Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

¿Las cosas son en realidad como las percibimos? (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12

¿Qué es el raciocinio? Viene del
latín ratio-cio, porque la inteligencia se
encuentra en camino y en movimiento para encontrar la
conveniencia o discrepancia de dos juicios. Es la
operación de la mente mediante la cual, de la
comparación de dos juicios previos, se infiere uno
nuevo.

¿Cuáles son las secciones principales de
la lógica? A. Estudio de los conceptos y de los
términos. B. Estudio de los juicios y de las
proposiciones. C. Estudio del razonamiento y de los
argumentos.

¿Qué es una proposición? Es la
expresión verbal de un juicio.

¿Qué es un silogismo? Forma de
razonamiento de carácter deductivo. Argumento que consta
de tres proposiciones: la mayor, la menor y la conclusión,
deducida la última de la primera por medio de la segunda.
Ejemplo: "Todos los hombres son mortales (mayor). Sócrates
es hombre (menor). Luego Sócrates es mortal
(conclusión)".

¿Qué es una premisa? Cada una de las dos
proposiciones de un silogismo. Afirmación mediante la cual
se ofrecen razones.

¿Qué es una conclusión? Es la
afirmación en favor de la cual se dan razones.

¿Qué es un argumento? Razonamiento, prueba
u otro medio que se emplea para afirmar, negar o demostrar una
tesis. La argumentación es como un juego de guerra: el
punto central es la tesis en la que se presenta una
posición. Esta se defiende o se ataca con argumentos que
son materiales o datos concretos y comprobables. La defensa o el
ataque incluyen una toma de posición en pro o en contra.
Los argumentos son intentos de apoyar ciertas opiniones con
razones. El argumento es un medio para indagar.

Argumentar tiene como objetivo presentar razonamientos
descubiertos para probar o a demostrar proposiciones tendientes a
convencer a otro de aquello sobre lo cual se afirma, niega, se
defiende o se ataca. Desarrollar espíritu crítico y
usar los propios criterios, son sus objetivos comunes. Los textos
argumentativos tienen como finalidad describir y probar una
tesis, una hipótesis, un problema, una situación
para convencer. La meta de los textos argumentativos es la de
convencer al lector o al oyente. El argumento es esencial porque
es una manera de tratar de informarse acerca de qué
opiniones son mejores que otras. Cuando hemos llegado a una
conclusión bien sustentada en razones, la explicamos y la
defendemos mediante argumentos. Dar un argumento significa
ofrecer un conjunto de razones o de pruebas en apoyo de una
conclusión.

Los argumentos se usan para indagar sobre los
méritos de una tesis y para defender una tesis una vez que
la indagación ha dado sus frutos. Opinar y discutir
conducen a argumentar. Opinar es discurrir y pensar sobre las
razones, probabilidades o conjeturas referentes a la certeza que
se tiene sobre algo. Discutir es, además de lo anterior,
examinar atenta y particularmente el tema, la situación o
la materia, minuciosamente. Para escribir un ensayo basado en
argumentos, se deben usar argumentos como medio de indagar,
explicar y defender sus propias conclusiones. Los ensayos buscan
que el estudiante aprenda a pensar por sí mismo, a formar
opiniones de una manera responsable.

Reglas generales de la
argumentación

1 Distinguir entre premisas y
conclusión.

2 Presentar sus ideas en un orden natural.

3. Partir de premisas fiables.

4. Usar un lenguaje concreto, específico,
definitivo.

5. Evitar un lenguaje emotivo.

6. Usar términos consistentes.

7. Usar un único significado para cada
término.

¿Qué es una hipótesis?
Suposición de una cosa, sea posible o imposible, para
sacar de ella una consecuencia.

¿Qué es una tesis? Posición que se
enuncia y se mantiene con argumentos.

¿Qué es una conjetura? Juicio que se forma
de algo por las señales o indicios que de ello se tienen.
"Es aventurado hacer alguna conjetura sin tener un conocimiento
exacto de los hechos. Su culpabilidad está basada
sólo en conjeturas".

¿Qué es el sentido común? Es la
capacidad natural de juzgar y apreciar las cosas en su justo
valor. Es una capacidad natural y espontánea de la
inteligencia para juzgar rectamente las cosas. Nos lleva
naturalmente a pensar bien, en vista de llegar a la verdad, pero
esta "lógica natural" es pobre en recursos, cuando quiere
explicar y justificar ante los demás, el por qué y
el cómo de las opiniones de profesa, o de las actitudes
que adopta.

La
ciencia

El vocablo ciencia, que proviene del latín
scientia (conocer), se refiere al conocimiento cierto de
las cosas por sus principios y sus causas; al conocimiento
sistematizado en cualquier campo del saber. Al sistema de
conocimientos ordenados, que incluye una garantía de la
propia validez o que se propone el grado máximo posible de
certeza, es lo que conocemos con el nombre de ciencia. La
ciencia pura es la ciencia independiente de toda
aplicación técnica. Las ciencias aplicadas
son las investigaciones con el propósito de emplear los
resultados científicos en las aplicaciones
técnicas. El "brazo armado" de la ciencia se denomina
tecnología, que es el estudio de los medios, de
las técnicas y de los procesos empleados en las diferentes
ramas de la industria.

Desde tiempos inmemoriales el hombre se ha esforzado por
sistematizar el conocimiento, por hacer ciencia. A partir de los
antiguos mesopotámicos, pasando por los egipcios y los
griegos, la ciencia ha venido evolucionando y
perfeccionándose. Durante la Edad Media, en Europa, por
motivos religiosos, estuvo estancada, y quien pretendiera obtener
y sistematizar conocimientos que se opusieran al dogma
católico, muchas veces, eran perseguidos; muchos fueron
quemados o ahorcados y otros obligados a retractarse.

En los albores del Renacimiento, la ciencia
retomó su quehacer, luego de la superación del
oscurantismo medieval, para desarrollarse con gran auge y dar
nacimiento a la ciencia de la modernidad.
"Esencialmente, los métodos y resultados
científicos modernos aparecieron en el siglo XVII
gracias al éxito de Galileo al combinar las funciones de
erudito y artesano. A los métodos antiguos de
inducción y deducción, Galileo añadió
la verificación sistemática a través de
experimentos planificados, en los que empleó instrumentos
científicos de invención reciente como el
telescopio, el microscopio o el termómetro. A finales del
siglo XVII se amplió la experimentación: el
matemático y físico Evangelista Torricelli
empleó el barómetro; el matemático,
físico y astrónomo holandés Christiaan
Huygens usó el reloj de péndulo; el físico y
químico británico Robert Boyle y el físico
alemán Otto von Guericke utilizaron la bomba de
vacío" (Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta). Estos
esfuerzos culminaron con la teoría de la
gravitación universal (Newton) y la
invención del cálculo infinitesimal (Newton y
Leibniz). Así se sentaron las bases de la ciencia y las
matemáticas actuales.
"Los avances científicos del siglo XVIII
prepararon el camino para el siguiente, llamado a veces "siglo de
la correlación" por las amplias generalizaciones que
tuvieron lugar en la ciencia. Entre ellas figuran la
teoría atómica de la materia postulada por el
químico y físico británico John Dalton, las
teorías electromagnéticas de Michael Faraday y
James Clerk Maxwell, también británicos, o la ley
de la conservación de la energía, enunciada por el
físico británico James Prescott Joule y otros
científicos" (Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta).
En el siglo XX, las teorías cuántica y de
la relatividad revolucionaron la ciencia física.
Estas teorías son el paradigma de la física en la
actualidad.

La ciencia, principalmente, nos muestra otras miradas
del universo, que transforman nuestros paradigmas. Pero en el
vasto contexto de las ciencias, particularmente en el de la
física, cualquier teoría es siempre provisional.
Así los resultados de los experimentos concuerden
muchas veces con la teoría, nunca podremos estar seguros
de que la próxima vez el resultado no vaya a
contradecirla
. Según el brillante científico
británico Stephen Hawking (1942), nunca podremos estar
suficientemente seguros de haber encontrado verdaderamente la
teoría correcta, ya que las teorías no pueden
ser demostrables de manera irrefutable e incontrovertible
.
Debido a que las teorías están siendo modificadas
continuamente para explicar nuevas observaciones, nunca son
digeridas debidamente o simplificadas de manera que la gente
común pueda entenderlas. Según Bohr, "la
física no se ocupa de cómo es efectivamente el
mundo, sino de lo que nosotros podemos decir sobre el
mundo".

La raza humana siempre se ha preguntado, entre otras
cosas: ¿Quién soy yo? ¿De dónde
vengo? ¿Para dónde voy? ¿Cuál es el
origen del universo? Ha tratado de buscar
(¿inútilmente?) respuestas en la magia, la
religión, la filosofía, la ciencia… No ha
logrado respuestas contundentes, concretas e irrefutables. Muchos
han creído acceder a este insondable conocimiento mediante
una revelación mística. Otros han optado por
encontrar la clave a través de la lógica y la
razón. En nuestro mundo moderno, la mayoría piensa
que la ciencia sería el camino adecuado para obtener tan
ansiadas respuestas. "La vedad a la que los investigadores
creen acercarse una y otra vez resulta ser una imagen
engañosa, una quimera
. Aún así, los
científicos no han renunciado con facilidad a buscar una
explicación definitiva sobre el universo. En el mundo
moderno, lo han hecho a partir de un supuesto básico: para
poder explicar la existencia del cosmos a través de la
razón, es necesario que éste sea, en sí
mismo, un ente racional", precisa el científico
británico Paul Davies.

