
injusticia mayor y no para lograr un bien mayor (Rowls,
1971).

Las morales de algunas religiones superiores
(cristianismo, judaismo, islamismo), por su parte, se basan
en una concepción del hombre que trasciende lo
meramente natural. Ellas generan un humanismo trascendente
dando sentido a la conducta humana sobre la base de fines
que van más allá del sentido utilitario del
momento, por un lado, y de la conciencia meramente recta
por otro; aún cuando, en este segundo caso se acepta
la conciencia recta como criterio subjetivo de moralidad;
pero, la necesidad de manifestar una verdad absoluta sobre
la base de la creencia en una divinidad exige un fundamento
objetivo: La conciencia debe ser recta y
verdadera
. La filosofía cristiana establece
así, una ética de fines en que el bien y el
mal son aspectos humanos intrínsecos. El bien del
hombre implica un beneficio trascendente o fin
último. Para el cristianismo, la moral de bienes o
de fines se une en un solo concepto. El bien del hombre es
el fin del hombre y viceversa. La rectitud de los actos
humanos está, por ende, intrínsecamente unida
a bienes y fines inseparables. Por esto, el fin
último, para estas religiones, es Dios; en
consecuencia, no puede alcanzarse por medios inmorales. El
fin no justifica los medios. Un fin legítimo debe
lograrse por medios legítimos. Toda acción
humana debe ser siempre intrínsamente buena desde el
punto de vista de la rectitud. Es esa misma rectitud la que
obliga en conciencia a buscar la verdad de esa
acción.

La verdad, en cuanto problema empírico, se
traduce en un proceso continuo de aumento de conocimiento,
pero siempre limitado por las condiciones
espacio-temporales. La ciencia está, justamente, en
esto y sus resultados constituyen no pocas veces
importantes cambios de actitudes.

La educación, por su parte, se encuentra
con un problema permanente. Existen dos exigencias
fundamentales: Una relacionada con los conocimientos que
deben ser creados, re-creados, mantenidos, acumulados y
transmitidos de generación en generación;
otra, a mi juicio la más importante porque en
esencia fundamenta esta transmisión, referida al
sentido de todas estas actividades educacionales y que se
traduce aquí en uno de los temas tratado; en una
palabra, ETICA.

Estamos obligados a actuar éticamente
siempre. Reiteramos que, si el estudio de la ética
en cuanto ciencia nos lleva a establecer la misma actitud
de neutralidad científica como lo enfatizaron los
positivistas lógicos a principios del siglo XX, (6)
la moralidad de nuestros actos es una responsabilidad
permanente que nos obliga a actuar aquí, ahora y
siempre en forma recta.

Lo único que se determina, entonces,
permanentemente en todo proceso educativo es la eticidad o
moralidad. La educación debe corresponder a una
educatividad profesional, desde el punto de vista
del conocimiento exigido por los tiempos y también
de las exigencias o responsabilidades éticas per
se
. Toda profesión debe generar
intrínsamente una ética profesional que
cuentas de la variedad de situaciones
contingenciales relativas a la carrera
correspondiente.

Esta actitud de moralidad profesional permite dar
un sentido único, el cual, debe resolverse en bienes
humanos que no pierdan jamás el fin por el cual nos
educamos. De otra forma, la educación pierde su
significado; más grave aún, se abre la
posibilidad de que el proceso enseñanza-aprendizaje
se dirija a fines que van a cualquier parte, como lo
sugiere algunas posiciones existencialistas. (7) El hombre
puede darse así mismo su propio sentido; pero, el
sentido de algunos puede ser aniquilar, dominar,
discriminar avasallar social, económica,
política, religiosa, o culturalmente a
otros.

Sólo una educación que busque
adecuarse a lo que el ser humano es en esencia,
podrá ser realmente educativa. Permítaseme
citar dos ideas sobre el hombre:

Una idea, supone que el hombre es un producto de
la materia y, en una posición filosófica
materialista, se expresa en un monismo por el cual toda
ciencia natural es el estudio de las complicaciones de
ella. Desde esta perspectiva, la física, la
química, la biología y hasta la
psicología son ciencias naturales. La vida no es
otra cosa que la capacidad que adquiere o tiene la materia
de producir, transmitir y crear información. Por su
parte, el psiquismo humano, producto de su sistema
nervioso, sigue siendo material. El resultado más
interesante del cerebro, la conciencia, debería
entenderse como un fenómeno complejo, pero en
última instancia, natural. Por ende, digno de ser
estudiado como tal.

Otra idea, supone que la materia no es el
único componente que explica al hombre; éste
es un compuesto de alma y cuerpo, a la manera
aristotélico-tomista en la cual, según la
teoría hilemórfica, el alma es la forma y el
cuerpo la materia dándose así una unidad
esencial que corresponde a una sola substancia. En una
variante de esta idea, se puede suponer también un
dualismo a la manera cartesiana; en este caso, el hombre
resulta ser dos substancias unidas accidentalmente. De esta
forma, E. Mounier(1968) dirá al explicar las
estructuras del universo personal: "El hombre, así
como es espíritu, es también un cuerpo.
Totalmente "cuerpo" y totalmente
"espíritu."

La primera idea reduce al hombre a una especie
animal más en este planeta, lo que puede traducirse
en un humanismo cerrado o inmanente a lo natural; la
segunda, establece una diferencia esencial entre hombre y
animales, generando un humanismo abierto o trascendente
elevando la idea de naturaleza humana.

Sobre la base de esta segunda idea, ha nacido la
concepción de un humanismo integral que da cuenta de
la multiplicidad de expresiones o dimensiones humanas. El
hombre se auto-revela, como un ser multidimensional. La
educación por la tanto debe responder a una
multiplicidad de exigencias que resultan de la naturaleza
humana y de las situaciones espacio-temporales en que cada
individuo, grupo, sociedad, o cultura vive y se desarrolla.
Actualmente, las respuestas educativas de tipo formal
tienden a normarse en función de acreditaciones
internacionales. La necesidad de generar competencias que
resulten compatibles tiende a hacerse imperativa. La
preocupación por el saber hacer unido al
creciente desarrollo de esta dimensión, suele
manifestarse en actividades educativas competitivas y
cooperativas. El saber hacer juntos resulta aun
más eficaz .

La eticidad educativa exige, empero, un equilibrio
en el desarrollo de la multiplicidad de estas dimensiones.
Ellas se definen por la autonomía y universalidad
que se manifiesta en cada una; así, la ciencia se
muestra autónoma y universal desde su propia esfera.
Es fácil comprender que algunos individuos sean
subyugados por esta dimensión generándose en
ellos una visión pan-cientificista de todo y negando
o reduciendo cualquier otra expresión o
dimensión tan genuina como la ciencia.
También, la técnica, la política, la
economía, la religión, por nombrar algunas,
se caracterizan por esta autonomía y universalidad.
Esto puede generar tipos de hombres literalmente
avasallados por estas expresiones humanas. El
pan-tecnicismo, pan-politicismo, pan-economicismo y
pan-religiosismo son realidades que la humanidad ha sufrido
y, probablemente, seguirá sufriendo, aun cuando, el
pluralismo filosófico y cultural actual ha generado
mayor conciencia de principios universales. Una respuesta
concreta ha sido el desarrollo histórico de la
"Declaración Universal de los Derechos Humanos"
adoptada y proclamada por resolución de la Asamblea
General de las Naciones Unidas del 10 de septiembre de
1948. El pluralismo contemporáneo ha significado que
estas declaraciones se basen en tres filosofías
diferentes, que incluyen desde el "comunitarismo
marxista y nacional, el liberalismo igualitario y
clásico hasta el conservadurismo
clásico y facista" (Forsythe, 1988).

