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Los elementos no verbales de la comunicación en el ámbito de la gestión migratoria (página 2)



Partes: 1, 2

Por medio de las acciones discursivas, el profesional
emplea los medios de expresión de su sistema comunicativo:
realiza la función comunicativa del lenguaje, que abarca
simultáneamente la función como medio de
expresión y la función de influencia consciente,
sobre la base de su contenido semántico, y de acuerdo con
los objetivos concretos a alcanzar en cada una de las condiciones
de actuación profesional, sobre la base de su valor
pragmático (Van Dijk, 1986; Sorolla, 2002; Poyatos,
2003).

Así, la formación comunicativa profesional
en el ámbito de la gestión migratoria, es el
proceso dirigido a lograr en el sujeto de esa actividad un
determinado resultado desde el punto de vista comunicativo, que
le permita resolver los problemas profesionales mediante una
comunicación acorde a las exigencias de la
actuación profesional. Está dirigida a desarrollar
conocimientos, hábitos y habilidades de actuación
discursiva, que le permitan la selección de la estrategia
comunicativa adecuada a los objetivos concretos (comunicativos y
profesionales), la situación comunicativa y las
condiciones de actuación profesional. A su vez, las
condiciones de la actuación profesional demandan que
durante la instrucción se contribuya a educar determinadas
cualidades, necesarias para la actuación discursiva en
esas condiciones, como la capacidad de observación, el
autoanálisis, la autoinstrucción y consolidar
valores. La cualidad educativa de esta formación se
relaciona con la concepción del sujeto como un ser social,
que se desarrolla como tal sólo a través de la
comunicación con sus semejantes (Sorolla,
2002).

Las condiciones de actuación profesional la
conforman las características
histórico-contextuales del medio social en que
actúa el sujeto, las que definen su especificidad como
tipo particular de actuación profesional y la manera en
que se forma el sujeto actuante. Ellas incluyen el contexto
socio-histórico concreto, el modo de actuación
profesional y las condiciones de trabajo y vida, determinadas por
la formación económico-social imperante, y las
características propias del grupo social en que se
actúa.

Actualmente, los profesionales de este ámbito
cumplen su encargo social bajo el impacto de los atentados del 11
de septiembre de 2001 y del 11 de marzo de 2004 y los efectos
sociales de la crisis económica y financiera, que han
puesto el énfasis en los criterios de seguridad en el
control y la gestión migratoria, y en el reforzamiento de
la tendencia restrictiva de las políticas y regulaciones
de inmigración, lo cual a su vez eleva el rigor en los
aspectos relacionales de la comunicación, en la medida en
que esta se convierte en una herramienta profesional para la
difusión e imposición de las normas
jurídicas y regulaciones migratorias, para el
reconocimiento de rasgos relevantes del interlocutor y para la
influencia en su comportamiento.

Además de las políticas gubernamentales y
las funciones que rigen la actuación profesional de los
sujetos de la gestión migratoria, están inmersos en
un sistema de relaciones sociales concreto, por lo que
experimentan la influencia de factores socio-históricos e
ideológicos, que conforman los modelos de contexto, las
creencias, opiniones, actitudes y valores compartidos, que marcan
su comunicación con las huellas de la sociedad en la que
nacen y se desarrollan (Vygotsky, 1966; Leontiev, A.A., 1981a,
Van Dijk, 2005/2006). Así, resultan sometidos a la
influencia del vuelco anti-inmigratorio que se ha producido en la
opinión pública de las principales sociedades
receptoras –manifiesto en la criminalización de la
imagen de los inmigrantes en los medios de comunicación,
en los actos xenófobos cada vez más frecuentes y en
las políticas asimilacionistas promovidas por partidos y
gobiernos– lo que presenta nuevas exigencias a su
comunicación profesional, relacionadas con las actitudes
ante lo diferente, con la identificación y
comprensión del particular origen y situación del
otro.

El constante contacto con ciudadanos, pasajeros y
migrantes internacionales, a través del cual se realizan
las funciones propias de la gestión migratoria, determina
que la calidad y la eficiencia del servicio que brindan sus
profesionales estén sujetas a las expectativas y a la
cotidiana evaluación de todo aquel que tiene que recurrir
a los servicios y trámites migratorios o está
sometido a sus regulaciones. La coherencia y eficacia de la
comunicación profesional de funcionarios y directivos de
la gestión migratoria es percibida por ciudadanos,
viajeros y migrantes, quienes no solo interpretan su significado,
sino que lo integran en una imagen, que contribuye a formar su
opinión acerca de las cualidades del interlocutor, pero
también influye en su representación de la
institución y la autoridad inmigratoria.

Estas condiciones de actuación profesional al
mismo tiempo implican que la comunicación se desarrolle en
un ambiente intercultural, entendido como aquellas condiciones
del contexto comunicativo, que se caracterizan por la
coexistencia de códigos lingüísticos y
referentes culturales diversos, lo que resalta la importancia del
desarrollo de la competencia comunicativa, habilidades de tipo
cognitivo-afectivas y lingüísticas (Sebeok, 1973;
Leontiev, A.A., 1981a; Savignon, 1996; Sorolla, 2002), combinadas
con el conocimiento de las características del auditorio
(o del interlocutor) y el dominio de la información
necesaria para la evaluación y toma de decisiones
ajustadas a las particularidades de la situación y el
contexto.

Sin embargo, los sujetos de la gestión migratoria
se forman en diferentes áreas del saber-hacer-ser,
incluida la lengua extranjera, mas por lo general no se capacitan
específicamente para enfrentar la complejidad comunicativa
propia de las condiciones de su actuación profesional. El
aspecto comunicacional de esa actividad, se sustenta de forma
espontánea en las cualidades comunicativas individuales y
experiencias profesionales de los sujetos, siendo éstas
independientes de las necesarias para la gestión
migratoria. Al mismo tiempo, el aspecto lingüístico
del problema se asocia tradicionalmente con el dominio de la
lengua extranjera y, en particular, con el nivel de desarrollo de
las habilidades lingüísticas del profesional-alumno,
de manera que en este aspecto se concentran los mayores
esfuerzos.

Ello remite a la búsqueda de soluciones a los
problemas de la formación comunicativa para la
gestión migratoria, mediante una articulación
investigación-formación-desarrollo, que favorezca
la pertinencia de la comunicación profesional en ese
ámbito.

Los elementos no
verbales de la comunicación en la formación
comunicativa profesional en el ámbito de la gestión
migratoria

La mayoría de los cursos de lengua extranjera,
incorporan a sus contenidos textos, estructuras y unidades de la
lengua, que conservan y transmiten los particulares significados
culturales de hechos y fenómenos geográficos,
históricos, folclóricos, religiosos,
políticos, económicos y sociales. Sin embargo, se
omiten otras unidades significativas de naturaleza no verbal, que
intervienen en la comunicación interpersonal, cuya
convencionalidad cultural y valor simbólico son
reconocidos por los hablantes de la lengua y forman parte de su
identidad cultural (Sorolla, 1985: 5-33). En los limitados casos
en que los elementos no verbales se incorporan a los contenidos,
predominan los enfoques comparativos y los repertorios o
inventarios descriptivos de diferencias y similaridades en
contextos modelados o en situaciones comunicativas
limitadas.

