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La hiperinflación del Perú (1987 – 1990) (página 2)




Enviado por Maria Isabel



Partes: 1, 2

  • El segundo problema consistía en que,
    después del gran crecimiento de 1986, la capacidad
    productiva de la modesta industria nacional estaba llegando a
    sus límites. Hacían falta inversiones para
    instalar nuevas capacidades y así continuar con la
    reactivación. Para ello, era necesario recurrir a
    inversiones y préstamos extranjeros.

  • El tercer problema, era que la balanza comercial
    volvió a ser negativa hacia fines de 1986. Con la
    reactivación económica y el alza de sueldos, el
    Perú volvió a incrementar sus importaciones
    mientras que las exportaciones seguían siendo bajas.
    En diciembre de 1986, las reservas internacionales del
    Perú llegaban a 870 millones dólares comparados
    con 1,400 millones en marzo del mismo año. Esta falta
    de liquidez se debió, también, a que el Estado
    pagó a sus deudores bastante más que ese 10 %
    que García había anunciado, con bombos y
    platillos, el 28 de julio de 1985.

  • Finalmente, la poca confianza de la
    ciudadanía en el modelo económico de
    García condujo a que, hacia fines de 1986, muchos
    cambiaron sus intis por dólares temiendo – y, al mismo
    tiempo, originando – una devaluación del
    inti.

  • El programa heterodoxo (1985-1987)

    El 28 de julio de 1985, Alan García tuvo dos
    opciones: Continuar con el programa ortodoxo del FMI o
    probar una receta distinta, heterodoxa. En vista de los
    serios problemas en los últimos años, se esperaba
    un cambio de curso y de hecho fue así. Pero éste
    terminó siendo muy radical.

    El programa heterodoxo era fundamentalmente un programa
    estabilizador, que a su vez intenta una política
    económica consistente para disminuir la inflación a
    cero con neutralidad distributiva. En su discurso a la
    nación, García atacó al FMI. De ahora en
    adelante, anunció García, el pago de la deuda
    externa se limitaría al valor equivalente al 10 % de las
    exportaciones peruanas.

    Pero, además de introducir una nueva moneda (el
    inti reemplazó al devaluado sol), la principal
    medida económica consistió en la congelación
    de precios básicos, sueldos y la tasa de cambio relativa
    al dólar.

    Por ejemplo, el precio de la gasolina se elevó,
    de golpe, en 25 % para luego congelarlo a ese nivel. La idea era
    anticipar la inflación venidera y, a largo plazo, darle al
    consumidor más poder adquisitivo, Evitando de esta manera
    el alza de precios, ya que se pensaba que si los consumidores
    tienen más dinero para gastar en otras cosas y, por ende,
    contribuyen a la reactivación económica en otros
    sectores. La estrategia sigue siendo aplicada hoy en día.
    Un ejemplo es Argentina que, en su afán por bajar la
    inflación (que bordeó los 12 % en el 2005) y
    reactivar la economía, ha pactado precios fijos con los
    suministradores de productos básicos (la carne es el
    ejemplo más conocido).

    La posición heterodoxa de García
    se basaba en dos convicciones relacionas entre
    sí:

    (1) Para poder pagar la deuda sería necesario
    reactivar la economía. En esta línea, la
    reducción de importaciones sugerida por el FMI
    sería contraproducente, pues la producción
    industrial peruana depende, en gran medida, de máquinas y
    materias primas importadas pero el pago de la deuda externa
    también sería contraproducente, pues implica la
    exportación de capitales necesarios para la
    reactivación económica:

    Debido a que la renegociación de la deuda
    dependía de la aceptación de políticas
    impuestas por el FMI, y debido a que estas políticas
    solían ser recesionarias, la única alternativa era
    no negociar sino limitar el pago de estas deudas. Lo que se
    ahorraba en el pago de la deuda se aprovecharía para
    financiar importaciones.

    (2) Mientras que el FMI pensaba que la inflación
    en el Perú se debía a un exceso de demanda
    estimulado por un Estado que gastaba por encima de sus
    posibilidades, Alan García y su equipo de economistas
    consideraban que había suficiente potencial dentro de la
    economía peruana para aumentar la oferta de forma
    significativa. En otras palabras: El FMI pensaba que el Estado
    intentaba cubrir el déficit fiscal emitiendo dinero
    más allá de la oferta y así generaba
    inflación.

