Los sacerdotes, que han padecido de un
extraño narcisismo, por los menos los egipcios, se
afeitaban o depilaban cada dos días con cremas
depiladoras hecha a base de jugo de sicómoro, madera
que también usaban para la cajas donde depositaban las
momias), goma y pepino.
Pero no es todo. En una tumba del Reino medio (alrededor
del 4000 a. C) se encontró una jarra de cosméticos
a base de óxido de hierro, aceite vegetal y resina de goma
e incluso se han encontrado otras jarras del 5000 a.C. con
materia grasa, carbonato cálcico y óxido rojo de
hierro que las señoras del Antiguo Egipto usaban para el
maquillaje.
Para los labios se usaba el ocre rojo, pues las mujeres
egipcias se pintaban frecuentemente los labios de rojo o de color
amarillo. Se pintaban las uñas de color blanco o rojo.
Usaban substancias para resaltar los ojos con color verde (con
pigmento de la malaquita verde, que es un mineral de carbonato de
cobre) Más tardío fue el uso del color negro para
los ojos.
Las mujeres se afeitaban el cuerpo con navajas de bronce
y usaban pinzas para depilarse y filtro solar para protegerse de
las manchas y quemaduras del sol. A este propósito, en
Ebers, 721 encontramos referencias para el tratamiento de las
manchas de la cara y hasta para la distensión lograda a
través de cremas limpiadoras.
Otro documento de interés
médico-cosmético, es el Papiro de Edwin Smith, que
junto con el Papiro de Ebers, procede de la misma tumba de Tebas
y actualmente propiedad de la Academia de Medicina de Nueva York.
Escrito en el siglo XVII a, C, pero posiblemente basado en textos
del 3000 a C, narra 48 casos de heridas de guerra y los
tratamientos que las víctimas recibieron. Es el primer
tratado de cirugía traumática y de las primeras
descripciones de la reconstrucción de fracturas faciales,
o sea, de cirugía plástica con una fórmula
contra arrugas a base de urea, sustancia orgánica
contenida en la orina de los vertebrados, que hasta el día
de hoy se utiliza en cremas para la cara.
El cuidado por la belleza no sólo se
remonta a tiempos antiquísimos, sino que ha sido una
espina universal. Los chinos, por su parte, hace 5000
años, buscando retrasar el envejecimiento, comían
testículos de fieras, práctica que sigue vigente en
algunos rincones de latinoamérica con fines de acrecentar
la potencia sexual masculina.
La Biblia, en cambio, para retrasar el envejecimiento,
propone su propia receta que ya muchos hombres de la tercera
edad, en fin de vida, quisieran que les administraran antes de
partir. En efecto, en 1. Reyes 1-4 se lee que junto al lecho del
Rey David, anciano y enfermo, los médicos pusieron a la
virgen más bella de Israel, Abisag…pero, David no
la "conoció". ¿Virtud o debilidad
energética? Es asunto para los exegetas.
El padre de la medicina, Hipócrates, para
mantenerse joven, aconsejaba una decena de hierbas. Platón
proponía el ejercicio, Pitágoras, las dietas y en
la Edad Media, se acostumbraba la carne de
víbora.
Celsus, conocido como el "Hipócrates latino",
Aurelio Cornelio Celso, médico griego del 25 a.C. al 50
d.C., considerado el padre de la cirugía plástica o
cirugía de embellecimiento, reunió en su libro
De Re médica, de ocho volúmenes, todo el
conocimiento trasmitido por hindúes, árabes y
egipcios, incluyendo consejos para mantenerse de aspecto
juvenil.
Se asegura que en la antigua Atenas había unos
1200 gimnasios y en Roma se disponían de casi 3000
baños termales con sus respectivos espacios para
ejercicios y masajes. Poca cosa al lado de los 16. 000 gimnasios
existentes hoy en día en los Estados Unidos, frecuentados
por más de 30 millones de personas, sin contar los 3
millones de personas que aproximadamente se suman cada
año.