Sin embargo, la existencia de una situación
común que vincula a los interlocutores en la
comunicación interpersonal en contextos asociados al
control y la gestión migratoria, crea una serie de
premisas y vivencias, para cuya adecuada expresión y
comprensión, el contenido objetivo de lo que se dice
resulta insuficiente. La distinción, la analogía,
los matices de significación y su valor funcional, no se
expresan sólo en la etimología de las palabras, en
los medios fonológicos, léxicos y
morfológicos de la gramática, sino que adquieren
plenitud dentro del conjunto del que forman parte.

El lenguaje cumple una función comunicativa,
sobre la base de una función
semántico-significativa, y a la inversa, la función
semántica de la significación se forma en la
función comunicativa del lenguaje. En esas funciones se
integran también aquellos elementos no verbales, que
forman parte del sistema comunicativo del hablante, sean de
carácter kinésico, paralingüístico,
proxémico o normativo del comportamiento en la
comunicación, en una relación multifuncional con el
lenguaje verbal, en la que lo complementan, modifican o
sustituyen, contribuyendo a ampliar o reducir el significado del
mensaje verbal y actuando como reguladores del proceso de
comunicación (Birdwhistell, 1963; Knapp, 1980; Poyatos,
2003).

Los elementos no verbales cumplen la condición
semántica de poseer significación, ya sea porque
representan una significativa determinación generalizada
de su objeto a partir de su propia forma kinésica, o
derivada del sentido que adquieren en su vinculación con
el contenido objetivo del discurso, expresado por las unidades
lingüísticas, o por su referente situacional o
contextual, que debido a la comunicación interpersonal, le
atribuye la función específica de la
designación.

Ambas funciones, la semántico-significativa y la
comunicativa, se manifiestan en el plano pragmático
durante la orientación del hablante en la situación
comunicativa, cuando ambas partes buscan indicios para revelar
incógnitas recíprocas en torno a las expectativas
de cada uno en la relación y se valen de una serie de
elementos no verbales que le permiten disminuir la
sensación de incertidumbre, que se manifiesta más
pronunciadamente en contactos con desconocidos, o en situaciones
comunicativas y contextuales nuevas o de elevada
significación personal, donde no sabe qué se espera
de él, o cómo interpretar las respuestas y sentidos
subyacentes a los términos enunciados por el
interlocutor.

Así, la sintonía sintáctica,
semántica y pragmática entre hablantes, necesaria
para la comunicación efectiva según los
propósitos y condiciones concretas de la gestión
migratoria, no se alcanza exclusivamente mediante el uso de un
mismo código lingüístico, constituido por una
lengua común (sea esta una lengua extranjera vehicular o
una lengua materna compartida), sino que en ella intervienen
también los elementos no verbales, que contribuyen al
establecimiento de una relación entre hablantes, que
favorezca la interacción, la interinfluencia y el
intercambio de información ininterrumpido y coherente,
requerido en las condiciones de actuación
profesional.

La incorporación de los elementos no verbales a
la formación comunicativa profesional en el ámbito
de la gestión migratoria, requiere entonces de un abordaje
sistémico, que rebase el alcance de los repertorios
descriptivos asociados a situaciones comunicativas, propios del
aprendizaje de la lengua extranjera, y las prescripciones sobre
su uso en determinados contextos.

Introducción de los elementos no
verbales a los contenidos de la formación comunicativa
profesional por niveles de generalidad semántica y
pragmática

Presentar didácticamente los elementos no
verbales como recursos comunicativos en la actuación
discursiva, presupone analizar previamente su origen y valor
semántico y pragmático según niveles de
generalidad, que permitan al sujeto identificar e interpretar
aquellos que se presentan en el hablante individual, pero que
poseen un origen y rasgos comunes a todos los seres humanos; los
que son resultado de la individualidad del hablante, expresan sus
características personales, intenciones comunicativas y
estado emocional; y aquellos, que son comunes al grupo, clase
social o comunidad étnico-cultural a la cual
pertenece.

Al diferenciar con fines de estudio los orígenes
de los valores semántico y pragmático que adquieren
los elementos no verbales en la comunicación
interpersonal, se desarrollan los conocimientos precedentes de
carácter general para la introducción posterior de
contenidos sobre sus manifestaciones particulares en determinados
contextos culturales y situaciones comunicativas
concretas.

Los contenidos organizados en un nivel universal
general, proveen al profesional-alumno de un conocimiento
integrador explicativo del proceso de formación de
significados y usos de estos elementos en la comunicación
y argumentan el origen ontológico de los rasgos comunes
observables, dentro de la diversidad de manifestaciones
individuales.

La diferenciación de un nivel singular, dado en
las características del significado y uso de elementos no
verbales en la comunicación del individuo durante la
actuación discursiva, tributa al desarrollo de una
posición consciente, intencionalmente dirigida a la
observación del fenómeno en sus expresiones
individuales-concretas, a la identificación e
interpretación de los aspectos semánticos y
pragmáticos profesionalmente relevantes en ellas, a la vez
que provee de herramientas que propician el desarrollo de
hábitos de autoanálisis y autoinstrucción en
el profesional.

En un tercer nivel de generalidad, el reconocimiento de
las particularidades de la construcción de significados y
usos comunicativos compartidos de los elementos no verbales como
resultado del desarrollo del individuo dentro de determinados
grupos sociales y en un medio socio-histórico y cultural
específico, a la vez que potencia la formación
comunicativa del profesional, le descubre la dimensión
étnico-cultural de los elementos no verbales -tanto de los
que utiliza en su propia comunicación, como de los
observables en el interlocutor-, no como expresión de
oposición, sino como manifestación de otros nuevos
significados en otros nuevos signos, conformados en un proceso
histórico-cultural de desarrollo, cuya riqueza puede ser
aprendida a través de esos propios signos.

En los últimos años, se han desarrollado
estudios de los elementos no verbales desde diversas disciplinas,
que han aportado nuevas aplicaciones en diferentes
ámbitos: en el entrenamiento para el liderazgo, la
solución de conflictos y la negociación, la
administración y las relaciones públicas, la
actividad política, el mando militar y los servicios
paramilitares, entre otras esferas. Las diferentes estrategias de
investigación seguidas en esos estudios, aportan
también resultados que permiten presentar
didácticamente su análisis por niveles de
generalidad semántica y pragmática, como
alternativa para su introducción en la formación
comunicativa profesional en el ámbito de la gestión
migratoria.

III.1. Lo universal en el uso de los elementos no
verbales de la comunicación interpersonal.