    Medidas de corte
    heterodoxo que el
    gobierno aplico para poder superar la crisis
    heredada de otros gobiernos, entre las cuales
    tenemos

    • La congelación de todos los precios, esta
      medida debía cumplir un papel coordinador de precios,
      el gobierno esperaba que no hubiera más
      inflación, siendo cualquier aumento en algún
      precio señal de incremento en el margen de ganancias.

    • Devaluación de la moneda y reducción
      de la tasa de interés, según la teoría
      ortodoxa la tasa de interés no debía afectar al
      ahorro, ya que éste no depende de ella, más
      bien del nivel de ingreso generado por la mayor rentabilidad
      de las actividades productivas.

    • Incremento en las remuneraciones, reducir la
      inflación sin reducir la capacidad adquisitiva era uno
      de los grandes deslindes respecto a los ajustes ortodoxos del
      pasado.

    Estas medidas conformaron el eje principal del programa
    económico, ya que en ésta, el aumento de los costos
    de insumos importados ocasionados por la devaluación y el
    aumento otorgado a los trabajadores seria compensado por la
    reducción de la tasa de interés efectiva, aunque
    esta medida se orienta al logro de una redistribución en
    la estructura de costos de las empresas la cual implique
    trasladar los recursos de las actividades especulativas, las
    cuales están alentadas por las altas tasas de
    interés, lo que a su vez permitirá un crecimiento
    del consumo interno.

    Ya hemos visto que el paquete de medidas adoptadas por
    García incluía el congelamiento del tipo de cambio
    inti-dólar. Pero tal congelamiento tendía a ser
    artificial en tanto la demanda real de intis iba perdiendo cada
    vez más terreno frente al dólar. Este cambio se vio
    reflejado en la tasa de cambio libre, aquella de los cambistas de
    la calle, paralela al cambio oficial:

    A fines de agosto de 1985, después de la
    devaluación inicial de 12 %, la tasa de cambio libre se
    había estabilizado en casi 17 intis por dólar.
    Solamente llegó a superar los 18 intis 14 meses
    después, en octubre de 1986, cerrando el año en 20
    intis por dólar.

    Hasta octubre de 1986, la brecha entre el dólar
    oficial y el paralelo varió entre 24,5 y 27 %. Sin
    embargo, ante el temor de una crisis en la balanza de pagos,
    junto con la pérdida de reservas a finales de 1986, el
    diferencial empezó a crecer. De esta manera a fines de
    1986, llegó a 43 %.

    En la primera mitad de 1987, el dólar paralelo se
    disparó de 20 a 40 intis y el diferencial con la tasa
    oficial superó el 100 %. Por lo tanto, se hizo evidente
    que el Banco Central ya no podía controlar el mercado del
    dólar, y con las reservas haciéndose más y
    más escasas, adquirir dólares fue de primordial
    importancia para el sector privado.Rápidamente el aumento
    del valor del dólar estaba escapando de todo
    control

    Reactivando la
    economía

    Volviendo a 1985: Alan García creía que la
    inflación no se debía a una falta de oferta, sino
    más bien a que el Estado se había visto obligado a
    subir el precio de bienes y servicios básicos (en especial
    el de la gasolina) para pagar la deuda ya que:

    • La existencia de un gran exceso de capacidad
      instalada en la industria peruana era en sí indicativo
      de que la demanda no era el problema. El Perú
      había sufrido en 1983 la peor recesión que se
      recordara, pero la inflación, en vez de caer, se
      había acelerado

    • A través de la reactivación de la
      economía nacional se esperaba salir de círculo
      vicioso heredado por Belaúnde y entrar a un
      círculo virtuoso: A más crecimiento
      económico, más recaudaciones tributarias. A
      más recaudaciones tributarias, más
      posibilidades de cubrir el déficit fiscal.

    El Perú no estaba solo con este experimento
    heterodoxo. Casi al mismo tiempo, Argentina con su
    presidente Raúl Alfonsín había implementado
    el Plan Austral, parecido en muchos aspectos al modelo
    peruano. Pero Argentina, a diferencia de Perú y Brasil con
    su Plan Cruzado de 1986, sí consultó
    previamente al FMI.