A pesar de que la ciencia nos ha brindado muchas
respuestas de interés para tratar de comprender el
universo y mejorar la calidad de vida, aún no ha podido
responder a muchas preguntas que nos inquietan y desconciertan.
¿Puede descubrirse la verdad con la ayuda de la ciencia?
La ciencia no puede aclarar todo. "La ciencia consigue logros
extraordinarios cuando se trata de explicar los electrones o la
larga cadena de moléculas de ADN, pero sus posibilidades
son limitadas cuando se trata del amor, la moral o el sentido de
la vida. Porque aunque estas experiencias son parte de la
realidad, no forman parte de la ciencia pura", cuestiona Paul
Davies. Algunos teóricos afirman que la ciencia
está herida de muerte: salvo algunos asuntos concretos,
aseguran que ya ha descubierto todo lo que tenía que
descubrir. No es así. En todos los campos del saber quedan
zonas oscuras y senderos sin explorar. La ciencia nos ayuda a
dominar acontecimientos mostrándonos que dependen unos de
otros, pero no puede explicar nada en un sentido profundo. La
ciencia se ocupa de la verdad, no de los dogmas. La verdad es
limitada y apenas si puede satisfacer el ansia de muchas personas
de lograr la comprensión definitiva de las cosas. Una meta
quizá inalcanzable para nuestros inquietos cerebros. Los
resultados científicos sólo pueden ser reflejo
exacto y objetivo del mundo real en teoría. En la
práctica, hace ya mucho tiempo que la naturaleza de la
verdad científica no es tan unívoca. Siempre nos
encontramos con un sí, pero…

El sentido
crítico

En el proceso de comprender que las cosas no son lo
que parecen ni parecen lo que son
debemos desarrollar una
conciencia crítica que permita alejarnos de los
convencionalismos, de lo tradicional y de lo cotidiano; superar
los esquemas que nos condicionan la manera de percibir,
interpretar y sistematizar la realidad, y convertirnos en seres
iconoclastas, irreverentes, reaccionarios, contestatarios,
críticos, auténticos, autónomos, libres,
independientes, autoconscientes, éticos, autorrealizados,
íntegros y rebeldes sin importar las consecuencias.
Personas capaces de cuestionar todo aquello que los demás
dan por sentado o prefieren no cuestionar. Pero,
¿qué es el sentido crítico?

El sentido crítico, el espíritu
crítico, la conciencia crítica, la mentalidad
crítica, la reflexión crítica o la
criticidad es la aptitud para ver los hechos tal como son,
para tener en cuenta todas las circunstancias, para desconfiar
prudentemente de uno mismo y para liberarnos de todos los
prejuicios
. Permite mantenernos en tensión para
captar los fenómenos que a la gran mayoría se le
escapan y ahondar en las causas, poniendo en ello grandes dosis
de imaginación, creatividad y audacia para liberarse de lo
establecido, de lo aceptado. La conciencia crítica nos
capacita para plantearle problemas a la realidad, en
búsqueda de respuestas.

Poseer sentido crítico es volver a las preguntas
originales del porqué, el para qué y el qué
de la realidad; es volver a reencontrarnos a través de la
palabra evocadora, del lenguaje que todo lo abarca y lo sustenta.
El distanciamiento crítico frente a lo cotidiano y frente
a la inautenticidad del dejarse vivir sin asumir un
comportamiento personal frente a la realidad, constituye el
inicio de una dinámica que configura una actitud reflexiva
expresada a través de una postura crítica frente a
lo existente.

La criticidad suscita la posibilidad de analizar el
medio social y la realidad externa, para emitir juicios sobre
ellos y poder así contribuir a su transformación y
mejoramiento. La criticidad se opone a la aprobación sin
análisis de todo lo que se dice, a la aceptación
incondicional de todo lo que ocurre y a la actitud ingenua que
"traga entero" todas las opiniones y la realidad que se nos
presentan. La criticidad supone y exige un ver, un juzgar y,
sobre todo, un asumir un compromiso que lleve a un cambio
personal y social positivo, porque muchas personas, incapaces de
vivir de acuerdo como piensan, terminan pensando como
viven.

El hombre con sentido crítico ve más
allá de las apariencias, más allá de lo
evidente. El individuo crítico es una persona libre, capaz
de desenmascarar las ideologías y de hacer frente a las
estructuras y los mecanismos sociales de opresión. Es un
sujeto que vive despierto, porque los hombres viven
soñando y sólo el pensador trata de despertar. Es
un amante del conocimiento, de la verdad, de la
investigación, del estudio riguroso y sistemático
de la realidad.

El sentido crítico nos aleja de la mentalidad
"credulona", porque credulidad significa candidez, ingenuidad,
confianza, inexperiencia e incluso bobería. Si no se tiene
un punto de referencia conceptual sólido o un criterio
filosófico previo, todo es posible en la dimensión
desconocida. Un solo acierto puede más que mil errores.
El hombre de hoy necesita del sentido crítico, debido
a que si no asume una actitud crítica, entrará al
mundo de la confusión, donde cualquier cosa puede ser
cualquier cosa, incluso él mismo
.

La conciencia crítica permite defendernos de las
manipulaciones de los aparatos ideológicos de estado e
instituciones de clausura: medios de información,
hospitales, escuelas, universidades, cárceles, etc. El
espíritu crítico carece de prejuicios sociales,
políticos, religiosos, económicos o legales, y no
acepta nada sin las debidas pruebas o argumentaciones que siempre
exige el sentido crítico. Niega la transferencia de la
responsabilidad de los propios actos y decisiones. La conciencia
crítica siempre "pone la cara", tiene su auténtica
dimensión de afrontamiento. Trata de comprobar
objetivamente todo lo que se le diga, porque no es "credulona" ni
muy escéptica. No juzga por lo que dicen, sino por lo
que constata
. No cree en los argumentos de autoridad por el
sólo hecho de serlo. No se radicaliza en posiciones
extremas. Es amante del diálogo biunívoco,
razonado, democrático y auténtico
. Asume una
actitud desprevenida que lleva a frecuentes revisiones de
conceptos y opiniones. Una persona con sentido crítico
deja de ser pasivo, pasa a ser activo; capta, se da cuenta, sabe
leer entre renglones; no se deja engañar, no se deja meter
"gato por liebre"; descubre las tretas alienatorias,
manipuladoras e instrumentalizadoras, y con todos los elementos
de juicio hace análisis sereno de toda situación
que lo lleva a discernir lo verdadero de lo falso, lo
demagógico de lo sincero, lo real de lo
ficticio.

El sentido crítico tiene estrecha relación
con la creatividad, porque ésta es una cualidad resultante
del espíritu crítico. El hombre capaz de juzgar con
objetividad e independencia sobre el valor y el sentido de los
acontecimientos y de las cosas en general, tiene la
disposición requerida para buscar soluciones innovadoras,
críticas. La comprensión crítica del pasado
permite interpretar sin compromisos el presente y diseñar
modelos y programas diferentes para un futuro nuevo. La
criticidad produce insatisfacción con lo ya experimentado
que no conduce a la solución de los
problemas.

Una persona con sentido crítico es un ser
auténtico, vive en el mundo de la autenticidad.
Autenticidad (congruencia y sinceridad) significa en primer lugar
que las expresiones, las decisiones, la conducta, los gestos y
los ademanes de una persona concuerdan con su vivencia interior
(con sus sentimientos y sus pensamientos). En un nivel superior,
la persona dice lo que siente y piensa, es sincera y no finge, la
persona está abierta a sus propios sentimientos y
vivencias. Se abre a los demás, les manifiesta sus
sentimientos e ideas, al menos en la medida en que son
importantes para su vivencia actual, se muestra tal como es en
realidad, se comporta con naturalidad, es transparente. La
autenticidad es una posibilidad de estar y asumir la
vida.

Ser auténtico significa tener una actitud
crítica que todo lo cuestiona y lo desinstala, una actitud
inquisitiva que desea saber las causas y las conexiones
racionales de todo. Esto nos permitirá superar la
cotidianidad, la monotonía, la rutina: colocar entre
paréntesis lo dado, dudar moderada y racionalmente de la
bondad de todo lo existente. Esto es una forma distinta de asumir
la vida y tener criterio propio.

Ser auténtico es establecer sin lugar a dudas su
identidad; es decir, se establece que es lo que se supone ser,
cierta y definitivamente. En filosofía, auténtico
significa que un ser es, o llega a ser, lo que verdadera y
radicalmente es, cuando no está enajenado. Como en algunos
casos la enajenación es uno de los rasgos esenciales de la
existencia humana, el no ser sí mismo, esa
enajenación, se convierte en uno de los caracteres del
auténtico ser. La autenticidad es el modo propio y
concreto que cada uno tiene de ejercer y desarrollar sus
dimensiones y valores de persona humana. Ser auténtico es
ser uno mismo.