El uso de elementos no verbales en la
comunicación interpersonal tiene sus raíces en la
propia evolución humana. En Dialéctica de la
Naturaleza
, F. Engels explica su origen asociado al trabajo,
como premisa fundamental de desarrollo social:

"…el desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos
de ayuda mutua y de actividad conjunta para cada individuo,
tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún
más a los miembros de la sociedad. En resumen, los hombres
en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad
de decirse algo los unos a los otros. La necesidad creo el
órgano: la laringe poco desarrollada del mono se fue
transformando lenta, pero firmemente, mediante modulaciones que
producían a la vez modulaciones más perfectas,
mientras los órganos de la boca aprendían poco a
poco a pronunciar un sonido articulado tras otro… con cada
nuevo progreso, el dominio sobre la naturaleza, que comenzara con
el desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los
horizontes del hombre, haciéndole descubrir constantemente
en los objetos nuevas propiedades hasta entonces desconocidas."
(Engels, 1976)

Se considera que cuando en el proceso milenario de
perfeccionamiento y especialización de los órganos
articulatorios la actividad conjunta requirió de la
comunicación, debió existir un lenguaje primitivo
en el que los elementos no verbales de naturaleza somática
tuvieran un valor significativo, ante un lenguaje articulado en
formación, aún insuficiente para denotar los
fenómenos y objetos de la realidad circundante en
constante descubrimiento. Así, en un determinado estadio
del desarrollo, el hombre primitivo debió haber tenido un
"complejo dual" de medios señalizadores para unas mismas
situaciones productivas – la acción y el sonido (Leontiev,
A.A., 1983), que constituía un sistema de señales
único, de carácter imitativo, donde el sonido
cumplía una función secundaria, imprimiendo mayor
fuerza imperativa al mensaje o diferenciando el significado, en
los casos en que la imitación fuera imprecisa.

A partir del reconocimiento de la existencia en la
"infancia de la humanidad" de un lenguaje no verbal de naturaleza
somática, paralelo o complementario al lenguaje verbal en
formación, la ciencia ha tratado de establecer si hoy
existen manifestaciones universales de ese lenguaje en el plano
semántico y pragmático. Otra de las cuestiones
ampliamente debatidas es el origen innato o cultural de su uso
comunicativo. Esto remite a la relación entre lo innato y
lo aprendido, cuestión que rebasa los límites de
los estudios empíricos particulares y adquiere relevancia
teórico-metodológica. Los estudios realizados
responden a diferentes estrategias de
investigación:

  • el estudio de la información histórica
    que aporta el arte antiguo;

  • el estudio de la relación entre los
    movimientos del feto y de la madre durante el embarazo y la
    evolución de la kinesis infantil en edades
    tempranas.

  • la observación del comportamiento no verbal
    en personas con limitaciones físicas congénitas
    o postraumáticas, que no hayan podido aprenderlo a
    través de canales sensoriales;

  • la observación y el análisis
    comparativo de la conducta no verbal de humanos y
    animales;

  • el estudio intercultural de comportamientos
    similares que se utilizan con fines
    análogos.

Los lenguajes simbólicos basados en elementos no
verbales de naturaleza somática que se descubren en
manifestaciones artísticas de las culturas antiguas, se
consideran una confirmación del papel primordial que
desempeñaron el gesto y las posibilidades expresivas del
cuerpo en la comunicación en épocas primitivas, y
una expresión del carácter universal de su valor
semántico y pragmático.

Las danzas han sido fuentes recurrentes en el estudio de
la información histórica que aporta el arte
antiguo. Surgidas en la actividad colectiva, en su génesis
fueron imitaciones de los momentos de mayor significación
para el grupo y, por tanto, más marcados emocionalmente.
Según estudios sobre el tema, la concepción de la
danza como medio para invocar o dominar fuerzas y para lograr
objetivos de alta significación para la supervivencia de
la comunidad, hizo que estas fueran reguladas y sistematizadas
haciéndolas más "estáticas" (Chaussat, 1966;
Turner, 1972; Lahullier, 1985). La representación
pantomímica en la mayoría de los casos era
acompañada de sonorizaciones, costumbre que ha llegado
hasta nuestros días en las danzas populares más
antiguas. Entre estas últimas son de destacar las de
carácter narrativo, imitativas de un modelo de movimiento,
y aquellas, cuyos movimientos y posiciones poseen valor
simbólico. Pueden citarse como ejemplos la danza del
venado de los indios yakis, de los estados mexicanos de Sinaloa y
Sonora, la danza de los pescadores del estado de Guerrero,
también en Méjico, el lenguaje de las manos de las
danzas de Grecia, la Ópera China y los dramas danzados Noh
y Kabuky de Japón.

Las danzas hindúes o los llamados "dramas
bailados", que florecieron en la India a comienzos de nuestra
era, son muestra de formas de comunicación de naturaleza
no verbal en las que los recursos corporales alcanzan un papel
discursivo esencial, mediante el uso de códigos gestuales
para la expresión del mensaje dramático. En el
Bharata Natiam, drama bailado de Tamil Nadu, en India, los
bailarines utilizan un lenguaje simbólico basado en gestos
de las manos y posturas corporales, que expresan tanto conceptos
abstractos, como designan objetos o describen acciones. Los
códigos de gestos y posiciones de manos y pies utilizados
en el Bharata Natiam, se encuentran descritos en el Natya Sastra,
tratado sánscrito escrito por el sabio Bharata a comienzos
de nuestra era y aparecen esculpidos en bajorrelieves de templos
que datan del siglo X. La riqueza de ese lenguaje ha permitido
interpretar textos de elevada complejidad ética y
estética, como el Mahabarata y el
Ramayana, en los que se reflejan los más variados
sentimientos, experiencias y valores humanos. (Rukmini,
1984:24).

El Kathakali, a su vez, es un tipo de drama bailado,
surgido entre el siglo IX y X de nuestra era en Kerala, zona
sudoeste de la India, que combina los recursos
dramatúrgicos con la poesía, la música y la
danza, en un espectáculo que expresa visualmente los
sentimientos, mediante la manipulación artística
del color del maquillaje, el movimiento de todo el cuerpo, los
gestos de las manos, la mímica y las expresiones faciales
(Nair, 1986:36). El texto poético se canta por solistas,
mientras un actor-bailarín mudo narra mímicamente
las ideas y sentimientos, expresados con palabras por el
cantante. En lo que se refiere a los movimientos de las manos,
llamados mudras, representan una palabra, un personaje,
una idea o una acción, y se rigen por un código que
alcanza los 500 gestos, agrupados según su forma y el uso
de una u otra mano. El significado del texto narrado gestualmente
se modifica con un sistema de movimientos del cuerpo y el rostro,
que expresan los estados anímicos de los personajes,
combinados con el ritmo del movimiento y el valor
simbólico de la escenografía.