    Primeros resultados
    de la política heterodoxa

    En un comienzo, las medidas adoptadas y conocidas como
    "heterodoxas" dieron resultados positivos. Ya en setiembre de
    1985, la inflación bajó a 3,5 % (comparado con 12,5
    % en abril del mismo año). Hacia el segundo trimestre de
    1986, la economía dio señales de clara
    recuperación.

    Los sectores que dependían de la demanda interna
    (manufactura, construcción, agricultura) crecieron, no
    así los sectores dedicados a la exportación
    (minería, pesca). En 1986, la economía
    creció 10 %. Fue el mayor crecimiento desde los
    años 50 .

    Pero también surgieron problemas que irían
    agravándose con el pasar del tiempo pues a pesar de la
    reactivación económica, el Estado casi no
    percibía mayores ingresos

    1987: OBVIANDO LAS SEÑALES DE
    ALARMA

    En 1987, el peligro de una crisis en la balanza de pagos
    y en las reservas internacionales era evidente. Sin embargo, el
    gobierno siguió confiando en un crecimiento
    económico rápido hasta 1988. Al mismo tiempo,
    tuvieron que aceptar la devaluación del inti, la subida de
    sueldos y de precios (68, 188).

    En líneas generales, la política
    económica del gobierno empezó a caer en
    contradicciones. Por un lado, Alan García buscaba el
    contacto directo con los empresarios importantes (llamados
    los doce apóstoles) con el fin de persuadirlos a
    invertir en el desarrollo de la capacidad productiva. Por otro
    lado y en su necesidad de aumentar los ingresos del Estado, el
    APRA obligó, a comienzos de 1987, a las empresas a
    prestarle dinero al Estado.

    En concreto, las empresas fueron forzadas a comprarle al
    Estado bonos obligatorios por un valor que llegaba hasta
    el 30 % de las utilidades brutas que las empresas habían
    obtenido en 1986 . Con esta medida, el gobierno provocó
    airadas reacciones en el sector empresarial. Al poco tiempo,
    algunas empresas fueron exoneradas del pago obligatorio y
    finalmente el programa fue cancelado.

    Este tipo de marchas y contramarchas, de reacciones
    sobre hechos ya consumados, de pasividad frente a los peligros
    venideros contribuyeron a la percepción de que Alan
    García y su equipo estaban improvisando y, sobre todo,
    perdiendo el control. La situación se agudizó con
    la renuncia, en junio de 1987, del Ministro de Economía
    Luis Alva Castro.

    LA ESTATIZACION DE LA BANCA : EL PUNTO DE
    QUIEBRE

    Al intento de estatizar la banca privada: La medida fue
    anunciada el 28 de julio de 1987 en el tradicional mensaje a la
    nación. García explicó su medida con las
    desigualdades sociales y económicas en el Perú. Ya
    en 1982 había publicado un libro, El futuro
    diferente
    , en el que criticaba a los bancos privados por
    excluir del sistema de créditos a los sectores informales,
    campesinos así como las pequeñas y medianas
    empresas (PYMES). Según García, era necesario
    "democratizar" el crédito y, dado que el sector privado no
    estaba dispuesto a asumir esa tarea, el Estado debía tomar
    las riendas (190-191).

    También se cree que el Gobierno tuvo otros
    motivos: El primero habría sido netamente político,
    pues García estaba preocupado por la ligera caída
    en su nivel de aprobación y, con una medida tan radical,
    buscaba volver a ganar la confianza de los sectores populares.
    Además, su relación con el sector empresarial se
    había deteriorado considerablemente. García le
    reprochaba a ese sector el poco entusiasmo por invertir en el
    Perú y su preferencia por guardar los dólares en
    cuentas extranjeras y seguras (190-191).

    1988 y 1989: SIN NOVEDADES EN EL
    FRENTE

    Al finalizar el año 1987, la crisis ya era
    evidente: La inflación empezó a galopar (114,5 % en
    diciembre del 1987), la producción – y, por consiguiente,
    la reactivación económica – se había
    estancado y la balanza de pagos tuvo, en 1987, un saldo negativo
    de 521 millones de dólares, el hueco más grande
    desde 1981. Consecuentemente, las reservas internacionales
    siguieron decayendo.