La concepción
del mundo

Es un sistema de ideas, conceptos y representaciones
sobre el mundo circundante. Se designa así a la manera en
que el hombre entiende y explica su existencia en el mundo desde
los puntos de vista individual e histórico. En el amplio
sentido de la palabra abarca el conjunto de todas las
concepciones del hombre sobre la realidad en torno a concepciones
filosóficas, políticas, sociales, éticas,
científicas, estéticas, etc. Es un reflejo del ser
social y depende del nivel de conocimientos alcanzados en un
período histórico dado, así como del
régimen social. Varía en las diferentes culturas y,
también, a nivel individual de acuerdo con la estructura
síquica de cada hombre. Tiene una enorme importancia
práctica, pues de ella depende la actitud del hombre
frente a la realidad que le rodea y sirve de guía para la
acción. La concepción del mundo responde al
problema cuáles son las relaciones entre el ser y el
pensamiento. Entre las concepciones del mundo más
destacadas tenemos la concepción idealista y la
concepción materialista. El Idealismo y el Materialismo
son dos respuestas antagónicas y contradictorias a la
concepción del mundo, que es el problema fundamental de la
filosofía, encargada del estudio o reflexión de los
problemas más generales y cuyo objeto es explicar el
mundo, la naturaleza y el hombre, es decir, todo lo que nos
rodea, la realidad. El Idealismo es la concepción no
científica del universo y el Materialismo es la
concepción científica del universo.

Concepción idealista

El Idealismo es el sistema cuyo fundamento y objeto son
las ideas que se consideran realizables. Tiene como base la
explicación de la materia por el espíritu.
Afirmando la supremacía del pensamiento sostiene que es el
espíritu el que produce la materia. El pensamiento es el
elemento principal, el más importante. Según el
Idealismo, el mundo exterior sólo existe en nuestros
pensamientos. El idealista piensa que, según el concepto
inmanente de la verdad, la esencia de ésta no radica en la
realización del contenido del pensamiento con algo que se
halla frente a nuestro pensamiento, algo trascendente del
pensamiento, sino con algo que reside dentro del pensamiento
mismo. Por eso, para él, la verdad es la concordancia del
pensamiento consigo mismo.

Un idealista sostiene que las cosas sólo pueden
existir en el pensamiento, porque la realidad percibida no es
más que fruto de la imaginación. Piensa que los
seres que contemplamos en nuestra existencia sensible, en el
mundo sensible, nos son más que sombras efímeras,
transitorias, imperfectas, pasajeras, reproducciones
ínfimas e inferiores de las ideas. Para el Idealismo, lo
que existe no son las cosas, sino el pensamiento; éste es
lo que existe, puesto que es lo único de que yo tengo
inmediatamente la intuición. El pensamiento es, por una
parte, pensamiento de un sujeto que lo piensa; y por otra, es
pensamiento de algo pensado por ese sujeto; de modo que el
pensamiento es esencialmente una correlación entre sujeto
pensante y objeto pensado. Sostiene que es necesario encontrar el
fundamento de la certidumbre de los datos que nos da el
conocimiento sensible, ya que existen grandes contradicciones
entre el saber del objeto y el objeto mismo. El idealista afirma
que existen las cosas y se dan verdades absolutas, pero no fuera,
sino dentro de nosotros, en nuestro pensamiento. Todo lo que
conocemos es producto de nuestro pensamiento. La realidad en
sí misma no interesa, lo que importa es lo que yo pienso
de las cosas, las cosas no son como son, sino como el idealista
quiere que sean. Un idealista, a diferencia de un materialista,
afirma la existencia de Dios. El Idealismo no puede sostenerse
sin Dios y Dios no puede existir sin el Idealismo.

El ideísta, que a la postre se convierte en un
idealista, se instala en ideas o conceptos y, a partir de ellos,
emprende la conquista de la realidad. Según Germán
Marquínez Argote, el ideísta se mueve primariamente
entre las ideas y sólo, indirectamente, aborda las cosas
en un segundo momento. Es verdad que el ideísta,
conociendo ideas, pretende conocer cosas, pero a través
del rodeo conceptivo. El ideísta desarrolla todo el
problema de la filosofía para el lado de la verdad
lógica, porque es hipersensible a la verdad; pero sus
facultades, en buena medida, están obturadas a la realidad
en sí misma. Y es en esa realidad de verdad, y no al
revés, que debemos conoce las cosas. El ideísta usa
y abusa de la lógica de los principios: especula, combina
verdades hasta conseguir el sistema que contenga todas las
verdaderas ideas de las cosas. Para el ideísta la
sabiduría de la filosofía consiste en vivir
instalado en modelos lógicos de pensamiento; en una
especie de mundo platónico desde el cual se rige y norma
la realidad sensible de las cosas, idealmente, esto es, con las
manos limpias de los principios.

Concepción materialista

El Materialismo, contrario al Idealismo, es el sistema
encargado de dar una explicación científica del
universo. Considera la materia como la única realidad y
que hace del pensamiento un fenómeno material, como
cualquier otro fenómeno. Se basa en la idea de que la
materia constituye todo el ser de la realidad. Niega el dualismo
entre una creación y un creador, entre cuerpo y alma, y
reduce el pensamiento a un fenómeno material.

Un materialista piensa que como las cosas se presentan
no es la manera como son, porque si las cosas fueran como se
presentan, la ciencia entera sobraría. Su visión de
las cosas dependerá de cómo logre trascender los
determinismos a que está sometido. Argumenta que la
materia es la única realidad del mundo, de la cual se
originan los fenómenos concienciales y espirituales, fuera
del cual existe la certeza de que no hay separadamente una
realidad ultramundana. La materia son el espacio y el tiempo. La
materia es increada, autosuficiente e indestructible. La
existencia de Dios le resulta inútil, porque la misma
materia se convierte en causa de todas las cosas y de las ideas
que hay en nosotros. Niega cualquier designio providencial, toda
libertad e inteligencia en la formación del mundo, la
inmortalidad del alma y la posibilidad de
resurrección.

Tanto el idealismo como el materialismo tienen su propia
concepción antagónica de la verdad. Mientras que
para el idealismo, verdad es la correspondencia y relación
del
pensamiento con las cosas, el materialismo es el conocimiento
de un objeto que lo reflejan acertadamente, que corresponden a
él. Para los idealistas, la verdad es subjetiva; para los
materialistas, es objetiva. Los idealistas consideran que la
verdad es subjetiva porque depende del hombre, el cual determina
por sí mismo la veracidad de sus conocimientos sin tener
en cuenta el estado real de las cosas. "El idealismo supone que
nuestro conocimiento es lo primero, y que el mundo material es
algo que proviene del conocimiento" (Diccionario
Filosófico Marxista). En contraposición, el
materialismo (sobretodo dialéctico) se apoya en las
conquistas de la ciencia y en la práctica multisecular de
la humanidad para afirmar que la verdad es objetiva. Por cuanto
la verdad refleja el mundo que existe objetivamente, por tanto su
contenido no depende de la conciencia del hombre. El materialismo
considera que la verdad absoluta no se puede conocer de una vez,
entera, por completo: se puede alcanzar únicamente en el
proceso infinito del conocimiento. "Más, con una nueva
conquista de la ciencia, el hombre se aproxima a conocer la
verdad absoluta, se va enterando de más y más
elementos, eslabones y aspectos de ella. El progreso del
conocimiento consiste precisamente en que, al conocer la verdades
relativas, el hombre conoce también la verdad absoluta"
(Fundamentos de Filosofía, de V. Afanaseis). El
materialismo considera que no hay verdades eternas, porque lo que
es verdadero en unas condiciones puede dejar de serlo en otras
distintas. "Para la filosofía dialéctica no existe
nada establecido de una vez y para siempre, incondicional,
sagrado" (Engels). El criterio de verdad materialista es la
práctica social. "Las verdades no son asuntos
teóricos, sino cuestiones que hay que demostrar en la
práctica" (Marx). "En la verdad práctica el hombre
descubre las propiedades del mundo, conoce sus leyes, y utiliza
estos conocimientos para la transformación de la
naturaleza y la sociedad" (Diccionario de Filosofía
Marxista).

Los viejos y los
nuevos paradigmas

Visión antigua de la
naturaleza

A partir del surgimiento de la filosofía, en
Grecia, buscando un principio explicativo de la realidad del
universo, el mundo dejó de ser un caos irracional y se
convirtió en un cosmos ordenado y racional. El
Mecanicismo, el Hilemorfismo y el Dinamismo intentaron responder
a las preguntas de ¿por qué hay una pluralidad de
cuerpos de diversa especie y por qué éstos pueden
mudarse?

1. El Mecanicismo o Atomismo Mecánico, planteado
por los filósofos griegos Leucipo y Demócrito,
propone que los cuerpos se componen de pequeñísimas
partículas indivisibles (átomos), distintos en
figura y magnitud, rígidos y sin cualidades. Estos
átomos son de naturaleza metafísica; muy distintos
a los átomos descubiertos en el siglo XIX, que son de
naturaleza materialista.

2. El Hileformismo o la doctrina de materia y forma,
sustentado por Aristóteles, plantea que los cuerpos se
componen de materia y forma. La forma es la idea, lo que se puede
conocer espiritualmente, mientras que la materia no puede
conocerse de esa manera. La forma es lo real y la materia lo
posible. La materia es el acto y la forma es la potencia. Materia
y forma son los principios del ser, en el sentido de potencia y
acto. No hay forma libre de materia ni materia absolutamente
caótica en busca de forma. La forma ha de plasmarse en la
materia y la materia siempre adopta alguna forma. La forma es la
virtualidad de los seres, su existencia como individualidad; la
materia vendría a ser la posibilidad de que una forma se
convierta en ella. Acto y potencia, esencia y accidente, forma y
materia, sujeto y atributo representan la estructura
básica del mundo y constituyen la clave del conocimiento,
tal como lo plantearon Aristóteles y sus
seguidores.