Con respecto a su origen, según la
posición asumida en el debate ante la dicotomía
entre el carácter innato o aprendido, somatogénico
o culturalmente elaborado, algunos autores afirman que la
expresión no verbal de las emociones es innata y
prácticamente idéntica en todas las culturas,
mientras otros se adscriben a teorías que resaltan la
dimensión cultural de su desarrollo, a partir del criterio
de que son un producto cultural, relacionado con el aprendizaje
(Birdwhistell, 1963).

Como elementos no verbales innatos, se consideran
aquellos que son compartidos por todos los humanos, sin importar
su origen cultural o social, lo que se argumenta con la
constatación empírica de que todos los humanos
reaccionen de manera similar ante un reflejo-respuesta a
estímulos y manifiesten con señales no verbales la
alegría, la tristeza, el miedo, la ira, el asombro. Como
adquiridos, se consideran aquellos que se aprenden mediante la
imitación y la educación, sobre los cuales se
afirma que varían de cultura a cultura y que su uso
depende en gran medida de la situación comunicativa,
formal o informal en la que se inserten, así como de
factores relacionados con la edad, el género y la
posición social del hablante.

A esa diferenciación contribuyen resultados del
estudio de la relación entre los movimientos del feto y de
la madre durante el embarazo, que se presentan como
explicación sobre cómo dentro del útero de
la madre, el feto comienza a tener sus primeras experiencias de
comunicación no verbal. Los estudios especializados en
kinesis infantil validan estas hipótesis, a partir de la
consideración de los niños como buenos sujetos de
observación, teniendo en cuenta que se encuentran en un
estadio primario de aprendizaje del lenguaje verbal, se muestran
muy desinhibidos y naturales, y apenas comienzan su proceso de
socialización y desarrollo de competencias comunicativas
(Davis, 1978).

Como otras estrategias de investigación que
tributan argumentos a favor del componente universal en el origen
de los elementos no verbales de la comunicación, la
observación y el análisis comparativo de la
conducta no verbal de humanos y animales demuestran una
continuidad evolutiva en determinadas expresiones
kine-somáticas de estados fisiológicos y reacciones
reflejas a estímulos externos (Knapp, 1980).

Los resultados de la observación del
comportamiento no verbal en personas con condiciones
físicas congénitas o postraumáticas que han
limitado sus posibilidades de aprendizaje, evidencian por su
parte que en estas personas las señales somáticas
de determinados estados afectivo-emocionales y alteraciones
fisiológicas internas, son similares a las expresiones no
verbales que adquieren valor semántico y pragmático
en la comunicación interpersonal. En calidad de evidencia,
se cita el uso indiferenciado de manifestaciones no verbales como
el levantar las cejas y poner los labios en "O" para expresar
sorpresa, fruncir el entrecejo ante una preocupación,
arrugar el ceño y cerrar apretadamente los ojos ante el
dolor físico, o la comunicación a través de
la expresión de la mirada y la función
pre-discursiva del comportamiento visual en el establecimiento de
la relación interpersonal (Eibl-Eibesfeldt: 1975; Brunori,
1979).

Charles Darwin consideraba que determinadas emociones
producían movimientos expresivos comunes a todas las
culturas y especies, a pesar de que algunos de ellos fueran
susceptibles al control voluntario o a la influencia de la
enseñanza (Darwin, 1872). Los resultados más
recientes han demostrado la existencia de elementos universales
en la comunicación con las manos y en expresiones faciales
de emociones primarias espontáneas, tales como la
felicidad, la sorpresa, el miedo, la tristeza, la ira, el
interés y el disgusto-complacencia (Ekman, 1969). Ekman
afirma que esas expresiones faciales son innatas, pero que
existen "roles" característicos de cada cultura,
adquiridos en el proceso de educación, que regulan y
modifican la intensidad y la manera en que son mostradas (1972).
En consonancia, los resultados de investigaciones interculturales
(Ekman, 1971; Eibl-Eibesfeldt: 1975) han encontrado que en todas
las culturas existen formas no verbales de saludo, despedida,
afirmación, negación, valoración de la
conducta ajena, recibimiento de huéspedes,
denotación de una porción determinada del espacio
circundante e indicación de magnitudes como el
tamaño y el número.

Esos descubrimientos han fortalecido la hipótesis
de la capacidad humana innata para expresar por medio del cuerpo
emociones, sentimientos, intenciones, e incluso ideas, la cual es
transmitida de generación en generación y se
realiza con carácter social ante la necesidad de
comunicación durante el proceso de socialización y
actividad del ser humano, en una unidad contradictoria entre lo
individual y lo social, condicionada por los factores
histórico-concretos de su desarrollo como individuo
(Leontiev A.N., 1964; Leontiev, A.A., 1987; Pupo,
1990).

El origen social de esa capacidad biológicamente
humana e históricamente común a la especie
constituye el aspecto interno y estable de su carácter
universal en la comunicación, es lo que define lo general
y esencial en ellas, pues a pesar de que se hayan encontrado
evidencias de continuidad evolutiva en algunas conductas,
sólo la vida en sociedad y las experiencias de
interacción entre sus miembros realiza la capacidad del
individuo para expresar sentimientos, emociones e ideas por medio
de acciones previamente aprendidas para comunicarse. En el caso
en que esas manifestaciones sean inconscientes,
espontáneas e incontroladas (por ejemplo, manifestaciones
sintomáticas de estados físicos y emocionales como
bostezos, sonrojo, gestos reflejos de autoprotección), su
carácter social universal permite que puedan ser
interpretadas como fuentes de información paralela,
alternante o complementaria a la información expresada
mediante el lenguaje verbal. Esa capacidad, constituye la
condición para la unidad objetiva de sus diversas
manifestaciones a otros niveles (singular, particular) y define
lo común en las propiedades y rasgos de su uso en la
comunicación, inherentes a todos los seres
humanos.

En correspondencia, el sujeto habrá de reconocer
como universal que todos los humanos hagan uso con mayor o menor
intensidad, con más o menos limitaciones, tabúes o
prescripciones culturales, de medios de expresión no
verbal para comunicarse. Sin embargo, todos los seres humanos
poseen una singularidad que los distingue entre sí,
percibiéndose como algo único e
individual.

El uso que pueda hacer el individuo de la capacidad
universal de expresarse con movimientos corporales, no
habrá de presentarse igual en otros, ya que está
modificado en su forma concreta, frecuencia, intensidad, manera
de combinar con el lenguaje verbal, por sus
características bio-psico-sociales que integran y regulan
lo innato y lo aprendido.

III.2. Lo singular diverso.

En la formación comunicativa profesional en el
ámbito de la gestión migratoria, resulta de
especial valor didáctico la introducción de las
características bio-psico-sociales del hablante como un
nivel singular, que explica las características de los
valores semánticos y pragmáticos que adquieren los
elementos no verbales de la comunicación a nivel
individual.