    A falta de dólares, el Banco Central se vio atado
    de manos en el control de la tasa de cambio (una demanda
    creciente de dólares se puede contrarrestar poniendo en
    circulación los dólares ahorrados).

    Ya hemos visto que el Estado no recaudó
    más impuestos a pesar del crecimiento económico de
    1986. Esa ineficacia tributaria, sumada a la inflación,
    contribuyó a agravar la situación en 1987 y 1988.
    Además, las empresas estatales como Electroperú
    empezaron a hacer pérdidas mucho mayores que en los
    años previos. Los hechos estaban dejando al Estado con
    cada vez menos margen de acción, convirtiéndolo en
    observador pasivo del desastre económico.

    Obligado por las circunstancias a un cambio de rumbo, el
    gobierno recurrió, a fines de 1987, al Fondo Monetario
    Internacional (FMI) y al Banco Mundial (BM) en busca de
    préstamos.

    El experimento heterodoxo había llegado
    a su fin.

    En octubre de 1987, el gobierno procedió a
    devaluar el inti en 24 %. Los llamados paquetazos
    siguieron dándose, de forma periódica, hasta
    setiembre de 1988, llevando a una gran recesión
    económica. Pero el Gobierno seguía sin aceptar la
    necesidad de una línea clara:

    El proceso de toma de decisiones durante este
    período demostró una falta de coordinación y
    una pérdida de dirección. Mientras algunos miembros
    eminentes del equipo económico empezaron a aceptar -a
    regañadientes- la necesidad de un retorno a la ortodoxia
    como requisito para conseguir nuevos flujos de dólares, El
    Gobierno se resistió a pagar el precio político. El
    resultado fue una serie de medidas tibias y términos
    medios (202).

    El equipo económico de García -presidido
    por Gustavo Saberbein- intentaba persuadir a García de la
    necesidad de un shock ortodoxo: Déficit cero a
    través de aumentos fuertísimos de impuestos y
    tarifas y la eliminación de subsidios. Pero García,
    temiendo el costo político de tal decisión,
    sólo accedió a un camino medio sin resolver el
    problema de fondo: Un Estado en bancarrota (déficit
    fiscal) y una economía que importaba más de lo que
    exportaba (déficit comercial).

    Los resultados están en la memoria colectiva de
    todos los peruanos: Inflación a niveles
    astronómicos, escasez de alimentos y otros productos
    básicos y el derrumbe de la aprobación de Alan
    García. Fue recién hacia fines de 1988 que
    García se convenció de la necesidad de una "guerra
    frontal" contra la crisis económica. El nuevo Ministro de
    Economía y Finanzas, Abel Salinas, tuvo la ingrata tarea
    de anunciar, ahora sí, el shock económico,
    el seis de setiembre de 1988.

    El plan, denominado Plan Cero,
    contribuyó a generar una inflación aún mucho
    mayor, sobre todo en relación con los productos
    importadas. Así, por ejemplo, el precio de los productos
    farmacéuticos subió 600 % y el de la gasolina 400
    %. Además, se eliminó el sistema del control de
    precios con excepción de 42 productos básicos
    (208).

    Las esperanzas de los peruanos estaban ahora cifradas en
    el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Si bien hubo
    conversaciones, el Perú no llegó a recibir
    préstamos. Ello se debió, también, a que el
    Perú aún adeudaba 600 millones de dólares al
    FMI y 400 millones al Banco Mundial.

    A partir de setiembre de 1988, la inflación se
    convirtió en lo que los economistas denominan
    hiperinflación. Ese mes, los precios subieron 114 %. Fue
    el mes con mayor inflación en el gobierno de García
    y, probablemente, en la historia del Perú. Y el
    shock parecía llegar muy tarde. En todo caso, no
    pudo controlar la inflación.

    Un largo paro en la industria minera contribuyó a
    que las exportaciones cayeran aún más agravando
    así el déficit comercial. Las reservas
    internacionales, por su parte, se aproximaban a cero.

    El 22 de noviembre de 1988, el Gobierno lanzo otro
    "paquete" con medidas muy similares.