La educación integral evita estas
desviaciones. Al basarse en el hombre mismo, se descubre
que éste, en su propia esencia, se autorealiza
existencialmente en tres condiciones de relaciones
compartidas. El hombre es un ser en
relación-con-otro, como lo postulara Heidegger: sin
embargo, la individualidad de cualquier sujeto parte de
seres humanos que actualizan en otros algo que los realiza
también a ellos mismos; de esta forma, a la
condición humana de ser-con-otro se agregan
las condiciones de ser-por-otro y de
ser-para-otro. Todas ellas actualizan la
naturaleza humana y se resuelven en exigencias o
responsabilidades personales y comunitarias.

El hombre es un ser personal y comunitario. Por lo
tanto, su plena realización no puede darse en forma
puramente individual. Toda responsabilidad, aunque
personal, tiene un sentido comunitario. La relación
con otros es tan natural que el hombre puede ejercer mejor
su libertad en presencia de otros que absolutamente solo.
Más aun, la libertad humana se desarrolla gracias a
la presencia de otros; la convivencia establece relaciones
de sentido que llevan a un crecimiento de libertades mutuas
dirigidas a resolverse en responsabilidades compartidas.
Evidentemente, la libertad humana implica también el
abuso de ella, la presencia de otros puede significar la
"coacción" en el sentido negativo-esclavizador
(hasta la aniquililación del otro); pero
también significa en el sentido positivo-liberador,
acción compartida, "co-acción" o, más
claramente, "con-acción". Si el otro significa la
pérdida de libertad individual en una suerte de
relación de "ser-contra-otro", también
significa, esencialmente, la posibilidad de crecimiento de
libertades individuales en la acción compartida. De
esta forma, el hombre es más libre con otros que
solo.

Si la ética supone la libertad humana, debe
reconocerse que ésta no puede entenderse como
restrictora de la existencia del otro, sino todo lo
contrario. De esta forma, la libertad de uno no termina (ni
comienza) donde comienza (o termina) la libertad de otro.
Esta imagen dicotómica de la libertad es falsa, no
sólo desde una perspectiva teórica sino
también práctica. En todo uso de libertad,
puede haber, eventualmente, conflictos de intereses; pero
estos conflictos son productos de intereses extraños
al uso legítimo de cualquier libertad humana. La
libertad humana puede condicionarse a estos intereses y
determinar en no pocos un empobrecimiento accidental de su
ejercicio; pero, en esencia, el otro sigue siendo
absolutamente necesario. Así, los humanos forman
organizaciones de todo tipo. Estas organizaciones
parecieran literalmente esclavizar, en cierto grado, a toda
la humanidad. Pero no podemos decir que por esto el hombre
es menos libre. No podemos decir que un gobernador, rey,
presidente o ministro es menos libre porque está
bastante más controlado por su función que
cualquier hombre común; por el contrario, en la
medida en que cumple bien su función debe decirse
que realiza mejor su libre albedrío o
libertad.

El principio doblemente unilateral supone una
sobrevaloración de lo que se gana o se pierde, ya
sea esto un bien material o intelectual. Supone que el otro
me coarta en mi acción y que yo a su vez lo coarto
con la mía. Así, por ejemplo, si yo ocupo con
mis pies "casi" el mismo espacio, tal vez, uno de los dos
está pisando al otro. Esto se entiende como
principio o término de la libertad individual sobre,
lo cual, se fundamenta el concepto de propiedad privada. Mi
cuerpo es aquí -"propiedad privada"—y los
bienes económicos de que dispongo también lo
son.

Este modo de pensar, reduce incluso al hombre a
una suerte de mercancía que puede comprarse o
venderse. El pan-economicismo puede concebir absolutamente
todo en esta perspectiva. "Mira cuánto vales y te
diré cuán libre eres" sería un posible
dicho extrapolado temáticamente de esta idea; para
mientras más bienes económicos se poseen
más libertad pareciera darse. Riqueza y pobreza
material se traducen, en una concepción
pan-economicista, en libertad y esclavitud de dinero o
bienes económicos. Se pierde un sentido genuino de
libertad, esencialmente más importante que los
condicionantes y determinantes espacio-temporales,
socio-políticos, histórico-económicos,
y afines. La libertad humana queda reducida, más
bien, a estos condicionantes y determinantes.

La esencia de la libertad humana se manifiesta en
la capacidad de elegir entre posibilidades que se abren y
se cierran, aumentan y disminuyen, pero la capacidad de
elección es lo propiamente libre y no los
concomitantes accidentales a ella. De esta forma, En el
ejemplo anteriormente señalado, el resultado final
es indiferente cuando "el sujeto que pisa o el que ha sido
pisado retira su pie". Es un acto de libertad individual o
compartido el que finaliza la situación. El sentido
de las acciones libres determinan el cambio de
situación para mutuo beneficio. Esto induce a una
finalidad por lo cual las acciones libres son producto de
la habilidad humana para actuar o responder a los
requerimientos del medio. A esto le llamamos
responsabilidad; ésta, en cuanto normada por el fin
o bien humano, es ética y, en cuanto común,
co-responsabilidad ética. De esta forma, la
ética se realiza por la libertad humana a nivel
personal y comunitario. Las co-acciones, en cuanto
resultado de la moralidad de los actos humanos, orientan y
acrecientan la libertad personal de todos los integrantes
que participan de ellas. Cuando estas co-acciones son
resultados de inmoralidades individuales o compartidas, el
riesgo de desorientar y disminuir la libertad individual y
colectiva surge como un "mal común" que suele
contaminar no solamente a individuos y grupos sino
también a organizaciones enteras de todos los tipos
y tamaños. Evidentemente, como la libertad se da
situada y condicionada, los condicionantes pueden anular la
posibilidad de crecimiento y desarrollo humanos.

Los humanos nos separamos por estratos
económicos, por clases o por castas, nos
discriminamos o nos aceptamos. Todo esto genera en cada
individuo una conciencia en cierta forma autolimitante. El
lenguaje, producto social que nos permite ejercer nuestra
capacidad simbolizante en alto grado al establecer la
comunicación propiamente humana, implica
también ciertas limitaciones. El hombre se
autolimita en presencia de otros; pero, también el
otro genera las condiciones del crecimiento de las
libertades personales. La educación juega en esto un
rol fundamental.

La autolimitación humana se percibe
claramente en la delincuencia, en la corrupción, en
el egoísmo de algunos que se relacionan
cofónicamente con otros. El poder político
puede, eventualmente, transformarse en un pan-politicismo
restritor de libertades individuales producto de
ideologías, no pocas veces basadas en
antropologías unidimensionales, en humanismos
parciales y limitantes de la diversidad de expresiones
humanas. Lo que se define como mal—incorrecto y
erróneo—en el sentido en que se atenta contra
el hombre mismo, su naturaleza, su fin último, es
inmoral.

La educación puede comprometerse en
actividades manipuladoras y anti-educativas tendientes a
evitar y ocultar lo verdaderamente relevante. Por cierto,
toda educación genuina es en esencia develadora en
cuanto implica aumento de conocimiento, y por ende,
éste permite ejercer el libre albedrío de la
mejor manera. En este sentido se dice que el conocimiento
es liberador. El saber que se adquiere sobre alguna
actividad manipuladora genera necesariamente su propio
antídoto. Si la voluntad no está corrupta; el
ejercicio de la libertad se dirige al develamiento de la
manipulación. La manipulación genera la
accidental relación de ser-contra-otro. Ella
pretende exigir del otro al quitar lo que le
debiera corresponder en justicia y en verdad.

La condición humana de ser-para-otro se
caracteriza por una relación natural de
dar; así como en la condición de
ser-por-otro, el de recibir y en la de
ser-con-otro, el de compartir. La educación
integral realiza estas tres condiciones de la naturaleza
humana al formar integralmente a los alumnos.

El humano es producto de otros; desde
pequeño no depende de sí mismo. El desarrollo
a nivel físico y psico-social está en
estrecha relación con los demás, no puede
desarrollarse si no recibe. El alumno está definido
como el individuo que aprende; su aprendizaje es, de alguna
manera, un recibir de sus prójimos; aun el
auto-didacta se forma e informa del producto comunitario.
Todos nos hemos beneficiado y nos seguimos beneficiando a
causa de otros. Somos en esencia lo que somos debido a la
impronta social.