En tiempos modernos, la preocupación
por la belleza está más dominante y vigorosa que
nunca. En efecto, en USA de 30.000 personas el 93/% de las
mujeres y el 7 % de los hombres están acongojados por su
belleza.
Ahora bien, ¿qué
propósitos se esconden detrás de todos estos
esfuerzos por la figura y la forma física? A través
de la historia, la "cultura" de la belleza ha perseguido dos
objetivos:
1. reparar el trabajo de la
naturaleza, corregirlo2. renovarla y
superarla.
Para adecuar la naturaleza al patrón
ideal, la "cultura" de la belleza no han dejado parte del cuerpo
sin inspeccionar: arrugas, manchas, estrías, acne,
obesidad, color de la piel, dimensión de los senos,
debilidad muscular de los glúteos, laxitud de los senos,
inconsistencia del vientre, etc.
La lista de las herramientas para cumplir con los
objetivos de reparar la naturaleza, de renovarla y superarla va
desde los zapatos pequeños, corsets, dietas,
dermopigmentación, liposucción, fajas modeladoras,
cremas, lipoescutura, cirugía plástica,
microexfoliación (o microdermabrasión),
suministración de células embrionarias de oveja,
terapia llevada a cabo en la clínica suiza del dr. Paul
Nichans creador ya en 1931, de la Terapia Celular o Celuloterapia
que consiste en la inyección intramuscular de micro
tejidos, glándulas y órganos de origen
mamífero en estado fetal, en general a término de
la gestación. Más recientemente se ha propuesto el
geroVital H3 de la Dra. Ana Aslan, inyecciones de botox (derivado
de la toxina biológica botilinum) e inyecciones de
cologeno (derivado de una proteína encontrada en tejidos,
huesos y cartílagos de los bovinos), ambas funcionan como
"relleno" y dura de 3 a 6 meses, "peeling" (o peladura
química de la piel), entre otras.
Sin embargo, del carácter funcional de la imagen
que se caracteriza por la ausencia de sufrimiento por el propio
aspecto físico, la "cultura" de la belleza provoca un
estado obsesivo por la propia figura o silueta física que
comporta sufrimiento y trastornos psiquiátricos, cuando,
en realidad, en muchísimos casos, bastaría, una
sudada diaria, no horas de ejercicios, en lugar de un
estiramiento quirúrgico o pastillas
rejuvenecedoras.
Efectivamente, restaurar y rehacer, remendar y superar
el estado de cosas donde se considera que la naturaleza se ha
escurrido o ha desertado conlleva serios riesgos. Un
boletín de la Escuela de la Salud Pública de la
Universidad de Harvard registra 1500 casos anuales de material
quirúrgico olvidado dentro de los pacientes (esponjas,
vendas, tijeras, electrodos y otros). Especialmente en pacientes
obesos. Y por otra parte, hay que destacar las consecuencias que
conlleva la cirugía plástica en términos de
dolor, hinchazón, nuevas cicatrices, moretones y los
peligros de ciertas prácticas como las inyecciones para
aumentar el volumen de los senos y glúteos.
La verdad es que a lo largo de los siglos se ha visto
que los productos cosméticos no funcionan más que
el agua y que, algunos de ellos, ponen la vida en peligro. Es el
caso de los extractos tiroideos, las vendas frías que
colocan sobre las piernas y glúteos de las aspirantes a
Miss Universo y las cremas de mentol. Estos productos o queman la
glándula tiroides o causan reacciones alérgicas o
no llegan a donde se encuentra la grasa.
Quemar o no
quemar grasa: este es el dilema
Las pautas culturales de la "cultura" de la
belleza descargan prejuicios contra el cuerpo de hombres y
mujeres, pero especialmente contra la silueta femenina en general
y de manera específica contra el vientre, las caderas y
sus alrededores (nalgas, estrías y piernas gruesas)
derribando, en quienes sucumben ante este tiroteo de prejuicios,
la seguridad y la autoestima. Justamente, "no hay vida más
allá de los 35 años, ha diagnosticado para las
mujeres, un modista de Victoria"s Secret.
Una cultura despreciativa o el aprendizaje del odio
al propio cuerpo.
