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Clases y conservación de estados (página 2)



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  • Encerrarse dentro de los muros de su ciudad y limitarse a defenderla[14]En estos casos el gobernante debe dedicarse a fortificar la ciudad de su residencia sin preocuparse por las restantes del país[15]El gobernante que se halla fortificado fuertemente en la ciudad de su mansión y se haya portado bien con sus súbditos, solo será atacado con mucha prudencia, porque pocos se comprometen con suma cautela en empresas que les ofrecen siempre dificultades.

  • No se puede esperar un triunfo fácil sitiando o atacando ciudades fortificadas en buenas condiciones y donde el gobernante cuenta con el amor de su pueblo[16]

    Ciudades alemanas

    Las ciudades alemanas son ejemplo de ello: son muy libres, tienen en su alrededor poco territorio que les pertenece, obedecen a su gobernador en la forma que les guste, no le temen a él, ni a ningún otro potentado, los posibles agresores no toman la ofensiva contra ellas, pues por la solidez de sus murallas temen perder mucho tiempo y hasta sufrir un descalabro[17]Todas tienen fosas y muros muy fuertes y cañones abundantes. Conservan en sus almacenes, bodegas y habitaciones, suficientes vituallas para alimentarse, beber y encender el fuego durante un año. Las obras públicas son el nervio y el alma de toda la ciudad, para darle trabajo al pueblo y asegurar su alimentación. Cuidan con esmero de que los servicios militares se mantengan continuamente en plena eficiencia[18]

    Gobernantes fuertes

    Por lo tanto el gobernante que habite en una ciudad militarmente fuerte y se haga amar del pueblo que vive dentro de ella, difícilmente será atacado y el que lo intentara acabará por levantar el cerco derrotado, porque es casi imposible que el que ataca pueda permanecer un año rodeándola con su ejército o socavar u horadar unos muros de construcción muy fuerte que no le es imposible asaltar[19]

    Un gobernante poderoso y valiente sabrá además superar las dificultades ocasionadas por la quema de las posesiones de la ciudad, afuera en sus alrededores, convenciendo a sus gobernados de que el mal no durará mucho tiempo ó, amenazándolos con las represalias y crueldades que cometerá el enemigo o controlando ejemplarmente a los más osados en sus quejas[20]Además cuando el enemigo antes de sitiar la ciudad ha desbastado e incendiado sus alrededores, el gobernante puede argumentar que los daños están hechos, los peores males se han soportado y la mejor alternativa es resistir.

    Los ciudadanos contraerán entonces una nueva obligación con el gobernante y se unirán mejor a él, porque sus casas y posesiones también fueron arruinadas por permanecer en defensa del pueblo[21]

    Por naturaleza las personas se comprometen unas con otras cuando conceden o reciben beneficios. No es difícil para un gobernante prudente, por lo tanto, conservar a su favor los ánimos de los conciudadanos sitiados mientras tengan con que sobrevivir y defenderse[22]

    Conservación del gobierno en los estados

    En los estados antiguos.

    Hay menos dificultad para conservar el poder en Estados antiguos que en los nuevos, porque en los primeros los pueblos están acostumbrados a ver gobernar a familias dinásticas[23]

    En Estados antiguos el gobernante solo necesita para conservarlos, continuar con el orden seguido por sus antecesores, contemporizar con los acontecimientos y usar cierta destreza.

    Cuando un gobernante de una familia dinástica establecido en un Estado, no ha tenido causas ni necesidades de ofender a sus gobernados, no posee vicios irritantes que lo hagan aborrecible y es natural y razonablemente amado por sus gobernados, solo una fuerza extraña llevada al exceso puede arrebatarle el gobierno, pero solo temporalmente, si no se le permite, por muy poderoso y hábil que sea el usurpador[24]

    La antigüedad y continuidad de la dinastía harán olvidar las razones de la usurpación, especialmente en cuanto más bases de la gobernación dinástica permanezcan[25]

    En estados anexados.