La educación exige que el alumno aproveche
su condición de recibir y obtenga por tanto el
máximo beneficio. Mientras mejor realize su
condición de ser-por-otro, mejor realizará la
de dar o de ser-para-otro, además de la de compartir
o de ser-con-otro. La educatividad docente es una
forma de realizar la condición de ser-para-otro como
la educabilidad discente, la de ser-por-otro. De
esta forma, damos y recibimos. Es natural que padres,
profesores, profesionales, científicos y
filósofos y, en general, individuos que están
en una situación de dar, ofrecer y enriquecer a los
demás con sus oficios, profesiones y habilidades
diversas, realicen en forma natural la condición
humana de ser-para-otro.

Desde el punto de vista de la educación
integral, la condición de ser-para-otro se da en una
adecuada preparación de habilidades humanas que
permitan entregar valores educativos relacionados con los
pilares fundamentales de la educación y que son, a
mi juicio, el amor y conocimiento o la bondad y
sabiduría conjugada en el proceso de
enseñanza-aprendizaje, el cual induce a
enseñar amando o amar enseñando al actualizar
plenamente la condición de dar en la
dimensión educativa.

Desde esta perspectiva, la educación es una
actividad práctica que modela a través de las
conductas y consecuentes actitudes de los educadores
relaciones de sentido traducibles a eticidad, lo que
conlleva en la práctica docente la
realización de lo moralmente recto o bueno y, al
mismo tiempo, la educación es una actividad
teórica que estimula en los alumnos la curiosidad
natural de aprender en un contexto educativo genuino; es
decir, lo moralmente recto induce al docente a realizar lo
intelectualmente válido o verdadero. De esta forma,
los valores morales e intelectuales que entran en juego en
el proceso educativo generado por lo educadores, inducen
valoraciones de estos valores en los educandos
según el modo en que éstos son entregados y
percibidos.

Los valores morales e intelectuales constituyen lo
esencial de todo proceso y producto educativo. Ellos,
tomados en conjunto, permiten la actualización de
una educación integral en el marco de la
educatividad docente realizando los educadores su
condición de ser-para-otro. Por su parte, el alumno
recibe una formación integral en el marco
de la educabilidad estudiantil realizándose en los
educandos su condición de ser-por-otro. En la medida
en que los educadores son conscientes de que la
educación genuina debe fundarse en estos dos pilares
fundamentales que establecen los fundamentos de una
educación integral, entonces, es posible abrir en el
alumno la expectativa positiva que transforma el proceso y
producto educativos en una verdadera conducción
liberadora y por tanto creativa.

Desde una perspectiva filósofica, la
multiplicidad de dimensiones humanas deben ser cubiertas;
más aún, debe existir una perspectiva abierta
a la consideración de nuevas expresiones humanas
aún no desarrolladas ni necesariamente conocidas. La
voluntad de querer bien lleva necesariamente al
deseo de saber bien, a la búsqueda de la
verdad en forma honesta y sincera, libre de ideologismos
que arriesgan entregar "sentidos o significados" humanos
que pueden, eventualmente, entravar el proceso de la
genuina búsqueda de la verdad, sobre la base de
sobrevaloraciones ideológicas que distorsionan en
las mentes de no pocos, la buena voluntad de
querer saber.

Desde una perspectiva psicológica, la
educación integral implica el desarrollo de todo el
ser humano; los factores conativo-volitivo,
epistémico-cognoscitivo, afectivo-emotivo, y, por
último, hasta somático-físico, son
fundamentales en la elaboración de los curricula en
todo los niveles del proceso educativo. De esta manera,
resulta natural la actividad educacional y la
motivación no queda restringuida a intereses
foráneos, sino a las necesidades propias de los
educandos. Por lo general, los curricula han
tendido a enfatizar el factor
cognoscitivo-epistémico por sobre los otros. Por lo
demás, un factor fundamental sino el más
importante, el factor conativo-volitivo, ha sido omitido y
en el mejor de los casos fusionado, no sólo con lo
epistémico, sino también con lo afectivo en
algunas taxonomías de objetivos educacionales. Basta
mirar los planes y programas de carreras y hasta los
programas de cursos para percatarse del énfasis en
lo cognoscitivo y casi la nula participación del
factor conativo. Esto resulta más grave cuando
asistimos a un mundo en que la corrupción, la
drogadicción, la delincuencia, la
manipulación de la opinión pública y
de la educación, suelen ser afectadas. Es poco lo
que se puede hacer a nivel conativo si no se forma
integralmente a las nuevas generaciones. (8)

La educación no puede reducirse a
generación y construcción de mero
conocimiento. Las profesiones deben estar llamadas a
generar en los alumnos metas conativas de voluntad recta.
Pero, si los estudiantes se sienten prioritariamente
llamados a estudiar carreras por los beneficios que ofrecen
a ellos mismos, en desmedro de la preocupación por
los demás, se está generando en ellos el
germen de la voluntad corrupta. No se mira a la
realización del ser-para-otro, si se sigue
enfatizando el recibir sobre el dar.

La educación integral debe entregar metas,
fines y propósitos educativos dirijidos a relaciones
de sentido conducentes al perfeccionamiento humano. Los
valores educativos más importantes deben orientar la
acción hacia dichas metas. A nivel
filosófico, se manifiesta en la realización
de la libertad que implica el cumplimiento de
responsabilidades y co-responsabilidades educativas; a
nivel ético, en la acción de la
voluntad que mantiene las metas por sobre
desviaciones tendientes a pervertir o anular su
cumplimiento; finalmente, a nivel psicológico, en la
aplicación del autocontrol que permite
sobreponerse a eventuales manipulaciones o controles
externos tendientes a recompensar conductas inmorales y
castigar conductas morales.

EDUCACIÓN EN VALORES

TEMA 2

Necesidades
básicas de aprendizaje para vivir juntos ante el
desafío de la mundialización

En el siglo XXI, el aprendizaje para vivir juntos debe
desarrollarse en un mundo que se caracteriza por un alto grado de
interdependencia. Uno de los conceptos utilizados para definir
dichas interdependencias es la mundialización, cuyos
rasgos más notables son la globalización
económica, la eclosión de los sistemas de gobierno
democráticos, el surgimiento de una nueva economía
paralela junto a las antiguas, el incremento de las desigualdades
sociales, la transformación de los espacios culturales y
el dinamismo de las ciencias y las tecnologías.

El símbolo más evidente de dichas
interdependencias es la globalización económica.
Entre sus efectos potencialmente positivos hay quienes destacan:
el acceso de todos a mercados sin fronteras, el aumento de los
intercambios y el crecimiento de los capitales. Otros insisten en
los cuantiosos riesgos que acarrea: el predominio de la
economía sobre la política, la consolidación
de las economías a distintas velocidades, el incremento de
la brecha entre ricos y pobres, el debilitamiento del papel
regulador del Estado en el ámbito de las políticas
públicas (educativas, sociales, sanitarias, y otras) y los
obstáculos que encuentra la sociedad civil, pese a su
dinamismo, para reemplazarlo en especial en los sectores
más pobres.

Estos procesos de mundialización no son
totalmente nuevos. Están operando desde hace siglos. Pero,
su singularidad actual consiste en su ritmo acelerado de
expansión y en sus consecuencias objetivas y subjetivas,
es decir, en relación con los «sujetos», las
personas en la vida cotidiana y en sus sentimientos más
íntimos. Dichas características son las que durante
los últimos años han puesto la
mundialización, y en especial, una serie de
acontecimientos simbólicos y de enfrentamientos violentos
entre sus partidarios y sus detractores, en el primer plano de la
actualidad internacional.