Con fines de estudio -pues esa triada se manifiesta como
una unidad esencial en cada individuo- su introducción se
realiza a través de un conjunto de factores de tipo
biológico, psicológico y social, que le permiten al
profesional-alumno asumir una posición consciente y
profesionalmente orientada a la identificación, el
análisis y la interpretación del valor
semántico y pragmático de la manifestación
concreta, individual, de los elementos no verbales en la
comunicación, en relación con las
características del pasajero o migrante:

I. Factores de tipo biológico.

  • La diferenciación sexual, o sea, lo masculino
    y lo femenino que se expresa en la comunicación, y que
    adquiere carácter social al sufrir modificación
    en relación con los criterios y normas predominantes
    en la sociedad con respecto al género.

Independientemente de los factores que determinan el
sexo biológicamente y su posible influencia en las
características conductuales del individuo, la
identificación de género introduce diferencias en
las manifestaciones comunicativas no verbales, dada la
trascendencia que tiene en el desarrollo social de los
individuos, al marcar la educación, los tabúes y
prescripciones sociales y la definición rolar desde las
más tempranas edades, a partir de los criterios y normas
predominantes en la sociedad con respecto a las relaciones de
género. Esta diferenciación se manifiesta a
través del carácter de las relaciones entre los
hablantes, el uso en el discurso de elementos verbales y no
verbales, como determinada estructuración
proxémica, el cumplimiento de normas sociales de conducta,
la kinésica y una paralingüística
específica.

Estudios han mostrado que las mujeres son mejores
decodificadoras de las señales no verbales que los
hombres, especialmente de las expresiones faciales, y que usan
más la sonrisa y la mirada como estímulos para
iniciar la comunicación. Los hombres, entre tanto, parecen
ser aventajados en el canal auditivo. A partir de esos criterios,
se ha formulado la "hipótesis de acomodación"
(Henley, 1973; Rosenthal, 1979; Dino. 1981), según la
cual, las mujeres están especialmente predispuestas a la
comunicación y para hacerla confortable, inducidas por un
menor nivel en el status social femenino y la
discriminación de género que las ubican en
condiciones económicas y sociales desfavorables, lo que
las obliga a desarrollar habilidades propiciadoras de las
relaciones interpersonales y a poner especial atención en
matices verbales y no verbales de la comunicación, que
puedan serles útiles para definir la situación
comunicativa a su favor. Esas diferencias de poder a favor de la
posición ¨dominante¨ de los hombres se expresan,
según Henley, entre otras vías, por medio del uso
por los hombres de más espacio personal y de una mayor
frecuencia de contacto físico con interlocutoras
femeninas. (Henley, 1976, 1977; Hall, 1978; Vrugt,
1987)

  • La edad, que al igual que el sexo, imprime
    características singulares al uso de elementos no
    verbales en la comunicación.

La pertenencia a diferentes grupos etáreos
distingue la actividad lingüístico-kinésica,
condiciona el cumplimiento de las normas sociales y modifica la
proxémica. La diferencias etáreas se observan por
igual en la frecuencia, intensidad y valoración de la
pertinencia del uso de determinados elementos no verbales en
ciertas situaciones sociales, y en su significado y forma de
realización.

  • La fisiología del individuo, especialmente su
    funcionamiento irregular (voz convulsiva, alteraciones
    cutáneas como el sonrojo, tics nerviosos) y lo
    hereditario o somatogénico, o sea, factores
    relacionados con lo puramente anatómico, como pueden
    ser algunos gestos y posturas inconscientes, cualidades
    acústicas de la voz, etc.

En lo que se refiere a las afectaciones
patológicas, los daños físicos
(congénitos o traumáticos) que producen
alteraciones morfológicas y fisiológicas sobre
aquellas partes del cuerpo con mayor expresividad extraverbal
(rostro, manos, extremidades en general), pueden provocar rasgos
singulares de expresión no verbal.

Las experiencias acumuladas en el campo de la medicina,
junto a la constatación de que unas dos terceras partes de
la comunicación no se verbaliza, sino que se atiene a
otras pautas de interacción de base multisensorial,
corroboran que accidentes neurológicos, patologías
cerebrales, así como afecciones de carácter
psiquiátrico, pueden expresarse mediante síntomas
que afectan la conducta no verbal e influyen por tanto en el uso
y en la forma individual de las manifestaciones comunicativas
verbales y no verbales. Ese mismo efecto puede ser producido por
afecciones de la vista y el oído, que alteren
substancialmente las formas paralingüísticas y las
sincronías intencionales en la expresión no verbal,
o lo que Birdwhistell define como el ¨modelo orquestal¨
(Birdwhistell, 1970).

  • II.  Factores de tipo
    psicológico.

  • La creatividad y riqueza expresiva no verbal del
    individuo se relaciona con sus características
    psicológicas, las que pueden incidir en una mayor o
    menor expresividad de manos y rostro, variedad de posturas y
    gestos, rasgos individuales en el uso de elementos
    proxémicos y paralingüísticos.

Al estudiar la comunicación desde una
visión sistémica, resalta el significado
psicológico de los movimientos corporales y el ¨doble
vínculo¨ entre el lenguaje oral y la expresividad
gestual, que se manifiesta en pautas y expresiones del lenguaje
no verbal en las que intervienen indistintamente
características psicológicas del individuo y
factores sociales, que afectan todos los planos del lenguaje
(Birdwhistell, 1970). Entre los factores de carácter
psicológico, junto al estado emocional del hablante en el
momento de la comunicación, se ubican los antecedentes de
las relaciones personales entre los hablantes, la actitud con
respecto al tema y los argumentos empleados en el discurso, las
percepciones sobre la situación comunicativa y las
características del entorno en el cual se enmarca, todo lo
cual afecta las dimensiones semántica y pragmática
en el uso, combinación e interpretación de los
elementos no verbales (Birdwhistell, 1970; Van Dijk,
2002).

  • El estado emocional durante el acto comunicativo es
    reconocido como causa de alteraciones en el ritmo y velocidad
    de ciertos movimientos, el volumen de la voz, así como
    de otros elementos paralingüísticos o
    kinésicos.

Este factor se considera primordial en la efectividad de
la comunicación profesional, una vez que se reconoce como
condición para el establecimiento de una relación
favorable al logro de los objetivos comunicativos, a partir de la
creación de un ambiente de confianza y cooperación
mutua, que favorezca un flujo de información veraz y
detallado entre los participantes en el acto comunicativo,
también conocido como asertividad (Spradley, 1979). Un
estado emocional favorable a la comunicación evita
discrepancias entre el lenguaje verbal y no verbal, lo que eleva
su efectividad, y propicia su coherencia
sincrónica.

III. Factores de tipo social.

  • La posición socioeconómica del
    individuo, su pertenencia a una clase o grupo social
    específico, el tipo de trabajo que realiza (manual o
    intelectual), la procedencia (urbana o rural), el rol que
    representa en la comunicación, el entorno familiar,
    que marcará su educación más temprana,
    influyen en el conjunto de limitaciones y prescripciones
    sociales que regulan la selección y el uso que
    hará el individuo de un repertorio específico
    de recursos comunicativos de naturaleza no verbal.