3. El Dinamismo, que se opone al Mecanicismo, sostiene
que sólo aparentemente llenan los cuerpos el espacio
ocupado por ellos. Es la teoría que reduce la realidad a
agrupaciones de elementos simples, cuya esencia es la fuerza, y
que explica la diversidad del mundo por medio de las leyes de la
fuerza y la actividad. "Los cuerpos constan de elementos simples
e inextensos, que están dotados de fuerzas que obran a
distancia mediante atracciones y repulsiones, y así
aparentan una ocupación real del espacio", señala
un antiguo texto de filosofía. La sustancia pasiva del
Mecanicismo es sustituida en el Dinamismo por la
fuerza.

Visión moderna de la
naturaleza

En esta visión, que se inicia con el
Renacimiento, ya no se trata principalmente de interpretar, de
contemplar la naturaleza para indagar su esencia, sino de
modificar y desentrañar sus procesos, sus leyes. La
revolución moderna comienza con la astronomía de
Nicolás Copérnico, quien sustituyó de manera
definitiva la concepción aristotélica del universo
jerarquizado por la de un universo homogéneo. Su
heliocentrismo desplazó el geocentrismo ptolomeico. La
continúan Giordano Bruno, con sus ideas acerca de la
infinitud del universo, y Johannes Kepler con su descubrimiento
del carácter elíptico de las órbitas
planetarias. La termina Galileo Galilei al fijar los pilares de
la física moderna con sus aportes a la observación
científica y la corroboración de las teorías
de Copérnico.

El nuevo sistema planetario, que Kepler y
Copérnico desenvuelven, cambia por completo la idea que
los hombres tenían de los astros y de su relación
con la tierra. La tierra cesa ya de ser el centro del universo;
cesa de contener en sí el máximun de preeminencia
antropomórfica; la tierra ahora es un planeta, y no de los
más grandes, con una trayectoria; es un grano de arena
perdido en la inmensidad de los espacios infinitos. El sistema
solar es uno de los tantos sistemas de que se compone la
inmensidad del cielo; y la tierra en este sistema solar ocupa un
lugar secundario, periférico, que no es, ni mucho menos,
la posición central única y privilegiada que los
antiguos y Aristóteles le concedían.

Así las cosas, de un momento a otro cada cual,
sin sospecharlo, se ve obligado a pensar, calcular y vivir en
otras dimensiones; pero antes de que el cerebro se haya acomodado
a la transformación apenas comprensible, se ha
transformado ya la sensibilidad: una perpleja confusión,
un vértigo, mitad temor y mitad entusiasmo, es siempre la
primera respuesta del alma cuando pierde repentinamente su
medida, cuando todas las normas y formas sobre las cuales hasta
entonces se apoyaba, como sobre algo permanente, se deslizan bajo
ella, como fantasma. De la noche a la mañana, todo lo
cierto se ha trocado en dudoso, todo lo de ayer parece viejo y
gastado, como de mil años; los mapamundis de Tolomeo,
santuario no derribado durante veinte generaciones, se convierten
en juego de niños, gracias a Colón y a Magallanes;
las obras sobre cosmografía, astronomía,
geometría, medicina, matemáticas,
crédulamente copiadas desde hace miles de años y
admiradas como sin tacha, llegan a quedar nulas y anticuadas;
todo lo anterior se marchita ante el aliento cálido de los
tiempos nuevos. Se acabaron ahora todas las disputas y
comentarios escolásticos; las antiguas autoridades caen
por tierra, como desbaratados ídolos de la
veneración; se vienen abajo las torres de papel de la
escolástica; la vista queda libre.

Antes de Galileo se pensaba que un cuerpo pesado
debía caer más rápido que uno ligero.
Galileo demostró que cada cuerpo aumentaba su velocidad al
mismo ritmo, independientemente de su peso. Isaac Newton
(1642-1727), astrónomo y físico inglés,
mediante su ley de la gravitación universal, mostró
que la gravedad es la causa de que la luna se mueva en una
órbita elíptica alrededor de la tierra y que la
tierra y los planetas siguen caminos elípticos alrededor
del sol. La fuerza de gravedad nunca ha sido vencida. Donde no
existe una fuerza no puede haber movimiento. Newton
comprendió que las estrellas deberían atraerse unas
a otras, de forma que no parecía posible que pudieran
permanecer esencialmente en reposo. Coligió que el
universo no podía ser estático. ¡Qué
gran conclusión!

En el siglo XVII Newton creó su mecánica
celeste. Mediante fórmulas matemáticas pudo
calcular el recorrido de las estrellas y de los planetas de forma
aún más precisa que Kepler antes que él.
Esto no sólo fue un acontecimiento científico, sino
que penetró en las capas más profundas del
conocimiento humano. Transformó la imagen del mundo que
tenían los hombres y, por consiguiente, también la
imagen que éstos tenían de sí mismos.
¡Qué genialidad la de Newton!

La Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta sostiene que
los descubrimientos de Newton contribuyeron con valiosos aportes
éticos. "Las leyes de Newton se consideraron como prueba
de un orden divino racional. La opinión
contemporánea al respecto fue expresada por el poeta
inglés Alexander Pope en el verso Dios dijo:
¡dejad en paz a Newton!, y se hizo la luz
. Los
hallazgos e hipótesis de Newton provocaron que los
filósofos tuvieran confianza en un modelo ético tan
racional y ordenado como se suponía que era la
naturaleza".

Según un texto de bachillerato, "el desarrollo al
mismo tiempo de la nueva física y la química
aportaba ideas nuevas acerca de la causalidad y la estructura de
la materia, que colocarían sobre otras bases la
explicación del origen y estructura del universo y de la
vida". La visión moderna también tuvo implicaciones
al explicar un origen del hombre mediante la evolución y
no por la creación divina. "La nueva teoría de la
evolución del hombre proporcionó una visión
distinta sobre los tres campos de la realidad, la materia, la
vida y el hombre", señala el mismo escrito.

El filósofo estadounidense Lou Marinoff precisa
que "después de la revolución filosófica
fomentada por Francis Bacon, Thomas Hobbes, Rene Descartes y
Galileo, entre otros, el mundo nunca volvería a ser el
mismo. Al declarar que "saber es poder", Bacon
proporcionó un tercer camino crucial entre la fe y la
espada: la ciencia. El mundo tiene una deuda de gratitud con
Bacon por habernos regalado el método científico"
(Más Platón y menos Prozac).

Visión contemporánea de la
naturaleza.

La mecánica newtoniana, como teoría
universal, sufrió una profunda transformación con
los innovadores y revolucionarios planteamientos de Einstein,
Planck, Heisenberg, Schrödinger, Gódel y otros
científicos que asistieron al nacimiento de la
Mecánica Cuántica a principios del siglo XX, la
cual afirma que nada se puede medir u observar sin que se
altere; el observador puede alterar el resultado del efecto que
mide
. El comportamiento de las "partículas
elementales" no se podría explicar con la mecánica
clásica.

Las nociones de "relatividad" e "incertidumbre" han
impregnado la cultura del siglo XX. Pero la proximidad de estos
conceptos científicos a nociones corrientes del lenguaje
ordinario, de la teoría del conocimiento en general y de
la filosofía moral en particular, ha dado lugar a no pocos
malentendidos que conviene aclarar. Al tratar de la Teoría
de la Relatividad los físicos suelen llamar la
atención acerca del paradójico resultado que
producen, de un lado, la accesibilidad de las demostraciones de
la misma (para conocedores del álgebra elemental) y, de
otro, sus conclusiones antiintuitivas sobre conceptos (espacio y
tiempo) que todos creemos conocer y dominar. La
inversión o el desplazamiento radical del punto de vista
desde el cual estamos acostumbrados a ver las cosas choca con la
sencillez (relativa) de la nueva teoría, y ésta
produce una particular atracción en todos (o en casi
todos
).

El siglo XX presenció grandes revoluciones en la
ciencia causadas por tres grandes desarrollos científicos:
la Mecánica Relativista, la Mecánica
Cuántica y la Teoría del Caos. Estos planteamientos
científicos se convirtieron en los nuevos paradigmas y
propiciaron un fuerte remezón a la mecánica
clásica.

Al iniciar el siglo, Max Planck, físico
alemán (1858-1947), estudiando los microuniversos, inicia
la revolución de la física cuántica;
posteriormente, Werner Heisenberg, físico alemán
(1901-1976), postula el Principio de Incertidumbre o de
Indeterminación y con ellos se da el primer golpe a la
visión mecanicista del universo desarrollada por
pensadores como Francis Bacon, René Descartes y Isaac
Newton. Posteriormente, Einstein, el genio más brillante
del siglo XX, estudiando el macrouniverso, desarrolla la
Teoría de la Relatividad y da el segundo golpe a la
filosofía mecanicista. Recientemente, David Peat, a
través de la Teoría del Caos, muestra la
posibilidad y necesidad del estudio de lo irregular y
único
, con lo cual se derrumba el mito de que la
ciencia sólo estudia las regularidades. La
Teoría Cuántica, la Teoría de la Relatividad
y la Teoría del Caos han dado nacimiento a un nuevo
paradigma científico con profundas implicaciones para la
vida cultural de las sociedades de fin del siglo XX y comienzos
del XXI
. Las dos ideas centrales del paradigma
científico del siglo XIX son "evolución" y
"entropía" (medida del desorden de un sistema que siempre
debe incrementarse), y las dos ideas centrales del paradigma
científico del siglo XX son "relatividad" e
"incertidumbre".