El impuesto a la belleza: en el mes de noviembre del
2007, Gonzalo Otálora, de 31 años, escritor, armado
con un megáfono, reclamó frente a la Casa Rosada,
en Buenos Aires, por los derechos de aquellas personas que la
sociedad juzga feas. En esa ocasión, el argentino
lanzó una campaña para cobrar impuestos a las
personas consideradas lindas, con el fin de compensar por sus
padecimientos a aquellos que supuestamente han sido menos
favorecidos por la naturaleza.
La iniciativa suscitó la curiosidad de la BBC de
Londres que le dedicó un espacio en su informativo
virtual. Pero más allá de la nota de colorido
amarillo, estaríamos ofuscados si no nos
confesáramos a nosotros mismos la influencia que tiene la
"cultura" de la belleza en espacios sociales no sólo como
las relaciones interpersonales en que cada día
sueña con transformar su sapo en príncipe, sino en
ámbitos como la política, las empresas, la
educación…y la cirugía
reconstructiva.
¿Qué sucede cuando una mujer gorda,
juzgada como fea, se presenta a solicitar trabajo de relaciones
públicas, desea ser actriz, trabajar como modelo o
comunicadora de la televisión? De algún modo, esa
mujer ésta previamente reprobada pues para obtener uno de
esos puestos es requisito que sea bella.
Gonzalo Otálora, autor del libro "Feo", narra en
primera persona, las penurias que ha sufrido por su presunta
carencia de belleza: "Mi historia, afirma, es la de un chico con
anteojos, frenos y muchos granos, de quien se burlaban sus
compañeros en la escuela, a quien las chicas rechazaban en
las discotecas y que después, cuando buscaba empleo, se
sentía tan feo e inseguro que no conseguía
nada".
Debido a los parámetros culturales de belleza,
las personas, especialmente las mujeres que suelen ser muy
autoexigentes en este terreno, tienden a ubicarse en la
categoría de las poco favorecidas. Al colocarse en la zona
de las "antiestéticas", afirman y cargan de por vida con
la propia autodesvalorización. En otras palabras, son las
primeras en discriminarse, destilando una especie de veneno que
es el odio hacía sí mismas. De la misma creencia
era Gonzalo Otálora: "Yo pensé que si hacía
dieta, iba todos los días al gimnasio y me sometía
a una cirugía estética podía ser feliz. Y me
di cuenta de que hice todo eso y no me sentía pleno. No me
cambió la vida".
En el servicio de BBC Mundo, Gonzalo Otálora
detalla algunos asuntos que, a su juicio, deberían
debatirse: "que en los desfiles de moda estén
representadas todas las contexturas físicas, que en la
escuela se cree un ambiente que desaliente las burlas y que se
controle la importancia que dan las empresas a la apariencia al
seleccionar personal". Y concluye con un consejo a sus
"semejantes": "Yo me reconcilié conmigo cuando me
miré al espejo, dejé de juzgarme y empecé a
quererme. Y a los contratiempos respondí con
humor".
Dos ejes fundamentales sostienen la cultura
contemporánea: la preocupación por el cuerpo y la
juventud. Oscila entre el peso y la edad. En efecto, "en ninguna
época de la historia de la humanidad se ha conocido la
preocupación que se vive actualmente por la edad y por el
aspecto físico…nunca se había conocido el
menosprecio actual por el deterioro físico y el
envejecimiento" [1]
Las gordas piensan que si hacen ejercicios, van a ser
aceptadas y las feas especulan que si no se someten a
cirugía plástica, ningún galán les
abrirá su corazón y las puertas del trabajo se
verán cerradas para ellas.
Ignoran que en nuestra cultura, como pregonó
Boris Vian en su novela Que se mueran los feos (Et on
tuera tous les affreux), escrito en 1948 con el pseudónimo
de Vernon Sullivan, que a los "horribles", les toca pagar por los
dotados de hermosura.
