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Antes y después de la dignidad humana – La biojurídica




Enviado por Adán Prieto



Partes: 1, 2

  1. En los valores,
    puede darse un giro copernicano
  2. Nasciturus
  3. Débil
    dignidad humana
  4. Licitud
  5. Licitud para
    intervenir la dignidad humana
  6. Investigación
    vulnerativa
  7. Fecundación
    "In Vitro"
  8. Bibliografía

La auténtica razón que mueve nuestros
principios en la vida es la historia; pero, ¿qué es
mi vida sino una elección? ¿el equilibrio entre
principios y valores? Y ¿qué es mi vida sino una
vocación plena de valores que intento realizar
históricamente?.

La vida no es un bien absoluto.

El vivir bajo principios es: "la inexorable forzosidad
de realizarnos" (ORTEGA Y GASSET, José. A una
edición de sus obras
. 1932:400).

He aquí la tremenda y sin par condición
del ser humano, lo que hace de él algo único en el
universo: está incompleto. Es un ser humano que consiste,
no en lo que ya es, sino en lo que aún no es. Consiste en
aún no ser y se descubre.

Por ello el hombre está ligado a una historia. Es
un proceso. Él, por esta razón, no puede quedar
limitado a lo que es, porque su vida e historia lo centran en el
"realizarse" y apoyarse en valores y principios que en cierta
forma le condicionan. No se puede mutilar a sí mismo,
él es su historia.

Ahora bien, al hombre no le es dada la vida cumplida,
tampoco la inventa, sino que la "descubre" y cuando sus
principios coinciden con los valores universales, entonces
nuestra vida se hace principio.

En los valores,
puede darse un giro copernicano

Los valores no deberían ser matices distintos y
opuestos entre una persona y otra. Todos somos personas que
calificamos lo que nos rodea. El verdadero valor de nuestros
principios lo establecemos nosotros.

La vida y la historia revelarán los verdaderos
valores a los que estamos llamados.

En épocas precedentes, a principios del siglo
XVI, Nicolás Copérnico se enfrenta a la realidad
incierta de una concepción errada del movimiento de los
astros, al decir que la tierra gira alrededor del sol, y no
viceversa, como discretamente lo describe la Biblia en Jos.
10,12-13. Ésta era la norma de pensamiento reinante y el
esquema mental de todo el orbe, que luego Galileo Galilei
también ratifica y que tuvo un desenlace realmente
inesperado, la cerrazón del hombre al progreso, pero
aún así: "¡Eppur si muove!".

El giro copernicano está en cada individuo. La
sociedad nos define un estilo de vida, siendo en ocasiones
"impía", y en otras, comprensiva al abrir las puertas a la
libertad. Deja que el hombre la modele hasta hacerla suya como su
piel; aunque tampoco podríamos encasillar en este estadio
a todos los hombres, ya que algunos se estancan como seres de
vitalidad descendente cuyo prototipo es el buen
"político", habitante de la ciudad de Aristóteles,
un acomodado más. Lo común dentro de los verdaderos
valores es que éstos experimenten varios cambios de
raíz en el transcurso de la vida individual, permaneciendo
en esencia los mismos, como si fuera un cuadrante del sistema
solar que girando sobre sí mismo, se desplaza a otro lugar
orientándose en nuevas constelaciones, nuevos puntos de
referencia y aún así, sigue siendo el mismo. Los
principios por tanto y en tanto, definirán al hombre. Y
¿por qué preguntarnos esto? Porque el hombre
actúa según las situaciones; es allí donde
mejor se desempeñará y revelará sus valores
auténticos: en su trabajo, en el quehacer diario; en fin,
en el vivir.

Es trabajo de los derechos humanos recordar la
condición de dignidad de cada persona y, que ésta,
no depende del hecho de ser útil, tener un empleo o ser
rentable, la persona humana es digna por su misma
condición humana y personal.

La vida se regirá, en gran medida, por los
principios; sólo así el hombre,
comprendiéndolos, se complace en sí mismo y no en
los resultados; este es el antagonismo del espíritu (de la
fe): que se desilusiona con los frutos del esfuerzo, pero se
alegra en el esfuerzo mismo. Este continuo antagonismo es
también parte de la vida.

Y, ¿qué es la vida?: vivir es "lo que
hacemos y lo que nos pasa"

La realidad no es un mundo de cosas y personas, es un
complejo de relaciones vitales que forjan nuestros principios.
Cada cosa no es más que un ingrediente de nuestra vida, y
en ella adquiere su sentido. Todo tiene esencia y sentido en esa
objetividad que cumplen.

La vida y el cómo vivirla, se nos presenta como
un enigma que pide comprensión y que sólo puede
entenderse desde sí misma, donde existe una continuidad
permanente, dentro de la cual, se dan los procesos que pasan; del
mismo modo que un viajero que avanza en un automóvil,
percibe el cómo deja atrás árboles y
objetos, que antes estaban delante de él, mientras se
conserva siempre la totalidad del paisaje. Es decir, que la
realidad primigenia es la unidad del vivir, dentro de la cual se
dan por un lado las cosas y por otro los procesos. Esa
conexión fundamental, es la vida.

Partes: 1, 2

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