  • Los patrones socioculturales y normas sociales que
    rigen los tipos de relaciones en cada sociedad, en cada
    sector social y para cada situación
    comunicativa.

Como ser social, el sujeto forma parte de grupos humanos
de diferente orden: pertenece a una familia, a un colectivo
laboral, a un grupo étnico-cultural y, dentro de
él, a una clase social enmarcada en una formación
económico-social específica, cada uno de ellos con
sus propias características y relaciones. En tal
condición, sobre él actúan los modelos de
conducta tradicionalmente establecidos, que conforman un conjunto
de rasgos y características más o menos comunes que
lo distinguen de los miembros de otros grupos sociales (Leontiev,
A.N.,1964; Bromley, 1986). Sus normas son capaces de modificar la
expresión no verbal "innata", como, por ejemplo, mediante
el criterio de que los hombres no lloran o que eructar es de mala
educación, lo que sin embargo, en algunos países
asiáticos es considerado como una señal de
reconocimiento por el alimento recibido y se interpreta con
agrado por el anfitrión.

  • El medio o contexto social en el que se desarrolla
    la comunicación, que puede abarcar desde la
    situación social concreta del hablante hasta el cambio
    de la moda, la que origina ciertas variaciones en la conducta
    comunicativa (en posturas, algunas afectaciones
    kinésicas y paralingüísticas).

El hecho de que los elementos no verbales que integran
el sistema comunicativo del hablante tengan tanto aspectos
innatos, como aprendidos y que en ellos se manifieste la
dicotomía naturaleza-sociedad en su carácter
instintivo, congénito, pero también culturalmente
transmitido, imitado, aprendido e impuesto por la sociedad,
induce que sus manifestaciones singulares, individuales, posean
también rasgos comunes a un grupo. Sin embargo, si las
facultades expresivas de los individuos son la unidad de lo
innato y lo adquirido, las cualidades propias de su pertenencia a
una comunidad étnico-cultural serán de
carácter social.

En su condición de medio y proceso de
actualización de las relaciones sociales, la
comunicación tiene una determinación concreta
social, y se desarrolla históricamente como una
consecuencia y un producto del desarrollo histórico de la
sociedad (Vygotsky, 1966; Leontiev, A.A, 1981, 1987), por lo cual
el individuo, como sujeto de ese proceso, experimenta
también la acción de factores
histórico-culturales y económico-sociales que
condicionan la educación que recibe. Ello remite al
particular valor semántico y pragmático de los
elementos no verbales en relación con su carácter
étnico-cultural.

III.3. Lo particular: la comunidad entre lo diverso y
lo universal.

Para la introducción de los elementos no verbales
en la formación comunicativa profesional en el
ámbito de la gestión migratoria, se identifica un
nivel particular, que integra lo singular, individual diverso, y
lo universal, en el valor que adquieren la semántica y la
pragmática de los elementos no verbales de la
comunicación a la luz de su origen étnico-cultural.
Ello responde esencialmente a la necesidad de desarrollar
habilidades y valores que potencien la pertinencia de la
comunicación en condiciones de actuación
profesional, que presuponen la interacción con
interlocutores del más diverso origen
étnico-cultural y socio-económico.

Lo étnico-cultural particular expresa lo general,
pero es más rico que ello, pues encierra rasgos
individuales del hablante específico y también de
su cultura. Tanto en el plano pragmático, como en el
semántico, habrán manifestaciones no verbales de
carácter universal que presentarán comunidad de
rasgos y propiedades independientemente de la pertenencia
étnico-cultural y social del individuo y de las
predominantes en el auditorio, y dada su condición
universal, podrán ser interpretadas y compartidas, pero
modificadas y reguladas en los marcos establecidos por las normas
culturalmente reconocidas.

Sobre las características culturales de los
elementos no verbales de la comunicación se han realizado
múltiples estudios, que permiten organizar
didácticamente el material fáctico-descriptivo de
los contenidos tradicionales, limitados a los repertorios
particulares de una cultura, grupo o situación
comunicativa, de manera que revele la dimensión cultural
en la semántica y la pragmática de los elementos no
verbales, como conocimiento explicativo e integrador de lo
diverso.

Entre los estudios de mayor aplicabilidad y aporte a
este enfoque, destaca el modelo interdisciplinar de los
culturemas de F. Poyatos, el cual clasifica los signos o
hábitos de una cultura. Los signos y sistemas de signos
que comunican o se utilizan para comunicar, aparecen clasificados
en signos y sistemas de signos culturales, que incluyen los
hábitos de comportamiento y las creencias de una
comunidad; en sistemas de comunicación no verbales, como
el sistema paralingüístico y el kinésico; y en
sistemas de comunicación no verbal culturales, en los que
incluye la proxémica y la cronémica. En esa
clasificación, el autor propone un inventario
nocio-funcional básico, que reconoce signos no verbales
con usos sociales –como saludar, expresar respeto,
agradecer; signos no verbales con usos organizadores del discurso
–como dirigirse a alguien, señalar la precedencia y
la cesión de la palabra; y signos no verbales con usos
comunicativos –como referirse a acciones presentes o
pasadas, expresar afirmación–negación. El
sistema cronémico se agrupa de forma independiente junto
al sistema proxémico, bajo el criterio de que sus signos,
aunque pueden actuar en interrelación con el paralenguaje,
la kinésica o los elementos del lenguaje verbal,
también comunican y aportan información social o
cultural por sí mismos (Poyatos, 1983: 55-60).

Los estudios interculturales también proporcionan
una amplia información descriptiva sobre el uso de
elementos no verbales, que confirman su carácter
particular en diferentes situaciones comunicativas y contextos
culturales distintos, cuya integración permite revelar sus
particulares características semánticas y
pragmáticas en relación con el origen
étnico-cultural del hablante. La utilización de
referencias y comentarios sobre los antecedentes
históricos y orígenes de los elementos no verbales
que se introducen, si bien no se justifican por una
aplicación profesional directa, incorporan aspectos
explicativos adicionales a los contenidos y elevan su
motivación.

A continuación, ilustraremos algunos de los
elementos no verbales que resultan de especial interés
durante la introducción de su particularidad
semántica y pragmática en la formación
comunicativa de los profesionales de la gestión
migratoria:

  • Las particularidades en el uso de elementos no
    verbales para el saludo y la despedida: la forma más
    difundida es el estrechón de manos, cuyo valor
    semántico y pragmático se reconoce como
    universal, pero presenta variaciones culturales en su
    realización.