Por su parte el Principio de Indecibilidad, de
Incomplitud o Teorema de Kurt
Gödel (1906-1978),
lógico y matemático estadounidense de origen
austriaco, establece que en cualquier sistema simbólico
formal es posible construir una proposición que no se
puede probar ni refutar en el mismo sistema. "El Teorema de
Gödel, en realidad son dos teoremas… El primer
teorema de Gödel establece que cualquier teoría
matemática coherente ? que incluya los números
naturales 0, 1, 2… es incompleta: ? contiene proposiciones
S tales que ni S ni su negación (no
S
) son demostrables en ?. El segundo teorema de Gödel
afirma que tal teoría ? no puede contener la
demostración de su propia coherencia (ausencia de
contradicciones); la coherencia se puede demostrar en otra
teoría mayor ?', pero para demostrar que ?' es coherente
se necesita otra teoría extendida ?'', lo que da lugar a
una secuencia infinita de teorías… Mediante un ingenioso
sistema de numeración, Gödel traducía
proposiciones sobre ?, como "esta proposición no tiene
demostración en ?", a expresiones numéricas en ?.
Si la mencionada proposición, S, fuese
demostrable en ?, entonces S sería falsa, lo que
contradice la coherencia de ?; así pues S es no
demostrable y por tanto cierta. Siguiendo con el mismo
razonamiento, no S no se puede demostrar, pues si se
pudiera, S sería falsa. Por tanto ? es
incompleta. Además, la coherencia no se puede demostrar
dentro de ?, pues si se pudiera, el razonamiento anterior
(incluido en ?) demostraría S, lo que es
imposible" (Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta).
Este genial principio muestra que hay teoremas que nunca seremos
capaces de demostrar o rebatir. Gódel, que aseguró
que todo no puede demostrarse ni rebatirse, "fue capaz
de demostrar, en 1931, que no todas las preguntas lógicas
y matemáticas tienen respuesta. Esto, efectivamente, puso
punto final a la búsqueda racionalista del conocimiento
completo y perfecto" (Más Platón y Menos
Prozac
, de Lou Marinoff).

El mismo Marinoff puntualiza afirmado que "justo cuando
parecía que íbamos a llegar al fondo del asunto, no
sólo aparecieron nuevas preguntas sin respuesta, sino
también nuevas preguntas imposibles de responder. La
teoría de la relatividad de Einstein nos mostró que
la longitud, la masa y el tiempo no eran absolutos, sino que las
cosas se miden en relación con otras (sólo la
velocidad de la luz se muestra invariable). La teoría
cuántica (y el principio de incertidumbre de Heisenberg)
nos mostró que, aun contando con los equipos más
sofisticados, la estructura de la naturaleza
submicroscópica contiene pares de cosas que no podemos
medir con precisión en un momento determinado. El teorema
de la indecibilidad de Gódel mostró que hay
teoremas que nunca seremos capaces de demostrar o rebatir (por
consiguiente, algunas preguntas matemáticas nunca
serán contestables). Mientras luchábamos a brazo
partido con esta repentina pérdida de lo absoluto (es
decir, condenados a un conocimiento imperfecto en lógica,
matemáticas y física) nos enfrentamos a
vacíos de conocimiento todavía mayores en los
ámbitos biológico, psicológico y social. Ya
no podíamos contar con que la suma de todos los
conocimientos nos hiciera sabios. El progreso científico y
tecnológico tenía que templarse con nuevas
revelaciones filosóficas".

El cambiante universo

De acuerdo con la dinámica de los tiempos y con
el surgimiento de nuevos conocimientos, cambian las ideas y
concepciones de la realidad. Lo que antes era una verdad
ampliamente aceptada por una gran mayoría, queda
modificado, refutado, alterado o desvirtuado con una
información nueva, un dato sorprendente, una
investigación esclarecedora, una negación
categórica, una afirmación reveladora, un
descubrimiento sensacional, un invento innovador, un hallazgo
extraordinario, una hipótesis revolucionaria o una
teoría contundente, especialmente en el complejo, mutable
e incierto universo científico y
filosófico.

A la luz de los más recientes avances de las
ciencias físicas y matemáticas, después de
la relatividad einsteniana y de la eclosión de las
ciencias sociales, el concepto mismo de verdad ha sido
desterrado de las reflexiones que pretenden seriedad
. Nos
acomodamos con gran solvencia a las versiones de la realidad,
pero estas versiones, ¿qué tanta verdad poseen? Si
existen múltiples maneras de experimentar la humanidad y,
por ende, múltiples versiones de las cosas,
¿cómo podemos preferir unas sobre otras? ¿El
mundo puede ser según la medida de quien lo percibe?
Según los sofistas griegos, la verdad no existe y en caso
de existir, no es posible alcanzarla. Entonces
¿qué? ¿En la opinión está la
verdad? No, porque la opinión es particular,
efímera, imperfecta y contingente. Y de las pretendidas
versiones universales, ¿qué? No. Son meras
alucinaciones emanadas de la ansiedad por el poder.
¿Qué tanto sentido tiene entonces hablar de verdad?
Los viejos paradigmas, los dogmas o las verdades incuestionables
tambalean o pierden su fundamento para reconocer otras realidades
que son aceptadas hasta que otras las
contradigan…

En este mundo tan cambiante, nada permanece
estático o inmodificable; todo fluye, todo tiene una
dinámica, todo se transforma, todo cambia. Hasta las
definiciones se modifican. Tiempos atrás varias palabras
se definían distinto a como se definen actualmente. Veamos
un ejemplo. Al finalizar el siglo XIX al átomo se
le definía como un "elemento material primario e
hipotético de la composición de los cuerpos, que se
considera como indivisible e indefinidamente pequeño".
Actualmente, átomo es "la partícula de
cuerpo simple más pequeña capaz de entrar en las
reacciones químicas. Está formado por un
núcleo masivo, compuesto de protones y neutrones y
circundado de electrones repartidos en diferentes
órbitas". La primera definición es incompleta e
imprecisa. La segunda, más amplia y precisa. ¿Por
qué? Los científicos modernos, comenzando por los
renacentistas, retomaron la concepción de
Demócrito, quien afirmaba, desde la antigua Grecia, que el
átomo era el elemento que constituía todos los
cuerpos. Todo lo que existe está formado por
átomos. Según su teoría atómica de la
materia, todas las cosas están compuestas de
partículas diminutas, invisibles e indestructibles de
materia pura (en griego atoma, indivisible), que se
mueven por la eternidad en un infinito espacio vacío (en
griego kenon, el vacío). Aunque los átomos
estén hechos de la misma materia, difieren en forma,
medida, peso, secuencia y posición. Las diferencias
cualitativas en lo que los sentidos perciben y el origen, el
deterioro y la desaparición de las cosas son el resultado
no de las características inherentes a los átomos,
sino de las disposiciones cuantitativas de los mismos. El estudio
del mundo subatómico de la física cuántica
revolucionó el concepto y la concepción del
átomo.

Demócrito y Leucipo (los atomistas) pensaban que
los átomos eran indivisibles e indestructibles y se
movían en todas direcciones dentro de un espacio
vacío. Los grandes materialistas griegos insistieron en
que todos los sucesos materiales pueden explicarse por el
movimiento estrictamente regulado de los átomos, sin
admitir como una causa independiente la voluntad de ninguna
criatura viva. "Hay que admitir la genialidad de los atomistas en
su avance hacia la noción de inercia, hacia las de causa
universal y efecto y hacia las teorías atómicas y
cinéticas de la química moderna. Se puede suponer,
o podemos creer, que si el pensamiento griego hubiese seguido lo
que decían los atomistas la ciencia hubiera avanzado
más rápidamente", precisa la Enciclopedia Superior
del Círculo de Lectores.

¡Ah! Pero el primero en hablar del átomo no
fue Demócrito ni Leucipo, sino Anaxágoras.
Sí, este filósofo griego sostuvo que toda la
materia había existido en su forma primitiva como
átomos o moléculas; que estos átomos,
numerosos hasta el infinito e infinitesimalmente pequeños,
habían existido desde la eternidad; y que el orden que
surgió al principio de este infinito caos de átomos
diminutos era efecto de la actuación de una inteligencia
eterna (nous). También consideraba que todos los
cuerpos son simples agregaciones de átomos; así,
una barra de oro, acero o cobre se compone de inconcebibles
partículas diminutas del mismo material. Su doctrina del
nous fue adoptada por Aristóteles, y su
interpretación sobre los átomos preparó el
camino para la teoría atómica de Demócrito.
¿Por qué será que muchos inventos o
descubrimientos se les atribuyen a otros? Dos ejemplos, por
ahora: la imprenta y el teléfono. Se dice y se alardea que
la imprenta fue inventada por el alemán Johann Gutenberg
(1400-1468), pero según varios historiadores los chinos la
habían inventado unos tres mil años antes de
Cristo. La enciclopedia Microsoft Encarta precisa que la imprenta
es de origen chino. En el ocaso del Medioevo tuvo gran impacto su
uso en Europa, pero su origen es chino. ¿Esto suena como
eurocentrismo? Se decía que el teléfono lo
inventó Alexander Graham Bell, pero resulta que al
finalizar el siglo XX en los Estados Unidos dijeron que
había sido el italiano Antonio Meucci. ¿A
quién creerle? ¿Dónde está la verdad?
¡Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que
son!