En cualquier caso, asistimos en todas las sociedades a
la aparición y al desarrollo de un sentimiento de angustia
ante el futuro. La mundialización es, en efecto, a la vez
fuente de expectativas y de incertidumbres, tanto en el
ámbito del trabajo como de la seguridad social y de la
cultura, sin que se conozcan aún los mecanismos de la
interdependencia económica, cultural y política
aptos para construir fuertes sentimientos personales de
pertenencia y de seguridad. Cada vez con mayor frecuencia se
comprueba la existencia de sociedades expuestas a un alto grado
de riesgo y de una «mayoría ansiosa» que
desarrolla actitudes cada vez más individualistas pero que
expresa a la vez sus deseos, de gestionar una
«mundialización con rostro más
humano».

La construcción de dicha
«mundialización con rostro más humano»
solamente será posible si se globaliza también la
voluntad y la capacidad de aprender mejor a vivir juntos sacando
provecho de sus potencialidades e intentando eliminar sus
riesgos.

El impacto de la mundialización sobre las
necesidades de educación básica y sobre las
posibilidades de enseñanza es motivo de diversas
reflexiones que permiten formular la hipótesis acerca de
la existencia de una serie de necesidades básicas de
aprendizaje para vivir mejor juntos en ámbitos culturales
y sociales diferentes.

Monografias.com

Partiendo de esta necesidad de índole general, es
posible identificar otras necesidades educativas para vivir mejor
juntos: algunas están más relacionadas con la
participación social; otras con la participación en
la sociedad del saber y otras, por fin, con sus
interdependencias. Las dos grandes unidades de discusión
de la 46ª sesión de la CIE y sus dos grandes debates
ofrecerán la ocasión para profundizar en los
intercambios y los análisis sobre los problemas y
soluciones para hacer frente a dichas necesidades.

1. Necesidades educativas para vivir juntos y
participación social

La sociedad contemporánea se caracteriza, entre
otros aspectos, por la eclosión de los regímenes
democráticos y por los cambios socioeconómicos y
culturales que plantean el desafío de renovar los
conceptos y compromisos en términos de ciudadanía,
de cohesión social y de la tensión entre el
fortalecimiento de una cultura mundial y de las culturas
locales.

De la eclosión de los regímenes
democráticos a una ciudadanía
renovada

En el plano cuantitativo, la democracia ha conseguido
logros durante las últimas décadas. «El
número de Estados que eligen a sus dirigentes con el
sistema de partidos y de candidaturas múltiples
pasó de 22 en 1950 a 119 en 2000» La aplicación de los regímenes
democráticos ha despertado grandes expectativas. Sin
embargo, si la práctica de un sistema de
participación de la población en la toma de
decisiones constituye una condición previa, ella no es
más que un aspecto de la construcción
democrática.

La democracia se valora de acuerdo con su funcionamiento
y su capacidad de crear condiciones que permitan una
participación equitativa en el desarrollo humano. La
democracia conlleva una serie de principios fundamentales, entre
los que destacan, el reconocimiento de la dignidad de todos los
seres humanos; su derecho a influir en la vida institucional,
social, profesional y política; la existencia de un Estado
de derecho; el sufragio universal; la libertad de opinión
y de expresión y el diálogo entre los ciudadanos,
interlocutores sociales, partidos políticos, Estado y
sociedad civil.

El funcionamiento democrático se asienta en
comportamientos individuales: la democracia entraña la
capacidad de convertirse en ciudadano y de ampliar los
ámbitos de la ciudadanía. Al mismo tiempo, dicho
funcionamiento democrático también está
enraizado en comportamientos colectivos. La democracia comprende
igualmente el proceso de participación en las
instituciones, en especial en las educativas, en virtud de los
derechos, deberes y capacidades que cada mujer y cada hombre
poseen. Sus formas de expresión se enmarcan en las
situaciones y características económicas, sociales
y culturales de cada pueblo –su tradición y su
historia– en constante transformación. Así,
la democratización y la condición ciudadana
constituyen procesos que se aprenden desde la infancia y durante
toda la vida. No se trata de experiencias definitivas, ni de
condiciones que satisfagan plenamente. Por ejemplo las
«antiguas democracias» padecen a menudo de
apatía, desinterés e individualismo.

Los jóvenes de sociedades muy diferentes parecen
oscilar entre el desencanto de la política y el dinamismo
de sus formas de intervención asociativa y pública
en los movimientos sociales, culturales y religiosos que atraen a
un número creciente de jóvenes, de instituciones y
de personas cada vez más diversas.

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La preocupación de una educación en la
ciudadanía democrática está cada vez
más presente en todos los sistemas educativos.

Hace algunas décadas, cuando se buscaba las
conexiones entre democracia, ciudadanía y
educación, la primera se asociaba exclusivamente al
aprendizaje de las formas institucionales de regulación
pública. En ese contexto, los desafíos educativos
que se planteaban consistían fundamentalmente en la
formación de los electores, los representantes y los
funcionarios de un Estado de derecho.

En las condiciones actuales, las ambiciones con respecto
a las contribuciones que aporta la educación a la
ciudadanía están aumentando. Si se quiere que las
antiguas formas de participación democrática y las
nuevas formas de compromiso se fortalezcan, que se descubran
nuevas vías de institucionalización y que se
instalen en espacios apropiados, las personas deberán
disponer para este propósito de conocimientos, capacidades
y valores adecuados, que requieren más tiempo para su
formación y para el desarrollo de nuevos conceptos.
¿Qué puede y qué debe hacer la
educación? ¿De qué manera se puede
aprovechar la escuela como espacio privilegiado en donde todos
los individuos pasan varios años constituyendo una
«micro sociedad»?

Posibilidades y límites de la educación
para la cohesión social frente a las guerras, las
violencias y las desigualdades

Los progresos democráticos no siempre han
conseguido instalar o mantener la paz. La paz y la
cohesión social no surgen de una manera natural ni para
siempre. Urge prevenir, atenuar y resolver sus causas más
graves: el desempleo, la pobreza, la exclusión, las
discriminaciones, la marginación y todo tipo de
violencia.

Durante los años 90 se padecieron más de
150 conflictos armados(5).
Si las guerras llevan siempre consigo una tragedia, las que se
producen en nuestra era revestirían ciertos rasgos
específicos. Se trataría, sobre todo, de conflictos
de carácter interno, de tipo nacionalista, étnico o
religioso. Sus víctimas predominantes son las poblaciones
civiles.

Según cifras de las Naciones Unidas, el 90% de
las víctimas de las guerras que actualmente se producen en
el mundo son civiles y en su gran mayoría mujeres y
niños. Sólo durante la última década,
más de dos millones de niños fueron asesinados,
otros tantos heridos o impedidos físicos para el resto de
sus vidas, 12 millones se vieron abandonados a su propia suerte
tras la pérdida de sus hogares. Los niños y los
jóvenes pagan a menudo un precio particularmente alto, no
sólo como víctimas, sino como actores
«voluntarios» o forzados de estas guerras.
Así, la ONU estima que en el mundo al menos 300.000
niños están participando en conflictos armados. Las
niñas también son reclutadas. Ellas suponen, en
ocasiones, del 25% al 35% de los efectivos.

La vida militar no solo acarrea daños inmediatos
a estos niños sino que los expone a peligros cuando
regresan a la vida civil. Las enormes responsabilidades, la
malnutrición, las lamentables condiciones sanitarias, las
enfermedades (incluído el SIDA), las heridas y los
sufrimientos hipotecan gravemente su futuro. Testigos y, en
ocasiones, actores de atrocidades quedan traumatizados para
siempre siendo su reeducación larga y
difícil.

Las guerras en general y la condición de los
niños en particular implican directamente a toda la
humanidad, no sólo por ser «inmoral que los adultos
deseen que los niños hagan sus guerras en su lugar, sin
ninguna razón ni argumento que se pueda aceptar para armar
a los niños», sino porque responden a una profunda
crisis de valores, a nivel local, nacional o
internacional.