    El aumento del desempleo y la caída
    drástica de ingresos fue el costo social del desastre
    económico provocando el surgimiento de un sector informal
    de proporciones nunca antes vistas. Además, el Estado en
    bancarrota ya no pudo cumplir con sus obligaciones en materia de
    asistencia social, educación, salud y
    administración de justicia.

    Los años 1989 y 1990 pueden ser narrados de forma
    breve, pues no se produjeron cambios sustanciales. La
    economía se recuperó levemente y las reservas
    internacionales también. Las importaciones se contrajeron
    y las exportaciones subieron, sobre todo por el aumento de precio
    de los productos mineros en el mercado internacional.

    Bajo el nuevo Ministro de Economía, César
    Vásquez Bazán, la inflación cayó,
    pero no de forma sustancial. La tasa anual de inflación
    fue de 2000 % en 1989. Los últimos meses de 1989 fueron
    usados en gastar las magras reservas internacionales para
    reactivar en algo la economía en vista de las prontas
    elecciones. Así, en marzo de 1990, las reservas
    internacionales eran de apenas 190 millones de
    dólares.

    El
    FUJISHOCK

    El 28 de julio de 1990: Fujimori, un desconocido
    profesor universitario, asume la presidencia de Perú tras
    vencer en los comicios al escritor Mario Vargas Llosa, mientras
    el país enfrentaba una severa crisis económica y la
    guerrilla maoísta de Sendero Luminoso estaba en su
    apogeo.

    El 8 de agosto de 1990 el gobierno de Alberto Fujimori
    –que encontró un país quebrado tras la
    primera y desastrosa gestión de Alan García–
    anunció el ajuste económico más
    dramático de nuestra historia. De un día para otro
    los peruanos descubrieron que su dinero casi no tenía
    valor. Este es un recuento de cómo se vivieron esos
    días aciagos.La mañana del 9 de agosto de 1990, al
    día siguiente del paquetazo que hoy todos recuerdan como
    el "fujishock", la ciudad amaneció triste y vacía.
    Mucha gente deambulaba por Lima sin saber qué hacer. No
    había buses de transporte público, los mercados y
    tiendas estaban cerrados, y los pocos negocios abiertos no
    atendían porque no sabían aun cuánto cobrar.
    Al trabajo se podía ir en camión compartiendo la
    tolva con decenas de personas, y también podía
    verse a soldados patrullando las calles.

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    Esa presencia armada no impidió las
    protestas. Por la mañana tres personas murieron baleadas
    por las fuerzas del orden: dos en intentos de saqueo y una
    mientras hacía cola para comprar azúcar. Por la
    noche, una turba de casi cien personas atacó la tienda de
    Ernestina Ramírez en el pueblo joven Dos de Mayo, en el
    Callao. Con el pretexto de que ella no abría el local por
    esperar que subieran los precios, los agresores rompieron la
    puerta y se llevaron todo. La revista Domingo, de este diario,
    recogió su historia.Para entonces, a despecho de la frase
    "Que Dios nos ayude" lanzada en la víspera por el ministro
    de Economía Juan Carlos Hurtado Miller, millones de
    peruanos andaban pensando en estrategias para enfrentar la
    crisis.