¿Y qué me dicen de las verdades "eternas"
e inmutables? Hasta antes de Copérnico, la tierra era el
centro del universo; después de éste, el centro del
universo es el sol, pero ahora el sol es sólo el centro
del sistema solar. ¿Entonces cuál es el centro del
universo? Después de Newton la gravedad era una fuerza de
atracción universal de los cuerpos en función de su
masa, pero luego de la formidable revolución
científica de Einstein, la gravedad pasó a ser una
propiedad del espacio-tiempo. Antes de éste, la distancia
más cercana entre dos puntos era la línea recta,
pero a partir del él la línea curva es la distancia
más cercana entre dos puntos. Las tradicionales tres
dimensiones del espacio (largo, ancho y alto) se modificaron con
las teorías einstenianas al introducir el tiempo como la
cuarta dimensión, naciendo entonces el concepto de
espacio-tiempo como un continuo… Y así
otras "verdades" que se han alterado y que se alterarán en
el transcurso del tiempo.

Hasta el siglo XIX se tenía en cuenta el
paradigma aristotélico que negaba la existencia del
átomo. Aristóteles, al rechazar esta idea,
"enterró" el átomo, el cual vino a ser "resucitado"
a partir del siglo XVI. Recordemos que parte de la doctrina
aristotélica fundamentó el cristianismo, y los
dogmas de la iglesia católica no permitían el
desarrollo de la ciencia, máxime cuando la doctrina de
Demócrito invitaba al Materialismo. En parte, contradecir
a Aristóteles, era contradecir a la Iglesia. "Los puntos
de vista menos valiosos de Aristóteles son los que
ejercieron más influencia en su propia época y en
toda la Edad Media", agrega la misma enciclopedia.

El desprecio por los atomistas favoreció el
estancamiento de la física y la química en el
sentido moderno. Sin embargo, los problemas surgidos con la
astronomía postmedieval, la mecánica de Galileo y
Newton se fundamentan en la idea de los atomistas, según
la cual los átomos una vez en movimiento continúan
moviéndose uniformemente y sin necesidad de motor, a menos
que choquen con otros átomos. Los aristotélicos
defendían la idea de que nada se mueve sin un motor que lo
induzca a ello, pero a este planteamiento se le cuestionaba con
el siguiente interrogante: "¿Por qué sigue
moviéndose una flecha cuando deja de estar en contacto con
el arco que la impulsa? La respuesta de los aristotélicos,
insostenible para Galileo, Newton y los físicos de nuestro
tiempo, era que el aire que la impulsaba llenaba el hueco de la
cuerda y seguía moviendo la flecha. Con esta respuesta la
pregunta no quedaba totalmente contestada para estos
científicos, ya que la ley de inercia (Galileo) y ley de
gravedad (Newton) sostienen que todo cuerpo permanece en estado
de reposo o de movimiento rectilíneo si no actúa
sobre él alguna fuerza. Aristóteles defendía
la fuerza como la causa del movimiento y Newton como la causa de
los cambios de movimiento. Newton afirmaba que en ausencia de una
resistencia no se necesitaba un motor para mantener un movimiento
rectilíneo. El pensamiento aristotélico, que
influyó de manera tan impresionante, profunda y
contundente en la cotidianidad medieval, empezó a ser
duramente criticado, cuestionado, rebatido y superado por la
ciencia surgida a partir del Renacimiento. Galileo, por ejemplo,
realizó un demoledor ataque a todos los puntos vulnerables
de la ciencia aristotélica y difundió
explícitamente la teoría copernicana. Y eso que la
Iglesia combatió drásticamente las afirmaciones de
Galileo. Donde sus ideas hubiesen tenido más acogida y
libertad, el ataque a la concepción aristotélica
hubiera sido más impresionante y conmovedor.

El científico británico John Dalton
(1766-1844), a principios del siglo XIX, estudió
científicamente el átomo y la forma en que los
diversos elementos se combinan entre sí para formar
compuestos químicos. Mostró que los átomos
se unían entre sí en proporciones definidas. Las
investigaciones demostraron que los átomos suelen formar
grupos llamados moléculas.
Todos los átomos de un determinado
elemento tienen las mismas propiedades químicas. En el
siglo XX, científicos como Albert Einstein, Neils Bohr y
Ernest Rutherford, entre otros, como los teóricos de la
Mecánica Cuántica, continuaron con el estudio del
mundo atómico y subatómico.

Además de Einsten, la importancia de estos dos
últimos científicos es demasiada como para no
tenernos en cuenta en este escrito.
Las ideas de Bohr desempeñaron un
papel muy importante para el desarrollo de un enfoque
estadístico en la física moderna. Las relaciones de
causa y efecto de la mecánica newtoniana, totalmente
deterministas, fueron sustituidas por predicciones de sucesos
futuros basadas sólo en probabilidades
estadísticas. Las propiedades ondulatorias de la materia
implican que, de acuerdo con el Principio de Incertidumbre,
el movimiento de las partículas nunca puede predecirse
con una certeza absoluta, incluso aunque se conozcan por completo
las fuerzas
. Aunque este aspecto estadístico no es
detectable en los movimientos macroscópicos, es dominante
a escala molecular, atómica y
subatómica.

Con respecto a Rutherford, el filósofo y
matemático Bertrand Russell precisa que "antes de
Rutherford no había ninguna teoría plausible de la
estructura de los átomos o de las propiedades
físicas que permitieran ordenarlos en una serie".
Rutherford dio razones experimentales para considerar el
átomo como compuesto de un núcleo de carga positiva
rodeado por cuerpos mucho más livianos llamados
"electrones", de carga negativa, que giran, como planetas, en
órbitas alrededor del núcleo.

Con la astronomía posmedieval el hombre
revisó la idea que tenía sobre sí mismo y
sobre el lugar que ocupaba en el universo. Se asombró y
quedó perplejo ante los nuevos descubrimientos. "Los
hombres se sentían incómodos ante la idea de que en
vez de vivir en el centro del universo cuya belleza sólo
estaba allí para gusto y complacencia del hombre, era un
minúsculo punto dentro de un pequeño planeta en un
gran universo que posiblemente era ilimitado", anota la
enciclopedia citada. La geometría celeste influyó
negativa y depresivamente en el pensamiento humano, porque le dio
al hombre una sensación de aislamiento y abandono al
reducir su sentimiento de importancia en el cosmos. "Pero la
mecánica mostraba cómo a pesar de su
insignificancia y pequeñez los hombres podían
aprender a predecir el comportamiento del cosmos, tan
extraño y tan complejo para ellos", agrega ese texto. Con
los nuevos descubrimientos y con el conocimiento de la
naturaleza, el hombre se percató que podía
dominarla y prever los peligros y desastres, preparándose
para defenderse y hacer algo para impedirlos. La
revolución científica tachó como incorrectas
todas aquellas teorías griegas que habían vuelto a
surgir en el medioevo, y permitió la vuelta al
espíritu griego de la libre
investigación.

A partir de la revolución "copernicana" y del
estudio científico del átomo, los hombres de la
época se dieron cuenta que el mundo ya no era fijo,
inmóvil e idéntico a sí mismo, como lo
quería el viejo escolastismo medieval. "Todo lo contrario,
tal como lo concibió en su momento Heráclito y en
general el pensamiento presocrático, la realidad es
móvil, transformativa y en permanente movimiento. Las
contradicciones ya no son, desde este punto de vista, otros
tantos escollos por superar y suprimir, sino el centro mismo de
la realidad y el material de todo conocimiento genuino de las
cosas. Frente al saber abstracto, que se sostiene sobre la
identidad y la quietud, se abre paso un saber nuevo,
dialéctico, que a partir del flujo y la
contradicción constituye conocimiento y práctica
activa del mundo. El principio de identidad deja de ser absoluto
y la máxima que afirma que es imposible para algo ser y no
ser al mismo tiempo, deja un espacio libre en donde la
contradicción impera y constituye. Se puede ser y no ser
al mismo tiempo y a partir de las tremendas implicaciones de ese
contrasentido, se construye la ciencia verdadera", precisa Rafael
Méndez comentando el Manifiesto Comunista de Karl
Marx.

El origen de la vida

Sobre el origen de la vida, a pesar de todas las
respuestas que se han dado, son muchas las dudas aún por
resolver: ¿Se engendró en el mar? ¿Procede
del cosmos? ¿Cómo y en qué momento la
materia inerte cobró vida? Los científicos no se
ponen de acuerdo en cómo, cuándo y dónde
situar el escenario en el que surgió la vida. "Numerosas
religiones y algunas filosofías eluden la cuestión
dando por supuesto que la vida, presentada por algún tipo
de divinidad o ser inmortal, ha existido siempre, durante toda la
eternidad. La alternativa hay que buscarla en la ciencia, que
procura respuestas naturales con preferencia sobre las
sobrenaturales, y que nos ofrece otra posibilidad", manifiesta el
químico norteamericano Robert Shapiro. Los ambientes en
los que pudo gestarse el primer ser viviente son casi tantos como
el número de grupos científicos que investigan en
este apasionante campo. Cada investigador tiende a rechazar la
teoría de un colega y a ensalzar la suya. Pero
¿dónde se formó la vida? Los defensores de
la panspermia aseguran que la semilla de la vida llegó del
cosmos pegada al polvo interestelar o a partículas de
hielo sucio de un cometa. Otros expertos aseguran que
surgió entre capas de arcilla catalítica, sobre una
superficie de minerales de pirita, bajo los hielos de los polos,
en una laguna, en el charco o, como sostiene el científico
estadounidense James Pasting, en el fondo del océano, al
abrigo de los impactos de los bólidos celestes. ¿A
quién creerle? Y sobre el combustible de la vida,
¿qué? ¡Sólo discrepancias! Entre las
fuentes de energía que pudieron abastecer de combustible a
los primeros ensayos de vida se barajan el calor de los volcanes,
las descargas eléctricas de los rayos, la alternancia de
temperaturas entre el día y la noche, y la
radiación ultravioleta procedente del sol. Como se puede
apreciar, sobre el origen de la vida hasta el momento no se ha
encontrado la verdad. ¿Se encontrará algún
día? Eso esperamos. ¡Las cosas no son lo que
parecen ni parecen lo que son!