Pero las guerras no son las únicas formas de
violencia que existen.

Otra de las causas que origina las violencias es las
desigualdades inaceptables e injustas. Según los informes
examinados por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), las desigualdades entre los países y
las personas pobres y ricos han aumentado en dimensiones sin
precedentes. En 1820, la relación entre los ingresos del
país más rico y más pobre del mundo era de 3
a 1; en 1950 de 35 a 1; en 1973 de 44 a 1 y en 1992 de 72 a 1. La
brecha entre ricos y pobres se está incrementando
también en el interior de numerosos países
alcanzando más del 16% en algunos del Norte. El
crecimiento económico se estanca en los casos en los que
la población aumenta, con graves consecuencias sobre la
distribución de la riqueza social disponible. En los
países industrializados, esto ha dado lugar a un nuevos
conceptos: el de las «nuevas desigualdades» y el de
«nueva pobreza», que atañe a grupos sociales
hasta ahora preservados que se han denominado «trabajadores
pobres». En los países considerados ricos, esta
nueva categoría de personas, que viven por debajo del
umbral de la pobreza, puede alcanzar hasta el 20% de la
población. Varios son los grupos de personas que
están implicadas pese a que el fenómeno afecta, en
especial, a las poblaciones inmigrantes. Además, si a esto
se añade el desarrollo de un proceso de
concentración urbana, los riesgos de que las violencias se
intensifiquen se agravan.

LA MIGRACIÓN: UN FACTOR
ESENCIAL A CONSIDERAR EN EL CONTEXTO DE LA
MUNDIALIZACIÓN

Globalmente, «el número de emigrantes
internacionales a largo plazo ha seguido aumentando.
Según la División de la Población de
la ONU, en 1965 sólo 75 millones de personas eran
consideradas por esta definición mientras que en
1975 ascendían a 84 millones y a 105 millones en
1985. Mientras tanto en 1990, último año del
que se dispone de datos estadísticos internacionales
específicos, su estimación era de 120
millones de personas. Tras el examen de cifras de algunos
países de inmigración, se comprueba que
durante los años 90 se registró un
índice de crecimiento de las migraciones
internacionales casi constante. En 2000, se supone que el
número de migrantes internacionales alcanza 150
millones»(6).
La creciente diversidad de las migraciones internacionales
–sean trabajadores o refugiados, solicitantes de
asilo o personas desplazadas– desencadena importantes
efectos de orden económico, demográfico,
sanitario y social. Las consecuencias de las migraciones,
con múltiples perfiles, positivos o negativos,
contribuyen a una amplia diversidad cultural
manifestándose en la alimentación, los
espectáculos y los deportes. Al mismo tiempo, se
pueden producir tensiones colectivas cuando los migrantes y
los nativos del país de acogida se encuentran en
medio de una creciente urbanización, que desemboca
en la creación y el desarrollo de mega-ciudades
superpobladas y divididas en clases sociales o por el
origen de sus habitantes. Allí las condiciones de
vida acaban siendo muy duras, desarrollándose con
frecuencia comunidades marginadas, hogares de miseria,
violencia y exclusión.

Por todas partes se observa formas de violencia
vinculadas a la discriminación racial, de género y
religiosa. Por ejemplo, en algunos países el desempleo de
la población negra adulta es superior al de la
población blanca adulta. Las mujeres ocupan sólo el
14% de los escaños parlamentarios de todo el mundo. Las
minorías religiosas deben hacer frente con frecuencia a
las agresiones físicas de parte de grupos
extremistas.

Se estima que en todo el planeta, una de cada tres
mujeres ha sido víctima de violencias por su
compañero y que alrededor de 1,2 millones de mujeres y
niñas de 18 años son forzadas a prostituirse en el
extranjero.

Es preciso, por tanto, insistir en que aprender a vivir
juntos significa comprender la necesidad de pertenencia, respeto
y cohesión y de adherirse a ello, rechazando la
polarización social, las discriminaciones y las
violencias.

Tratándose de la necesidad de asegurar la
cohesión social, el desafío afecta en especial a
los ricos, en tanto que países, comunidades e individuos.
La lucha contra la pobreza también incumbe a las personas
que se benefician más de la riqueza común, que
deben así querer y saber vivir juntos para preservar la
paz y su propia capacidad de desarrollar como
individuos.

LA EPIDEMIA DEL
VIH/SIDA

En África, y con cada vez más
frecuencia también en Asia Meridional, las
dificultades a superar se multiplican a causa de la
epidemia del SIDA. En los países africanos afectados
con mayor intensidad, se prevé que el 10% de los
profesores desaparecerán durante los próximos
5 años. Durante el mismo período y en los
mismos países, los huérfanos a causa del SIDA
serán más del 20% de todos los niños
que van a la escuela. La epidemia también amenaza la
asistencia de las niñas a la escuela, obligadas a
quedarse en casa al cuidado de los enfermos. Se tiende a
explicar que el SIDA se propaga por falta de
información sobre los métodos de
contracepción, pero hay que señalar
también que se extiende por falta de capacidad de
vivir juntos: cuidarse y respetarse para respetar
más a los demás. Este aspecto debería
estar en el centro de las orientaciones de una
educación preventiva para atacar hoy el SIDA y
construir mañana una salud mejor y una mejor calidad
de vida para todos.

Por lo demás, si bien la ignorancia, la pobreza o
la miseria humana constituyen a menudo un terreno abonado para
los conflictos, no habría tampoco que olvidar que los
«jefes de guerra», políticos o militares son
raramente personas iletradas. Lo mismo sucede con los inventores,
fabricantes y comerciantes de armas cada vez más
sofisticadas, más ligeras y, por tanto, más
adaptadas a los niños-soldados. ¿Entonces, en este
caso, para qué sirve la educación hasta los
estudios superiores? La historia enseña que casi siempre
algunos intelectuales asumen una enorme responsabilidad en los
conflictos mismos y en la creación del clima general que
los propicia.

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La idea que este tipo de situaciones puede revertirse
únicamente a través de cambios en el ámbito
de la educación, puede ser poco pertinente. Sin embargo,
resulta particularmente deseable en este contexto, concebir
estructuras y procesos educativos que intenten al menos ofrecer
oportunidades equivalentes de formación, teniendo en
cuenta la diversidad de los puntos de partida de los
individuos.

También es posible interrogarse acerca de la
medida en que la educación puede haber ayudado ella misma
a transmitir la propaganda, a alimentar la intolerancia y a
fomentar el odio. Los resultados obtenidos por algunos estudios
sobre los libros de texto en un país que ha conocido la
guerra muestran, a título de ejemplo, que el 17% de los
textos del libro de lectura para los alumnos de tercer año
de la educación primaria utilizados antes del conflicto,
hacía alusión a la guerra; entre estos, el 73% lo
hacía de forma positiva y únicamente el 25%
adoptaba una posición contraria a la guerra y en pro de la
paz. En ese mismo país, sólo el 8% de los textos
del nuevo libro de lectura editado después del conflicto,
continúa refiriéndose a la guerra, pero la
mayoría sigue haciéndolo a favor.

