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La figura del artista en tres cuentos de Kafka




Enviado por araceli



Partes: 1, 2

    "Me opongo por completo a todo lo que sea
    hablar…

    Para mí, el discurso quita toda seriedad e
    importancia a lo que digo…

    Soy callado por convicción, también
    por necesidad.

    Sólo el escribir es la forma de
    expresión apropiada a mi persona."

    Cartas a Felice

    El presente trabajo tiene como objetivo tratar de
    demostrar cómo se configura la imagen del artista en tres
    cuentos de Franz Kafka : "Josefina, la cantora o el pueblo de
    los ratones", "Un artista del hambre" y "La
    construcción".
    Se establecerán algunas
    semejanzas y diferencias en el tratamiento de dicha figura en
    cada texto. También se señalarán algunos
    aspectos de las relaciones artista-público, artista-obra.
    Finalmente, se tratará de arribar a algunas conclusiones
    parciales acerca de lo expuesto.

    Tanto en "Josefina…" como en "Un artista…", aparecen
    planteos generales semejantes; se podría decir, planteos
    de índole social reflejados en la relación
    artista-público.

    En el primer relato, aparece un narrador que participa
    de los hechos contados y que pertenece al mismo pueblo que la
    cantora. Él nos brinda un perfil de la artista al que
    llega por medio de sus cuestionamientos sobre el arte en general,
    y sobre el arte de Josefina, en particular.

    En el país, Josefina constituye una
    excepción; el resto del pueblo está inmerso en el
    mar de las preocupaciones cotidianas, razón por la cual no
    pueden elevarse a cosas tan alejadas como la música. Y
    aunque todos, también Josefina, saben que el chillido es
    "la aptitud artística del pueblo", cuando están
    frente a ella comprenden que lo que Josefina "chilla" no son
    "chillidos".

    Esta es la razón de que a la cantora no le
    importe la "simple admiración". Ella desea ser admirada en
    su exacta medida. Esta es su condición de
    artista.

    El arte del ayunador consiste en poder gobernar la
    necesidad de alimentarse ya que no hacerlo implicaría una
    traición al "honor de su profesión". Como Josefina,
    también necesita del público. Las visitas a su
    jaula, tan anheladas por el artista, constituían, por una
    parte, el "objeto de su vida", y, por otra, el objeto de su gran
    temor porque nadie lo toma en serio.

    Pueden establecerse ciertos paralelismos entra Josefina
    y el ayunador. Josefina es uno de los pocos habitantes del pueblo
    que puede permanecer callada. El ayunador, por el contrario no
    puede dejar de ayunar; nunca abandonó su jaula por propia
    voluntad. La cantora, en ciertas circunstancias, debe esforzarse
    terriblemente para lograr "algo parecido al chillido". Por otra
    parte, ella elige su destino: un día decide dejar de
    cantar. El artista del hambre no tiene que hacer ningún
    esfuerzo para poder ayunar porque para él es la "cosa
    más fácil del mundo". Como una niña,
    Josefina se enfurece, maldice y "patalea" si su auditorio no
    está concurrido. El ayunador, en cambio, no sufre porque
    su auditorio sea pobre sino porque nadie, nadie puede "tomarlo en
    serio". El artista no goza de la confianza de su público,
    nadie le cree. Está solo. Él mismo es el verdadero
    "espectador de su hambre". Estas circunstancias constituyen el
    motivo de su eterna melancolía, de su
    insatisfacción. Esta sería su condición de
    artista.

    Todo lo contrario sucede en "La construcción",
    metáfora de la obra artística. El dilema
    aquí se centra ya no tanto en lo social sino en la
    relación del artista con su obra, fortaleza que lo
    aísla y le brinda cierta protección contra el mundo
    exterior. En este sentido, el constructor-artista se
    acercaría a la imagen del ayunador que solamente
    está a gusto en su jaula. Pero, si bien jaula y muralla
    serían elementos de protección del artista frente
    al sistema alienante y masificador del mundo exterior, el
    constructor tiene la imperiosa necesidad de salir en busca de
    alimento para subsistir. Así está obligado a
    pertenecer a los dos mundos, en todo caso, a "participar" del
    mundo exterior. Este es su punto vulnerable.

    Otra vez aquí (como en "Josefina…") aparece el
    silencio como valor simbólico. La continua amenaza
    exterior se manifiesta a través de un zumbido-ruido que el
    artista-constructor siente. El ruido se filtra por las paredes y
    su razón le indica que ese ruido-chillido es provocado por
    miles de pequeños y mediocres seres (pueblo de ratones)
    que están en constante movimiento, masificados; desconocen
    el motivo por el cual se mueven.

    A pesar de semejanzas y diferencias todos los
    protagonistas-artistas compartirían un aspecto: todos son
    seres incomprendidos. Pero la idea de arte, el perfil del artista
    y su relación con la obra y con el público son
    diferentes en cada uno de los relatos.

    El narrador de "Josefina…" se atreve a vislumbrar
    aquello que para él sería el arte como una especie
    de "nostalgia de la felicidad", "sensación de lo
    extraordinario" que ni el "espíritu más obtuso"
    sería capaz de resistir.

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