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Juego, conocimiento y cultura




Enviado por eufrasio guzman



Partes: 1, 2

  1. El ser
    del juego y la naturaleza como juego
  2. Juego
    y conocimiento
  3. Juego
    y Cultura
  4. Bibliografía

He querido en esta ocasión y a propósito
del asunto del juego plantear el modo como lo considero, no como
mero pasatiempo, descarga de energía anímica,
imitación o actividad de desplazamiento, entre otras, sino
de una manera un poco más cuidadosa, es decir,
pensándolo como un fenómeno que entraña una
condición que pareciera incrustada en el movimiento de la
naturaleza y en el ser de la vida.

Si atendemos con algo de detenimiento observamos que el
juego es un fenómeno de mayor complejidad que lo
señalado en los sentidos de desplazamiento,
imitación o descarga. El juego implica la potencia vital,
es además tentativa, apuesta, ensayo y movimiento
básico, exploración y capacidad de ser.
También parece implícito a un círculo de
repetición y posesión que lleva al vacío.
Juegos de muerte. Lo que me parece decisivo en sus
manifestaciones es la forma como está a la base de la
cultura y la renueva produciéndola en cada jugada. Juegos
de vida.

Es necesario, en medio de una comprensión tan
amplia y frente a una multitud de definiciones posibles, pensar
el juego en la perspectiva de su significado, de sus sentidos
posibles; de allí que tampoco sean excluibles las
definiciones sobre el tema. Lo que hay que indicar con prontitud
es la parcialidad de cualquiera de ellas.

Al juego lo podemos aprehender como fenómeno
íntimo de nuestra experiencia, como algo propio de nuestra
actividad más originaria y al mismo tiempo algo que
también está en mucha formas de la naturaleza. En
palabras de Fink:

El juego es un fenómeno vital que todos conocemos
íntimamente. Todos hemos jugado alguna vez y podemos
hablar sobre ello por experiencia propia. Así, pues, no se
trata de un objeto de investigación que primero hubiera de
ser descubierto y aclarado. El juego es conocido por todos. Cada
uno de nosotros conoce el jugar y una pluralidad de formas de
juego, y los conoce a partir del testimonio de la propia
experiencia; cada uno de nosotros jugó alguna vez. El
conocimiento del juego es algo más que sólo
individual, es un conocimiento común y público. El
juego es un hecho familiar y habitual del mundo social. A veces,
se vive del juego, se lo produce, se lo realiza, se lo conoce
como una posibilidad de nuestro propio hacer. Y en ello, el
individuo no se encuentra encerrado y enclaustrado en su
individualidad, sino que en el juego tenemos conciencia del
contacto colectivo con el prójimo con una intensidad
especial. Todo juego, aún el juego obstinado del
niño solitario, tiene un horizonte
comunitario[1]

Pero a pesar de este tener todos experiencia del juego,
ser éste observable en otras formas de la vida y de la
naturaleza, ser al mismo tiempo especialmente íntimo y a
su vez comunitario, sin embargo, su ser escapa en gran medida al
esfuerzo por hacer la verbalización o enunciación
correspondiente a la comprensión de su naturaleza. Es
decir cuando con relación al juego realizamos un esfuerzo
por explicitar y comunicar nuestra comprensión de un
manera clara, cierta naturaleza lúdica del lenguaje
pareciera ponerse al servicio del ocultamiento de la
cuestión. Juegos del juego.

Aunque el lenguaje contiene de un manera típica
el juego, al mismo tiempo ese juego inherente al lenguaje puede
llevar a la incomprensión y al sinsentido.

En esta y en todas las ocasiones en las cuales
utilizamos el lenguaje en sus distintas formas hay juego. Lo
mínimo que se juega es el sentido pero esa pequeñez
puede serlo todo. Digo, por ejemplo, "te quiero" o, "te espero" y
se ponen en escena la multitud de los deseos; tal
expresión puede llevar a una habitación de esa
dimensión del juego que llega a implicar todo nuestro ser
para llevarlo al cumplimiento o al desentendimiento.

Ya no al nivel del lenguaje sino al de los
fenómenos vitales, no solamente en la reproducción,
de una manera evidente, sino en muchas actividades corrientes es
el elemento lúdico parte constitutiva de la función
o el fenómeno vital. Es por ello que en la sociedad
humana, al parecer irremediablemente, se llega a jugar
también con cosas peligrosas o se llega a hacer de lo
inocuo algo letal; se juega con el cuerpo y las formas, con los
elementos materiales de la vivienda, con los valores, con los
modos de ser y aparecer, con la presentación de los
sentimientos, con ellos mismos, con el destino posible, con las
expectativas sociales, con el futuro, con todo. De esos
juegos resultan situaciones indeseables y además lo
paradójico por naturaleza: que las más importantes
dimensiones y aspectos de la cultura surjan en ese movimiento
lúdico entre lo que se imita y bosqueja y lo que emerge
como forma común o compartible.

Me pregunto, a modo de rápido ejemplo,
¿Qué es el teatro sino un juego con el ser y el
aparecer, de manera que el resultado tiende una débil
línea, como todas la obras humanas, a su paso entre dos
abismos? Yo no soy yo, soy una multitud, soy una máscara
perenne, dice el hombre de teatro. Su juego es asistir a la
posesión, a la emergencia de la pluralidad que
contenemos.

Partes: 1, 2

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