La opinión sobre el papel que debe
desempeñar la educación para el fortalecimiento de
la cohesión social no es unánime. Algunos piensan
que la responsabilidad sobre estos temas le corresponde a la
sociedad en general y a las políticas económicas y
sociales en particular. Otros consideran, por el contrario, que
aun si la educación no puede hacer todo ella sola, la
finalidad de la cohesión social es parte integrante de la
principal misión educativa de la escuela y que las
políticas educativas pueden jugar un papel decisivo al
respecto. En efecto, la educación favorece en algunas
ocasiones la quiebra social: todos los estudios muestran que el
criterio del nacimiento –y por lo tanto del entorno
socioeconómico– continúa determinando el
éxito escolar. Con una selección demasiado
temprana, una práctica pedagógica que desde los
primeros años de la escuela está más
preocupada por el fracaso que por el éxito y que no tiene
suficientemente en cuenta la diversidad del alumnado –su
origen, su cultura, sus aspiraciones–, y olvida «dar
un sentido» a las actividades, la educación registra
a menudo, incluso en los países más desarrollados,
un elevado índice de fracasos o abandonos. Ellos suelen
ser signo de marginaciones económicas y sociales y de
reacciones de violencias en el interior y fuera de los propios
centros escolares. Por eso, es necesario adoptar fuertes medidas
correctivas o compensatorias; algunas, como «la escuela de
la segunda oportunidad» son necesarias o interesantes. Pero
el problema fundamental que se plantea a todos los actores de la
educación continúa siendo más bien
¿qué se debe hacer para que todos los alumnos y las
alumnas aprovechen más eficazmente «la escuela de la
primera oportunidad»?

La educación para vivir juntos ante la
tensión entre el fortalecimiento de una «cultura
mundial» y el de las culturas locales

La propagación de los procesos culturales a nivel
internacional es tan importante como la de los procesos
políticos, económicos y sociales.(7)
Las opiniones relativas a las características y a la
repercusión de la dimensión cultural de la
mundialización son a menudo demasiado contundentes y
controvertidas.

Para algunos la evolución actual conducirá
inevitablemente a «un mercado único=una lengua
única=una cultura única», en perjuicio de la
diversidad. La apertura y la construcción de una cultura
mundial podrían traer la amenaza de una uniformidad que
haría peligrar la diversidad de las culturas en favor de
la hegemonía de una sola. Otros hacen referencia
más bien a la emergencia de una cultura mundial en
permanente construcción y renovación, que no
está dominada por la cultura de un país o de una
sola región lingüística. Estos últimos
reconocen la existencia de mestizajes enriquecedores, por
ejemplo, en el terreno de la música.

Por un lado, el desarrollo de la mundialización
cultural está en estrecha relación con la
evolución de la cultura popular de masas y acarrea, al
mismo tiempo, la ocasión de fortalecer la pertenencia al
mundo y el riesgo de imponer un contenido cultural, cuya
única meta es el beneficio comercial que reporta lejos de
la búsqueda de la vida en común. Por otro lado, ese
desarrollo conlleva también el riesgo de olvidar las
prácticas, las manifestaciones y los valores humanos que
no están en relación con los centros de
decisión o que no tienen el mismo poder que otros para
acceder al «mercado cultural». Por último,
conlleva el peligro de un repliegue particularista unido a la
intolerancia y al rechazo a la vez de los elementos humanistas
que la cultura mundial promete a las herencias también
humanistas de todas las demás.

En el contexto actual parece imprescindible que se
intente combinar la vitalidad de cada cultura local y nacional
con su inclusión en la cultura mundial. El hecho que, por
ejemplo, el predominio del idioma inglés en Internet pueda
comenzar a ser al menos parcialmente relativizado deja entrever,
a este respecto, una tendencia prometedora. En efecto, si en 1998
el 75% de los contenidos de Internet estaban en inglés en
2000 la proporción alcanzaba el 60% y para 2003 se estima
que se situará por debajo del 50%.

En consecuencia, parece claro que el ser humano del
siglo XXI deberá ser «al mismo tiempo un hombre con
raíces y un hombre con antenas». Deberá
labrarse entonces una fuerte identidad cultural (dominar
lenguajes, estructuras, referencias espaciales y temporales,
códigos, valores) pero a la vez esté abierta a
otras culturas.

Se trata entonces de hacer y de deshacer a la vez la
dependencia y la libertad en relación con las tradiciones
comunitarias, nacionales y mundiales, redescubriendo y fomentando
los valores universales compartidos que más puedan
contribuir a querer y a saber vivir juntos.

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La educación que con frecuencia ha
desempeñado un papel de homogeneizador cultural,
¿qué puede aportar en esta materia? En algunos
casos, se han importado programas, manuales e incluso conceptos
de la vida escolar sin tener en cuenta las diferencias
culturales. En otros, las propuestas educativas sólo han
tenido en cuenta las culturas locales o nacionales.
¿Cómo se puede escapar a ambos extremos?

¿Cuál es el papel que juegan los medios de
comunicación, las familias y los líderes religiosos
como educadores en medio de la tensión entre las
posibilidades y las limitaciones de pertenencia a la
«cultura mundial» y a su orientación
así como al enriquecimiento y la aceptación de la
diversidad creadora?

Se trata básicamente de aprender a descubrir que,
en el mundo, hay otras personas que hablan, sienten, piensan y
actúan de distinta manera no sólo porque pertenecen
a otras culturas sino porque aunque comparten el mismo compromiso
en la búsqueda del bienestar, de la justicia y de la
perfección, viven de otra manera.

Se trata de aprender a descubrir que esos
«otros» no son modelos preestablecidos ni personas
completamente buenas o malas ni una parte de un conjunto
homogéneo. Estos «otros» son seres humanos en
permanente interacción con sus realizaciones sociales,
materiales e imaginarias que forman parte de una cultura con sus
virtudes y sus defectos y que esa cultura cambia de sentido
según la lente con que se mire o el lugar desde donde se
observe.

Se trata de contribuir a una formación que sea
capaz de encontrar en los demás elementos inherentes a
ellos mismos, en lo que de ellos mismos hay de bueno para ofrecer
a todas y a todos las oportunidades de edificar juntos un
«nosotros multicultural» que respete las
diversidades.

2. Educación de calidad para todos y
participación en la sociedad de los conocimientos para
construir una sociedad del saber

El mundo de nuestros días está marcado por
el nacimiento y el desarrollo de la «sociedad del
saber» en la que la investigación, la
producción y el acceso a los conocimientos constituyen
retos mayúsculos.

El problema de las lenguas: una dimensión
estratégica del aprendizaje para vivir
juntos

Las lenguas constituyen un eje fundamental no solamente
para saber sino también para la formación afectiva
y para trabajar juntos. En efecto, el aprendizaje de las lenguas
constituye una dimensión estratégica del
aprendizaje para vivir juntos. Por eso, cada vez están
surgiendo nuevas y crecientes exigencias ante su
enseñanza.

La defensa del derecho a la identidad comunitaria, de un
lado, y la presencia de la economía y de la
tecnología globales con sus propias reglas como fuerzas
dominantes, de otro, actúan bajo ciertas condiciones como
una tenaza que presiona hacia la configuración de un
modelo de enseñanza de los idiomas que corre el riesgo de
devenir empobrecedor

Tras años de aculturación de los pueblos
autóctonos originarios de todas las regiones del mundo y
de investigaciones que demuestran la importancia de la primera
lengua en el proceso de aprendizaje, su presencia en la escuela
parece indispensable. Los niños aprenden la primera
lengua, la mayor parte del tiempo la materna, en el seno de su
familia y de su comunidad. Ellos la aprenden a través de
la afectividad. Innumerables estudios muestran que el acceso a
formas superiores de pensamiento y a otros idiomas es más
fácil a través de la lengua materna.

Frente a la existencia incuestionable de una
economía y de una tecnología globalizada
sería al mismo tiempo poco realista sugerir que se
podría negar a las personas del siglo XXI la posibilidad
de aprender las lenguas que facilitan la comunicación
regional e internacional. Por supuesto, los desafíos de la
construcción de la ciudadanía mediante el
fortalecimiento de las instituciones políticas, sociales y
jurídicas, que siguen siendo nacionales, obligan a que no
se olvide la enseñanza de los idiomas
nacionales.

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La respuesta a esta necesidad resulta más
difícil en las situaciones de extrema pobreza, donde con
frecuencia las lenguas no están escritas y donde el tiempo
que se dedica a la escuela es inferior que en las situaciones
más confortables. Se trata entonces de conciliar las
políticas escolares con políticas
económicas, sociales, culturales y, en particular,
lingüísticas adecuadas.

