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Juicio y muerte de Sócrates




Enviado por Víctor Dupont



Partes: 1, 2

  1. Sócrates y Atenas
  2. Situación histórica del
    juicio
  3. Argumentos de
    Sócrates

SÓCRATES Y
ATENAS

Para lograr una interpretación cabal
de Sócrates, no basta sólo con analizar su
método de enseñanza (mayéutica) o
descubrirlo como el artífice de los conceptos o el
razonamiento inductivo. Debemos entender aspectos esenciales de
su historia ya que, en Sócrates, vida y obra, pensamiento
y acción, representan una unidad.

Para comprender la misión de
Sócrates, primero debemos repasar el itinerario que el
maestro siguió hasta descubrir el secreto de su
sabiduría, su docta ignorancia: yo sólo
sé que no sé nada.

El mensaje del oráculo ("el hombre
más sabio de Atenas es Sócrates") y la voz de su
demonio personal (daimon) convirtieron al profesor en un
examinador de conciencias, un estudioso del hombre y, sobre todo,
un maestro desinteresado. Un partero del conocimiento.
Sócrates, así, nos lega un mensaje:
conócete a ti mismo. Conócete a ti mismo
para conocer la misma esencia de lo bueno y de lo justo. Conoce
la naturaleza de lo bueno y lo justo y serás un hombre
bueno y justo.

El conocimiento es virtud
(areté). La ignorancia es maldad.

Esta prédica se encuentra ligada a
los avatares de su vida. Su ética no se trató de
una colección de pensamientos (teoría),
sino la práctica y el resultado de una existencia
enteramente dedicada a la enseñanza y a la búsqueda
de los universales (esencia). Hablamos de la naturaleza
de la virtud, la justicia y el bien.

A pesor de ello, tal vez, un hombre
así, un hombre que intercepta a los ciudadanos y les
pregunta por sus supuestos saberes; un hombre que se aparta de la
política (el alimento más preciado de los
atenienses) y critica a la democracia por no preparar a sus
ciudadanos lo suficiente y necesario; un hombre así, tal
vez, pueda tener más de un problema en su
comunidad.

Más en Atenas. Atenas no sólo
fue una ciudad de grandes hombres, templos e intensa vida
política, sino también la tierra que
consumió a esos grandes hombres en acusaciones y los
juzgó sin piedad. Para los atenienses, los héroes
no se llamaban Pericles o Fidias, Eurípides o
Sócrates – estos simples seres de carne y hueso – los
héroes atenienses eran Teseo, el sabio Solón,
Edipo, Prometeo y las figuras sobrenaturales de la
mitología.

¿Podía llamarse héroe
Sócrates? ¿Y al jónico ateo de
Anaxágoras, que estudia el sistema solar y niega la
existencia de Apolo? ¿Se lo puede considerar un
héroe como al divino Teseo?

No. Atenas no era complaciente con sus
ciudadanos.

Los ejemplos son elocuentes: Fidias
murió en una cárcel, Anaxágoras en el
exilio. Esquilo apenas si recibió algunos premios por sus
equivocadas tragedias y vivió una vida de
incomprensión y aislamiento.

La ciudad, cuna de genios, también
fue su propio cementerio.

Así como la democracia griega, en su
grandeza imperial, incubó su germen de destrucción
y – en sus grandes hombres – vio a sus más grandes
enemigos.

En el 399, Sócrates es llevado a
juicio y sentenciado a muerte.

SITUACIÓN
HISTÓRICA DEL JUICIO

Atenas acababa de terminar las nefastas
guerras del Peloponeso.

La guerra del Peloponeso
(431–404 a. C.) fue el conflicto militar que
enfrentó a la Liga de Delos (conducida por la propia
Atenas) con la Liga del Peloponeso (conducida por Esparta), con
el resultante triunfo espartano.

La guerra del Peloponeso cambió el
mapa de la Antigua Grecia. A nivel internacional, Atenas, la
principal ciudad antes de la guerra, fue reducida
prácticamente a un estado de sometimiento, mientras
Esparta se establecía como el mayor poder de Grecia. El
costo económico de la guerra se sintió en toda
Grecia. Un estado de pobreza se extendió por el
Peloponeso, mientras que Atenas se encontró a sí
misma completamente devastada y jamás pudo recuperar su
antigua prosperidad. La guerra también acarreó
cambios más sutiles dentro de la sociedad griega; el
conflicto entre la democracia ateniense y la oligarquía
espartana – cada una de las cuales apoyaba a facciones
políticas amigas dentro de otros estados –
transformó a las guerras civiles en algo común en
el mundo griego.

Las consecuencias fueron la tiranía
de los Treinta Tiranos y corrupción del ámbito
político. Y aún más: como sucedía en
los argumentos de sus tragedias, Atenas sufrió terribles
pestes (magistralmente descriptas por el historiador griego
Tucídides) y se sumió en una ruina que
propiciaría la no muy lejana conquista de Filipo de
Macedonia.

Atenas, no obstante, recuperó su
democracia a fines del siglo quinto. Pero ya nada volvería
a ser como antes.

Partes: 1, 2

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