    El régimen político de un usurpador presenta grandes dificultades de gobernabilidad[26]principalmente cuando el gobernante usurpador no es completamente nuevo, sino era gobernante de otra gobernación antigua.

    Gobernaciones usurpadas tienen lugar cuando los hombres, aficionados a mudar de señor con la loca y errada esperanza de mejorar su suerte, se arman contra el que los gobierna y ponen en su puesto a otro.

    La primera dificultad emana de la necesidad del nuevo gobernante de usar tropas e infinidad de procedimientos molestos que ofenden a los nuevos gobernados para consolidar su nuevo gobierno.

    La segunda dificultad se presenta cuando los usurpadores experimentan que su condición ha empeorado[27]

    El nuevo gobernante tiene por enemigos a cuantos ha ofendido al ocupar el nuevo territorio.

    No puede conservar como amigos a quienes lo colocaron como gobernante, al no poder satisfacerles sus ambiciones en la medida de lo prometido, ni poder reprimirlos con medios rigurosos en atención a las obligaciones contraídas con ellos[28]

    Conocedor de estas verdades un gobernante usurpador debe estar dispuesto a no dejarse arrebatar el nuevo territorio conquistado. Para ello necesita ejércitos fuertes y del favor de al menos una parte de los habitantes del nuevo territorio para entrar y mantenerse en él.

    Cuando el territorio ocupado pertenece a la misma región y se habla en él la misma lengua hay gran facilidad de conservarlo, especialmente cuando sus habitantes no están habituados a vivir en repúblicas libres[29]

    Es necesario entonces cumplir dos reglas: la primera extinguir los descendientes del gobernante depuesto[30]La segunda, respetar los estatutos tradicionales y no aumentar los impuestos. Como las costumbres son iguales a las del pueblo que se anexa, permanecen sosegados y siguen viviendo en buena armonía y en tiempo breve pasan a formar un solo Estado. Como ejemplo están las anexiones de Normandía, Bretaña, Borgoña y Gascuña a Francia[31]

    En estados civiles.

    Para conservar un Estado que ha ocupado un gobernante y que estaba habituado a vivir con legislación propia en el régimen de república, se han experimentado tres alternativas: arruinarlo[32]ir a vivir en él, o dejar al pueblo con sus leyes tradicionales[33]pero obligándolo a pagar un impuesto anual y creando un tribunal de pocos miembros que consolide allí su poder y fomente su autoridad.

    Muchos Estados ocupados que intentaron conservarlos mediante un consejo de poco número de ciudadanos pero dejándolos libres con sus leyes, acabaron perdiéndolos. El que se hace señor de un Estado acostumbrado a vivir libremente y no descompone su régimen político, debe contar con ser derrocado. El recurso más seguro para conservar semejantes Estados es arruinarlos[34]

    En estos Estados si no se desorganizan y se dispersan sus habitantes, ellos justifican su rebelión invocando la libertad y sus antiguas leyes e ignorando los beneficios del nuevo conquistador.

    Si estos estados no se disuelven para que pierdan la memoria de su antigua libertad, o el nuevo gobernante no va a habitar en ellos, la memoria de esta antigua libertad sobrevive más activamente cada día.

    El gobernante no puede mantenerse en estos Estados sin dominar y conseguir la amistad de sus ciudadanos. Estos Estados acostumbrados a vivir libremente se conservan más fácilmente con la colaboración directa de sus propios ciudadanos, que de cualquier otro modo.

    En estados sometidos.

    Más fácil es conquistar y asegurar la posesión de Estados acostumbrados a vivir obedientes a un gobernante, pues conservan dicha obediencia al nuevo gobernante y no están acostumbrados a elegir gobernantes, ni a vivir libres, ni a tomar las armas contra su Señor.