Pero, también se pretende intervenir en el plano
pedagógico. En este caso: ¿qué se entiende
por enseñanza de una lengua? ¿Se trata de la
lectura y de la escritura de signos? En épocas pasadas, la
enseñanza de las lenguas se caracterizó por
orientarse hacia la decodificación de signos. Pero cada
vez existe mayor consenso acerca de la necesidad de poner el
acento sobre la comprensión y la capacidad de
comunicación. Más específicamente, cuando se
trata de decisiones educativas relativas a vivir juntos, es
necesario insistir en el hecho que el aprendizaje de cada idioma
constituye una nueva oportunidad para el
diálogo.

Por otra parte, en la época del planteo del
desafío del aprendizaje a lo largo de toda la vida,
¿es necesario enseñar todos las lenguas durante los
primeros años de la educación
básica?

Cuando la enseñanza de las lenguas, primero la
materna y la oficial o nacional, combina el placer y la
emoción, la razón y las memorias personales,
comunitarias, nacionales y mundiales; proporciona un importante
servicio al aprendizaje de la vida en común. Los
niños, los jóvenes y los adultos, que pueden
recurrir a la lengua para resolver los conflictos pueden evitar
utilizar la fuerza física. Las personas que defienden los
valores y que están motivadas en favor de la paz, la
justicia y la verdad tienen que ser capaces de construir los
argumentos más poderosos uno de cuyos ejes centrales es el
buen uso de la lengua junto al recurso a los conocimientos
científicos y a los medios de información
modernos.

El problema de las ciencias: un caso
paradigmático en renovación
permanente

Las ciencias en general –y las ciencias de la vida
en particular– evolucionan muy rápidamente. Ser
«científicamente alfabetizado» parece devenir
una necesidad indispensable en nuestra época, para
comprender mejor, respetar y construir las relaciones humanas con
el mundo del cual a su vez los seres humanos forman
parte.

La enseñanza científica adaptada al siglo
XXI se enfrenta a una serie de problemas nuevos y cada vez
más complejos.

Los conocimientos –y en particular los relativos a
las ciencias y las tecnologías– se tornan obsoletos
al menos en algunos dominios en menos de una generación y
se renuevan a un ritmo vertiginoso. Paralelamente, el mundo de
las ciencias se vuelve más complejo y las relaciones entre
las diversos campos disciplinarios cada vez más
interdependientes.

Los descubrimientos científicos y las
tecnologías tienen consecuencias directas sobre algunos
aspectos fundamentales de la vida cotidiana de las personas como
son la salud, la alimentación o la procreación.
Ellos tienen también consecuencias directas sobre la
producción y la distribución económicas y
sobre las posibilidades de un desarrollo sostenible a
través de fenómenos de contaminación de la
atmósfera, del efecto invernadero, de cuestiones relativas
a los residuos, al suministro del agua y otras.

Los descubrimientos científicos y
tecnológicos son portadores de esperanzas y de progresos
pero igualmente fuentes de preocupaciones. Tienen una
dimensión ética más evidente que en
épocas pasadas (procreación asistida,
manipulaciones genéticas de las plantas, animales y seres
humanos, mayor sofisticación del armamento
–«bombas limpias»– y de su
utilización– «operaciones quirúrgicas
disuasorias»–).

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Hoy en día, la ciencia es una realidad en la que
toda la población está implicada y que plantea un
problema fundamental a la educación. ¿Qué
necesitan las personas para poder participar de forma clara en
las discusiones y en las decisiones cuyo reto principal se resume
en definitiva en la pregunta respecto del lugar que ocupa la
humanidad en todo esto?

Tradicionalmente, la escuela ha ignorado con frecuencia
la alfabetización científica y ha intentado
transmitir «conocimientos productos». Se trataba de
transferir conceptos más bien académicos, que se
consideraban como ciertos para toda la vida de quienes los
aprendían, en el marco de una organización
disciplinaria considerada también ella como
permanente.

¿Cómo se puede asegurar la
alfabetización científica en el contexto de la
educación para todos? ¿Cómo se puede
conseguir edificar una fuerte conciencia social ante tal
exigencia? ¿Cómo se puede lograr que la
enseñanza de las ciencias sea atractiva y posea sentido
para los estudiantes y los profesores?

El desarrollo de las tecnologías de la
información y de la comunicación: posibilidades y
limitaciones.

La revolución de las comunicaciones ha dado paso
a nuevos «sistemas expertos» de transmisión y
de acceso a la información que son más eficaces en
el cumplimiento de sus funciones que los sistemas de
enseñanza y las escuelas. En consecuencia, es preciso que
las instituciones educativas se planteen los peligros y las
oportunidades que les acarrea la existencia de estos nuevos
sistemas expertos.

Las tecnologías de la información y de la
comunicación –TIC– podrían constituir
un gran potencial para mejorar el acceso y la calidad de la
educación: posibilidades de vencer las distancias
geográficas, de fortalecer el aprendizaje autónomo,
de formar a los educadores, de acceder a una información
planetaria en todos los ámbitos… Las TIC son cada vez
más necesarias en el contexto de sociedades
rápidamente cambiantes en las cuales el incremento de los
conocimientos y una formación a alto nivel y en continua
actualización se convierten en una exigencia permanente.
Sin embargo, las TIC también incrementan la brecha entre
quienes ya tienen acceso a la educación y quienes no.
«En los países pobres y en las actuales condiciones,
estas tecnologías pueden no estar disponibles, pero, por
muy extraño que parezca, la nueva realidad que se presenta
ante estos países es que no se pueden permitir en absoluto
no utilizarlas»(8).
Por otra parte, las TIC están íntimamente
relacionadas con las causas y con los efectos de la
mundialización.

La dimensión de las desigualdades en el acceso a
las corrientes de información es enorme no tanto por la
llamada «fractura o brecha digital» («digital
divide»/«numeric fracture») como por el acceso
a los medios más antiguos y tradicionales de
comunicación y de información, tales como el
teléfono o la televisión.

En términos de acceso, la «brecha
digital» se está convirtiendo en una realidad a
escala mundial. Mientras que en los países de la OCDE en
1998 por cada 1000 habitantes se contaban 490 líneas de
teléfono, 594 televisores y 225 computadoras personales,
de las cuales casi 38 tenían conexión a Internet,
en los países en desarrollo por cada 1000 habitantes 58
tenían línea telefónica 162 televisores y
únicamente el 0,26 de las computadoras estaba conectado a
Internet. La situación en Asia Meridional y Oriental
–sin contar la India– y en el África
Subsahariana –sin contar Sudáfrica– era
aún más constrastante.(9)

Pero además, se observa diferencias
significativas no sólo en el interior de cada
región sino en el interior de cada país e incluso
en las regiones más desarrolladas, principalmente en
relación con los sectores sociales, los sexos y las
edades. Por ejemplo, por cada 1000 habitantes de altos ingresos
existen más de 48 ordenadores conectados a Internet
mientras que sólo el 0,02
(10)
de la población con ingresos bajos tiene acceso a
la red. Además del aspecto cuantitativo o material que
representa el acceso, la brecha digital pone de relieve la
«brecha en el acceso al conocimiento»
(«knowledge divide»), en especial en lo relativo al
acceso a la información actualizada.

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El examen de las relaciones entre las TIC y la
educación se inició en el ocaso de los años
60, cuando se predijo una «revolución
científica de la enseñanza» merced a las
«máquinas para enseñar». La
revolución no se ha producido, al menos por dos razones:
por las limitaciones de la tecnología de la época y
por la tensión entre las reacciones de una potente
pedagogía tradicional y otra innovadora pero
todavía frágil. También se predijo el fin de
la escuela (paralelamente al fin del libro) debido al desarrollo
del mundo audiovisual y sobre todo de la televisión. Sin
embargo, la realidad ha demostrado que los sistemas educativos,
en su conjunto, han más bien resistido el paso del tiempo.
Pese a las campañas masivas de equipamiento
técnico, -más o menos antiguos o nuevos- este
todavía no ha transformado masivamente el aprendizaje ni
la enseñanza.