El origen del hombre

Con respecto al origen del hombre, antes del siglo XIX
muchos pensaban que éste era obra de Dios. Pero
llegó el científico y naturalista inglés
Charles Darwin (1809-1882) con su teoría de la
evolución de las especies y alteró el panorama y
sacudió con gran ímpetu la teoría de la
creación
. En su obra Sobre el origen de las
especies en términos de selección natural

planteó su teoría evolucionista. "En ella sostuvo
que, gradualmente, los seres vivos van modificándose y
almacenando los cambios que resultan favorables. Así, los
individuos más aptos son aquellos que sobreviven y
transmiten la herencia a las nuevas generaciones. Ésta es
la hipótesis llamada de selección natural:
las especies que se adaptan sobreviven, las que no lo hacen
perecen" (Enciclopedia estudiantil de historia
universal
). Según la teoría del darwinismo
social
, únicamente los miembros más aptos de
la sociedad, los más preparados para la comptencia,
podrían alcanzar el éxito y el progreso. El
darwinismo causó gran impacto y conmoción en los
círculos religiosos y científicos de lña
época, debido a que contradecía dogmas y supuestos
entonces vigentes.

Ah, pero Darwin no fue el primero de proponer la
evolución como origen del hombre, porque "la idea general
de evolución es muy antigua; se la encuentra ya en el
filósofo Anaximandro (siglo VI a. C), quien
sostenía que los hombres descendían de los peces.
Pero Aristóteles y la iglesia desterraron estas
teorías hasta el siglo XVIII", precisa Russell.

Hasta antes del Renacimiento se tenía una idea
muy sesuda e intransigente sobre la situación que el
hombre ocupaba en la Naturaleza. Los simios no planteaban
ningún problema: se valoraba demasiado al hombre y se
conocía demasiado poco a los animales; nada tenían
que ver el uno con los otros. Los animales irracionales eran
seres de segunda categoría, a pesar de que algunos monos
parecieran verdaderas criaturas humanas. Pero el progresivo
desarrollo de las Ciencias Naturales hizo que la idea
clásica del hombre ser superior empezara a
tambalearse.

En el siglo XIX los científicos prescindieron
de la idea de un Dios creador.
Ya antes un hecho de
importancia capital en curso de la historia (la Revolución
Francesa) expulsó de sus tronos a la monarquía
terrenal y a la celeste. Así, cuando quedó vacante
la posición de Dios en el edificio teórico de la
historia del mundo, entra en escena la Naturaleza. La
teología y la Ciencia se separaron. La Naturaleza era
quien había engendrado a los seres, y eran las propias
especies las que por sí mismas se fueron transformando. Se
trataba, además, de una transformación siempre
ascendente. Los seres descendían unos de otros como
auténticos productos de la Naturaleza. Pero ¿fue la
voluntad de Dios quien provocó la transformación de
las especies y el desarrollo de seres superiores a partir de una
sucesión evolutiva? "No hay ninguna duda", dijeron los
filósofos Hegel y Schelling. El biólogo
francés Jean Baptiste Lamarck sostenía que la
Naturaleza (la voluntad de vida) era la única responsable
del desarrollo de las especies.

Darwin propició un estruendoso "porrazo" a la
concepción divina como creadora del hombre, cuando, en
1869, dotó al evolucionismo de un horizonte
científico más amplio: la ley de la
selección natural era la responsable de la
transformación de las especies. Primicia:
¡¡¡El hombre no descendía de
Adán y Eva, sino del mono
!!! Impactante semejante
aseveración porque desmentía a la Biblia. El mundo
judeo-cristiano se sacudió impresionantemente.
Ningún Dios, ninguna voluntad orgánica en los seres
vivos, sino un principio mecánico, una casualidad ciega.
El hombre era producto de la selección natural.

Darwin y sus teorías llegaron en la época
en la que se estaba transformando radicalmente la
concepción del mundo y los dogmas religiosos se
devaluaban. Fue tan poderoso el impacto darwinista que el
filósofo Federico Engels (contemporáneo de Darwin)
sostuvo que, gracias a Darwin, la teología se había
tambaleado tanto, que le había llegado el momento final.
Desde entonces la filiación simia se convirtió en
el argumento contra la existencia de Dios. Ante el dilema
¿Moisés o Darwin?, la generación ilustrada
de la era industrial respondía en coro:
"¡¡¡Darwin!!!" Según el
científico inglés, "los hombres somos
también resultado de un largo proceso de selección
natural que, a lo largo de innumerables transformaciones y
accidentes, condujo a la vida, desde sus formas genésicas
más primarias, a la racionalidad y espiritualidad
propiamente humanas. Tal aseveración provocó
variadas reacciones entre creyentes, sacerdotes,
científicos y público en general", precisa Rafael
Méndez comentando la obra de Darwin.

A pesar de la revelación darwiniana aún
quedan muchas preguntas por resolver. "Ningún
científico que se precie aseguraría que ya se han
despejado las incógnitas sobre el proceso evolutivo del
hombre
", advierte un artículo anónimo
publicado en la revista Muy Interesante, en la última
década del siglo XX. El autor se pregunta:
¿Desciende el hombre del mono porque, en un principio, una
especie determinada fue capaz de dar el salto hasta convertirse
en el brote de un ser racional completamente distinto? ¿O
es quizás el mono quien desciende del hombre porque este
ser, que anda erguido y piensa, ha ido abundando durante sus
treinta millones de años de historia las ramificaciones
genealógicas laterales, adaptándose a la vida en
los árboles y la selva, sacrificando su capacidad
intelectual hasta llegar a convertirse en simio? "Esta
hipótesis podría explicarnos por qué los
monos jóvenes se parecen al hombre más que los
simios adultos", precisa. La publicación aclara que
sólo "cuando seamos capaces de conocer, a ciencia cierta,
por qué existe la evolución y cómo se
desarrollan sus leyes, podremos contestar al gran interrogante
sobre nuestro origen remoto".

En el tiempo de Darwin se registraron diversas
polémicas en muchos aspectos. Hoy el debate acerca del
origen de la humanidad sigue abierto. En esta ocasión no
está protagonizado por la Iglesia, sino por la
paleontología y la antropología molecular. Mientras
que los paleontólogos "buscan nuestras raíces en
los huesos, dientes y otras evidencias que se han conservado en
las rocas, los antropólogos moleculares se apoyan en
pruebas internas de las células vivas", precisa en un
ensayo Enrique M. Coperías. Pero hasta el momento no hay
nada definitivo. Seguimos esperando respuesta a la pregunta por
el origen del hombre.

El estudio del cosmos

En cuanto a la amplia y compleja problemática
sobre el estudio del cosmos, en la antigüedad muchos pueblos
creían que la naturaleza se encontraba bajo el control de
unos dioses caprichosos que ejercían un poder arbitrario.
Otras civilizaciones consideraron el universo como algo
fundamentalmente irracional, puesto que no se le puede aplicar
ningún principio de ordenación básica. En la
tradición occidental, nuestras actuales ciencias hunden
sus raíces en la Europa medieval y han surgido bajo la
influencia de los filósofos griegos y de la
teología judeocristiana.

Los griegos, profundamente convencidos de la fuerza del
razonamiento sistemático, creían que al hombre le
es posible descubrir la esencia del cosmos mediante el
pensamiento lógico. Algunos, entre ellos el
filósofo Pitágoras, pensaban que el universo era
matemático por naturaleza y que sólo se
necesitaría desarrollar y perfeccionar las
matemáticas para poder explicar todos sus secretos. "En el
fondo, los números y las formas geométricas eran
para los griegos los eslabones de unión con la
lógica fundamental del universo", aclara Davies. El
filósofo Anaximandro postulaba una teoría del
origen del Universo que defendía que éste era el
resultado de la separación de opuestos desde la materia
primaria. Así, el calor se movió hacia fuera,
separándose de lo frío y, después, lo hizo
lo seco de lo húmedo. Además, sostenía que
todas las cosas vuelven con el tiempo al elemento que las
originó.

La religión judía aportó la idea de
un Dios trascendente que creó el mundo y le impuso sus
leyes. Desde esta perspectiva, la evolución del universo
es comprensible: comienza con la creación y se desarrolla
hasta alcanzar un estado definitivo. De modo que los
acontecimientos y procesos ocurridos en la naturaleza aparecen
como parte del plan divino. "Esta imagen de Dios como legislador
todopoderoso fue transmitida también a la doctrina
cristiana e imperó en la cultura europea medieval,
mientras se arrumbaba la filosofía clásica. En el
siglo XIII, sin embargo, Europa redescubrió las obras de
Platón y Aristóteles. La mezcla de las dos
concepciones del universo (filosófica y religiosa) puso
los caminos del pensamiento occidental", precisa
Davies.