Rocky Bailey, el protagonista, de la novela
Que se mueran los feos, se ve enredado por
investigaciones genéticas que lleva a cabo el utopista
doctor Schultz, que se propone convertir la raza humana de fea y
endeble en hermosa y hercúlea. Para lo cual, el proyecto
requiere de óvulos y esperma de primera clase. El asunto
se complica o degenera debido a que los ayudantes del doctor
Schultz, menos utopistas y más interesados al
business, sacan partido al programa vendiendo fotos
pornos tomadas durante los experimentos con fines
genéticos.
De esta manera, el protagonista es secuestrado para que
ofrezca sus fornidos espermatozoides, pero a su vez, es
investigado por una pluralidad de sujetos (periodistas, mafiosos,
policías, ninfómanas, etc.) que dan entretenimiento
y movimiento a la trama.
Que se mueran los feos no está
considerada la mejor novela de Boris Vian, pero si es,
según la crítica, la más divertida y
también, la más apropiada para encuadrar
socialmente cultura de la belleza hoy en día.
¿Por qué hacemos referencias a Boris Vian?
Porque su obra Que se mueran los feos es, ante todo, un
manifiesto insolente pero acertado contra la "cultura" de la
belleza.
Ante todo, la
belleza no es natural, sino cultural
No hay nada en la naturaleza que pueda calificarse de
feo. La fealdad no es una propiedad de la naturaleza, sino de la
cultura. Esto significa que belleza y fealdad son relativas como
las modas, las usanzas, las novedades, los estilos, los gustos,
las costumbres y las manías. Se trata de usanzas,
novedades, estilos, gustos y manías definidos no desde las
cualidades humanas, sino desde satisfacciones de minorías
(modistas, diseñadores, modelos, artistas de la
originalidad, creadores caprichosos, árbitros de la
elegancia, estilos despóticos y tiránicos), de
sujetos volubles, de voluntades inconsistentes. Sin embargo, como
alega Paul Valéry, lo que ha sido creído por todos
siempre y en todas partes, tiene todas las posibilidades de ser
falso.
A tal punto se ha sujetado el valor de la persona a la
personalidad (esencialmente a lo físico) que, según
el sociólogo Niccola Squicciarino, "nuestra experiencia
ante los demás es el resultado de la arquitectura
anatómica del cuerpo y de todas sus modalidades
expresivas".
La preocupación por el aspecto
físico acaba con el aspecto de la mente. De esta manera se
han atacado las defensas psíquicas de la persona. Como se
lamentaba una mujer en una entrevista: "Tantos años para
conseguir la igualdad de derechos con los hombres y una libertad
personal, para acabar (nosotras solitas) deprimiéndonos
porque no tenemos un trasero de anuncio o una mirada de
terciopelo" (p. 35).
La deformidad
hermosa [2]
Si la realidad golpeara directamente
nuestros sentidos y nuestra conciencia, y si pudiéramos
entrar en comunicación inmediata con las cosas y con
nosotros mismos, creo realmente que el arte sería
inútil".
Henri Bergson
O sea, la estética, para decirla
con Bergson, sería inútil. La estética ha
estado referida a lo bello, lo bello a lo bueno y lo bueno a la
verdad y ésta última, como en una cadena de
circuito cerrado, ha vuelto a lo bueno y a lo bello, dando lugar
a un círculo vicioso: la verdad es lo bello y lo bello es
también la forma estética de la verdad, sin
embargo, la verdad del cristianismo, un hombre crucificado, es
horripilante en sí misma. Así la vieron los paganos
que ya a mediados del segundo siglo se burlaban de los cristianos
calificando a su dios de burro, como documenta la pequeña
pintura de un burro crucificado en los Foros romanos. Pero para
los cristianos, ese ser atormentado es la verdad, es lo bueno y
es lo bello.
¿Cual es el modelo natural de la
belleza?
No existe un modelo natural de lo bello, sino un modelo
socio-cultural de lo que naturalmente debería ser la
belleza. El modelo de la belleza es inventado, como los
términos que se usan para hablar de la belleza. Lo que
admiramos como bello no es pues la belleza en sí, sino una
modalidad socio-cultural de la belleza que cambia de época
a época.