     

     

    Autor:

    Rafael Bolívar Grimaldos

    [1] As�urgi?l m�

    [2] Ay!, si yo pudiera hacerme en Francia cesar civil y pont�ce religioso.

    [3] Esta iron�merece todos los rayos espirituales de la potestad temporal del Vaticano.

    [4] Lo mismo hubiera querido poder hacer en Francia.

    [5] Es la ?ca cosa que me convienen hacer en Francia.

    [6] He aqu�o que se llama obrar como un gran hombre.

    [7] Reflexiones preciosas y dignas de imitarse, pero la corte de Roma no perdon? Maquiavelo esta historia indiscreta.

    [8] Lo que yo quisiera hacer pero no es tan f?l.

    [9] Estos recursos no est?fuera de mis facultades y me han servido bastante y acertadamente.

    [10] Me volver? suceder esto?

    [11] Esto me sucede.

    [12] Donde los hallar�

    [13] Con mayor raz?cuando pueden tomar la ofensiva y hacer temblar al adversario.

    [14] Triste contingencia en que no quisiera hallarme nunca.

    [15] Esto no va conmigo.

    [16] Me he hallado en este caso alguna vez, y aprovechar?a primera ocasi?para fortificar mi capital, sin que nadie adivine el motivo.

    [17] Esto fue bueno en tiempos pasados.

    [18] De que sirvieron estas precauciones en Alemania y Suiza contra nuestro ardor?

    [19] No anduve yo un a?rondando sin hacer nada provechoso, cav?uros ajenos!

    [20] El mejor y casi ?co medio es contenerlos igualmente a todos, por medio de una opresi?y un terror tales, que no se atrevan a sublevarse, ni siquiera a respirar.

    [21] Sea o no esto as�no necesito de ello.

    [22] Con qu?efenderse es lo esencial.

    [23] Esta carencia en mi nuevo reino procurar?uplirla haci?ome decano de los dem?soberanos de Europa.

    [24] Yo no usurp?l reino a la familia din?ica sino a un cenagal de republicanos. La odiosidad de la usurpaci?no recae entonces sobre m�Los forjadores de frases a sueldo han persuadido de ello al gran p?ico, proclamando que no he destronado m?que a la anarqu� El Papa ha ungido mi frente. Mis derechos al trono de Francia para los franceses est?bien establecidos en la novela de Lemont. Para los italianos, que presumen de oradores est?a disertaci?de Montga. El pueblo bajo que no lee, contar?on las homil� de los obispos, las exhortaciones de los curas y sobre todo con el catecismo aprobado por el delegado del Papa. Desde estos aspectos me considero m?inamovible que alguno de los Barbones.

    [25] Despu?de mi ca� han quedado muchas piedras angulares. La mayor�de mis adictos est?all�Preciso fuera que no quedase ninguno para perder toda esperanza. Volver? hallar mis ?ilas, mis bustos, mis estatuas y tal vez hasta mi corona imperial de coronaci? Todo esto habla incesantemente a los ojos del pueblo en favor m�y me trae a su memoria.

    [26] As�s mi imperio.

    [27] El ?to justifica todas las causas.

    [28] ?lientes bribones! Si no lograra deshacerme de ellos me sacrificar�.

    [29] Aun cuando la estuvieran yo sabr�sostenerlo.

    [30] ?ra simpleza de Maquiavelo! Cuando se conoce el dominio de la fuerza, se puede hacer lo que hice en Toscana, Piamonte, Parma, Roma, etc. Consegu�uenos resultados sin estas precauciones de debilidad.

    [31] En mi caso la anexi?de B?ica.

    [32] Esto ya no sirve de nada en el siglo en que estamos.

    [33] Mala m?ma, mejor es la renovaci?

    [34] Pero esto no quiere decir destruirlos, sino reorganizarlos, reformando su constituci? Se consigue quienes se encarguen de convencerlos de que ahora viven en mejores condiciones y con mayor libertad e igualdad.

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