Santo Tomás de Aquino, padre de la doctrina de la
Iglesia Católica, aplicó al estudio de la
teología las reglas de la geometría griega, con sus
axiomas o principios no demostrables, pero reconocidos como
ciertos, y teoremas o tesis demostrables. El pensamiento tomista,
profundamente influenciado por algunos planteamientos
aristotélicos, imaginaba a Dios como algo perfecto y
racional: consciente. Dios habría creado el universo como
prueba de su inteligencia superior. Dios existe fuera del tiempo,
está por encima de nuestra realidad. Sus leyes son
verdades eternas. El planteamiento tomista determinó el
pensamiento cristiano durante muchos siglos y, por lo tanto,
también el pensamiento occidental. "Todavía cuando
Newton y sus contemporáneos del siglo XVIII crearon los
fundamentos de la física, estaban convencidos de que con
sus descubrimientos seguían las huellas de Dios y de sus
obras. Creían firmemente que el orden racional descubierto
en la naturaleza tenía su origen en la divinidad…
Tal concepción perduró en generaciones
científicas posteriores, que perpetuaron la creencia de
que las leyes de la naturaleza eran eternas", aclara Davies. La
creencia de Newton en la inspiración divina ha sido
definitivamente abandonada, pero no se ha explicado el
auténtico origen de las leyes naturales.

Según las cosmologías primitivas y la
tradición judeo-cristiana-musulmana, el universo
comenzó en cierto tiempo pasado finito, no muy distante.
Aristóteles y los griegos, que no eran partidarios de la
idea de la creación, pensaban que la raza humana y el
mundo habían existido, y existirían por siempre.
San Agustín, con fundamento en el Génesis
bíblico, consideraba que el universo fue creado 5.000
años antes de Cristo. Antes de Kepler y Newton, la
humanidad creía como cosa segura que era el propio Dios el
que guiaba las estrellas y los planetas. Eso se acabó
definitivamente con la revolución newtoniana. En el cielo
no existe ninguna voluntad superior que ordene los sucesos, sino
que todo se desarrolla rígidamente, con la
precisión de un mecanismo de relojería, de modo que
puede registrarse con medios matemáticos. El hombre
recogió esta novedad con curiosidad; el mismo hombre que
muy poco después desató también, espiritual
y políticamente, de los lazos heredados, al adoptar las
ideas de la Ilustración y de la Revolución
Francesa. En adelante estaba claro que la propia persona era una
especie de máquina, y se sentía la nueva
visión de cuidar de que esta máquina funcionase lo
mejor posible.

Antes del siglo XX nadie se preguntó si el
universo se estuviera contrayendo o expandiendo. "Era
generalmente aceptado que el universo, o bien había
existido por siempre en un estado inmóvil, o bien
había sido creado, más o menos como lo observamos
hoy, en un determinado tiempo pasado finito. En parte, esto puede
deberse a la tendencia que tenemos las personas a creer en
verdades eternas, tanto como al consuelo que nos proporciona la
creencia de que, aunque podamos envejecer y morir, el universo
permanece eterno e inmóvil", aclara Stephen W. Hawking. En
el siglo XX aparecieron ideas absolutamente nuevas sobre el
universo. Desde entonces, incluso resulta difícil
imaginarse que Dios pueda existir en algún lugar exterior.
Fuera del universo posiblemente no existe nada.

Cuando una gran mayoría aceptaba como verdad
irrefutable que el universo era estático e inmóvil,
que ha existido desde siempre, el científico
norteamericano Edwin Huble descubrió, en 1929, que el
universo se está expandiendo; sugiriendo que éste
se inició con el Big Bang (Gran Explosión o
Explosión Primordial), que el universo tiene un
principio.

En 1948 el físico ruso
nacionalizado estadounidense George Gamow planteó que el
universo se creó en una explosión gigantesca y que
los diversos elementos que hoy se observan se produjeron durante
los primeros minutos después de la Gran Explosión o
Big Bang, cuando la temperatura extremadamente alta y la
densidad del universo fusionaron partículas
subatómicas en los elementos químicos. Así
sabemos que nuestro universo nació de una explosión
gigantesca a partir de un punto superdenso que fue el origen de
todo lo que conocemos: energía, partículas,
fuerzas, espacio y tiempo. Según esta teoría (la
más aceptada, pero refutada por algunos sectores
religiosos y científicos), el universo nació de un
estado de la materia muy caliente y muy denso hace entre 8.000 y
25.000 millones de años. Se sabe desde entonces que las
galaxias se expanden por el cosmos de un modo no aleatorio, sino
sujeto a ciertas normas que imponen que en algunos lugares se
acumulan muchas de ellas, mientras otras están
inmensamente vacías. Pero ¿cuándo
comenzó a correr el tiempo? Es preciso que a partir del
momento del Big Bang o Gran Explosión. "Uno podría
decir que el tiempo tiene su origen en el Big Bang, en el sentido
de que los tiempos anteriores simplemente no estarían
definidos", precisa Stephen W. Hawking. Antes del Big Bang, si
nos atenemos a las teorías de Einstein, el tiempo
debió estar detenido. Porque si la gravedad era infinita,
el tiempo no podría transcurrir.

Hasta ahora, los teóricos no han
podido establecer si el universo continuará su
expansión indefinidamente. El problema se centra en la
masa que pudiera existir en el universo, dado que las
estimaciones actuales no concuerdan con otras predicciones de la
teoría del Big Bang. De acuerdo con estas
estimaciones, la gravitación es insuficiente para detener
la expansión. Sin embargo, ciertos científicos
apoyan el concepto de un universo oscilante, que requiere
más masa que la que sostienen las estimaciones actuales.
Éstos sugieren que la masa desaparecida está en los
espacios intergalácticos o en los agujeros negros. Otra
teoría sostiene que las partículas
subatómicas llamadas neutrinos, presuntamente sin masa,
sí tienen masa. El universo está inundado de
neutrinos, de forma que su masa total sumada podría bastar
para mantener el proceso de expansión y contracción
del universo indefinidamente.

El físico ruso Andrei Linde sostiene que, a
pesar de que la teoría del Big Bang tiene vigencia
absoluta, no es la primera ni será la última,
porque el cosmos es infinito y se autorreproduce
constantemente
. Precisa que no se puede saber qué
hubo antes de este evento. Ha llegado a la conclusión que
el universo es un todo infinito que se autorreproduce
frecuentemente en forma de miniuniversos que nacen y vuelven a
destruirse en algún momento. Uno de estos minicosmos es el
universo en que vivimos. Continuamente surgen nuevos mundos
espaciales, tan distintos entre sí que no sólo
obedecen a otras leyes físicas, sino que también
tienen diferentes dimensiones. "Esta no fue la única ni la
primera o la última gran explosión, sino que todo
el universo sigue reproduciéndose constantemente e
infinitamente a través de muchas explosiones", sostiene el
científico. En el universo que imagina este físico,
hay infinitos universos con propiedades físicas distintas
entre sí: otros campos, otras fuerzas, otras
partículas. Ante la pregunta de si existirá alguna
forma de vida en otros mundos espaciales con otras dimensiones,
responde que si tenemos en cuenta que la burbuja en la que se
asienta nuestro universo no es más que una parte de la
totalidad del cosmos global y que éste, a su vez, se
compone de incontables burbujas como éstas, que producen
sin cesar otras nuevas, podemos hacernos una idea de lo
pequeños e insignificantes que somos.

Actualmente es importante tener en cuenta la
astrofísica y la cosmología moderna, dos
importantes herramientas del conocimiento que deberá
explorar quien quiera encontrar respuestas a las preguntas sobre
el origen, evolución y destino del universo.

La
astrofísica, rama de la astronomía,
nos ayuda a la comprensión del nacimiento,
evolución y destino final de los objetos y sistemas
celestes, con base en las leyes físicas que los rigen. En
cada objeto o sistema estudiado los astrofísicos observan
las radiaciones electromagnéticas emitidas en todo el
espectro y las variaciones de estas emisiones a través del
tiempo. Esta información se interpreta después con
ayuda de modelos teóricos. Se trata de explicar con cada
uno de estos modelos los mecanismos por los que se genera la
radiación dentro o cerca de cada objeto, y cómo esa
radiación es emitida después por el objeto. Las
medidas de radiación se utilizan para valorar la
distribución y condiciones de la energía de los
átomos, así como los distintos tipos de
átomos que componen el objeto. La temperatura y
presión del objeto se pueden calcular, a
continuación, utilizando las leyes de la
termodinámica.

La cosmología moderna busca la
comprensión de la estructura del universo. La
filosofía, antes del siglo XXIII, ofrecía algunas
respuestas a las preguntas que se formulan en este complejo campo
del conocimiento, pero las nuevas concepciones científicas
han dejado muchas teorías y preguntas sin
fundamento.

Las modernas concepciones cosmológicas se basan
en el descubrimiento, hecho por el astrónomo
estadounidense Edwin Hubble, de que todas las galaxias se alejan
unas de otras a velocidades proporcionales a sus distancias. En
1922, el astrónomo ruso Alexandr Friedmann
señaló que el universo tiene, por término
medio, la misma densidad de materia en todas partes. Utilizando
la Teoría de la Relatividad General Einstein, para
calcular los efectos gravitacionales, mostró que un
sistema de estas características tuvo que originarse en
una singularidad de densidad ilimitada (el Big Bang o
Gran Explosión) y que se expandió a partir de ese
estado en la forma exacta en que después lo observó
Hubble. Muchos astrónomos interpretan hoy sus datos desde
el punto de vista del modelo del Big Bang, que a
principios de la década de 1980 se perfeccionó
aún más con la llamada teoría inflacionaria,
intento de explicar las condiciones que llevaron al Big
Bang.
El descubrimiento en 1965 de la radiación de
fondo de microondas, un débil resplandor de microondas,
casi idénticas, en todas las direcciones, respondió
a la predicción del modelo del Big Bang
según la cual la radiación creada en el mismo
Big Bang seguiría presente en el
universo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter