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Fermín Valdés Domínguez: El Amigo del Alma de José Martí (página 2)




Enviado por Ramón Guerra Díaz



Partes: 1, 2, 3

Alrededor de este hombre se ha ido tejiendo una leyenda
negra de deslealtad a sus compañeros de armas, que no es
más que el fruto de su vertical actitud ante los
integristas, racistas y politiqueros que olvidaron los
sueños de José Martí para hacerse
cómplices de aquel ambiente de "concordia nacional",
terreno fértil para la frustración generalizada que
dominó tras la intervención norteamericana.
Fermín es fiel al legado de su amigo y compañero de
lucha, a Cuba y a las ideas superiores de dignidad humana que
siempre sostuvo; fue el clásico ejemplo de revolucionario
desilusionado por el resultado de la revolución
independentista, sufrió el aislamiento y la calumnia de
sus detractores y murió amargado y triste pero hasta el
último momento defendiendo de modo consecuente las ideas
que siempre profesó.

Para la preparación de esta biografía, el
autor ha trabajado con el Archivo Personal de Fermín
Valdés Domínguez, bajo custodia del Museo Casa
Natal de José Martí, en el que sobresale la
colección facticia con recortes de casi todos los trabajos
periodísticos de Fermín publicados en la prensa
cubana, así como la papelería acerca del
biografiado y de otras personalidades con las que se
relacionó.

Otra importantísima fuente documental se
encuentra en el Archivo Nacional de Cuba, que complementa la
antes citada colección de la Casa Natal de José
Martí y donde aparecen los "famosos cuadernillos
manuscritos" sobre sus memorias de la guerra y que fueran
parcialmente publicados por la Universidad de La Habana en cuatro
tomos, como "El Diario de Soldado", satanizados por muchos,
citados por pocos y mirados con desconfianza, por razones de
acomodamiento y sacralización de personalidades que
Fermín juzga por sus actuaciones durante la contienda, no
años después sino en los momentos en que estaban
ocurriendo los acontecimientos.

Estas memorias fueron dedicadas a su prometida
Asunción Castillo, a quien fue haciendo llegar estas
notas, pero la minuciosa lectura de ellas denotan el sentido
histórico que su autor le va dando, añadiendo al
hecho su opinión personal nacida al calor de sus
convicciones y del conocimiento de la política que se
desarrollaba en el campo insurreccional.

El conocimiento de estos fondos ha permitido estudiar
más ampliamente las actividades políticas y
sociales de Fermín durante el período 1876-1910,
que coincide con la etapa de entre guerra, con los momentos en
los que él transita desde un patriotismo autonomista
militante e influyente en La Habana, a una radicalidad
independentista disimulada y necesaria en la indómita
región de Baracoa; su reencuentro con José
Martí en los Estados Unidos, su importante
participación en la guerra, desde cargos que le permiten
tener una clara visión de lo que ocurre en ella y la
frustración republicana, con la decepcionante
confabulación de exmambises y partidarios de España
para repartirse las migajas que le dejó el
intervensionismo yanqui.

La documentación, casi toda inédita, dan
fe de su amargura tras la salida de España y la
entronización de la bandera de las "barras y las
estrellas"; su rebeldía innata, fidelidad a las ideas
martianas y la digna postura ante los corruptos y entreguistas.
Desde su pobreza y el ostracismo al que lo someten sus
"compañeros de armas", levanta su voz para denunciar y
advertir en una actitud que atemoriza a muchos, aún
después de muerto.

Para poner en su justo lugar a este hombre que
mereció la amistad de José Martí, es esta
monografía que pretende rehacer el perfil humano y
político de un cubano de innegables
méritos.

Orígenes

José Mariano Domínguez Salvajauregui llega
a Cuba desde la tierra firme de Hispanoamérica cuando la
sacudida viril de los pueblos latinoamericanos dejó fuera
a España de sus dominios coloniales. Capellán del
Ejército Español decide establecerse en Cuba en la
década del veinte del siglo XIX y gracias a sus
habilidades para los negocios y su dominio de la contabilidad
logró una rápida inserción en la sociedad
criolla de la isla, ganando amigos, haciendo negocios, prestigio
y una modesta fortuna que le permite una asegurada vejez tras su
retiro como capellán militar el 9 de mayo de 1867 cuando
servía en el Castillo del Príncipe.

José Mariano era natural de San Salvador de
Guatemala ciudad en la que nació en 1785, de padre
español, Fernando Domínguez y madre guatemalteca,
Rita Salvajauregui. De familia venida a menos no heredó
mucho de ellos a no ser la voluntad de hacerlo estudiar la
carrera eclesiástica y una inteligencia natural que lo
ayudó mucho en la vida. No conocemos en el momento en que
se enrola en el ejército español como
capellán, ni sus servicios prestados en tierra firme, pero
si que vino a Cuba con los ejércitos españoles
evacuados tras la independencia.

En el Archivo Nacional de Cuba se encuentran muchos
documentos relacionados con sus gestiones administrativas de los
bienes de los Conventos de Santa Catalina del Sena y de
Belén los más antiguos de ellos de la década
del veinte del siglo XIX, lo que habla de sus habilidades no solo
contables sino en leyes al aparecer en algunos de estos papeles
en litigios de cobro, reclamación de tierras y fincas
urbanas. En estos trajines fomenta su propia fortuna basada en
los negocios hipotecarios, compraventa de fincas urbanas,
préstamos y adquisición de acciones en
compañía de ferrocarriles en Cuba, etc.

En su último testamento, fechado en febrero de
1877 en La Habana, "Declara que nada heredó de sus
padres y que sus bienes los adquirió con su trabajo
personal
"[1]. Había llegado pobre a
Cuba pero al testar en esa fecha declara una modesta fortuna que
lega a sus dos hijos adoptivos: Eusebio Valdés
Domínguez y Fermín Valdés Domínguez,
expósitos de la Real Casa de Beneficencia de La
Habana.

Por este documento testamentario también
conocemos que había traído a vivir a su casa a una
media hermana, Refugio Domínguez, con retraso mental
severo, que él había mandado a buscar a Guatemala
en la década del 40 del siglo XIX cuando su mejoría
económica le permitió tenerla bajo su abrigo y que
en Guatemala había tenido otros cuatro medios hermanos, ya
fallecidos en el momento del testamento.

Este documento arroja luz sobre una de las
incógnitas más discutidas de la vida de
Fermín Valdés Domínguez, su
origen:

"Un Décima: Nombra como únicos y
universales herederos del remate de sus bienes, derechos y
acciones, por mitad al Doctor Don Eusebio Hipólito
María Valdés Domínguez expósito de la
Real Casa de Maternidad de la Habana que acostumbra firmar
Eusebio V. Domínguez; y al Licenciado Don Fermín
José Valdés Domínguez, expósito de
esa Real Casa, que acostumbra firmar Fermín Valdés
Domínguez, cumple el testador con esta institución
con deber y cariño y de costumbre y cuando entraba en edad
provecta, sintió natural impulso de hacer el bien a los
hombres en pago a los beneficios que de los hombres había
recibido; y poseedor de un caudal estimable, y sin naturales
herederos que por su consagrado carácter estabanle
vedados; recogió en su casa como a hijos a estos dos
expósitos de la Real Casa de Maternidad, puso en ellos el
afecto que en sus propios hijos hubiese puesto cuidó de su
infancia y de su juventud como ellos cuidan de su vejez y
creería faltar a su deber de conciencia, sino dejase a sus
dos protegidos en posición de bastar dignamente a la vida
para que el mismo los tiene preparados: así complace a sus
afectos y goza acabando el bien que comenzó a hacer el
testador
."[2]

Es Refugio la persona que aparece adoptando a los
expósitos y no Mariano, algo que legalmente no
podía hacer pues no estaba en el dominio de sus cabales.
Debió ser su hermano el que la puso como adoptante, porque
su condición eclesiástica le impedía tener
hijo, ni aún en estas circunstancias de adopción,
por eso el Domínguez aparece como segundo apellido
detrás del consabido "Valdés" de los hijos de la
Casa de Beneficencia de La Habana.

La tradición familiar de los Valdés
Domínguez y la documentación de la Casa de
Beneficencia recoge que ambos fueron adoptados juntos en el
año 1853 a los pocos días de nacido Fermín
depositado en el torno de esa institución con una nota
prendida a su pañal que indicaba su fecha de nacimiento
como el 10 de julio de ese año, aunque años
después Fermín solía afirmar que su santo y
cumpleaños eran el 7 de julio, día de San
Fermín; también adoptó a otro niño
seis años mayor que Fermín, Eusebio, ambos fueron
criados como hermanos por este hombre que los quiso como sus
propios hijos.

En la casa de don Mariano Domínguez había
otra persona que por bondad y entrega se gana el afecto de todos,
era una humilde camagüeyana, contratada como dama de
compañía de la hermana enferma y que se
convirtió en la persona de mayor confianza en su hogar:
Merced Quintanó Brenes. Los dos niños
expósitos no conocieron otra madre y a ella se refirieron
con respeto y devoción.

Ninguno de los dos desconoció su origen, pero la
reacción ante su condición social de
"expósito" y la presión social por ese origen fue
distinta en ambos: Eusebio, adoptado ya con seis años,
crece como una persona retraída, de pocos amigos,
estudioso e inteligente, con una evidente vergüenza de su
origen, al firmar Eusebio V. Domínguez.

Fermín más amoldado a la presencia
familiar de los que le rodean, se forma con un carácter
más extrovertido, mimado en su hogar y con una disciplina
condescendiente que le permite gozar de su infancia y su
juventud. Públicamente solía hablar de su origen de
expósito y creció en sus estudios desarrollando sus
dotes de escritor y de orador, apasionado hasta la imprudencia,
en ocasiones sin medir las consecuencias. Solía firmar
Fermín Valdés Domínguez.

Fermín fue uno de los miles de niños
abandonados en la Real Casa de Beneficencia de La Habana a lo
largo de su existencia como institución de caridad para
socorrer a esas criaturas que las convenciones sociales, los
prejuicios o las dificultades económicas no permitieron
crecer con sus padres.

Llega al torno a los ocho días de nacido dejado
con una breve nota que consigna su nacimiento el 10 de julio de
1853 y la advertencia de que no estaba bautizado. El propio
Fermín en conversaciones con amigos dice haber nacido el 7
de julio, Día de San Fermín, pero en realidad su fe
de bautismo señala el 10 como día de su nacimiento.
Ese mismo documento señala como su madrina a doña
Refugio Domínguez, la media hermana de Mariano
Domínguez Salvajauregui, a la que ya hemos
citado.[3]

En la casa los niños fueron criados por Merced
Quintanó quien les dedicó todo el amor necesario
para que crecieran seguros y felices, por esta razón ellos
la reconocen como madre, aunque sabían que ellos
procedían de la Beneficencia. Esto ha levantado rumores
acerca de la paternidad real de José Mariano y Merced y ha
llevado a algunos historiadores agregarle a ambos, sobre todo a
Fermín, un tercer apellido, Quintanó, que no
llevaron y que no aparece en ningún documento importante,
salvo en el de defunción de Fermín, agregado por
razones obvias, sin el consentimiento de él.

La familia de los Domínguez vive en la calle
Industria Nº 110, luego 122, casi esquina a San Miguel,
barrio extramuros muy cercano al Paseo del Prado, al Parque
Isabel II y a la zona de mayor florecimiento en esta segunda
mitad del siglo XIX.

En aquel hogar habanero crece Fermín, teniendo
como legados morales más valiosos, la bondad, el
desprendimiento material, la honradez y la ética cristiana
de su padre adoptivo y de la noble Merced Quintanó, devota
a la Virgen del Cobre.

Los muchachos recibieron una educación liberal
hogareña, en la que su inteligente padre se ocupó
que no faltaran buenas lecturas que completaran el trabajo de sus
maestros en los colegios criollos habaneros en los que fueron
alumnos.

En el caso de Fermín hizo la primaria en el
Colegio San Anacleto, dirigido por el habanero Sixto Casado
Alayeto[4]una buena escuela que sobresale por las
novedades que introduce su director al agregar al programa el
estudio de las ciencias, de idiomas modernos (inglés y
francés) e incluso la instalación de un
pequeño telescopio para las observaciones
astronómicas, con el objetivo de lograr una
educación más completa de sus educandos. San
Anacleto es una escuela criolla de tendencia liberal de pocos
rezos y más ciencias, que entrenó la mente de sus
discípulos para asimilar ideas nuevas

A este colegio llega Fermín en 1863 y termina la
enseñanza primaria en 1865, durante ese período
tiene como condiscípulo al niño José
Julián Martí Pérez, al que poco a poco le
fue uniendo una sólida amistad.

En marzo de 1865 Fermín Valdés
Domínguez inicia sus estudios en la Escuela Primaria
Superior de Varones, cita en Prado esquina a la calle
Ánimas Nº 66 en La Habana, dirigida por el maestro y
poeta Rafael María de Mendive[5]En su clase
también han matriculado a su amigo José
Martí.

La adolescencia de estos dos amigos está influida
por el magisterio de Mendive, cultivador de almas, en su colegio
desarrolla en sus educandos el ansia de saber y las posibilidades
de buscar más allá de aula, extendiendo su
educación a sus tertulias y conversaciones a través
de las cuales va llevando a los inquietos jóvenes el
sentir de su generación y su compromiso social.

Hombre de gran cultura, discípulo de José
de la Luz y Caballero, poeta de vocación, patriota de
convicción, no ocultó a sus alumnos sus
simpatías por los anhelos independentistas de Cuba. Sus
inquietudes pedagógicas lo llevan a elevar el nivel del
centro de enseñanza que dirige y subversiona el gobierno,
convirtiéndolo en 1867 en el Colegio San Pablo para
varones, privado y con una plantilla de destacados intelectuales
en sus clases, entre los que recuerda Fermín a : Anselmo
Suárez y Romero, profesor de latín; Claudio Vermay
y José Ramón Carballo, enseñando el griego;
Ambrosio Aparicio, inglés; Alejandro María
López y Manuel Sellén, Gramática Castellana,
Roberto Escobar y José del Álamo Millet,
Matemáticas; Ramón Zambrana, moral; el
presbítero Manuel Pina, religión y el señor
Mendive enseñaba historia y
literatura.[6]

"(…) Éramos ya íntimos amigos,
cuando fuimos al Instituto de segunda Enseñanza de La
Habana. Pero en el año 1867 nos unimos Martí y yo
en el más leal afecto, y como hermanos, nos
buscábamos en las horas de estudio y en las aulas del
Colegio "San Pablo (…)"[7]

El 10 de octubre de 1868 en su ingenio Demajagua, Carlos
Manuel de Céspedes inicia la revolución
emancipadora cubana, que va acompañada por el noble y
valiente gesto de dar la libertad a sus esclavos. La
insurrección se extiende por toda la zona oriental,
mientras en La Habana las noticias del alzamiento inquieta a los
ricos criollos, las autoridades y la comunidad española de
la ciudad.

Entre las clases populares y los jóvenes
criollos, el pronunciamiento es acogido no solo con
simpatías, sino con abiertas manifestaciones de
aprobación que se incrementan a partir de la entrada en
vigor de la Ley de libertad de imprenta en Cuba, el 9 de enero de
1869, y que trae por consecuencia una avalancha de propaganda
impresa, que en su mayoría atacaba al régimen
colonial.

Uno de aquellos impresos fue El Diablo Cojuelo,
costeado por Fermín Valdés Domínguez y en el
que aparecen los primeros escritos políticos de
José Martí. El compromiso con la independencia de
la patria, que ambos jóvenes compartía, afianza una
amistad crecida en medio de estos días agitados, en los
que la represión a las manifestaciones separatistas corre
a cargo de un grupo paramilitar formado por los españoles
más fanáticos e integristas: El Cuerpo de
Voluntarios.

El 22 de enero de 1869, estos Voluntarios asaltan el
teatro Villanueva, cercano al Paseo del Prado Isabel II, cuando
se representaba la obra bufa, Perro Huevero, pieza
teatral en la que se hacían críticas y burlas al
régimen español. El sangriento acontecimiento
inicia una cruenta represión en La Habana que afecta a
Rafael María de Mendive, cuya familia es dueña del
teatro Villanueva. El resultado será la deportación
del maestro y el cierre de su Colegio San Pablo.

Los alumnos del colegio de Mendive son distribuidos en
otros centros de enseñanza, pero la rebeldía
juvenil y la maduración del compromiso político
hacen que Martí no acuda con regularidad al Instituto de
Segunda Enseñanza de La Habana, escuela que se le
asignó para continuar sus estudios, y cuando acude va
más en son de conspirador que de estudiante.

Su refugio será la casa de Fermín, lugar
que se hará sitio de convergencia de algunos
discípulos de Mendive, los amigos de Eusebio y otras
personas que comparten los temas de actualidad cultural y
política de Cuba. Las simpatías por las ideas
independentistas encuentran en aquel hogar la tolerancia de
José Mariano.

La biblioteca familiar de los Valdés
Domínguez se convierte en lugar de refugio de los dos
jóvenes. Según el testimonio del propio
Fermín se encerraban en ella y al poco rato de lectura se
interrumpían mutuamente para compartir impresiones
vehementes sobre lo leído. Recuerda él que en
aquella biblioteca había libros de Rousseau, Voltaire y
Montesquiu; libros y revistas de autores cubanos que trataban de
literatura, ciencias naturales y temas generales de la isla,
entre las que no faltaba una colección de Revista
Bimestre Cubano
de José Antonio Saco, escritos que
les ayudaban al conocimiento de la isla y sus
problemáticas.

Señala también Fermín que en las
estanterías de la biblioteca de su casa, no faltaron
libros de Víctor Hugo, Byron, Longfellon, Emerson, la
Historia Natural de Buffon, la Historia de la
Revolución Francesa
de Lamartine y el
Facundo de Domingo Sarmiento, entre otros muchos
libros.[8]

Estos momentos de lectura e intercambio de impresiones
resultan decisivos en la formación intelectual y humana de
ambos muchachos, en el acrecentamiento de la amistad, el
conocimiento mutuo y la consolidación de las convicciones
que ya le dan sentido a sus vidas: una vocación humanista
y revolucionaria, unida al compromiso de luchar por la
independencia patria.

Muchos años después José
Martí recordará aquellos tiempos de su juventud y
escribe: "(…) porque aborrecemos con el mismo fuego la
arrogancia y la codicia que dividen a los hombres, porque
derramamos con la misma pasión la amistad que los calma y
congrega, porque en la vida nublada perseguimos la misma estrella
doliente y adorable, impone a mis labios el silencio en el
instante en que desbordarían de ellos el entusiasmo y la
ternura"[9]

La situación política en La Habana provoca
el encarcelamiento y el éxodo de cientos de cubanos,
simpatizantes o no de la independencia, un régimen de
terror se impone en la ciudad.

Víctima de ese ambiente represivo será la
familia Valdés Domínguez, al ser allanada su casa
el 4 de octubre de 1869. El pretexto era baladí, al
retirarse de unos de sus frecuentes desfiles amedrentadores de la
población civil, una compañía de
Voluntarios, creyó escuchar voces y risas, que
consideraron una burla, desde la casa situada en Industria
122.

Horas después irrumpen en la casa y
efectúan un minucioso registro, requisan documentos y
detienen de inmediato a los jóvenes que estaban en el
lugar: Eusebio y Fermín; Santiago Balvín y Manuel
Sellén, amigos de la familia y el profesor de
francés Atanasio Fortier, que se encontraba impartiendo
sus clases. En sus memorias de aquel día, Fermín
escribe sobre la violencia de estos hombres al maltratar de
palabras a los presente, incluyendo a su anciano padre, que
trató de interceder por ellos.

Las averiguaciones de las autoridades españolas
iban dirigidas a buscar algún indicio para procesar a
estos jóvenes, por lo que sus pesquisas se hicieron
minuciosas en las cartas encontradas en la casa. Días
después y debido a la lectura de una carta encontrada, es
detenido José Martí, que no estaba en el lugar en
el momento de los hechos. Se le acusa de firmar, una carta donde
se amenazaba de muerte a un miembro del Cuerpo de
Voluntarios.

La famosa carta está dirigida a Carlos de Castro,
un ex alumno de Mendive que se había alistado a las
fuerzas de los Voluntarios al que preguntaban si conocía
la pena que daban los antiguos a los "apóstata", que no
era otra que la ejecución, por lo que el oficial
investigador consideró tal documento como una amenaza de
muerte.

El 4 de marzo de 1870 se celebra la vista oral a ambos
jóvenes por el delito de infidencia. En el juicio el
tribunal militar trató de establecer quien era el autor de
la carta que ambos se atribuían, tratando cada uno de
salvar al amigo.

Según testimonio del propio Fermín, la
vehemencia de José Martí fue el principal elemento
probatorio contra él, aunque es muy probable que no fuera
esta solo la causa, sino también las pesquisas llevadas a
cabo por las autoridades coloniales acerca de las actividades del
joven, que había dado prueba de ser un comprometido
defensor de la causa independentista.

La condena de seis años de prisión con
trabajo forzado aplicada a Martí, abre un nuevo
capítulo en su vida, marcado por sus convicciones
libertarias que lo acompañarían hasta la muerte.
Junto a él, admirado y respetuoso estaba Fermín
Valdés Domínguez, quien fuera condenado a seis
meses de cárcel.

El 31 de marzo de 1870 Fermín es trasladado al
Castillo de San Carlos de la Cabaña para cumplir la
condena de seis meses de prisión mayor. Al ser excarcelado
termina sus estudios de bachillerato en el Instituto de Segunda
Enseñanza de La Habana y solicita el ingreso en la
facultad de Medicina de la Universidad de La Habana.

Graduado de bachiller en artes el 28 de octubre de 1870,
después cumplir su condena, matricula la carrera de
medicina en la Real y Literaria Universidad de La Habana para el
curso de 1870-1871. El plan de estudios vigente entonces en Cuba
para dicha carrera era el de 1863 y contaba tres etapas: la de
premédico o curso de ampliación, de un año;
la de bachillerato en medicina de cuatro; de licenciatura en
medicina de dos y la de doctorado, en un año final. Por lo
tanto de haber seguido normalmente sus estudios debió
graduarse en 1877 de licenciado y en 1878 de doctor en
medicina.

En junio de 1871 aprueba las tres asignaturas del curso
de premédico: Química General, Física
Experimental e Historia Natural (Zoología,
Botánica, Mineralogía y Geología) y comienza
el primer año de la carrera médica en octubre del
mismo año con las asignaturas de: Anatomía
Descriptiva, 1er. Curso, Ejercicios de Disección, 1er.
Curso y Ejercicios de Osteología.

Recién comenzado el curso, Fermín se ve
envuelto en los acontecimientos que involucran a toda la clase de
primer año de Medicina al ser acusados por el Cuerpo de
Voluntarios de profanar la tumba del periodista español
Gonzalo de Castañón en el cementerio Espada,
contiguo al edificio donde estos recibían las clases de
Anatomía.

Tras un proceso sumario, con un marcado carácter
político y parcializado, los extremistas integristas
impusieron un injusto veredicto de culpabilidad que
condenó a muerte a ocho de aquellos jóvenes y
encarceló al resto de la clase, a modo de ejemplarizante
represalia a un pueblo que lo enfrentaba de modo
resuelto.

Aquel acontecimiento marcó la vida de los cubanos
y en particular al joven Fermín, que se trazó el
firme propósito de denunciar el crimen, demostrar la
inocencia de sus condiscípulos y rendirle el tributo que
merecían como mártires de la patria.

Condenado a seis años de prisión junto a
otros de aquellos estudiantes, son encerrado inicialmente en la
Real Cárcel de La Habana y posteriormente asignado al
servicio de limpieza y mantenimiento de la Quinta de los Molinos,
residencia veraniega de los Capitanes Generales de la Isla, hasta
que la fuga de uno de ellos determinó el regreso a la
cárcel, luego se produjo el indulto real y posteriormente
fueron deportados a España.

Muchos años después, en 1908,
Fermín escribe en el periódico habanero El
Triunfo,
un artículo titulado "Senda de
Amor"
en el que narra ese momento en que fueron excarcelados
y casi clandestinos llevados a la fragata "Nautilus" un
grupo de jóvenes, entre los que estaba él, para ser
deportados a España:

"En la madrugada sombría del día doce
de mayo de mil ochocientos setenta y dos salían del
Presidio Departamental de La Habana más de cien hombres;
(…) Entre aquellos presidiarios, enfermos y abatidos por el
palo y la mala alimentación y los horrores de las Canteras
de San Lázaro, iban treinta adolescentes a los que la
pasión y la mentira criminalmente consentida y apoyada por
los hombres del gobierno, les había puesto al pie una
cadena, después de asesinar a ocho de sus
compañeros.

"Como uno de los presidiarios, y entre los
estudiantes encausados el 27 de noviembre de 1871, iba el que
estas líneas escribe (…)

"Aquel día, que la gratitud guarda amorosa en
nuestros corazones, nos ofrecieron los marinos un fraternal
almuerzo. Aquel banquete fue la primera protesta de hombres
dignos que entonces nos alentó en nuestra vida de
ultrajes: (…). Y días después a bordo ya del
vapor correo español que nos llevaba a España,
cuando la chusma que nos acusó nos despedía desde
la Cortina de Valdés con gritos insultantes, los marinos
españoles de la fragata "Zaragoza" nos saludaban con
hurras cariñosos desde la lancha de vapor en la que nos
acompañaron hasta el
Morro."[10]

De forma secreta, para evitar la ira de los furibundos
integristas salieron rumbo a Cádiz el 30 de mayo de 1872
en el vapor "Isla de Cuba".

España,
deportación y estudios

En Madrid lo espera el amigo de siempre José
Martí, que vive en la capital española desde hace
algunos meses. Hasta él han llegado las noticias de los
sucesos del 27 de noviembre de 1871 y sabe que Fermín
está implicado, teme por su vida y su angustia crece con
las noticias inquietantes del desbordamiento de la soldadesca,
finalmente se encuentran:

"Pena grande fue la mía al encontrarlo en
España enfermo y pobre en una buhardilla y comiendo
gracias a unas clases en casa de Don Leandro Álvarez y de
la señora viuda del general
Ravenet
"[11]

Así recordará Fermín el reencuentro
con Martí, enfermo y pobre en un país
extraño. Su llegada reanima aquel espíritu
encendido. Juntos recorren teatros, cafés y tertulias del
Madrid culto e indiferente, tratando de levantar en aquella gente
la preocupación por los problemas de su isla
lejana.

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Con Martí de compañía podrá
Fermín disfrutar de sus años mozos en fortuitas
aventuras de amor que los inician en este modo de ver la vida a
través de sus pocos años, poeta el uno, apasionados
ambos, en un país reconocible a través de su
temperamento, voluptuosidad y entrega.

Patria y amor, deber y convicciones grabadas por el
sufrimiento de la cárcel, se entrecruzan con la necesidad
de la edad y los deslumbramientos propios de los años
mozos.

La vida de ambos jóvenes se enriquece con la
llegada de Fermín, cuenta este en sus memorias como
compartían sus noches entre el estudio, el esparcimiento y
la iniciación en los ritos de la
masonería.

En Madrid, llevado por sus amigos José
Martí Pérez y Francisco Solano Ramos, inspirado tal
vez por las ideas de igualdad y fraternidad, acordes con sus
anhelos libertarios, comienza a frecuentarlas reuniones de la
Logia Armonía 52 presididas por el general
Pierrad o por el músico Max Marchal, compartiendo anhelos
y sueños con otros jóvenes cubanos residentes en
Madrid[12]

Se refiere Fermín en sus notas sobre la estancia
en España junto a José Martí en la
época estudiantil, de las actividades filantrópicas
que desarrolla aquella Logia en ayuda para los deportado cubanos
en el enclave norafricano español de Ceuta; la apertura de
una escuela para niños cubanos, dirigida por el profesor
Amelio Ruiz y Vila de los Reyes y la participación de
ellos junto al grupo de jóvenes estudiantes cubanos en
Madrid.

Algunas noches eran para visitar los teatros,
principalmente el Real y el de Variedades; los cafés de
artistas, los salones de tertulias del Madrid bohemio, donde se
codearon con intelectuales, artistas y
políticos.

"(…) hablamos con afecto al eminente Don
José Echegaray en el saloncillo de El español, y
eran nuestros amigos, Calvo y Teodora Lamadrid, y Burón y
la Boldún –nos complacía charlar en la
cervecería Inglesa- con Marcos Zapata, el aragonés
genial y talentoso. De esa vida entre hombres inteligentes, no
pudimos nunca olvidarnos."[13]

Recuerda con afecto su presencia en las reuniones de la
cubana Barbarita Echeverría, viuda del General Ravenet,
quien tomó mucho afecto a Martí y "(…)
trataba de borrar de su frente aquella triste sombra que
parecían oscurecer las grandezas de su genio. Siempre
hablaba Martí de estas reuniones con afecto, con
entusiasmo"[14]

España no es solo la oportunidad de estudios,
sino también la del ejercicio político que le
está vedado en su lejana patria, la ocasión de
denunciar la situación colonial de la isla. Por eso no
dejan pasar el primer aniversario del fusilamiento de los
estudiantes, sin denunciar el abominable hecho en una proclama
escrita por Martí y firmada por Fermín y por Pedro
J. de la Torre, sobrevivientes ambos del aquel
acontecimiento.

Ambos jóvenes vivían en la casa de
huéspedes de la calle Desengaño Nº 10,
quintuplicado, segundo derecha esquina a Barco, regentada por
Doña Antonia, allí se reunía casi a diario
la noble muchachada estudiantil criolla, a suspirar por Cuba,
hablar de sus recuerdos y sus cosas.

Otro punto de reunión, según el
testimoniante era el hogar del joven cubano Francisco Solano
Ramos en la que eran acogidos como hijos estos cubanos
añorantes y rebeldes, que leían la prensa
insurrecta que desde Nueva York llegaba y se aventuraban en
animosas discusiones y tertulias de política o muchos
otros temas, dando rienda suelta a sus energías juveniles.
Cuba y sus sueños de libertad los unía.

A casa de Solano llegaban las noticias que desde La
Habana les remitía Eduardo F. Pla, recortes de
periódicos cubanos, noticias rumoradas en la ciudad y el
testimonio del vivir diario en la capital de la isla. Con este
material elaboraba José Martí y otros de los
estudiantes cubanos, artículos y comentarios para los
periódicos madrileños y de otros puntos de
Europa.

En Madrid vivirán la alegría popular por
la proclamación de la República (1873) y abrigan la
esperanza de que los liberales pudieran entender la causa de Cuba
y hacer justicia. Con entusiasmo José Martí escribe
su folleto, "La República Española ante la
Revolución Cubana
", y aquella corte de levantiscos
cubanos apoyó su iniciativa de darlo a conocer a las
autoridades liberales en el poder.

La desilusión ante la posición integrista
de los republicanos españoles afianza en ellos los ideales
independentistas y la convicción de que España
nunca daría la libertad a Cuba.

Admirado del amigo dirá José
Martí:"(…) Antes que el placer de Madrid, maleante y
faldero, se dio todo, por sobre censuras y amenazas, a la tarea
de proclamar la inocencia de las víctimas y clavó
el marchamo en la frente de la nación
culpable"[15]

Se refiere Martí al empeño que puso
Fermín para publicar su testimonio sobre los hechos que
habían llevado a sus compañeros estudiantes a la
muerte y el apoyo que el mismo le brindó revisando sus
borradores y agregando un poema suyo en homenajes a los
mártires. El libro de 148 páginas, apareció
en los primeros meses de 1873 en Madrid bajo el título:
"Los voluntarios en La Habana en el acontecimiento de los
estudiantes de medicina",
y de él se hicieron dos
ediciones en España.

"Mucho gozó Martí cuando
terminé mi libro sobre los tristes sucesos del 27 de
noviembre del 71 que me llevaron a presidio. Al leer la
relación de mis dolores recordó él los suyos
tristísimos, al esperar en su pobre cama de enfermo el
telegrama que le dijera si era yo uno de los vilmente asesinados
(…)

"Y escribió unos versos para mi libro: al
insertarlos al final de él escribí yo: "Libro que
empieza el martirio debe cerrarlo la
poesía"[16]

En junio de 1872 matricula en la Universidad Central de
Madrid, por la enseñanza libre, las asignaturas del curso
de primer año y también dos asignaturas del
siguiente, Anatomía Descriptiva y Ejercicios de
Disección, ambas del segundo curso. En diciembre de 1872
Fermín Valdés-Domínguez se presenta a
exámenes extraordinarios por la enseñanza libre y
aprueba la asignatura de anatomía.

Los días madrileños de los dos amigos
terminan al trasladarse ambos a Zaragoza (mayo de 1873), los
motivos son varios: el clima, una vida menos cara y mejores
posibilidades de estudio. Fermín escribirá sobre
este asunto en el "Diario del Soldado":

"Mi grave enfermedad del estómago, que en
ningún clima encontraba alivio, y por lo tanto no me
dejaba pensar en una pronta curación, nos hizo ir a
Zaragoza. ¡Y allá llegué con mi enojosa
dolencia! ¡Triste y fatal recuerdo de las Canteras de San
Lázaro y de mi trabajo como presidiario en La Quinta de
los Molinos!"[17]

Luego apunta Fermín sus recuerdos de Zaragoza,
ciudad de la que tiene memorias imborrables, siempre junto a
Martí, sus estudios y las correrías bohemias, desde
el Palco 13 del Teatro Principal hasta las reuniones de
estudiantes e intelectuales en las que eran bien acogidos los
"insurrectos", "(…)en Zaragoza jamás nos
creímos deportados, ni en tierra
extraña"
[18]

En Zaragoza ambos amigos se alojan en pensión
humilde pero adecuada, en la calle de la Manifestación, en
casa de Félix Sanz, a quien Fermín denomina
"patrón valiente" tratando de estirar los pocos recursos
que le llegan de casa.

Reanudan sus estudios en la Universidad Literaria de
Zaragoza y se integran a la vida apacible y culta de esta amable
ciudad española, se hacen querer aquellos dos
jóvenes cubanos, Fermín más abierto y
alegre, Martí retraído y sereno, como hombre de
edad que no tiene. No disimulan sus tendencias políticas,
ni su amor a la patria cubana. Pulsan la temperatura
política de España y son testigo de la caída
de la República Española (enero, 1874) y de la
sublevación del pueblo aragonés, reprimido por las
fuerzas monárquicas.

"¡Oh, la barricada! Nada más
tristemente hermoso que aquel valor del hombre republicano de
Aragón contra la ferocidad del general Burgos que con sus
cañones Krupp, y por buscar un entorchado más,
asesinó hombres, niños y
mujeres"[19].

En cuanto a sus estudios de medicina Fermín se
revela como un estudiante aventajado, por lo que hizo un
irregular e intenso programa de estudio que lo lleva a ganar casi
dos años en su carrera para graduarse como
médico.

En el curso 1872-1873, matricula, siempre por
enseñanza libre, en la Universidad de Zaragoza la
asignatura que le queda del segundo año, Fisiología
Humana y las tres del tercero: Higiene Privada, Patología
General y Anatomía Patológica y Anatomía
Quirúrgica, Apósitos y Vendajes. Para aprobar las
tres primeras en Zaragoza y la cuarta en Valladolid.

En el siguiente curso 1873-1874, matriculó todas
las asignaturas que le faltaban para graduarse de licenciado en
medicina y cirugía, cinco en Zaragoza y seis en Madrid. En
la primera aprobó: Terapéutica, Materia
Médica y Arte de Recetar y Obstetricia y Patología
General de la Mujer y de los Niños. En la segunda no
examinó, sino en Valladolid, donde aprobó nada
menos que: Patología Médica, Patología
Quirúrgica, Clínica de Obstetricia, Clínica
Médica 1er Curso, Clínica Quirúrgica 1er
Curso, Higiene Pública y Medicina Legal y
Toxicología y le quedaron pendientes solamente los
segundos cursos de Clínica Médica y Clínica
Quirúrgica.[20]

En los dos años académicos de 1872 a 1874
Valdés-Domínguez al cursar las asignaturas de
Higiene Pública y Privada entra en contacto con la gran
Escuela de Higienistas de Cataluña, en pleno apogeo desde
años antes, que influirá en su vocación por
la medicina preventiva de la que fue pleno defensor y divulgar en
artículos periodísticos y estudios que distinguen
su trabajo como médico.

A fines de 1874 José Martí termina sus
estudios y embarca rumbo a América, Fermín queda en
España para terminar sus estudios de medicina. Le quedan
pendientes dos asignaturas para obtener el título de
licenciado en medicina: Clínica Médica y
Clínica Quirúrgica segundos cursos, que aprueba en
Zaragoza (1874-1875), posteriormente realiza y aprueba los
ejercicios del grado de licenciado en medicina y cirugía
el 26 de noviembre de 1875, en la Universidad Central de
Madrid.

Durante el siguiente curso, 1875-1876, matriculó
en la Universidad Central de Madrid, las asignaturas del
año del doctorado: Historia de las Ciencias
Médicas, Análisis Químicos aplicados a las
Ciencias Médicas y Ampliación de la
Histología Normal y Patológicas, pero la nostalgia
y la soledad son más fuertes y sin terminar estos estudios
regresa a Cuba.

Regreso a La
Habana

El 2 de enero de 1876 llega a La Habana procedente de
Cádiz, su familia vive aún en la calle Industria
122, esquina a San Miguel. Su padre es un venerable anciano,
lúcido e inteligente, preocupado por la felicidad de estos
dos hijos adquiridos que llenan sus últimos años
con el orgullo de verlos encaminados. Eusebio tiene un bufete en
la propia casa y la familia añora ver establecido a
Fermín como un respetable médico
habanero.

Por esta razón el 22 de abril de 1876,
Fermín solicita al rector de la Universidad de La Habana
que se le autorice a ejercer como médico, mientras espera
por sus correspondientes títulos de diplomado en medicina
y cirugía. Esta petición no fue autorizada por
faltar en el expediente universitario de Fermín el
título de Bachiller. Más de dos años
tardó en ser autorizado a ejercer, luego de zanjado estos
trámites recibiendo el título el 29 de abril de
1878.

El 25 de febrero de 1876 contrae matrimonio en la
Iglesia de Monserrate con Consuelo Quintanó Ramos, sobrina
de su madre adoptiva. El joven matrimonio permanece en la casa
paterna mientras esperan la autorización para que
Fermín pueda establecerse como médico en la
ciudad.

En medio de esta bonanza y felicidad personal que le da
el matrimonio, intercambia correspondencia con el joven
Martí, radicado en México junto a su familia. A la
distancia continua el entrañable afecto nacido en los
difíciles momentos de su primera juventud, cuando
incomprensiones familiares y compromisos políticos,
hicieron de Martí, un muchacho triste que solo
encontró entendimiento al lado de su maestro Mendive y del
"amigo del alma", con quien compartió ideas con respecto a
la patria esclava y la sociedad colonial enferma.

En febrero de 1877 le sorprende la llegada a su casa de
José Martí, está en Cuba de incógnito
bajo el nombre de Julián Pérez, viene de
México por pocos días y su razón más
importante es hacerse de algunas cartas de recomendación
de Don José Mariano Domínguez para personas que
él conociera en Guatemala, país donde pensaba
establecerse Martí y encontrar ayuda económica para
poder traer a su padre y hermanas de México para que se
reúnan con doña Leonor y el resto de la familia que
hacía varios meses ya estaban en La Habana. En el seno del
hogar de los Domínguez encontró el apoyo que
buscaba, tanto para traer y acomodar humildemente a su familia
como las cartas que inquiriera de Don José Mariano para
amigos en Guatemala.

La alta estima que tenía Martí por esta
familia va más allá de su amistad con Fermín
y Eusebio, está en el aprecio que le tienen a él,
los otros miembros de la familia y muy especialmente José
Mariano quien le pide sirva de testigo en su acto testamentario,
llevado a cabo ante el notario público Andrés
Monzón el 8 de febrero de 1877 y firmado valientemente por
José Martí con su nombre completo pese a su
delicado status de ilegal en la isla.

En La Habana Fermín continua su intensa vida
social, el 4 de septiembre de 1877 fue propuesto y admitido como
miembro de número de la Sociedad Antropológica de
la Isla de Cuba y reanuda su militancia masónica en la
Logia Fe Nº 6 que estaba bajo la jurisdicción de la
Gran Logia de la Isla de Cuba, el 21 de diciembre de 1877 fue
elegido "Orador" y por estos días fue nombrado Comisionado
por la Logia Perseverancia Nº 13 de Cárdenas, ante la
Gran Logia.

La ascendencia de Fermín dentro de la
masonería habanera de estos años queda demostrada
con su nombramiento dentro de la Comisión que estudia el
Proyecto de Unidad con los demás cuerpos masónicos,
junto con Enrique H. Licerff, Juan de la Caridad Pérez y
Bernardo Castaley.[21]

Mientras los cubanos y principalmente los habaneros,
viven momentos de inquietudes políticas en los que las
esperanzas de cambios en la isla van reencontrando una vía
reformista, más moderada, que le permita a los sectores
pudientes, de clase media y a los intelectuales, atemperarse a la
opción de libertad sin violencia y a la petición
"magnánima a España" de cambios dentro de la
monarquía, o sea sin independencia. La política
conciliadora del Capitán General Arsenio Martínez
Campos encuentra eco en esos sectores, principalmente entre la
burguesía criolla, interesada en terminar la
guerra.

El resultado de estos cabildeos fue el acuerdo del
Zanjón en febrero de 1878, firmado por la fracción
más conservadora de los insurrectos y que pese a la viril
protesta del Mayor General Antonio Maceo al frente de los
combativos orientales, terminó con la insurrección
de los cubanos.

A estas corrientes autonomistas fortalecidas tras el
"Pacto del Zanjón" se unieron muchos cubanos de buena fe,
esperanzados en alcanzar de España al menos el mismo
status que las provincias peninsulares. Ser autonomista en 1878
no suponía una traición al patriotismo cubano, era
por el contrario una forma de afirmar y continuar el sentimiento
nacionalista y la forma de hacer patria dentro del
período.

Fermín Valdés Domínguez forma parte
de los que se unen al autonomismo y su labor como la de otros
intelectuales de su época hizo posible que los problemas
de Cuba dejaran de tratarse en círculos cerrados, para ser
del dominio público a través del lenguaje moderado
de la prensa autonomista.

En agosto de 1878 regresa a La Habana, José
Martí, encuentra los brazos abiertos del amigo y su
familia, durante varios días convive en la casa de
Industria 122. Sus esposas están embarazadas y paren casi
simultáneamente: Carmen y Martí tendrán un
varón, José Francisco Martí Zayas
Bazán, nacido el 22 de noviembre de 1878, pocos
días antes, Consuelo y Fermín, tienen una
niña, Consuelo Amparo de las Mercedes, nacida el 9 de
noviembre de 1878.

El 6 de diciembre de 1878 muere el venerable José
Mariano Domínguez Salvajauregui, tenía 93
años y deja a sus hijos una moderada fortuna administrada
por Eusebio, quien al contrario de su padre no supo manejar bien
los fondos familiares y pierden la herencia paterna.

Pese a la permanencia en La Habana durante algo
más de un año, llama la atención la falta de
referencia a José Martí en la documentación
de Fermín Valdés Domínguez y el silencio que
sobre el amigo mantiene Martí en el
período.

Viven en la misma ciudad durante estos meses de
agitación política, en los que Martí se
empeña en dejar bien claro su posición
independentista en discursos, conferencias y brindis de
ocasión, en tanto que no hay testimonio de que
Fermín frecuente los mismos círculos que su joven
amigo, tal vez sean las diferentes posiciones dentro del panorama
político cubano lo que hace este silencio.

Dos cartas de Rafael María de Mendive que se
conservan en los fondos de Fermín Valdés
Domínguez del Museo Casa Natal de José
Martí, dejan muchas interrogantes sobre las relaciones de
Fermín y Martí en esta etapa.

Ambas misivas están fechadas a finales de 1879 y
dirigidas por el maestro de ambos a Fermín. En la primera
(28 de septiembre de 1879), Mendive le da el pésame a
Fermín por la muerte de su hija y no hay una sola
referencia a la deportación de Martí ocurrida el 25
de ese mes, un día antes de la muerte de la hija de
Fermín, hecho muy conocido en los círculos
habaneros del momento.

La segunda (7 de octubre de 1879) reitera la ausencia de
comentarios sobre la salida de Martí de La Habana, un
hecho que atañe a ambos y que ha tenido repercusión
en los grupos intelectuales de la ciudad. Mendive en esta carta
se presenta como un anciano derrotado por la vida, fracasado, que
le cuenta al ex discípulo sus penurias económicas,
su soledad y le reitera el pésame por la hija
muerta.

Las diferencias de posiciones políticas de
José Martí con sus dos más caros afectos de
la primera juventud, parecen ser el motivo de este silencio que
durará hasta 1887 cuando Martí vuelve a escribirle
a Fermín Valdés Domínguez.

José Martí es un independentista, no cree
en España y pese a que embrida sus ideas, se desboca la
libertad a cada paso y en cuanto tiene oportunidad contacta con
los patriotas que siguen creyendo en la independencia.

Fermín milita en el Partido Liberal Autonomista,
no es un simple miembro de filas, redacta y escribe para la
prensa de los cubanos que creen en España, aunque su
moderada posición política, no enfriará sus
ardores patrióticos, su amor a Cuba y sus simpatías
por los humildes.

A finales de 1879 Fermín reside en la barriada
del Cerro, su estado anímico está muy quebrantado
por las muertes del padre y la hija, y las desavenencias con
Eusebio, dado el carácter uraño y la
inclinación mística de este, que hace desaparecer
la fortuna familiar en donativos a la Iglesia, mala
administración y los caprichos de su lunático
hermano de crianza.

También hay que tener en cuenta que como
médico general no ha podido hacerse de una clientela
estable, prosperar y mantener un consultorio. Su altruismo por un
lado y sus múltiples ocupaciones sociales por otro, no
hacen de él un médico triunfador, con entradas
seguras y clientes solventes, a la usanza de la
época.

Por esta razón tiene que aceptar un cargo de
médico municipal en Santiago de las Vegas, con sueldo fijo
pagado por el estado, radicándose en aquel poblado desde
1879 hasta 1885., donde desarrolló una encomiable labor
como profesional y ganó las simpatías de los
trabajadores de esa localidad en cuya compañía
conoció de las ideas y reivindicaciones sociales que estos
defendía y por la cual fue sintiendo una simpatía
natural que se conjugaba con su postura de luchados por la
independencia de Cuba.

Fermín estuvo entre los impulsores de la
creación del Centro de Instrucción y Recreo de
Santiago de Las Vegas junto al destacado sindicalista y luchador
social Enrique Roig de San Martín, y otras personas
destacadas en la vida social y cultural de aquella
población. El 5 de febrero de 1882 se crea esta
institución presidida por Roig de San Martín, y
completando la directiva estaban el Dr. Fermín
Valdés Domínguez, el Lic. Fina Mauri, el abogado
José Filomeno González y los señores Pedro
Lima, José María Pérez, Carlos del Amo,
Manuel Hernández, Rafael Bravo, Manuel Morera, Juan
Díaz Muro, Juan Garbalosa, Pedro Díaz Lazo, Carlos
Cayro y Modesto Morales. Como Secretario, Félix
León.

Luego de una breve estancia en La Habana Fermín
se radica durante varios meses en el ingenio "Agüica" en la
zona de Colón, provincia de Matanzas, en igual
responsabilidad de médico municipal hasta julio de 1885 en
que vuelve a La Habana.

De ese período son las publicaciones más
antiguas que hemos encontrado de Valdés Domínguez,
correspondiente a sus colaboraciones con el periódico "El
Liberal de Colón", donde aparece su artículo,
"El primer beso y los primeros dolores"(mayo, 1884), en
el que hace gala de sus conocimientos clínicos de higiene
y epidemiología pediátrica:

"Misión de consuelo es la medicina; nadie
como la madre sabe apreciar lo que esta le brinda, y es esto
así porque en ellos ven asegurado algo que estiman
más que a sus vidas: la de sus hijos. A ellas pues dedico
los pobres esfuerzos de mi escasa
inteligencia"[22]

Luego reseña las enfermedades más comunes
entre los niños y su tratamiento preventivo según
cuadro clínico, con un lenguaje apropia para las personas
a quien va dirigido.

Otros trabajos suyos sobre temas pediátricos
fueron: "La madre y el médico", "Un caso de
tétano infantil" y "El cuarto del niño
enfermo
", entre otros.

De regreso a La Habana a finales de 1885 desarrolla una
activa colaboración con la prensa de la ciudad, primero
como divulgador científico, destacándose como
higienista y admisión en clubes y sociedades
públicas: En marzo de 1886 el Nuevo Liceo lo cuenta entre
sus socios y el 24 de mayo de 1886 la Sociedad Económica
de Amigos del País le concede su
membresía.

Se hace muy activa su participación dentro del
Partido Autonomista, gozando de la amistad de Rafael Montoro y
José de Armas y Cárdenas, connotadas figuras del
Partido.

En la prensa de la ciudad se publican sus trabajos
científicos referidos a las enfermedades que más
afecta a los obreros tabacaleros: "Causa de algunas
enfermedades de los obreros elaboradores del tabaco" y
"Contribución al estudio de la etiología de la
tuberculosis"

Este último trabajo le valió su
admisión como miembro titular de la Sociedad de Estudios
Clínicos de La Habana (1886) y su nombramiento como
miembro del Consejo de Redacción de la Revista
Crónica Médico-Quirúrgica de La
Habana.

Estos artículo son considerados por los
especialistas cubanos precursores de los estudios sobre higiene
del trabajo en Cuba, dado el conocimiento que tenía de los
principios defendidos por la escuela de Higienistas Catalanes,
una de las precursoras en el mundo de estos estudios en el siglo
XIX y la que conoció durante sus estudios en
España.

En su artículo sobre las enfermedades más
comunes de los tabaqueros, Fermín revela una franca
simpatía por los trabajadores manuales:

"No se esconden para el médico los dolores y
las miserias que sufren nuestros nobles obreros, esos hijos del
trabajo que son los mantenedores del progreso y el bienestar de
los pueblos que viven triste vida de penas físicas y
morales y mueren como héroes cambiando sus débiles
cuerpos por un pedazo de pan con que alimentar a sus pobres
hijos."[23]

Describe además los efectos de la nicotina sobre
los fumadores: faringitis y amigdalitis crónicas,
cáncer de los labios, la lengua y el estómago, este
último por la costumbre de mascar tabaco,
ateniéndose a estudios de médicos higienistas
españoles seguidores de los precursores catalanes en esta
especialidad.

En ese mismo artículo se pregunta
"¿Podrá dudarse de que una atmósfera
saturada por las emanaciones de las hojas del tabaco por la
maceración para ser torcidas sea la causa de profundos
trastornos en el organismo de los que tienen que trabajar durante
todo el día bajo su venenosa
acción?"[24]

El 8 de julio de 1886 presenta su trabajo de ingreso
como miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos
de La Habana "Contribución al estudio de la
etiología de la tuberculosis
", que aparece en el
libro 3ro. de actas de la Sociedad, a folio 29. En este trabajo
Valdés Domínguez abunda sobre sus planteamientos
hechos en el artículo anterior y trata de probar que la
posición forzada que son obligados a adoptar los obreros
tabacaleros es una de las causas predisponentes más
importantes de la tuberculosis pulmonar en
ellos.[25]

El autor se fija sobre todo en la actitud viciosa que
toma el cuerpo, que a largo plazo produce semiatrofia de ciertos
músculos torácicos por inmovilidad y como
consecuencia compresión pulmonar. Incluye cuatro de sus
observaciones clínicas y finaliza proponiendo la
modificación de las mesas de
trabajo[26]

El 2 de septiembre de 1886 aparece un nuevo trabajo de
Fermín dirigido esta vez a exponer el resultado de
tratamiento del tétano infantil: "Tétanos infantil.
Curación. Apuntes para una observación
clínica", en el que expone los alentadores resultados
obtenidos en la curación de una enfermedad por lo general
mortal en niños recién nacido y provocado por la
infección del ombligo.

Como es de notar el trabajo médico del doctor
Fermín Valdés Domínguez se dirige a
desarrollar una cultura de la higiene como premisa para una buena
salud, principios que aplica tanto en el tratamiento
pediátrico como a la higiene del trabajo, basado a su
conocimientos y los estudios de los higienistas catalanes
precursores de esta rama de la salud humana.

En la sesión solemne del 14 de octubre de 1886
presenta Valdés-Domínguez su último trabajo
ante la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, a la
que sin embargo seguirá perteneciendo hasta el 20 de
agosto de 1899. Este estudio titulado "Enfermedades de origen
bacteriano"
que se publica en la revista Crónica
Médico-Quirúrgica de La Habana
, es un estudio
de mucha importancia pues se sitúa entre los primeros
trabajos sobre bacteriología en Cuba.

En su investigación defiende la teoría
bacteriana del origen de enfermedades infecciosas en contra de
los que creían que los fenómenos químicos de
la fermentación eran la causa de estas epidemias,
colocándose entre los precursores de estas ideas en Cuba.
En su ponencia Fermín demuestra tener un amplio
conocimiento del estado de los estudios de bacteriología
en el mundo citando fuentes y autores, además de citar a
los investigadores que en Cuba habían trabajado esta
especialidad, aún antes de los estudios significativos de
Carlos Juan Finlay.

Como muestra su activa participación como miembro
de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana
Fermín Valdés Domínguez estuvo muy al tanto
de lo que se investigaba en su medio en cuanto a lo relacionado a
las enfermedades infecciosas, estudios sobre higiene y la
prevención, a más de sus incursiones en las
enfermedades profesionales de los tabaqueros, sector que
conocía muy bien por su acercamiento a ellos no solo como
pacientes, sino desde el punto de vista de afinidad
clasista.

La sección "Folletín" del diario "El
País"
publicó muchas colaboraciones de
Fermín Valdés Domínguez, entre 1885 y 1886,
en ellas escribe de variados temas, critica literaria, cultura y
ciencias, muchas de estas colaboraciones reproducidas por los
periódicos Diario de Matanzas y Liberal, de
Colón
, lugares donde era conocido por su trabajo como
médico.

Algunos de estos trabajos en la sección
"Folletín" están referidos a sus maestros, Rafael
María de Mendive y Anselmo Suárez y Romero, en los
que además de la alta valoración literaria de ellos
hay una nostálgica evocación de su juventud en el
colegio San Pablo.

Bajo el seudónimo de "Abdallach", Fermín
reseña actividades del Nuevo Liceo, en alguna de las
cuales habló a pedido de los socios, el 20 de octubre de
1885 en una de estas veladas se refiere al tema de la libertad y
el valor de la instrucción para la mejoría humana
terminando su discurso con el poema de Mendive, "Los
Dormidos".

En octubre de 1885 Fermín critica las actividades
del poeta José Fornaris, por lo que el cree es una falta
de patriotismo y causa de desinterés de la juventud cubana
por las cosas "serias". Lo acusa de ser el instigador del
"Círculo Habanero", institución de educación
y recreo que define como lugar de "juegos y de bailes"

Colaboró con el Diario de la Tarde, en
1886, con un artículo sobre Tristán Medina y una
crónica titulada "Montoro en Jesús del
Monte
". Ese mismo año aparece en el periódico
La Unión su crónica homenaje a
Rosalía de Castro Murguis, eminente poetisa gallega y la
reseña del acto de homenaje que se le rindió en La
Habana en el que se leyeron poemas de Rafael María de
Mendive y usó de la palabra Rafael Montoro

Fiel a la línea política del autonomismo
Fermín puso sus mejores empeños en divulgar y
defender el programa de este, destacándose como orador,
publicista y político militante. Su momento más
alto dentro de la política en la isla ocurre a mediados de
1887 al aspirar a la candidatura a diputado por la Junta
Provincial Autonomista de Matanzas, pretensión que se vio
frustrada por la oposición de Carlos Eugenio Orbis,
presidente de dicha junta.

La reacción de Fermín fue violenta y
desmesurada, dejándose llevar por el carácter
impulsivo que más de una vez lo conducirá a
situaciones similares. Ya en 1886 había tenido igual
reacción con el Doctor Raimundo de Castro, por atender a
un paciente de este y en septiembre del propio 1887 se bate a
pistola con el director del diario integrista habanero "La
Iberia",
Andrés de la Cruz Prieto, por llamarlo
cobarde. Posteriormente tendrá varios incidentes parecidos
que marcarán no solo su vida, sino sus escritos siempre
prestos a la respuesta tajante, el juicio imprudente y sin medias
tintas, que le ganó no pocos enemigos.

La llegada a La Habana en enero de 1887 de Fernando de
Castañón, hijo del reaccionario periodista
español Gonzalo de Castañón, muerto en Cayo
Hueso en duelo con un cubano, fue aprovechada por Fermín
Valdés Domínguez para tratar de reivindicar la
inocencia de sus compañeros fusilados en 1871 y acusados
de profanar la tumba de dicho personaje.

Aquellos jóvenes aún permanecían en
una fosa común en las afueras del cementerio de
Colón, llevando el baldón de la calumnia, sin que
se le hubiera hecho justicia.

Esta era la intención de Fermín
Valdés Domínguez, condiscípulo de los
jóvenes mártires, juzgado él también
con el resto de la clase de primer año, quien no
había olvidado el agravio y se disponía a enmendar
el "error político" que le costó la vida a sus
hermanos:

"Señor
Castañón:

No en nombre de los que como yo sobrevivimos a los
sucesos del 27 de noviembre de 1871, sino en memoria de mis
compañeros muertos, vengo a suplicarle que tenga la bondad
de darme una carta en donde conste que ha encontrado Ud. sano el
cristal y sana la lápida que cubre el nicho de su
señor padre, desmintiendo este hecho el estigma de
profanadores que llevó a la muerte a niños
inocentes"
[27]

La respuesta de Castañón confirma lo que
ya había dicho oralmente a Fermín cuando este se
personó en el cementerio Espada con la misma
petición, que no se observan ni en el cristal ni en la
lápida, signo de violencia y que hacía esta
declaración no para hacer de ella tema de lucha
política, sino para reparar un hecho que pertenecía
a la historia.

Con estas declaraciones en sus manos Fermín
solicita al periódico La Lucha( 19 de enero de
1887), la publicación de los testimonios de Fernando
Castañón y del periodista José F.
Triay[28]en el que afirman que la tumba de Gonzalo
de Castañón no había sido profanada y por
consiguiente los jóvenes eran inocentes.

La noticia trasciende a la sociedad habanera que se
conmueve y admira ante la audacia de Fermín, por publicar
lo que todos sabían pero que nadie se había
atrevido a publicar en dieciséis años. Una ola de
simpatías por Fermín y las opiniones encontradas de
los habaneros, reavivaron en el pueblo la necesidad de rendir
homenaje aquellos mártires.

Fermín no se detuvo en esto sino que propuso
exhumar los restos de los fusilados ese día. Por ese
motivo el 7 de febrero de 1887 reunió en su casa a varios
de los sobrevivientes de aquellos sucesos para coordinar el modo
de trasladar los restos de sus compañeros al cementerio de
Colón, ya que estos permanecían sepultados en fosa
común en una zona aledaña al mismo conocida como
San Antonio Chiquito.

Se creó una Comisión presidida por
Fermín y compuesta además por Guillermo del Cristo,
secretario y Miguel Franca Mazorra, tesorero. El primer acuerdo
fue solicitar autorización a la familia para la
exhumación y traslado de los restos y al obizpado de La
Habana dueño del cementerio para que diera su permiso para
efectuar este acto.

El 8 de marzo de ese año se inició la
exhumación de los estudiantes fusilados, acto
tristísimo al que acudió Fermín junto con
otros familiares y compañeros de los muchachos
sacrificados. Los restos fueron encontrados el día 9 tras
un penoso y largo esfuerzo, pues el tiempo, la humedad y el hecho
de haber sido sepultados directamente en tierra aceleraron la
descomposición de los restos. Finalmente fueron
trasladados al panteón de la familia Álvarez de la
Campa, en espera de la construcción de un panteón
para ellos.

Realizada la exhumación, la Comisión
presidida por Fermín procedió a una
suscripción pública, apoyada por algunos medios de
prensa habaneros, para levantar una tumba monumental digna de los
jóvenes inocentes. Cientos de contribuyentes colectivos e
individuales, de prestigiosas instituciones sociales y culturales
o de humildes talleres de tabaquería fueron aportando
dinero para tan noble causa.

Es asombroso constatar lo hondo que caló en el
pueblo cubano este acontecimiento, reflejado en los documentos
que conservó Fermín[29]en los que se
encuentran listas de contribuyentes de La Habana, de ciudades del
interior de Cuba y la entusiasta contribución de los
combativos y patrióticos emigrados cubanos de Tampa y Cayo
Hueso, en la Florida, Estados Unidos

El mismo Fermín preparó una nueva
versión del libro que sobre los hechos había
publicado en España, ahora bajo el título, "El
27 de noviembre de 1871
", en una edición de cuatro
mil ejemplares salida en marzo de 1887 y agotada
rápidamente. Todo lo recaudado por ese concepto fue
dedicado a erigir el Mausoleo. En mayo de ese propio se hizo una
segunda edición, con nuevos capítulos agotada
también con rapidez.

Esta labor reinvindicadora fue atentamente seguida por
José Martí desde los Estados Unidos que ve en la
misma un factor de unidad de todos los patriotas en Cuba y fuera
de ella, que podría tener una repercusión en los
futuros planes independentistas que ya el gestaba.

En febrero de 1887 José Martí, tras un
largo silencio de nueve años se comunica con el amigo en
carta larga y sentida en la que comunica en primer lugar la
muerte de su padre Mariano Martí para dar paso luego a su
opinión sobre la actitud de Fermín en los
acontecimientos reinvindicadores de los estudiantes de medicina
fusilados en 1871:

"(…) Mi dolor Fermín, es verdadero y
grande; pero la bravura y nobleza que acabas de dar muestra han
podido consolarlo. Hace tiempo que nonos escribimos; pero acabo
de leer tus cartas en La Lucha y la relación de lo que
vale más que ellas, el acto tuyo que las provoca, -y no
puedo reprimir el deseo de apretarte en mis
brazos.

"Tú has hecho con singular elevación,
lo que acaso nadie más que tú se hubiera
determinado a hacer. Lo has hecho sin pompa y sin odio como se
hacen cosas verdaderamente grandes (…)¡Oh! Si por
desdicha hubiésemos estado en guerra, podría
decirse, Fermín que tú solo has vencido a muchos
batallones"[30]

La carta llega a Fermín en un difícil
momento familiar, empeñado en cuerpo y alma en la
exoneración de sus compañeros, está sin
empleo, enfermo, pobre y enemistado con su hermano
Eusebio:

"Cuando dos hermanos han dejado de verse y se
encuentran en la vida atraídos por la fuerza amorosa de
sus almas, enmudecen los labios y lloran; (…) te juro que
ningún aplauso ha sonado en mis oídos con
más gusto para mi que tu carta cariñosísima
que he leído y releído con toda mi
alma.

"Y esto sin embargo hoy tranquilo. Sigo mi
misión o mejor dicho cumplo mi deber y
¡adelante!"[31]

A partir de este momento se restablece entre ellos una
fluida comunicación en la que Martí alienta a
Fermín a continuar la obra emprendida en la
creación de un monumento a los estudiantes fusilados y
sigue al amigo en su esfuerzo por hacer justicia.

En este empeño hecho público
contará con el apoyo de la opinión pública
cubana, tanto en la isla como en la emigración y contacta
con el escultor cubano más importante del momento
José Vilalta y Saavedra, residente en Italia para que se
hiciera cargo de la ejecución de la tumba. El 8 de mayo de
1887 el joven escultor cubano le escribe a Fermín desde
Carrara, Italia donde estudia en la Regia Academia de Bellas
Artes:

"(…) he pensado enseguida en hacer y mandarle mi
boceto en dibujos del Monumento basándome en el punto de
vista filosófico histórico de los sucedido, pero
sin hacer ninguna alusión política
(…)[32]

A petición de Fermín José
Martí escribe un artículo para el periódico
La Lucha (9 de abril de 1887): "Desde Nueva York.-
Fermín Valdés Domínguez, por José
Martí
", de gran repercusión entre los
cubanos.

En el mismo Martí recuenta los sucesos del 27 de
noviembre de 1871, con mucho cuidado y moderación, pero
sin dejar de señalar el ciego odio que llevó a los
hechos:

"¡El hierro no se ha calentado todavía
a fuego bastante intenso para marcar como fuera debido la frente
del primer infame!.

"(…)¡Día radioso será para
Fermín Valdés Domínguez y digno de su
carácter y su gloria, cuando al entregar a la patria el
mausoleo de los muertos vindicados por su esfuerzo, alcance a
ver, en el silencio religioso del gentío, a los mal
aconsejados que nos los arrebataron, desceñidas las armas
y con las cabezas
descubiertas"[33]

La obra reinvindicadora de Fermín lo hacen una
persona muy conocida y popular en los medios intelectuales
habaneros, donde se le solicita con más asiduidad para
dictar conferencias, usar de la palabra, presidir actos de
beneficencia, políticos y de otra índole. En medio
de estas actividades los autonomistas ayudan a Fermín a
fundar un nuevo periódico junto con Antonio Zambrana,
desde el cual se hace eco de las ideas del partido ganando
adeptos y simpatizantes entre las clases medias y más
humildes.

La línea editorial de este vespertino era la
defensa de las ideas autonomistas, las virtudes del cubano para
el autogobierno dentro de la monarquía y la
exaltación patriótica de los méritos
nacionales. Hay en el periódico una marcada
simpatía por los trabajadores manuales.

El Cubano, que es el nombre de este
periódico, defiende y divulga las buenas costumbres del
criollo, sus aptitudes para el autogobierno y las virtudes de los
habitantes de la isla. Desde sus páginas Fermín
critica al poeta José Fornaris al considerar que su
recién fundado Liceo alienta a los cubanos al
entretenimiento ligero y menos instructivo; desde su diario
arremete contra el danzón, considerándolo baile
indecente, al tiempo que resalta las virtudes de ilustres cubanos
como Anselmo Suárez y Romero, José de la Luz y
Caballero, José Joaquín Palma, Felipe Poey y su
maestro Rafael María de Mendive, a quien llega a calificar
como "el mejor poeta vivo" de la isla; todo esto en
artículos escritos con vehemencia como era su
característica al defender lo que creer justo.

Tras unos meses al frente de este periódico
Fermín comienza a notar la actitud colaboracionista de la
cúpula del Partido Liberal Autonomista, y la pasividad de
los diputados a Corte por este partido al plegarse a las
presiones del Ministro de Ultramar y la bancada integrista en
cuanto a las aspiraciones de reforma de los autonomistas. Ante
esta situación decide renunciar a la dirección del
periódico El Cubano.

En carta dirigida a Ricardo del Monte, director del
principal diario autonomista de la isla, El País
y fechada el 2 de julio de 1888 le expresa sus
razones:

"Dr. Sr. Ricardo del Monte, director de "El
País"= distinguido amigo correligionario:= A dicho V. A mi
amigo el Sr. José Varela Zequeira que yo inspiraba los
artículos que se publicaban en "El Cubano"; Y esta
afirmación de Ud. me obliga a tomar la pluma para negarla
públicamente porque envuelve una ofensa(…) Como
autonomista dije al país –con mi último
artículo- lo que sentía, lo que siento, lo que me
apena como cubano.= Ante la oprobiosa situación, que nos
degrada, no bastan las protestas aisladas, ni publicar alguna vez
artículos gallardamente escritos y sentidos con el
más amargo pesimismo: es necesario algo más(…);
pero la Junta Central se opuso al retraimiento, y lo
condenó "El País", y se piensa que toda la
ilegalidad del Bando ha desaparecido, gracias a un acuerdo entre
un ministro y uno de nuestros diputados; y lo que han dado
representación a los miembros de la Central, o han
permitido que estos la den a otros, nada dicen: (…) ante esta
situación ridícula y anti-patriótica
entendí que debía callar y dejé la
dirección en "El Cubano"(…)

(…)Yo no quise romper con los hombres de mi
partido y dejé la dirección de mi diario esperando
el día en que mis predicaciones se vean cumplidas, y en
que todos escribamos inspirados tan solo en el amor de nuestra
patria y sin sujetarnos a la voluntad de los ministros
españoles: muy dados a ofrecer, pero nunca dispuestos a
salvar nuestra angustiosa vida política económica
(…)"
[34]

Fermín está decepcionado de los rejuegos
politiqueros de los autonomista y se separa del mismo en los
momento en que ya tiene un prestigio en la sociedad habanera,
tanto por su periodismo, como por su esfuerzo al frente de la
Comisión para reivindicar a los estudiantes de medicina
fusilado en 1871.

El 6 de junio de 1888, El Cubano publica un
editorial firmado por La Dirección que por el
estilo en que esta escrito parece obra de Fermín, ya
formalmente alejado de la dirección del diario, en el que
critica a la Junta Central del Partido Autonomista por dar la
callada por respuesta ante la renuncia de Fermín a la
dirección del periódico en protesta por la
política del partido autonomista.

Discretamente se hace a un lado y prefiere regresar a su
humilde puesto como médico municipal a convertirse en
cómplice del colaboracionismo con la metrópoli. Se
aparta discretamente de la vida pública habanera y decide
marchar a la lejana ciudad de Baracoa donde se establece como
médico a partir de noviembre de 1888.

La década de los ochenta del siglo XIX es el
período de madurez intelectual de Fermín
Valdés Domínguez, por su amplia
participación social en el debate intelectual de la
época con sus colaboraciones para la prensa habanera, su
presencia en prestigiosa instituciones criollas de la
época y sus escritos de carácter médico,
principalmente en el tema de la higiene y la prevención
dada su experiencia como médico municipal.

En ocasiones su ímpetu y ardor parece dominar su
prosa directa, pero en otros momentos la mesura trae elegancia a
su manera de decir las cosas, reflejando un espíritu
inquieto, batallador y curioso, en ocasiones pesimista e
inconstante en la consecución de sus objetivos.

En sus momentos más brillantes de este
período no le falta el aliento y consejo de su gran amigo
José Martí, quien lo conoce bien y sabe influir con
mucho tacto en aquella alma gemela de la suya.

Su renuncia a una vida capitalina y la mesura de su
actuación en la ciudad de Baracoa, deja entrever la
posible influencia de la frecuente comunicación con
Martí reanudada en 1887 y que permite al Apóstol
seguir al amigo, apoyarlo en sus propósitos, que son
comunes y convertirlo de hecho en un corresponsal confiable sobre
la situación en una región que Martí sabe
determinante en la reanudación de la guerra por la
independencia: Oriente.

En lo personal, se reduce cada vez más su
pequeña familia, el 14 de diciembre de 1887 muere su
hermano de crianza Eusebio Valdés Domínguez, el
mismo que avergonzado de su condición de expósito
esconde el Valdés tras un V y que había convertido
su vida en un amargo ejercicio de expiación y soledad, tal
vez llevado por su carácter uraño y el fracaso de
sus aspiraciones. En los últimos años no se
veían mucho y un gran rencor había crecido entre
ambos, dado el egoísmo y la mala administración que
hizo Eusebio de la herencia común. Murió en
Industria 122, en la cual ya no vivía Merced
Quintanó, la madre adoptiva de los dos, quien meses
después muere en una casa de la calle San Nicolás,
el 1º de marzo de 1888.

Estancia en
Baracoa

El 3 de noviembre de 1888 le da la bienvenida a la
Ciudad Primada de Cuba el periódico "El
Baracoano":

"Bienvenida:

Cordialmente se las damos al inteligente y
distinguido Doctor en Medicina D. Fermín Valdés
Domínguez, autor del bien escrito folleto "El 27 de
noviembre", quien tantas simpatías se ha captado en esta
isla por sus generosos sentimientos al depurar y señalar
ante las conciencias honradas los funestos resultados que
ocasionan las pasiones bastardas cuando se albergan en
pensamientos extraviados.

"El Sr. Valdés Domínguez como
médico es también bastante conocido por sus
trabajos en La Habana en la Asociación de Estudios
Clínicos, en la Junta Central de Vacunas, en la Academia y
Sociedad Antropológica, así como por sus
actividades como Médico Municipal tanto en La Habana como
en Santiago de las Vegas, en donde entre otros cargos
desempeñó la plaza de médico del Centro de
Instrucción, mereciendo un honroso atestado por el
tratamiento de la fiebre
amarilla"
[35]

La llegada de Fermín a Baracoa fue un momento
importante en su vida, pues como el mismo dice le permitió
conocer a muchas personas nobles que "(…) no se enervaban
en los vicios que quitan fuerza al brazo y nobleza al
alma"
[36]

Durante su permanencia en Baracoa, que duró hasta
1893, recorrió con mucha frecuencia la serranía que
circunda la villa y pudo conocer las condiciones de vida de los
campesinos de la zona, su disposición patriótica y
adentrarse un poco en la cultura de los primitivos pueblos que
habitaron la región:

"Entre aquellos hombres estudié el insecto
que destruía los cocales y por ellos pude coleccionar
valiosos recuerdos de la triste vida de los
indios.

"Lloré en las solitarias márgenes del
río Ovando de oscuras y sombrías aguas, -al conjuro
de la crueldad con que fueron allí perseguidos los indios
por el déspota español (…)

"¡Oh! Cuántas veces detuve mi caballo
en las " Murallas de Pueblo Viejo" –lugar en donde(…)
tuvieron los indios un caserío y en el que se encuentran
restos de ollas de barro y los instrumentos de sílice que
le servían para trabajar la piedra y a los que se le da
equivocadamente el nombre de "piedra de
rayo
"[37]

En Baracoa Fermín se adapta a la sociedad
pueblerina que lo admira y abre sus salones, sociedades y
periódicos para incorporarlo de modo significativo y
sincero.

Desde los primeros momentos colabora con los
periódicos, El Baracoano y El Pueblo,
desarrollando temas de perfil médico y de interés
público, impulsando desde su puesto como médico
municipal y forense la creación del Hospital de la
Caridad, la vacunación contra enfermedades infecciosas,
entre ellas la tuberculosis, para lo cual utiliza la linfa del
vacilo de Koch, adquirida con su propio dinero y suministrada a
los pacientes pobres de forma gratuita. Viaja constantemente no
importa lo intrincado del lugar, para asistir a todos los que le
necesitaban.

Desde hacía varios años la región
era asolada por una plaga que afectaba a los cocoteros de la
región, causando graves perjuicio a una de las
producciones mayores de Baracoa. Se desconocía a ciencia
cierta que provocaba la enfermedad en los cocoteros, por lo que
en agosto de 1890 se trasladó a la zona el Doctor Carlos
de la Torre y Huerta dispuesto a encontrar la causa del mal, para
emprender las investigaciones contó con la ayuda de
Fermín Valdés Domínguez y entre ambos
encontraron que la plaga era producida por un insecto
hemíptero de la familia de los Cóccidos
(Cochinilias o Güagüas)

Este resultado científico tuvo una
repercusión grande en los medios científico de la
isla dado el valor económico de los nueces de coco de
Baracoa y el Doctor Carlos de la Torre reconoció en la
prensa habanera el protagonismo de Fermín en este
hallazgo.

Partes: 1, 2, 3
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