    Las madres de familia se juntaban en grupos
    de 30 o 40 personas, cada una aportaba entre 20 y 50 mil intis, y
    con eso compraban, por ejemplo, frejoles, pescado, arroz y
    verduras para hacer sopa y segundo. Antes del shock, algunos
    comedores incluso daban lonche, pero después casi todos
    con las justas alcanzaban a completar el almuerzo. Un solo
    plato.Las alzas fueron brutales: LA BOMBA F LA GASOLINA. En
    treinta veces aumentó el precio de la gasolina. El
    galón de 84 octanos, que costaba 21.500 intis
    costará 675.000 intis. ALIMENTOS. Decretó alzas de
    precios en alimentos de primera necesidad del orden de 160 por
    ciento y 300 por ciento. EL DOLAR. El dólar oficial se
    eliminó. Su cuya última cotización fue de
    64.000 intis mientras que en el mercado de venta libre en Lima se
    cotizaba en las últimas horas en un promedio de 340.000
    intis. LIBRE OPINION. Economistas independientes indicaron que la
    cotización podría fluctuar entre 500.000 y 550.000
    intis por dólar. LECHE Y OTROS. La lata de leche evaporada
    pasará de 120.000 a 330.000 intis; La lata de leche
    evaporada pasará de 120.000 a 330.000 intis, y el pan
    francés que estaba en 9.000 intis, la unidad, ahora
    tendrá un precio de 25.000. Otro precio mencionado fue el
    kilo de fideos que saltó de 200.000 a 900.000 intis.
    AUTODEFENSA. Paralelamente a las medidas de
    estabilización, se pondrá en marcha un programa de
    emergencia social que tendrá un aporte inicial del Estado
    de 450 millones de dólares. INSOLITO. Para graficar la
    crisis económica, el Primer Ministro mostró un
    billete de 500.000 intis y dijo que hace cinco años con
    ese monto se podía comprar una casa de 50.000
    dólares, pero que ahora esa cantidad solo alcanza para
    adquirir un tubo de pasta dental.Todos sufrieron la
    pérdida de su capacidad adquisitiva y, en los días
    siguientes, muchos más perdieron su trabajo, su negocio o
    sus estudios. Una revista reseñó el caso de Abel
    Vega, despedido de un taller de metalmecánica porque no
    tenían cómo pagarle. Y también la historia
    de 15 obreros de una empresa de cerámicas que quedaron en
    la calle. "Trabajamos varios años en la empresa, pero nos
    han despedido y no nos dieron ni la bonificación de
    julio", contó uno de ellos. Fábricas grandes como
    Inresa o Cuvisa despidieron o dieron vacaciones forzadas a
    decenas de operarios.La primera semana que siguió al
    "fujishock" la incertidumbre fue grande. La revista Caretas, fiel
    a su estilo, encabezó algunas de sus notas con un:
    "Sugerencias prácticas: cómo sobrevivir a la
    crisis". Y ponía a lo largo de varias páginas
    consejos prácticos para parar la olla, ahorrar
    energía o gasolina, y sacarle la vuelta a la
    realidad.

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    Desastre
    previo

    Pero
    si el fujishock hoy pertenece a la
    memoria colectiva del
    país, hay que decir que tuvo como precedente la más
    grande crisis económica peruana. Antes del fujimorismo, el
    gobierno encabezado por Alan García había empezado
    con grandes expectativas, pero terminó con una
    hiperinflación que hacía variar los precios casi de
    un día para otro.Sally Bowen reseña en su libro "El
    Expediente Fujimori" lo que fue acaso el primer error de
    García: "En su discurso inaugural de 1985,
    (anunció) que limitaría el pago de la deuda externa
    (…) al 10% del valor anual de las exportaciones. Su
    rebelión, que despertó vanas esperanzas de marcar
    una tendencia a ser seguida por otros líderes
    latinoamericanos, le costó mucho al Perú. El
    país fue declarado "inelegible" para recibir
    préstamos en el futuro". Y mientras García dejaba
    de pagar, los intereses de la deuda se multiplicaban y la
    inversión extranjera se extinguía.No fue su
    único error. En 1987 García intentó
    estatizar la banca, pero no pudo ante la férrea
    resistencia de los banqueros. El intento incluso dio origen al
    Movimiento Libertad, que encabezó Mario Vargas Llosa y que
    llamó la atención sobre el sesgo autoritario del
    proyecto. Según la página web Perú
    Político, "al finalizar el año 1987, la crisis era
    evidente: la inflación empezó a galopar (114% en
    diciembre), la producción se estancó y la balanza
    de pagos tuvo, en 1987, un saldo negativo". La inflación
    se convirtió en hiperinflación y el voluntarioso
    presidente debió aceptar un "paquetazo" que su ministro
    Abel Salinas hizo efectivo en 1988.El sociólogo Carlos
    Reyna, autor del libro "La Anunciación de
    Fujimori-Gobierno de Alan García 1985-1990", cuenta que
    ese ajuste también tuvo consecuencias terribles para la
    economía de los sectores más pobres. Pero el propio
    Alan García torpedeó el efecto. "Ese paquetazo fue
    el primero de varios ajustes que el gobierno aprista debía
    hacer. Pero García, afectado por la baja en su
    popularidad, decidió dejar de lado los ajustes
    posteriores. Con ello, el paquetazo del 88 no sirvió para
    nada. Y cuando le preguntaron por qué revirtió las
    medidas, dijo que era "por intuición política".
    Inconcebible".Lo que siguió fue el aumento del desempleo y
    la caída del ingreso. En los dos últimos
    años del gobierno aprista no hubo cambios: se
    despidió con niveles de inflación de 50% al mes. Un
    desastre. En esa coyuntura llegó el cambio de
    gobierno.