Kierkegaard en O lo Uno o lo Otro (2
vols., 1843), advierte de un peligro que cuelga sobre el hombre.
A este propósito describe dos esferas o ámbitos de
existencia entre las que podía escoger el individuo: la
estética y la ética. Según Kierkegaard el
hombre occidental ha escogido la estética, la vía
del hedonismo, de la voluptuosidad, del mero goce sensual, que al
cultivar y valorar la apariencia, la novedad, la imagen, para
evitar el aburrimiento, conduce al individuo al rechazo de la
realidad y, por consiguiente a la desesperación, mientras
la modalidad ética, que es la vía de la
aceptación, que conduce al hombre a la valoración
de la realidad tal cual se manifiesta, a lo que es, ha sido
descartada.
Sin embargo, hay quienes manejan alternativas a la
elección de la estética. En el cuento de Leprince
de Beaumont, publicado en 1757 en el volumen de cuentos El
almacén de los niños, la autora narra la
relación entre una joven bella y un hombre con figura de
animal. En este caso, la opción de la esfera ética
permite superar la repugnancia ante el aspecto, ante la
envoltura, la exterioridad, de animal. Desde el paisaje del amor,
como dice una canción, la fealdad se trasmuta en beldad.
En efecto, la bella del cuento se entrega a su anfitrión y
ve recompensada su bondad, cuando la bestia es liberada de su
sortilegio gracias al amor de la joven. Ahora, desde esta
opción, aquél que a otros ojos parecía un
rudo animal, resulta ser un príncipe
encantador.
También la fealdad se convierte en belleza en El
fantasma de la ópera, de Gaston Leroux y en algo
espléndido en El patito feo de H. C. Andersen
Y en la mitología griega, en la Ilíada de
Homero, la diosa del amor y la belleza,
Afrodita[3]que corresponde a la Venus romana, hija
de Zeus y Dione, una de sus consortes, es la mujer de Hefesto, el
feo y cojo dios del fuego, aunque posteriormente figura como la
esposa de Ares, dios de la guerra, y amante del hermoso
Adonis.
Se nos puede ocurrir, que una línea
torcida está deformada, alejada de su paradigma que, como
línea, sería la recta. Pero, esta percepción
es relativa pues para Gustave Flaubert (1821-1880), novelista
francés, de la escuela realista, "tal vez la falla estuvo
en la línea recta" y no en la torcida.
¿No podría entonces ser la fealdad un
"sortilegio de la razón" como en La bella y la bestia, en
El fantasma de la Opera y en El Patito Feo y en tantas "ranas"
liberadas de su encantamiento?
Pareciera, entonces, que la fealdad no es una propiedad
de la naturaleza, sino un resultado de los procesos perceptivos y
de sus "postulados".
El universo no va sujeto a modas ni a criterios
estéticos. La pesada carga metafísica de los
valores estéticos son productos del hombre. De aquí
que la estética establecida por el hombre no corresponde a
lo que se manifiesta en el universo.
Pero, sigue en pie nuestra pregunta: ¿desde donde
irrumpe el calificativo de feo?
Lo feo irrumpe desde la razón. La razón
desarmoniza la naturaleza, dividiéndola en fealdad y
belleza, pero en el universo esa calificación,
decíamos, no encuentra respaldo. La mente racional plasma
sobre la naturaleza una visión despectiva estableciendo en
ella imperfecciones donde encuentra modos de ser parciales,
inconclusos, inacabados, incompletos, que descalifica, rechaza o
pretende arreglar, modificar.
Autor:
Dr. Ricardo Peter
[1] J. Bonet y Anna Caballé, Mi vida
es mía. 2363 mujeres descubren su intimidad a partir de
sus diarios personales, p. 31. Plaza & Janés
Editores, Barcelona, 2001.
[2] Carta de Cristóbal Colón a
los Reyes de España anunciando el descubrimiento de
América. Con la expresión “deformidad
hermosa” Colón califica la vegetación,
exhuberante y sin podas, del Nuevo Mundo.
[3] Afrodita: su nombre puede traducirse como
'nacida de la espuma'
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