Entre los latinoamericanos este gesto es más
expresivo que entre los europeos y, a menudo, cuando existe una
relación afectiva estrecha entre hablantes o en encuentros
especialmente emotivos, va acompañado por un
enérgico choque y zarandeo de las manos, abrazos y
palmadas en la espalda del interlocutor. Entre los pueblos de
Asia oriental, lo correcto es no apretar la mano del
interlocutor, sino retenerla cuidadosamente y con suavidad entre
las propias. En Japón, la forma tradicional de saludo es
la inclinación del torso (cuyo ángulo depende del
rango del visitante) y la distancia que mantienen durante la
conversación es ligeramente mayor que la usualmente
mantenida entre interlocutores europeos o latinos. Esto hace que
al saludar a la manera occidental, estrechando las manos del
interlocutor, mantengan la distancia acostumbrada entre ellos,
dando la impresión de frialdad o de alejar levemente de
sí al recién llegado.

La costumbre de saludar con un beso en la mejilla,
ampliamente difundida en Cuba, presenta variaciones en otras
culturas: los búlgaros, italianos y franceses lo hacen dos
veces, los eslavos orientales – tres veces, y en algunos
países asiáticos es un acto muy íntimo, que
al hacerlo públicamente provoca desconcierto en el
"receptor".

Sin embargo, históricamente han existido
diferencias culturales aun más ilustrativas: en China, a
finales del siglo XIX, coexistían ocho tipos diferentes de
saludo, que variaban en dependencia del rango del visitante, el
más común era la inclinación del torso, con
los puños de ambas manos unidos y pegados al pecho o caer
de rodillas ante el recién llegado y tocar el piso con la
frente; los representantes del pueblo Aynu al encontrarse se
toman de las orejas y emiten sonidos agudos en señal de
saludo; en las Islas Marianas, el recién llegado toma la
mano del anfitrión y la coloca sobre su vientre; los
hombres curdos al saludarse se toman las manos y se las besan
mutuamente; los esquimales saludan a un desconocido con golpes
con el puño en la cabeza o en el brazo.

  • Formas no verbales de expresar respeto y
    reconocimiento: se utilizan con este sentido diversas formas
    de saludo, los aplausos, mantenerse en silencio con la vista
    fija en el interlocutor en actitud de escucha atenta,
    movimientos de asentimiento con la cabeza, ponerse de pie al
    entrar un superior en jerarquía, o una persona de
    mayor edad. Sin embargo, algunos pueblos de Oceanía,
    en señal de respeto a los superiores, se sientan. El
    ponerse de pie como expresión de saludo y respeto al
    profesor, que para los estudiantes cubanos es norma
    obligatoria, resulta ajeno a otros estudiantes de origen
    latinoamericano, que al entrar el profesor al aula permanecen
    sentados; los shan (Birmania Norte) expresan los mismos
    sentimientos oliendo las mangas de la ropa del
    visitante.

  • Entre los signos no verbales con uso comunicativo de
    mayor interés se encuentran las particularidades en la
    expresión de afirmación-negación. En la
    mayoría de los países, la afirmación y
    la negación se expresan kinésicamente mediante
    la inclinación de la cabeza adelante y hacia
    atrás, y mediante giros repetidos de la cabeza hacia
    ambos lados, respectivamente. Mientras, en algunos pueblos de
    la península balkánica -los búlgaros y
    albaneses- y del Cercano Oriente, el modo de expresar
    aprobación o desacuerdo es casi directamente inverso
    al descrito. Otra modalidad, difundida fundamentalmente entre
    los griegos, consiste en una inclinación de cabeza
    hacia adelante para expresar afirmación y hacia
    atrás para expresar negación. Ambas
    inclinaciones son acompañadas con movimientos
    mímicos de las cejas y los ojos en dirección
    contraria a la del movimiento de la cabeza. Los árabes
    al negar levantan la cabeza, los turcos, además,
    chasquean la lengua y, expresando negación absoluta,
    muerden la uña del pulgar de la mano derecha y luego
    lanzan la mano con fuerza hacia adelante. Parte de la
    población de la península de Malaca al negar
    baja los ojos y, afirmando, extienden el cuello y la cabeza
    bruscamente hacia adelante. En la India se refieren incluso
    "dialectos" regionales de afirmación: afirmando en
    Sinde y Punjhab lanzan la cabeza hacia atrás en
    dirección al hombro, en Bengala mueven la cabeza de
    hombro a hombro cuatro veces, en las Islas Marquesas –
    sacando la lengua.

  • La utilización de elementos de
    carácter proxémico que intervienen en la
    adopción y regulación de la distancia
    interpersonal durante el acto comunicativo, como el contacto
    físico y el visual, forman parte de los llamados
    sistemas de comunicación no verbal culturales. Por
    ejemplo, en la conversación entre búlgaros y
    cubanos, estos últimos sienten como si fueran
    ¨empujados¨, como si estuvieran siendo presionados
    poco a poco contra la pared más cercana. Expresado
    así, pudiera parecer exagerado, pero en realidad la
    costumbre de los búlgaros de comunicarse personalmente
    a una distancia menor que la usada por los cubanos provoca
    esa sensación, por lo que estos tratan de mantener su
    propia distancia habitual en tales situaciones y retroceden,
    o de lo contrario, perciben cierta incomodidad por la extrema
    cercanía del interlocutor, lo que no es más que
    la manifestación de una estructuración de la
    proximidad para la comunicación diferente a la
    acostumbrada en su cultura.

Así también, en la comunicación de
los norteamericanos y los árabes, por lo general la mirada
fija, los frecuentes contactos físicos y la mayor
cercanía que prefieren estos últimos en la
conversación, provocan igual inquietud en los
norteamericanos, cuya conducta comunicativa suele recurrir a
estos elementos no verbales, pero con una intensidad diferente.
Para los árabes, el contacto físico durante la
conversación es muy frecuente, con limitantes asociadas al
género, que presuponen un menor contacto físico y
visual con las mujeres. Entre tanto, en Asia oriental es a la
inversa: en la comunicación no se admite como deseable el
contacto físico y se considera una ofensa tocar la cabeza
del interlocutor.

  • Entre los sistemas de comunicación no
    verbales se ubica el sistema paralingüístico,
    cuyas diferencias culturales son manifiestas por ejemplo,
    entre latinoamericanos, hablantes de la lengua
    española. Las diferencias en la
    paralingüística de los latinos, particularmente
    en el acento y en la entonación idiomática, son
    constatables desde el nivel empírico, pues aun de
    oídas se puede determinar si el hablante es mejicano,
    argentino o caribeño, e incluso es posible distinguir
    entre los hispanohablantes de la cuenca del Caribe, pues esas
    diferencias se producen en igual medida, por ejemplo, entre
    dominicanos y cubanos.