    Alberto Fujimori ganó las elecciones de 1990
    afirmando que no aplicaría un shock económico,
    pero, como ha sido costumbre en su vida política,
    faltó a su palabra. Apenas diez días después
    de asumir el gobierno, aplicó la medida en nombre de "la
    estabilización de la economía". El economista
    Javier Iguíñiz señala que este "paquetazo"
    fue aplicado para completar el trabajo que ya se había
    iniciado con el ajuste de Salinas del 88, al que también
    considera de dimensiones similares por su efecto en las
    mayorías pobres.

    Monografias.com

    Mientras el país vivía con
    precios impagables, los economistas llamaron la atención
    sobre el punto flaco del shock fujimorista: fue aplicado sin
    anestesia. "Se eliminaron los subsidios, se elevaron varias veces
    los precios de los productos y no hubo aumento de salarios ni
    fortalecimiento de los programas sociales para paliar el alza",
    recuerda Iguíñiz. Los más afectados, como
    siempre, fueron los asalariados. "De un día para otro se
    encontraron con un montón de billetes que no valían
    nada en los bolsillos".En agosto del 90 los pobres, los obreros,
    los que ganaban un salario, no tenían nada que vender,
    solo su trabajo. "Y su trabajo se había reducido a un
    tercio. En cambio los empresarios grandes no la pasaron mal. Sus
    productos costaban más que antes" dice Carlos Reyna.
    Javier Iguíñiz completa la idea: "los empresarios
    grandes podían sobrevivir porque el costo de la mano de
    obra bajaba". Un analista político acuñó
    entonces una frase precisa: precios japoneses, salarios
    africanos.

    Conclusiones

    Las causas que originaron la inflación más
    alta fueron los malos manejos de nuestra economía por
    parte del gobierno y su administración, las consecuencias
    de la inflación trajeron mas pobreza al país, se
    devaluaron y desaparecieron dos monedas, y muchos otros desastres
    como por ejemplo:

    • Se incremento la gasolina en un 30%, el servicio
      postal y telefónico en un 20%, agua y alcantarillado
      en un 10%.

    • Se devalúa el dólar en un 12%, el
      dólar MUC se fija en 13.95 intis y el dólar
      financiero en 17.5 intis por dólar
      americano.

    • El tipo de cambio se devaluó en 227% para
      gran parte de las partidas de importación y se
      subieron aun más los precios
      públicos.

    • Los economistas señalaron que se estaba a las
      puertas de un manejo hiperinflacionario de la economía
      peruana.

    • Los barcos con productos varados en el puerto se
      negaban a descargar hasta que no se les pagara, las divisas
      se agotaron por el mal uso y las colas se alargaban y
      multiplicaban.

    • La inflación acumulada fue de
      3000%

    • Las remuneraciones y consumo per capita estuvieron
      por debajo del 50%

    • El índice de pobreza solo en Lima
      ascendió a 43%

    • Las reservas internacionales netas del Banco Central
      de Reserva del Perú cayeron de $894 millones en julio
      de 1985 a $105 millones en julio de 1990.

    • El nivel de subempleo ascendió a 73% un
      desastroso resultado al termino del gobierno de Alan
      García

    • La producción agrícola nacional cayo
      ostensiblemente y la importación de productos aumento
      en un 49%

    • El numero de horas perdidas por conflictos laborales
      con el gobierno aumento en 6 millones en 1985 a 124 millones
      en 1990.

    • El gasto social cayo rápidamente

    • El ingreso per cápita cayo demasiado, esto
      nunca se había visto.

    • Como consecuencia del mal manejo del gobierno
      aprista el grupo andino redujo su inversión dentro de
      nuestro país.

    • Apenas se recibió inversión extranjera
      debido al desastroso manejo de la economía.

    Bibliografía

     

     

    Autor:

    María Isabel

    Partes: 1, 2
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