Para algunos, las TIC, podrían ofrecer a cada
escuela la oportunidad de formar verdaderas comunidades de
aprendizaje, orientadas a la cooperación y a la
interdependencia en lugar de a la competencia y al
individualismo. Para otros, las TIC fortalecen el individualismo
y limitan la socialización en tiempo real («tengo
muchos amigos en Internet pero no tengo ninguno en mi
clase»).

En cuanto a los profesores, hay estudios que demuestran
que, en términos de acceso y uso personal de las TIC
–Internet en particular– son un grupo
comparativamente por debajo de la media sin constituir un grupo
homogéneo. ¿Las nuevas tecnologías
lograrán que se prescinda de la escuela y de los
profesores? ¿Hasta qué punto esto es necesario y
deseable? Es imposible imaginar una educación para vivir
mejor juntos, basada en las máquinas, incluso si son
interactivas. ¿Cómo se puede formar la afectividad
y desarrollar la socialización sin los procesos de
institucionalización y las relaciones
interpersonales?

Por otra parte, queda abierto todo un abanico de
reflexiones sobre las relaciones entre las amplias alternativas
que brindan las TIC y los costos de la educación. Parece
que los costos iniciales que suponen la aplicación de las
nuevas tecnologías son muy elevados pero que luego los
costos de una educación de calidad para todos se
reducirían de manera considerable, favoreciendo un acceso
más justo a la sociedad del saber.

LA EDUCACIÓN PARA TODOS
FRENTE ANTE LAS TENSIONES SOCIALES Y
ECONÓMICAS

La educación no puede quedar
aislada y al abrigo de los desórdenes
políticos, económicos y sociales, al
contrario, está directamente confrontada a las
realidades de su entorno local, nacional, y cada vez
más internacional. El Informe de la Comisión
sobre Educación para el siglo XXI destaca una serie
de tensiones que tiene que afrontar:
«la tensión entre lo global y lo local:
convertirse poco a poco en ciudadano del mundo sin perder
sus raíces y participando en la vida de la
nación y de las comunidades de base»; –
«la tensión entre lo universal y lo
singular
: la mundialización de la cultura se
realiza progresivamente pero todavía parcialmente.
De hecho es inevitable con sus promesas y sus riesgos,
entre los cuales no es el menor el de olvidar el
carácter único de cada persona, su
vocación a escoger su destino y a realizar todo su
potencial, en la riqueza mantenida de sus tradiciones y de
su propia cultura, amenazada, si no se presta cuidado, por
las evoluciones que se están
produciendo»;

– «la
tensión entre tradición y modernidad
:
adaptarse sin negarse a sí mismo, edificar su
autonomía en dialéctica con la libertad y la
evolución de los demás, dominar el progreso
científico. Con este ánimo conviene aceptar
el desafío de las nuevas tecnologías de la
información»;

la tensión
entre la indispensable competencia y la preocupación
de la igualdad de oportunidades
. Cuestión
clásica, planteada desde comienzos de siglo a las
políticas económicas y sociales y a las
políticas educativas. Cuestión resuelta a
veces pero nunca de una forma duradera. Hoy, la
Comisión corre el riesgo de afirmar que la
presión de la competencia hace olvidar a muchos
directivos la misión de dar a cada ser humano los
medios para aprovechar todas sus oportunidades. Esta
constatación nos ha conducido, en el campo que
abarca este informe, a retomar y actualizar el concepto de
educación durante toda la vida, para conciliar la
competencia que estimula, la cooperación que
fortalece y la solidaridad que une»;

– «la tensión entre el
extraordinario desarrollo de los conocimientos y las
capacidades de asimilación del ser humano
. […]
Y, sin embargo, los programas escolares están cada
vez más recargados. Por tanto, será necesario
escoger en una clara estrategia de reforma, pero a
condición de preservar los elementos esenciales de
una educación básica que enseñe a
vivir mejor mediante el conocimiento, las
experimentación y la formación de una cultura
personal»;

– «la tensión entre lo
espiritual y lo material
. El mundo, frecuentemente, sin
sentirlo o expresarlo, tiene sed de ideal y de valores que
vamos a llamar morales, para no ofender a nadie.
¡Qué noble tarea de la educación de
suscitar en cada persona, según sus tradiciones y
sus convicciones, y con el pleno respeto del pluralismo,
esta elevación del pensamiento y el espíritu
hasta lo universal y una cierta superación de uno
mismo! La supervivencia de la humanidad,
–Comisión lo dice midiendo sus
palabras–, depende de ello
»(11).
por último, con ocasión de la Conferencia
Internacional de Educación celebrada en Ginebra en
1996, Jacques Delors añadió un elemento
adicional, común a numerosos países y cuya
trascendencia no puede ser ignorada por las
políticas educativas: «la tensión entre
la economía de mercado y una sociedad de
mercados». Hay allí un devenir inquietante,
según Jacques Delors, porque en una sociedad de
tales características, el factor político
–y la preocupación por el bien
común– se encuentra cada vez más
relegado a un segundo plano en beneficio, a muy corto
plazo, de los únicos dividendos de los accionistas,
a menudo poco preocupados en invertir a medio o largo
plazo, y aún menos, en una «economía
social de mercado».

El principal problema que se plantea a los decisores y a
los responsables de la educación consiste en saber
cuál es la mejor manera de aprovechar los aspectos
positivos que presagian las crecientes interdependencias y
cómo dominar sus consecuencias perversas o
paradójicas respecto del incremento de las oportunidades
de participación social y de acceso a la sociedad del
conocimiento.

Ante las nuevas situaciones que están surgiendo,
la educación está directamente interpelada, dado
que por su esencia misma debe permitir que los individuos y las
sociedades aprendan a ser dueños de su propio destino.
Incentivo para el desarrollo de las afiliaciones familiares,
locales, regionales, nacionales y mundiales, la educación
tendrá que ser capaz de inculcar a cada una de las
personas una voluntad de cohesión social que favorezca la
libertad y la creatividad, así como una formación
individual para hacer frente a un abanico de decisiones
personales cada más amplio en un entorno caracterizado por
la incertidumbre y por un creciente número de
tensiones.

¿Las estructuras, los contenidos y las
estrategias de aprendizaje que se pretende favorecer,
serán capaces de responder al conjunto de las necesidades
educativas para vivir mejor juntos?

BIBLIOGRAFÍA:

  • PNUD, Informe Mundial sobre el
    Desarrollo Humano 2000, p. 32. PNUD, Informe Mundial sobre el
    Desarrollo 2000; Instituto de Investigación para la
    Paz de Oslo, Causes and dynamics of conflict escalation
    (informe sobre un proyecto de investigación), junio de
    1997; Dan Smith e IRPO, The state of war and peace atlas, New
    York, Penguin y Harmondsworth, 1997.

  • Organización Internacional
    para las Migraciones, Estado de la migración en el
    mundo en 2000, Ginebra, OIM y ONU, 2000, p. 5.

  • Javier Pérez de Cuellar y al.,
    Nuestra diversidad creadora, Paris, Ediciones UNESCO, 1996
    (Informe de la Comisión Mundial de la Cultura y del
    Desarrollo).

  • Foro Mundial sobre Educación.
    Informe final, Dakar, UNESCO 2000.

  • PNUD, «Derechos Humanos y
    Desarrollo Humano», en el Informe Mundial sobre el
    Desarrollo Humano 2000, p. 201.

  • J. Delors y al., La educación,
    encierra un tesoro, Informe de la UNESCO París,
    Ediciones UNESCO y Odile Jacob, 1996, pp. 16 y ss. (Informe
    en la UNESCO de la Comisión Internacional sobre
    Educación para el siglo XXI).

EDUCACIÓN EN VALORES

TEMA 3

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