  • En cuanto a la posible variedad semántica y
    pragmática de los elementos que conforman el sistema
    no verbal kinésico, resultan ilustrativas las
    diferencias del mostrar la lengua, cuya interpretación
    más común es de burla. Sin embargo,

  • en las Islas Marquesas indica
    negación,

  • en el Tíbet es signo de respeto,

  • en la China y la India Antiguas era señal de
    amenaza,

  • en la China contemporánea, haciéndolo
    de forma repetida y rápida se expresa asombro y
    auto-enjuiciamiento,

  • los indios mayas expresaban reconocimiento a la
    sabiduría,

  • para los etíopes significa que el
    interlocutor miente,

  • algunos grupos indígenas de la región
    sureste de Méjico insultan al interlocutor sacando la
    lengua y haciendo movimientos con el pulgar y el
    índice hacia arriba y hacia abajo frente a la
    boca,

  • en Cuba y en algunos países latinoamericanos
    este gesto posee diferentes significados en dependencia de la
    forma de realizarlo. La gama de variaciones va desde la burla
    y la furia en niños, hasta connotaciones vulgares y de
    insinuación sexual, específicamente cuando va
    dirigido a la mujer.

  • Los distintos significados y usos del beso son
    también didácticos:

  • En la Grecia antigua, el hombre sorprendido besando
    a una dama en la calle, fuera su esposa o no, era condenado a
    la pena máxima. Para evitar el adulterio, los griegos
    ordenaban a su amada embadurnarse los labios con cebolla. Sin
    embargo, en el medioevo se creía que besar a una mujer
    hermosa curaba de dolor de cabeza. Aun hoy, los ingleses
    hacen fila para besar a la novia en una boda, por la creencia
    de que ello les dará salud.

  • Entre los mongoles, consiste en tocar ligeramente
    con la nariz la mejilla o la frente de la otra persona
    mientras respiran lentamente.

  • Hay tribus africanas que se arrodillan y besan el
    suelo para expresar amor.

  • Los turcos besan su propia mano, luego la colocan en
    la frente, como saludo, despedida o
    agradecimiento.

  • El campesino alpino besa su mano antes de recibir un
    regalo.

  • Entre los hombres de la tribu Topilla, en
    América del Sur, el beso es señal de
    paz.

  • En Oriente el beso es un acto mucho más
    íntimo que en Occidente; en Japón un beso en
    público, aunque sea de saludo, provoca siempre
    rechazo.

  • Tradicionalmente, los chinos no se besan ni al
    saludarse, ni al despedirse. Los niños mayores de
    catorce años nunca son besados, incluso por los
    familiares. Constituyen una excepción los niños
    pequeños que pueden ser besados solo por sus
    madres.

  • En Viet Nam se besan en el remolino del pelo en
    señal de amor y ternura. Al besarse, emiten un sonido
    muy fuerte con los labios y consideran que mientras mayor sea
    el sonido, tanto mayor es la expresión de
    cariño (de aquí la expresión que usan
    como despedida en las cartas – ¨te beso
    sonoramente¨).

  • Los rusos se besan tres veces después de una
    larga separación, cumpliendo una vieja costumbre
    eslava. Por cierto, los hombres pueden besarse unos a otros
    en los labios, si son familiares cercanos o viejos
    amigos.

  • Los latinoamericanos, por lo general, se besan
    sólo una vez al encontrarse o despedirse, los
    búlgaros, franceses, españoles e italianos, dos
    veces, los etíopes, cinco veces y las mujeres
    etíopes tres, los hombres árabes también
    se besan tres veces en las mejillas.

  • Otras variantes curiosas son: soplar las manos de la
    otra persona, frotarse una oreja mientras se saca la lengua,
    tocar estómago con estómago.

La identificación del origen cultural de la
distinción semántica y pragmática de lo no
verbal en la comunicación interpersonal, resulta
igualmente relevante para explicar el hecho de que algunos de sus
elementos estén desprovistos de significado para
representantes de otras culturas o tengan connotaciones negativas
o vulgares (por ejemplo, el gesto que indica en Cuba que un local
está atestado de personas, en Rusia es símbolo del
acto sexual -golpear con la palma de una mano sobre el
puño cerrado de la otra, por la parte del dedo pulgar), de
modo que esa cualidad étnico-cultural, puede ser causante
de incoherencias o de interpretaciones equívocas, que se
erigen en obstáculos para una comunicación
exitosa.

El objetivo es lograr que el profesional reconozca
qué elementos no verbales son los adecuados en el medio
culturalmente diverso en que se desempeña, cuáles
corresponden a las características individuales, sociales
y étnico-culturales de migrantes y pasajeros, y
cuáles de ellos son adecuados a la situación
comunicativa y a los objetivos concretos de la
comunicación profesional, tratando de evitar los que son
rechazados, o incluso prohibidos, de manera que su contenido
étnico-cultural no se constituya en un obstáculo
para el logro óptimo de objetivos
profesionales.

Así, el origen cultural de la distinción
semántica y pragmática de lo no verbal en la
comunicación interpersonal define lo particular con
respecto a lo universal-humano y lo singular-individual y se
deriva esencialmente de las particularidades del proceso de
desarrollo histórico-social de la comunidad, cuyas
múltiples interacciones e interdependencias se reflejan en
el lenguaje y la comunicación, recogidas en los
significados de sus signos, los que ocupan un lugar esencial en
la aprehensión de esa riqueza por el individuo (Vygotsky,
1966; Leontiev, A.A., 1981).

Conclusiones

En resumen, la diversidad de características y
particularidades de los elementos no verbales hasta aquí
analizada, plantea la cuestión de la pertinencia del
enfoque por niveles de generalidad semántica y
pragmática en la introducción de los elementos no
verbales de la comunicación a la formación
comunicativa de profesionales de la gestión
migratoria.

Esto representa un reto tanto para el personal
especializado en la capacitación de estos profesionales,
una vez que presupone diseñar el proceso docente a partir
de contenidos y procedimientos didácticos en
función de una actuación discursiva que integre las
estructuras lingüísticas con los recursos no verbales
que son más apropiados en determinados contextos y
situaciones comunicativas y que se nutra de los avances de
investigación en las diversas ramas de los estudios
comunicativos interculturales.

Así pues, la formación comunicativa
profesional, orientada tradicionalmente hacia el logro de la
eficacia en el desarrollo de habilidades en una lengua extranjera
a partir de lo singular, adquiere nueva perspectiva con el
reconocimiento de la necesidad de potenciar la
comunicación también en la lengua materna, mediante
la incorporación de los elementos no verbales. El
reconocimiento de lo general, de carácter universal en
ellos, se concreta tomando en consideración lo
étnico-cultural, que en esencia no es expresión de
oposición, sino manifestación de otros nuevos
significados en otros nuevos signos, conformados en un proceso
histórico-cultural de desarrollo, cuya riqueza puede ser
aprendida a través de esos propios signos. Esto tributa a
potenciar la función educativa del proceso de
formación comunicativa de profesionales de la
gestión migratoria, con la pretensión de acercar el
desempeño en ese ámbito a los niveles actuales de
complejización del fenómeno migratorio a nivel
internacional.

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Autor:

Ileana Sorolla Fernández

Partes: 1, 2
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